Dos semanas han pasado desde la histórica victoria electoral de Donald Trump. Algo queda claro: quienes pensaron que no sería tan malo, se equivocan, opina Michael Knigge.
Uno puede molestarse porque Donald Trump, que ya firma oficialmente como presidente electo, siga echando pestes a través de Twitter sobre los medios, manifestantes y artistas que critican a su persona, su política o, las más de las veces, a ambas.
Uno puede molestarse porque el presidente electo Trump también a través de Twitter sugiera a otro país, Reino Unido, qué embajador debe enviar a Estados Unidos, en referencia a Nigel Farage, el arquitecto del brexit.
Uno puede molestarse porque el presidente electo Trump se libre de tres pleitos judiciales por fraude contra la universidad que lleva su nombre, a cambio de 25 millones de dólares, mientras docenas de otros procesos en los cuales está involucrado siguen su curso.
Y uno puede molestarse porque el presidente electo Trump siga ocultando su declaración fiscal, y porque la anunciada división entre sus intereses empresariales, traspasando el poder de sus empresas a su familia, suene más que dudosa en el mejor de los casos.
Todo esto puede y debe molestar. Estos indicadores señalan que el candidato Trump no se diferencia en lo esencial del presidente electo Trump. Solo quedaría esperar que el cambio se produzca en el momento que se mude a la Casa Blanca.
Hechos concretos
Pero tal esperanza es engañosa, pues Trump no solo ha repartido cizaña por Twitter. También ha dejado hechos en claro. Y estos hechos contienen un mensaje: el presidente electo está dispuesto a llevar a los hechos aquello que anunció en campaña.
Así, declaró a través de un video que entre sus primeras acciones como presidente estará la salida de Estados Unidos del Tratado de Libre Comercio Transpacífico (TTP). Eso ya lo dijo desde su campaña. Además, Trump dijo que anulará las regulaciones energéticas que obstaculizaban el llamado fracking y la producción local de carbón.
Con ambas iniciativas, Trump da un giro brusco en dos aspectos políticos centrales de la presidencia de Obama. Si éste impulsó el libre comercio y la protección al medio ambiente, Trump se orienta hacia el proteccionismo y la explotación tradicional de energía, en perjuicio del medio ambiente.
Giro hacia la derecha
Esto no debería sorprender, pues desde mucho antes de la campaña él dio a conocer su posición sobre ambos temas, que para él están vinculados. Ya hace cuatro años había dicho que el concepto del calentamiento global había sido inventado por China, con el fin de debilitar a la industria estadounidense. Así queda claro que con Donald Trump, Estados Unidos no querrá ni podrá cumplir con las metas ambientales acordadas en París. Las decisiones sobre su equipo de trabajo son, por lo menos, tan preocupantes como estos giros en cuanto al libre comercio y el medio ambiente.
Como su principal asesor nombró a Steve Brannon, antiguo jefe del portal derechista Breitbart. Para comprender la dimensión de esta medida, cabe recordar que este hombre, que será el estratega y asesor más influyente del próximo presidente estadounidense, se calificó en una reciente entrevista como «un nacionalista”. Apenas el pasado verano, Brannon se jactaba de haber convertido a Breitbart en una plataforma del movimiento supremacista alt-right.
No es el único nombramiento preocupante por parte de Trump. Michael Flynn, exjefe de los servicios secretos militares, será el máximo asesor del presidente en materia de seguridad. Flynn causó indignación a principios de año cuando afirmó por Twitter que «el miedo a los musulmanes es racional.” También llamó la atención su clara simpatía por el cada vez más autócrata presidente turco, Erdogan, así como por haber pronunciado un discurso el año pasado en una aparición generosamente remunerada, que incluyó una foto con el presidente Putin, en Moscú.
Naturalmente, Trump no podrá llevar a cabo todas y cada una de sus promesas electorales, ni llenar su gabinete con personalidades cuestionables. Pero a dos semanas de la elección esta claro que el próximo presidente pretende llevar a los hechos sus anuncios de campaña. Los medios y la opinión pública harían bien en tomarlo, ahora sí, en serio desde un principio.
Tomado de: DW