12 Agosto 2019.
Foto: Pixabay.
La verdad no puede estar sujeta nunca al deseo de las mayorías. En Colombia, como en cualquier país del mundo, hubo casos recientes de escándalo nacional que ocuparon portadas y la agenda de los medios durante varias semanas, y cada vez que surgió alguna novedad en las historias, ocuparon de nuevo la atención general.
Cuando la ayuda humanitaria fue incendiada en la frontera, casi todos los medios nacionales publicaron con rapidez que la Guardia Nacional Bolivariana era responsable por el incendio, además, según lo sostenían las voces oficiales: el canciller Carlos Holmes Trujillo, la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, el presidente Duque. Ningún periodista preguntó cómo podían afirmar de forma incontrovertible que habían sido los oficiales de Maduro los que causaron el desastre y no los venezolanos inconformes con ese gobierno que estaban del lado colombiano. Días después la verdad surgió publicada por el New York Times.
El 20 de marzo del 2003 inició en Irak la guerra y la invasión de las tropas estadounidenses e inglesas contra el gobierno de Sadam Husein; lo acusaban de tener vínculos con Al Qaeda, estar detrás de alguna forma de los atentados de las torres gemelas y, especialmente, poseer armas de destrucción masiva que eran una amenaza para la seguridad de toda la humanidad.
La guerra se prolongó hasta 2011 y buena parte de Irak, por su puesto, quedó destruida. Años después de la invasión, investigaciones periodísticas de The Guardian y BBCestablecieron que los informes de inteligencia que habían concluido que Husein tenía armas de destrucción masiva, estaban llenos de muchas imprecisiones y razones para dudar. En conclusión: las armas de destrucción con las que se había justificado un conflicto internacional y la invasión con tropas como en un acto de colonización de la primera guerra mundial, no existían. Una de las primeras grandes fakenews de nuestros tiempos.
Husein recibió el castigo merecido por ser un dictador y asesino desmesurado. Pero los estragos de una década de guerra acabaron con la posibilidad de prosperidad en Irak, por lo menos hasta hoy.
El periodismo está para evitar los abusos de los gobiernos y para procurar que los hechos que se cuenten sean las versiones más ajustadas a la verdad que los ciudadanos puedan encontrar. Nadie tiene la verdad absoluta, pero podemos contar hechos incontrovertibles que se acerquen a lo que es exacto e irrefutable; lo que sucedió.
Noticias judiciales
Los hechos que ocupan la agenda noticiosa de los medios en Colombia son judiciales. Eso no solo resulta aburrido para la audiencia, sino difícil de digerir. Algunos lamentables ejemplos pasan por el cartel de la mermelada, las chuzadas del DAS, los expedientes de la parapolítica, Agro Ingreso Seguro, El proceso 8.000, el cartel de la toga, Luis Andrés Colmenares, Odebrecht y las campañas del 2010 y del 2014, el caso de Yuliana Samboní y los hermanos Uribe Noguera. En fin, este país, decía una periodista de The new York Times, es el productor número uno de tribulaciones del mundo.
Explicar y contar en detalle desde los micrófonos, el papel y las cámaras cada uno de esos casos, exige un criterio de responsabilidad máximo. Por eso no cualquiera puede dirigir un medio y en Colombia, a pesar de las críticas, tenemos en las direcciones de los medios masivos a periodistas que han preparado sus vidas y han hecho sus carreras, no solo para ser buenos periodistas, sino para formar un criterio de responsabilidad que permita generar una línea editorial responsable, sensata, aterrizada y seria.
Sin embargo, ha habido errores, y un buen ejemplo es el caso Colmenares. La cantidad de desinformación que se reprodujo desde los medios de comunicación durante diez años llevó a crear a la opinión pública una serie sistemática de imaginarios que no tienen nada que ver con la verdad procesal, probada, corroborada, analizada y determinada por la ciencia y por la justicia.
Que Cárdenas era el sobrino del exministro de Hacienda, que a Colmenares se lo llevaron en una camioneta y lo regresaron al caño, que Jessy Quintero y Laura Moreno conspiraron para asesinarlo, ocultar su cadáver y encubrir el crimen, que los escoltas lo golpearon frente al caño. Hechos que se dijeron una y otra vez y que nunca se demostraron en los estrados judiciales, por lo que al final los tres acusados fueron absueltos en dos casos diferentes aún con la apelación de la Fiscalía por resolverse.
Todas esas versiones que hacen que miles de personas aún crean hoy que Laura Moreno y Jessy Quintero son asesinas, fueron reproducidas por los medios una y otra vez con poca responsabilidad, sin haber leído los expedientes y atendiendo a las versiones de los interesados en ambas partes del escenario. Bulos y bulos.
El problema de ser periodista en un país como Colombia en donde la carga informativa es muy grande todos los días, es que a los periodistas no nos alcanza el tiempo para manejar los casos con total profundidad y lograr tener una imagen completa de la situación para reproducirla a la audiencia. Y hablar de un caso judicial sin conocerlo a un país que concluye fácil dejándose llevar por las pasiones es indigno con el oficio.
El periodismo no está para alinearse con lo que quieren escuchar las mayorías, no está para congraciarse con el poder. Está para analizar con rigurosidad los hechos, y contarlos de la forma más cercana posible a la verdad.
Los hermanos Uribe Noguera no pueden ser culpables por el hecho simple de ser hermanos de un asesino repudiable que abusó de una menor inocente. En este caso la Fiscalía no ha podido demostrar hasta ahora en la primera instancia de forma incontrovertible y más allá de toda duda razonable, una expresión bastante utilizada en el lenguaje jurídico, que los hermanos encubrieron el crimen a Yuliana. Y un principio básico del derecho, para ellos y para cualquier ciudadano en el mundo civilizado, es la presunción de inocencia. Si una persona no puede ser hallada culpable de forma definitiva en un juicio, la justicia y la sociedad deberán presumir su inocencia porque en algún momento una acusación injusta podría recaer sobre usted o sobre mí, y si somos inocentes querremos entonces que no nos juzguen culpables hasta que se resuelva el caso. Claro que Yuliana y su familia son las verdaderas víctimas, pero en ningún caso por ninguna razón puede haber una cacería de brujas excusada en el hambre de venganza de las mayorías.
¿Qué debemos hacer?
El problema es que los medios sí juzgamos culpables todos los días, hay que decirlo, sin la información debida y sin los elementos necesarios. También ha sido mi error como periodista no prepararme de forma adecuada para contar una noticia de la forma más cercana a la verdad en que pueda hacerlo. Mea culpa. El trabajo que todos los periodistas debemos hacer es prepararnos, leer los expedientes y tener la imagen completa para contar los hechos sin caer en el error de juzgar, porque solo la justicia es quien debe tener esa tarea.
Ahora tenemos otra labor: combatir todos los días las fakenews, los discursos convincentes pero oportunos de los poderosos, y las mentiras en los datos con los que nos bombardean los gobiernos para promover sus políticas. No permitamos que incendien también la razón. No se trata de derecha o izquierda, sino de hechos exactos y sensatez.