El preconteo deja un mapa regional cada vez más alejado de los tradicionalismos políticos y a dos de los principales líderes de mayor reconocimiento con sus principales cartas ‘quemadas’. Las urnas también arrojan luces sobre otros ganadores diferentes a los candidatos.
Sergio Fajardo como presidenciable
GANARON. La victoria de Claudia López en Bogotá tiene múltiples lecturas, pero se resalta la que implica que el excandidato presidencial Sergio Fajardo quedó como figura principal en el partidor por la Casa de Nariño en 2022.
Si bien aún faltan dos años para que se dé esa contienda, su respaldo público a López –que le valió la reedición de una dura pelea con Petro– ratifica que por lo menos en la capital del país mantiene una influencia y un caudal importante.
De hecho, desde hace cuatro meses se radicó en Bogotá para alistar su campaña presidencial.
Para Mauricio Velásquez, catedrático de los Andes, “es evidente que Fajardo gana a través de Claudia, quien fue su fórmula vicepresidencial en 2018, lo cual también se potencia con el desgaste del actual gobierno de Iván Duque y todo lo que este representa”. Falta ver si logra el consenso que sí consiguió López.
Sergio Fajardo, excandidato presidencial
Foto: César Melgarejo. EL TIEMPO
La casa Char y Carlos Caicedo
GANARON. En la Costa Atlántica se registraron dos triunfos que marcan tendencia. En Atlántico, la casa Char ganó la gobernación –con Elsa Noguera– y la alcaldía de Barranquilla –con Jaime Pumarejo–, a lo que se le debe sumar que en torno a sus candidatos sentaron a tres expresidentes: Álvaro Uribe, César Gaviria y Andrés Pastrana. Y todo lo coordinó el líder de la familia, Fuad Char, desde su casa.
Además, ese apoyo político mayoritario pone a este apellido a jugar fuerte para el 2022. Y justo en el departamento de al lado, en Magdalena, un ‘antipolítico’ se alzó con el triunfo. Carlos Caicedo se quedó con la gobernación a nombre de Fuerza Ciudadana, y con la capital, Santa Marta, con su ficha Virna Johnson. Se impusieron sobre casas como los Cotes y los Noguera.
“Triunfan, sin duda, aunque por distintas razones”, señaló el analista Jorge Cuervo.
Foto: Cortesía Movimiento político Fuerza Ciudadana
Álvaro Uribe y Gustavo Petro
PERDIERON. Dos de los líderes de mayor reconocimiento nacional –de orillas políticas opuestas– volvieron a demostrar que su caudal electoral no es transferible.
El senador Álvaro Uribe, del Centro Democrático, al igual que su colega en el Congreso Gustavo Petro, de Colombia Humana, vieron ayer cómo sus principales apuestas terminaron derrotadas en las urnas.
Los candidatos uribistas a la alcaldía de Medellín (Alfredo Ramos) y a la gobernación de Antioquia –fortín natal de Uribe– se tuvieron que limitar al segundo lugar, mientras que su carta en Bogotá, Miguel Uribe, se relegó en el cuatro puesto. Y los dos claves para Petro –Hollman Morris, en Bogotá, y Nicolás Petro (su hijo), en Atlántico– tampoco ganaron. De hecho, Petro y Uribe, con bemoles, admitieron su derrota. “Perdieron como electores”, aseguró el catedrático del Externado Jaime Duarte.
Los partidos tradicionales
PERDIERON. Aunque los llamados partidos tradicionales emitieron anoche comunicados reclamando el liderazgo sobre varias de las 32 gobernaciones, los resultados muestran lo contrario. Solo seis de estas quedaron en cabeza de un único partido (2 liberales, 2 del Centro Democrático, 1 de ‘la U’ y 1 conservadora), y las otras 26 fueron para aspirantes que se lanzaron por coalición.
De hecho, en los comicios de ayer hubo 5.694 candidatos en coalición, 5.060 más que las elecciones de 2015.
“Los partidos ya no tienen el monopolio de las candidaturas, el problema es que también pierden los ciudadanos, porque hacer control y exigir responsabilidad política a un gobierno de varios es más complicado”, precisó Fernando Giraldo, politólogo de la Javeriana. Pero agregó que a nivel de alcaldías locales, asambleas y concejos sí mantienen su representatividad.
El ADN materno de nómadas africanos muestra que los humanos actuales vivieron hace 200.000 años en el lago Makgadikgadi.
Un estudio publicado hoy reaviva una larga polémica científica que se centra en responder una pregunta aparentemente sencilla: ¿en qué lugar se originó nuestra especie?
La respuesta aceptada por casi todos es África. Pero cuando se intenta afinar en qué país está la cuna del ser humano actual empieza la guerra. Es sencillamente imposible reconciliar lo que dice la genética —que los ancestros del homo sapiens actual surgieron en África hace unos 200.000 años— con lo que muestran los fósiles más antiguos de esta especie, hallados en lugares tan dispares como Marruecos o Etiopía.
Ahora, un estudio liderado por Vanessa Hayes, de la Universidad de Sidney (Australia), afirma que los ancestros de los humanos actuales, los Homo sapiens con una fisonomía como la actual, provienen de un paradisiaco humedal situado en el norte de Botsuana. Se basan en el análisis de la mayor base de datos de ADN mitocondrial de los khoisán, tribus africanas que siguen manteniendo un estilo de vida nómada basado en la caza y la recolección.
El ADN mitocondrial es una información genética que pasa de madres a hijos. En manos de los genetistas funciona como un reloj evolutivo que muestra el grado de parentesco por vía materna entre diferentes poblaciones y permite calcular la antigüedad del linaje original, conocido como L0, el más antiguo conocido que sigue existiendo en la actualidad.
El estudio, publicado en Nature, ha leído el genoma mitocondrial de 1.217 africanos de ese linaje. Los autores del trabajo sitúan su origen hace unos 200.000 años entorno al lago Makgadikgadi, que fue el mayor de África. En aquella época el lago ya había empezado a secarse y formó una plétora de lagunas menores y humedales idóneos para que prosperasen grupos de cazadores recolectores.
Los investigadores han reconstruido el clima de los últimos 250.000 años. Según sus resultados este entorno, que en la actualidad es un desierto, pudo mantener a los primeros humanos modernos durante 70.000 años. Después, hace unos 130.000 años, se abrió un pasillo verde hacia el noreste que facilitó la primera migración humana hacia esa zona. Hace 110.000 años, otro grupo salió de esa patria original en Botsuana para dirigirse hacia el suroeste de África.
Estudios genéticos anteriores han desvelado que justo en esa época sucedió la primera gran migración de humanos fuera de África. Esa oleada no prosperó, pues ninguna población actual de fuera de África lleva su ADN. Sería otra migración posterior, hace unos 70.000 años, la que tuvo éxito y pobló el resto del planeta. Mientras, los descendientes del primer grupo de humanos en los que se centra el estudio de Hayes nunca dejaron África, de hecho nunca dejaron de ser cazadores y recolectores, pero su distribución geográfica actual sigue reflejando las antiguas migraciones desde ese “hogar ancestral” en el norte de Botsuana.
Aunque no se puede descartar que haya múltiples orígenes para el homo sapiens dentro de África, los autores del estudio sostienen que el humedal del Makgadikgadi es la “posible patria” de la humanidad actual, al menos por vía materna.
Sorprendentemente el estudio no menciona que hay muchos fósiles que no encajan en su relato. Los restos más antiguos de homo sapiens que se han hallado hasta el momento son de hace unos 300.000 años, 100.000 antes que el hogar ancestral, y aparecieron en Jebel Irhoud (Marruecos), lejísimos de Botsuana. Los otros restos fósiles de sapiens más antiguos conocidos, de hace unos 200.000 años, se encontraron en Etiopía, en una zona también alejada del norte de Botsuana. Incluso fuera de África, en el Monte Carmelo, en Israel, han aparecido fósiles sapiens muy antiguos, de 180.00 años. Sobre los restos de Marruecos, Hayes aduce que su trabajo se ha limitado al análisis genético de personas actuales y que hasta que no sea posible extraer ADN de esos fósiles, algo extremadamente complicado debido a la pobre preservación del material genético en estos climas y con tanta antigüedad, no hay forma de saber si estaban emparentados o no con los humanos actuales.
Probablemente este trabajo no zanje la polémica de si los humanos provienen de un único origen o son resultado de mezclas entre diferentes grupos llegados de lugares diferentes. “Este trabajo presupone que la humanidad ha estado congelada los últimos 100.000 o 200.000 años, es decir, que allí donde surgieron los linajes más basales es allí donde se encuentran hoy en día”, advierte el genetista del CSIC Carles Lalueza-Fox. “Otro problema es que el ADN mitocondrial es un único marcador genético, e inferir los cambios genómicos a partir de éste es problemático. Por ejemplo, en nuestro reciente trabajo, veíamos que una migración básicamente masculina transformó toda la ancestralidad ibérica hace unos 4.000 años pero dejó intacta la composición materna (mitocondrial). En África, mi equipo tiene en prensa un trabajo paleogenómico con muestras antiguas africanas donde mostramos que había varias poblaciones ancestrales en el continente que contribuyeron al origen de nuestra especie y que proporcionan un panorama mucho más complejo que el mostrado aquí”, resalta.
“Es un estudio interesante pero, como muchos otros que se concentran solo en una pequeña parte del genoma, en una sola región, en un solo tipo de herramientas de piedra, en un fósil excepcional, no logra capturar toda la complejidad de nuestros orígenes”, resalta Chris Stringer, paleoantropólogo del Museo de Historia Natural de Londres. “Si se analiza el ADN masculino, el del cromosoma Y, las poblaciones más ancestrales provienen del oeste de África mientras que otro trabajo que analizaba el genoma de las poblaciones ancestrales que salieron de África las situaba en el Este del continente”, añade.
Jay Shetty tiene 8 años. Es inteligente, dice su madre, Shilpa, aunque el niño no pueda hacer todas las cosas que hace su hermano menor.
«Jay no se sienta ni usa mucho sus manos. No articula palabras y no sabemos cuán bien puede ver», dice.
«Pero juega con nosotros e intenta imitar todo lo que su hermano Kairav hace».
Jay tiene parálisis cerebral. En sus primeros años de vida, Shilpa estaba desesperada por encontrar algo que pudiera ayudarlo.
Mientras navegaba por internet hasta tarde cada noche, se encontró con un ensayo clínico con células madre en la Universidad de Duke en Carolina del Norte (Estados Unidos), pero Jay no era elegible para someterse a él.
Así que cuando Kairav nació en 2015, Shilpa y su esposo guardaron sangre del cordón umbilical de su hijo menor, que era rica en células madre sanguíneas, con la esperanza de que surgiera otro ensayo.
Sucedió y, esta vez, pudo participar. «No era invasivo y realmente no podía causarle ningún daño», explica ella.
Para poder pagar la factura de US$18.200 del tratamiento, usaron dinero que ya habían recaudado para fisioterapia e hidroterapia y lo sumaron a un préstamo personal y a lo recopilado con una nueva campaña de financiamiento.
La parálisis cerebral es un conjunto de afecciones permanentes en la movilidad y la coordinación. En el caso de Jay, explica Shilpa, fueron las complicaciones del parto lo que la desencadenaron.
No existe cura para la parálisis cerebral, pero la fisioterapia y otras terapias orientadas al habla, por ejemplo, pueden ayudar con algunos síntomas.
Sin embargo, Shilpa esperaba que la terapia con células madre de Jay, que consistía en una infusión en sus venas por dos horas, generaría beneficios mucho más allá de todo lo que habían intentado antes.
La esperanza de las células madre
Todos tenemos células madre. Estas tienen la capacidad de convertirse en una amplia gama de células especializadas, como las musculares, de la piel o del cerebro.
Las células madre no solo reponen nuestras células viejas sino que también entran en acción para reparar y reemplazar el tejido lesionado. Por eso, suelen compararse con un ejército microscópico de médicos.
La esperanza ante estas terapias es que se generen células madre en el laboratorio que luego se puedan usar para producir tejido nuevo, reemplazar células dañadas y desentrañar los mecanismos de las enfermedades.
Hasta ahora, los investigadores se han centrado en desarrollar principalmente dos tipos diferentes de células madre: embrionarias y adultas.
Las células madre embrionarias, que se extraen de un embrión en crecimiento, tienen la ventaja natural de poder dar lugar a cualquier otra célula del cuerpo, un atributo conocido como pluripotencia.
Pero hay quien ha planteado objeciones éticas al uso de embriones para obtener estas células madre, lo que se elude con el uso de células madre extraídas de tejidos adultos.
Las células madre adultas no son naturalmente pluripotentes, lo que significa que tienden a ser más especializadas y, por lo tanto, solo pueden desarrollarse en un rango más estrecho de tipos de células.
Sin embargo, pueden reprogramarse para recuperar esa flexibilidad de desarrollo.
Las terapias con células madre son una promesa genuina para ciertos trastornos. Ya existen tratamientos comprobados y autorizados basados en células madre para enfermedades sanguíneas e inmunes como la leucemia, el linfoma y el mieloma.
Y su uso está también aprobado en algunos países para quemaduras químicas en los ojos.
Las esperanzas de usar células madre para tratar otros trastornos han inspirado muchos ensayos clínicos nuevos e impulsado un «turismo de células madre» sobre todo hacia Panamá, Tailandia y Ucrania.
Y en Estados Unidos, el año pasado había ya más de 432 empresas con 716 clínicas dedicadas a la venta directa de tratamientos con células madre.
El problema del precio
Todas estas clínicas tienen algo en común: lo prohibitivo de sus tarifas. Incluso los ensayos clínicos de institutos de investigación como el de la Universidad de Duke son caros.
Es entonces donde el crowdfunding o la financiación colectiva entra en juego.
Un estudio publicado recientemente en la revista especializada Journal of the American Medical Association identificó 408 campañas estadounidenses para el tratamiento de células madre en las plataformas YouCaring y GoFundMe, con más de US$7 millones solicitados y 13.050 promesas de donaciones.
Las clínicas incluso suelen fomentar de forma activa estas campañas.
El asunto con dichas campañas es que suelen minimizar los riesgos potenciales u omitirlos por completo.
«Es así de simple y rápido, y tiene efectos secundarios mínimos», afirma una página que intenta recaudar fondos para un hombre con parkinson.
«Se ha demostrado que frena la progresión de la enfermedad sin efectos secundarios», describe otro, que recauda fondos para alguien con esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una variante de la enfermedad que afecta el cerebro, el tronco cerebral y la médula espinal que controlan el movimiento de los músculos voluntarios.
Solo 26 de esas 408 campañas incluían la palabra «riesgo» e incluso en esos casos se hablaba de que la terapia era menos o nada peligrosas en comparación con otras alternativas.
Es posible que los pacientes minimicen los riesgos de estos procedimientos porque las propias clínicas lo hacen. De la misma forma, se exageran los beneficios.
«El tratamiento con células madre ha ayudado a miles de niños con autismo», afirma una campaña cuyo objetivo es enviar a un menor a someterse a uno de ellos en Panamá. Ha recaudado más de US$18.000, superando su meta inicial de US$15.000.
«¡Todos los pacientes con ELA dijeron que revirtió las consecuencias de la enfermedad! La respiración mejora, el hablar y tragar mejoran. En dos semanas las personas que se habían quedado en silla de ruedas estaban caminando», afirmó otro. Esta campaña recaudó poco más de US$1.000 de los US$300.000 que busca.
Sin embargo, muchos expertos sostienen que estas afirmaciones son prematuras.
¿Qué dice la ciencia?
Actualmente no existen pruebas de que el tratamiento con células madre sea efectivo para el autismo, según explicó Alycia Halladay, directora científica de la Fundación Científica de Autismo, en la revista Scientific American el año pasado.
Arnold Kriegstein, profesor de neurología en la Universidad de California en San Francisco (EE.UU.), también insiste en que los ensayos que usan el trasplante de células madre para personas con autismo no han podido demostrar su eficacia, a pesar de que afirmen lo contrario.
El uso de tratamientos con células madre en pacientes con ELA es especialmente desafiante.
Incluso si las células trasplantadas pudiesen viajar a las áreas dañadas, madurar e integrarse en el sistema nervioso de la persona antes de que la enfermedad tuviera efectos (la esperanza de vida es variable, pero promedia de 2 a 5 años desde el momento del diagnóstico), se encontrarían con un ambiente hostil, con neuronas motoras muriendo a su alrededor.
En la actualidad, la mayoría de los ensayos se centran en el uso de células madre para crear modelos de laboratorio de neuronas motoras en las que se pueden probar medicamentos y estudiar los mecanismos de la enfermedad.
La Asociación MND cree que la investigación con células madre es esencial para comprender, prevenir y curar las enfermedades de la neurona motora, pero afirma: «En la actualidad, no hay evidencia confiable que sugiera que las células madre pueden usarse como un tratamiento eficaz».
Ese estudio del Journal of the American Medical Association encontró que 43,6% de las campañas de financiamiento contenían declaraciones que eran definitivas o ciertas acerca de la efectividad del tratamiento.
No es demasiado difícil rastrear estas afirmaciones exageradas hasta algunas clínicas que usan «señales de legitimidad científica».
Más allá de la cuestionable efectividad, a veces los pacientes ni siquiera reciben aquello por lo que pagaron.
Lisa Fortier, investigadora de medicina regenerativa en la Universidad de Cornell en Nueva York, analizó nueve productos y «ninguno contenía células madre o una sola célula viva de ningún tipo».
Además, no todas las células madre son iguales.
Algunos ensayos usan células madre mesenquimales, que se encuentran en la médula ósea, por ejemplo, y que son importantes para fabricar y reparar tejidos esqueléticos, como las células de cartílago, hueso y grasa.
Pero en la actualidad existen serias dudas de si funcionan como células madre.
Incluso quien las describió por primera vez, Arnold Caplan, cree que deberían ser renombradas para poder seguir siendo investigadas sin hacerles publicidad falsa.
«Estaba equivocado. Retiro el nombre que le di a estas células de gran importancia», dijo Caplan.
Las expectativas del uso de las células madre para algunas enfermedades son genuinas, como la esclerosis múltiple y el parkinson, pero todavía no han sido del todo probadas.
El problema es que hay pacientes que no tienen tiempo para ello.
A la caza de la esperanza
«Tengo menos del 32% de capacidad respiratoria, no puedo hablar y pierdo el control de mis manos y piernas. Uso máscara para respirar durante 12-14 horas al día… ¡AYUDA!», escribió otra persona solicitando fondos para uno de estos tratamientos.
El paciente con «menos del 32% de capacidad respiratoria» ¿tiene derecho a intentar cualquier cosa que pueda salvarlo y apelar a la financiación colectiva para ello, incluso si ese tratamiento se administra en una clínica no regulada?
A Roger Barker, neurocientífico clínico de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), le preocupa que se explote la vulnerabilidad y cita riesgos potenciales como la formación de tumores.
También cree que las investigaciones legítimas de células madre sufrirán por ello.
Jay Shetty finalmente recibió una infusión de células madre en la Universidad de Duke.
«Sabía que no era una cura, sabía que no iba a salir caminando y corriendo. Pero, para ser honesta, pensé que al menos Jay sería capaz de sentarse. Desafortunadamente, eso no pasó», dice Shilpa.
«No hemos visto ningún cambio dramático, pero está más consciente y para nosotros como familia es un cambio bastante grande«.
¿Pero fue la terapia con células madre responsable de esta mejoría?
¿O será que Jay ha ido adquiriendo más habilidades a medida que va creciendo?
«Es difícil de precisar, porque hemos estado haciendo terapia durante mucho tiempo», afirma Shilpa.
Hasta la fecha, los estudios de células madre sobre la parálisis cerebral en el Centro Médico de la Universidad de Duke, dirigidos por Joanne Kurtzberg, no han cumplido con las expectativas, aunque el trabajo está en curso.
En 2017, 63 niños con parálisis cerebral participaron en un estudio para verificar su eficacia. La mitad, elegidos al azar, fueron sometidos al tratamiento, que consistió en una sola infusión de sangre del cordón umbilical, y la otra a un placebo.
Para decepción de los investigadores, no vieron mejora de la función motora un año después de la infusión de referencia. Los resultados mejoraron con dosis más altas.
Pero Paul Knoefler, de la Facultad de Medicina de UC Davis (EE.UU.), no está convencido: «Los resultados no sugieren un notable efecto positivo del uso de las células del cordón umbilical en afecciones neurológicas pediátricas».
Cells4Life, el banco de células madre que apoyó la recaudación de fondos para Jay, aún afirma en su sitio web que «los ensayos en Duke han demostrado que la sangre del cordón umbilical puede revertir los síntomas de la parálisis cerebral».
Su misión, declara esta compañía, es «almacenar la sangre del cordón umbilical de cada bebé». El precio de hacerlo varía entre US$1.816 y US$2.538.
Los Shetty siguen con la misma idea: «Si Duke empieza un ensayo similar, estaré más que feliz de volver a pagar (por participar)», dice Shilpa.
«Si tenemos dinero, seguiremos haciéndolo una y otra vez. En el caso de Jay, hay muchos espacios en blanco en su cerebro y necesita nuevas células».
Así como ella lo hace, otros padres siguen navegando por internet a altas horas de la noche, buscando cualquier cosa que pueda ayudar a sus hijos.
Y mientras lo hagan, las clínicas de células madre se comprometerán a responder a su llamada.
Si usted desea hablar con Juan Antonio Gossaín Abdalah, el famoso Juan Gossaín, de seguro le pondrá una cita a las once de la mañana. Se levanta todos los días a las cinco, y mientras escucha radio, toma apuntes de diversos temas que le sirven para sus artículos, próximas crónicas, ideas para novelas, frases, pensamientos y poemas. Son unas 900 páginas repletas de sueños también.
Pero a las once cambia de labor y comienza a desbaratarse el cerebro rebuscando palabras para cuadrarlas entre los acertijos de las horizontales y verticales de crucigramas de todos los estilos. Tiene montones de revistas con esos ejercicios. No le gustan los que aparecen en internet porque “no tienen gracia”. Y explica: “Ponen, por ejemplo: capital de Colombia”.
—Don Juan —le pregunto—: ¿Se acuerda de aquella charada de Fraylejón que en uno de sus crucigramas preguntaba: “Mujer de tres pies de cinco letras”? Se queda pensando un rato y dice: “No, no sé cuál es”.
—Enana —le respondo—. Y suelta una carcajada.
—Don Federico Rivas Aldana, Fraylejón, era un señor crucigramista de El Tiempo, con inteligencia y buen humor para poner las pistas. Una vez lo estuve buscando para regañarlo porque no daba con la solución de una de sus preguntas: palabra de ocho letras. Nombre común entre campesinos de los andes colombianos. Comienza con M. Durante varios días estuve buscando la bendita palabra. Lo grave, no me cuadraban las otras, quedaba incompleto hasta que al tercer día encontré el chiste: “Emeterio”.
Quizá por ello, Juan sepa qué significan palabras como abuhado, jipiar, uebos, Oc, Ut, mamporrero o murciégalo, destinadas a los aficionados a los ‘rompe cocos’ de los diccionarios.
Sus oyentes recuerdan con especial interés aquellos coloquios que entablaba con el profesor Germán Bustillo, una completa enciclopedia Larousse.
Juan Gossaín es uno de los grandes periodistas que ha tenido Colombia, socio del Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB) y quien por más de treinta años vivió en una cabina radial, informando todo tipo de noticias, desde las políticas hasta las de farándula. El proceso 8.000, la guerra de los carteles del narcotráfico, los asesinatos de líderes como Galán, y de periodistas como don Guillermo Cano, la toma del Palacio de Justicia, la catástrofe de Armero, decenas de masacres, las hazañas de los ciclistas en Europa, los goles de Faustino Asprilla, reinados de belleza, Festival Vallenato, Carnaval de Barranquilla, entre otras muchas.
Vivía y sentía el periodismo en cada una de sus notas
La mañana del primero de noviembre de 1998 todo parecía normal. Incluso, justo a las 9 de la mañana, una vez terminado el noticiero, salieron Antonio José Caballero, Francisco Tulande y Juan Gossaín a desayunar al frente de la Torre Sonora de RCN. Alcanzaron a pedir sus caldos, huevos y meriendas cuando Antonio José comenzó a gritar: “Se tomaron a Mitú, se tomaron a Mitú”.
Las viandas quedaron recién servidas y los periodistas, como gacelas, se devolvieron a gran velocidad a la Torre, por las escaleras treparon a zancadas los cinco pisos hasta llegar sin aliento a cabina. El desayuno se enfrió y no fue la única vez que se quedaron las tortillas servidas para darle prioridad al ejercicio profesional del periodismo.
Nació para escribir, pero quizá ha sido maestro de maestros en algo prodigioso: el relato. Sabe hilar a la perfección cada una de las frases, darles el significado preciso. Lo aprendió de niño, con sus amigos en San Bernardo del Viento, municipio que se volvió famoso gracias a las crónicas —‘Cartas desde San Bernardo del Viento’— de Juan Gossaín.
Desde ese maravilloso calor caribeño, de azules marinos y verdes que se levantan encima de las palmeras, llegó a Bogotá, a 2.630 metros sobre el nivel del mar: primero, a escribir a El Espectador y, luego, a recibir la conquista de Yamid Amat para laborar en Caracol. ¡Cuántas crónicas! Los colombianos aprendieron a través de sus relatos con esa voz ronca, pero acompasada, con esas palabras raras como ‘meliflua’ y ‘lisonjera’, y un montón de términos costeños, de béisbol y de juegos de dominó.
Cuando RCN Radio quiso entrar en la pelea por el rating, Gustavo Castro Caicedo lo convenció para dejar la casa anaranjada y pasarse a la amarilla. Ganó el país, ganó la radio, ¡ganó el periodismo!
El gran relator de Colombia plasmó también una novela, ‘La mala hierba’, en la cual relataba la historia de los comienzos de la desgracia para el país, primero el transporte ilegal de la marihuana y la semilla para el narcotráfico.
—Esa novela no pierde vigencia
—A pesar de ser un relato de la marihuana en los años setenta y que se haya legalizado por el asunto de los medicamentos, yo creo que la novela sigue conservando su valor de historia, de lo que pasó como testigo de una época.
—Una época muy dolorosa
— ¡Imagínate la cantidad de muertos! Uno como periodista registrando diariamente toda esa cantidad de barbaridades, de horrores. Nunca podré olvidar ese viernes en que mataron a Luis Carlos Galán, de quien fui colega. Él trabajaba en El Tiempo y yo en El Espectador. Me parece que el país no aprendió la lección, empezando por los líderes, los más obligados a tener presente esa historia, y evitar así nuevos litigios. No aprendimos nada de todo lo que nos costó la violencia del narcotráfico.
— ¿Qué nuevas propuestas tiene sobre la novela?
—Me vinieron a visitar unos productores cinematográficos que quieren hacer una película, pero también Editorial Planeta organiza un nuevo lanzamiento de la obra. Yo preferí la impresa porque tiene mucho más arraigo literario que cinematográfico.
—Son nueve años sin RCN Radio, ¿extraña algo?
—Te confieso, que sí. Pero extraño la radio como tal. La radio es por su naturaleza misma, por su forma de ser, el medio de comunicación que más se conecta con la gente. Es un medio de doble vía. La radio en Colombia, sobre todo, donde ha sido tan importante, es como la carrera Séptima de Bogotá, que lleva un carril que va de norte a sur y otro de sur a norte, eso extraño. Hablar con la gente.
—¿Qué recuerda de Antonio José Caballero?
—(…) Antonio José es el mejor reportero que he conocido en mi vida. El buscador de la noticia, el hombre de la reportería pura. Siendo así, era mejor ser humano que reportero. A pesar de su mal humor, era un ser de un gran corazón. Inolvidable.
— ¿Qué pasa con el Periodismo hoy?
—Lo que ha pasado no es fácil de explicarlo ni de entenderlo. Cuando aparecieron las nuevas tecnologías, todos hicimos fiesta por la inmediatez, pero pronto el internet apareció con la mentira, la manipulación, la farsa… ¡Las patrañas inundaron las redes sociales! En un momento se pensó, incluso, que las redes sociales iban a acabar con el periodismo. Las fuentes informativas no tenían que buscar periodistas, cada quien abrió su propio medio en WhatsApp, Instagram, en Twitter. Las fuentes renunciaron al medio. Los medios cometieron el error de reducir los equipos de redacción, que bastaba con el computador y copiar del computador. Cayó todo el mundo en la mentira y se perdió lo más importante que cualquier medio de comunicación debe tener: la credibilidad y la confianza. Se perdió el respeto de la opinión pública.
—Pero en esta crisis, ¿las empresas también tienen la culpa?
—La crisis es de ambas partes y hay que buscarle solución. No hay otro camino. En congresos de prensa vengo diciéndolo: es necesaria la unión de los medios como tales, y las empresas deben buscar soluciones para defender la verdad, en medio de la crisis de las redes sociales. Hace un par de años, en las regiones de Colombia, despidieron a los fotógrafos. A otros los enviaron a trabajar desde sus casas, porque no tenían como pagar las sedes. Vendieron los vehículos, que eran las ‘chivas’ de la redacción. Los únicos que no se dan cuenta de eso son las empresas de comunicación, no hay un liderazgo para unión de los medios. Creen que, despidiendo periodistas, cerrando sedes, resuelven el problema. Los únicos preocupados son los periodistas, pero no lo empresarios.
—Acaban de nombrarlo como uno de los jurados de los Premios de Periodismo CPB…
–¡Cómo te parece! Es un gran honor. Yo pertenezco al CPB desde hace más de 40 años, Fernando Barrero me invitó. Él no era el presidente, pero me gustó y me quedé. El Círculo de Periodistas de Bogotá ha estado preocupado por esta profesión y hay que acompañarlo en esta tarea.
En tono burlón le comento: “Su voz permanece igual y no se parece a la de los audios que circulan por ahí en redes”.
—Jajajajajajaja. Esto empezó hace como cinco años. La suplantación con mis artículos y con las burdas imitaciones. Siempre cuento una anécdota. Un amigo mío de Cartagena recibió un mensaje de un amigo suyo que vive en Canadá, preguntándole si yo había escrito un panfleto que circulaba en redes sociales. Le sugirió que lo revisara y me pidiera mi opinión. Mi amigo le contestó: Eso no es de Juan. Juan escribe mal, pero no tanto.
—Don Juan: ¿las redes hacen mucho daño?
—Las redes sociales se han convertido en redes antisociales. Esto hace mucho daño, es el desprestigio total de las redes. No te imaginas la cantidad de situaciones: primero me falsificaron mi voz, después se han inventado el sistema de tomar una crónica de El Tiempo, copian el primer párrafo y el último y en la mitad meten lo que se les da la gana, con toda clase de barbaridades. Esto sucede, sobre todo, en estos días de campaña electoral. Se ha llegado al extremo de que una señora candidata en Montería puso una imagen mía en su mensaje, diciendo que yo la apoyaba. Lo mismo pasó con otro personaje del interior del país. Esto me tiene desesperado.
—Dicen que sabe jugar dominó, ¿cuáles son sus secretos?
—Vea Guillermo, no le haga nunca esa pregunta a un hombre del Caribe, el dominó es algo congénito, eso es tan natural para nosotros como dormir, almorzar. Es una costumbre diaria, un hábito, una necesidad. En mi pueblo lo aprendí, en san Bernardo del Viento, ¡desde cuando era niño! Ha perdido su gracia, su encanto, porque lo bueno era cuando se hacía en grupo, con los amigos, con parejas al frente: se jugaba mientras se oían los chismes, las maldades, se ponía uno al día de todos los aconteceres. Ahora, con el computador y el celular, perdió la gracia. El dominó era una excusa para conversar entre amigos. Soy un águila para jugar dominó. Cuando quieras te enseño. En dos horas te dejo limpio.
—Listo, pero cuando vaya a Bogotá lo invito a jugar tejo y ahí miramos quién es quién.
—Jajajajajajajaja. Dominó contra tejo… ¡Buena esa…!
Reporteros Sin Fronteras (RSF) expresa su gran preocupación por el aumento de las agresiones contra la prensa –tanto nacional como extranjera– en el marco de las recientes manifestaciones en distintos puntos de Chile. Los y las periodistas se han convertido en blanco de agresiones de las fuerzas armadas que han tomado el control de muchas ciudades por las noches, dado el toque de queda decretado por el Ejecutivo, y de los manifestantes en las protestas y los bloqueos que se registran en todo el país. RSF pide al Gobierno chileno que garantice la seguridad de los periodistas en toda la nación, y que facilite su labor en las actuales circunstancias.
Desde que el Gobierno chileno anunció el aumento de la tarifa del Metro en Santiago, la capital del país, Chile afronta protestas sin precedentes desde tiempos de dictadura, antes de 1990. En medio de esta tensa situación, RSF ha registrado numerosos casos de agresiones intencionadas contra periodistas –tanto de la prensa nacional como internacional y alternativa– que cubren las manifestaciones y las protestas en el país.
Estos ataques a la prensa son diversos: puede tratarse de incendios provocados, como el que se registró en las oficinas del diario El Mercurio, en la ciudad de Valparaíso; detenciones arbitrarias a periodistas, algunas de ellas violentas; disparos de balas de goma de Carabineros (policía uniformada) y del Ejército e incluso con armas de fuego contra los reporteros que cubren las manifestaciones, así como del uso de gas lacrimógeno, como lo sufrió un equipo de la BBC y el disparo de una de ellas directamente contra un cámara de Telesur. También afrontan agresiones directas de los manifestantes, como las sufridas por miembros de las televisoras chilenas Chilevisión, Mega, Radio Bío Bío y TVN. Todo esto, aunado a campañas de intimidación en redes sociales que incitan a cometer actos de violencia contra la prensa –difundidas ampliamente.
“El clima de odio exacerbado contra la prensa y la violencia de las fuerzas del orden que se observan desde el 18 de octubre de 2019, en un país que durante dos décadas fue un modelo de libertad de prensa, son muy preocupantes”, advierte Emmanuel Colombié, director de la Oficina en América Latina de RSF. “El presidente del país, Sebastián Piñera, tiene el deber de proteger la libertad de expresión y el derecho a la información aún en momentos de crisis social como los actuales. Deben darse órdenes claras a las policías y al Ejército para garantizar la seguridad de los periodistas en todo el país”, añade.
Las manifestaciones de la sociedad civil para protestar por las desigualdades socioeconómicas se han extendido por todo el país desde el 18 de octubre pasado, al igual que las huelgas, muchos casos de saqueos y enfrentamientos violentos entre las fuerzas del orden y manifestantes, dejando como saldo al menos 18 personas muertas en 6 días y miles de heridos.
La cobertura al NO del PS a concurrir a La Moneda ha sido parcial e intencionada: no se ha dicho que su negativa a dialogar era porque la colectividad puso como condición al diálogo el retiro de los militares de la calle y sin estados de excepción. Menos se ha dicho que el gobierno excluyó al PC del diálogo. También no ha habido ningún análisis serio del repentino apoyo de las clases medias y altas a la protesta, situación que evidencia la pérdida de hegemonía del gobierno en esos segmentos sociales que hasta hoy, le habían sido incondicionales.
Veía en la televisión extranjera las noticias que se transmitían sobre Chile (de más está decir, que la TV chilena es inveible desde el punto de vista del abordaje de la diversidad del conflicto). En uno de ellos (argentino), un estudiante local de periodismo se apropiaba del micrófono y señalaba lo siguiente “quiero pedirles a los medios chilenos que dejen de ser los relacionadores públicos de La Moneda”.
EL mensaje del joven nos interpretó a muchos que, entre otras cosas, hemos preferido observar las noticias sobre la crisis a través de canales extranjeros que son más confiables que los nacionales al momento de mostrar las diversas caras del complejo momento que vivimos.
Parte de la sospecha, muy fundada, sobre la parcialidad de los medios en el tratamiento de la crisis, se percibe en la propia actuación de los entrevistados, los que en muchas ocasiones al ser abordados en directo por los canales locales preguntan “¿pero ustedes, mostrarán esto, o luego lo van a editar, cómo la hacen siempre?”
Ni hablar de los periodistas o panelistas de tv habituales que más parecen inquilinos y capataces de los dueños de los medios al momento de analizar el complejo escenario y cuyo paroxismo lo representa bastante bien Matías del Río, por ejemplo. Como no recordar las desubicadas intervenciones de la entrevistadora/entrevistada Mónica Rincón – “sáquenle la chucha” – o de Mónica Pérez y su opinión respecto de la rebaja del sueldo de los parlamentarios, de tantas otras figuras televisivas que más que entrevistar entregan sus propias opiniones – casi siempre neoliberales- en los canales donde ejercen.
Qué decir de Carlos Peña quien ha sostenido desde hace años que este modelo era muy viable y fructífero y que ahora analiza la crisis como “una conmoción pulsional generacional” (¿?), o las barbaridades de Axel Kaiser quien a vista y paciencia de todo el mundo señala que la actual crisis “se engendró durante el gobierno de Bachelet”, sin que ningún periodista le plante cara por la superficialidad de la estupidez que dice.
Analistas de pacotilla que siempre han defendido el orden y que no fueron capaces de percibir la crisis que se estaba incubando en la sociedad chilena desde hace muchos años y cuya profundidad, si fue dimensionada por personajes como Alberto Mayol, el periodista Mirko Macari, Benito Baranda y medios como Ciper, El Mostrador y El Desconcierto, entre otros.
“La mejor política comunicacional es no tenerla”.
La frase se sabe, es de otro que ya aburre (Ernesto Tironi), jefe de Comunicaciones del gobierno de Aylwin quien enarboló esa famosa máxima cuya consecuencia pagamos caro a lo largo de toda la transición: se liquidó a los medios alternativos que habían desempeñado un rol significativo en informar durante la dictadura y cuyo corolario fue el control monopólico informativo que ejercieron luego Copesa/El Mercurio y que entre otras cosas se tradujo en el control casi totalitario de los medios por los grupos empresariales quienes se adueñaron de Chilevisión – ayer Piñera – canal 13 – Andrónico Luksic – o Mega – ayer Ricardo Claro hoy Carlos Heller – o TVN que no es otra cosa que la expresión visual del duopolio y que grafica muy bien el programa Estado Nacional al cual solo me conectó cuando mi hijo no quiere comerse su merienda y a modo de amenaza de tener que mirarlo completo si no digiere su alimento.
Lo anterior, significó, la subordinación de los medios, sus líneas editoriales, y un ejército de periodistas y presentadores de televisión a los intereses de sus dueños. Un proceso muy similar ocurrió con el sistema político donde, también, se compró trasversalmente a sus protagonistas.
En Chile no se ha cumplido el rol que Jurgen Habermas les asignó a los medios en el clásico Historia y Critica de la Opinión Pública: mediar entre el poder y la sociedad civil, construyendo un puente entre ambos a través de la esfera pública.
Ni hablar de la prensa en regiones donde el asunto es mucho más dramático: la falta de una apuesta editorial por el periodismo ha hecho que casi todos ellos – tv, prensa escrita y digital – dependan, para su financiamiento, de los gobiernos regionales de turno o del avisaje empresarial produciendo un efecto perverso: los medios regionales están más cerca de la propaganda política y comercial que del auténtico periodismo cuyo corolario ha sido el éxodo de los buenos periodistas: mejor enchufarse en el aparato estatal, la clientela de algún parlamentario o alcalde o cobijarse a la sombra de alguna red empresarial porque futuro en el periodismo local no existe. He visto, buenos y excelentes profesionales de las comunicaciones perderse en el limbo por ello.
Por lo anterior, en el Chile de la transición no surgió un periódico tipo New York Times o Washington Post que dependa exclusivamente de su buen periodismo – y por ende de la posibilidad de avisaje – para seguir sobreviviendo y confrontándose nada más y nada menos que con ese personaje sacado de una novela de Edgard Allan Poe como lo es Donald Trump y sus amenazas permanentes sobre estos medios.
Los medios chilenos y la cobertura de la crisis: ¿solo vándalos, daños y desmanes?
Y con ese trasfondo, la cobertura que hemos tenido de la profunda crisis que nos afecta en los medios tradicionales ha sido esa: un festival de destrozos y daños a la propiedad pública y privada. No digo que no ha habido desmanes, y que no han faltado los desubicados de siempre, así como también los montajes, pero el tono de la protesta no ha sido interpretada, procesada, ni leída por los medios ni sus diversos paneles: la necesidad de concretizar cambios estructurales al modelo chileno. Eso no sale en la tele.
La cobertura al NO del PS a concurrir a La Moneda ha sido parcial e intencionada: no se ha dicho que su negativa a dialogar era porque la colectividad puso como condición al diálogo el retiro de los militares de la calle y sin estados de excepción. Menos se ha dicho que el gobierno excluyó al PC del diálogo. También no ha habido ningún análisis serio del repentino apoyo de las clases medias y altas a la protesta, situación que evidencia la pérdida de hegemonía del gobierno en esos segmentos sociales que hasta hoy, le habían sido incondicionales.
Hasta hoy, tampoco hay entrevistas a personas que hubiesen sido objeto de represión, cuando ya son múltiples las denuncias y presentaciones por ello habiendo casos dramáticos como las del metro Baquedano o las imputaciones que han surgido sobre el trato vejatorio en la 43° comisaría de Peñalolén – se rumorea, al parecer a cargo, de un oficial con serias dificultades psicológicas – y el papel desempeñado por el “piquete jurídico de la Fech” compuesto en su mayoría por estudiantes de derecho de esa casa superior de estudios que han librado un papel loable en la denuncia y defensa de las víctimas.
Menos ha habido cobertura a la solidaridad generada, ante la falta de transporte público, entre los vecinos de distintas regiones que se las han arreglado para trasladar solidariamente a colindantes, generándose allí diálogos y amistades que en un país normalizado como el que teníamos no se habrían podido concretizar. Menos un análisis sobre la crisis profunda del mundo político y empresarial que provoco esta revuelta. Tampoco ningún medio ha abordado con el presidente Piñera las dimensiones del audio que se filtró con los dichos de su esposa, Cecilia Morel y que son gravísimos y chocantes.
Por el contrario, se ha cubierto con bombos y platillos el show de los debates parlamentarios donde lo único que se evidencia a través de las imágenes es que se mundo sigue, cada cual, con su propio monólogo, encapsulado en su burbuja de plástico, mirándose el ombligo.
Una nueva prensa, para un nuevo Chile
Ya en pleno desarrollo del conflicto, cuando la presión social aumenta sobre el establishment, se respira un ambiente de tensa espera, y se vislumbran las demandas de fondo – nueva constitución, nuevo pacto social y nuevo modelo económico, entre otros – una que necesariamente debe agregarse es la demanda por construir una nueva prensa y medios.
Estos últimos, en su gran mayoría, por la relación incestuosa que mantienen con el mundo político y empresarial, han sido también responsables del estallido social producido recientemente, al no haber desempeñado el rol que se espera de ellos.
Por cierto, lo que acaba de ocurrir sorprendió a los medios internacionales que, a su vez, se abastecían de los insumos proporcionados por esta prensa hoy en crisis de credibilidad.
Aunque en realidad, la revuelta, no ha sorprendido a nadie que no tuviera cable a tierra y que desde hace mucho tiempo observaba que en el país se venía incubando una rabia acumulada contra nuestra oligarquía.
Una buena prensa, profesional e independiente, habría ayudado a que la sangre no llegase al río, como lamentablemente está ocurriendo.
Los medios, como lo dijo a la tv argentina es estudiante de periodista no pueden seguir siendo “los relacionadores públicos del poder”.
La cobertura al NO del PS a concurrir a La Moneda ha sido parcial e intencionada: no se ha dicho que su negativa a dialogar era porque la colectividad puso como condición al diálogo el retiro de los militares de la calle y sin estados de excepción. Menos se ha dicho que el gobierno excluyó al PC del diálogo. También no ha habido ningún análisis serio del repentino apoyo de las clases medias y altas a la protesta, situación que evidencia la pérdida de hegemonía del gobierno en esos segmentos sociales que hasta hoy, le habían sido incondicionales.
Veía en la televisión extranjera las noticias que se transmitían sobre Chile (de más está decir, que la TV chilena es inveible desde el punto de vista del abordaje de la diversidad del conflicto). En uno de ellos (argentino), un estudiante local de periodismo se apropiaba del micrófono y señalaba lo siguiente “quiero pedirles a los medios chilenos que dejen de ser los relacionadores públicos de La Moneda”.
EL mensaje del joven nos interpretó a muchos que, entre otras cosas, hemos preferido observar las noticias sobre la crisis a través de canales extranjeros que son más confiables que los nacionales al momento de mostrar las diversas caras del complejo momento que vivimos.
Parte de la sospecha, muy fundada, sobre la parcialidad de los medios en el tratamiento de la crisis, se percibe en la propia actuación de los entrevistados, los que en muchas ocasiones al ser abordados en directo por los canales locales preguntan “¿pero ustedes, mostrarán esto, o luego lo van a editar, cómo la hacen siempre?”
Ni hablar de los periodistas o panelistas de tv habituales que más parecen inquilinos y capataces de los dueños de los medios al momento de analizar el complejo escenario y cuyo paroxismo lo representa bastante bien Matías del Río, por ejemplo. Como no recordar las desubicadas intervenciones de la entrevistadora/entrevistada Mónica Rincón – “sáquenle la chucha” – o de Mónica Pérez y su opinión respecto de la rebaja del sueldo de los parlamentarios, de tantas otras figuras televisivas que más que entrevistar entregan sus propias opiniones – casi siempre neoliberales- en los canales donde ejercen.
Qué decir de Carlos Peña quien ha sostenido desde hace años que este modelo era muy viable y fructífero y que ahora analiza la crisis como “una conmoción pulsional generacional” (¿?), o las barbaridades de Axel Kaiser quien a vista y paciencia de todo el mundo señala que la actual crisis “se engendró durante el gobierno de Bachelet”, sin que ningún periodista le plante cara por la superficialidad de la estupidez que dice.
Analistas de pacotilla que siempre han defendido el orden y que no fueron capaces de percibir la crisis que se estaba incubando en la sociedad chilena desde hace muchos años y cuya profundidad, si fue dimensionada por personajes como Alberto Mayol, el periodista Mirko Macari, Benito Baranda y medios como Ciper, El Mostrador y El Desconcierto, entre otros.
“La mejor política comunicacional es no tenerla”.
La frase se sabe, es de otro que ya aburre (Ernesto Tironi), jefe de Comunicaciones del gobierno de Aylwin quien enarboló esa famosa máxima cuya consecuencia pagamos caro a lo largo de toda la transición: se liquidó a los medios alternativos que habían desempeñado un rol significativo en informar durante la dictadura y cuyo corolario fue el control monopólico informativo que ejercieron luego Copesa/El Mercurio y que entre otras cosas se tradujo en el control casi totalitario de los medios por los grupos empresariales quienes se adueñaron de Chilevisión – ayer Piñera – canal 13 – Andrónico Luksic – o Mega – ayer Ricardo Claro hoy Carlos Heller – o TVN que no es otra cosa que la expresión visual del duopolio y que grafica muy bien el programa Estado Nacional al cual solo me conectó cuando mi hijo no quiere comerse su merienda y a modo de amenaza de tener que mirarlo completo si no digiere su alimento.
Lo anterior, significó, la subordinación de los medios, sus líneas editoriales, y un ejército de periodistas y presentadores de televisión a los intereses de sus dueños. Un proceso muy similar ocurrió con el sistema político donde, también, se compró trasversalmente a sus protagonistas.
En Chile no se ha cumplido el rol que Jurgen Habermas les asignó a los medios en el clásico Historia y Critica de la Opinión Pública: mediar entre el poder y la sociedad civil, construyendo un puente entre ambos a través de la esfera pública.
Ni hablar de la prensa en regiones donde el asunto es mucho más dramático: la falta de una apuesta editorial por el periodismo ha hecho que casi todos ellos – tv, prensa escrita y digital – dependan, para su financiamiento, de los gobiernos regionales de turno o del avisaje empresarial produciendo un efecto perverso: los medios regionales están más cerca de la propaganda política y comercial que del auténtico periodismo cuyo corolario ha sido el éxodo de los buenos periodistas: mejor enchufarse en el aparato estatal, la clientela de algún parlamentario o alcalde o cobijarse a la sombra de alguna red empresarial porque futuro en el periodismo local no existe. He visto, buenos y excelentes profesionales de las comunicaciones perderse en el limbo por ello.
Por lo anterior, en el Chile de la transición no surgió un periódico tipo New York Times o Washington Post que dependa exclusivamente de su buen periodismo – y por ende de la posibilidad de avisaje – para seguir sobreviviendo y confrontándose nada más y nada menos que con ese personaje sacado de una novela de Edgard Allan Poe como lo es Donald Trump y sus amenazas permanentes sobre estos medios.
Los medios chilenos y la cobertura de la crisis: ¿solo vándalos, daños y desmanes?
Y con ese trasfondo, la cobertura que hemos tenido de la profunda crisis que nos afecta en los medios tradicionales ha sido esa: un festival de destrozos y daños a la propiedad pública y privada. No digo que no ha habido desmanes, y que no han faltado los desubicados de siempre, así como también los montajes, pero el tono de la protesta no ha sido interpretada, procesada, ni leída por los medios ni sus diversos paneles: la necesidad de concretizar cambios estructurales al modelo chileno. Eso no sale en la tele.
La cobertura al NO del PS a concurrir a La Moneda ha sido parcial e intencionada: no se ha dicho que su negativa a dialogar era porque la colectividad puso como condición al diálogo el retiro de los militares de la calle y sin estados de excepción. Menos se ha dicho que el gobierno excluyó al PC del diálogo. También no ha habido ningún análisis serio del repentino apoyo de las clases medias y altas a la protesta, situación que evidencia la pérdida de hegemonía del gobierno en esos segmentos sociales que hasta hoy, le habían sido incondicionales.
Hasta hoy, tampoco hay entrevistas a personas que hubiesen sido objeto de represión, cuando ya son múltiples las denuncias y presentaciones por ello habiendo casos dramáticos como las del metro Baquedano o las imputaciones que han surgido sobre el trato vejatorio en la 43° comisaría de Peñalolén – se rumorea, al parecer a cargo, de un oficial con serias dificultades psicológicas – y el papel desempeñado por el “piquete jurídico de la Fech” compuesto en su mayoría por estudiantes de derecho de esa casa superior de estudios que han librado un papel loable en la denuncia y defensa de las víctimas.
Menos ha habido cobertura a la solidaridad generada, ante la falta de transporte público, entre los vecinos de distintas regiones que se las han arreglado para trasladar solidariamente a colindantes, generándose allí diálogos y amistades que en un país normalizado como el que teníamos no se habrían podido concretizar. Menos un análisis sobre la crisis profunda del mundo político y empresarial que provoco esta revuelta. Tampoco ningún medio ha abordado con el presidente Piñera las dimensiones del audio que se filtró con los dichos de su esposa, Cecilia Morel y que son gravísimos y chocantes.
Por el contrario, se ha cubierto con bombos y platillos el show de los debates parlamentarios donde lo único que se evidencia a través de las imágenes es que se mundo sigue, cada cual, con su propio monólogo, encapsulado en su burbuja de plástico, mirándose el ombligo.
Una nueva prensa, para un nuevo Chile
Ya en pleno desarrollo del conflicto, cuando la presión social aumenta sobre el establishment, se respira un ambiente de tensa espera, y se vislumbran las demandas de fondo – nueva constitución, nuevo pacto social y nuevo modelo económico, entre otros – una que necesariamente debe agregarse es la demanda por construir una nueva prensa y medios.
Estos últimos, en su gran mayoría, por la relación incestuosa que mantienen con el mundo político y empresarial, han sido también responsables del estallido social producido recientemente, al no haber desempeñado el rol que se espera de ellos.
Por cierto, lo que acaba de ocurrir sorprendió a los medios internacionales que, a su vez, se abastecían de los insumos proporcionados por esta prensa hoy en crisis de credibilidad.
Aunque en realidad, la revuelta, no ha sorprendido a nadie que no tuviera cable a tierra y que desde hace mucho tiempo observaba que en el país se venía incubando una rabia acumulada contra nuestra oligarquía.
Una buena prensa, profesional e independiente, habría ayudado a que la sangre no llegase al río, como lamentablemente está ocurriendo.
Los medios, como lo dijo a la tv argentina es estudiante de periodista no pueden seguir siendo “los relacionadores públicos del poder”.
Jason Stallman no ha salido de The New York Times en 17 años, y sin embargo ahora se ve produciendo un programa de televisión. Tras el éxito mundial de The Daily, un podcast diario de noticias producido en la redacción neoyorquina, el periódico ha decidido continuar experimentando con The Weekly, esta vez un programa semanal televisivo de reportajes. Desde su estreno en Estados Unidos el pasado julio, primero en la cadena por cable FX y luego en el servicio de streaming Hulu, The Weekly ha investigado desde la injerencia rusa en las elecciones de 2016 al enjaulamento de menores inmigrantes; ha explorado la influencia ultraconservadora que algunos canales de YouTube ejercen en la política brasileña y cuestionado el proceso de fabricación de iPhones en China. Stallman, productor ejecutivo, vino a Madrid a presentar la serie, cuyos primeros capítulos se pueden ver ahora en Movistar +. La serie completa empezará a emitirse el 12 de noviembre en el canal Odisea.
Pregunta. ¿Qué lleva a un periódico con un legado centenario en prensa escrita a la televisión?
Respuesta. En el Times siempre buscamos aumentar nuestra audiencia. Al haber tenido un gran resultado con The Daily, pensamos cuál era la siguiente plataforma con la que aún no habíamos experimentado seriamente. Y era ésta, resultaba obvio. Debíamos tratar de alcanzar un público de dimensiones televisivas.
P. ¿No es una plataforma incómoda? Una redacción de prensa escrita no habla necesariamente lenguaje audiovisual.
R. Cuando empecé a trabajar en el Times hace 17 años, este era, antes que nada, un periódico impreso. Todo giraba alrededor de la edición en papel. Ahora es una organización digital con una web leída en todo el mundo, aplicaciones para móviles y varios podcasts. No digo que hacer televisión sea fácil, pero hay un ímpetu por llevar el periodismo que hacemos desde hace cientos de años a otros horizontes.
P. ¿Cómo logran que la maquinaria de un periódico escrito produzca un programa de televisión?
R. En The New York Times no sabemos hacer documentales, pero nos asociamos con una productora de periodistas televisivos, Left/Right, que sí sabe. El proceso es que escuchamos las propuestas de nuestros periodistas y cuando encontramos una que pueda funcionar como documental de 30 minutos, juntamos a esos periodistas con la productora. Van adónde tengan que ir, reúnen el material que necesiten, y, de vuelta en Nueva York, Left/Right empieza a montar el capítulo. Luego mi equipo de editores lo supervisa para asegurarse de que sea algo que tenga sentido dentro de The New York Times.
P. En el resultado final, ¿qué porcentaje es Times y qué porcentaje, trabajo externalizado?
R. Es difícil hablar de porcentajes. El reportero del Times nos da la idea, el acceso a las fuentes, y el enfoque. Lo es todo.
P. ¿Cómo dieron con el formato? La duración, por ejemplo, de 30 minutos, debe marcar mucho el tono y el contenido.
R. La televisión tradicional nos exigía encajar en una franja o bien de 30 minutos o bien de una hora. FX, la cadena de televisión por cable, nos compró la idea por lo que al final son 25 minutos más anuncios. Luego en la práctica hay historias demasiado grandes y complicadas para despacharlas en media hora. FX nos permite extendernos a una hora. Podemos cambiar el formato si no nos sirve.
P. Es interesante que, en plena transformación digital, el periódico acabe con una apuesta de televisión tradicional.
R. El equipo del Times que fue a Hollywood a vender el proyecto decidió que lo mejor era la combinación FX y Hulu. FX está en 90 millones de hogares [por comparación, Hulu tiene 25 millones de suscriptores; Netflix, 60]. Luego Hulu nos permite estar en un servicio de streaming.
P. ¿Qué no les ha funcionado?
R. Recuerdo cuando, hablando de la influencia de Facebook en las elecciones de 2016, nos dijeron: “En Brasil es aún peor”. Aquella historia era fascinante pero fue complicado encajarlo todo en 25 minutos. Aquel capítulo quedó particularmente denso.
P. Una seña de identidad del programa son las imágenes del trabajo de los periodistas. ¿Sienten que la transparencia es una exigencia cada vez más ineludible para los periodistas?
R. Necesitábamos un recurso narrativo para que el espectador encontrase su guía en la historia. Tomamos la decisión de no tener presentador, queríamos que el protagonismo recayese en el periodista de The New York Times que mejor conociese la historia. Pero, de esta forma, el espectador puede desorientarse. Así que, por pura necesidad narrativa, dependemos de que el periodista guíe al público. Estás con él o ella cuando entrevista, cuando descubre algo, cuando revisa documentos. Pero al tener 25 minutos, debes tomar la decisión sobre cuánto reporterismo quieres incluir y al final es una dosis muy pequeña.
P. ¿Les gustaría incluir más?
R. Nos consta que hay gente a la que le fascina el proceso. Rukimini [Callimachi, la reportera del Times centrada en el extremismo islámico], que ha entrevistado a docenas de terroristas del ISIS, nos decía: “Pero si es solo una entrevista más”. Y no lo es. Es una oportunidad enorme para algunos lectores. Pero dicho esto, el programa no debería centrarse en procesos y técnicas periodísticas. Es sobre ISIS, inmigración o Trump, con toques de reporterismo.
P. ¿La presencia de la imagen dificulta la relación entre información y entretenimiento?
R. Para mí es igual que cuando redactaba. El objetivo es entregar la historia más interesante y llamativa posible, lo que no quiere decir que te inventes cosas o te tomes libertades con los hechos. No nos estamos alejando del periodismo. Hacemos lo mismo en otra plataforma.
Miguel Ángel Aguilar lo ha visto casi todo. Medio siglo tomando nota de la actualidad da para mucho. Por ejemplo, para ver a Franco vivo, agonizante, muerto, enterrado y desenterrado. Toda una vida y desde la atalaya de su experiencia el horizonte se ve hoy más desdibujado que antes.
Aguilar, por ejemplo, recuerda que en el tardofranquismo, entre 1973 y 1975, había una gran generosidad, la sensación de que la prensa tenía que hacer algo para acompañar a la sociedad española hacia la democracia y los valores europeos.
Por eso, hoy puede decir, que “hemos estado en situaciones más difíciles” que la actual, aunque “ahora las actitudes son infinitamente peores” que entonces. El cinismo y el sectarismo agravan los problemas a los que nos enfrentamos.
Aguilar reconoce, sentado en el barra del Giardinetto para una nueva entrega de esta serie de entrevistas, que “el periodismo siempre ha estado en cuestión” y opina que así debe ser, en gran parte, porque un periodismo veraz e independiente no puede dejar indiferente a nadie, y menos al poder.
El periodismo, y esto lo saben muy bien los veteranos de la profesión, “tiene una tendencia a la venalidad”. El dinero es un motor muy poderoso de la información y, en muchas ocasiones, llega a desvirtuarla por completo. Aguilar considera que los editores deberían sacrificar en parte su afán de lucro para ganar más independencia e incidencia social. Al no hacerlo, pierden relevancia y él opina que “la relevancia de los medios es hoy muy inferior a la que tuvieron”.
Y no sólo por la precariedad económica del sector sino, también, por las exigencias del cambio tecnológico. El periodista multitarea, a su juicio, ha renunciado a ser testigo directo de los acontecimientos porque no tiene tiempo para desplazarse hasta el lugar donde suceden las noticias. Ha de enviar informaciones sin parar.
Aguilar, colaborador de La Vanguardia , se dedica desde hace unos meses a escribir también una crónica parlamentaria para el medio digital Vozpopuli. La idea es narrar lo que sucede en el hemiciclo tal y como se ve desde la tribuna de prensa y no desde la sala de prensa, donde un circuito cerrado de televisión sirve las imágenes en directo a la mayoría de corresponsales parlamentarios.
La diferencia entre estar y no estar, según su opinión, es fundamental. El que está puede escribir una crónica que siempre será más rica que la nota que haga quien no está. Él, por ejemplo, estaba en el hemiciclo la tarde del 23 de febrero de 1981 cuando el Congreso fue asaltado por unos guardias amotinados, y fue de los últimos periodistas en salir.
Miguel Ángel Aguilar ha trabajado en una docena de diarios. Fue director de Diario 16, trabajó como corresponsal político en El Paísy fue director de información de la agencia Efe. Su experiencia vital la resume en el libro En silla de pista(Planeta).
Según cifras de la Registraduría, más de 3 millones de personas se acercaron a las sedes de la entidad, puestos de votación y principales centros comerciales del país para elegir su lugar de votación en meses pasados.
Sin embargo, si usted no inscribió la cédula, eso no significa que no pueda participar en los comicios que definirán ediles, concejales, alcaldes, diputados y gobernadores.
Si usted no realizó este trámite deberá votar en el mismo lugar donde lo hizo el año pasado para las elecciones presidenciales.
En total hay 37’136,581 de colombianos habilitados para votar el domingo 27 de octubre.
En los tribunales internacionales difícilmente se le permita a ningún país justificar las restricciones a la libertad de expresión con argumentos políticos. Sin embargo, la investigación periodística que busca poner luz sobre lo que los poderes quieren ocultar sigue siendo la más riesgosa y la que en nuestro país se intenta equiparar con los delitos que cometen los espías del Estado que en democracia escuchan nuestras conversaciones, se meten en nuestros correos y nuestras alcobas con intenciones de extorsión o amedrentamiento.
Es lo que surge del expediente judicial del juez Ramos Padilla, quien, al investigar una supuesta red de espionaje ilegal, interpreta que la información oscura, obtenida por métodos prohibidos por la ley, se «legitima» a través de los periodistas que la hacen pública. Él mismo, como juez, busca la bendición a sus presunciones en otros poderes, primero la Cámara de Diputados y ahora en los informes de la Comisión por la Memoria de la provincia de Buenos Aires, a la que pidió parecer sobre las escuchas y las capturas de pantalla del falso abogado D’Alessio, además de la lectura de las notas y los libros del periodista Daniel Santoro.
La Comisión es una institución de prestigio, presidida por el premio Nobel de la Paz Pérez Esquivel, que fue creada para reconstruir la verdad de los crímenes de lesa humanidad. Un organismo público con considerable presupuesto de la provincia, integrado por dirigentes humanitarios y personalidades reconocidas, que, como sucedió con los organismos de derechos humanos, se fue politizando y distorsionó sus funciones. Desde 2000 la Comisión por la Memoria custodia los archivos de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia (Dipba), experiencia que les permitió a sus equipos técnicos conocimiento sobre cómo actuaron los espías del Estado terrorista para perseguir, reprimir y hacer desaparecer a las personas. Infiltrados, disfrazados de periodistas, secuestraron la verdad sobre el destino de los presos desaparecidos, presentaron como enfrentamientos lo que fueron fusilamientos, amparados por el terror y la mordaza impuestos a la prensa. Los temidos «servis» que como «mano de obra desocupada» se reconvirtieron en la democracia en mercenarios de la información. El legado más odioso de la dictadura, al que las leyes democráticas que prohíben el espionaje interno y protegen la privacidad y los datos personales no consiguieron domesticar. Peor: una parte de la política usó a estos mercenarios de la información para matar la reputación de los adversarios.
Pero si los expertos de la Comisión por la Memoria conocen mucho del accionar del espionaje ilegal, parecen ignorarlo todo sobre el trabajo periodístico, especialmente el de mayor prestigio, el más riesgoso: el periodismo de investigación. En un país marcado por la mentira y el ocultamiento, fueron los periodistas de investigación los que hurgaron en las cloacas de la corrupción. Sin organismos de control, con funcionarios que viven como propios los bienes del Estado, ¿cómo llevar la corrupción a los tribunales si no es con periodistas dispuestos a escuchar a las personas que, por desconfiar de otras instituciones, buscan a la prensa para sus denuncias, sean mujeres despechadas, funcionarios arrepentidos, testigos involuntarios, o simplemente ciudadanos hartos del maltrato y el saqueo? Por eso el periodista no está obligado a revelar cómo consiguió la información, lo que se conoce como el «secreto de la fuente», protección constitucional que no es privilegio del periodista, sino una garantía para su trabajo. Es la Justicia la que debe investigar, buscar pruebas y condenar las denuncias de la prensa.
No son menores los casos en los que los periodistas desbarataron la mentira del poder. Fue una cámara de TV la que mostró la complicidad judicial con los asesinos de María Soledad. Alcanzó una fotografía de un fotógrafo de Clarín para desmentir el informe policial sobre la muerte de los militantes Kosteki y Santillán; fue la muerte del fotógrafo José Luis Cabezas la que desnudó el poder del empresario Yabrán. También las denuncias de Página 12 sobre la corrupción en la era de Menem, y más cerca en el tiempo, la corrupción de los c
uadernos, caso en el que la prensa fue prudente y acudió antes a la Justicia que a la «condena mediática», la expresión más repetida por quienes desprecian a la prensa pero buscan usarla en su favor. El único propósito que tiene la memoria es el «nunca más»: evitar que la dictadura de la unanimidad se sirva de la mentira y el terror para amordazarnos.
Las redacciones están llenas de hombres y mujeres que creen en su trabajo y cuentan a la sociedad lo que los gobernantes buscan ocultar. Muchos lo hacen en condiciones adversas, sobre todo en las provincias dominadas por caudillos políticos. Sin embargo, no veo a muchas personas dispuestas a reconocer a esos periodistas, menos aún cuando los jueces y los organismos públicos de la democracia los ven como delincuentes, tal como sucedía con la dictadura.
Directora del Observatorio de Derechos Humanos del Senado
En muchos países el turismo es una industria que genera empleo, ingresos y bienestar, pero en Colombia no se le concibe aún como instrumento prioritario para el desarrollo regional, como lo comprueba la ausencia de propuestas formales en los planes programáticos de gran parte de los candidatos a cargos de elección popular, cuya suerte se definirá en los comicios del próximo domingo.
Entre los aspirantes a gobernaciones, alcaldías, concejos y asambleas, el tema pasa de agache —así se ha visto en los debates promovidos por los medios de comunicación— y solo una minoría lo incorpora en sus agendas como apuesta de crecimiento para sus áreas de influencia, dándole un valor económico estratégico. Aunque algo se ha planteado en Cartagena —donde el turismo es el sello característico de la ciudad—, en el Eje Cafetero, en Santander y en Barranquilla la cuota de interés sigue siendo baja, explicable en un país con preocupaciones urgentes en aspectos más cotidianos y vitales.
En Bogotá se han ventilado propuestas aisladas de los candidatos a la Alcaldía Carlos Fernando Galán y Miguel Uribe, pero ningún despliegue se ha hecho de los ofrecimientos de Claudia López y Hollman Morris, quienes, quizás, priorizan su foco hacia otros escenarios. Galán aprovecha encuentros públicos para anunciar que trabajará en varios frentes, entre ellos, internacionalizar la capital con el fin de visibilizar su diversidad de opciones competitivas, fortalecer el turismo de naturaleza en páramos y humedales para integrar una oferta natural amplia, y promover el capital humano para imprimirles valor agregado a las actividades turísticas.
El exsecretario de Gobierno, por su parte, promete habilitar corredores comerciales y turísticos libres de impuestos para visitantes extranjeros —en lugares como San Andresito y San Victorino— donde se les devolvería el 100% del IVA, e incentivar el turismo sostenible como estrategia para sustituir actividades productivas, incluyendo el estímulo a ecogranjas integrales para ecoturismo escolar y educación ambiental.
De los aspirantes al Concejo Distrital, poco o nada se escucha, salvo los pronunciamientos de Giovanny Caicedo (Bogotá para la Gente-2), quien ofrece respaldo a la planificación de la actividad turística, la diversificación de la oferta y el fomento de la inversión privada, y del concejal conservador Roger Carrillo (C-2), que anuncia la presentación —el 1° de enero próximo— de un proyecto de acuerdo para crear la Secretaría de Turismo, propuesta en la que viene empeñado desde hace ocho años, sin que le cojan la caña. De encontrar Carrillo un aliado en la Alcaldía, el turismo en la ciudad daría un salto cualitativo, por cuanto le permitiría contar con una entidad fortalecida en su capacidad de gestión, con herramientas administrativas y financieras superiores a las que hoy tiene el restringido Instituto Distrital.
Por los lados de Cundinamarca, destino veraniego desaprovechado en sus ventajas competitivas —como su belleza natural y paisajística, su patrimonio cultural y religioso, y su variedad geográfica para ecoturismo y turismo de aventura—, el tema lo abanderan los candidatos a la Gobernación Wilson Flórez, Nicolás García y Germán Escobar. Los tres dicen estar dispuestos a invertirle recursos al sector. En el caso de Escobar —afirma—, para convertir el departamento en el primer destino turístico del país, empaquetando ofertas en deportes extremos, avistamiento de aves, temas rupestres y turismo religioso. García, por su parte, considera que la actual administración ha subsanado problemas de movilidad y ello dará pie para meterles el hombro a los proyectos turísticos.
Camino a la Asamblea, la voz que suena es la de Carlos José Sandoval (CD-2), para quien el enorme potencial turístico de Cundinamarca debe aprovecharse, previa implementación de obras públicas que superen problemas de atraso y promuevan desarrollo social, económico y de infraestructura. Para Sandoval —alumno de la escuela del exgobernador Andrés González Díaz, quien inició la modernización del departamento a finales del siglo pasado—, solucionar carencias en servicios públicos y seguridad deberá ser la cuota inicial para invertirle al turismo.
En tiempos en los que el turismo se convierte en una de las más poderosas industrias del mundo y en los que el Gobierno Nacional lo define como el nuevo petróleo colombiano, los actores políticos regionales y locales están llamados a concientizarse sobre el papel crucial que tendría este sector en la transformación del país, de trabajar en consonancia. Para lograr el propósito existe una definida política pública, con leyes e instrumentos de apoyo en materia turística a departamentos y municipios.
Solo con reconocimiento de las autoridades regionales, si los nuevos administradores públicos se esfuerzan en fomentar el cambio de mentalidad, el turismo podrá desarrollar su potencial. Comprometer su interés permitirá proyectar la industria y diversificar la oferta, en aras de repercutir favorablemente en los PIB locales, con empleo, ingresos y bienestar. Pero el hecho de que la mayoría de candidatos se muestren más bien cándidos frente al tema hace prever que el camino que falta por recorrer será largo… y culebrero.
Posdata. “Bogotá debe mirar hacia el sur y tener en cuenta que el turismo no solo existe de la calle 72 hacia el norte. El turismo inclusivo y social debe formar parte fundamental de la estrategia turística de la ciudad”, planteaba acertadamente el exdirector del IDT Luis Fernando Rosas Londoño, como propósito para llevar esta actividad a las comunidades tradicionalmente marginadas.