El floreciente centro urbano se erige entre los esteros y las náuticas riveras del Guadalquivir, por cuyas aguas transitan barcos de calado medio, y que pese a estar en el interior del continente, separado 70 kilómetros del océano Atlántico, sirve como activo puerto marítimo. Es una ciudad de puertas abiertas, bien conectada al mundo no solo por mar sino por tierra y aire, gracias a su desarrollada red de transporte férreo y vial y a su confortable aeropuerto internacional.
Su millón de habitantes se caracteriza por el don de gente, la chispa latina y ese trato sociable, propio de una ciudad que no se encierra, que se desborda y convive sobre los espacios públicos. En las calles y establecimientos al aire libre se respira una contagiosa euforia colectiva, experiencia que rebosa por sus zonas verdes, sus 8,5 kilómetros cuadrados de parques y sus 200 kilómetros de bicicarriles, cuidados y seguros. El dinamismo urbano se mide, año tras año, con más de 3.000 eventos que se realizan en espacios abiertos.
Para los sevillanos y los turistas que se enamoran de la ciudad esta no es simplemente bonita: ¡es el centro del mundo y su mejor vividero! ¡Y tienen razón! Es una urbe con personalidad, colorida, alegre, de buen clima y con una variada baraja de opciones para recorrerla y devorarla. A la amplia oferta cultural y de ocio se suma la modernidad de su infraestructura y su legado patrimonial, que en conjunto resaltan vivos contrastes.
Carga sobre sus espaldas una larga historia y la esparce en infinidad de atractivos, entre paredes recurrentes vestidas de amarillo y blanco. Buena parte de la arquitectura de edificios religiosos y civiles resume la influencia de civilizaciones antiguas, con mezcla de estilos, desde gótico y barroco hasta mudéjar y neoclásico. Su catedral gótica, a cuyo costado empina La Giralda –imponente campanario de 104 metros de altura, construido en el siglo XVI–, es la más extensa del mundo, y el Real Alcázar, el palacio activo más antiguo de la humanidad.
Sevilla es el principal referente nacional del sector turístico ibérico y con tres millones de visitantes registra uno de los indicadores más favorables de España, país que contabilizó 83 millones de turistas en 2018. La actividad le genera a la ciudad el 17 % de su riqueza, y la fortaleza adquirida en la organización de eventos empresariales y culturales la convierte en destino preferencial de inversionistas de capitales.
El buen momento por el que atraviesa la ciudad le permite ser sede de la cumbre del Consejo Mundial de Viajes y Turismo, que hoy se inaugura en el Ayuntamiento, con la presencia del expresidente Barack Obama y de 1.300 delegados de un centenar de países. La WTTC, autoridad global de la industria en temas de impacto social y económico, abordará durante dos días el horizonte de retos y oportunidades que enfrenta el turismo, sector económico que genera el 9,8 % del PIB mundial y la bicoca de 284 millones de empleos.
Pero este año habrá Sevilla para largo rato. Seguirá mojando titulares con la conmemoración de los 400 años de su pintor barroco Bartolomé Murillo, y del V Centenario de la circunnavegación de la tierra, o primera vuelta al mundo, emprendida desde allí, en 1519, por el explorador portugués Fernando de Magallanes, que concluyó tres años después el español Juan Sebastián Elcano, tras la muerte de Magallanes, impactado por indígenas en las costas filipinas.
Sevilla, la de la Giralda, el fascinante tablado del flamenco y de la buena gastronomía, el destino turístico número uno elegido por Lonely Planet para conocer, y el noveno más visitado del planeta, según TripAdvisor, le da la vuelta a la tuerca de su historia.
El otrora puerto universal, que 500 años atrás detentó el monopolio marítimo hacia América y que guarda en nueve kilómetros lineales de estantería de su Archivo General de Indias –creado por orden de Carlos III, en 1785– el mayor registro documental existente sobre España en nuestro continente, se lanza nuevamente a redescubrir el mundo, proyectándose una vez más como una capital europea auténtica y cautivante, y adobándole su especial ingrediente de donosura y salero. ¡Y olé!
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