Crculo de Periodistas de Bogot

Archivos junio 2020

Élker Buitrago: La pérdida de la tarjeta, la tecnología y los bots, tienen en crisis el periodismo

26 junio 2020 –

Por: Guillermo Romero Salamanca, Comunicaciones CPB –

Febrero de 1980. Mañana gris en el barrio Quinta Camacho de Bogotá y el profesor Élker Buitrago observa el paseíllo de unos 20 jóvenes estudiantes de Comunicación Social-Periodismo del INSE, Instituto precursor de la Universidad de La Sabana.

Toma una tiza blanca –de esas redondas y de completa cal—y escribe, de lado a lado en el tablero de madera y pintado de verde: Legislación de Prensa.

De inmediato les lanza una pregunta: ¿Saben ustedes qué es Libertad de Expresión?

Ante ese primer muletazo, alguno responde: “poder decir lo que quiera”. Otro más, “hablar sin restricciones”.

“Muy bien, comenta el catedrático. Como decía Suetonio, en un Estado verdaderamente libre, el pensamiento y la palabra deben ser libres”.

–Me imagino que deben saber quién era Suetonio, les pregunta a los nóveles estudiantes.

Silencio en el aula.

–Suetonio era un historiador romano, conocido por sus libros sobre los emperadores y por sus frases. Pero hoy vamos a iniciar esa clase analizando la Ley 51 de 1975.

Abre uno de sus tres libros que lleva para la clase y les lee:

ARTÍCULO 1º. Reconócese como actividad profesional, regularizada y amparada por el Estado, el ejercicio del periodismo en cualesquiera de sus formas. El régimen de la profesión de periodista tiene, entre otros, los siguientes objetivos: Garantizar la libertad de información, expresión y asociación sindical; defender el gremio y establecer sistemas que procuren al periodista seguridad y progreso en el desempeño de sus labores.

Proseguía así su clase, entre preguntas, charlas, anécdotas.

Élker Buitrago en compañía de Tinedo Guía presidente del Colegio Nacional de Periodistas de Venezuela

Unas semanas atrás, Eugenio Gómez, profesor y decano en ese momento de la Facultad de Comunicación del INSE, se lo encontró en la Avenida Chile, conversaron varios minutos y le propuso dictar clases. Élker había estudiado Periodismo en la Universidad América y ahora estudiaba Derecho en la Universidad Santo Tomás.

Le pareció interesante el ofrecimiento y la aceptó de inmediato. Ese encuentro le cambió la vida. La materia propuesta por el profesor Eugenio, Legislación de Prensa, le caía muy bien. Unos meses atrás había presentado su tesis de grado sobre “La situación jurídica de la prensa en Colombia”.

Era una oportunidad y una expectativa para combinar la Comunicación Social, el Periodismo y el Derecho. Era recibir la alternativa.

Élker Buitrago en compañía del científico Jorge Reynolds

Muy pronto comprendió que mientras preparaba la clase, podía ir escribiendo libros al tiempo y de allí la vasta experiencia sobre Derecho a la Información, Legislación de prensa, Derechos de Autor y Libertad de Expresión.

Años después, cuando laboraba en el Ministerio de Comunicaciones como jefe de prensa, en el gobierno de Virgilio Barco, el entonces titular de la cartera Pedro Martín Leyes, lo destituyó por haber permitido la publicación de un expediente en el cual se investigaba al Ministro de Desarrollo, Carlos Arturo Marulanda Ramírez por tener una emisora clandestina.

“Yo demandé y gané. Me tuvieron que reintegrar al Ministerio. Yo ya pertenecía al Círculo de Periodistas (CPB) de Bogotá y Germán Santamaría, presidente en ese momento del CPB generó una circular donde me calificaba, por esos hechos, como defensor de la libertad de expresión.

SEGUNDO TERCIO

Julio de 1994. Tarde soleada en el barrio la Soledad y el profesor Élker Buitrago es decano de la Facultad de Comunicación Social del Inpahu y catedrático.

Con un marcador con tinta negra escribe, de lado a lado, en un tablero de acrílico blanco: Derecho a la Información.

Les habla entonces de los derechos fundamentales; los sociales, económicos y culturales; los colectivos y de ambiente; los complementarios y los de aplicación inmediata.

“No se pueden confundir –eso sí– los derechos fundamentales con los principios fundamentales. Entre estos últimos se encuentran, por ejemplo: la primacía del interés general sobre el particular; el respeto por los credos y la pluralidad ideológica; el respeto por el manejo y buen uso del idioma castellano en los medios de comunicación, entre otros”.

Luego toma la Constitución y les lee el Artículo 20: “Se garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones, la de informar y recibir información veraz e imparcial, y la de fundar medios masivos de comunicación. Estos son libres y tienen responsabilidad social. Se garantiza el derecho a la rectificación en condiciones de equidad. No habrá censura”.

Élker –bautizado así por el amor que le tenía don Pedro Buitrago Franco a la milicia prusiana—tiene, además del Derecho y las Comunicaciones, varias pasiones: el deporte, la música y el arte de cuchares.

Sus clases llevan el ritmo que le indica una partitura. Es un cultor del acordeón de piano. Tiene tres Honner, porque “a veces se desafinan y se debe tener un reemplazo, explica. Se sabe de memoria unas 17 canciones y con pentagrama podría desarrollar un concierto.

Le encanta ejecutar melodías francesas, italianas, vals, polkas y pasodobles.

Lleva diez años en esta labor porque “es una manera de oxigenar el cuerpo y la mente. Con un instrumento musical se hace una catarsis para obviar dificultades, quitar el estrés, contribuir con la concentración y ayuda a la esencia del alma”.

–¿Por qué un acordeón y no una trompeta o una guitarra?

–El acordeón es muy versátil, es casi una orquesta, da una cantidad de notas al piano, a la trompeta, al clarinete o al saxo.

Élker Buitrago entrega un pergamino al Ex-Presidente Juan Manuel Santos, en honor a su padre Enrique Santos, uno de los fundadores del Círculo de Periodistas de Bogotá

–¿Cuál tema ha practicado más?

–Son varias. Ondas del Danubio de Johan Strauss, Bajo el cielo de París y pasodobles del maestro español Luis Morales.

Los vecinos de la Alambra en el norte de Bogotá le escuchan en las mañanas cuando interpreta esas melodías. “Hasta el momento no se han quejado, lo que indica que lo debo estar haciendo bien”, cuenta y suelta su carcajada.

Pero claro, escuchar los pasodobles le trae incontables recuerdos de su niñez, cuando acompañaba a su padre a la plaza de Toros La Santamaría. De allí también su amor por la tauromaquia.

Son años de tardes arreboladas viendo chicuelinas, gaoneras, verónicas, revoleras y maestría de personajes como Paco Camino, Francisco Rivera, El Viti, Manzanares, Teruel, Pepe Cáceres –y su inmortal cacerina—Jairo Antonio Castro, El Cali, Antoñete, El Juli, el Puno, Gitanillo, decenas más y desde luego el maestro de maestros César Rincón.

Es tal su pasión por el toreo que en una oportunidad se vistió de luces y se le enfrentó a un astado. Estar allí frente a un miura no le hizo perder el miedo y de allí su experiencia de centenares de clases y de enfrentarse a juzgados, conferencias y clases.

Cuentan que una vez quedó en medio de una manifestación de muchachos que pedían acabar con la tauromaquia porque sacrificaban a los animales. Se quedó mirando a un joven que golpeaba con tesón un tambor de cuero, miró su chaqueta de piel de ternero…No entendió y prosiguió su camino.

Una vez puso su nombre a consideración para el Concejo de Bogotá, pero no obtuvo las mayorías. Donde sí ganó fue en el Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB) donde fue elegido como presidente. “Manejar al gremio trae satisfacciones y tristezas. Se aprende bastante, pero hay que entender también los pensamientos de todos los colegas”, cuenta.

TERCER TERCIO

Mayo de 2020. Noche nublada en La Alambra y el profesor Élker Buitrago se reúne con alumnos que investigan el tema de Comunicaciones. La clase es virtual. Hoy, por medio de Zoom se dirige a unos 45 expectantes aprendices de sus conocimientos.

Son más de 40 años de pedagogía, que empezara en el INSE, luego fueron 17 años en la Universidad Pontificia Javeriana, ocho años en el Externado de Colombia e igual número en la Universidad del Rosario. Decano del Inpahu. Asesorías empresariales, conferencias aquí y allá. “He pasado por casi todas las universidades”, dice ahora.

Autor de varios libros sobre el tema, como Derecho de las Comunicaciones, Derecho Intelectual, Derecho Publicitario, Derecho de la Información en

Iberoamérica; El Periodismo y su Régimen Legal; Legislación de Medios de Comunicación Social en Colombia, entre otros. Es asesor y consultor de Jurídica, un bufete de abogados especializados en el tema de la Legislación de medios.

El abogado y periodista bogotano Elker Buitrago López, acompañado de su amigo, el librero y jurisconsulto Efraín Lizcano Caicedo, prestos al condumio. Foto: La Pluma & La Herida

–¿Gratas impresiones de la cátedra?

–Una vez estaba en Madrid, iba caminando por La Castellana y se me acercó un señor, gordito y de barba, no lo reconocí, pero me dijo que yo le había dictado clases en Bogotá. Ellos si me identifican, pero hay montones que se pierden en el horizonte de la enseñanza. He visto a muchos como directores de noticieros, grandes investigadores, profesionales a carta cabal. Me gusta que se acuerden de la Libertad de Expresión.

–¿Cuáles han sido las estocadas que le han dado al Periodismo colombiano?

–El periodismo está en crisis. Primero, el exmagistrado Carlos Gaviria le dio un puntazo de muerte que fue terminar con la Tarjeta de Periodismo. Se perdió el estatus. Fue un cambio para mal. Fue fatal. Le dio un giro radical al dejar esta profesión como un simple oficio. Este tratamiento dejó sin buenos salarios ni prestaciones a los Periodistas. La segunda estocada ha sido la tecnología con el internet que dejó sin trabajo a cientos y la tercera, que es la más fuerte, la utilización de los bots para originar noticias.

–¿Cuál es el futuro, profesor?

–El Periodismo es el mejor fiscal que tiene la sociedad, por medio de esta profesión se pueden descubrir las anormalidades. Es, desde luego, una tarea altruista de alto riesgo, que se debe tener vocación para sacar la verdad y denunciar. Se debe trabajar más en el tema de Derechos de Autor. La noticia no se concibe como un derecho autoral, se vive “fusilando”, copiando tanto textos como fotos.

Acaba de leer “Ser feliz en Alaska” de Rafael Santandreu. “Es un libro que hace una reflexión a la paz interior, es recomendable para adquirir fortaleza en la parte emocional. Enseña, en definitiva, a no amargarse en la vida”, explica el catedrático que ha formado a varias generaciones de periodistas.

–¿Cómo le ha ido en temas de cocina en esta pandemia?

—Jajajajajajaja. Muy mal. No sé hacer un tinto. Gracias a Dios que me dio un ángel, Luz  Stella Forero. Si no fuera por ella, graves.

Un punto de quiebre en el periodismo: los reporteros negros alzan la voz

26 junio 2020 –

Por: Wesley Lowery – The New York Times –

Fue una interacción breve, durante las primeras semanas de mi carrera. Hubo un apuñalamiento y me enviaron a una cuadra en Roxbury, una sección predominantemente negra de Boston, para obtener citas de cualquiera que pudiera saber algo sobre lo que había sucedido.

“¿Dónde trabajas?”, preguntó la primera persona a la que me acerqué, un hombre negro de unos 50 años. “¿The Globe?”, exclamó tras escuchar mi respuesta. “The Globe no tiene reporteros negros. ¿Qué haces aquí? ¿Estás perdido? Ustedes no escriben sobre esta parte de la ciudad”.

Sus quejas y su escepticismo eran familiares, expresados durante décadas por personas negras tanto fuera de las redacciones como dentro de ellas: que la mayoría de las organizaciones de medios estadounidenses no reflejan la diversidad de la nación o de las comunidades que cubren y que demasiado a menudo limitan su cobertura de los barrios en donde viven personas que no son blancas al crimen del día.

Ahora, casi una década después, mientras las manifestaciones toman las calles de las ciudades estadounidenses para condenar el racismo y el imparable asesinato policiales de personas negras en todo el país, la industria del periodismo aparentemente ha llegado a un punto de quiebre: los periodistas negros hablan en público de quejas acumuladas por años y exigen un ajuste de cuentas atrasado en una profesión cuya corriente principal ignora repetidamente sus preocupaciones; en muchas redacciones, escritores y editores ahora también exigen abiertamente un cambio de paradigma en cómo nuestros medios definen sus operaciones e ideales.

Si bien estas dos batallas pueden parecer superficialmente separadas, en realidad, el fracaso de la prensa dominante en cubrir con precisión las comunidades negras está intrínsecamente relacionado con su incapacidad para emplear, retener y escuchar a las personas negras.

Desde el giro del periodismo estadounidense hace muchas décadas de una prensa abiertamente partidista a un modelo de profesada objetividad, la corriente principal ha permitido que lo que considera una verdad objetiva sea decidido casi exclusivamente por periodistas blancos y sus jefes mayoritariamente blancos. Y esas verdades selectivas han sido calibradas para evitar ofender la sensibilidad de los lectores blancos. En las páginas de opinión, los contornos del debate público aceptable se han determinado en gran medida a través de la mirada de editores blancos.

Las opiniones e inclinaciones de la blancura son aceptadas como el objetivo neutral. Cuando los reporteros y editores negros y morenos desafían esas convenciones, no es raro que sean expulsados, reprendidos o despojados de nuevas oportunidades.

El periodista Alex S. Jones, quien se desempeñó durante mucho tiempo como director del Centro Shorenstein de Harvard sobre Medios, Política y Políticas Públicas, escribió en Losing the News, su libro de 2009: “Defino la objetividad periodística como un esfuerzo genuino de ser un intermediario honesto cuando se trata de las noticias”. Para él: “Eso significa jugar directamente sin favorecer a un lado cuando los hechos están en disputa, independientemente de tus propios puntos de vista y preferencias”.

Pero la objetividad, escribió Jones, también significa no intentar crear la ilusión de justicia al permitir que los defensores finjan en tu periodismo que hay un debate sobre los hechos cuando el peso de la verdad es claro”. Criticó la reportería del “él-dijo/ella-dijo, que solo enfrenta una voz contra otra”, como el “rostro desacreditado de la objetividad. Pero eso no es auténtica objetividad”.

Es sorprendente leer la objetividad definida de esa manera, no porque sea objetable, sino más bien porque apenas se parece a la forma en que el concepto se discute comúnmente en las redacciones de hoy. Las conversaciones sobre la objetividad, en lugar de suceder en un vacío virtuoso, habitualmente se enfocan en predecir si una oración dada, un párrafo inicial o un artículo completo parecerá objetivo a un lector teórico, quien invariablemente se supone blanco. Esto crea la ilusión de justicia sobre la que Jones, y otros, advierten específicamente.

En vez de decir verdades crudas en este entorno polarizado, las redacciones de Estados Unidos a menudo privan a sus lectores de hechos claramente establecidos que podrían exponer a los periodistas a acusaciones de parcialidad o desequilibrio.

Durante años, he estado entre un coro de periodistas convencionales que han pedido a nuestra industria que abandone la apariencia de objetividad como el estándar periodístico aspiracional y que, en su lugar, los reporteros se centren en ser justos y decir la verdad, lo mejor que se pueda, basados en el contexto dado y los hechos disponibles. No es un argumento novedoso —decenas de periodistas de varias generaciones, desde los reporteros gonzo como Hunter S. Thompson a voces más tradicionales como Bill Kovach y Tom Rosenstiel— han defendido el mismo enfoque. Kovach y Rosenstiel lo exponen en detalle en su texto clásico The Elements of Journalism.

Aquellos de nosotros que promovemos este argumento sabemos que un enfoque de justicia-y-verdad tendrá interpretaciones distintas y saludables. También sabemos que el “periodismo objetivo” neutral está construido sobre una pirámide de toma de decisiones subjetiva: qué historias cubrir, qué tan intensamente cubrir esas historias, qué fuentes buscar e incluir, qué piezas de información se resaltan y cuáles se minimizan. Ningún proceso periodístico es objetivo. Y ningún periodista es objetivo, ningún ser humano lo es.

Y así, en lugar de prometer a nuestros lectores que nunca, en ninguna plataforma, revelaremos un solo sesgo personal —sometiéndonos a una cadena perpetua de irresponsabilidad pública— una mejor promesa sería la garantía de que nos dedicaremos a la precisión, que buscaremos diligentemente las perspectivas de aquellos con quienes personalmente podemos estar en desacuerdo y que estaremos seguros de hacer preguntas difíciles a aquellos con quienes estamos de acuerdo.

Los mejores de nuestra profesión ya lo hacen. Pero necesitamos ser honestos sobre el abismo que hay entre los mejores y la mayor parte.

Es posible construir un periodismo consciente de sí mismo para cerrar esa brecha. Pero hará falta claridad moral, que requerirá que tanto editores como reporteros dejen de hacer cosas como esconderse detrás de eufemismos que ocultan la verdad, simplemente porque siempre lo hemos hecho así. La deferencia al precedente es una excusa pobre para seguir tomando decisiones que potencialmente liberen a los malhechores poderosos y perjudiquen al público al que servimos.

La objetividad neutral se tropieza sobre sí misma para encontrar formas de evitar decir la verdad. La objetividad neutral insiste en que usemos eufemismos torpes como “tiroteo con agentes involucrados”. La claridad moral, y una adhesión fiel a la gramática y la sintaxis exigirían que usemos palabras que signifiquen de manera más precisa lo que intentamos comunicar: “la policía le disparó a alguien”.

En la cobertura de la vigilancia policial, los partidarios al modelo de objetividad neutral crean un periodismo tan respetuoso con la policía que artículos completos no tienen sentido. De hecho, la verdadera justicia llegaría a requerir que los editores consideren seriamente no publicar ningún informe significativo de un tiroteo policial hasta que el personal haya rastreado la perspectiva —el “lado”— de la persona a la que la policía le disparó. De esa manera, los reporteros especializados no se quedarían simplemente reescribiendo un boletín de prensa de la policía.

La claridad moral insistiría en que los políticos que trafican con estereotipos y tropos racistas —aunque inteligentemente— sean etiquetados con lenguaje claro y evidencias expuestas. El racismo, como sabemos, no se trata de lo que se encuentra en las profundidades del corazón humano. Se trata de palabra y obra. Y un compromiso más agresivo con la verdad por parte de la prensa empoderaría a nuestra industria para finalmente admitirlo.

Los fracasos del periodismo objetivo neutral a través de varias especializaciones en los medios de comunicación son innumerables. Y estas deficiencias tienen consecuencias reales para los lectores a los que hemos jurado servir, particularmente a los lectores negros, de quienes sabemos que tienen más probabilidades de interactuar con el sistema de justicia penal (a cuyos líderes cortejamos), tienen más probabilidades de ser objetivos de los supremacistas blancos (a quienes comúnmente complacemos) y más probabilidades de que les hagan más difícil la vida los políticos racistas y las políticas implícitamente racistas que nos negamos a nombrar en voz alta.

Los periodistas negros están hablando porque uno de los principales partidos políticos de la nación y el gobierno actual están dando refugio a la retórica y las políticas de la supremacía blanca, y los guardianes de nuestra industria están preocupados por parecer equilibrados, incluso comisionando perfiles brillantes de actores cómplices. Todo el tiempo, las vidas y el sustento de personas negras y morenas permanecen en peligro.

Idealmente, el grupo de periodistas que tiene el poder de decidir a qué y a quién dar una plataforma en este momento entendería la gravedad de esta era y reflejaría la diversidad del país. Desafortunadamente, muy a menudo ese no es el caso.

Quizás la controversia más reciente que surgió debido a tal desconsideración y falta de inclusión fue proporcionada por la sección de Opinión de The New York Times, cuando publicó un ensayo del senador Tom Cotton, republicano de Arkansas, que pedía, entre otras cosas, una “muestra abrumadora de fuerza” por parte de los militares estadounidenses para calmar los disturbios civiles en las protestas que, aunque a veces violentas, han salido de manifestaciones en buena medida pacíficas.

Un método de claridad moral habría requerido que el liderazgo lo pensara muy bien antes de proporcionar una plataforma profundamente influyente a cualquier funcionario electo, permitiéndole opinar sin el regulador de las preguntas de seguimiento de un reportero, y usar retórica incendiaria. Requeriría, como mínimo, que dicho artículo de opinión no contenga varias exageraciones y afirmaciones sin fundamento.

“Consideramos que la publicación de este ensayo es una elección irresponsable”, dijo en un comunicado el NewsGuild de Nueva York, un sindicato que representa a muchos empleados del Times. “Su falta de contexto, un escrutinio inadecuado por parte de la administración editorial, la difusión de información errónea y el momento de su llamada a las armas socavan gravemente el trabajo que hacemos a diario”.

Tomemos un momento para ser honestos sobre lo que realmente sucedió en este caso: una sección de opinión aceptó un ensayo de un senador incendiario. Publicó esa columna sin una línea adecuada o edición conceptual. Luego la criticaron por eso, lo que condujo a la renuncia de un hombre en el liderazgo superior y la reasignación de otro.

Era un caso raro de rendición de cuentas, pero aún está por verse si los cambios en el Times incluirán abordar agresivamente una cultura que deja a los propios miembros de su personal tan impotentes de manera interna que tienen que luchar en público contra su propia publicación.

A pesar de las sugerencias de un conjunto cada vez más histérico de eruditos, estas consecuencias no fueron un ataque al concepto mismo del debate público. Es la historia de un grupo de miembros del Times que concluyeron que una pieza específica de contenido y el proceso por el cual fue publicada estuvo por debajo de los estándares que se les pide que mantengan y luego tuvieron la audacia de decirlo.

Los periodistas —los periodistas negros— que rechazaron con más fuerza el ensayo de opinión de Cotton no pedían el fin del discurso público o la censura de opiniones con las que no están de acuerdo. Estaban respondiendo al manejo particularmente pobre de un caso particularmente descabellado durante un tiempo particularmente sensible. La agitación en el Times y las erupciones simultáneas dentro de otras redacciones en todo Estados Unidos son el resultado predecible del rechazo laborioso de los principales medios de comunicación a integrarse racialmente.

Han pasado más de 50 años desde que el primer periodista negro apareció en una de las principales redacciones estadounidenses. Durante todo ese tiempo, los periodistas negros han hecho demandas exiguas: por favor, contraten a más de nosotros. Por favor, páguenos igual que a nuestros colegas. Por favor, permítanos ascender a puestos de liderazgo. Por favor, tengan en cuenta nuestras opiniones sobre lograr una cobertura más precisa y justa sobre todas las comunidades, en especial la nuestra.

Colectivamente, la industria ha respondido a generaciones de periodistas negros con indiferencia en el mejor de los casos y con hostilidad abierta en los peores y más frecuentes.

A los periodistas negros se nos contrata y se nos dice —algunas veces de forma explícita— que podemos prosperar solo si no nos atrevemos a ser nosotros mismos. Con frecuencia, cuando hablamos sobre una cobertura que es inexacta o deficiente de alguna otra manera, somos expulsados de las redacciones, lo que resulta en menos candidatos negros con experiencia cuando llega el momento de contratar directores de alto nivel. Eso, a su vez, da como resultado una cobertura que aún no da en el blanco, lo que deja a las filas, cada vez más reducidas, de periodistas negros marginados y luchando para hablar. Experiencias negativas similares también han sido compartidas por periodistas hispanos, asiáticos, nativos estadounidenses, inmigrantes (tanto con documentos como indocumentados), musulmanes, gays y lesbianas, trans y no conformes con su género.

Lo que es diferente ahora, en este momento, es que los editores ya no tienen el monopolio del poder de publicación. Los reporteros ahora tenemos seguidores en nuestras propias redes sociales, lo que nos permite hablar directamente al público. Entonces, no es casualidad que después de décadas de suplicar a la gerencia, los periodistas negros ahora estén presentando sus demandas en Twitter.

Si los últimos años han enseñado algo a los periodistas negros, es que pasar vergüenza en público parece lograr que nuestros jefes nos escuchen mejor. Pero la humildad y la atención no tienen que estar restringidas a las crisis. En lugar de intentar constantemente censurar al personal crucial de color en su propio equipo —que constantemente entrega los mejor de su periodismo— los líderes de las redacciones estadounidenses podrían considerar escucharlos realmente.

Mientras estaba parado en esa esquina en Roxbury como un reportero novato hace tantos años, el hombre al que me acerqué me dijo que años atrás un miembro de su familia había sido arrestado injustamente. Me dijo que el periódico publicó toda la historia criminal de su pariente, así como una foto policial de un incidente no relacionado. No hubo seguimiento cuando su ser querido fue absuelto del crimen.

Le dije que entendía por qué seguía molesto y que sonaba bastante mal, antes de meter mi libreta en mi bolsillo trasero y darme la vuelta para irme.

“¡Chico! ¿Qué es lo que querías saber?”, preguntó. “¿El apuñalamiento?”.

Por años, había esperado la oportunidad de regañar a un periodista del Globe. Y ahora que lo había hecho, y había sido escuchado, quería ayudarme a contar la historia, y a hacerlo bien.

Periodistas piden cuidado y distancias en las ruedas de prensa

26 junio 2020 –

Por: El Tiempo –

Mediante un grupo en redes sociales, propuesto por el director del Noticiero 90 Minutos, Guido Correa, se propone reflexionar sobre las nuevas circunstancias que rodean el ejercicio del periodismo.

La reflexión surgió ante las ‘aglomeraciones’ que se presentan en las conferencias de prensa en la alcaldía de Cali y la Gobernación del Valle del Cauca.

La petición de los comunicadores se refiere a que se disponga de espacios adecuados y se mantengan distancias que son diferentes a cuando no se había poresentado la pandemia.

El periodista Guido Correa expresó su preocupación ante el desorden de las últimas ruedas de prensa de Alcaldía y de Gobernación y ante la elevación de la curva de contagios y la indisciplina de los colegas. «Para eso hay protocolos».

El alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina, se declaró de acuerdo con la observación para garantía de todos los que participan en las ruedas de prensa.

El tema ha sido analizado por gremios periodísticos y existe el Protocolo divuklgado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Organización Mundial de la Salud (OMS) y Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).

En el Protocolo se plantea que «de manera temporal, mientras duren las medidas de distanciamiento social para evitar la aglomeración de personas y así la propagación del coronavirus, las conferencias de prensa deben realizarse a distancia a través de herramientas como Zoom, Webex, Skype y Slack».

El documento dice que «estas herramientas permiten la participación de entre 50 y 100 personas a través de un link. Los periodistas podrán realizar preguntas verbales a través del micrófono o escritas a través del chat, ambos incorporados en las propias plataformas. Se deberá contar con un moderador que habilite los micrófonos por turno, o lea las preguntas en voz alta.Estas herramientas permiten la participación de entre 50 y 100 personas a través de un link. Los periodistas podrán realizar preguntas verbales a través del micrófono o escritas a través del chat, ambos incorporados en las propias plataformas. Se deberá contar con un moderador que habilite los micrófonos por turno, o lea las preguntas en voz alta».

Suecia: el informe de RSF «Ataque a los medios públicos suecos» revela las múltiples amenazas a la información de servicio público

26 junio 2020 –

Por: Reporteros sin Fronteras –

Injerencias políticas, amenazas judiciales y problemas económicos: a esto es a lo que se enfrentan los medios de comunicación públicos en Suecia, donde los casos de acoso en internet no dejan de aumentar. Son las conclusiones del informe “Ataque a los medios públicos suecos”, elaborado por Reporteros sin Fronteras (RSF) Suecia. El documento también pide a las autoridades que proporcionen protección constitucional a la independencia editorial de los medios de servicio público.

La libertad de prensa sigue sin estar garantizada en un país que se considera un modelo de respeto a esa misma libertad. Esta es la conclusión a la que llega el informe titulado “Ataque a los medios públicos suecos” que acaba de publicar RSF Suecia y en el que se informa sobre las injerencias políticas, las amenazas legales y los problemas económicos de los medios de comunicación públicos suecos.

En Suecia, como en otros países europeos, la crisis del coronavirus ha puesto de relieve la importancia de los medios de comunicación públicos y ha reavivado el debate sobre su independencia. Esto queda reflejado en el número de espectadores de los canales públicos de televisión SVT1 y SVT2, que aumentó un 36% y un 14% en abril, en comparación con el mismo mes del año pasado, lo que demuestra la confianza que los suecos depositan en sus medios de comunicación de servicio público.

Pero los medios públicos están bajo presión política, especialmente la de la coalición gobernante de derechas que pide un control más estricto, recortes presupuestarios y la reducción de competencias. Durante la conferencia del Partido Moderado (liberal-conservador) en 2017, algunos miembros pidieron incluso la eliminación completa de las tres entidades de radiodifusión financiadas por el Estado: la emisora de televisión SVT, la emisora de radio SR y la productora UR. Linus Bylund, miembro del partido de extrema derecha Demócratas Suecos y de la fundación propietaria de las emisoras públicas, consideró en febrero que los periodistas del servicio público deberían ser responsables personalmente del contenido que producen y que deberían estar sujetos a rebajas salariales e incluso al despido si se considera que no son imparciales.

Los casos de intromisión política directa en los medios de comunicación públicos son aún más inquietantes. La línea se cruzó en febrero, cuando un parlamentario presentó una solicitud a la Comisión Parlamentaria de Cultura para que se convocara a los directores de los medios de comunicación públicos para defender los contenidos que su partido consideraba carentes de imparcialidad y objetividad. La petición fue finalmente rechazada.

Al mismo tiempo, el ciberacoso y los ataques a periodistas han aumentado a medida que el debate público se ha ido polarizando. Erika Bjerström, excorresponsal en Estados Unidos y actual corresponsal de temas climáticos en la SVT, es una de las periodistas que ha descubierto lo importante que puede ser la elección de las palabras. Tras un comentario crítico sobre un discurso de Greta Thunberg en Madrid, en diciembre de 2019, fue objeto de una ola de enfurecidos ataques en las redes sociales que incluían acusaciones de ser neoliberal y de estar al servicio de la industria del petróleo. Finalmente se vio obligada a cerrar su cuenta de Twitter.

«Observando la situación en Europa, vemos que los medios de comunicación públicos están amenazados por la falta de financiación y el creciente control político«, advierte el presidente de RSF Suecia, Erik Halkjaer. «Debemos salvaguardar el periodismo libre e independiente en Suecia. Por eso debemos proteger su independencia consagrándola en la constitución sueca«. La protección constitucional de los medios públicos y su independencia editorial son el tema de una comisión parlamentaria nombrada por el ministro de Justicia en 2018.

El informe de RSF también recomienda mantener el actual sistema de responsabilidad de los editores, además de pedir a las autoridades que investiguen sistemáticamente todas las amenazas y ataques contra los periodistas, y que se persiga a los responsables.

«Suecia, que ocupa el cuarto lugar en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa de RSF, se supone que es un modelo en Europa«, expone Pavol Szalai, jefe del departamento de RSF para la Unión Europea y los Balcanes. «Garantizar la independencia de los medios públicos suecos es una forma de dar ejemplo a muchos otros países, como Polonia, que – en vísperas de sus próximas elecciones presidenciales – utiliza la televisión pública como herramienta de campaña electoral«.

 

Francia pone en marcha un nuevo sistema de medición que trata de ser más justo con el impacto real que tiene la prensa en la sociedad

26 junio 2020 –

Por: Laboratorio de Periodismo – España –

¿Y si los sistemas de medición digitales de audiencia, centrados en el paso de usuarios por las webs, o las páginas que ven, (entre otros detalles), fuera un método más apropiado para otros sectores, pero no para la prensa, porque no recoge realmente ni el impacto ni la relevancia que tiene en la sociedad?

O cuando se habla de tráfico en redes sociales y se indica que están por delante de los medios, o las búsquedas desde Google, ¿pueden medirse a todos por igual? ¿Se tiene en cuenta que una parte muy relevante del tráfico que obtiene Facebook lo posee porque allí los usuarios cuelgan noticias o datos que directa o indirectamente proceden de un medio de comunicación? ¿Pueden medirse igual redes y medios, cuando muchas redes sociales (Twitter, por ejemplo), viven en gran parte de noticias de medios y sin ellos tal vez esta red sería apenas relevantes?

Muchas de estas preguntas han centrado el debate en Francia durante los últimos tres años para tratar de poner en su justa medida el valor actual de la prensa en un contexto en el que el origen de la información no tiene relevancia y lo que importa es en qué red social o plataforma se lee, independientemente también del perfil del lector.

El resultado de esas preguntas ha sido un estudio en el que se concluye que los medios de comunicación “no están siendo valorados en su justa medida”, y que se ha traducido en la implementación de un nuevo sistema de medición trimestral.

El nuevo sistema suma los datos de la l’Alliance pour les chiffres de la presse et des médias (ACPM / OJD, para cifras de prensa), Médiamétrie (para la medición de la audiencia en Internet), la empresa de investigación de mercado Kantar (para los perfiles sociodemográficos de los lectores de prensa) y el Centro de Estudios de Medios Publicitarios, que audita a las audiencias para la cuenta de los anunciantes.

El sistema de medición ha sido calificado por sus promotores como una “primicia mundial”.

“Necesitábamos una herramienta más moderna”

Este nuevo sistema de medición reemplaza al que había prevalecido durante una década: “Necesitábamos una herramienta más moderna“, explica a Le Monde Gautier Picquet, presidente de la CMPA y la Unión de Empresas de Consultoría y Compras de Medios. “En diez años, no solo han cambiado los patrones de consumo de medios, sino que los editores han realizado esfuerzos espectaculares en sus marcas de medios. Sin embargo, estos no han sido valorados en su medida adecuada”.

Onenext, como se ha denominado el sistema de medición, se publicará cuatro veces al año, y se basa en una muestra de 28.000 personas, cuyos comportamientos se miden tanto pasiva (mediante cookies) tanto como activamente: 5.000 participantes acordaron instalar una aplicación en su teléfono inteligente, que registra comportamiento del lector varias veces al día.

Entre los panelistas también hay 10.000 “altos ejecutivos” (profesiones liberales, directores de empresas, etc.) y algunos con “altos ingresos” (tomados del 10% de los ingresos franceses más altos, es decir, 65.000 euros de ingreso neto por hogar), reconocidos por su interés para la información.

“OneNext ofrece una gran granularidad” , subraya Gautier Picquet, lo que significa que se supone que reproduce fielmente la realidad del consumo de medios: lo que los franceses leen, a qué hora del día, en qué medios, por qué canal de difusión, con qué compromiso y con qué grado de confianza, etc., indica.

 

lnternacional: el Foro sobre Información y Democracia crea su primer grupo de trabajo para luchar contra la infodemia y la desinformación

26 junio 2020 –

Por: Reporteros Sin Fronteras – Francia –

El Foro sobre Información y Democracia anuncia la creación de su grupo de trabajo inaugural en el contexto de la epidemia Covid-19, que sigue expandiéndose. La institución recurrirá a expertos, académicos y juristas de todo el mundo con el objetivo de formular un marco regulatorio y de autorregulación en respuesta a la infodemia y al caos de la información, a la vez que tiene la ambición de promover el cambio sistémico.

El Comité Directivo, cuya composición se anunciará el 6 de julio, estará presidido por Maria Ressa y Marietje Schaake. Directora del digital de investigación Rappler en Filipinas y miembro de la Comisión de Información y Democracia, Maria Ressa fue una de las «personas del año» 2018 para la revista Time. Marietje Schaake, eurodiputada por Holanda de 2009 a 2019, es actualmente directora del Centro de Ciberpolítica de la Universidad de Stanford.

El grupo, que estará presidido por la secretaría permanente del Foro, tendrá como objetivo hacer recomendaciones para alinear la moderación del contenido con los estándares internacionales; promover la credibilidad de la información; regular los servicios de mensajería privada que aprovechan las posibilidades del espacio público y fomentar la transparencia de las plataformas en lo que se refiere a sus modelos económicos y de elección de algoritmos. A mediados de julio se publicará una convocatoria de contribuciones.

«Al crear este grupo de trabajo, nuestra intención es proporcionar una respuesta estructural a fenómenos como la rumorología y la desinformación«, explica Christophe Deloire, presidente del Foro sobre Información y Democracia. «Por si quedaba alguna duda, la pandemia de COVID-19 ha confirmado la necesidad urgente de actuar. Ante fenómenos tan peligrosos necesitamos un cambio de sistema, porque los instrumentos parciales no bastan«.

«Cuando las mentiras cargadas de odio y de ira se propagan más rápido que los hechos, envenenan nuestro ecosistema de información y matan nuestra democracia. Sin los hechos, no puede haber integridad en los mercados o en las elecciones. Espero trabajar con expertos de todo el mundo en diferentes campos para encontrar soluciones que permitan ganar la lucha por la verdad«, afirma Maria Ressa.

«Para muchos usuarios resulta difícil encontrar el camino en el panorama de la información, donde reinan el interés comercial, la desinformación y la mediocridad, así como el comportamiento hipócrita generalizado«, sostiene Marietje Schaake. «El periodismo es la clave para comprender los problemas políticos y de poder que rigen la información. Es un honor para mí trabajar con un grupo de expertos de todos los ámbitos de la vida para fortalecer la libertad de expresión y la resiliencia del debate democrático«.

Foro sobre Información y Democracia

El Foro sobre Información y Democracia contribuirá a la regulación y autorregulación del espacio de información y comunicación. Su objetivo es implementar el Pacto Internacional de Información y Democracia, lanzado en septiembre de 2019 en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas y al que ya se han sumado 37 países.

El Foro se creó en noviembre de 2019 por iniciativa de 11 organizaciones, centros de investigación y think tanks de todos los continentes: Centro para la Innovación en Gobernanza Internacional (Canadá), CIVICUS (Sudáfrica), Fundación de Derechos Digitales (Pakistán), Free Press Unlimited (Países Bajos), Centro de Derechos Humanos de la Facultad de Derecho de la Universidad de Berkeley (Estados Unidos), Instituto para el Diálogo Estratégico (Reino Unido), OBSERVACOM (Uruguay), Open Government Partnership (Estados Unidos), Instituto de Investigación para la Paz de Oslo (Noruega), Reporteros Sin Fronteras (Francia) y Research ICT Africa (Sudáfrica).

Mafia en Italia: las 4 vidas de Piera Aiello, la mujer que vivió sin rostro durante 3 décadas por enfrentarse a la Cosa Nostra

26 junio 2020 –

Por: Angelo Attanasio – BBC Londres –

Piera Aiello aún no lo sabe pero su primera vida está a punto de acabarse.

Son las nueve de la noche del 24 de junio de 1991. En este preciso momento está trasteando en la cocina de su restaurante.

Tiene 23 años, una niña de 3 que duerme en casa con sus abuelos y un marido, Nicola Atria, a quien dentro de pocos minutos asesinarán delante de sus ojos.

En la terraza de la pizzeria Europa, que Piera regenta con su esposo, el verano aprieta y el bochorno empaña los rincones del pueblo de Montevago, 20 calles y una catedral enroscados en el valle del Bélice, ubicado en el interior occidental de Sicilia.

No cuenta con el encanto de los templos griegos de Agrigento, los edificios elegantes de Palermo, ni el agua turquesa de Marsala o Trapani, y pocos fuera de Sicilia supieron de su existencia hasta 1968, cuando un terremoto borró del mapa varios municipios de la zona y a centenares de sus habitantes.

El nombre del Bélice se grabó entonces en la memoria colectiva del país y, por la lentitud en la reconstrucción, la corrupción y los intereses poco transparentes que quedaron patentes en los años siguientes terminaron asociándolo irremediablemente a dos palabras: Cosa Nostra.

Pero Piera no piensa en nada de esto mientras sigue ajetreada en la cocina de su pizzería. Le preocupa más atender rápido a su hermana embarazada, que está en la terraza con otros clientes.

De repente, escucha la cortina de mimbre de la cocina moverse.

Se da la vuelta y ve a un hombre con una capucha en la cabeza: viste un traje de camuflaje, huele a gasolina y lleva una escopeta recortada en la mano.

Es de baja estatura y avanza hacia ellos.

Lo reconoce.

«¿Qué está pasando?», grita, el hombre apunta, su marido la empuja contra la pared, «No toques a mi mujer», entra otro hombre, mucho más grande, también con escopeta, el dedo sobre el gatillo.

Piera da un brinco, le agarra la culata, está caliente, huele a gasolina, detrás de ella escucha dos explosiones, sus manos arrancan la culata, el hombre se libera, la bloquea contra el fregadero, con la otra mano dispara, ¡pum!, ¡pum!

Su marido grita. Se cae al suelo.

El aire de la cocina no huele a otra cosa que a pólvora y gasolina.

Nicola está muerto.

***

«Tienes una sensación fea cuando los asesinos se van», me dice 29 años después de aquel crimen Piera, ahora diputada, mientras se recuesta en su butaca del despacho que comparte con un colega en la capital italiana.

Carraspea.

«Sientes alivio, porque has sobrevivido. Pero al mismo tiempo sientes un vacío. ¿Sabes cuando algo te succiona? ¿O cuando te bajas de un tiovivo que se mueve para arriba y para abajo? Bueno, esa es la sensación cuando presencias un homicidio».

Su asistenta abre de par en par las ventanas de la oficina. El aire está impregnado de humo de cigarrillo.

Por las persianas no entra ni un rayo del seco sol de principio de marzo que ilumina una Roma sumida en la crisis por el coronavirus.

Al fondo de la calle se adivinan las esbeltas líneas del palacio Montecitorio, la sede del Parlamento italiano y también del lugar de trabajo de Piera desde que, hace dos años, empezara su cuarta vida.

«Ahora que soy diputada fumo como un carretero», me confiesa, y larga una carcajada.

LA PRIMERA VIDA: LA VIOLENCIA DE LA MAFIA

En su primera vida, Piera se llama así, Piera Aiello, un nombre que perderá y no recuperará hasta su cuarta vida. Pero eso vendrá después.

Ahora es una adolescente en Partanna, el pueblo de Sicilia en el que nació en 1967, que dejó junto a su familia pocos meses después, cuando el terremoto lo arrasó, para embarcarse rumbo a Venezuela, y al que regresaría cinco años después.

Con la pubertad confundiéndole los deseos, en ese pueblo siciliano que nada tiene que ver con la Venezuela de la que su familia volvió con más dinero, unas palabras de español y una niña más, Piera comprende tres cosas.

Que en Partanna no está bien visto que las chicas expresen sus pensamientos.

Que, como en muchas otras aldeas de la isla italiana, hay dos guardianes veteranos que patrullan las calles y castigan a los ciudadanos rebeldes: el miedo y la omertà.

Y que esos guardianes responden ante un hombre del que dicen que es un paciere, que parece ser respetado por todos y a quien se dirigen con reverencias, como al protagonista de la trilogía de «El Padrino»: Don Vito.

Pero el Don Vito de Partanna no se apellida Corleone, como el de las películas, sino Atria, y no tiene la mirada enigmática de Marlon Brando, sino las maneras toscas de un jefe mafioso local.

Don Vito Atria tiene una hija más pequeña que Piera, Rita, y un hijo algo mayor, Nicola, que se enamora de ella.

Empiezan a salir juntos -«con la aprobación previa, ¡claro!»- de sus respectivas familias.

Pero los modales posesivos de Nicola, sus continuas infidelidades y las zalamerías que la gente del pueblo dedica a Piera por ser la nuera de Vito Atria la convencen de interrumpir la relación.

«A Nicola no le afectaba mucho, pero su padre no podía aceptar esta afrenta», me explica ahora en su despacho de Roma.

«Al cabo de una cuantas semanas, Don Vito vino a mi casa y me dijo: ‘A mí no me importa si lo haces sufrir durante un mes, dos meses, un año, 10 años… pero al final, tú serás mi nuera. Porque todos tenemos una familia a la que queremos'».

Hace una pausa y se abalanza sobre el escritorio. Luego sigue.

«Prácticamente, me estaba amenazando. En esos años en Partanna se mataba por mucho menos, incluso por una mirada equivocada», recuerda.

«Esa fue la primera encrucijada de mi vida».

***

Piera tiene 18 años y cuatro meses cuando se casa con Nicola.

Nueve días después de la boda, el 18 de noviembre de 1985, mientras la pareja está de luna de miel, le comunican que Don Vito Atria «ha tenido un accidente».

Ese accidente es un ¡pum! que, claramente, nadie ha visto ni oído.

Delante del cadáver de Don Vito, tendido sobre el mármol blanco de la morgue, Nicola Atria grita la promesa que será su condena: «Quien haya matado a mi padre lo pagará con sangre».

Entre 1983 y 1997, en Sicilia se registraron 1.464 asesinatos por mafia, según la oficina italiana de estadísticas (ISTAT). Solo en la provincia de Trapani, a la que pertenece Partanna, entre 1983 y 1993 hubo 88 homicidios mafiosos.

En esos años se llevó a cabo una sanguinaria guerra entre los distintos clanes por el control del tráfico internacional de drogas y armas.

Según las autoridades, Vito Atria fue víctima de un ajuste de cuentas. Sin embargo, nunca se llegó a encontrar a los responsables.

En los años siguientes al asesinato de su suegro, Piera intuye tres cosas.

La primera, que su marido trapichea con los traficantes locales de droga.

La segunda, que será difícil liberarse de las violencias de Nicola.

¿Que ella quiere presentarse a las oposiciones a policía? Él le propina una paliza.

¿Que le tira los alijos que guarda en casa? Paliza.

¿Que no quiere hacer las cosas que él le impone, «como su padre había hecho con su madre»?. Paliza.

¿Que le dice que quiere una niña y no un varón? Paliza.

***

«No perdía ninguna oportunidad por mortificarme como mujer con pensamiento propio», me cuenta.

«Una vez empezó a darme patadas en la barriga. Yo estaba embarazada de ocho meses. Pensaba que íbamos a morir el bebé y yo».

Pero el bebé nació, una niña.

Las tradiciones exigían que se llamase como su suegra; es decir, Giovanna.

Pero Piera decidió desafiar a la familia Atria.

– «¿Por qué lo hiciste?», le pregunto.

«No quería doblegarme solo porque me lo dijeran ellos. Aunque sabía que eso iba a tener consecuencias. Y, de hecho, las tuvo».

– Pero ¿por qué llamaste a la niña Vita María?

«‘Vita’ porque esa niña le ha dado un sentido a mi vida», me contesta. «Y María porque yo le rezaba a la Virgen para que fuera niña, para que no siguiera los pasos de su padre y de su abuelo».

***

En esos años hay otra persona en la familia de su marido que marcará su destino para siempre.

Se trata de Rita Atria, la hermana adolescente de Nicola, con quien entabla una relación íntima y de confianza mutua.

La tercera cosa que Piera intuye a estas alturas es que su marido está buscando a los asesinos de su padre y que ha conseguido bastantes indicios para saber de quién se trata.

Pero el código de honor de la mafia le prohíbe siquiera hablar con los sbirri.

Nicola sabe perfectamente qué quiere decir cruzar la puerta de una comisaría con la intención de acusar a un miembro de la mafia.

Sabe que colaborar con la Policía, revelar lo que sabe sobre la organización mafiosa, significa convertirse en un pentito, manchar su honor con una etiqueta que para la Cosa Nostra es mucho peor que la de traidor.

Es así en muchas partes de Sicilia. Y más aún en pequeños pueblos como Partanna o Montevago.

No, tiene que encontrarlos por su cuenta y vengarse, matando a sus asesinos.

Pero pensar que se pueden hacer determinadas preguntas -en ese territorio y en ese periodo- y esperar que nadie se entere es de ingenuos o de inconscientes.

Nicola no es ni una cosa ni la otra y sabe que ese nadie que anda buscando comparte su mismo código y sus mismas reglas.

Finalmente, Nicola cree haber dado con el asesino de su padre y contrata a dos sicarios para que acaben con él.

Pero la emboscada falla -no se sabe bien por qué- y ahora le toca a él ponerse en guardia.

A Piera no le queda otra que limpiar todos los días los lamparones de aceite que manchan las camisas de su marido a la altura de la cadera, allí donde lleva una pistola calibre 7,65.

Tampoco tiene otra opción, la convence su marido, que aprender a disparar ella misma y a llevar siempre una metralleta -«la iraní, la llamaba él»- entre los pañales y las mamaderas de Vita María.

Pero ni los consejos de Nicola, ni las clases de disparo ni la metralleta evitarán la fatídica noche del 24 de junio de 1991, en la que Piera Aiello se quedará sin marido y la que la llevará a perder también su nombre.

***

«Cuando la policía me comunicó el homicidio, decidí presenciar la autopsia», recuerda Morena Plazzi.

Esta jueza es de Bolonia, una ciudad del norte de Italia donde la mafia en esos años era un fenómeno más distante incluso que los 1.300 kilómetros que la separan de Sciacca, la ciudad de la provincia de Agrigento donde la habían enviado como fiscal.

Era su primer trabajo, tenía 28 años y hacía un mes que había empezado a trabajar allí.

Cuando Plazzi llegó a la morgue, la escena a la que asistió parecía la imagen llena de tópicos sobre Sicilia que se figura alguien recién llegado desde el norte del país.

«Había un grupo de mujeres, todas vestidas de negro, que rodeaban a la joven viuda. Otras, también de negro, gritaban desconsoladamente su dolor y lamentaban la ‘desgracia’ que el destino les había reservado», me cuenta.

«‘Pero ¿de qué desgracia hablan?’, alcancé a decirle a la viuda. ‘A tu marido le han disparado en la cara, lo han matado'».

Plazzi recuerda que una de las cosas que más la sorprendían en su etapa inicial como fiscal en Sicilia eran las pocas denuncias de hurtos, robos o atracos.

Era la Cosa Nostra, dice, la que se encargaba de matar a los delincuentes de poca monta que le estorbaban.

Y gran parte de estos asesinatos tenían un factor en común: nadie había visto ni oído nada.

Tampoco había una ley que protegiera a los testigos de la mafia -llegaría 10 años después, en 2001- y, según la ahora jueza, intentar que gente cercana al ámbito mafioso hablara era una tarea titánica.

Pero a Plazzi unos carabinieri (policías) le habían advertido de que con esa viuda podría ser distinto, que la familia de Piera Aiello no tenía conexiones con la mafia, que lo intentara.

«Me acerqué a esa joven mujer y le dije: ‘Si necesitas hablar con alguien, yo estoy disponible, como mujer, como mujer de tu misma edad, como amiga. No tienes por qué volverte una de ellas, con el pañuelo negro en la cabeza durante toda la vida. El luto deja que se lo pongan ellas».

Logró entregarle a escondidas un papelito con mi número de teléfono, justo antes de que su suegra y las otras mujeres se la llevaran.

– «¿Habría sido peligroso para ella hablar con la policía?», le pregunto.

-«¡Claro que sí!», me contesta. «La mafia en esos años mató a un niño y disolvió su cuerpo en ácido. ¿Tú crees que habría tenido reparos en matarla por ser mujer?».

LA SEGUNDA VIDA: UN LIMBO INDEFINIDO

«Aiello Piera […], en cuanto persona informada de los hechos, desde hace un tiempo ha empezado a proporcionar declaraciones detalladas sobre numerosos homicidios y otros delitos acontecidos en el área del Bélice y está aportando interesantes declaraciones a propósito de la estructura y el tamaño de las familias mafiosas de esa zona, ensangrentada en épocas recientes por gravísimas faide entre grupos enfrentados.

Aiello, viuda de uno de los que han sido asesinados, hace estas declaraciones sin que sus propios familiares estén al tanto y vive con el temor de que ellos puedan enterarse.

Se hace por lo tanto necesario que la susodicha, cuya colaboración sigue y se prolongará hasta un tiempo por el momento indefinido, sea asistida para poder alejarse de Montevago y ser protegida adecuadamente».

Estas frases, redactadas con el típico estilo farragoso de los partes policiales, son la petición de protección para testigos que la Fiscalía de Marsala -a 60 kilómetros de Partanna, en la provincia de Trapani- envía el 26 de agosto de 1991 al Alto Comisariado para la lucha contra el crimen organizado en Roma.

Para Piera, sin embargo, es el papel que certifica su segundo nacimiento.

En realidad los dolores de parto empiezan un mes antes, cuando en su casa aún rimbomban los pésames y las advertencias de su suegra de que no hable con los sbirri.

Pero ella ha decidido aceptar la invitación de la fiscal Plazzi.

Concierta una cita con un carabiniere y se dirige en su carro a la comisaría, donde lo cambia por otro que conduce él, y después por otro.

Rumbo a Palermo, el miedo que alguien los pueda seguir no los abandona en ningún momento.

Cambian de trayecto, toman una carretera secundaria, vuelven a alterar el rumbo, despistan, hablan poco, miran, comprueban, vuelven a mirar, olor a cigarrillo, adelante, atrás, miedo, confusión…

Después de una hora, el carro llega a la comisaría de Terrasini, un pueblo a escasos kilómetros del aeropuerto de la capital siciliana.

Allí se encuentra con Plazzi, con otra fiscal, Alessandra Camassa, y con el fiscal general, Paolo Borsellino.

Borsellino y su colega Giovanni Falcone son dos de los jueces más implicados en la lucha contra la mafia desde los 80. Y lo serán hasta sus muertes.

Los dos son de Palermo, entienden muy bien la idiosincrasia de la Cosa Nostra y están elaborando un novedoso sistema investigativo que logrará detener y condenar a centenares de mafiosos.

Será gracias a sus investigaciones que se descubrirán la compleja estructura de la Cosa Nostra y las relaciones tejidas a lo largo de los años con el poder político y empresarial italiano.

Pero Piera, en ese momento y en esa comisaría, ni está al corriente de todo esto ni sabe quién es ese hombre que le presentan, que intuye como alguien importante y a quien por ello llama «honorable», como si fuera un diputado.

Borsellino, afable pero escueto, le dice: «La colaboración con la justicia funciona así: si quieres que detengamos a los que mataron a tu marido tienes que contarnos todo lo que sabes, sin esconder nada. Y si encontramos las pruebas de que lo que nos dices es verdad, entonces podremos detener a quienes acusas.

Luego tendrás que ir al tribunal, repetirlo todo delante de los asesinos de tu marido, que es posible que estén allí, detrás de los barrotes, y que te miren con los ojos cargados de odio».

Y acaba con un aviso que se volverá profético.

«Si te decides a testimoniar, tendrás que irte de aquí. Tendrás que arrancar Sicilia de tu mapa».

«Ya me he decidido», le contesta Piera a Borsellino. «Solo necesito tres días para cerrar mi cuenta en el banco, despedirme de mis padres, empacarlo todo e irme con mi hija».

Tres días después, la noche del 30 de julio de 1991, Piera está durmiendo con su hija en un apartamento protegido en Roma.

A partir de ese momento, ya no será Piera Aiello. Su nombre y su primera vida solo asomarán entre las líneas ostentosamente farragosas de los informes judiciales.

Ahora es una testimone di giustizia.

«Poco antes de abandonar Sicilia, fui a despedirme de Rita Atria», me dice Piera, sus uñas de gel rosa flotando en el aire de su despacho de diputada.

«Le dije: ‘Yo no quiero ser como tu madre. No quiero ser una viuda de mafia. No quiero ver pasear delante de mis ojos a los asesinos de tu hermano, a los asesinos de tu padre’.

Teníamos que decir ¡basta! a todo esto. El nuestro era un pueblo de huérfanos y de viudas. No había familia que no tuviese a alguien asesinado», sigue, su pequeño colgante con el símbolo de Sicilia balanceándose en el escote de su blusa a rayas.

«Estaba cansada de esa vida. Estaba cansada de ver cómo esas mujeres agachaban la cabeza, cómo vestían su pañuelo negro de luto, cómo se arrodillaban ante este sistema mafioso.

Le dije todo esto a Rita y se lo repetí todos los jueves a las tres de la tarde, cuando la llamaba desde una cabina telefónica de Roma».

***

Una noche de octubre, alguien llama a la puerta de casa de los Atria.

Rita atiende, no abre.

Un hombre la exhorta a hacerlo –¡pon!¡pon!,»¡que abras la puerta!»-, pero Rita no quiere.

Se aleja de la puerta. Le grita que se vaya. El hombre se acerca y le susurra: «En la vida hay que hablar poco, porque si no…».

Al día siguiente, Rita y su mochila con los libros del instituto descansan en el apartamento protegido donde están Piera y su hija.

Ella también ha decidido contar a los jueces todo lo que ha visto y escuchado en sus 17 años en una familia mafiosa.

Las dos mujeres empiezan a enumerar, calcular, relatar, detallar todo lo que saben.

Porque, como repetirá Piera a los fiscales Camassa y Borsellino, «una mujer siempre sabe lo que hace su esposo o hijo».

«Ese periodo de convivencia fue maravilloso, estábamos recuperando nuestra libertad. Hasta entonces nunca habíamos sido libres de ir a pasear por nuestra cuenta o de ir a un centro de belleza», me dice Piera, con el habla suelta.

«Fueron mis ‘Vacaciones en Roma'», sonríe, haciendo un guiño a la película protagonizada por Audrey Hepburn.

Y pasa a contarme cómo su felicidad no tardó en truncarse.

***

El 23 de mayo de 1992 un comando mafioso detonó 400 kg de explosivo bajo la autopista que une el aeropuerto de Palermo y la ciudad.

En aquel momento pasaba por encima un convoy de tres carros, en los que viajaban el juez antimafia Giovanni Falcone, la jueza Francesca Morvillo, su mujer, y tres escoltas.

En el atentado, conocido como «la masacre de Capaci», además de los cuerpos de las cinco personas, volaron por los aires las esperanzas despertadas en esos años de derrotar a la Cosa Nostra.

Esas mismas ilusiones quedaron sepultadas 57 días después, el 19 de julio de 1992, bajo los escombros de «la masacre de via D’Amelio», cuando un coche bomba mató al juez Paolo Borsellino y a sus cinco escoltas cuando iba de visita a casa de su madre.

No se trató solo de dos atentados contra enemigos de la mafia. Fue la declaración de guerra de la Cosa Nostra y de sus padrinos (Totò Riina, Bernardo Provenzano, Leoluca Bagarella, entre otros) al Estado italiano.

Una guerra que se prolongaría hasta el año siguiente con atentados al patrimonio artístico y cultural de Roma, Milán y Florencia, y que causaría la muerte de varias personas inocentes.

***

La noticia del atentado a Borsellino deja aturdidas y desorientadas a Piera y Rita.

La policía comprende la comprometida situación de ambas y decide llevarlas a un lugar protegido en Sicilia, cerca de la familia de Piera. Pero en el último momento, Rita decide quedarse en Roma.

Será la última vez que las dos mujeres se abracen.

El 25 de julio de 1992, Rita se lanza al vacío desde el séptimo piso de la residencia en la capital italiana donde la habían trasladado. Por seguridad, habían dicho.

«Mi corazón sin ti no vive», deja escrito en una pared.

En su diario encuentran la misma frase: está dirigida al juez Borsellino.

Giovanna Cannova, suegra de Piera y madre de Rita, no asiste al funeral de su hija.

Algunos meses después la verán en el cementerio del pueblo destrozando a martillazos la lápida de su hija.

Promete que, mientras ella viva, en la tumba familiar no habrá ni rastro de su Rita: ni foto, ni nombre, ni nada. Porque era una infame.

No romperá su promesa en los 20 años que le quedan de vida.

***

«‘Cuando me comunicaron que una de las dos se había lanzado desde un balcón, pensaba que eras tú’, le dije a Piera esa noche», me cuenta desde el otro lado del teléfono Alessandra Camassa, actual presidenta del tribunal de Marsala.

Ella tampoco olvidará nunca ese verano. «No se sabía quién iba a ser el siguiente».

«Piera Aiello me confesó que usted fue su musa», le comento por teléfono. «Que de no haberla encontrado, ella no sería la persona que es ahora».

Se ríe.

«Piera no ganaba nada en hacer lo que hizo», me contesta con su suave acento trapanense.

«Podría haber seguido con su vida y habría sido más fácil para ella; haber hecho lo que hacen muchas mujeres sicilianas, que son coherentes con los valores mafiosos.

Si no, no se explicaría cómo consiguen transmitirlos de una generación a otra durante generaciones.

En cambio, gracias a las revelaciones de Piera y de Rita, en 1993 conseguimos llevar a 14 miembros de la mafia a juicio y condenarlos, algunos por asesinato».

Durante el juicio, un arrepentido reveló que la noticia del suicidio de Rita Atria fue recibida con un aplauso en la cárcel de Trápani.

***

«En los meses siguientes a la muerte de Rita viví recluida en un hotel protegido, controlada por los policías, sin nombre. Era un vegetal», me cuenta Piera, la mirada clavada en la pared que tengo detrás.

«Fue entonces cuando decidí salir del mundo y entrar en un convento», prosigue.

«Habían pasado demasiadas cosas en los últimos dos años y no quería saber nada, enterarme de nada. No vi un noticiero durante dos años y medio».

Eso que Piera -los dedos entrelazados, la mirada baja sobre el escritorio de formica- llama su «metamorfosis» duró hasta 1995.

Durante esos dos años y medio no salió del monasterio más que para acudir a los juicios.

Por otro lado, aunque hubiera querido hacerlo, tampoco hubiera podido ir a ningún lado, porque no tenía un nombre con el que vivir: Piera Aiello ya no podía existir pero, al mismo tiempo, tampoco había otro que lo sustituyera.

«¿Cómo haces para explicarle a la gente que no existes?», me pregunta.

«No podía inscribir a mi hija de 6 años en el colegio. Si iba al médico, tenía que dar el nombre de otra persona».

***

Ese limbo en el que Piera vive su segunda vida durará seis años.

Cuando le entregan su nueva identidad, en 1997, hace ya un año que ha salido del programa de protección de testigos.

Así empieza su tercera vida: con un nombre nuevo que casi nadie sabe, en una localidad que casi nadie conoce.

LA TERCERA VIDA: DOS EXISTENCIAS PARALELAS

La tercera vida de Piera es un cara o cruz constante. Pero es ella, no el azar, quien decide cuándo lanza al aire la moneda y de qué lado la deja caer.

Cuando apuesta por la cara, cede su rostro a su nueva identidad y a su nueva vida privada.

Con un nuevo nombre, se muda a una localidad protegida, empieza a trabajar, conoce a un hombre, se enamoran.

Esta vez no serán sus padres quienes autoricen la relación sino la policía, que se encarga de escudriñar sus nuevas interacciones sociales.

Una vez obtenido el visto bueno, ella le revela la otra identidad que esconde su rostro, él no se amilana y en 1999 se casan.

Piera da a luz a otra hija, a quien decide no contar ni su pasado ni el nombre con el que lo vivió.

Cuando esa niña descubra quién era, quién es o quién será su madre -y esta vez sí será el azar el que juegue con ellas-, será casi mayor de edad y Piera estará a punto de empezar su cuarta vida.

Pero, de momento, para ella es mamá y punto.

Ni se imagina que la moneda de su madre también tiene una cruz.

Esa cruz son su experiencia pasada, los recuerdos y memorias que Piera empieza a contar, ahora sí con su verdadero nombre, en encuentros públicos cada vez más frecuentes.

Es lo que ella define como su «misión»: visitar las escuelas de todas las regiones de Italia para explicar a los estudiantes cómo es el rostro de la mafia. Ella, que no puede mostrar el suyo.

Y en 1995 Piera empieza a involucrarse en el movimiento civil contra la mafia a través de la Asociación Rita Atria, fundada un año antes por Nadia Furnari, una activista política siciliana.

***

Conoció a Furnari cuando aún se estaba «quitando de encima el moho del convento», me confiesa Piera, socarrona.

«Imagínate que en esos años no sabía quién era Berlusconi. Lo vi por la tele y me pareció un tipo hasta simpático», cuenta entre risas ahora, en su cuarta vida, la de diputada del Movimiento 5 Estrellas.

Ese movimiento político, fundado en 2009, siempre le reprochó a Berlusconi su cercanía política y personal con personas ligadas al entorno mafioso.

«Se nota que en aquel entonces aún no entendía nada de política», me dice soltando una carcajada.

***

Nadia Furnari la acompaña en sus conferencias, la introduce en el mundo del activismo contra la mafia, la ayuda a acabar el instituto, hace de portavoz cuando Piera no puede desplazarse por razones de seguridad.

Las dos mujeres se implican también en una campaña para aprobar una ley que ampare a los testigos de justicia y que llegará finalmente en 2001.

Tal es su complicidad que en 2008 Piera incluso llega a presidir la Asociación Rita Atria.

Lo acabará dejando en 2011.

Aun así, en su libro de memorias, firmado con su primer nombre y elaborado en 2012 junto al periodista Umberto Lucentini, la recordará así:

«Nadia me devolvió las ganas de vivir en el sentido más profundo de la palabra. Me mostró que hay una posibilidad de cambio en Sicilia».

***

«Estimado Angelo,

Soy Nadia Furnari, la persona que siguió durante casi 17 años a Piera Aiello… Hace nueve años nuestros caminos se separaron, tanto en lo personal como en lo que atañe a la asociación».

Cuando recibo esta respuesta a mi proposición de entrevistarla para este reportaje, mi primera reacción es de asombro. Pero enseguida asoma la curiosidad por saber más sobre las razones de esta ruptura.

«Estimado Angelo», me contesta Furnari en un segundo email, «personalmente decidí no hablar más de Piera Aiello. Si usted desea conocer nuestras actividades como asociación y/o nuestra opinión sobre Rita Atria, se lo explicaré con mucho gusto, pero la conversación tiene que estar desligada de Piera Aiello».

Quedamos en conversar por teléfono la semana siguiente.

Su voz es amable y vibrante. Me explica las dificultades que implica luchar contra la mafia en una tierra y durante unos años en los que quien tenía las agallas para hacerlo era considerado un quijote más que glamuroso héroe de la justicia.

Más aún si esos quijotes tenían rostro y voz femeninos.

Además, Furnari no quiere ni oír hablar de héroes.

«No hay héroes. Falcone, Borsellino, los policías y los periodistas a los que la mafia mató no pensaban en ser héroes, solo querían hacer su trabajo».

«Convertirlos en héroes hace que el resto de las personas no se sientan responsables. En cambio, nosotros queremos que cada uno luche contra la mafia que está dentro de sí mismo, que cada uno sepa de qué lado estar sin fisuras ni medias tintas», me dice con firmeza.

En este punto, la conversación recae sobre Piera. Furnari, con su voz amable y vibrante, me asegura que no abjura de su amistad pasada.

Pero me lo vuelve a dejar claro: lo único que dirá sobre ella es que está en total desacuerdo con sus decisiones políticas en el Movimiento 5 Estrellas. No las considera coherentes con su pasado.

Luego se despide, con voz su amable y vibrante.

Días después de hablar con ella, entrevisto a Anna Puglisi, presidenta de la histórica Asociación de Mujeres Sicilianas que Luchan Contra la Mafia. Ella también me advierte de que no va a hablar de Piera.

Puglisi reconoce su valentía a la hora de denunciar -«¡Fue la primera en hacerlo!»-, pero cree que lo que busca ahora es explotar su pasado a cambio de visibilidad.

«Ni la Asociación Rita Atria», afirma tajante, «ni Nadia Furnari le iban a dar lo que ella aspiraba a tener».

***

En ese despacho lleno de humo en el que Piera me cuenta la historia -su historia- que ha contado innumerables veces, la conversación recae sobre su relación con Furnari.

– «¿Qué pasó?», le pregunto.

Piera alarga el brazo sobre el escritorio. Con una mano agarra el paquete de cigarrillos y con la otra se lleva uno a la boca.

«Yo le estaré siempre agradecida a Nadia», lo enciende, «porque ella y la asociación me sacaron de un limbo». Con un golpe seco deja caer la ceniza en el cenicero.

«Es solo que», da una calada, «yo soy un espíritu libre, y cuando formas parte de una asociación tienes que seguir unas reglas». Suelta una nube blanca hacia la ventana.

«Yo me sentía oprimida, digamos… dirigida». Se recuesta en la butaca. «Y yo en ese periodo lo que quería era abrir las alas, despegar el vuelo», da una calada más, «y lo quería hacer sola».

«Yo soy así», hace una pausa, «un caballo sin brida».

LA CUARTA VIDA: VOLVER A SER PIERA

Piera aún no lo sabe, pero el azar ha decidido que aquel juego a cara o cruz de 20 años está a punto de terminar.

«Era una tarde de verano de 2017», empieza a contarme, sin disimular un cierto alivio en sus palabras.

«Acabábamos de reformar el piso en la localidad protegida donde vivo con mi familia y quería decorar algunas paredes.

Un día mi marido y yo estábamos ordenando el altillo y allí, apoyados contra una pared, había unos cuadros que me había traído de la casa de mis padres, en Sicilia.

Eran cuadros que había pintado de joven, cuando aún me llamaba Piera Aiello.

De repente, subió mi hija pequeña y empezó a comentar: ‘¿Por qué querías comprar cuadros si aquí hay un montón?’. Y rompió el papel que envolvía uno de ellos.

En seguida notó en esa fisura una firma.

Me miró.

‘¿Tienes que contarme algo?’, me preguntó.

Estaba a punto de cumplir 18 años y decidí que había llegado el momento de contarle la verdad».

«‘¿Cómo lo hiciste? ¿Cómo conseguiste mantener ese secreto durante tanto tiempo?’, empezó a interpelarme. ‘De repente tengo una mamá que todo el mundo conoce y otra que conozco yo, completamente distinta’, me dijo».

– «Ya ¿cómo lo conseguiste?», le pregunto.

En ese estudio donde trascurre varias horas de su cuarta vida, no hay ninguna foto: ni de sus hijas, ni de su marido, ni suya.

– «¿Cómo se puede mantener un secreto compartido con otras personas durante tanto tiempo?», vuelvo a preguntarle.

«Es que cuando vuelvo a mi localidad protegida, fíjate, que soy incapaz de decir su nombre incluso sin querer, es como si apagara un interruptor», me contesta. «Ya no soy esa persona, sino la otra».

Al cabo de unos meses, aquella grieta en el papel roto por su hija se convierte en una cavidad de la que asomará su cuarta vida.

A principios de 2018 a Piera le proponen presentarse por el Movimiento 5 Estrellas a las elecciones al Parlamento italiano, que se celebrarían en marzo de aquel año.

Sí, les contesta ella. Pero con dos condiciones:

«La primera es que me presentara con mi verdadero nombre, Piera Aiello», me dice resolutiva.

La segunda es que se presente en las listas de Marsala, en la misma provincia de Sicilia de la que es originario Matteo Messina Denaro, considerado por las autoridades italianas el jefe actual de la mafia siciliana y prófugo de la justicia desde el 1993.

Pero en esa carrera corre con una desventaja significativa: no puede hacer campaña en lugares abiertos ni puede ser fotografiada.

Para todos es «la candidata sin rostro» y la bufanda negra que le tapa la cara siempre que da un discurso se convierte en el símbolo de su campaña electoral.

«Mucha gente me miraba como si fuera una alienígena», recuerda con una sonrisa pícara.

Un mes y 77.950 votos después, Piera Aiello empieza su cuarta vida, con su nombre y como diputada de la República, la primera testigo de justicia en entrar en el Parlamento italiano.

Desde ese 5 de marzo de 2018, su objetivo, me explica, sigue siendo el mismo: trabajar en la Comisión Parlamentaria contra la mafia para mejorar las condiciones de los testigos de la Justicia y de sus familiares.

«El Estado es, digamos, poco atento a sus necesidades. Porque cuando pasa la época de las denuncias, de los juicios, del interés mediático, su nivel de protección baja», denuncia, mientras su voz se vuelve severa.

«En cambio la Cosa Nostra, la ‘Ndrangheta, la Camorra, nunca se olvidan de ti».

que le pregunta cuándo pueden pasar a buscarla.

Mientras hablan unos minutos, me vuelve a la cabeza un recuerdo que Piera describe en sus memorias.

Es el verano de 1991 y hace unas semanas que está contando a los fiscales los entresijos mafiosos de los que se enteró durante años al lado de su marido.

Durante esos días los compañeros de su soledad son la incertidumbre, la angustia y el miedo.

Un día rompe a llorar en el cuartel de la policía. No quiere seguir, quiere romper los papeles de sus declaraciones, quiere volver a su vida, la que fuera.

El juez Paolo Borsellino la abraza, la consuela y la empuja levemente hacia un espejo.

«¿Qué ves?», le pregunta.

«Veo a una chica con un pasado complicado, un presente inexistente y un enorme signo de interrogación como futuro».

«Yo en cambio veo…», le dice Borsellino, «veo a una chica con un pasado complicado que ha conseguido rebelarse. Y veo un futuro de felicidad».

En cuanto acaba de hablar con sus escoltas, le menciono esa anécdota y le pregunto, como poniéndola ante el espejo:

– «¿Quién es ahora Piera Aiello?».

«Piera Aiello es una mujer que viene de 30 años de lucha contra la mafia, de hacerlo desde el anonimato», me contesta.

Y sigue: «Piera Aiello sigue siendo la misma mujer de siempre, aunque ahora sea una política».

Pero lo que ve en ese espejo ya me lo ha explicado, entre recuerdos y cigarrillos, entre declaraciones juradas y miradas firmes.

«Sobre todo, soy Piera Aiello. Porque aunque entras en el sistema de protección y te cambian el nombre, tu primer nombre, el que te dio tu padre, no se muere nunca. No lo pueden borrar.

Y soy una Aiello y como Aiello quiero morir».

Coronavirus: los médicos que advierten de los efectos que el covid-19 puede tener en el cerebro

26 junio 2020 –

Por: Zoe Crmier – BBC Londres –

Algunos científicos sospechan que el covid-19 causa insuficiencia respiratoria y muerte no por daño a los pulmones, sino al cerebro. Y que otros síntomas de esos problemas neurológicos incluyen dolores de cabeza, derrames cerebrales y convulsiones.

Para Julie Helms, comenzó con un puñado de pacientes ingresados en su Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) en el Hospital Universitario de Estrasburgo, en el noreste de Francia, a principios de marzo de 2020.

En cuestión de días, todos los pacientes en la UCI tenían covid-19, y no eran solo sus dificultades respiratorias las que le causaron alarma.

«Estaban extremadamente agitados y muchos tenían problemas neurológicos, principalmente confusión y delirio», afirma.

«Estamos acostumbrados a tener algunos pacientes en la UCI que están agitados y requieren sedación, pero esto fue completamente anormal. Ha sido muy aterrador, especialmente porque muchas de las personas que tratamos eran muy jóvenes, muchas de 30 y 40 años, incluso de 18 años».

Helms y sus colegas publicaron un pequeño estudio en el New England Journal of Medicine que documenta los síntomas neurológicos en sus pacientes con covid-19, que van desde dificultades cognitivas hasta confusión.

Todos son signos de «encefalopatía» (el término general para daño al cerebro), una tendencia que los investigadores en Wuhan habían notado en los pacientes con coronavirus en febrero pasado.

Ahora, más de 300 estudios de todo el mundo han encontrado una prevalencia de anomalías neurológicas en pacientes con covid-19, que incluyen desde síntomas leves como dolores de cabeza, pérdida del olfato (anosmia) y sensaciones de hormigueo (arcoparastesia), hasta resultados más graves como afasia (incapacidad para hablar), ataques cerebrales y convulsiones.

Esto se suma a los hallazgos recientes de que el virus, que se ha considerado en gran medida como una enfermedad respiratoria, también puede causar estragos en los riñones, el hígado, el corazón y casi todos los sistemas de órganos del cuerpo.

«Todavía no sabemos si la encefalopatía es más grave con covid-19 que con otros virus, pero puedo decirle que lo hemos estado viendo bastante», dice la neuróloga Elissa Fory de la Fundación Henry Ford en Detroit, Michigan, en Estados Unidos.

«A medida que aumenta el número de casos comienzas a ver no solo las manifestaciones comunes sino también las poco comunes, y las estamos viendo todas a la vez, lo cual no es algo que ninguno de nosotros haya encontrado en nuestras vidas».

Las estimaciones de la prevalencia exacta varían, pero parece que aproximadamente el 50% de los pacientes diagnosticados con Sars-CoV-2, el virus responsable de causar la enfermedad covid-19, han experimentado problemas neurológicos.

El alcance y la gravedad de estos problemas neurológicos ha pasado desapercibido.

La mayoría de las personas, incluidos los médicos, pueden no reconocer las anormalidades neurológicas por lo que son cuando aparecen: alguien que sufre una convulsión simplemente puede verse aturdido, sin temblores ni sacudones.

Con sus maquinas que emiten pitidos, medicamentos sedantes y el aislamiento de la internación, el entorno de las UCI puede exacerbar e inducir el delirio, lo que dificulta nuestra capacidad de vincular cualquier síntoma con el virus.

Para complicar aún más las cosas, a muchas personas que sufren los efectos del Sars-CoV-2 nunca se les realiza la prueba del virus, especialmente si no presentan tos ni fiebre.

Significa que si tienen síntomas neurológicos, es posible que nunca sepamos si estaban relacionados con el Sars-CoV-2.

«De hecho, hay un porcentaje significativo de pacientes con covid-19 cuyo único síntoma es la confusión» -no tienen tos ni fatiga-, dice Robert Stevens, profesor asociado de anestesiología y medicina de cuidados críticos en Johns Hopkins Medicine en Baltimore, Maryland, EE.UU.

«Nos enfrentamos a una pandemia secundaria de enfermedades neurológicas».

¿Puede el virus infectar el cerebro?

La mayoría de los investigadores creen que el efecto neurológico del virus es un resultado indirecto de la falta de oxígeno en el cerebro (la «hipoxia feliz» exhibida por muchos pacientes) o el subproducto de la respuesta inflamatoria del cuerpo (la famosa «tormenta de citocinas»).

Tanto Fory como Helms creen que los efectos neurológicos están «mediados por citocinas».

Otros no están tan seguros: cada vez hay más evidencia de que el virus realmente puede invadir el cerebro mismo.

«Si me hubieras preguntado hace un mes si había alguna evidencia publicada de que el Sars-CoV-2 podía cruzar la barrera hematoencefálica habría dicho que no, pero ahora hay muchos informes que muestran que definitivamente sí puede», dice Stevens.

En Japón, los investigadores informaron el caso de un hombre de 24 años que fue encontrado inconsciente en el suelo en un charco de su propio vómito.

Experimentó convulsiones generalizadas mientras lo trasladaban al hospital. Una resonancia magnética de su cerebro reveló signos agudos de meningitis viral (inflamación del cerebro), y una punción lumbar detectó Sars-CoV-2 en su líquido cefalorraquídeo.

Los investigadores chinos también encontraron rastros del virus en el líquido cefalorraquídeo de un paciente masculino de 56 años que padecía encefalitis severa.

Y en un examen post mortem de un paciente de covid-19 en Italia, los investigadores detectaron partículas virales en las células endoteliales que recubren los vasos sanguíneos del cerebro.

En algunos países, como Francia, las autopsias de pacientes con covid-19 están altamente restringidas (o totalmente prohibidas), lo que hace que el hallazgo italiano sea aún más importante y preocupante.

De hecho, algunos científicos ahora sospechan que el virus causa insuficiencia respiratoria y muerte no por daños en los pulmones sino por daños en el tronco encefálico, el centro de comando que garantiza que sigamos respirando incluso cuando estamos inconscientes.

El cerebro normalmente está protegido de enfermedades infecciosas por lo que se conoce como la «barrera hematoencefálica»: un revestimiento de células especializadas dentro de los capilares que atraviesan el cerebro y la médula espinal. Estos impiden que los microbios y otros agentes tóxicos infecten el cerebro.

Si el Sars-CoV-2 puede cruzar esta barrera, sugiere que el virus no solo puede ingresar al núcleo del sistema nervioso central, sino que también puede permanecer allí, con el potencial de regresar años después.

Aunque es inusual, este comportamiento no es desconocido entre los virus: el virus de la varicela Herpes zoster, por ejemplo, comúnmente infecta las células nerviosas de la columna vertebral, y luego reaparece en la edad adulta como culebrilla: aproximadamente el 30% de las personas que experimentaron varicela en la infancia desarrollan culebrilla en algún momento de sus vidas.

Otros virus han causado impactos a largo plazo mucho más devastadores.

Uno de los más notorios fue el virus de la gripe responsable de la pandemia de 1918, que causó daños permanentes y profundos a las neuronas de dopamina del cerebro y del sistema nervioso central.

(Si bien se supone desde hace tiempo que la influenza no puede cruzar la barrera hematoencefálica, algunos científicos ahora piensan que sí puede).

Se estima que cinco millones de personas en todo el mundo sufrieron una forma de agotamiento extremo conocida como «enfermedad del sueño» o «encefalitis letárgica».

Entre los que sobrevivieron, muchos permanecieron en un estado de animación suspendida. «No transmitían ni sentían la sensación de vida; eran tan insustanciales como los fantasmas y tan pasivos como los zombis «, escribió Oliver Sacks en sus memorias de 1973, «Awakenings» (Despertares).

Sacks describió a los pacientes que permanecieron en este estupor durante décadas hasta que el medicamento L-DOPA los revivió, reponiendo los niveles del neurotransmisor dopamina.

David Nutt, profesor de neuropsicofarmacología en el Imperial College de Londres, dice que él mismo trató a muchos pacientes en las décadas de 1970 y 1980 que habían sufrido depresión clínica severa desde la pandemia de influenza de 1957 en Reino Unido.

«Su depresión era duradera y era sólida; era como si todos sus circuitos emocionales se hubieran desconectado», dice, advirtiendo que podríamos ver lo mismo nuevamente, pero a una escala mucho mayor.

«Las personas que reciben el alta de la UCI con covid-19 deben ser monitoreadas sistemáticamente a largo plazo para detectar cualquier evidencia de daño neurológico, y luego recibir tratamientos intervencionistas si es necesario».

Los pacientes que presentan síntomas deben pasar a los ensayos de intervención, como los antidepresivos selectivos de los inhibidores de la recaptación de serotonina (ISRS) o los interferones beta (proteínas naturales que a menudo se administran como medicamentos para afecciones como la esclerosis múltiple) para mitigar el daño y prevenir más efectos a largo plazo.

Pero esto simplemente no se está haciendo, dice: «Lo que realmente me molesta es que cada institución de la salud en Reino Unido está analizando los síntomas del covid, pero nadie está analizando los mecanismos neurológicos, como la cantidad de serotonina en el cerebro.»

Nutt planea inscribir a 20 pacientes de covid-19 que desarrollaron depresión u otra afección neuropsiquiátrica en un estudio que utilizará los escáneres PET de vanguardia del Imperial College para buscar signos de inflamación cerebral o anormalidades en los niveles de neurotransmisores.

En Baltimore, Stevens también está planeando un estudio a largo plazo en pacientes con covid-19 dados de alta de la UCI, que también realizará escáneres cerebrales y pruebas cognitivas detalladas sobre funciones como la capacidad de memoria.

Y en Pittsburgh, a través del Estudio del Consorcio Global de Disfunción Neurológica en covid-19, Sherry Chou, neuróloga de la Universidad de Pittsburgh, ha coordinado a científicos de 17 países para monitorear colectivamente los síntomas neurológicos de la pandemia, incluso a través de escáneres cerebrales.

Aunque el impacto del virus en los pulmones es la amenaza más inmediata y aterradora, el impacto duradero en el sistema nervioso será mucho mayor y mucho más devastador, dice Chou.

«Aunque los síntomas neurológicos son menos comunes en covid-19 que los problemas pulmonares, la recuperación de las lesiones neurológicas a menudo es incompleta y puede llevar mucho más tiempo en comparación con otros sistemas de órganos (por ejemplo, los pulmones) y, por lo tanto, resulta en una discapacidad general mucho mayor, y posiblemente más muerte «, dice ella.

En Francia, Helms sabe mejor que casi nadie lo intensos que pueden ser los impactos neurológicos. Tuvimos que retrasar su entrevista con la BBC después de que una de sus pacientes con covid-19, que fue dada de alta del hospital hace dos meses pero todavía sufría de fatiga viral y depresión severa, requirió una consulta urgente por riesgo de suicidio.

Y esa paciente no es única: ha visto a muchas personas en estados de angustia similares.

«Está confundida, no puede caminar y solo quiere morir, es realmente horrible», dice Helms. «Solo tiene 60 años, pero me dijo ‘el covid me ha matado’, es decir, que le ha matado el cerebro. Ella simplemente no quiere nada más de la vida».

«Esto ha sido especialmente difícil porque no sabemos cómo prevenir este daño en primer lugar. Simplemente no tenemos ningún tratamiento que prevenga cualquier daño cerebral».

Los pacientes que experimentan insuficiencia pulmonar pueden usar un respirador y los riñones pueden rescatarse con una máquina de diálisis y, con algo de suerte, ambos órganos se recuperarán. Pero no hay una máquina de diálisis para el cerebro.

Medicinas contra la hepatitis C, con buenos resultados contra covid-19

26 junio 2020 –

Por: Portafolio – Colombia –

Medicamentos utilizados para el tratamiento de la hepatitis C inhiben la duplicidad del nuevo coronavirus SARS-CoV-2 según los resultados de un estudio dirigido por la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), el mayor centro de investigación médica de Latinoamérica. La investigación evaluó los antivirales sofosbuvir y daclatasvir, siendo este último el que demostró mayor potencial en los estudios contra el coronavirus.

Medicamentos utilizados para el tratamiento de la hepatitis C inhiben la duplicidad del nuevo coronavirus SARS-CoV-2 según los resultados de un estudio dirigido por la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), el mayor centro de investigación médica de Latinoamérica. La investigación evaluó los antivirales sofosbuvir y daclatasvir, siendo este último el que demostró mayor potencial en los estudios contra el coronavirus.

«Los experimentos identificaron especialmente el potencial del daclatasvir antiviral, que actuó contra el virus en tres líneas celulares diferentes investigadas, además de reducir la producción de sustancias inflamatorias asociadas con casos graves de covid-19», señala el informe.

El trabajo fue dirigido por el Centro para el Desarrollo Tecnológico en Salud de la Fiocruz que dio a conocer el hallazgo en el sitio web preimpreso bioRxiv. En las pruebas con la covid-19 el daclatasvir interrumipió la síntesis de material genético viral, lo que condujo al bloqueo de la duplicidad del virus. De esta manera, evitó la producción de partículas virales infecciosas en tres líneas celulares, incluidas las células pulmonares humanas. En las células de defensa infectadas, el fármaco también redujo la producción de sustancias inflamatorias, que están asociadas con la hiperinflamación observada en casos graves de la covid-19.

De acuerdo con los investigadores, la acción de daclatasvir sobre el nuevo coronavirus fue más potente que la de sofosbuvir, ya que este último inhibió la duplicidad viral en las líneas celulares de hígado y pulmón humano, pero no tuvo efecto durante la infección en células Vero, derivadas del riñón de mono, ampliamente utilizado en estudios de virología.

Los ensayos también compararon la acción con los efectos de otras drogas y señalaron que el daclastavir fue de 1,1 a 4 veces más eficiente que la cloroquina y que la combinación de lopinavir y ritonavir, medicamentos sujetos a ensayos clínicos para el tratamiento de la covid-19. El daclatasvir también demostró ser más eficiente que la ribavirina, un antiviral de amplio espectro utilizado en casos hepatitis.

De acuerdo con Thiago Moreno, líder de la investigación, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce el reposicionamiento de medicamentos como la forma más rápida de identificar candidatos para el tratamiento con coivd-19. «Teniendo en cuenta que los antivirales de acción directa contra el virus de la hepatitis C se encuentran entre los más seguros, nuestros resultados indican que estos medicamentos, especialmente el daclastavir, son candidatos para la terapia, con el potencial de incorporarse de inmediato en los ensayos clínicos», aseguró.

Los científicos advirtieron sobre los riesgos de la automedicación, enfatizando que las pruebas en pacientes son esenciales para evaluar la efectividad de las terapias y que todas las personas con casos sospechosos o confirmados del coronavirus deben buscar atención médica para obtener orientación sobre la terapia adecuada.

 

La Agencia Europea del Medicamento aprueba el primer fármaco para tratar el Covid-19

26 junio 2020 –

Por: ABC – España –

La Agencia Europea del Medicamento (EMA) ha recomendado este jueves, por primera vez desde comienzos de la pandemia, autorizar la comercialización de un fármaco conocido como Veklury (Remdesivir) para el tratamiento de la Covid-19 en adultos y adolescentes de más de 12 años con neumonía.

Remdesivir es un antiviral que ralentiza la producción de nuevas partículas de virus y, como resultado, una infección viral se desarrolla con menos rapidez y los pacientes en estado grave se recuperan una media de cuatro días antes de lo habitual.

Aunque la última decisión está todavía en manos de la Comisión Europea, este es el primer medicamento que pasa la evaluación de la agencia médica, con sede en Ámsterdam, lo que se hizo «en un periodo excepcionalmente corto a través de un procedimiento de revisión continua», dada la emergencia de salud pública que supone el coronavirus, según informa Efe.

La autorización «condicional» por parte de la EMA para vender un fármaco significa que este puede comercializarse con algo menos de datos disponibles y antes del tiempo habitual que lleva la autorización de un medicamento en condiciones normales, lo que facilita el acceso rápido al producto en contextos como una pandemia.

Este proceso de emergencia solo se sigue si el beneficio de la disponibilidad inmediata de un medicamento para los pacientes es superior al riesgo inherente al hecho de que aún no están disponibles todos los datos.

Esto se hizo incluso más rápido de lo esperado porque la calidad, los datos no clínicos y los clínicos preliminares, junto a la seguridad de este fármaco empezaron a ser estudiados por el comité de medicinas humanas de esta agencia el pasado 30 de abril, antes de que se presentara ante la EMA la solicitud de autorización de venta en la UE de Veklury, que llegó el 5 de junio.

El Remdesivir, una terapia experimental que empezó a desarrollarse en 2009 y se puso a prueba con pacientes del ébola a mediados de la década pasada, se ha autorizado para el coronavirus SARS-CoV-2 porque un ensayo clínico estadounidense mostró que ese fármaco acorta el tiempo de recuperación en algunos pacientes.

La evaluación del medicamento como un posible tratamiento de la COVID-19 en la UE ha concluido este jueves, principalmente en base a ese estudio del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos (Niaid) en más de 1.000 pacientes críticos en 75 hospitales de diferentes países, y su efecto se comparó con un placebo y con el tiempo promedio que tarda en curarse un paciente de la COVID-19.

Los pacientes hospitalizados que tomaron Remdesivir se recuperaron un promedio de un 31 por ciento más rápido que los que tomaron placebo, mientras que el período medio de recuperación se redujo de 15 días a 11 días. Otros estudios señalan que su eficacia contra el nuevo coronavirus no está muy clara.

Teniendo en cuenta los datos disponibles, la Agencia consideró que el balance entre beneficios y riesgos había demostrado ser positivo en pacientes con neumonía que requieren respiradores, los pacientes con enfermedad grave, por lo que optó por autorizarlo, subrayó la agencia.

Está previsto que la Comisión Europea dé luz verde a este medicamento la próxima semana y se podrá comercializar en la UE bajo el nombre de Veklury durante un periodo de un año, aunque todavía no está claro cuántas dosis de Remdesivir estarán disponibles para el mercado europeo, lo que se tendrá que negociar con el productor estadounidense Gilead Sciences.

Rusia aprueba el uso del medicamento Arelivir para tratar la COVID-19

26 junio 2020 –

Por: N+1 – California USA –

El Ministerio de Salud de Rusia aprobó un medicamento antiviral llamado Arelivir, el cual será usado en el tratamiento contra la COVID-19. El certificado de registro fue publicado en el sitio web del Registro Estatal de Medicamentos. Hace poco, el gobierno ruso también ha autorizado los primeros ensayos clínicos de su vacuna contra el SARS-CoV-2.
A fines de mayo, el Ministerio de Salud aprobó el primer medicamento ruso contra la infección por coronavirus Avifavir. El ingrediente activo de la droga es el favipiravir sintetizado en Japón, el cual se emplea experimentalmente como medicamento antivírico contra diferentes tipos de virus ARN.

Prometedores resultados

El principio activo de la nueva droga también es favipiravir. Formalmente, los ensayos clínicos aún no se han completado, pero según la declaración de Dmitry Zemskov, Director Ejecutivo de la planta Biochemist JSC (parte del grupo de compañías Promomed), Arelivir mostró una alta eficiencia (hasta 90%) incluso sin una terapia compleja: sin antibióticos y antiinflamatorios.
En el 70% de los pacientes, el virus desapareció del cuerpo cuatro días después del inicio del medicamento. Dicha efectividad se observa en pacientes con severidad leve a moderada del curso de la enfermedad cuando se prescribe el medicamento en los primeros dos días de tratamiento. En este caso, el medicamento no pudo detectar ningún efecto secundario no registrado previamente.
Hace poco escribimos como la Universidad de Oxford había encontrado que el medicamento hormonal antiviral dexametasona, redujo la mortalidad por COVID-19 entre los pacientes con una enfermedad grave en un tercio.
Un medicamento contra la osteoporosis demuestra ser eficaz ante el coronavirus

29 junio 2020 –

Por: As.com -Colombia –

Una investigación desarrollada por un consorcio europeo comprueba que el Raloxifeno es capaz de frenar el avance de la enfermedad en pacientes con síntomas leves o asintomáticos.

Los estudios científicos para encontrar vacunas y tratamientos efectivos ante el coronavirus siguen avanzando. La información sobre la enfermedad con la que cuentan las instituciones que se dedican a estas tareas se ha incrementado con el paso de los meses y empiezan a conocerse posibles soluciones para combatir los síntomas que provoca.

En este sentido, la Comisión Europea (CE) ha ofrecido noticias esperanzadoras al desvelar en un comunicado que un medicamento genérico empleado para luchar contra la osteoporosis “podría servir como un tratamiento positivo para pacientes positivos por COVID-19 con síntomas leves o asintomáticos”. Dicho fármaco se denomina Raloxifeno.

La investigación acerca de la eficacia de este medicamento ante la nueva dolencia que se extendido por todo el mundo ha sido llevada a cabo por el consorcio europeo Exscalate4CoV, organismo que ha centrado sus esfuerzos en comprobar el “impacto potencial de las moléculas ya conocidas contra la estructura genómica del coronavirus”.

Según ha relatado la Comisión Europea, los prometedores resultados preliminares obtenidos por el mencionado consorcio se han alcanzado tras probar de forma virtual “400.000 moléculas usando sus supercomputadoras”. Esta institución científica, que cuenta con 18 socios y 15 miembros asociados, entre ellos el Centro Nacional de Supercomputación, situado en Barcelona, preseleccionó 7.000 de estas moléculas. De ellas, 40 resultaron activas en los experimentos, siendo el Raloxifeno la que se mostró más eficaz.

Detiene el avance de la enfermedad

La conclusión a la que han llegado los investigadores en las pruebas iniciales es que dicho medicamento podría resultar apto para bloquear la replicación del virus en las células, frenando de esta forma el avance de la enfermedad, especialmente en sus fases más tempranas, sin producir ninguna reacción negativa en el paciente.

No obstante, la investigación aún debe afrontar más pruebas para confirmar sus resultados. Si, como esperan, la Agencia Europea del Medicamento autoriza “el uso potencial” del fármaco en enfermos de coronavirus, éste “podría ponerse rápidamente a disposición de la ciudadanía en gran cantidad y a bajo coste”, según los responsables del estudio.