Crculo de Periodistas de Bogot

Archivos agosto 2020

Hoy viernes, 7 de agosto, Conversatorio Virtual del CPB con Juan Gossaín

ESPAÑA | Ciclo de encuentros digitales ‘Corresponsales del MUNDO MUNDIAL’ desde Teherán, Caracas, Jerusalén, París, Moscú y Pekín

6 agosto 2020 –

Por: Reporteros Sin Fronteras (RSF) –

Reporteros Sin Fronteras (RSF) y la Fundación Huerta de San Antonio de Úbeda organizan el ciclo de encuentros digitales “Corresponsales del MUNDO MUNDIAL”, un diálogo en directo por el que pasarán periodistas y profesionales de la comunicación que se encuentran desarrollando su labor en diferentes partes del mundo, para hablar sobre la situación actual de esos lugares y sobre su trabajo para distintos medios.

El ciclo cuenta con el patrocinio del centro asociado de la UNED ‘Andrés de Vandelvira’ de la provincia de Jaén. Los encuentros, que podrán seguirse en abierto desde los canales en YouTube y Facebook de la fundación Huerta de San Antonio, durarán aproximadamente una hora y tendrán lugar cada dos domingos durante los meses de junio, julio y agosto de 2020.

Este viaje virtual con ‘Corresponsales del MUNDO MUNDIAL’ arranca el domingo 7 de junio con un diálogo mano a mano entre la periodista Ebbaba Hameida (RSF) y Catalina Gómez, corresponsal de La Vanguardia en Teherán. El 5 de julio, Macu de la Cruz (RSF) charlará con Cristina Sánchez, corresponsal de RNE en Jerusalén;  el 12 de julio, Isela Pérez (RSF) entrevistará a Salud Hernández-Mora, corresponsal de El Mundo en Colombia. Edith Rodríguez Cachera (RSF) estará con Marc Bassets, corresponsal de El País en París, 19 de julio, mientras que Myriam Redondo (UCM, RSF) y Marc Marginedas, corresponsal de El Periódico en Moscú, charlarán el 2 de agosto. El ciclo se cierra el 16 de agosto con un diálogo entre José Antonio Guardiola (TVE, RSF) con Pablo M. Díez, corresponsal de ABC en Pekín.

Leer más: https://www.rsf-es.org/news/espana-ciclo-de-encuentros-digitales-corresponsales-del-mundo-mundial-desde-teheran-caracas-jerusalen-paris-moscu-y-pekin/

La pos pandemia y un periodismo más especializado y profundo

6 agosto 2020 –

Por: 5septiembre- Cuba –

La pandemia deja lecciones a los periodistas y a sus receptores. Se afirma ahora la añorada tendencia mundial de que los lectores, sin abandonar las redes sociales, sí redirijan sus miradas a los medios tradicionales a la hora de buscar información fidedigna y objetiva.

Ante la abrumadora andanada desinformativa y el aumento de las fake news en estos tiempos de coronavirus,  Antonio Guterres, secretario general de la Organización de Naciones Unidas, afirmó en fecha reciente: “Reconozco la labor de los periodistas y los verificadores de datos frente a tal montaña de historias engañosas y publicaciones en las redes sociales”. Aproximadamente un tercio de los usuarios de redes sociales han informado haber leído información falsa o engañosa sobre el coronavirus, señaló un estudio del Instituto Reuters realizado en seis países. Otra investigación del Centro Pew determinó que las personas que suelen utilizar dichas plataformas para acceder a las noticias tienen mayores posibilidades de verse expuestas a contenido falso.

El virus redefinió casi todo; también el oficio, arte o disciplina del Periodismo. Cuba y el mundo occidental reclaman, en la medida de que las reglas del juego de cada universo lo posibiliten, el abandono del llamado reporterismo “genérico” que habla de todo pero no ahonda en nada; la renuncia al “síndrome del corresponsal” o ese colega embadurnado de pátinas de saberes lejanos “integrales”, pero desprovisto de un cuerpo teórico sólido que fundamente sus asertos en un campo determinado y lo legitime como voz de referencia en este.

Aunque su línea ideológica resulte contraria a nuestros presupuestos, sigue siendo, de momento, El País, de España, el principal medio en lengua castellana del planeta, con artículos especializados de alto nivel cualitativo en sectores como Cultura, Deportes, Ciencia o Medio Ambiente, por citar algunos.

En análisis sobre la proyección de sus reporteros a partir de la etapa pos pandémica (la cual converge, en el tiempo, con un período quizá no del todo pos papel pero sí de notable disminución mundial del soporte impreso: estudio de la Unesco confirma que las principales compañías de noticias aumentan su tráfico web: The New York Times y The Washington Post, por ejemplo, registran una expansión en sus portales electrónicos del 50 por ciento) la nueva dirección del medio ibérico apuesta por un periodismo defensor de los perfiles especializados, para cualquiera de los modelos y con énfasis de cara al digital, que ahora se impone a escala global.

Javier Moreno, director desde junio de este año del diario madrileño, se dirigió a la redacción de forma telemática (videoconferencia) y precisó: “Tenemos unos lectores exigentes, fieles, que se han suscrito al nuevo modelo digital y tenemos que darles más calidad, más profundidad (…)”.  Precisa el propio medio en su edición del 18 de junio que, para alcanzar este fin, se apuesta por construir una estructura sólida, que confiera preeminencia a los perfiles especializados y permita fortalecer todas las ediciones y secciones del diario.

Bajo esas mismas premisas se guían los cotidianos australianos. Allí, el poderoso conglomerado mediático New Corps no va a limitar las ediciones en papel; antes bien las elevará de 16 a 24 páginas, pero con trabajos “de alto volumen” y mayor rango de especialización.  Ese grupo, como en casi todo el mundo, se decanta ahora por el “trabajo en remoto” (teletrabajo) y la menor presencia posible de reporteros en las redacciones.

En Bélgica, Paul Huybrechts, director gerente de Printing Partners, sostiene que “el covid-19 ha demostrado que publicar un periódico y generar excelente contenido es posible con casi todos trabajando desde casa. Esta experiencia tendrá un mayor impacto en el futuro”.

Añade que “los planes de impresión de periódicos deberían volverse aún más ágiles y centrarse más en la calidad”.

El autor de estas líneas coincide con la opinión de Santiago Gómez, periodista de Latina Noticias, quien estima que “el periodismo científico ganará espacio. En el Perú ya existe una Asociación de Periodistas Científicos que poco a poco tomarán mayor protagonismo en los medios. Se está haciendo cada vez mejor periodismo especializado y el campo científico tendrá una particular exposición por la coyuntura sanitaria”.

Así lo ha sido en todo el orbe y Cuba no constituye la excepción, sino por el contrario paradigma de alianzas entre los campos científicos y sanitarios con el Periodismo. Sin dudas, un tema como la Salud en la cobertura de prensa emerge fortalecido, aquí, durante este parteaguas histórico de reacomodos.

Aunque ha sido abordado de forma aleatoria, por parte de muchos colegas, el periodismo policial representa otro plano reporteril que demanda una visión más compleja y especializada en la Isla; no limitándose solo a la mera exposición de los hechos, cual casi siempre ocurre ahora, sino además incidiendo en las causales determinantes, desde una evaluación integradora del fenómeno. Es un territorio temático con muchas interrelaciones.

Esas premisas las demanda igualmente, de forma general, el periodismo de investigación que deberá constituir, de ahora en más actor, central del trabajo del gremio en nuestro país. Cambia el mundo, deben cambiar nuestras letras.

¿Cuándo se fundó Bogotá?

6 agosto 2020 –

Por: Secretaría General – Alcaldía Mayor de Bogotá – 

La historia oficial dice que la fundación de la capital ocurrió el 6 de agosto de 1538, cuando Gonzalo Jiménez de Quesada instauró un campamento militar al que llamaron Nuestra Señora de la Esperanza, sitio que en la actualidad se conoce como el Chorro de Quevedo. El segundo momento fue la fundación jurídica que se dio el 27 de abril de 1539, cuando se cumplió con todos los requerimientos burocráticos exigidos por los mandos españoles para el reconocimiento de una ciudad.

La cierto es que el 6 de agosto de 1538 es la fecha oficial de la fundación de la ciudad porque fue  el día en que el reino de los muiscas fue ocupado en nombre del emperador Carlos V de España.

Después de someter a los nativos y tomar sus tesoros, Gonzalo Jiménez de Quesada decidió fundar la villa de Santafé de Bogotá. Para ello, dos de sus hombres escogieron a Thybzaquillo (Teusaquillo), sitio de recreo al que se retiraba el Zipa en invierno, cuando arreciaban las lluvias y el agua ocupaba parte de la sabana. El lugar tenía abundante agua de los riachuelos Vicachá (San Francisco) y San Agustín (conocida también como Manzanares) y además existía piedra, arena, leña y un clima sano.

Los españoles construyeron doce bohíos, que simbolizaban los doce apóstoles, y una Iglesia, que inauguraron el 6 de agosto de 1538, cuando los católicos celebraban la Transfiguración del Redentor.

La ceremonia fue relatada por el historiador colombiano Pedro M. Ibañez (1854 – 1919): “Quesada se apeó del caballo, arrancó algunas hierbas, dijo en alta voz que tornaba posesión formal de estas tierras para que fuesen dominio del emperador Carlos I, en cuyo nombre fundaba la villa de Santafé de Bogotá. Luego desenvainó la espada, dio con ella tres cuchilladas en el suelo, montó a caballo y retó a singular combate a cualquiera que contradijese el acto de la fundación de la nueva villa que protestó sostener hasta con su vida, y ordenó que se extendiese instrumento público ante el Escribano del ejército”.

Tiempo después se hizo el trazado de la ciudad como parte del proceso de fundación. Se decide entonces hacer el trazado de una manzana entre los ríos San Agustín y San Francisco y se trazó la ciudad en cuadrículas, en cuyo centro quedó la plaza mayor; luego se dispusieron las demás manzanas y se determinaron los solares que se entregaban a la gente principal.

Luis Horacio López Domínguez, antropólogo, miembro de la Academia de Historia de Bogotá y académico secretario de la Academia Colombiana de Historia, asegura que Jiménez de Quesada hizo una fundación sin los formalismos de ley que exigía el rey.  Pero, en 1539, cuando llegaron Sebastián de Belalcázar por el sur y Nicolás de Federmán por el oriente, realizaron el ritual formal.

El historiador Germán Mejía Pavony, uno de los más respetados historiadores del país, asegura que no tiene mucho sentido decir que la ciudad se fundó en el parque Santander porque ese sitio estaba fuera de la protección militar.  Es decir, señala, que hacia 1538, el campamento de Jiménez de Quesada sí estuvo en algún sitio de lo que hoy es el centro histórico, y por tradición se habla de una primera fundación en ese sector, pero a ciencia cierta hasta ahora no se sabe qué pasó el 6 de agosto de 1538 porque el acta de esa época se quemó en alguno de los incendios que acabaron con la documentación de la ciudad; uno en 1786 y otro en 1900.

Como si fuera poco, en el siglo XVIII, la fiesta de Bogotá se celebraba el 20 de julio, que era el día en el que el alcalde le rendía cuentas al Cabildo.

Lo que sí es cierto, sostiene Mejía, es que la fundación legal, el acto jurídico que le da vida a la fundación de lo que hoy se conoce como Bogotá, fue el 27 de abril de 1539, que es cuando se crea el Cabildo, firma que se hizo en algún sitio desconocido. Además, como para agregarle más picante al asunto, la ratificación de la fundación fue en 1541.

Pero sostiene que lo realmente importante no es fundar, sino el acto de poblar el territorio, es decir, de construir ciudad. Y eso fue lo que hicieron en últimas los españoles.

Se está propagando ‘el monstruo más grande de todos’. Y no es el coronavirus

6 agosto 2020 –

Por:  The New York Times –

Comienza con una fiebre ligera y malestar general; después, una tos dolorosa y dificultad para respirar. Las multitudes favorecen el contagio y lo propagan en las personas cercanas. Contener un brote requiere de rastreo de contactos, así como aislamiento y tratamiento de la enfermedad durante semanas o meses.

Esta enfermedad traicionera ha llegado a todos los rincones del planeta. Es la tuberculosis, la enfermedad infecciosa más mortal del mundo, la cual cobra la vida de 1,5 millones de personas anualmente.

Hasta este año, la tuberculosis y sus aliados mortales, el VIH y el paludismo, estaban ausentes. La cantidad total de víctimas de cada enfermedad a lo largo de la década anterior estuvo en su punto más bajo en 2018, el último año del que se tienen registros disponibles.

Pero ahora, a medida que la pandemia del coronavirus se propaga por el mundo, consumiendo los recursos mundiales en materia de salud, estos adversarios continuamente olvidados están de regreso.

“La COVID-19 amenaza con arruinar todos nuestros esfuerzos y devolvernos al punto en el que estábamos hace 20 años”, dijo Pedro L. Alonso, director del Programa Mundial sobre Paludismo de la Organización Mundial de la Salud.

No es solo que el coronavirus ha provocado que los científicos desvíen su atención de la tuberculosis, el VIH y el paludismo. Los confinamientos, en especial en partes de África, Asia y América Latina, han levantado barreras infranqueables para pacientes que deben viajar a fin de conseguir diagnósticos o medicamentos, de acuerdo con entrevistas con más de una veintena de funcionarios de salud pública, médicos y pacientes de todo el mundo.

El temor al coronavirus y el cierre de las clínicas han mantenido alejados a muchos pacientes que luchan contra el VIH, la tuberculosis y el paludismo, mientras que las restricciones a los viajes por aire o por mar han limitado gravemente la entrega de medicamentos en las regiones más afectadas.

Aproximadamente el 80 por ciento de los programas para atender la tuberculosis, el VIH y el paludismo en todo el mundo han reportado interrupciones en los servicios y una de cada cuatro personas que viven con VIH ha reportado problemas para acceder a medicamentos, de acuerdo con ONUSIDA. Las interrupciones o retrasos en el tratamiento podrían provocar resistencia a los medicamentos, algo que ya representa un gran problema en muchos países.

En India, donde se encuentra aproximadamente el 27 por ciento de los casos de tuberculosis del mundo, los diagnósticos han caído casi un 75 por ciento desde el inicio de la pandemia. En Rusia, las clínicas de VIH han sido transformadas para hacer pruebas de coronavirus.

La temporada de paludismo ha comenzado en África, donde ocurre el 90 por ciento de los fallecimientos en el mundo a causa de esta enfermedad, pero las estrategias habituales de prevención (distribución de mosquiteros tratados con insecticida y aplicación de pesticidas en aerosol) han sido restringidas a causa de los cierres.

De acuerdo con un cálculo, un cierre de tres meses en distintas partes del mundo y un retorno gradual a la normalidad a lo largo de diez meses podría tener como consecuencia un aumento de 6,3 millones de casos de tuberculosis y 1,4 millones de fallecimientos a causa de esta enfermedad.

Una interrupción de seis meses de la terapia antirretroviral podría derivar en más de 500.000 fallecimientos adicionales por enfermedades relacionadas con el VIH, de acuerdo con la OMS. Otro modelo de la OMS pronosticó que, en el peor de los casos, los fallecimientos a causa del paludismo podrían duplicarse a 770.000 por año.

Varios expertos en salud pública, algunos al borde del llanto, advirtieron que, de continuar las tendencias actuales, el coronavirus podría retrasar varios años, o incluso décadas, el esmerado progreso en contra de la tuberculosis, el VIH y el paludismo.

El Fondo Mundial, una sociedad pública y privada para el combate de estas enfermedades, calcula que mitigar este daño requerirá al menos 28.500 millones de dólares, una cantidad que es poco probable que se materialice.

Si analizamos la historia, el impacto del coronavirus en los pobres será visible mucho tiempo después de que termine de la pandemia. Por ejemplo, la crisis socioeconómica en Europa del Este a principios de la década de 1990 derivó en los índices más elevados del mundo de un tipo de tuberculosis que era resistente a muchos medicamentos, una distinción dudosa que la región sigue teniendo actualmente.

El punto de inicio de esta terrible cadena de sucesos es la falta de diagnósticos: mientras más prolongado sea el periodo que una persona vive sin un diagnóstico, y más tarde el inicio del tratamiento, hay mayores probabilidades de que la enfermedad infecciosa se propague, enferme a otras personas y les provoque la muerte.

Para el paludismo, una breve demora en el diagnóstico puede volverse rápidamente fatal, a veces tras solo 36 horas de una fiebre aguda. “Es una de esas enfermedades donde no podemos permitirnos esperar”, dijo Alonso.

Aprensiva por el aumento del paludismo en África occidental, la OMS ahora considera administrar medicamentos antipalúdicos a poblaciones enteras, una estrategia de último recurso utilizada durante la epidemia de ébola en África occidental y la insurgencia de Boko Haram.

En toda la África subsahariana, cada vez menos mujeres acuden a las clínicas para el diagnóstico del VIH. Una interrupción de seis meses en el acceso a medicamentos que evitan que las mujeres con VIH positivo que están embarazadas transmitan la infección a sus bebés en el útero, podría incrementar las infecciones de VIH en los niños hasta en un 139 por ciento en Uganda y 162 por ciento en Malaui, según ONUSIDA.

La disminución de la capacidad de diagnóstico puede tener el mayor efecto sobre la tuberculosis, lo que puede conducir a graves consecuencias para los hogares porque, como el coronavirus, la bacteria se propaga de manera más eficiente en ambientes cerrados y entre las personas en contacto cercano.

Cada persona con tuberculosis puede transmitir la enfermedad a otras 15 personas durante un año, lo que aumenta drásticamente la posibilidad de que las personas se infecten en espacios cerrados y lo propaguen entre sus comunidades una vez que finalicen los confinamientos. La perspectiva es especialmente preocupante en lugares densamente poblados y con altas tasas de tuberculosis, como las favelas de Río de Janeiro o los barrios marginales de Sudáfrica.

“A mayor cantidad de casos sin diagnóstico ni tratamiento, mayores casos habrá el año siguiente y el posterior”, señaló Lucica Ditiu, quien dirige la Alianza Stop TB, un consorcio internacional de 1700 grupos que luchan contra la enfermedad.

La infraestructura construida para diagnosticar el VIH y la tuberculosis ha sido una ayuda para muchos países que están combatiendo el coronavirus. GeneXpert, la herramienta utilizada para detectar material genético de las bacterias de la tuberculosis y del VIH, también puede amplificar el ácido ribonucleico (ARN) para diagnosticar el coronavirus.

No obstante, ahora muchas clínicas están usando los aparatos únicamente para detectar el coronavirus. Poner el coronavirus como prioridad sobre la tuberculosis es “muy tonto desde el punto de vista de la salud pública”, dijo Ditiu. “En realidad debes ser listo y detectar ambos”.

En un país tras otro, la pandemia ha dado lugar a un fuerte descenso de los diagnósticos de tuberculosis: una reducción del 70 por ciento en Indonesia, del 50 por ciento en Mozambique y Sudáfrica, y el 20 por ciento en China, según la OMS.

A finales de mayo en México, mientras las infecciones por coronavirus aumentaban, los diagnósticos de tuberculosis registrados por el gobierno cayeron a 263 casos de los 1097 registrados en la misma semana del año pasado.

Giorgio Franyuti, director ejecutivo de Medical Impact, una organización no gubernamental con sede en México, normalmente trabaja en las selvas remotas del país, donde diagnostica y trata la tuberculosis en el pueblo lacandón. Incapaz de viajar allí durante la pandemia, ha trabajado en un hospital militar improvisado que trata a pacientes de la COVID-19 en Ciudad de México.

Allí, ha visto a nueve pacientes con una tos llena de expectoración —característica de la tuberculosis— que comenzó meses antes pero que se suponía que tenían la COVID-19. Los pacientes contrajeron el coronavirus en el hospital y se enfermaron gravemente. Al menos cuatro han muerto.

“Nadie está haciendo pruebas de tuberculosis en ninguna institución”, dijo. “La mente de los médicos en México, así como la de quienes toman las decisiones, está fijada en la COVID-19”.

“La tuberculosis es el monstruo más grande de todos. Si hablamos de muertes y pandemias”, dijo, la COVID aún no se compara con los “diez millones de casos al año” de la tuberculosis.

India entró en confinamiento el 24 de marzo, y el gobierno ordenó a los hospitales públicos que se concentrasen en la COVID-19. Muchos hospitales cerraron los servicios ambulatorios para otras enfermedades.

El impacto en los diagnósticos de tuberculosis fue inmediato: el número de casos nuevos registrados por el gobierno indio entre el 25 de marzo y el 19 de junio fue de 60.486, en comparación con 179.792 durante el mismo periodo en 2019.

La pandemia también está reduciendo el suministro de pruebas de diagnóstico para estas enfermedades asesinas, conforme las empresas recurren a la fabricación de pruebas más costosas para detectar el coronavirus. Cepheid, el fabricante de pruebas diagnósticas para la tuberculosis con sede en California, ha pasado a hacer pruebas de coronavirus. Las empresas que hacen pruebas de diagnóstico para el paludismo hacen lo mismo, de acuerdo con Catharina Boehme, directora ejecutiva de la Fundación para Nuevos Diagnósticos Innovadores.

Las pruebas de coronavirus son mucho más lucrativas, pues tienen un costo de unos 10 dólares, en comparación con los 18 centavos de una prueba rápida de paludismo.

Estas empresas “tienen una gran demanda de pruebas para la COVID-19 en este momento”, afirmó Madhukar Pai, director del Centro Internacional McGill para la Tuberculosis en Montreal. “No puedo imaginar que las enfermedades de la pobreza reciban atención en este espacio”.

La pandemia ha obstaculizado la disponibilidad de medicamentos para el VIH, la tuberculosis y el paludismo en todo el mundo al interrumpir las cadenas de suministro, desviar la capacidad de fabricación e imponer barreras físicas para los pacientes que deben viajar a clínicas distantes para recoger los medicamentos.

Esta escasez obliga a algunos pacientes a racionar sus medicamentos, lo que pone en peligro su salud. En Indonesia, la política oficial es proporcionar un mes de suministro de medicamentos a la vez a los pacientes con VIH, pero últimamente ha sido difícil conseguir la terapia antirretroviral fuera de la capital, Yakarta.

Incluso en la ciudad, algunas personas están ampliando el suministro de un mes a dos, dijo “Davi” Sepi Maulana Ardiansyah, activista del grupo Inti Muda.

El propio Ardiansyah lo ha hecho, aunque sabe que ha puesto en riesgo su bienestar. “Esta pandemia y esta falta de disponibilidad de medicamentos está afectando mucho nuestra salud mental y también nuestra salud”, dijo.

Durante el encierro en Nairobi, Thomas Wuoto, quien tiene VIH, tomó prestados medicamentos antirretrovirales de su esposa, quien también está infectada. Como educador voluntario sobre VIH, Wuoto sabía muy bien que estaba arriesgándose a desarrollar resistencia a los medicamentos al mezclar u omitir dosis. Cuando finalmente llegó al Hospital del Condado de Mbagathi, había pasado diez días sin sus medicinas para el VIH, la primera vez desde 2002 que había perdido su terapia.

Las personas con VIH y tuberculosis que suspenden el tratamiento tienen más probabilidades de enfermarse a corto plazo. A largo plazo, hay una consecuencia aún más preocupante: un aumento de las formas de resistencia a los medicamentos de estas enfermedades. La tuberculosis que ya es resistente a los medicamentos es una amenaza tan grande que se vigila a los pacientes muy de cerca durante el tratamiento, una práctica que en su mayoría ha sido suspendida durante la crisis del coronavirus.

De acuerdo con la OMS, al menos 121 países han notificado una reducción en la cantidad de pacientes con tuberculosis que acuden a las clínicas desde que comenzó la pandemia, lo que pone en peligro los logros alcanzados con tanto esfuerzo.

“Esto es realmente difícil de procesar”, dijo Ditiu. “Se requirió de mucho trabajo para llegar a donde estamos. No estábamos en la cima de la montaña, pero estábamos lejos del pie, entonces vino una avalancha y nos lanzó de nuevo hasta abajo”.

En muchos lugares, los cierres se impusieron con tal rapidez que las existencias de medicamentos se agotaron rápidamente. México ya tenía medicinas expiradas en su suministro, pero el problema se ha exacerbado por la pandemia, según Franyuti.

En Brasil, los medicamentos contra el VIH y la tuberculosis son comprados y distribuidos por el Ministerio de Salud. Pero el coronavirus está arrasando el país, y la distribución de estos tratamientos se ha vuelto cada vez más difícil a medida que los trabajadores de la salud intentan hacer frente a las consecuencias de la pandemia.

“Es un gran desafío logístico lograr que los municipios tengan mayores existencias para que puedan abastecer”, dijo Betina Durovni, científica principal de la Fiocruz, un instituto de investigación en Brasil.

Incluso si, con un poco de ayuda de los grandes organismos de asistencia humanitaria, los gobiernos estuvieran preparados para comprar medicamentos con meses de antelación, el suministro mundial podría agotarse pronto.

La pandemia ha restringido severamente el transporte internacional, lo que dificulta la disponibilidad no solo de ingredientes químicos y materias primas, sino también de suministros de embalaje.

“La interrupción de las cadenas de suministro es algo que realmente me preocupa en el caso del VIH, la tuberculosis y el paludismo”, dijo Carlos del Rio, presidente del consejo científico asesor del Plan Presidencial de Emergencia para el Alivio del SIDA de Estados Unidos.

La exageración acerca de la cloroquina como posible tratamiento para el coronavirus ha llevado al acaparamiento del medicamento en algunos países como Birmania y ha agotado sus reservas mundiales.

Más del 80 por ciento del suministro global de medicamentos antirretrovirales proviene de solo ocho empresas indias. Solo el costo de estos podría aumentar en 225 millones de dólares al año debido a la escasez de suministro y mano de obra, interrupciones del transporte y fluctuaciones monetarias, según ONUSIDA.

También existe un riesgo real de que las empresas indias se vuelquen a medicamentos más rentables o no puedan satisfacer la demanda mundial porque los trabajadores migrantes han abandonado las ciudades a medida que se propaga el virus.

El gobierno indio puede incluso decidir no exportar medicamentos contra la tuberculosis, y así guardar suministros para sus propios ciudadanos.

“Dependemos mucho de unos cuantos desarrolladores o fabricantes clave para todos los medicamentos del mundo, y eso debe diversificarse”, señaló Meg Doherty, quien dirige programas de VIH en la OMS. “Si hubiera más depósitos de medicamentos desarrollados localmente o fabricantes farmacéuticos, estarían más cerca de donde se necesitan”.

Las organizaciones de asistencia humanitaria y los gobiernos tratan de mitigar algunos de los daños mediante la extensión de suministros y el almacenamiento de medicamentos. En junio, la OMS modificó su recomendación para el tratamiento de la tuberculosis resistente a los medicamentos. En lugar de 20 meses de inyecciones, los pacientes ahora pueden tomar pastillas de nueve a 11 meses. El cambio significa que los pacientes no tienen que trasladarse a las clínicas, que cada vez están menos disponibles a causa de los cierres.

Más de la mitad de los 144 países encuestados por la OMS dijeron que optaron por dar a los pacientes de VIH medicamentos suficientes para al menos tres meses —seis meses en el caso de algunos países como Sudán del Sur— y así limitar sus viajes a los hospitales. Pero no queda claro qué tan exitosos han sido esos esfuerzos.

En algunos países, como Filipinas, los organizaciones no gubernamentales han organizado depósitos para que los pacientes recojan píldoras antirretrovirales o han hecho arreglos para dejarlas en las casas de los pacientes.

En algunos países, como Sudáfrica, la mayoría de los pacientes ya recogen los medicamentos en centros comunitarios en lugar de hospitales, aseguró Salim S. Abdool Karim, experto en salud mundial en Sudáfrica y presidente de un comité asesor del gobierno sobre la COVID-19. “Esa ha sido una ventaja importante en cierto modo”.

La pandemia ha expuesto fisuras profundas en los sistemas de salud de muchos países.

En Zimbabue, el personal de los hospitales públicos trabajaba en turnos reducidos incluso antes de la pandemia, porque el gobierno no podía pagar sus salarios completos. Algunos hospitales como el Hospital Central Sally Mugabe, en Harare —que funcionaba a la mitad de su capacidad debido a la escasez de agua y otros problemas— desde entonces ha cerrado sus departamentos ambulatorios, donde los pacientes de tuberculosis y VIH recibían sus medicamentos.

“Los hospitales funcionan en modo de emergencia”, dijo Tapiwa Mungofa, médico del Hospital Sally Mugabe.

La situación no es mejor en KwaZulu-Natal, la provincia que tiene la mayor prevalencia de VIH en Sudáfrica. Zolelwa Sifumba era una adolescente cuando vio imágenes de pacientes esqueléticos que morían de sida. En los últimos años, nuevamente está volviendo a ver pacientes con sida en ese estado en KwaZulu-Natal.

“Vemos a personas que llegan en un estado en el que básicamente se encuentran a las puertas de la muerte”, dijo. “¿Qué es lo que no estamos haciendo bien?”.

El coronavirus está diezmando algunas partes remotas del mundo, pero su propia lejanía hace que sea imposible medir el impacto de la pandemia en estos otros grandes asesinos infecciosos.

La ciudad de Tabatinga en Amazonas, el estado más grande de Brasil, está a más de 1600 kilómetros de la ciudad más cercana con unidad de cuidados intensivos, Manaos. El gobierno ha usado aviones para transportar pacientes con coronavirus a Manaos, pero se han quedado muchos casos, dijo Marcelo Cordeiro-Santos, investigador de la Fundación de Medicina Tropical en Manaos.

Los hospitales están administrando cloroquina a personas con la COVID-19, por recomendación del Ministerio de Salud de Brasil, a pesar de que la evidencia sugiere que no ayuda, e incluso puede ser dañino.

La cloroquina también es un medicamento crucial para la malaria, y su uso indiscriminado puede conducir a la resistencia al medicamento, advirtió Cordeiro-Santos, con posibles consecuencias graves para las personas infectadas en el futuro. Pero también dijo que es posible que la distribución generalizada de la cloroquina pueda ayudar a proteger a los residentes de Amazonas del paludismo.

Otros expertos dijeron que esperan que la pandemia de coronavirus tenga algún lado bueno.

Las agencias de ayuda han recomendado durante mucho tiempo que los países compren medicamentos a granel y proporcionen suministro de varios meses a sus ciudadanos. Algunos gobiernos ahora consideran hacerlo con el VIH, según Doherty, de la OMS.

Los proveedores de atención médica también están adoptando videollamadas o llamadas telefónicas para aconsejar y tratar a los pacientes, lo que a muchas personas les resulta mucho más fácil que viajar a clínicas distantes.

“A veces los sistemas son difíciles de cambiar”, dijo Del Rio, “pero creo que no hay nada mejor que una crisis para cambiar el sistema, ¿cierto?”.

 

 

Hiroshima y Nagasaki: cómo fue el «infierno» en el que murieron decenas de miles por las bombas atómicas

6 agosto 2020 –

Por: Carlos Serrano, BBC News Mundo –

En 1945 Estados Unidos y Japón llevaban cuatro años enfrentados en la Guerra del Pacífico, uno de los mayores escenarios de la Segunda Guerra Mundial.

El 26 de julio de ese año el presidente de EE.UU., Harry Truman, lanzó un ultimátum contra los japoneses.

Les exigía una «rendición incondicional», de lo contrario, les esperaba «una destrucción rápida y absoluta».

El mensaje de Truman no mencionaba el uso de bombas nucleares.

Sin embargo, estos artefactos eran parte del arsenal que EE.UU. tenía listo como parte de su estrategia para zanjar el conflicto.

El 16 de julio EE.UU. había ensayado con éxito la bomba Trinity, la primera arma nuclear que se detonaba en el mundo.

«Tan pronto supieron que la bomba nuclear funcionaría, se asumió que la usarían», explica a BBC Mundo Michael Gordin, historiador especializado en ciencias físicas en la Universidad de Princeton y coeditor del libro «La era de Hiroshima».

«La discusión entre los militares no era si la usarían, la pregunta era cómo la usarían», añade Gordin. «Y la forma más efectiva de usarla sería una que llevara a la rendición de Japón».

Las razones que llevaron a EE.UU. a lanzar las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki aún son objeto de debate, pero las consecuencias son evidentes hasta hoy.

Este es el recuento de los primeros y hasta ahora únicos ataques con bombas nucleares de la historia.

El primer blanco elegido fue Hiroshima. La ciudad no había sido bombardeada antes, así que era un buen lugar para notar los efectos de la bomba. Además, era la sede de una base militar.

El Enola Gay, un bombardero B-29 pilotado por el coronel Paul Tibbets, sobrevolaba Hiroshima a unos 9,5 km de altura cuando liberó la bomba Little Boy, que explotó en el aire, a unos 600 metros del suelo.

«A las 8:14 era un día soleado, a las 8:15 era un infierno», describe en un documental del canal Discovery Kathleen Sullivan, directora de Hibakusha Stories, una organización que recopila testimonios de sobrevivientes de las bombas.

El mecanismo interno de Little Boy funcionaba como una pistola: disparaba una pieza de Uranio 235 contra otra del mismo material.

Al chocar, los núcleos de los átomos que las componían se fraccionaron en un proceso llamado fisión.

Esa fisión de los núcleos ocurre de manera consecutiva, generando una reacción en cadena en la que se libera energía y finalmente desata la explosión.

Little Boy llevaba una carga de 64 kilos de Uranio 235, de los que se calcula que solo se fisionó cerca del 1,4%.

Aun así, la explosión tuvo la fuerza equivalente a 15.000 toneladas de TNT.

Como referencia, tan solo un kilo de TNT puede ser suficiente para destruir un automóvil.

La explosión generó una ola de calor de más de 4.000 °C en un radio de aproximadamente 4,5 km.

«De repente me enfrenté a una gigantesca bola de fuego… Luego vino un ruido ensordecedor. Era el sonido del universo explotando», le contó Shinji Mikamo, sobreviviente de Hiroshima, a la BBC.

Se cree que entre 50.000 y 100.000 personas murieron el día de la explosión.

La ciudad quedó devastada en un área de 10 km2. La explosión se sintió a más de 60 km de distancia.

Dos tercios de los edificios de la ciudad, unos 60.000, quedaron reducidos a escombros.

El intenso calor produjo incendios que durante tres días devoraron un área de 7 kilómetros alrededor de la zona cero.

Japón no se rindió.
Tres días después, EE.UU. lanzó una segunda bomba nuclear.

Nagasaki no estaba en la lista de objetivos prioritarios.

Su topografía accidentada y la cercanía de un campo de prisioneros de guerra aliados, la convertían en un blanco secundario.

Entre los objetivos principales estaba Kokura, una ciudad con zonas industriales y urbanas en terrenos relativamente planos.

El día del ataque, sin embargo, Kokura estaba «cubierta de bruma y humo», según el reporte de los pilotos.

La tripulación tenía órdenes de elegir visualmente el objetivo que maximizara el alcance explosivo de la bomba.

Fue así que se desviaron a Nagasaki.

El bombardero Bockscar, un B-29 pilotado por el mayor Charles Sweeney, dejó caer la bomba Fat Man, que explotó a 500 metros sobre el suelo.

La bomba Fat Man estaba hecha de Plutonio 239.

Era un material más fácil de conseguir y más eficiente, pero requería un mecanismo más complejo para utilizarlo.

El Plutonio 239 no era puro.

Esto podría causar una reacción en cadena prematura, con lo cual se perdería gran parte del potencial de la bomba.

Se usó un mecanismo de implosión, para activar la bomba antes de que ocurriera esa fisión espontánea.

Fat Man tenía una carga de 6 kilos de plutonio, pero se calcula que solo logró fisionarse 1 kilo.

Fue suficiente para liberar una energía equivalente a 21.000 toneladas de TNT.

La explosión fue más fuerte que la de Hiroshima, pero el terreno montañoso de Nagasaki, ubicada entre dos valles, limitó el área de destrucción.

Aún así, se calcula que murieron entre 28.000 y 49.000 personas el día de la explosión.

En Nagasaki la bomba destruyó un área de 7,7 km2. Cerca del 40% de la ciudad quedó en ruinas.

Escuelas, iglesias, hogares y hospitales se derrumbaron.

«El lugar se convirtió en un mar de fuego. Era el infierno. Cuerpos quemados, voces pidiendo ayuda desde edificios derrumbados, personas a quienes se le caían las entrañas…», le dijo a la BBC Sumiteru Taniguchi, sobreviviente de Nagasaki.

No existen cifras definitivas de cuántas personas murieron a causa de los bombardeos, ya sea por la explosión inmediata o en los meses siguientes debido a las heridas y los efectos de la radiación.

Los cálculos más conservadores estiman que para diciembre de 1945 unas 110.000 personas habían muerto en ambas ciudades.

Otros estudios afirman que la cifra total de víctimas, a finales de ese año, pudo ser más de 210.000.

Tras las bombas de Hiroshima y Nagasaki, Japón presentó su rendición.

«Hemos decidido allanar el camino para una gran paz para todas las generaciones venideras, soportando lo insoportable y sufriendo lo insufrible», dijo el emperador japonés Hirohito, dirigiéndose a sus ciudadanos.

La rendición oficial se firmó el 2 de septiembre, a bordo del USS Missouri en la Bahía de Tokio.

Se ponía fin así a la Segunda Guerra Mundial.

La brutalidad de la bomba

En una fracción de segundo tras la explosión de una bomba atómica, se liberan rayos gamma, neutrones y rayos X que salen disparados a una distancia de 3 km.

Estas partículas invisibles bombardean todo lo que encuentran a su paso, incluyendo los cuerpos humanos, y destruyen sus células.

En la bomba de Hiroshima, por ejemplo, resultaron letales para el 92% de las personas que estaban en un radio de 600 metros del punto cero.

Los sobrevivientes de las explosiones, conocidos como hibakusha, sufrieron las devastadoras consecuencias del intenso calor y de la radiación.

De manera inmediata, sufrieron quemaduras que les arrancaron la piel y los tejidos.

«Sentí un dolor punzante que se extendió por todo mi cuerpo. Fue como si un balde de agua hirviendo cayera sobre mí y me restregara la piel», dijo Shinji Mikamo, sobreviviente de Hiroshima, a la BBC.

La exposición al material radiactivo les causó náuseas, vómitos, sangrado y la caída del pelo.

«Era tanto el dolor que sentía cuando me curaban, cuando extraían las gasas una por una, que muchas veces quedaba al borde de la inconsciencia», recuerda Senji Yamaguchi, sobreviviente de Nagasaki.

Con el tiempo, algunas personas desarrollaron cataratas y tumores malignos.

En los 5 años posteriores a los ataques, entre los habitantes de Hiroshima y Nagasaki aumentaron drásticamente los casos de leucemia.

Diez años después de los bombardeos, muchos sobrevivientes desarrollaron cáncer de tiroides, de seno y de pulmón a una tasa superior a la normal.

Además, la salud mental de los hibakusha también se vio afectada por haber presenciado un acto tan atroz, haber perdido a seres queridos y por el miedo a desarrollar enfermedades por causa de la radiación.

Algunos de ellos vivieron condenados a estar confinados en un hospital.

Muchos sufrieron discriminación por su aspecto físico y por la creencia de que acarreaban enfermedades.

Otros vivieron con un sentimiento de culpa por no haber podido salvar a sus seres queridos.

La vida después de la bomba

Hoy Hiroshima y Nagasaki son importantes ciudades industriales y comerciales.

Ambas tienen plazas y museos donde se rinde homenaje a las víctimas.

Los hibakushas que aún viven rondan los 80 años.

Algunos se convirtieron en activistas en contra de la proliferación de armas nucleares y compartieron sus historias como una manera de recordar los horrores de la guerra.

La devastación que causaron las bombas de Hiroshima y Nagasaki desataron, hasta hoy, un intenso debate sobre si fue necesario un ataque de tal envergadura sobre la población civil.

Desde entonces ningún otro país se ha atrevido a usar una bomba atómica en un conflicto armado.

 

 

Esa otra pandemia

6 agosto 2020 –

Por: Gonzalo Silva, Socio del CPB – El Espectador –

Mientras la crisis sanitaria mantenga un ritmo de altibajos, con crecimiento exponencial del virus en algunas regiones del planeta o produciendo rebrotes en otras, como en aquellas que dieron inicio a un proceso de desescalamiento durante las últimas semanas, la incertidumbre seguirá siendo el gran obstáculo para garantizarle al sector turístico un decolaje responsable, seguro y confiable, que le facilite el camino hacia su recuperación.

La nueva normalidad que se vive en Europa, entre los países de la Unión, que tras largas jornadas de discusiones decidieron quitarles los candados a sus fronteras internas y externas, pareciera sacudirse y nublarse en los últimos días, con un aumento confirmado en los casos de coronavirus en toda la región, perfilando una silueta sombría que enciende las alarmas de los gobiernos, en el preámbulo de lo que será una atípica temporada turística.

Varios de esos países que emprendieron la distensión se han visto obligados a estrechar la vigilancia en las fronteras y a condicionar las medidas de bioseguridad para evitar eventuales reboses en la propagación. El Reino Unido, en particular Inglaterra, donde la apertura de hoteles y pubs de manera prematura provocaron situaciones de riesgo, continúa registrando el mayor número de contagios en el continente, e impone una controvertida cuarentena a los viajeros provenientes de España, donde los brotes aumentan y son de tal tamaño que corren el riesgo de convertirse en transmisión comunitaria, es decir, con capacidad de rebosar su control epidemiológico.

Francia vuelve a superar los casos después de suavizar los confinamientos; Italia confirma nueva ola de contagios y sus autoridades insisten en la prudencia como principal arma para combatir la pandemia, en tanto que Alemania evalúa introducir test obligatorios en todos los aeropuertos. Por su parte, Suecia y Portugal se aferran a los renglones principales de la lista roja que traza el mapa regional de la propagación viral.

El aumento en las cifras de contagio, que también se observa en el vecindario, como Estados Unidos y Perú, sin excluir a nuestro país, se ha dado en la medida en que se aligeran las restricciones, y la posibilidad de eventuales desbordes podría conducir a nuevos y masivos confinamientos de la población o a la aplicación de cuarentenas obligatorias focalizadas, como las implantadas en Bogotá, situación adversa que colocaría freno de mano a los avances globales hasta ahora conseguidos, tras largas y costosas restricciones en la movilidad.

Los confinamientos y sus consecuentes restricciones juegan en contra del turismo y dentro de este contexto impactan negativamente en las economías locales, en las inversiones que dinamizan al sector, en el empleo y en el bienestar de las comunidades que dependen de la actividad.

La amenaza de este enemigo invisible y disperso para el que no existen reglas mantiene en la encrucijada a la industria más sólida de las últimas décadas, pero, también, a la más vulnerable a las catástrofes naturales y a los fenómenos de violencia e inseguridad. Sin embargo, aunque su sensibilidad es mayor que la de otros sectores, su recuperación suele resultar más rápida y efectiva, porque la resiliencia, esa capacidad de resistir a las adversidades, ha sido probada en ella a lo largo de las décadas.

La industria del turismo deberá sortear su trago más amargo, levantarse y redimirse del costoso trance para volver a asumir su liderazgo. Según los últimos balances de la Organización Mundial del Turismo (OMT), divulgados la semana pasada, las pérdidas calculadas entre enero y mayo suman US$320 mil millones, más del triple de las registradas durante la crisis económica mundial de 2009. Como entonces, fue este el primer sector impactado y ahora será el último en recibir la luz verde para emprender su despegue.

La reapertura responsable e inteligente de los desplazamientos aéreos y terrestres dependerá de la efectividad de las medidas para gestionar el problema sanitario por parte de los gobiernos. En la medida en que se acorte el tiempo para alcanzar los límites de una cercana normalidad en la vida cotidiana, la industria turística podrá retomar con garantías el proceso de oxigenación que tanto necesita para dar los primeros pasos hacia la recuperación. Y aunque seguramente el conjunto de la economía experimentará una recuperación en ‘U’, su velocidad de reactivación de la demanda será muy superior a la del turismo, al que le podría costar más tiempo lograr su estabilidad y retomar los flujos de turistas de los últimos años.

Cuesta pensar que la gente se resigne a dejar de conocer el mundo ante el letal acecho del Covid-19 sobre los destinos turísticos, donde más temprano que tarde regresarán las grandes masas de viajeros para recorrer sus bulliciosos epicentros, convertidos, hoy día, en lapidarias postales. Pero este horizonte plantea numerosos interrogantes para la industria, en mora de repensar el actual modelo, amenazado por los estragos de aquella otra peligrosa pandemia, representada por la excesiva hipermovilidad que traen los tiempos modernos y ante la cual parece no haber vacuna a la vista.

Posdata: La OMT pronostica para este año una caída de entre 60 y 80% del número de turistas internacionales, con unas pérdidas asociadas que irían de los US$910 mil millones a los US$1.2 billones, dependiendo del tiempo que dure la parálisis y de la rapidez que se tome en su evolución.

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@Gsilvar5

Terrícolas de pospandemia

6 agosto 2020 –

Por: Arturo Guerrero, Socio del CPB – El Colombiano –

Aquí vamos, extraños como nunca en la vida, repugnando el presente. El pasado se nombra en tono de prehistoria. Del futuro nadie tiene idea. El abolengo del tiempo se resquebrajó. Los cinco sentidos se comprimieron a dos reminiscencias arcaicas, el gusto por la comida y la vista sobre las pantallas que son la versión coronaviral de la caverna de Platón.

El oído está anulado, no porque la red de huesitos no vibre, sino debido a que solo se oyen los destemplados mariachis que aúllan en la acera a ver si les cae un mendrugo. El olfato es el más flagelado. Se aniquiló debajo de la tela sobre tela de las mascarillas. Se le acusa de fumigar muerte en aerosol.

Hasta aquí los órganos situados en la cara, pieza maestra del cuerpo donde ocurre el enlace con el universo circundante. El tacto, quinto sentido y único que se extiende por el organismo íntegro, es el réprobo. La peste lo fulminó como malhechor. Quien violente su prohibición queda condenado a pena capital. Los abrazos son proscritos, solo se salva el codo, lugar rugoso y apto desde siempre para agredir.

Así las cosas, los terrícolas pospandemia volverán a acechar presas, saltarán, deglutirán, arrastrarán los restos para proyectarlos en la pared interna pespunteada por la hoguera. Deberán construir alguna forma de civilización para no matarse entre sí. Si quieren conciliar el sueño han de recurrir a los cantos, las retahílas de los decimeros que invocan a seres incorpóreos.

Eso se llamará cultura. Un relato que ocurre con los ojos cerrados, en un campo que los individuos irán apreciando como aliado. Cada amanecer reaparecerá un remedo de los sentidos olvidados. El más difícil de ellos, el de los arrumacos. Una mamá que lame el susto del niño y como en magia se van los ogros. Un hombre que rasca los crespos de aquella mujer arisca y de súbito obtiene alguna forma de beneplácito.

Así la Tierra regresará a la reminiscencia de antes del bestial contagio. Pocos recordarán detalles de cuando se vivía a todo dar y a mucho desperdiciar. Los muchachos, en especial, no querrán reiniciar aquella ruina. Serán implacables contra las semillas del desconsuelo.

El tiempo, con su pasado, presente y futuro, recobrará una línea sostenida. Los órganos de la percepción quizá se diversificarán. Habrá quien palpe aromas con el pelo, habrá quien capte emociones con las yemas de los índices.

Un adiós del CPB al periodista y escritor que encapsuló al tiempo

5 agosto 2020 –

Por: Comunicaciones CPB –

En Miami, donde residía desde hacía más de diez años, falleció este 4 de agosto el publicista, periodista, catedrático, creativo y escritor Armando Caicedo.

Durante dos décadas ideó, investigó y produjo diversos proyectos editoriales para El Tiempo. Una de las más recordadas fue «La Cápsula de El Tiempo», con motivo de la conmemoración de la Edición 25.000 del diario y consistió en armar una bodega que fue enterrada en los jardines de la casa editorial y que guarda periódicos y objetos que era de moda en el momento.

También creó otras estrategias como «La Máquina de El Tiempo» para el aniversario, «La Clave de El Tiempo», para aumentar circulación de la edición Dominical, «El Tiempo del Descubrimiento» , seria sobre las 90 historias más curiosas sobre el Descubrimiento de América, «Los 85 que Usted Decida», programa interactivo para celebrar los 85 años de la fundación del periódico, «100 Historias para celebrar 100 años de los Juegos Olímpicos», «50 Historias para celebrar el fin de la Segunda Guerra Mundial», «El Factor Humano», Historias inéditas, curiosas y divertidas de lo que aconteció detrás de la conquista de la Luna y «La Capsula del Milenio», Promoción interactiva con los lectores para capturar la emotividad del paso de 1999 a 2000.

En una oportunidad le preguntaron cuál era su principal patrimonio intelectual y contestó: “La creatividad. Poseo la suficiente visión, intuición y rapidez para ejecutar soluciones originales que coadyuven a la solución de problemas en situaciones extraordinarias, o que permiten la capitalización ágil de las oportunidades que en el curso de la acción vayan surgiendo”.

Apasionado también por el oficio de escribir. Produjo durante quince años un paquete de Humor Editorial que se distribuyó en los diarios en español en los Estados Unidos.
Fue también asesor & Consultor Creativo para Marketing Experiencial, Gobernabilidad y Manejo de Crisis por más de 30 años ejecutando estrategias destinadas a facilitar la gobernabilidad en instituciones públicas y privadas, y diseñó programas destinados a impulsar cambios culturales y de paradigmas en instituciones de gobierno.

Fue también profesor de la Universidad de Miami. Escribió varias novelas. “Viva el Obispo ¡Carajo!, una historia divertida que retrata, de cuerpo entero, el exceso del fervor religioso en América Latina y la manipulación que de ella hacen los políticos locales.
El niño que me perdonó la vida, novela escrita en el género de Novela Testimonio. Desgarradora. Autobiográfica que cuenta la historia del niño guerrillero que me perdonó la vida, enfoca el drama de los niños reclutados a la fuerza por las Farc.
Concierto para Delinquir, entre 49 novelas de 14 países, única obra con Mención de Honor en el “Primer Premio Internacional de Novela Kipus”.
Una historia poética, en tono de humor, sobre los 21 filósofos que en un animado y rumbero Puerto del Caribe se dedican a cultivar (en la clandestinidad) las artes de la retórica.

Abril nace en enero, en la cual narra la historia de la hija del hombre más poderoso y rico del país, comparte sus estudios -sin saberlo- con una joven de clase humilde. El conflicto es
Se distinguió también como escritor de Crónica Histórica como «Setenta años de historia detenidos en El Tiempo», que fue una selección de las 120 primeras páginas más dramáticas publicadas por El Tiempo en sus primeras siete décadas, y desarrollo de las historias que rodearon a cada una de ellas.

«Historia de los 293 Juegos Olímpicos Antiguos», un viaje apasionante por la historia de Grecia, tomando como eje cientos de episodios curiosos que acontecieron durante los 1.169 años de competencias (Desde el año 776 Antes de Cristo, hasta el año 393 de nuestra Era).

Como escritor de sátira y humor, redactó ¿A qué huele el humor? En las 50 historias que componen esta obra, Caicedo osó contradecir aquella regla que aceptamos como dogma del oficio: “para que un escritor se gane la reputación de intelectual, debe escribir de mal humor”.
También se distinguió como caricaturista y, Cartoons de un Fulano de Tal, fue una selección de 120 caricaturas políticas publicadas en ETL, el semanario en español de The Washington Post.
Hispanic Heritage Literature Organization/Milibrohispano.org le otorgó el Premio de Literatura FILCOL 2018 al distinguido escritor Armando Caicedo.

El Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB) lamenta su partida producto de quebrantos de salud que lo agobiaban desde hace varios años. “Se nos fue un gran ser humano, periodista y escritor, no sin antes asegurarse de dejar un legado cultural sobresaliente para las actuales y futuras generaciones”, dijo Gloria Vallejo, presidenta del CPB, al expresar sus sentimientos de solidaridad al periodismo, su familia y amigos. QEPD.

Periodismo: trabajo indecente

5 agosto 2020 –

Reveladora y preocupante encuesta de Fecolper sobre Caracterización de las condiciones de trabajo, hecha a 1200 periodistas en Colombia.

 

Federación Colombiana de Periodistas (Fecolper) :

Los resultados de una encuesta demostraron que ejercer el periodismo en Colombia es un trabajo indecente, teniendo en cuenta los criterios determinados internacionalmente con apoyo del Estado colombiano sobre el ejercicio laboral digno. (Ver informe completo aquí)

Durante los meses de marzo y abril de 2020, la Federación Colombiana de Periodistas –Fecolper realizó el estudio con una muestra de 1.200 periodistas (732 hombres y 468 mujeres), tanto afiliados como no;  ubicados en 28 departamentos del país y el Distrito Capital, encaminada a identificar, analizar y exponer las condiciones laborales del gremio.

Los resultados hacen parte de una segunda fase del estudio que se realizó desde inicios de año, pues en febrero se había publicado la primera en el documento denominado Caracterización de las condiciones de trabajo de las y los periodistas en Colombia.

La tendencia de las respuestas y análisis de la encuesta acopiada revelan la situación del momento, antes de sentirse los efectos de la pandemia covid-19 en el sector. Los resultados indicaron que la mayoría de los periodistas se encuentran preparados académicamente, 69% son profesionales, sin embargo ello no se refleja en el mejoramiento de su situación socioeconómica y que el 86% tiene personas a cargo que dependen económicamente de ellos.

El estudio mostró que el 79,41% de los periodistas habitan en su mayoría en los estratos socioeconómicos 1 al 3 (bajo a medio-bajo), dentro del cual el 39% está residenciado en los niveles económicos más pobres (1 y 2); mientras que el restante, un poco más del 20%, habita en los estratos 4 al 6; menos del 5% están ubicados en los más altos (5 y 6).  Además sólo 337, el 29%, cuenta con vivienda propia, lo que ubica al restante 71% en inmuebles arrendados, de propiedad familiar o prestados.

En relación al acceso a empleo digno y productivo, los periodistas en Colombia, aunque tienen experiencia profesional, un buen porcentaje de los encuestados trabaja por su propia cuenta, freelance o son los denominados independientes, sujetos en gran medida a la venta de cupos publicitarios.

Muchos de ellos están obligados a laborar en varios lugares a la vez, con extensas jornadas de trabajo; de hecho el 50% señaló que trabaja más de 8 horas diarias y hasta los siete días de la semana. El 74% de la muestra trabaja en un medio de comunicación y el restante 26% ejerce en empresas públicas, privadas, Ongs o con personas naturales. Estos resultados son directamente proporcionales a los ingresos económicos, que incluso en más del 23% están por debajo del salario mínimo legal mensual vigente y un poco más del 40% no está cotizando pensión de vejez, a pesar de estar en la edad de seguir aportando.

Asimismo, la encuesta mostró que es muy baja la tasa de sindicalización que tienen las personas que participaron en  la encuesta, sólo 18 de los 1.200 participantes hacen parte de algún sindicato, y en razón a dicha medida los beneficios que surgen de la negociación colectiva es casi inexistente para los periodistas en Colombia.

La forma de contratación atípica o las contrataciones diferentes al contrato de trabajo y el uso indebido de figuras de contratación civil es la regla general, en contravía con lo expuesto por la Corte Constitucional de Colombia que ha descrito cómo el periodista tiene una obligación democrática, ciudadana y de control del poder, declarándole depositario de la confianza pública. Sin embargo a tan relevante función no se le está otorgando las condiciones de trabajo decente, el cual según la OIT significa la oportunidad de acceder a un empleo productivo que genere un ingreso justo, la seguridad en el lugar de trabajo y la protección social para las familias, mejores perspectivas de desarrollo personal e integración social, libertad para que los individuos expresen sus opiniones, se organicen y participen en las decisiones que afectan sus vidas, y la igualdad de oportunidades y trato para todos, mujeres y hombres.

En la investigación está probada la violación de derechos laborales o de derechos constitucionales a los periodistas, la cual es generalizada, incluso sistemática, que no existe una política o estrategia desde las autoridades para cambiar esta situación.

El gremio de las y los periodistas necesita con urgencia el trabajo colectivo, cuyo liderazgo incluya la negociación colectiva de condiciones de trabajo, más allá del contrato laboral.

La Fecolper agradece el apoyo de Union to Union y la Federación Internacional de Periodistas para la realización de las dos publicaciones que hacen parte de la investigación sobre las condiciones de trabajo de las y los periodistas en Colombia.

 

Entre aquí y conozca la encuesta:

Periodismo: trabajo indecente

¿También habrá un posperiodismo?

5 agosto 2020 –

Por: Andrés Cañizález – Periodistas en Español – España –

Cada época pone de moda palabras o frases. La de este momento es la palabra pandemia, obviamente coronavirus y covid-19. Pero junto a estas palabras florecen las especulaciones y pronósticos sobre el mundo pospandemia. Abundan notas y comentarios sobre cómo será la vida cotidiana o la economía una vez esté controlada la epidemia. Es decir, cómo viviremos en la pospandemia.

Me detengo brevemente en ese ejercicio prospectivo. A la luz de lo que vivimos hoy, toda la humanidad, justamente el esquema de predicciones y pronósticos está seriamente amenazado. Nadie, absolutamente nadie, podía prever las dimensiones que tendrá la actual crisis sanitaria global cuando se celebraba la navidad y nos deseábamos lo mejor para este año 2020.

Una vez que podemos en su lugar el ejercicio predictivo, en el sentido de que resultó ineficaz para que nos imagináramos lo que vendría, es difícil dar por sentado alguna proyección hecha desde el aquí y el ahora sobre cómo será el mundo pospandemia.

En realidad, no tenemos idea del mundo que nos espera. La incertidumbre reina en todos los ámbitos de la vida social.

Partiendo de estos puntos, planteo acá tres dimensiones que a mi modo de ver deberán caracterizar el ejercicio periodístico pospandemia.

En primer término, y sin duda alguna, cobra una importancia capital el periodismo especializado. En países del Sur no hemos tenido muchos referentes o figuras destacadas en el periodismo científico o el periodismo de salud.

Una vez que se haya controlado el coronavirus será urgente la formación de periodistas en temas científicos y sanitarios. Desde el contexto específico de América Latina, Asia o África ello está revestido de urgencia.

La propia pandemia que tiene en este momento una silenciosa pero despiadada guerra sobre cuál será la primera vacuna que salga al mercado, en una batalla que envuelve a farmacéuticas y gobiernos, reta al periodismo para darle una cobertura apropiada y en su justa dimensión a lo que vaya sucediendo.

Necesitamos periodistas capacitados en temas de salud pública, epidemiología, infectología, vacunación, y el etcétera es largo. Los periodistas no van a sustituir a los médicos y especialistas, pero deben tener una preparación mínima para hacer las preguntas correctas y colocar en el contexto adecuado lo que expresan autoridades sanitarias, personal de salud y las propias personas afectadas.

Así como abogamos por un periodismo que sea capaz de interpelar al poder político o al poder financiero, hoy el mundo necesita de periodistas con la formación necesaria para interpelar al poder sanitario, eso incluye a los ministerios de salud de los países, a las organizaciones internacionales especializadas y obviamente al mundo corporativo de la salud.

También urge un periodismo de soluciones. Esta práctica periodística de colocarse en los zapatos de los ciudadanos y brindarles información práctica ha quedado en evidencia, en el actual contexto, como un asunto de absoluta necesidad.

Imaginemos medios de comunicación, que en un país en el cual se acabó la data oficial, brinden información sobre las farmacias de las ciudades principales con sus números de teléfonos, en el cual se encuentren consejos prácticos para hacer frente a problemas domésticos, o sencillamente se brinde información sobre las consultas psicologías o jurídicas que las universidades ofrecen de forma gratuita como parte de su servicio social.

Se trata nada más y nada menos que ponerse al servicio de la ciudadanía. Allí radica uno de los desafíos que siempre ha rodeado al ejercicio periodístico.

Esto me conecta con un último aspecto. Un periodismo en la pospandemia, así como en plena epidemia, debe ser un periodismo humano. Parece una perogrullada, pero es capital que medios y periodistas entiendan que la esencia de su trabajo es el ser humano. Las personas están en las dos puntas del hilo de una historia periodística, al inicio siendo la fuente o el protagonista de lo que se cuenta, y al final siendo el público que lee, escucha o ve.

Y en medio está el periodista, otro ser humano que tiene el privilegio de unir las dos puntas de ese hilo.

 

Cómo fue el año 1000 y por qué es más parecido a nuestra época de lo que imaginábamos

5 agosto 2020 –

Por: Valerie Hansen – BBC Londres –

La globalización es un fenómeno que define y desafía al mundo moderno. Y la tecnología nos está permitiendo descubrir que las raíces de esta conexión global se remontan mucho más allá de lo que imaginábamos.

No existe una visión historiográfica única de cuándo comenzó la globalización, sino más bien dos paradigmas dominantes: uno ubica el inicio de la globalización a fines de la década de 1970, el otro mucho antes, alrededor de 1500.

Los años 70 fueron testigo del florecimiento total de la globalización, especialmente en términos de tercerización de fabricación y la facilidad de viaje. Y a comienzos del siglo XVI, Cristóbal Colón y Vasco Da Gama (y, un poco más tarde, Fernando Magallanes) conectaron el mundo de una manera que no había ocurrido antes.

Sin embargo, fueron los eventos de hace cinco siglos los que hicieron posibles los cambios de 1500, eventos que con demasiada frecuencia se descuidan en las narrativas eurocéntricas.

Si enfocas tu mirada solo en el Atlántico medio, entonces, por supuesto, 1492 parece marcar el comienzo del contacto de Europa con otras partes del mundo. Pero una visión global revela que tales contactos comenzaron mucho antes, de hecho, alrededor del año 1000.

Distinto pero parecido

El mundo de hace un milenio era, por supuesto, muy diferente al nuestro.

El transporte implicaba caminar, ir montado en un animal, navegar o remar. La comunicación era lenta.

Pero, aunque no había fábricas que produjeran productos con máquinas motorizadas, la fabricación en masa era mucho más frecuente de lo que podríamos imaginar posible.

En China, el principal fabricante mundial en ese momento, podían producir varios miles de vasijas de cerámica en una sola cocción en hornos alimentados con madera o, a veces, carbón o coque.

Con una población total de 100 millones, o el 40% de la población mundial, China tenía una vasta fuerza laboral.

Ese mundo no era capitalista en el sentido que entendemos hoy.

En ese entonces, los comerciantes, que fabricaban y vendían cosas, se encontraban entre los grupos más ricos de la sociedad, y todavía no existía un mercado de valores.

Además, mientras que después de 1500 el poder se concentró en Europa, que comenzaba a explorar y explotar otras regiones, en 1000 había múltiples centros de poder alrededor del planeta.

Antes del auge del poder económico y político europeo, que comenzó con la era de las Cruzadas, alrededor de 1100, el continente estaba muy por detrás del mundo islámico y China en términos de conocimiento, influencia y comercio.

Los pueblos de diferentes regiones estaban mucho más equilibrados en su tecnología y riqueza, por lo que en ese sentido se parecía mucho más a nuestro mundo de hoy que al mundo de cinco siglos después.

Por supuesto, los seres humanos son todos similares. Los de entonces eran como nosotros hoy.

Moviéndose

Alrededor del año 1000, la gente estaba en movimiento. ¿Pero por qué?

Cuando la población mundial alcanzó los 250 millones, alrededor del siglo X, el mundo alcanzó un punto de inflexión que llevó a las personas a abandonar sus regiones de origen e ir a nuevos lugares.

Los desarrollos en la agricultura jugaron un papel importante, alimentando el crecimiento de la población y liberando a una parte de ella de tener que trabajar la tierra.

Sin embargo, no hubo avances tecnológicos que desataran esta era de exploración.

Los vikingos cruzaron el Atlántico en veleros con remos y no hay evidencia de que tuvieran el beneficio de ningún instrumento de navegación: tendrían que haberse guiado por las estrellas y usado las mareas para trazar su curso, y se dieron cuenta de que la presencia de aves indica proximidad a la tierra.

Lo mismo habría sido cierto para los antepasados ​​de los habitantes modernos de Malasia, los malayo-polinesios, que cruzaron el Pacífico, y para los navegantes chinos que surcaban el Océano Índico (aunque comenzaron a usar brújulas magnéticas en esta época).

Pero, los viajes por mar fueron solo un aspecto de la integración de diferentes regiones.

Las rutas terrestres se estaban abriendo a través de África y Eurasia, y también en América.

No tenemos documentos escritos de los mayas del año 1000: las últimas inscripciones mayas son de alrededor de 900. Pero la evidencia arqueológica indica contacto en ese momento entre las grandes ciudades mayas en la península de Yucatán y los pueblos del suroeste de Estados Unidos, en lo que ahora Nuevo México, Utah, Arizona y Colorado.

Los mayas habían descubierto cómo procesar los granos de cacao para producir una bebida de chocolate sin azúcar que se consumía como estimulante; la evidencia arqueológica indica que el chocolate maya llegó a Nuevo México y que el turquesa de esa región se exportó a las tierras maya.

Los europeos de finales del siglo XV y XVI no crearon las grandes redes comerciales desde cero, sino que aprovecharon las existentes.

Ya en 1000, las rutas comerciales abarcaban América del Norte, algunas conectadas con la región andina.

Cuando Colón llegó al Caribe en su cuarto viaje en 1502, su expedición encontró una enorme canoa comercial maya, descrita por su hijo como tan grande como una galera (quizás de 20 metros de largo), cargada de mercancías que circulaban entre México y el islas del Caribe.

Aproximadamente al mismo tiempo, los portugueses accedieron a una red similar que ya estaba funcionando en África occidental.

El poder de la religión

Junto con el comercio de bienes, las ideologías y las religiones viajaban entre continentes en un momento en que lo que ahora llamamos las «religiones mundiales» ganaron fuerza.

El islam, el catolicismo y el cristianismo ortodoxo, el hinduismo y el budismo apelaron de diversas maneras a los gobernantes de países más pequeños cuyo objetivo era consolidar el poder, habiendo despachado rivales y ganado batallas clave.

Frecuentemente elegían adoptar una u otra de las grandes religiones para aliarse con una potencia extranjera.

El ejemplo del gran príncipe Vladimir, gobernante de los Kievan Rus, un reino que abarcaba gran parte de Europa del Este y se extendía hasta la Rusia moderna, lo ilustra.

En 987, gobernaba a un pueblo eslavo que adoraba a las deidades locales. Habiendo llegado al poder a través de una serie de eventos complicados (incluyendo matar a un medio hermano), reconoció la necesidad de encontrar un pegamento para mantener a su gente unida, y envió misiones de investigación a sus vecinos para aprender sobre el catolicismo romano, la ortodoxia oriental y el islam.

Sopesando los pros y los contras de cada uno, decidió adoptar la ortodoxia oriental, al parecer gracias a la descripción de sus enviados de un edificio monumental, probablemente la iglesia de Santa Sofía en Constantinopla (ahora Estambul), una maravilla tecnológica comparable a las maravillas arquitectónicas de hoy.

Vladimir reconoció la fuerza del imperio bizantino, su vecino más poderoso. Ese tipo de decisión pragmática, más que espiritual, basada en la necesidad de consolidar el poder, era la norma, con consecuencias duraderas y de largo alcance.

Competencia

Con el comercio internacional llegó la competencia, del tipo que hoy asociamos con la globalización.

La evidencia arqueológica de los naufragios muestra que la cerámica china, que se producía por miles en grandes centros de fabricación, también se enviaba al extranjero en grandes cantidades.

Dos vasijas excavadas en la ciudad iraní de Shush, el sitio de la antigua Susa, demuestran el impacto de este comercio. Al examinar el color de la arcilla y el esmalte utilizado, los historiadores de arte han determinado que una de las piezas es una exportación china y la otra una copia local.

El ejemplo producido localmente no es tan avanzado como la pieza china.

Esas piezas de cerámica de celadón chino pueden ser casi translúcidas, con un color que varía desde un blanco brillante hasta un verde azulado, y eran los iPhones de su época: de alta tecnología y deseadas por todos.

Horneados a una temperatura extremadamente alta, eran muy duros, con esmalte que se derretía en vidrio y eran muy fáciles de limpiar.

La comparación de esas dos vasijas muestra que los alfareros en China y Oriente Medio estaban compitiendo por la cuota de mercado, y que estos últimos no tenían un producto tan bueno.

Como resultado, se ha encontrado un sorprendente número de cerámicas chinas tan lejos como en la costa este de África, donde esperarías encontrar principalmente vasijas de Medio Oriente.

Así como los comerciantes transportaban bienes a grandes distancias, también transportaban esclavos.

La continua demanda de esclavos en Constantinopla (Estambul moderna), Bagdad, El Cairo y otras ciudades resultó en el movimiento forzado de más de diez millones de personas de África, Europa oriental y Asia central, cientos de años antes de que comenzara la trata transatlántica de esclavos.

De hecho, tantos esclavos fueron transportados desde el este de Europa que la palabra inglesa slave se deriva del eslavo.

Una nueva visión

La tecnología está remodelando nuestra comprensión de la historia.

Sabemos acerca de la exportación de chocolate maya al cañón Chaco en el Nuevo México moderno, por ejemplo, a partir del análisis químico de residuos en cerámica, un tipo de análisis que no era posible hace 50 años.

Gracias a descubrimientos similares estamos aprendiendo cómo evolucionó la globalización y dándonos cuenta de que el mundo ha estado lidiando con este tipo de asuntos durante mucho más tiempo de lo que se pensaba.

Hoy en día, los movimientos antiglobalización están activos en varias partes del mundo, pero el resentimiento contra los comerciantes extranjeros que se benefician a expensas de la población local no es nuevo.

A fines del siglo IX, los comerciantes extranjeros en Cantón, China fueron atacados, y decenas de miles de árabes y persas fueron masacrados. En 996, los residentes de El Cairo se amotinaron en protesta contra los comerciantes italianos, un fenómeno repetido en Constantinopla con la ‘masacre de los latinos’ (italianos) en 1182.

De 1000 para 2020

¿Qué lecciones podemos extraer de esta visión novedosa del año 1000?

Ciertamente, las consecuencias de varias acciones son instructivas.

Hay relatos que hablan de algunos exploradores nórdicos que, al encontrarse con la gente local en el Canadá de hoy en ese momento, los mataron sin siquiera hablar con ellos. Otros trataron de comunicarse, a pesar de no compartir un idioma común, e intentaron comerciar.

No hay duda de que aquellos que trataron de aprender acerca de los demás y llegar a un acuerdo con ellos prosperaron más que aquellos que actuaron de manera defensiva o agresiva.

Es cierto que la globalización no benefició a todos los que la experimentaron. Pero a aquellos que mantuvieron una actitud abierta frente a lo desconocido les fue mucho mejor que aquellos que rechazaron algo nuevo.