26 junio 2020 –
Por: N+1 – California USA –
26 junio 2020 –
Por: N+1 – California USA –
29 junio 2020 –
Por: As.com -Colombia –
Una investigación desarrollada por un consorcio europeo comprueba que el Raloxifeno es capaz de frenar el avance de la enfermedad en pacientes con síntomas leves o asintomáticos.
Los estudios científicos para encontrar vacunas y tratamientos efectivos ante el coronavirus siguen avanzando. La información sobre la enfermedad con la que cuentan las instituciones que se dedican a estas tareas se ha incrementado con el paso de los meses y empiezan a conocerse posibles soluciones para combatir los síntomas que provoca.
En este sentido, la Comisión Europea (CE) ha ofrecido noticias esperanzadoras al desvelar en un comunicado que un medicamento genérico empleado para luchar contra la osteoporosis “podría servir como un tratamiento positivo para pacientes positivos por COVID-19 con síntomas leves o asintomáticos”. Dicho fármaco se denomina Raloxifeno.
La investigación acerca de la eficacia de este medicamento ante la nueva dolencia que se extendido por todo el mundo ha sido llevada a cabo por el consorcio europeo Exscalate4CoV, organismo que ha centrado sus esfuerzos en comprobar el “impacto potencial de las moléculas ya conocidas contra la estructura genómica del coronavirus”.
Según ha relatado la Comisión Europea, los prometedores resultados preliminares obtenidos por el mencionado consorcio se han alcanzado tras probar de forma virtual “400.000 moléculas usando sus supercomputadoras”. Esta institución científica, que cuenta con 18 socios y 15 miembros asociados, entre ellos el Centro Nacional de Supercomputación, situado en Barcelona, preseleccionó 7.000 de estas moléculas. De ellas, 40 resultaron activas en los experimentos, siendo el Raloxifeno la que se mostró más eficaz.
La conclusión a la que han llegado los investigadores en las pruebas iniciales es que dicho medicamento podría resultar apto para bloquear la replicación del virus en las células, frenando de esta forma el avance de la enfermedad, especialmente en sus fases más tempranas, sin producir ninguna reacción negativa en el paciente.
No obstante, la investigación aún debe afrontar más pruebas para confirmar sus resultados. Si, como esperan, la Agencia Europea del Medicamento autoriza “el uso potencial” del fármaco en enfermos de coronavirus, éste “podría ponerse rápidamente a disposición de la ciudadanía en gran cantidad y a bajo coste”, según los responsables del estudio.
26 junio 2020 –
Por: Gonzalo Silva Rivas, Socio del CPB, El Espectador –
Las dos aerolíneas más grandes de América Latina, la colombiana Avianca y la chileno-brasileña Latam, tomaron el mismo camino para reorganizar deudas y preservar su estabilidad, al acudir a las medidas de protección establecidas en la Ley de Bancarrota de los Estados Unidos, en un intento por sobrevivir, sobreponiéndose a las turbulencias desatadas en estos tiempos de recesión.
Avianca ya había pasado por la misma prueba en 2003, casi un año después del nacimiento de la Alianza Summa, cuando el superintendente de la época consideró que la integración entre Avianca, Aces, SAM y Helicol creaba posición dominante y violaba las normas de la competencia. La empresa arrastraba una crisis que se complicó tras los atentados a las Torres Gemelas, en 2001, que no solo la dejó sin recursos para invertir y la puso a puertas de la bancarrota, sino que condujo a la desaparición de Aces.
Un año después la aerolínea del Grupo Santo Domingo recibió una oferta salvadora de Germán Efromovich, quien asumió su manejo al adquirir, primero, el 75% de la participación accionaria, y luego el 25% restante, en manos de la Federación Nacional de Cafeteros. La presencia del inversionista boliviano transformó la empresa, le prendió los motores, la subió al cielo y en poco tiempo la convirtió en la segunda más importante de América Latina.
Su modernización y crecimiento se vieron paralizados por enfrentamientos directivos internos tras la llegada de Roberto Kriete a la sociedad y la fórmula dejó de funcionar. Los buenos aires terminaron y ante el derrumbe de sus finanzas Avianca revivió las señales de alarma. A la caída sufrida en los últimos años se sumaron los vientos de cola de la pandemia y su situación se agravó en medio de la impactante crisis en la que se encuentra sumida la industria de la aviación comercial en el mundo entero.
Latam, la aerolínea más grande de la región, acaba de adoptar la misma alternativa de acudir ante los tribunales estadounidenses para entrar en proceso de reestructuración, elaborar un plan de pago a los acreedores, reducir deudas y obtener nuevo financiamiento. Propiedad de la familia chilena Cueto, la brasileña Amaral y la compañía Qatar Airlines, la poderosa aerolínea enfrenta su momento más adverso, con una operación que no pasa del 5% de lo que antes era su próspera red de rutas.
Latam emprendió un proceso de reorganización, que incluye una drástica reducción de nómina para proteger la operatividad de la empresa, y hasta el momento ha dejado más de 4.000 trabajadores desempleados. La semana pasada desvinculó cerca de un millar, pertenecientes, en su mayoría, a filiales de Colombia, Perú y Chile, y dejó abierta la posibilidad de continuar con la ola de despidos. Sostener el actual funcionamiento de la empresa, según sus directivas, solo requiere de 5.000 funcionarios, dentro de una nómina de 38.000 empleados. En marzo, analistas de JP Morgan estimaron que el efectivo que la aerolínea tenía para reanudar las operaciones alcanzaría para cuatro meses de parálisis.
Los dos gigantes de la aviación latinoamericana atraviesan un camino de turbulencias, con riesgo insospechado, y su supervivencia solo la garantiza bien sea una ayuda financiera que les ponga números a sus contabilidades y les asegure liquidez, o una pronta reanudación de operaciones aéreas, hoy día una posibilidad sujeta a factores que no están bajo su control, como la decisión que a su ritmo tome cada país, de acuerdo con la evolución de la pandemia, para reiniciar la movilización de pasajeros.
Hasta el momento sus llamados de auxilio, solicitando un salvavidas financiero a los gobiernos, no han tenido mayor efecto. Las autoridades colombianas contemplan la posibilidad de tenderle la mano a Avianca, considerando entrar en condición de prestamista, en tanto que Latam espera recibir algún apoyo por parte de Brasil para su filial en ese país, y se desvanecen sus posibilidades de encontrar respaldo en el gobierno chileno.
El salvamento de las aerolíneas con recursos oficiales agita intensa discusión en cada uno de los países, en razón a que estas compañías pasaron a ser patrimonio de grupos accionarios privados y formalmente no simbolizan las banderas nacionales. Inyectar recursos del Estado en poderosas empresas particulares, cuando ellos son limitados y urgen extenderse a poblaciones vulnerables y necesitadas, no es de buen recibo para sectores de opinión que consideran las necesidades de las aerolíneas como un asunto ajeno a las esferas oficiales. Más aún cuando estas se caracterizan por sus problemas de eficiencia y competitividad.
Sin embargo, el colapso de cualquiera de estas dos empresas de aviación, que suman, juntas, la mayor tajada del incierto mercado latinoamericano, provocaría graves repercusiones para la región, por cuanto se reducirían los servicios internos y las conexiones internacionales, sin que se tengan a la vista mayores opciones para llenar los vacíos que dejaría la cancelación de rutas. Hace pocas semanas la ecuatoriana Tame recibió la estocada final del coronavirus y se integró a la lista de las varias empresas aéreas que se sumieron en la quiebra.
Diferente a lo que viene sucediendo en Estados Unidos y Europa, donde las aerolíneas en crisis están recibiendo asistencia oficial, las latinoamericanas caminan en la cuerda floja y amenazan con desaparecer. La suma de esfuerzos debe ser la salida. En una región carente de ferrocarriles, débil en infraestructura vial e incluso,con topografías complejas como se registra en Colombia, ignorar la industria de la aviación, un importante eje social y económico, traería impredecibles consecuencias, y sería preferible verla volar —aunque fuera— con las alas rotas.
Posdata. Según cifras de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA, por sus siglas en inglés), se calculan en más de US$18.000 millones las pérdidas en Latinoamérica, consecuencia de la parálisis de la aviación, y en 2,9 millones los puestos de trabajo en condición de riesgo.
26 junio 2020 –
Por: Arturo Guerrero, Socio del CPB – El Colombiano –
Aumentan los feminicidios. Con frecuencia el culpable vive en las mismas cuatro paredes de la o las víctimas. El encierro ocasiona irritabilidad incontrolable. La etimología del vocablo cuarentena se ha violado, los cuarenta días van en tres meses. Lo peor: ya se habla de diciembre como horizonte del alivio. ¡Qué desconsuelo!
Cada grupo de colombianos habita un enclaustramiento diferente. La ebullición de hormonas de los adolescentes les genera insurrección contra el destino. Nadie habla por ellos ni los representa ante el poder, privilegio que sí han tenido los viejos con su rebelión de las canas.
Los flacos, de quince a diecisiete años, se sienten estafados: “nos están robando la vida”. Se pospone la primera novia -ahora amigovia o no novia-, se esfuma el grupo de amigos con los que es dable entrarles al aguardiente y al cigarrillo. La felicidad está en veremos. Hacen cuentas de los meses enjaulados y descubren el alto porcentaje de tiempo perdido, en relación con los años que llevan en el planeta. Un desperdicio entre bostezos.
La clase media saca del colchón los ahorros y se pone en fila contagiosa, ingresa al almacén como si fuera horda, sale triunfante con la caja del televisor más ancho que la pared. Tenían otro aparato, pero este estaba barato: elemental argumento de quienes por milagro arañan el sueño norteamericano de los días de rebajas apeñuscadas.
Con el día sin IVA, el Gobierno quiso halagar a los comerciantes y no previó el hambre de cachivaches que también es otra hambre. Jaime Pumarejo, alcalde de Barranquilla, por la noche salió a nombrar a los compradores con el mote de “los indisciplinados”. Y los crucificó, pues su ansia “se constituye como un actuar criminal”.
En contraste, circuló el mismo día en redes la foto de una librería en cuya puerta transparente asustaban, no había un alma. ¿Por qué los “criminales” del alcalde caribe no se interesaron en comprar cultura? Porque esa clase media ha sido educada con la siguiente doctrina: “¿Qué es más bueno que tener plata? Pues tener más plata.”
Entre asesinos de mujeres, imberbes de vida escamoteada, “abuelitos” furibundos y compradores “criminales” en pos de sus aprendizajes, es notoria la montaña rusa de emociones en que se alza y se desploma el pueblo confinado.
26 junio 2020 –
Por: Juan Álvaro Castellanos, Socio del CPB – El Nuevo Siglo –
La ciudadanía se mantiene expectante con relación a los recursos dispuestos por el Gobierno Nacional para superar el coronavirus y pandemia, con sus incidencias en economía, comercio y trabajo, una vez se reduzca la emergencia.
El propósito oficial comprometió recursos por $14 billones para frentes sociales; tiene el Gobierno que reflejar el reponer servicios en salud, personal médico, liquidez para redes hospitalarias, medicamentos y suministro eficiente de acueductos y demás.
En parte se ha cumplido, junto con Minsalud, Mininterior y Gobernaciones, El punto de arranque desde comienzos de junio, dispuso créditos, aranceles aliviados, tributación flexible a futuro y apoyo a pagos parafiscales, de empresas particulares en transporte aéreo, y salud, así como adquisición de tecnología médica.
Esta decisión exige responsabilidad con manejo efectivo de Gobierno, sector privado crediticio y usuarios favorecidos con la ayuda ofrecida, de la que se aguarda, resultado ejemplar.
Sería lamentable que la justicia, se vea obligada a destapar un prontuario alrededor de un manejo doloso de lo financiero; Eso se teme, porque la corrupción con dineros despierta apetitos al oler miles de millones.
Ojalá ante la recesión laboral y, la amplía ayuda asignada por el Gobierno Duque, mantenga su tesón de trabajo con ideal para cumplir y prevenir como denomina su espacio en T.V.
El compromiso debe ser compartido con la sociedad civil. Está en manos de banca y financieras privadas, junto con Consejo Gremial, obligados a mantener paso firme y equilibrio decisorio.
Se debe evaluar lo advertido por el Banco Mundial; invita al país a reaccionar sobre mercados monetarios, porque percibe que tasas de interés altas: “Están frenando liquidez, crecimiento industrial y comercial” Al mirar por dentro finanzas de Colombia.
El otro carril activo deja sus aguas en las fuerzas laborales, merecidas de ser bien escuchadas, pero a su vez, con expresión sincera sin filtración de recesos y paros a futuro, porque son sabotajes y destrucción de lo público y particular.
Los elementos aquí citados, sin duda, enfocan los albores del 2021, que no son otro camino que el seguir la ruta constructiva para todos, tras la experiencia que ha vivido el país, sin espectáculos de palabra o de forcejeo en el Congreso de la República.
Aparte de buenas intenciones del Gobierno Nacional, lo deplorable actual es el descuido con Chocó, quizá con el hospital, más abandonado con cara de tugurio, y visible falta de equipos para salud.
Y se desconoce qué tan limpias son las manos que, manejan recursos nacionales para Barranquilla y Santa Marta, donde predominan fiestas privadas en plena pandemia. Es hora de cumplir la palabra, con salud y hechos.
19 junio 2020 –
Por: Guillermo Romero Salamanca, Comunicaciones CPB –
Doña Gloria Valencia Diago es sinónimo de modestia. Sin lugar a dudas, es la periodista que más ha escrito sobre cultura en Colombia. O mejor, sobre alta cultura, por esa excelencia en el gusto por las bellas artes y las humanidades.
Aunque laboró por más de 20 años en El Tiempo y estuvo al lado de las más destacadas figuras culturales de ese periodo ―escritores de altísimo nivel, grandes exponentes de las artes plásticas, connotados directores de orquesta, solistas internacionales e impulsores del arte― no posee un álbum de fotografías suyas con los personajes.
Ella sabe que la modestia es el complemento de la sabiduría.
En su casa paterna se respiraba arte y el gusto por la literatura y la prensa. Su padre, don Julio Valencia, además de haber sido administrador del diario La Razón, escribía para varios medios, en especial para la revista Mundo al Día. Desde niña vivió la costumbre de desayunar con El Tiempo. Aún tiene suscripción y explica: “no lo cambio por las páginas de internet, una pantalla no tiene el sabor de un diario impreso”.
Decidió estudiar periodismo en la Universidad Javeriana e inicialmente colaboró con la revista Semana. Un día el decano, padre Rafael Arboleda, informó que había una propuesta para laborar en El Tiempo y ella estaba disponible para atender el llamado. El padre Arboleda le dio su bendición y una tarjeta de presentación para don Enrique Santos Castillo, quien le encargó algunas colaboraciones. Poco después ingresó a la nómina del periódico que en esos momentos tenía sus oficinas en la Avenida Jiménez con carrera Séptima y contaba con una nómina de periodistas de muy alto nivel.
DE LLENO EN LA CULTURA
Fue don Roberto García Peña, director del periódico, quien le pidió que se encargara de los temas culturales. “José Ignacio Libreros hacía el noticiero Agenda Cultural en un principio, pero luego me encargaron esa responsabilidad. La columna registraba día a día la cultura de Bogotá y del país, y muchas personas organizaban sus programas de acuerdo con ella”, recuerda.
“Eran muy importantes los conciertos de la Orquesta Sinfónica de Colombia. Tenía un director magistral, el maestro Olav Roots, quien estuvo al frente de esa institución desde 1948 hasta su muerte en los comienzos de los setenta. Los conciertos de los viernes eran un acontecimiento social y cultural de Bogotá. Presentaban solistas nacionales y extranjeros y les daban oportunidad a los compositores colombianos para estrenar sus obras”, agrega.
Gloria Valencia Diago vivió con pasión el periodismo cultural. Desde un comienzo prestó su apoyo al músico Saúl García en su intento de montar una orquesta filarmónica para Bogotá. “A punta de esfuerzo, de ir de oficina en oficina, buscar patrocinadores, convencer a funcionarios de la Alcaldía, logró sacarla adelante. Me extrañó, eso sí, que cuando la Filarmónica cumplió 50 años de labores no lo tuvieran en cuenta en las celebraciones”.
Por entonces no existía un Ministerio de Cultura como tal, sólo había una dependencia manejada por el Ministerio de Educación. Hacia 1968 se creó el Instituto Colombiano de Cultura por iniciativa del poeta Jorge Rojas, el antecedente del actual Ministerio.
DE LA ÓPERA A LAS ARTES PLÁSTICAS
Doña Gloria también registró el nacimiento de la Ópera en Colombia. “Fue todo un acontecimiento, no sólo cultural sino de alta relevancia para el país”, señala.
Mientras cubría información musical, también divulgaba el trabajo de pintores y escultores. “Me correspondió una bella época en que las artes plásticas tenían mucha importancia con figuras como Alejandro Obregón, Fernando Botero, Gonzalo Ariza, Beatriz González, Enrique Grau, Omar Rayo, David Manzur, Antonio Barrera y Juan Antonio Roda, entre otros muchos”.
Tuvo la oportunidad de ver la gestación y desarrollo del Museo de Arte Moderno, obra de la inolvidable Martha Traba y dirigido luego por Gloria Zea durante cuatro décadas. Y también el desarrollo del teatro. “Estaban Santiago García, fundador de La Candelaria, Víctor Mallarino, declamador de primera línea, Jorge Alí Triana y tantos otros”.
Eran frecuentes sus entrevistas con poetas y escritures como Jorge Rojas, Eduardo Carranza, Gabriel García Márquez y Manuel Zapata Olivella. Toda esta labor le valió, en 1979, el Premio Simón Bolívar de Periodismo Cultural.
SU VINCULACIÓN AL CPB CAMBIÓ SU VIDA
“Llevaba poco tiempo en el periódico cuando don Enrique Santos me dijo que asistiera al almuerzo que organizaba el Círculo de Periodistas de Bogotá en el Hotel Tequendama todos los 9 de febrero, Día del Periodista. Era una ceremonia muy elegante. Desde entonces comenzó mi vinculación con el gremio. Ese día también conocí a Pedro Acosta, con quien empezamos una bonita amistad que luego terminó en matrimonio”.
Don Pedro Acosta Borrero trabajó en El Espectador y El Tiempo, y fue jefe de redacción de El Liberal. Laboró en radio y en televisión, donde dirigió Diario Visión, Controversias y Tele Noticias. Fue Jefe de Información y Prensa durante el gobierno del presidente Alfonso López Michelsen. También se desempeñó como profesor de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, editor de su revista y director de su programa de televisión “Nuestro Recursos”. Integró la Junta Directiva del Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB) en varias ocasiones. Escribió libros de investigación histórica y dos novelas, “El cadáver del Cid” y “La noche de Cristo”. Su biografía sobre Alfonso López Pumarejo fue publicada después de su fallecimiento, con el patrocinio de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
DEL PERIODISMO A LA GALERÍA
Luego de su paso por El Tiempo, con su esposo decidieron montar una Galería de Arte que se llamó Acosta Valencia. Estaba localizada en la carrera 11 con calle 99, al norte de Bogotá. “Era un lugar muy especial. Me quedaba cerca de la casa y podía estar pendiente de mi hijo Lorenzo que estaba muy niño. Allí se exhibieron pinturas y esculturas tanto de jóvenes artistas como de las grandes figuras del momento”.
–¿Su hijo heredó también el amor por el periodismo?
–Por supuesto, dice sonriente doña Gloria. Él es abogado, trabaja en la Universidad del Rosario como profesor de pregrado y maestría en Derecho, tiene un Doctorado en Historia y escribe regularmente en El Espectador. Además, es guionista de documentales.
–¿Cómo analiza el cubrimiento cultural en la actualidad?
–Lo veo con tristeza. Se confunde la cultura con el espectáculo. Son dos temas diferentes. Ponen la imagen de un reguetonero y dicen que eso es cultura. No. Hay que diferenciar lo uno de lo otro para restituirle a la cultura la dignidad que merece y que tantos hemos ayudado a construir a lo largo de los años.
–¿Qué recuerda con mayor cariño de su paso por Lecturas Dominicales?
–Fue una excelente época. El director era Eduardo Mendoza Varela y el subdirector Jaime Paredes Pardo, ambos escritores quienes cumplieron una excelente labor de divulgación y estímulo de las letras colombianas.
–¿Por qué su amor por el CPB?
–Por tantos recuerdos, por las personas que han pasado por allí. Mientras haya periodistas habrá CPB. La calidad del periodismo ahora está amenazada por el abuso de las redes sociales, pero la verdad siempre saldrá a flote y se requiere de periodistas para registrar los hechos que hacen la historia.
19 junio 2020 –
Por: DW.COM – Alemania –
La Policía ha atacado a periodistas durante las protestas antiracismo. DW habló con Courtney Radsch, del Comité para la Protección de Periodistas, sobre el trasfondo de la degradación de la libertad de prensa en EE. UU.
DW: Según el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ), en Estados Unidos ha habido más de 400 casos de violaciones de la libertad de prensa desde finales de mayo, ¿Qué tipo de violaciones?
Courtney Radsch: Trabajamos en estrecha colaboración con el Rastreador de la Libertad de Prensa de EE. UU. (US Press Freedom Tracker), que realiza todas las investigaciones y documentaciones. El Comité para la Protección de los Periodistas es un socio fundador del rastreador y hemos estado investigando más de 400 incidentes desde el inicio de las protestas por la injusticia racial y la brutalidad policial desde el 26 de mayo.
Esos incidentes incluyen arrestos por parte de la Policía, asaltos de agentes y manifestantes, disparos con proyectiles a los manifestantes, robo de equipos y una serie de diferentes agresiones que estamos documentando y poniendo a disposición en el sitio web del Rastreador de la Libertad de Prensa de Estados Unidos.
Al reportero de Deutsche Welle, Stefan Simons, le dispararon con balas de goma y amenazaron con arrestarlo en Minneapolis. ¿Qué tan común es eso?
Desafortunadamente, los ataques no letales con proyectiles, como el lanzado contra Stefan Simons por parte de la policía, es más bien frecuente. Durante las últimas semanas, hemos registrado al menos 89 incidentes con balas de goma o proyectiles, 27 con espray de pimienta y 49 con gases lacrimógenos.
No todos ellos fueron necesariamente dirigidos a los periodistas porque eran periodistas. A veces es simplemente una cuestión de estar en medio de una multitud que protesta. Pero ha habido numerosos incidentes en los que la Policía le apuntó directamente a los periodistas. Estamos profundamente preocupados por esto y pedimos que dicha institución abra una investigación sobre estos incidentes.
¿Qué significa para el estado de la libertad de prensa cuando la Policía persigue a periodistas, incluso frente a las cámaras en vivo, en un país como EE. UU., que se considera a sí mismo un «faro de la democracia»?
Es realmente inquietante que, a pesar de que las fuerzas del orden supieran que hay cámaras rodando, que incluso transmiten en directo en la televisión, hayan perpetrado esos ataques. Y, esto se remonta aún más atrás. Yo vivía en Los Ángeles cuando la sucedió la paliza contra Rodney King, que fue grabada. Pero los policías no fueron condenados. Eso llevó a un gran levantamiento en Los Ángeles que se remonta a 1991, 1992 y, por supuesto, mucho más antes.
Por otra, parte, el periodismo local en EE. UU. ha sufrido un fuerte declive en los últimos 10 o 15 años. Más del 20 % de los periódicos ha cerrado. Más de la mitad de los puestos de trabajo en las salas de redacción han sido eliminados. Y recientemente, como resultado de la pandemia, al menos 36.000 periodistas han perdido sus trabajos, han sido despedidos o se les ha recortado el salario.
¿Ve usted que la tendencia a la baja en el periodismo está relacionada con el aumento de los ataques a los periodistas? ¿Son un blanco más fácil porque son «débiles»?
Yo no diría tanto que son débiles y por eso es más fácil atacarlos. Creo que se trata más bien de la falta de confianza en los medios, la falta de conocer a alguien en los medios. Hay muchas fuerzas policiales y de seguridad locales que no conocen a los periodistas que cubren el acontecer diario, debido a que cada vez hay menos medios.
Hay una combinación de factores, entre los que se cuenta que el declive de los medios locales y de las salas de redacción impide establecer una relación directa con la Policía.
Pero también, creo que hay cada vez más gente que no entiende cómo el periodismo se relaciona con su vida cotidiana. Hay una tendencia a considerar el periodismo o los medios de comunicación como el blanco constante de la ira del presidente Donald Trump. La realidad es que el periodismo local es muy importante para los individuos en estas comunidades.
¿Qué significaría para los periodistas de todo el mundo que la libertad de prensa se viera aún más erosionada en Estados Unidos?
En todo el mundo se ha visto el declive de EE. UU. en términos de su liderazgo en la libertad de prensa y los derechos humanos. Esto se ha visto, no solo con la salida del país del Consejo de Derechos Humanos y la UNESCO sino de otros foros de cooperación internacional. Hemos sido testigos constantes de las reprimendas y denigración de la prensa por parte del presidente Trump y otros políticos.
Hemos observado cómo el Gobierno usa la retórica de deslegitimización del periodismo independiente llamándolo «noticias falsas» ha tenido eco en muchas partes del mundo y ha sido adoptada por líderes tan diversos como Duterte en Filipinas, Bolsonaro en Brasil, Orban en Hungría, Putin en Rusia y China y Egipto. Estos países que no necesitan realmente una pretensión de represión, se alegran sin embargo de tenerla en forma de «noticias falsas».
Ahora, la pandemia les da otro motivo adicional para tomar medidas severas y controlar más la información. Y luego se completa con las imágenes de brutalidad policial contra los periodistas, sin mencionar a los manifestantes que también estaban cubriendo los hechos. Es realmente una combinación peligrosa de la disminución del liderazgo y el hecho de que no hay nadie más que los proteja. Así que los periodistas están en grave peligro en todo el mundo debido a esto.
Y añadiría una cosa más. El asesinato del periodista árabe Jamal Khashoggi puso en evidencia la falta de respuesta a ese crimen y de hacer responsable a Arabia Saudita, a pesar de que lo han demostrado informes de inteligencia. Esta combinación de factores ha creado una condición que nunca he visto en mi vida de periodista.
19 junio 2020 –
Por: Reporteros Sin Fronteras – España –
La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia mundial por Covid-19 el 11 de marzo de 2020 y, desde entonces, los gobiernos la han utilizado como pretexto para suspender las garantías constitucionales. Ahora que se vislumbra la calma relativa, es fundamental que se levanten estas medidas excepcionales.
Ante la epidemia sin precedentes, muchos gobiernos se han enfocado en quienes trabajan en la información. Incentivada por la emergencia, la propagación de la represión se ha traducido en un arsenal de leyes, reglamentos y medidas de emergencia. Los ataques a la libertad de prensa y las regulaciones especiales han proliferado en los cinco continentes. Abarcan una variedad de procedimientos restrictivos, desde impedimentos menores hasta penas de prisión firme.
«La crisis sanitaria del coronavirus ha agravado todas las demás crisis y ha tenido un impacto particular en el periodismo y el derecho a la información», explica Christophe Deloire, secretario general de Reporteros Sin Fronteras (RSF). «Para llevar su represión aún más lejos, los peores regímenes han recurrido a todos los medios a su alcance y, cuando estos resultaban insuficientes, han introducido otros nuevos con la excusa de la urgencia o de las circunstancias excepcionales. Ahora es urgente acabar con esas medidas excepcionales y desbloquear la información».
Algunos países, como Honduras, adoptaron inmediatamente medidas para limitar la libertad de expresión; otros, como Brasil, han frenado el acceso a la información o a las publicaciones y algunos han retrocedido desde entonces, como es el caso de Hungría. El presidente Viktor Orbán presentó una ley de emergencia sobre el coronavirus que le ha permitido legislar por decreto por un período indefinido y establecer una sentencia de cinco años de prisión por publicar información falsa. Está previsto que la ley sea derogada en torno al 20 de junio.
En El Salvador, Tailandia y Armenia, las restricciones a los movimientos de los periodistas, la imposición del toque de queda y los mecanismos de rastreo fueron un gran motivo de preocupación. Finalmente han sido eliminados. Algunos gobiernos, como el de Namibia, aprovecharon la oportunidad para restringir la asistencia a las conferencias de prensa.
En otros lugares, el acceso a la información estaba estrictamente controlado. La Universidad de Medicina Bangabandhu Sheikh Mujib de Bangladesh, la única facultad de medicina del país, publicó un memorando dirigido a los docentes, los médicos y los empleados en el que se prohibía hablar con los medios de comunicación sobre cualquier cuestión de salud sin autorización previa. En el memorando se exponía que debían abstenerse de empañar la imagen del gobierno y las universidades.
En Grecia, el Ministerio de Sanidad publicó el 13 de abril una resolución que prohibía al personal de los hospitales hablar con los medios de comunicación y exigía a los periodistas griegos que antes de informar dentro de los hospitales, tuvieran permiso del Gobierno.
Los medios de comunicación de servicio público a menudo se han visto sometidos a una intensa presión gubernamental. En Japón, una ley de emergencia (derogada el 25 de mayo) añadió la emisora pública NHK a una lista de instituciones a las que el gobierno puede dar «instrucciones». En Ucrania, la presión sobre los proveedores de noticias de servicio público tomó un giro inquietante cuando la emisora pública PBC fue despojada de una cuarta parte de su presupuesto.
Lo más frecuente es la adopción de medidas legislativas de emergencia que permiten la censura total de información perturbadora o alarmante. En Camboya, el Gobierno se otorgó la facultad legal de prohibir la publicación de «cualquier información que pueda causar inquietud, temor o desorden». En Vanuatu, toda información sobre la Covid-19 debe ser aprobada oficialmente antes de su publicación.
La tentación gubernamental más común ha sido, sobre todo, la de imponer la información oficial como la única fuente de información creíble y autorizada, siempre dependiendo de las tradiciones democráticas y el imperio de la ley de cada país.
En la India, Egipto, Botsuana y Somalia, por ejemplo, solo pueden publicarse las declaraciones gubernamentales sobre el tema. En Esuatini (antes conocido como Suazilandia), está prohibido utilizar medios impresos y electrónicos para obtener información sobre la Covid-19 sin la autorización previa del Ministerio de Salud.
Junto con estas medidas represivas, se ha ampliado enormemente el arsenal de sanciones. Las armas de represión contra los periodistas individuales, así como contra los medios, se han reforzado considerablemente en muchos países: secuestros de tirada y prohibiciones de publicación (Kirguistán), fuertes multas (de hasta 25.000 euros en Rusia) y sentencias de prisión disuasorias (hasta seis meses en Sudáfrica, 18 meses en Indonesia, cinco años en Botsuana y Argelia, y hasta 20 años en Zimbabue).
En Liberia, las autoridades judiciales han amenazado con cerrar o incautar cualquier medio que publique lo que consideran información falsa. En Rumania, el comité de crisis del gobierno entró en acción y cerró 12 diarios digitales. En Birmania, se cerraron 221 webs, incluidas las páginas dirigidas especialmente a las minorías étnicas del país.
Además de esta ola de obstáculos y sanciones, uno de los aspectos más preocupantes de la crisis de la Covid-19 ha sido sin duda el uso pernicioso de los gobiernos de la noción de desinformación y «noticias falsas».
En Etiopía, la definición de información falsa es tan amplia que da a las autoridades el poder discrecional de declarar falsa cualquier información. En Bolivia, 37 «agentes políticos» han sido condenados de «desinformación y desestabilización» en juicios sumarios.
En Rusia, la definición de desinformación y el daño que supuestamente causa son competencia exclusiva de los jueces. El 21 de abril, el Tribunal Supremo amplió esta definición a las redes sociales e, incluso, a simples conversaciones. En Egipto, el Consejo Supremo para la Regulación de los Medios ha pedido que los ciudadanos denuncien la publicación de «noticias falsas» sobre la Covid-19. El establecimiento de estas leyes de emergencia a menudo muestra una gran aceptación de la idea de noticias falsas. También se utilizan para disuadir críticas y silenciar la oposición.
19 de junio 2020 –
Por: Santiago Ángel – El Tiempo – Colombia –
El doctor Fernando Quijano, director del diario ‘La República’, dijo hace poco en un debate que tuvimos en la mesa de ‘La FM’ sobre periodismo, una frase que debería, como dice Juan Gossaín, estar impresa en oro en las redacciones del país.
“Aunque los periodistas no deben actuar como jueces, sí tienen que tener sentido de justicia. Hay que ser justos”. Esto significa en palabras más fáciles que los periodistas tenemos la obligación de ser duros con los hechos, pero respetuosos con las personas. Mucho más importante, debemos siempre tener equilibrio en nuestras publicaciones para darle todas las garantías a quien podemos afectar como si se tratara de un debido proceso en la justicia.
Con esto estoy lejos de decir que los periodistas debamos comportarnos como jueces. Esa es justamente la crítica que pretende esta columna. Y es una crítica que comienza por un mea culpa. Yo mismo me he equivocado con publicaciones que han afectado a personas con las que por algún afán de impacto noticioso, no fui suficientemente justo.
Hace poco hice una publicación trabajando para otro medio en la que, sin decirlo explícitamente, acusaba a una persona que trabajaba para el Ministerio de Salud por algo que no le correspondía. Ella, que tenía una hoja de vida intachable, resultó siendo familiar de la pareja de una persona que en la Superintendencia del mismo sector fue capturada y acusada por un escándalo de corrupción parecido al del cartel de la toga; aprovechando la información privilegiada de la Superintendencia, aparentemente le exigían recursos o favores a algunas instituciones de salud, a cambio de retrasar sanciones, archivarlas o contarle previamente a los implicados para poder manipular los procesos o evitar el golpe mayor de la justicia.
La publicación le generó a esta persona problemas personales, laborales y una profunda tristeza por sentirse acusada y blanco de los grandes medios, aquí va el problema, de forma injusta. Esto es algo que ocurre sistemáticamente en los medios de nuestro país. No fue la única vez en que me equivoqué, pero cada experiencia similar me ha enseñado a tratar de tener con la contraparte o con los acusados de algún hecho irregular, la mayor cantidad de garantías y de justicia posible antes de que las consecuencias sean irreversibles. La libertad de prensa no es un derecho que otorgue carta blanca para afectar el buen nombre y la honra de las personas. Hoy me sigo equivocando; los periodistas no tenemos la obligación de ser infalibles, pero sí de reconocer los errores y corregirlos con lealtad.
El problema con el activismo es justamente que ante las pasiones personales que se convierten en el norte de su sentido de existencia, se pierde toda noción de justicia con la contraparte. La contraparte ya no es un tercero investigado, una persona un gobierno, o una entidad en la que puede haber errores y hechos que comprueben errores, sino enormes enemigos declarados. Esa es la diferencia entre el activismo y el periodismo.
Los medios de comunicación tenemos todos enfoques editoriales que enriquecen el debate democrático. Algunos son más institucionales y otros prefieren el camino del contrapoder. En Estados Unidos sucede igual y ese no es un problema. Por el contrario, está bien que los ciudadanos reconozcan ideales y convicciones establecidas en los enfoques editoriales para que sepan con precisión desde dónde les hablamos. Pero los hechos son irrebatibles. El periodismo, aún con errores, publica, documenta, revela, narra, y analiza hechos. El activismo los alarga y los moldea como a una vajilla de barro para probar sus hipótesis que se convierten en afiladas espadas contra sus enemigos.
Además, los medios de comunicación tienen protocolos, editores, correctores de estilo, salas de redacción y, aunque no es muy común en nuestro país, revisores de hechos que se encargan de aprobar que lo que se dice sea exacto y se ajuste a la verdad o a la historia. En el activismo no hay control, no hay contrapesos. En la mayoría de casos lo que sucede es que una persona con rencillas privadas decide enfocar el total de su trabajo en contra de alguien; una idea; un gobierno, eligiendo decididamente dejar de lado otras ideas, otros gobiernos, y otras personas. Y en esa lógica sin editores, jerarquías, y debate de redacción, el activismo ataca.
Aún en ese contexto hay muy buenos investigadores en el activismo descubriendo hechos que cobran toda la relevancia para el interés de la ciudadanía. Pero ante la ausencia del sentido de justicia que deberían tener con quienes se convierten en sus opositores, enemigos y detractores personales, los hechos que son ciertos y deben ser publicados con toda la transparencia, se vuelven fácilmente manipulables. La decisión entonces es crear una historia que a partir de hechos ciertos, pero sin sentido de justicia, logren afectar a la contra parte de la forma más contundente para causar daño.
El riesgo de esta nueva forma de contar la realidad es que las personas, ciudadanos todos con pasiones y convicciones sobre política, economía y sociedad, pierden a su vez el deber de sensatez y se hacen incapaces de separarse del colectivismo para tener una postura independiente y justa con quienes no piensan igual que ellos. En esa producción del debate, que ahora se monopoliza en las redes sociales, la única consecuencia posible es la manipulación de la verdad y la desinformación que termina beneficiando siempre, en cualquier extremo, derecho o izquierda, a alguien.
Lo más grave de las consecuencias del auge del activismo es la pérdida de la confianza de los ciudadanos en los medios. Los ciudadanos creen que todos los periodistas somos arrodillados de algún poder, sin que hayan hecho una revisión juiciosa y justa de nuestro trabajo y de las publicaciones que hacemos, o de los contenidos que producimos todos los días. Allí también pecamos algunos que nos dejamos llevar por la controversia en Twitter.
El mejor ejemplo de lo que debe ser el ideal es una columna del periodista Ben Smith en el ‘New York Times’. Smith cuestionó a Ronan Farrow, un periodista estrella en Estados Unidos que se volvió rápidamente famoso por exponer al director acosador de Hollywood, Harvey Weinstein, en su trato con las mujeres. El periodista del NYT investigó el libro más reconocido del joven Farrow, ‘catch and kill’ y descubrió que en sus primeras acusaciones a Weinstein hubo inconsistencias basadas en testimonios de personas que luego se retractaran. No tuvo Farrow en los inicios de sus publicaciones sentido de justicia con Weinsten (había que tenerlo) que terminó siendo un acosador deleznable. Smith encontró que esas inconsistencias se repitieron sistemáticamente, y que por el ánimo de fama de Farrow y el liderazgo que le otorgó su vocería en el caso, muchos hechos terminaron en realidad siendo manipulados. Y la historia no se construyó con completa lealtad a la verdad. (Ver artículo: https://www.nytimes.com/2020/05/17/business/media/ronan-farrow.html)
El periodismo no debe ser fama ni activismo. La visibilidad privilegiada que tenemos los periodistas debe ser utilizada para tratar de dirigir a la ciudadanía con información, investigaciones y análisis, por el sendero de la sensatez y la comprensión de lo que ocurre todos los días. Cuando esos objetivos se pierden en el camino, no hay marcha atrás. E insisto, eso no tiene nada que ver con el enfoque editorial de los medios, que es legítimo y debe ser cada vez más transparente.
No es un momento fácil para la democracia, pero ahora más que nunca el periodismo tiene la misión especial de regresar al sentido de justicia con todos a quienes llevamos al banquillo de los micrófonos y de darle más relevancia al análisis riguroso de los hechos, sobre las pasiones personales que nos nubla la perspectiva. Mea culpa.
19 junio 2020 –
Por: Laboratorio de Periodismo – España –
La afinidad que un lector pueda tener con un periodista en particular es una de las primeras razones que impulsan a contratar una suscripción, según se desprende del último informe Digital News, dado a conocer esta misma semana. Según la investigación, en este caso refiriéndose a EEUU y Reino Unido, en general, el factor más importante a la hora de suscribirse es el carácter distintivo y la calidad del contenido. En ambos países, los suscriptores creen que están obteniendo mejor información que de fuentes gratuitas.
Pero otra razón poderosa, remarcada por más de un tercio, es una estrecha afinidad con un periodista en particular. Este dato apuntala una de las estrategias que están llevando a cabo algunos medios de pedir a sus periodistas que sean activos a la hora de captar suscriptores, destacando por ejemplo en redes sociales el valor del contenido de calidad y animando a suscribirse. Sin embargo, un sector de periodistas no está de acuerdo con que está labor de captación deba corresponder a ellos, no al menos de una manera programada o activa.
En cuanto a otros factores que incluyen a la hora de contratar una suscripción, en EEUU tiene relevancia el hecho de que esa suscripción y los servicios y contenidos que abarca les prepara mejor para salir adelante en su trabajo (13% en Estados Unidos en comparación con sólo el 3% en el Reino Unido). Esto coincide con una mayor proporción de suscriptores en publicaciones financieras como el Wall Street Journal.
La naturaleza competitiva del mercado de EEUU, con múltiples publicaciones que persiguen suscripciones, también está haciendo que los suscriptores sean más conscientes de encontrar ofertas o paquetes ventajosos. Un tercio cita obtener un “buen trato” como razón para suscribirse.
Con todo, las razones para suscribirse a una publicación en línea son complejas y están parcialmente afectadas por factores del lado de la oferta, como la cantidad de noticias gratuitas de alta calidad disponibles, indica la investigación.
la batalla medios generalistas entre ellos y generalistas vs locales Hay otro dato que conviene tener en cuenta y es que a diferencia de otros mercados de suscripciones, como el del VoD (Video on Demand), en el que se pagan varios servicios como Netflix, HBO, Disney, Prime, etc., en la industria de medios lo habitual, de entre los que pagan, es una única suscripción, por lo que habrá una batalla importante no sólo entre medios generalistas sino entre generalistas y regionales/locales.
En cuanto a perspectivas de pago futuras, alrededor del 80-90% de las personas que pagan una suscripción a un periódico digital piensan que es probable que al menos sigan pagando el acceso el año que viene.
Además, alrededor de la mitad de los que actualmente tienen acceso gratuito dicen que podrían comenzar a pagar si se agota su acceso gratuito. “Esto es alentador -indica el informe- y quizás aún más alentador es que estas cifras implican tasas de retención que son comparables a las de las suscripciones a servicios de transmisión de video y audio como Netflix y Spotify”.
A pesar de que un 40% de los entrevistados en los Estados Unidos y 50% en el Reino Unido dicen que nada podría persuadirlos a pagar, porque tienen poco interés en las noticias, o están suficientemente satisfechos con las muchas fuentes de noticias gratuitas disponibles en estos países (se observa que donde menos fuentes gratuitas hay, como en Noruega, más dispuesta está la gente a pagar), sí hay otros que manifiestan cierta voluntad de suscribirse.
El precio y la conveniencia son algunos de los factores clave que podrían marcar la diferencia. En Noruega, un tercio (30%) dice que podría suscribirse si fuera más barato y un 17% manifiesta que se suscribirían si con una suscripción pudieran acceder a múltiples sitios. Otros estaban interesados en explorar inicios de sesión familiares, similares a los ofrecidos por Netflix o Spotify.
19 junio 2020 –
Por: Julie Turkewitz y
Una multitud de agentes del gobierno de Venezuela ingresaron al hogar con armas pero sin orden judicial y se llevaron a Ariana Granadillo. Durante la semana que siguió la confinaron, golpearon, interrogaron y casi la ahogaron. Después la dejaron irse casi tan intempestivamente como se la llevaron.
Su hermana la buscó durante días, incapaz de sacarle información a los funcionarios. A Granadillo, entonces de 21 años, sus captores le dijeron que eran agentes de contrainteligencia. “Nunca, nunca, nunca, nunca me involucré en nada de política”, dijo en una entrevista, pero pronto se enteró de que su calvario no era inusual.
Las detenciones secretas, conocidas legalmente como “desapariciones forzadas” juegan un papel central en los esfuerzos cada vez más autoritarios del gobierno venezolano para controlar a su población, desalentar a la disidencia y castigar a sus oponentes, según un nuevo informe de dos grupos de derechos humanos que consiguió en exclusiva The New York Times.
El reporte, publicado el viernes, documenta 200 casos similares en 2018 y 524 el año pasado, un alza que atribuye al incremento de protestas conforme Venezuela ha soportado sucesivas crisis económicas y políticas y la respuesta represora del gobierno. Fue producido por Foro Penal, un grupo venezolano que lleva un registro meticuloso de los casos, y Robert F. Kennedy Human Rights, una organización sin fines de lucro con sede en Washington, D.C.
Los investigadores documentaron numerosos secuestros en los que las autoridades llegaron en vehículos no identificados, no mostraron identificación ni órdenes judiciales, confiscaron celulares y computadoras y dijeron poco al esposar y cubrir la cabeza de los detenidos. Más del 20 por ciento de las víctimas reportaron haber sido torturados durante el cautiverio.
Con el derecho internacional como guía, estos grupos definieron las desapariciones forzadas como aquellas detenciones que duraron dos o más días y en las que, a diferencia de una detención ordinaria, las autoridades estatales se negaron a proveer información sobre el paradero de las personas.
El informe se añade a un gran cuerpo de evidencia de violaciones de derechos humanos cometidas por el presidente Nicolás Maduro y sus aliados, entre las que se cuentan reportes generalizados de tortura y un análisis de Naciones Unidas de que las fuerzas de seguridad venezolanas han cometido miles de ejecuciones extrajudiciales.
El gobierno no respondió a una carta en la que se le solicitó comentario.
Las desapariciones forzadas son consideradas como un crimen contra la humanidad bajo el derecho internacional si se comprueba que suceden de manera sistemática. Los autores del reporte sobre Venezuela dicen que la práctica es “una de las más graves y crueles violaciones a los derechos humanos” porque deja a las víctimas “en un estado de absoluta indefensión”.
La táctica recuerda a las de las dictaduras latinoamericanas de derecha a las que Maduro y su antecesor, Hugo Chávez se opusieron desde siempre. Argentina y Chile fueron conocidas por detener —y a menudo asesinar—a personas en los años 70 y 80.
El nuevo análisis encontró que en Venezuela, la desaparición promedio duró poco más de cinco días, lo que sugiere que el gobierno buscaba sembrar miedo y al mismo tiempo evitar el escrutinio que podrían generar las detenciones a largo plazo y gran escala.
Las motivaciones detrás de las desapariciones parecen variar, de acuerdo a las entrevistas llevadas a cabo por Foro Penal e incluyen extraer información, acallar a los disidentes o remover temporalmente a los opositores de la esfera pública. El año pasado 49 personas desaparecieron tras lo que el reporte llamó “protestas debido a las fallas en los servicios básicos”, como el agua o la electricidad.
El gobierno de Maduro también podría estar utilizando a mujeres como Granadillo como fichas de negociación, al llevarse en ocasiones a las amadas en un intento de aterrorizar a sus parejas.
Su única falta aparente, dijo Granadillo, era que el primo segundo de su papá era un coronel a quien el gobierno percibía como un oponente político.
Granadillo, estudiante de medicina, fue secuestrada la primera vez en febrero de 2018, cuando vivía en la casa del coronel en las afueras de Caracas, cerca del hospital donde iba a empezar una pasantía.
Los agentes que irrumpieron exigieron que ella y una prima los acompañaran para interrogarlas, las subieron a un auto blanco, las esposaron y “nos hicieron saber que de ahí en adelante eran dueños de nuestras vidas”, dijo ella.
La llevaron, a ciegas, a un edificio del que salía música estruendosa, la empujaron a un baño y la amenazaron con una navaja, mientras le preguntaban sobre la ubicación del coronel. Ella y su prima pasaron la noche ahí, donde las obligaron a hacer sus necesidades frente a uno de los captores.
“La música subía y bajaba de volumen”, dijo, “lo que permitía en momentos escuchar los gritos de otras personas a las que evidentemente se les estaba torturando”.
Los siguientes días, los agentes la obligaron a firmar un documento “en el que prometíamos no divulgar todos los abusos” y la dejaron irse. Dos días después inició su pasantía, empeñada en terminar la carrera de medicina.
Pero tres meses después, los agentes volvieron. Esta vez era de mañana y estaba en la cama. Subieron a Granadillo y a sus padres a un taxi sin placas y con vidrios polarizados, les ataron las manos y los encapucharon para llevarlos a otra casa.
Después de que la interrogaron y golpearon, dijo, pasó la noche en una celda bajo las escaleras. Al día siguiente los agentes le dieron agua y un poco de comida y “recalcaron que nadie sabía ni siquiera que estábamos secuestrados”, dijo. Una agente se le acercó.
“Me vio a los ojos y sin mediar palabra sacó una bolsa del puño y la colocó en mi cara, cubriéndola completamente. Uno de los hombres aguantaba mis piernas y mis manos estaban detrás de mi espalda, inmóviles, atadas”
Incapaz de respirar bajo el plástico, “me desesperé tan rápido que en segundos ya sentía la asfixia”.
En ocasiones podía escuchar que los agentes golpeaban e interrogaban a su papá.
Una semana más tarde, los oficiales dejaron a Granadillo y sus padres en un camino de Caracas, dijo. Eventualmente huyeron del país y ahora viven en un pequeño pueblo de Colombia.
Sin sus documentos académicos, no ha podido proseguir con sus estudios de medicina. Muchos de sus amigos de Venezuela se han distanciado por miedo a las represalias del gobierno. Tiene 23 años y ha cambiado para siempre, dijo, temerosa de que toquen a la puerta, ansiosa constantemente, batallando contra una profunda depresión.
Extraña “la inocencia que tenía antes de lo que pasé”, dijo. “Porque yo descubrí una maldad en el ser humano que no sabía que existía”.
Maduro ha dado un giro completo desde sus días estudiantiles como activista que denunciaba las violaciones de derechos humanos perpetradas por los gobiernos venezolanos pro-estadounidenses durante la Guerra Fría.
Cuando su mentor, Chávez, llegó al poder en 1999, el nuevo gobierno de izquierda juró acabar con los abusos del sistema previo y crear una sociedad democrática e igualitaria. En cambio, Chávez mandó a prisión a sus oponentes selectivamente para neutralizar a los rivales y consolidar su poder.
Esta persecución dirigida dio paso al uso sistemático del miedo y la represión, dicen los defensores de derechos humanos, después de la muerte de Chávez en 2013, cuando Maduro tomó el poder.
Y según el nuevo informe, las desapariciones forzadas se convirtieron en herramientas para debilitar a los rivales como Gilber Caro, un carismático legislador de oposición. Las fuerzas de seguridad lo han encarcelado tres veces desde inicios de 2017, a pesar de su inmunidad parlamentaria.
En total, Caro ha pasado casi dos años en prisión, a menudo en lugares desconocidos para sus familiares o abogados, sin que se le haya condenado por ningún crimen.
En los breves periodos de libertad entre desapariciones, Caro le contó a sus amigos de la tortura y abuso a que fue sometido en manos de las fuerzas de seguridad y continuó su trabajo social y deberes parlamentarios.
Pero las personas cercanas a él dicen que la tortura, las privaciones carcelarias y el dolor de vivir bajo la amenaza constante de un secuestro traumatizaron a Caro. El año pasado ya se había cconvertido en un hombre callado e introspectivo que batallaba para seguir una conversación en eventos públicos.
19 junio 2020 –
Por: Brianna Holt – The New York Times –
Para mí, celebrar el Día de la Libertad (Juneteenth) era como planificar una fiesta de cumpleaños o una reunión familiar. En 1987, mi padre organizó el primer encuentro del Día de la Libertad en Grand Prairie, Texas, y continuó haciéndolo durante toda mi infancia, lo que terminó por inculcármelo. Semanas antes de la fecha, mi familia y nuestros amigos solían crear itinerarios y buscar proveedores de comida soul (tradicional de las comunidades negras del sur de Estados Unidos), intentábamos generar un ambiente diferente al año anterior, para mantener a la gente entusiasmada por asistir, todo con un presupuesto ajustado.
Algunos años había múltiples presentaciones musicales y actividades costosas. En otros, se realizaban concursos sin premios monetarios. Pero cada año, sin importar la cantidad de financiamiento obtenida, dos temas se mantenían fieles: la comunidad y el orgullo de ser de Texas.
El 19 de junio de 1865, dos años y medio después de la Proclamación de Emancipación por parte del presidente Abraham Lincoln, soldados de la Unión llegaron a Texas para informar que la Confederación se había rendido dos meses atrás y que las personas esclavizadas ya eran libres. Texas fue el último estado en recibir la noticia. En celebración del tan esperado fin de la esclavitud, los texanos negros nos reunimos cada año para recordar a nuestros ancestros y el trato cruel que soportaron por siglos.
En un estado conservador donde todavía se congregan grupos de supremacistas blancos y las banderas de los Estados Confederados ondean en la parte trasera de camionetas, es una manera de señalar que somos tan texanos como cualquiera y que nuestra cultura tiene influencia en un lugar que alguna vez retrasó nuestra emancipación. El Día de la Libertad es un recordatorio de que nuestra libertad se ganó peleando. No nos la regalaron. Es el modelo para los cientos de movimientos que siguieron y que siguen buscando garantizar la libertad obtenida.
En 2020, durante un clamor nacional de justicia, el reconocimiento del Juneteenth parece ser más grande que nunca: un número cada vez mayor de compañías, incluyendo Vox Media, Twitter y Square, establecerán desde ahora el 19 de junio como un día festivo permanente en sus compañías. La fecha además se siente más relevante y oportuna que nunca. Es un recordatorio de que la libertad plena sigue siendo una deuda histórica.
La mañana del Día de la Libertad siempre comenzaba con un desfile. Equipos de baile, bandas estudiantiles y grupos de iglesias mostraban sus talentos mientras que los negocios pequeños y los centros recreativos locales conducían carros alegóricos para mostrar su apoyo a la comunidad negra.
Si no marchaba con mis amigos, me iba de aventón en la parte trasera de la camioneta de mi abuelo, donde solía sentarme junto a mi padre. Poníamos música de Prince a todo volumen mientras los peatones nos seguían sin parar de bailar. Muchas personas le gritaban: “¡Gracias!” a mi padre. Podía ver cuán orgulloso estaba de su trabajo y sobretodo de la hermandad presente en su propio vecindario.
La ruta de 30 minutos nos llevaba hasta el parque. Allí, los niños eran recibidos con castillos inflables, paseos en caballo, canchas de baloncesto y una piscina. Los adultos y ancianos se congregaban alrededor del escenario o daban un paseo por los puestos de comerciantes, debatiendo el concepto de ser un verdadero cristiano y contando chismes del vecindario.
A las dos de la tarde se servía el almuerzo, el cual era antecedido por una oración de agradecimiento guiada por oradores invitados y culminaba con un montón de abrazos y besos de personas que de alguna manera tenían parentesco contigo. Al caer la tarde, los padres empezaban a irse poco a poco, mientras los niños más grandes cazaban luciérnagas o escuchaban a los ancianos contar historias de cuánto había cambiado el vecindario desde que eran niños. Por la noche, las familias se iban a sus casas o al lago a estallar fuegos artificiales.
Toda la celebración duraba apenas seis horas, pero tenía la vitalidad de hacer que te sintieras querido y protegido durante todo el verano. Funcionaba como un recordatorio de que había una comunidad de personas que querían lo mejor para ti, te apoyaban y querían verte tener éxito. Cada vez que salías de una celebración de Juneteenth, te llevabas nuevas historias, nuevas conexiones y un nuevo sentido de lo que significaba ser negro, específicamente lo que significaba ser negro en Texas.
Mientras veo cómo marcas predominantemente blancas publican sus comunicados de Black Lives Matter y escudriño correos electrónicos de editores que finalmente están interesados en mi opinión, recuerdo todo lo que escuché y me dijeron durante las celebraciones del Día de la Libertad.
“Nunca compres en un lugar donde no te contratarían” y “No dejes que nadie te diga que no puedes hacer algo” son frases que retumban bien profundo en mis oídos mientras transito el proceso de incorporarme a este movimiento. Recuerdo las lecciones de historia y las conversaciones incómodas sobre el racismo sistémico que no escuché en un salón de clases sino de los oradores en el Juneteenth.
Asistir a una celebración del Día de la Libertad era liberador: tenía la libertad de usar mi cabello como quisiera sin ser juzgada, de vestirme como quisiera sin recibir comentarios y de expresarme sin sufrir microagresiones. Todas estas libertades que me fueron otorgadas siendo niña me han moldeado hasta convertirme en la orgullosa mujer negra que soy hoy. Es el único día de cada año en el que he podido existir, sin complejos ni problemas, en un espacio rodeado de personas que realmente desean mi crecimiento.
En respuesta a los asesinatos recientes de Ahmaud Arbery, Breonna Taylor y George Floyd, las protestas y el activismo en línea y callejero se han propagado por todo el mundo. Desde una petición de justicia a nivel nacional hasta la cancelación del programa de televisión Cops, y ahora la instauración de un día feriado que celebra la emancipación, nuestras demandas finalmente están siendo escuchadas. La importancia del Día de la Libertad por fin está recibiendo amplio reconocimiento.
Es probable que este movimiento también pierda su ímpetu a medida que los negocios comiencen a reabrir y la “vida normal” regrese. Pase lo que pase, sé dónde estaré este 19 de junio: celebrando la lucha permanente que la gente valiente e incansable que me precedió espera que mi generación continúe.