Circulo de Periodistas de Bogota

Archivos 2020

Mascarillas contra el coronavirus en Estados Unidos: por qué hace 100 años muchos se negaron a usar tapabocas contra la gripe española (y qué similitud hay con la covid-19)

10 agosto 2020 –

Por: J. Alexander Navarro – BBC Mundo – Londres –

Todos hemos visto los titulares alarmantes: los casos de coronavirus están aumentando en 40 estados de Estados Unidos, con nuevos fallecimientos y tasas de hospitalización aumentando a un ritmo alarmante.

Los funcionarios de salud advirtieron que EE.UU. debe actuar rápidamente para detener la propagación o se correrá el riesgo de perder el control sobre la pandemia.

Para controlarlo existe un claro consenso de que se deben usar mascarillas en público y practicar el distanciamiento social.

Si bien la mayoría de los estadounidenses apoyan el uso de tapabocas, el cumplimiento generalizado y constante ha resultado difícil de mantener en las comunidades de todo el país.

Manifestantes se reunieron frente a los ayuntamientos de la ciudad de Scottsdale, Arizona; Austin, Texas; y otras ciudades para protestar contra los mandatos locales respecto a las mascarillas.

Varios alguaciles del estado de Washington y de Carolina del Norte han anunciado que no harán cumplir las normativas de uso.

En ese momento, sin vacunas o terapias farmacológicas efectivas, las comunidades de todo el país instituyeron una serie de medidas de salud pública para frenar la propagación de una epidemia de influenza mortal: cerraron escuelas y negocios, prohibieron reuniones públicas y aislaron y pusieron en cuarentena a los infectados.

Muchas comunidades recomendaron o exigieron que los ciudadanos usaran mascarillas en público, y eso, no los onerosos encierros, fue lo que provocó la mayor ira.

Por la patria

A mediados de octubre de 1918, en medio de una terrible epidemia en el noreste y brotes de rápido crecimiento en todo el país, el Servicio de Salud Pública de Estados Unidos distribuyó folletos recomendando que todos los ciudadanos usaran tapabocas.

La Cruz Roja sacó anuncios en los periódicos alentando su uso y ofreció instrucciones sobre cómo fabricar mascarillas en casa con gasa e hilo de algodón.

Algunos departamentos de salud estatales lanzaron sus propias iniciativas, sobre todo California, Utah y Washington.

En todo el país, los carteles presentaban el uso de mascarillas como un deber cívico: la responsabilidad social se había incrustado en el tejido social mediante una campaña de propaganda federal masiva en tiempos de guerra lanzada a principios de 1917, cuando Estados Unidos entró en la Primera Guerra Mundial.

El alcalde de San Francisco, James Rolph, anunció entonces que «la conciencia, el patriotismo y la autoprotección exigen un cumplimiento inmediato y rígido» del uso de tapabocas.

En las cercanías de Oakland, el alcalde John Davie declaró que «es sensato y patriótico, sin importar cuáles sean nuestras creencias personales, proteger a nuestros conciudadanos uniéndonos a esta práctica».

Sin orden

Los funcionarios de salud entendieron que cambiar radicalmente el comportamiento del público era una tarea difícil, especialmente porque a muchos les resultaba incómodo usar mascarillas.

Los llamamientos al patriotismo solo podían llegar hasta cierto punto.

Como señaló un funcionario de Sacramento (California), las personas «deben ser obligadas a hacer las cosas que son mejores para sus intereses».

La Cruz Roja declaró sin rodeos que «el hombre, la mujer o el niño que no use mascarilla es ahora un negligente peligroso».

Numerosas comunidades, particularmente en todo el Occidente del país, impusieron ordenanzas obligatorias. Algunos condenaron a los delincuentes a penas de cárcel breves y las multas oscilaron entre US$5 y US$200.

La aprobación de estas ordenanzas fue con frecuencia un asunto polémico. Por ejemplo, el director de salud de Sacramento tuvo que intentar varias veces antes de lograr convencer a los funcionarios de la ciudad de que promulgaran la normativa.

En Los Ángeles, no fue aprobada. Un proyecto de resolución en Portland, Oregón, provocó un acalorado debate en el consejo de la ciudad y un funcionario declaró la propuesta como «autocrática e inconstitucional», y agregó: «Bajo ninguna circunstancia me pondrán un bozal como a un perro hidrófobo». La medida no prosperó.

La junta de salud de Utah consideró emitir una orden obligatoria de mascarillas en todo el estado, pero decidió no hacerlo, argumentando que los ciudadanos sentirían una falsa seguridad y relajarían sus cuidados.

A medida que la epidemia resurgía, Oakland debatió una segunda orden de uso de tapabocas después de que el alcalde contara enojado que lo habían arrestado en Sacramento por no llevar una puesta.

Un médico prominente que asistió al debate comentó que «si un hombre de las cavernas apareciera… pensaría que los ciudadanos enmascarados son todos lunáticos».

Con orden

En los lugares donde las órdenes de usar mascarillas se implementaron con éxito, el incumplimiento y el desafío se convirtieron rápidamente en un problema.

Muchas tiendas que no estaban dispuestas a rechazar clientela, no prohibían el ingreso a los desenmascarados.

Los trabajadores se quejaron de que los tapabocas eran demasiado incómodos para usarlos todo el día.

Una vendedora de Denver se negó porque dijo que «se le dormía la nariz» cada vez que se ponía una. Otra dijo que creía que «una autoridad superior al Departamento de Salud de Denver se ocupaba de su bienestar».

Como lo expresó un periódico local, la orden de usar máscaras «fue casi totalmente ignorada por la gente; de hecho, la orden es motivo de burla».

La regla fue enmendada para aplicarse solo a los conductores de tranvías, quienes luego amenazaron con hacer huelga. Se evitó una huelga cuando la ciudad flexibilizó la norma una vez más.

Denver soportó el resto de la epidemia sin ninguna medida que protegiera la salud pública.

En Seattle, por su parte, los conductores de tranvías se negaron a rechazar a los pasajeros sin tapabocas.

El incumplimiento estaba tan extendido en Oakland que los funcionarios delegaron a 300 voluntarios civiles del Servicio de Guerra para conseguir los nombres y direcciones de los infractores para que pudieran ser acusados.

Cuando entró en vigencia una orden de mascarillas en Sacramento, el jefe de policía ordenó a los oficiales: «Salgan a las calles y siempre que vean a un hombre sin tapabocas, tráiganlo o manden a buscar el carro». En 20 minutos, las estaciones de policía se inundaron de delincuentes.

En San Francisco hubo tantos arrestos que el jefe de policía le advirtió a los funcionarios de la ciudad que se estaba quedando sin celdas en la cárcel. Los jueces y oficiales se vieron obligados a trabajar hasta altas horas de la noche y los fines de semana para despejar la acumulación de casos.

Protestas

Muchos de los que fueron sorprendidos sin mascarillas eran personas que pensaron que podían ir a hacer un mandado o al trabajo sin que los atraparan.

En San Francisco, sin embargo, el incumplimiento inicial se convirtió en un desafío a gran escala cuando la ciudad promulgó una segunda ordenanza sobre tapabocas en enero de 1919, momento en que la epidemia se disparó nuevamente.

Muchos denunciaron lo que consideraron una infracción inconstitucional de sus libertades civiles.

El 25 de enero de 1919 aproximadamente 2.000 miembros de la Liga Antimascarilla hicieron una manifestación para denunciar la ordenanza de tapabocas y proponer formas de derrocarla. Entre los asistentes se encontraban varios médicos destacados y un miembro de la Junta de Supervisores de San Francisco.

Ayer y hoy

Es difícil determinar la efectividad de las máscaras utilizadas en 1918.

Hoy en día, tenemos un creciente cuerpo de evidencia de que los revestimientos faciales de tela bien confeccionados son una herramienta eficaz para frenar la propagación del covid-19.

Sin embargo, queda por verse si los estadounidenses mantendrán el uso generalizado de mascarillas mientras la pandemia actual continúa desarrollándose.

Los ideales profundamente arraigados de la libertad individual, la falta de mensajes cohesivos y liderazgo en el uso de mascarillas y la desinformación generalizada han demostrado ser los principales obstáculos hasta ahora, precisamente cuando la crisis exige consenso y un cumplimiento generalizado.

Ese fue ciertamente el caso en muchas comunidades durante el otoño de 1918. Esa pandemia finalmente mató a unas 675.000 personas en EE.UU.

Ojalá que la historia no esté repitiéndose.

 

Emiten alerta temprana para tener acceso en Bogotá a la vacuna contra covid-19

10 agosto 2020 –

Por: Revista Semana –

La Veeduría Distrital aseguró que está haciendo un seguimiento a la Secretaría de Salud para que haya un acceso equitativo a este antídoto en el momento en que llegue al país.

Los ojos de los presidentes de todos los países del mundo están puestos sobre un eventual hallazgo de una vacuna contra la covid-19, pandemia que ha dejado más de 20 millones de contagiados y 735 mil fallecidos.

Mientras ello ocurre, Bogotá, la más afectada de Colombia con 133.423 casos positivos de coronavirus hasta el domingo 9 de agosto, ya se está preparando para cuando llegue la vacuna. Por esto, la Veeduría Distrital precisó que la emergencia sanitaria terminará una vez la población tenga acceso al antídoto que pueda combatir el virus. “Varias casas farmaceúticas han dejado en evidencia que se encuentran en la fase final para que en la humanidad contemos con una vacuna. Desde ya, en Colombia y particularmente en Bogotá nos tenemos que ir preparando para que cuando esa vacuna exista, podamos acceder a ella“, manifestó el veedor Guillermo Rivera.

En ese sentido, el funcionario señaló que le hizo una petición a la Secretaría de Salud para “que nos informe lo que ha venido haciendo en esa materia. Nos parece muy importante, además, que la administración distrital se articule con el Ministerio de Salud para que una vez esa vacuna exista en el mercado, los ciudadanos de Bogotá podamos acceder a la misma“.

Por su parte, la Secretaría de Salud informó que “desde la Subsecretaría de Salud Pública y la Subdirección de Acciones colectivas se están realizando las proyecciones de presupuesto distrital que se requerirían para la población que se determine, según el curso de la pandemia, y las características de mayor riesgo y vulnerabilidad para infección por covid-19 y posibles complicaciones, en condiciones de equidad»; e igualmente manifestó la eventual búsqueda de vacunas a través de alianzas como GAVI (Alianza para la Vacunación, por sus siglas en inglés) y COVAX, que anunció el Ministerio de Salud con el objetivo de que haya una equidad con otros países en términos de acceso a número de dosis.

La Veeduría recomendó a la administración que avance en procesos de definición presupuestal en aras de que, en 2021, se puedan ejecutar los procesos logísticos de vacunación del mayor número posible de habitantes de Bogotá.

Después de la pandemia

10 agosto 2020 –

Por: Juan Álvaro Castellanos, Socio del CPB – El Nuevo Siglo –

Así como en décadas pasadas distintos sectores ciudadanos en el país fueron llamados a integrar Fundaciones Sociales para convertirlas en motores de desarrollo para el hoy; el paso de los años descorre telón de realidad para mirar e impulsar a Colombia, después de la pandemia del coronavirus.

No es que en el pasado se hayan equivocado, sino que quizá fueron más realistas y se mantuvieron despiertos planeando cómo enfrentarían la guerra desatada por enfermedades como la tuberculosis y cáncer entre otras, que sacudieron distintas regiones.

Ahora el país no puede quedarse mirando el pasado, sino despierto planeando la realidad después de la pandemia.

La sociología propia con destacados profesionales en el país no toca de manera pública, el camino futuro de finales del presente año y, consideran que lo presente agresivo, en plena guerra contra el Covid-19, no se ha eliminado.

El desafío del virus sigue aprovechando el crecido balance de víctimas y de indisciplinados frente a la contaminación, sin hacer caso a la protección reiterada, para que cumplan con todas las medidas de salubridad. El reto, es sin duda, con plena vida, se proteja la de los demás.

Esta columna, en pasada publicación ha pretendido incitar a mirar futuro alrededor de elaboración de las vacunas, ojalá con plantas colombianas, sumado ante la magnitud para obtención de capitales, puede pensarse que por fuera hay soluciones.

En consecuencia, qué importaría si la guerra contra el virus se plantea en alianza con proyectos extranjeros, al diseñar plan criollo para avanzar en llave pruebas y resultados; por ejemplo, como los ya desarrollados por Reino Unido, Francia, Alemania y Estados Unidos.

Y jugaría en esta mirada de realidad en medio de la pandemia, la participación del sector empresarial colombiano para que señale, con su experiencia, las condiciones básicas, para que un laboratorio nacional se consolide como el protagonista, buscando los elementos sustanciales para valorar una vacuna competitiva, así sea binacional.

Los laboratorios colombianos, junto con profesionales de todas las ramas en salud, dan prueba de su desempeño en clínicas y hospitales, en medio de la avalancha de víctimas de la contaminación; miles de ellas hoy, en grado de recuperación.

Es argumento básico para destacar la preparación académica en las respectivas facultades de medicina y sus variadas especialidades en el país. Sobra indicar que, en medio de la pandemia está un gran reflejo productivo en favor de salud con vacunas.

Y a su vez, un canal industrial como motor económico, si aquí o en el exterior se encuentra uno o varios aliados para enfrentar la guerra que sacude a Colombia y al mundo.

Cruzada gremial para rescatar el periodismo, propuso Gossaín al CPB

8 agosto 2020 –

Por: Comuniciones CPB –

“El derivado de la verdad es la credibilidad y hoy  la credibilidad está  disminuida en el periodismo, producto de la manipulación de la información y de la manipulación de la  verdad”, con esta aseveración contundente el periodista Juan Gossaín dio inicio este viernes a los Conversatorios Virtuales del CPB, encuentro en el que predominó la franqueza y en el que participaron cientos de  colegas del país y del exterior.

Ante la gravedad de la situación Gossaín invitó al Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB) a liderar una campaña para el rescate del Periodismo Colombiano, en la que participen todos los gremios de periodistas del país, cruzada en la que dijo viene pensando desde hace varios meses.

“Lo primero que hay que hacer es reconocer y aceptar el problema, comenzando por admitir los errores que cometemos, por reconocer las manipulaciones que hacemos, dijo con vehemencia y continuó: “llegó la hora de la unión entre periodistas y medios de comunicación, gremios, facultades de comunicación social y periodismo, emisoras y medios comunitarios, alternativos e independientes para rescatar al periodismo”. Lo único que no se puede hacer es mentir y la mentira nos está agobiando, ahogando”, enfatizó.

Durante el  primer Conversatorio Virtual del CPB, que contó con la participación de más de 300 periodistas que se conectaron a través de las redes y de la Web del CPB, se presentó una avalancha de preguntas a  Gossaín que trató de contestar hasta donde le alcanzó el tiempo establecido para este Encuentro.

Juan Gossaín, socio del CPB, reconoció que la tarea que le espera al periodismo para recomponerse es dura y que estas frases deben estar puestas en todas las salas de redacción, en letras grandes de oro :

La verdad por encima de todo.

Independencia del periodista.

Imparcialidad.

Los periodistas tenemos que entender que somos servidores de la comunidad.

Me emociona ver que el tema de la convocatoria a la unión para rescatar al periodismo es el que más acogida ha tenido en esta tarde dentro de nuestros colegas periodistas. No se ha hecho porque hay muchos intereses políticos, económicos que no quieren que se produzca esa resurrección a través de un rescate del periodismo colombiano. Ya llegó la hora y hay que abordar el tema. Yo solo espero que la demora se deba a la cuarentena y a la dificultad de reunirnos para hacer consensos”, dijo.

Luego de intercambiar ideas durante el Conversatorio con la presidenta del CPB, Gloria Vallejo, expresó que le “encantaba escuchar a la presidenta del gremio hablando de la responsabilidad del periodismo frente a la crisis actual” y complementó que todos tenemos que estar unidos, especialmente para la crisis socioeconómica que viene después de la pandemia. La pobreza y el hambre van a estar presentes y la  información, el periodismo, son el insumo más importante para vivir. Todo ser humano necesita estar informado.

Sobre los periodistas cesantes y medios que se cierran expresó su preocupación y relató que cuando se va a pequeños municipios, a ciudades intermedias, el medio de comunicación es la radio comunitaria, la televisión regional, el pequeño periódico de la provincia. “Deberíamos poner ese tema específico sobre cómo salvar estos medios y a sus periodistas como la prioridad en el orden del día en el programa de trabajo de la unión de periodistas”.

Respecto a varias preguntas que le formularon sobre la polarización, dijo que Colombia en los últimos años se radicalizó, “ahora está delirante, peleador, la gente no habla sino que grita. Hace unos años el periodismo se dividió entre uribistas y santistas”.

En ese momento un periodista le preguntó si él era santista o uribista, a lo que respondió con contundencia: “Soy periodista, mi jefe es la verdad y a quien le rindo cuentas es a la comunidad”.

Compromiso con la verdad

Para Juan Gossaín la crisis que está viviendo el periodismo exige hablar con franqueza. El periodismo no debe tener compromiso con los partidos políticos, con los jefes políticos, con las empresas; su compromiso es con la comunidad. “El periodista debe practicar siempre los principios éticos del periodismo, los cuales no cambian: la verdad, la independencia, la honestidad y la imparcialidad.

El periodista está al servicio de la sociedad. Especialmente en estos momentos de pandemia, el periodismo tiene dos funciones: informar y acompañar a las familias que están enclaustradas. Hay que llevarles las noticias verdaderas, pero también hay que acompañarlas en la soledad en que viven por el confinamiento.

“Quien le paga al periodista es el medio de comunicación, pero el periodista trabaja para la comunidad. Los reporteros que están donde está la noticia, son más que servidores de la comunidad, son apóstoles.

“El periodismo hoy es un apostolado y duele que los periodistas jóvenes, reporteros, luchadores, estén siendo manipulados por periodistas que tergiversan la realidad”, expresó apesadumbrado.

Las redes vehículos de manipulación

 Gossaín, que durante 27 años dirigió Noticias RCN, se refirió al efecto de las redes sociales: “al principio todos celebramos con júbilo su aparición pero estas se volvieron vehículos de manipulación, de mentira, con lo que los medios tradicionales se vinieron abajo. Los medios de comunicación, en lugar de desmentir a las redes sociales lo que hicieron fue imitarlas e  hicieron una reflexión errada: reemplazar periodistas por publicaciones de las redes, luego de ello vino la manipulación política de los medios”.

A otra pregunta de los colegas contestó: yo no le digo a la gente cómo trabajar o cómo comportarse. Únicamente comparto mis experiencias. Contó que estaba en RCN hace 30 años y convocaron a una reunión a Palacio. De la oficina de prensa me preguntaron “¿Usted trabaja para RCN?” Dije: “No, a mí me paga RCN pero trabajo para la comunidad”.

Le preguntaron qué opina de casos donde al periodista se le ha visto llorar frente a un suceso? Contestó: los periodistas somos seres humanos. Sentir lo que siente la gente, sentir el dolor ajeno, debe ser público. Además de ser servidores de la comunidad, somos apóstoles de ella. Lo que hermana a un periodista con la comunidad es la unión de corazones.

Respecto a los periodistas que están en oficinas de entidades públicas dijo que los principios éticos operan para todos los periodistas, sin distingo de roles, cargos o jerarquías. Los periodistas funcionarios que trabajan en instituciones estatales están más expuestos a que les quiten el trabajo porque los jefes creen que les pueden dar órdenes en contra de la ética periodística.

Los periodistas funcionarios dicen: “si soy independiente en el manejo de las noticias, me echan del puesto, me despiden”. Yo respondo: “yo preferiría morirme de hambre”. Me negué a una mentira hace muchos años y me echaron del puesto. Me fui a morir de hambre. Esta es la única manera de hacer una carrera periodística bien hecha. Hacerla al servicio de la sociedad. Es mi experiencia”.

“Hay que preparar mejor a los periodistas en las facultades de comunicación social. ¿Qué hacemos con el bendito afán de la chiva? ¿De salir con la primicia? No olviden nunca que lo importante no es quién dice las noticias primero, lo importante es quién las dice mejor, con mayor cantidad y calidad de elementos.

De esta forma concluyó el primer Conversatorio Virtual del CPB, habiendo quedado muchas preguntas sin responder, que le serán remitidas a Juan Gossaín, y con el compromiso del CPB de dar impulso a una cruzada para rescatar el periodismo Colombiano, proceso en que el reconocido periodista y escritor Juan Gossaín será fundamental.

Este conversatorio fue posible gracias a la labor de un equipo de socios del CPB, liderado por Patricia Lozano, Secretaria de Capacitación de la junta directiva del Círculo, Gladys Patricia Contreras, Jesús Valencia, Germán  Mejía Pinto, Guillermo Camacho, Luis Alexander Castro, Clara López ,Carlos Acuña, Yeiver Rivera  y Valentina Carvajal, entre otros. Conversatorio que contó con el compromiso de la junta directiva del CPB y la presidenta, Gloria Vallejo.

El segundo Conversatorio Virtual del Círculo de Periodistas de Bogotá será con el periodista y socio del CPB Jorge Sánchez Vargas, sobre Un Emprendimiento para la Radio en Plena Pandemia, el jueves 13 de agosto, a las 5 p.m.

 

 

“El periodismo al servicio de los intereses de la comunidad”

Hoy viernes, 7 de agosto, Conversatorio Virtual del CPB con Juan Gossaín

ESPAÑA | Ciclo de encuentros digitales ‘Corresponsales del MUNDO MUNDIAL’ desde Teherán, Caracas, Jerusalén, París, Moscú y Pekín

6 agosto 2020 –

Por: Reporteros Sin Fronteras (RSF) –

Reporteros Sin Fronteras (RSF) y la Fundación Huerta de San Antonio de Úbeda organizan el ciclo de encuentros digitales “Corresponsales del MUNDO MUNDIAL”, un diálogo en directo por el que pasarán periodistas y profesionales de la comunicación que se encuentran desarrollando su labor en diferentes partes del mundo, para hablar sobre la situación actual de esos lugares y sobre su trabajo para distintos medios.

El ciclo cuenta con el patrocinio del centro asociado de la UNED ‘Andrés de Vandelvira’ de la provincia de Jaén. Los encuentros, que podrán seguirse en abierto desde los canales en YouTube y Facebook de la fundación Huerta de San Antonio, durarán aproximadamente una hora y tendrán lugar cada dos domingos durante los meses de junio, julio y agosto de 2020.

Este viaje virtual con ‘Corresponsales del MUNDO MUNDIAL’ arranca el domingo 7 de junio con un diálogo mano a mano entre la periodista Ebbaba Hameida (RSF) y Catalina Gómez, corresponsal de La Vanguardia en Teherán. El 5 de julio, Macu de la Cruz (RSF) charlará con Cristina Sánchez, corresponsal de RNE en Jerusalén;  el 12 de julio, Isela Pérez (RSF) entrevistará a Salud Hernández-Mora, corresponsal de El Mundo en Colombia. Edith Rodríguez Cachera (RSF) estará con Marc Bassets, corresponsal de El País en París, 19 de julio, mientras que Myriam Redondo (UCM, RSF) y Marc Marginedas, corresponsal de El Periódico en Moscú, charlarán el 2 de agosto. El ciclo se cierra el 16 de agosto con un diálogo entre José Antonio Guardiola (TVE, RSF) con Pablo M. Díez, corresponsal de ABC en Pekín.

Leer más: https://www.rsf-es.org/news/espana-ciclo-de-encuentros-digitales-corresponsales-del-mundo-mundial-desde-teheran-caracas-jerusalen-paris-moscu-y-pekin/

La pos pandemia y un periodismo más especializado y profundo

6 agosto 2020 –

Por: 5septiembre- Cuba –

La pandemia deja lecciones a los periodistas y a sus receptores. Se afirma ahora la añorada tendencia mundial de que los lectores, sin abandonar las redes sociales, sí redirijan sus miradas a los medios tradicionales a la hora de buscar información fidedigna y objetiva.

Ante la abrumadora andanada desinformativa y el aumento de las fake news en estos tiempos de coronavirus,  Antonio Guterres, secretario general de la Organización de Naciones Unidas, afirmó en fecha reciente: “Reconozco la labor de los periodistas y los verificadores de datos frente a tal montaña de historias engañosas y publicaciones en las redes sociales”. Aproximadamente un tercio de los usuarios de redes sociales han informado haber leído información falsa o engañosa sobre el coronavirus, señaló un estudio del Instituto Reuters realizado en seis países. Otra investigación del Centro Pew determinó que las personas que suelen utilizar dichas plataformas para acceder a las noticias tienen mayores posibilidades de verse expuestas a contenido falso.

El virus redefinió casi todo; también el oficio, arte o disciplina del Periodismo. Cuba y el mundo occidental reclaman, en la medida de que las reglas del juego de cada universo lo posibiliten, el abandono del llamado reporterismo “genérico” que habla de todo pero no ahonda en nada; la renuncia al “síndrome del corresponsal” o ese colega embadurnado de pátinas de saberes lejanos “integrales”, pero desprovisto de un cuerpo teórico sólido que fundamente sus asertos en un campo determinado y lo legitime como voz de referencia en este.

Aunque su línea ideológica resulte contraria a nuestros presupuestos, sigue siendo, de momento, El País, de España, el principal medio en lengua castellana del planeta, con artículos especializados de alto nivel cualitativo en sectores como Cultura, Deportes, Ciencia o Medio Ambiente, por citar algunos.

En análisis sobre la proyección de sus reporteros a partir de la etapa pos pandémica (la cual converge, en el tiempo, con un período quizá no del todo pos papel pero sí de notable disminución mundial del soporte impreso: estudio de la Unesco confirma que las principales compañías de noticias aumentan su tráfico web: The New York Times y The Washington Post, por ejemplo, registran una expansión en sus portales electrónicos del 50 por ciento) la nueva dirección del medio ibérico apuesta por un periodismo defensor de los perfiles especializados, para cualquiera de los modelos y con énfasis de cara al digital, que ahora se impone a escala global.

Javier Moreno, director desde junio de este año del diario madrileño, se dirigió a la redacción de forma telemática (videoconferencia) y precisó: “Tenemos unos lectores exigentes, fieles, que se han suscrito al nuevo modelo digital y tenemos que darles más calidad, más profundidad (…)”.  Precisa el propio medio en su edición del 18 de junio que, para alcanzar este fin, se apuesta por construir una estructura sólida, que confiera preeminencia a los perfiles especializados y permita fortalecer todas las ediciones y secciones del diario.

Bajo esas mismas premisas se guían los cotidianos australianos. Allí, el poderoso conglomerado mediático New Corps no va a limitar las ediciones en papel; antes bien las elevará de 16 a 24 páginas, pero con trabajos “de alto volumen” y mayor rango de especialización.  Ese grupo, como en casi todo el mundo, se decanta ahora por el “trabajo en remoto” (teletrabajo) y la menor presencia posible de reporteros en las redacciones.

En Bélgica, Paul Huybrechts, director gerente de Printing Partners, sostiene que “el covid-19 ha demostrado que publicar un periódico y generar excelente contenido es posible con casi todos trabajando desde casa. Esta experiencia tendrá un mayor impacto en el futuro”.

Añade que “los planes de impresión de periódicos deberían volverse aún más ágiles y centrarse más en la calidad”.

El autor de estas líneas coincide con la opinión de Santiago Gómez, periodista de Latina Noticias, quien estima que “el periodismo científico ganará espacio. En el Perú ya existe una Asociación de Periodistas Científicos que poco a poco tomarán mayor protagonismo en los medios. Se está haciendo cada vez mejor periodismo especializado y el campo científico tendrá una particular exposición por la coyuntura sanitaria”.

Así lo ha sido en todo el orbe y Cuba no constituye la excepción, sino por el contrario paradigma de alianzas entre los campos científicos y sanitarios con el Periodismo. Sin dudas, un tema como la Salud en la cobertura de prensa emerge fortalecido, aquí, durante este parteaguas histórico de reacomodos.

Aunque ha sido abordado de forma aleatoria, por parte de muchos colegas, el periodismo policial representa otro plano reporteril que demanda una visión más compleja y especializada en la Isla; no limitándose solo a la mera exposición de los hechos, cual casi siempre ocurre ahora, sino además incidiendo en las causales determinantes, desde una evaluación integradora del fenómeno. Es un territorio temático con muchas interrelaciones.

Esas premisas las demanda igualmente, de forma general, el periodismo de investigación que deberá constituir, de ahora en más actor, central del trabajo del gremio en nuestro país. Cambia el mundo, deben cambiar nuestras letras.

¿Cuándo se fundó Bogotá?

6 agosto 2020 –

Por: Secretaría General – Alcaldía Mayor de Bogotá – 

La historia oficial dice que la fundación de la capital ocurrió el 6 de agosto de 1538, cuando Gonzalo Jiménez de Quesada instauró un campamento militar al que llamaron Nuestra Señora de la Esperanza, sitio que en la actualidad se conoce como el Chorro de Quevedo. El segundo momento fue la fundación jurídica que se dio el 27 de abril de 1539, cuando se cumplió con todos los requerimientos burocráticos exigidos por los mandos españoles para el reconocimiento de una ciudad.

La cierto es que el 6 de agosto de 1538 es la fecha oficial de la fundación de la ciudad porque fue  el día en que el reino de los muiscas fue ocupado en nombre del emperador Carlos V de España.

Después de someter a los nativos y tomar sus tesoros, Gonzalo Jiménez de Quesada decidió fundar la villa de Santafé de Bogotá. Para ello, dos de sus hombres escogieron a Thybzaquillo (Teusaquillo), sitio de recreo al que se retiraba el Zipa en invierno, cuando arreciaban las lluvias y el agua ocupaba parte de la sabana. El lugar tenía abundante agua de los riachuelos Vicachá (San Francisco) y San Agustín (conocida también como Manzanares) y además existía piedra, arena, leña y un clima sano.

Los españoles construyeron doce bohíos, que simbolizaban los doce apóstoles, y una Iglesia, que inauguraron el 6 de agosto de 1538, cuando los católicos celebraban la Transfiguración del Redentor.

La ceremonia fue relatada por el historiador colombiano Pedro M. Ibañez (1854 – 1919): “Quesada se apeó del caballo, arrancó algunas hierbas, dijo en alta voz que tornaba posesión formal de estas tierras para que fuesen dominio del emperador Carlos I, en cuyo nombre fundaba la villa de Santafé de Bogotá. Luego desenvainó la espada, dio con ella tres cuchilladas en el suelo, montó a caballo y retó a singular combate a cualquiera que contradijese el acto de la fundación de la nueva villa que protestó sostener hasta con su vida, y ordenó que se extendiese instrumento público ante el Escribano del ejército”.

Tiempo después se hizo el trazado de la ciudad como parte del proceso de fundación. Se decide entonces hacer el trazado de una manzana entre los ríos San Agustín y San Francisco y se trazó la ciudad en cuadrículas, en cuyo centro quedó la plaza mayor; luego se dispusieron las demás manzanas y se determinaron los solares que se entregaban a la gente principal.

Luis Horacio López Domínguez, antropólogo, miembro de la Academia de Historia de Bogotá y académico secretario de la Academia Colombiana de Historia, asegura que Jiménez de Quesada hizo una fundación sin los formalismos de ley que exigía el rey.  Pero, en 1539, cuando llegaron Sebastián de Belalcázar por el sur y Nicolás de Federmán por el oriente, realizaron el ritual formal.

El historiador Germán Mejía Pavony, uno de los más respetados historiadores del país, asegura que no tiene mucho sentido decir que la ciudad se fundó en el parque Santander porque ese sitio estaba fuera de la protección militar.  Es decir, señala, que hacia 1538, el campamento de Jiménez de Quesada sí estuvo en algún sitio de lo que hoy es el centro histórico, y por tradición se habla de una primera fundación en ese sector, pero a ciencia cierta hasta ahora no se sabe qué pasó el 6 de agosto de 1538 porque el acta de esa época se quemó en alguno de los incendios que acabaron con la documentación de la ciudad; uno en 1786 y otro en 1900.

Como si fuera poco, en el siglo XVIII, la fiesta de Bogotá se celebraba el 20 de julio, que era el día en el que el alcalde le rendía cuentas al Cabildo.

Lo que sí es cierto, sostiene Mejía, es que la fundación legal, el acto jurídico que le da vida a la fundación de lo que hoy se conoce como Bogotá, fue el 27 de abril de 1539, que es cuando se crea el Cabildo, firma que se hizo en algún sitio desconocido. Además, como para agregarle más picante al asunto, la ratificación de la fundación fue en 1541.

Pero sostiene que lo realmente importante no es fundar, sino el acto de poblar el territorio, es decir, de construir ciudad. Y eso fue lo que hicieron en últimas los españoles.

Se está propagando ‘el monstruo más grande de todos’. Y no es el coronavirus

6 agosto 2020 –

Por:  The New York Times –

Comienza con una fiebre ligera y malestar general; después, una tos dolorosa y dificultad para respirar. Las multitudes favorecen el contagio y lo propagan en las personas cercanas. Contener un brote requiere de rastreo de contactos, así como aislamiento y tratamiento de la enfermedad durante semanas o meses.

Esta enfermedad traicionera ha llegado a todos los rincones del planeta. Es la tuberculosis, la enfermedad infecciosa más mortal del mundo, la cual cobra la vida de 1,5 millones de personas anualmente.

Hasta este año, la tuberculosis y sus aliados mortales, el VIH y el paludismo, estaban ausentes. La cantidad total de víctimas de cada enfermedad a lo largo de la década anterior estuvo en su punto más bajo en 2018, el último año del que se tienen registros disponibles.

Pero ahora, a medida que la pandemia del coronavirus se propaga por el mundo, consumiendo los recursos mundiales en materia de salud, estos adversarios continuamente olvidados están de regreso.

“La COVID-19 amenaza con arruinar todos nuestros esfuerzos y devolvernos al punto en el que estábamos hace 20 años”, dijo Pedro L. Alonso, director del Programa Mundial sobre Paludismo de la Organización Mundial de la Salud.

No es solo que el coronavirus ha provocado que los científicos desvíen su atención de la tuberculosis, el VIH y el paludismo. Los confinamientos, en especial en partes de África, Asia y América Latina, han levantado barreras infranqueables para pacientes que deben viajar a fin de conseguir diagnósticos o medicamentos, de acuerdo con entrevistas con más de una veintena de funcionarios de salud pública, médicos y pacientes de todo el mundo.

El temor al coronavirus y el cierre de las clínicas han mantenido alejados a muchos pacientes que luchan contra el VIH, la tuberculosis y el paludismo, mientras que las restricciones a los viajes por aire o por mar han limitado gravemente la entrega de medicamentos en las regiones más afectadas.

Aproximadamente el 80 por ciento de los programas para atender la tuberculosis, el VIH y el paludismo en todo el mundo han reportado interrupciones en los servicios y una de cada cuatro personas que viven con VIH ha reportado problemas para acceder a medicamentos, de acuerdo con ONUSIDA. Las interrupciones o retrasos en el tratamiento podrían provocar resistencia a los medicamentos, algo que ya representa un gran problema en muchos países.

En India, donde se encuentra aproximadamente el 27 por ciento de los casos de tuberculosis del mundo, los diagnósticos han caído casi un 75 por ciento desde el inicio de la pandemia. En Rusia, las clínicas de VIH han sido transformadas para hacer pruebas de coronavirus.

La temporada de paludismo ha comenzado en África, donde ocurre el 90 por ciento de los fallecimientos en el mundo a causa de esta enfermedad, pero las estrategias habituales de prevención (distribución de mosquiteros tratados con insecticida y aplicación de pesticidas en aerosol) han sido restringidas a causa de los cierres.

De acuerdo con un cálculo, un cierre de tres meses en distintas partes del mundo y un retorno gradual a la normalidad a lo largo de diez meses podría tener como consecuencia un aumento de 6,3 millones de casos de tuberculosis y 1,4 millones de fallecimientos a causa de esta enfermedad.

Una interrupción de seis meses de la terapia antirretroviral podría derivar en más de 500.000 fallecimientos adicionales por enfermedades relacionadas con el VIH, de acuerdo con la OMS. Otro modelo de la OMS pronosticó que, en el peor de los casos, los fallecimientos a causa del paludismo podrían duplicarse a 770.000 por año.

Varios expertos en salud pública, algunos al borde del llanto, advirtieron que, de continuar las tendencias actuales, el coronavirus podría retrasar varios años, o incluso décadas, el esmerado progreso en contra de la tuberculosis, el VIH y el paludismo.

El Fondo Mundial, una sociedad pública y privada para el combate de estas enfermedades, calcula que mitigar este daño requerirá al menos 28.500 millones de dólares, una cantidad que es poco probable que se materialice.

Si analizamos la historia, el impacto del coronavirus en los pobres será visible mucho tiempo después de que termine de la pandemia. Por ejemplo, la crisis socioeconómica en Europa del Este a principios de la década de 1990 derivó en los índices más elevados del mundo de un tipo de tuberculosis que era resistente a muchos medicamentos, una distinción dudosa que la región sigue teniendo actualmente.

El punto de inicio de esta terrible cadena de sucesos es la falta de diagnósticos: mientras más prolongado sea el periodo que una persona vive sin un diagnóstico, y más tarde el inicio del tratamiento, hay mayores probabilidades de que la enfermedad infecciosa se propague, enferme a otras personas y les provoque la muerte.

Para el paludismo, una breve demora en el diagnóstico puede volverse rápidamente fatal, a veces tras solo 36 horas de una fiebre aguda. “Es una de esas enfermedades donde no podemos permitirnos esperar”, dijo Alonso.

Aprensiva por el aumento del paludismo en África occidental, la OMS ahora considera administrar medicamentos antipalúdicos a poblaciones enteras, una estrategia de último recurso utilizada durante la epidemia de ébola en África occidental y la insurgencia de Boko Haram.

En toda la África subsahariana, cada vez menos mujeres acuden a las clínicas para el diagnóstico del VIH. Una interrupción de seis meses en el acceso a medicamentos que evitan que las mujeres con VIH positivo que están embarazadas transmitan la infección a sus bebés en el útero, podría incrementar las infecciones de VIH en los niños hasta en un 139 por ciento en Uganda y 162 por ciento en Malaui, según ONUSIDA.

La disminución de la capacidad de diagnóstico puede tener el mayor efecto sobre la tuberculosis, lo que puede conducir a graves consecuencias para los hogares porque, como el coronavirus, la bacteria se propaga de manera más eficiente en ambientes cerrados y entre las personas en contacto cercano.

Cada persona con tuberculosis puede transmitir la enfermedad a otras 15 personas durante un año, lo que aumenta drásticamente la posibilidad de que las personas se infecten en espacios cerrados y lo propaguen entre sus comunidades una vez que finalicen los confinamientos. La perspectiva es especialmente preocupante en lugares densamente poblados y con altas tasas de tuberculosis, como las favelas de Río de Janeiro o los barrios marginales de Sudáfrica.

“A mayor cantidad de casos sin diagnóstico ni tratamiento, mayores casos habrá el año siguiente y el posterior”, señaló Lucica Ditiu, quien dirige la Alianza Stop TB, un consorcio internacional de 1700 grupos que luchan contra la enfermedad.

La infraestructura construida para diagnosticar el VIH y la tuberculosis ha sido una ayuda para muchos países que están combatiendo el coronavirus. GeneXpert, la herramienta utilizada para detectar material genético de las bacterias de la tuberculosis y del VIH, también puede amplificar el ácido ribonucleico (ARN) para diagnosticar el coronavirus.

No obstante, ahora muchas clínicas están usando los aparatos únicamente para detectar el coronavirus. Poner el coronavirus como prioridad sobre la tuberculosis es “muy tonto desde el punto de vista de la salud pública”, dijo Ditiu. “En realidad debes ser listo y detectar ambos”.

En un país tras otro, la pandemia ha dado lugar a un fuerte descenso de los diagnósticos de tuberculosis: una reducción del 70 por ciento en Indonesia, del 50 por ciento en Mozambique y Sudáfrica, y el 20 por ciento en China, según la OMS.

A finales de mayo en México, mientras las infecciones por coronavirus aumentaban, los diagnósticos de tuberculosis registrados por el gobierno cayeron a 263 casos de los 1097 registrados en la misma semana del año pasado.

Giorgio Franyuti, director ejecutivo de Medical Impact, una organización no gubernamental con sede en México, normalmente trabaja en las selvas remotas del país, donde diagnostica y trata la tuberculosis en el pueblo lacandón. Incapaz de viajar allí durante la pandemia, ha trabajado en un hospital militar improvisado que trata a pacientes de la COVID-19 en Ciudad de México.

Allí, ha visto a nueve pacientes con una tos llena de expectoración —característica de la tuberculosis— que comenzó meses antes pero que se suponía que tenían la COVID-19. Los pacientes contrajeron el coronavirus en el hospital y se enfermaron gravemente. Al menos cuatro han muerto.

“Nadie está haciendo pruebas de tuberculosis en ninguna institución”, dijo. “La mente de los médicos en México, así como la de quienes toman las decisiones, está fijada en la COVID-19”.

“La tuberculosis es el monstruo más grande de todos. Si hablamos de muertes y pandemias”, dijo, la COVID aún no se compara con los “diez millones de casos al año” de la tuberculosis.

India entró en confinamiento el 24 de marzo, y el gobierno ordenó a los hospitales públicos que se concentrasen en la COVID-19. Muchos hospitales cerraron los servicios ambulatorios para otras enfermedades.

El impacto en los diagnósticos de tuberculosis fue inmediato: el número de casos nuevos registrados por el gobierno indio entre el 25 de marzo y el 19 de junio fue de 60.486, en comparación con 179.792 durante el mismo periodo en 2019.

La pandemia también está reduciendo el suministro de pruebas de diagnóstico para estas enfermedades asesinas, conforme las empresas recurren a la fabricación de pruebas más costosas para detectar el coronavirus. Cepheid, el fabricante de pruebas diagnósticas para la tuberculosis con sede en California, ha pasado a hacer pruebas de coronavirus. Las empresas que hacen pruebas de diagnóstico para el paludismo hacen lo mismo, de acuerdo con Catharina Boehme, directora ejecutiva de la Fundación para Nuevos Diagnósticos Innovadores.

Las pruebas de coronavirus son mucho más lucrativas, pues tienen un costo de unos 10 dólares, en comparación con los 18 centavos de una prueba rápida de paludismo.

Estas empresas “tienen una gran demanda de pruebas para la COVID-19 en este momento”, afirmó Madhukar Pai, director del Centro Internacional McGill para la Tuberculosis en Montreal. “No puedo imaginar que las enfermedades de la pobreza reciban atención en este espacio”.

La pandemia ha obstaculizado la disponibilidad de medicamentos para el VIH, la tuberculosis y el paludismo en todo el mundo al interrumpir las cadenas de suministro, desviar la capacidad de fabricación e imponer barreras físicas para los pacientes que deben viajar a clínicas distantes para recoger los medicamentos.

Esta escasez obliga a algunos pacientes a racionar sus medicamentos, lo que pone en peligro su salud. En Indonesia, la política oficial es proporcionar un mes de suministro de medicamentos a la vez a los pacientes con VIH, pero últimamente ha sido difícil conseguir la terapia antirretroviral fuera de la capital, Yakarta.

Incluso en la ciudad, algunas personas están ampliando el suministro de un mes a dos, dijo “Davi” Sepi Maulana Ardiansyah, activista del grupo Inti Muda.

El propio Ardiansyah lo ha hecho, aunque sabe que ha puesto en riesgo su bienestar. “Esta pandemia y esta falta de disponibilidad de medicamentos está afectando mucho nuestra salud mental y también nuestra salud”, dijo.

Durante el encierro en Nairobi, Thomas Wuoto, quien tiene VIH, tomó prestados medicamentos antirretrovirales de su esposa, quien también está infectada. Como educador voluntario sobre VIH, Wuoto sabía muy bien que estaba arriesgándose a desarrollar resistencia a los medicamentos al mezclar u omitir dosis. Cuando finalmente llegó al Hospital del Condado de Mbagathi, había pasado diez días sin sus medicinas para el VIH, la primera vez desde 2002 que había perdido su terapia.

Las personas con VIH y tuberculosis que suspenden el tratamiento tienen más probabilidades de enfermarse a corto plazo. A largo plazo, hay una consecuencia aún más preocupante: un aumento de las formas de resistencia a los medicamentos de estas enfermedades. La tuberculosis que ya es resistente a los medicamentos es una amenaza tan grande que se vigila a los pacientes muy de cerca durante el tratamiento, una práctica que en su mayoría ha sido suspendida durante la crisis del coronavirus.

De acuerdo con la OMS, al menos 121 países han notificado una reducción en la cantidad de pacientes con tuberculosis que acuden a las clínicas desde que comenzó la pandemia, lo que pone en peligro los logros alcanzados con tanto esfuerzo.

“Esto es realmente difícil de procesar”, dijo Ditiu. “Se requirió de mucho trabajo para llegar a donde estamos. No estábamos en la cima de la montaña, pero estábamos lejos del pie, entonces vino una avalancha y nos lanzó de nuevo hasta abajo”.

En muchos lugares, los cierres se impusieron con tal rapidez que las existencias de medicamentos se agotaron rápidamente. México ya tenía medicinas expiradas en su suministro, pero el problema se ha exacerbado por la pandemia, según Franyuti.

En Brasil, los medicamentos contra el VIH y la tuberculosis son comprados y distribuidos por el Ministerio de Salud. Pero el coronavirus está arrasando el país, y la distribución de estos tratamientos se ha vuelto cada vez más difícil a medida que los trabajadores de la salud intentan hacer frente a las consecuencias de la pandemia.

“Es un gran desafío logístico lograr que los municipios tengan mayores existencias para que puedan abastecer”, dijo Betina Durovni, científica principal de la Fiocruz, un instituto de investigación en Brasil.

Incluso si, con un poco de ayuda de los grandes organismos de asistencia humanitaria, los gobiernos estuvieran preparados para comprar medicamentos con meses de antelación, el suministro mundial podría agotarse pronto.

La pandemia ha restringido severamente el transporte internacional, lo que dificulta la disponibilidad no solo de ingredientes químicos y materias primas, sino también de suministros de embalaje.

“La interrupción de las cadenas de suministro es algo que realmente me preocupa en el caso del VIH, la tuberculosis y el paludismo”, dijo Carlos del Rio, presidente del consejo científico asesor del Plan Presidencial de Emergencia para el Alivio del SIDA de Estados Unidos.

La exageración acerca de la cloroquina como posible tratamiento para el coronavirus ha llevado al acaparamiento del medicamento en algunos países como Birmania y ha agotado sus reservas mundiales.

Más del 80 por ciento del suministro global de medicamentos antirretrovirales proviene de solo ocho empresas indias. Solo el costo de estos podría aumentar en 225 millones de dólares al año debido a la escasez de suministro y mano de obra, interrupciones del transporte y fluctuaciones monetarias, según ONUSIDA.

También existe un riesgo real de que las empresas indias se vuelquen a medicamentos más rentables o no puedan satisfacer la demanda mundial porque los trabajadores migrantes han abandonado las ciudades a medida que se propaga el virus.

El gobierno indio puede incluso decidir no exportar medicamentos contra la tuberculosis, y así guardar suministros para sus propios ciudadanos.

“Dependemos mucho de unos cuantos desarrolladores o fabricantes clave para todos los medicamentos del mundo, y eso debe diversificarse”, señaló Meg Doherty, quien dirige programas de VIH en la OMS. “Si hubiera más depósitos de medicamentos desarrollados localmente o fabricantes farmacéuticos, estarían más cerca de donde se necesitan”.

Las organizaciones de asistencia humanitaria y los gobiernos tratan de mitigar algunos de los daños mediante la extensión de suministros y el almacenamiento de medicamentos. En junio, la OMS modificó su recomendación para el tratamiento de la tuberculosis resistente a los medicamentos. En lugar de 20 meses de inyecciones, los pacientes ahora pueden tomar pastillas de nueve a 11 meses. El cambio significa que los pacientes no tienen que trasladarse a las clínicas, que cada vez están menos disponibles a causa de los cierres.

Más de la mitad de los 144 países encuestados por la OMS dijeron que optaron por dar a los pacientes de VIH medicamentos suficientes para al menos tres meses —seis meses en el caso de algunos países como Sudán del Sur— y así limitar sus viajes a los hospitales. Pero no queda claro qué tan exitosos han sido esos esfuerzos.

En algunos países, como Filipinas, los organizaciones no gubernamentales han organizado depósitos para que los pacientes recojan píldoras antirretrovirales o han hecho arreglos para dejarlas en las casas de los pacientes.

En algunos países, como Sudáfrica, la mayoría de los pacientes ya recogen los medicamentos en centros comunitarios en lugar de hospitales, aseguró Salim S. Abdool Karim, experto en salud mundial en Sudáfrica y presidente de un comité asesor del gobierno sobre la COVID-19. “Esa ha sido una ventaja importante en cierto modo”.

La pandemia ha expuesto fisuras profundas en los sistemas de salud de muchos países.

En Zimbabue, el personal de los hospitales públicos trabajaba en turnos reducidos incluso antes de la pandemia, porque el gobierno no podía pagar sus salarios completos. Algunos hospitales como el Hospital Central Sally Mugabe, en Harare —que funcionaba a la mitad de su capacidad debido a la escasez de agua y otros problemas— desde entonces ha cerrado sus departamentos ambulatorios, donde los pacientes de tuberculosis y VIH recibían sus medicamentos.

“Los hospitales funcionan en modo de emergencia”, dijo Tapiwa Mungofa, médico del Hospital Sally Mugabe.

La situación no es mejor en KwaZulu-Natal, la provincia que tiene la mayor prevalencia de VIH en Sudáfrica. Zolelwa Sifumba era una adolescente cuando vio imágenes de pacientes esqueléticos que morían de sida. En los últimos años, nuevamente está volviendo a ver pacientes con sida en ese estado en KwaZulu-Natal.

“Vemos a personas que llegan en un estado en el que básicamente se encuentran a las puertas de la muerte”, dijo. “¿Qué es lo que no estamos haciendo bien?”.

El coronavirus está diezmando algunas partes remotas del mundo, pero su propia lejanía hace que sea imposible medir el impacto de la pandemia en estos otros grandes asesinos infecciosos.

La ciudad de Tabatinga en Amazonas, el estado más grande de Brasil, está a más de 1600 kilómetros de la ciudad más cercana con unidad de cuidados intensivos, Manaos. El gobierno ha usado aviones para transportar pacientes con coronavirus a Manaos, pero se han quedado muchos casos, dijo Marcelo Cordeiro-Santos, investigador de la Fundación de Medicina Tropical en Manaos.

Los hospitales están administrando cloroquina a personas con la COVID-19, por recomendación del Ministerio de Salud de Brasil, a pesar de que la evidencia sugiere que no ayuda, e incluso puede ser dañino.

La cloroquina también es un medicamento crucial para la malaria, y su uso indiscriminado puede conducir a la resistencia al medicamento, advirtió Cordeiro-Santos, con posibles consecuencias graves para las personas infectadas en el futuro. Pero también dijo que es posible que la distribución generalizada de la cloroquina pueda ayudar a proteger a los residentes de Amazonas del paludismo.

Otros expertos dijeron que esperan que la pandemia de coronavirus tenga algún lado bueno.

Las agencias de ayuda han recomendado durante mucho tiempo que los países compren medicamentos a granel y proporcionen suministro de varios meses a sus ciudadanos. Algunos gobiernos ahora consideran hacerlo con el VIH, según Doherty, de la OMS.

Los proveedores de atención médica también están adoptando videollamadas o llamadas telefónicas para aconsejar y tratar a los pacientes, lo que a muchas personas les resulta mucho más fácil que viajar a clínicas distantes.

“A veces los sistemas son difíciles de cambiar”, dijo Del Rio, “pero creo que no hay nada mejor que una crisis para cambiar el sistema, ¿cierto?”.

 

 

Hiroshima y Nagasaki: cómo fue el «infierno» en el que murieron decenas de miles por las bombas atómicas

6 agosto 2020 –

Por: Carlos Serrano, BBC News Mundo –

En 1945 Estados Unidos y Japón llevaban cuatro años enfrentados en la Guerra del Pacífico, uno de los mayores escenarios de la Segunda Guerra Mundial.

El 26 de julio de ese año el presidente de EE.UU., Harry Truman, lanzó un ultimátum contra los japoneses.

Les exigía una «rendición incondicional», de lo contrario, les esperaba «una destrucción rápida y absoluta».

El mensaje de Truman no mencionaba el uso de bombas nucleares.

Sin embargo, estos artefactos eran parte del arsenal que EE.UU. tenía listo como parte de su estrategia para zanjar el conflicto.

El 16 de julio EE.UU. había ensayado con éxito la bomba Trinity, la primera arma nuclear que se detonaba en el mundo.

«Tan pronto supieron que la bomba nuclear funcionaría, se asumió que la usarían», explica a BBC Mundo Michael Gordin, historiador especializado en ciencias físicas en la Universidad de Princeton y coeditor del libro «La era de Hiroshima».

«La discusión entre los militares no era si la usarían, la pregunta era cómo la usarían», añade Gordin. «Y la forma más efectiva de usarla sería una que llevara a la rendición de Japón».

Las razones que llevaron a EE.UU. a lanzar las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki aún son objeto de debate, pero las consecuencias son evidentes hasta hoy.

Este es el recuento de los primeros y hasta ahora únicos ataques con bombas nucleares de la historia.

El primer blanco elegido fue Hiroshima. La ciudad no había sido bombardeada antes, así que era un buen lugar para notar los efectos de la bomba. Además, era la sede de una base militar.

El Enola Gay, un bombardero B-29 pilotado por el coronel Paul Tibbets, sobrevolaba Hiroshima a unos 9,5 km de altura cuando liberó la bomba Little Boy, que explotó en el aire, a unos 600 metros del suelo.

«A las 8:14 era un día soleado, a las 8:15 era un infierno», describe en un documental del canal Discovery Kathleen Sullivan, directora de Hibakusha Stories, una organización que recopila testimonios de sobrevivientes de las bombas.

El mecanismo interno de Little Boy funcionaba como una pistola: disparaba una pieza de Uranio 235 contra otra del mismo material.

Al chocar, los núcleos de los átomos que las componían se fraccionaron en un proceso llamado fisión.

Esa fisión de los núcleos ocurre de manera consecutiva, generando una reacción en cadena en la que se libera energía y finalmente desata la explosión.

Little Boy llevaba una carga de 64 kilos de Uranio 235, de los que se calcula que solo se fisionó cerca del 1,4%.

Aun así, la explosión tuvo la fuerza equivalente a 15.000 toneladas de TNT.

Como referencia, tan solo un kilo de TNT puede ser suficiente para destruir un automóvil.

La explosión generó una ola de calor de más de 4.000 °C en un radio de aproximadamente 4,5 km.

«De repente me enfrenté a una gigantesca bola de fuego… Luego vino un ruido ensordecedor. Era el sonido del universo explotando», le contó Shinji Mikamo, sobreviviente de Hiroshima, a la BBC.

Se cree que entre 50.000 y 100.000 personas murieron el día de la explosión.

La ciudad quedó devastada en un área de 10 km2. La explosión se sintió a más de 60 km de distancia.

Dos tercios de los edificios de la ciudad, unos 60.000, quedaron reducidos a escombros.

El intenso calor produjo incendios que durante tres días devoraron un área de 7 kilómetros alrededor de la zona cero.

Japón no se rindió.
Tres días después, EE.UU. lanzó una segunda bomba nuclear.

Nagasaki no estaba en la lista de objetivos prioritarios.

Su topografía accidentada y la cercanía de un campo de prisioneros de guerra aliados, la convertían en un blanco secundario.

Entre los objetivos principales estaba Kokura, una ciudad con zonas industriales y urbanas en terrenos relativamente planos.

El día del ataque, sin embargo, Kokura estaba «cubierta de bruma y humo», según el reporte de los pilotos.

La tripulación tenía órdenes de elegir visualmente el objetivo que maximizara el alcance explosivo de la bomba.

Fue así que se desviaron a Nagasaki.

El bombardero Bockscar, un B-29 pilotado por el mayor Charles Sweeney, dejó caer la bomba Fat Man, que explotó a 500 metros sobre el suelo.

La bomba Fat Man estaba hecha de Plutonio 239.

Era un material más fácil de conseguir y más eficiente, pero requería un mecanismo más complejo para utilizarlo.

El Plutonio 239 no era puro.

Esto podría causar una reacción en cadena prematura, con lo cual se perdería gran parte del potencial de la bomba.

Se usó un mecanismo de implosión, para activar la bomba antes de que ocurriera esa fisión espontánea.

Fat Man tenía una carga de 6 kilos de plutonio, pero se calcula que solo logró fisionarse 1 kilo.

Fue suficiente para liberar una energía equivalente a 21.000 toneladas de TNT.

La explosión fue más fuerte que la de Hiroshima, pero el terreno montañoso de Nagasaki, ubicada entre dos valles, limitó el área de destrucción.

Aún así, se calcula que murieron entre 28.000 y 49.000 personas el día de la explosión.

En Nagasaki la bomba destruyó un área de 7,7 km2. Cerca del 40% de la ciudad quedó en ruinas.

Escuelas, iglesias, hogares y hospitales se derrumbaron.

«El lugar se convirtió en un mar de fuego. Era el infierno. Cuerpos quemados, voces pidiendo ayuda desde edificios derrumbados, personas a quienes se le caían las entrañas…», le dijo a la BBC Sumiteru Taniguchi, sobreviviente de Nagasaki.

No existen cifras definitivas de cuántas personas murieron a causa de los bombardeos, ya sea por la explosión inmediata o en los meses siguientes debido a las heridas y los efectos de la radiación.

Los cálculos más conservadores estiman que para diciembre de 1945 unas 110.000 personas habían muerto en ambas ciudades.

Otros estudios afirman que la cifra total de víctimas, a finales de ese año, pudo ser más de 210.000.

Tras las bombas de Hiroshima y Nagasaki, Japón presentó su rendición.

«Hemos decidido allanar el camino para una gran paz para todas las generaciones venideras, soportando lo insoportable y sufriendo lo insufrible», dijo el emperador japonés Hirohito, dirigiéndose a sus ciudadanos.

La rendición oficial se firmó el 2 de septiembre, a bordo del USS Missouri en la Bahía de Tokio.

Se ponía fin así a la Segunda Guerra Mundial.

La brutalidad de la bomba

En una fracción de segundo tras la explosión de una bomba atómica, se liberan rayos gamma, neutrones y rayos X que salen disparados a una distancia de 3 km.

Estas partículas invisibles bombardean todo lo que encuentran a su paso, incluyendo los cuerpos humanos, y destruyen sus células.

En la bomba de Hiroshima, por ejemplo, resultaron letales para el 92% de las personas que estaban en un radio de 600 metros del punto cero.

Los sobrevivientes de las explosiones, conocidos como hibakusha, sufrieron las devastadoras consecuencias del intenso calor y de la radiación.

De manera inmediata, sufrieron quemaduras que les arrancaron la piel y los tejidos.

«Sentí un dolor punzante que se extendió por todo mi cuerpo. Fue como si un balde de agua hirviendo cayera sobre mí y me restregara la piel», dijo Shinji Mikamo, sobreviviente de Hiroshima, a la BBC.

La exposición al material radiactivo les causó náuseas, vómitos, sangrado y la caída del pelo.

«Era tanto el dolor que sentía cuando me curaban, cuando extraían las gasas una por una, que muchas veces quedaba al borde de la inconsciencia», recuerda Senji Yamaguchi, sobreviviente de Nagasaki.

Con el tiempo, algunas personas desarrollaron cataratas y tumores malignos.

En los 5 años posteriores a los ataques, entre los habitantes de Hiroshima y Nagasaki aumentaron drásticamente los casos de leucemia.

Diez años después de los bombardeos, muchos sobrevivientes desarrollaron cáncer de tiroides, de seno y de pulmón a una tasa superior a la normal.

Además, la salud mental de los hibakusha también se vio afectada por haber presenciado un acto tan atroz, haber perdido a seres queridos y por el miedo a desarrollar enfermedades por causa de la radiación.

Algunos de ellos vivieron condenados a estar confinados en un hospital.

Muchos sufrieron discriminación por su aspecto físico y por la creencia de que acarreaban enfermedades.

Otros vivieron con un sentimiento de culpa por no haber podido salvar a sus seres queridos.

La vida después de la bomba

Hoy Hiroshima y Nagasaki son importantes ciudades industriales y comerciales.

Ambas tienen plazas y museos donde se rinde homenaje a las víctimas.

Los hibakushas que aún viven rondan los 80 años.

Algunos se convirtieron en activistas en contra de la proliferación de armas nucleares y compartieron sus historias como una manera de recordar los horrores de la guerra.

La devastación que causaron las bombas de Hiroshima y Nagasaki desataron, hasta hoy, un intenso debate sobre si fue necesario un ataque de tal envergadura sobre la población civil.

Desde entonces ningún otro país se ha atrevido a usar una bomba atómica en un conflicto armado.

 

 

Esa otra pandemia

6 agosto 2020 –

Por: Gonzalo Silva, Socio del CPB – El Espectador –

Mientras la crisis sanitaria mantenga un ritmo de altibajos, con crecimiento exponencial del virus en algunas regiones del planeta o produciendo rebrotes en otras, como en aquellas que dieron inicio a un proceso de desescalamiento durante las últimas semanas, la incertidumbre seguirá siendo el gran obstáculo para garantizarle al sector turístico un decolaje responsable, seguro y confiable, que le facilite el camino hacia su recuperación.

La nueva normalidad que se vive en Europa, entre los países de la Unión, que tras largas jornadas de discusiones decidieron quitarles los candados a sus fronteras internas y externas, pareciera sacudirse y nublarse en los últimos días, con un aumento confirmado en los casos de coronavirus en toda la región, perfilando una silueta sombría que enciende las alarmas de los gobiernos, en el preámbulo de lo que será una atípica temporada turística.

Varios de esos países que emprendieron la distensión se han visto obligados a estrechar la vigilancia en las fronteras y a condicionar las medidas de bioseguridad para evitar eventuales reboses en la propagación. El Reino Unido, en particular Inglaterra, donde la apertura de hoteles y pubs de manera prematura provocaron situaciones de riesgo, continúa registrando el mayor número de contagios en el continente, e impone una controvertida cuarentena a los viajeros provenientes de España, donde los brotes aumentan y son de tal tamaño que corren el riesgo de convertirse en transmisión comunitaria, es decir, con capacidad de rebosar su control epidemiológico.

Francia vuelve a superar los casos después de suavizar los confinamientos; Italia confirma nueva ola de contagios y sus autoridades insisten en la prudencia como principal arma para combatir la pandemia, en tanto que Alemania evalúa introducir test obligatorios en todos los aeropuertos. Por su parte, Suecia y Portugal se aferran a los renglones principales de la lista roja que traza el mapa regional de la propagación viral.

El aumento en las cifras de contagio, que también se observa en el vecindario, como Estados Unidos y Perú, sin excluir a nuestro país, se ha dado en la medida en que se aligeran las restricciones, y la posibilidad de eventuales desbordes podría conducir a nuevos y masivos confinamientos de la población o a la aplicación de cuarentenas obligatorias focalizadas, como las implantadas en Bogotá, situación adversa que colocaría freno de mano a los avances globales hasta ahora conseguidos, tras largas y costosas restricciones en la movilidad.

Los confinamientos y sus consecuentes restricciones juegan en contra del turismo y dentro de este contexto impactan negativamente en las economías locales, en las inversiones que dinamizan al sector, en el empleo y en el bienestar de las comunidades que dependen de la actividad.

La amenaza de este enemigo invisible y disperso para el que no existen reglas mantiene en la encrucijada a la industria más sólida de las últimas décadas, pero, también, a la más vulnerable a las catástrofes naturales y a los fenómenos de violencia e inseguridad. Sin embargo, aunque su sensibilidad es mayor que la de otros sectores, su recuperación suele resultar más rápida y efectiva, porque la resiliencia, esa capacidad de resistir a las adversidades, ha sido probada en ella a lo largo de las décadas.

La industria del turismo deberá sortear su trago más amargo, levantarse y redimirse del costoso trance para volver a asumir su liderazgo. Según los últimos balances de la Organización Mundial del Turismo (OMT), divulgados la semana pasada, las pérdidas calculadas entre enero y mayo suman US$320 mil millones, más del triple de las registradas durante la crisis económica mundial de 2009. Como entonces, fue este el primer sector impactado y ahora será el último en recibir la luz verde para emprender su despegue.

La reapertura responsable e inteligente de los desplazamientos aéreos y terrestres dependerá de la efectividad de las medidas para gestionar el problema sanitario por parte de los gobiernos. En la medida en que se acorte el tiempo para alcanzar los límites de una cercana normalidad en la vida cotidiana, la industria turística podrá retomar con garantías el proceso de oxigenación que tanto necesita para dar los primeros pasos hacia la recuperación. Y aunque seguramente el conjunto de la economía experimentará una recuperación en ‘U’, su velocidad de reactivación de la demanda será muy superior a la del turismo, al que le podría costar más tiempo lograr su estabilidad y retomar los flujos de turistas de los últimos años.

Cuesta pensar que la gente se resigne a dejar de conocer el mundo ante el letal acecho del Covid-19 sobre los destinos turísticos, donde más temprano que tarde regresarán las grandes masas de viajeros para recorrer sus bulliciosos epicentros, convertidos, hoy día, en lapidarias postales. Pero este horizonte plantea numerosos interrogantes para la industria, en mora de repensar el actual modelo, amenazado por los estragos de aquella otra peligrosa pandemia, representada por la excesiva hipermovilidad que traen los tiempos modernos y ante la cual parece no haber vacuna a la vista.

Posdata: La OMT pronostica para este año una caída de entre 60 y 80% del número de turistas internacionales, con unas pérdidas asociadas que irían de los US$910 mil millones a los US$1.2 billones, dependiendo del tiempo que dure la parálisis y de la rapidez que se tome en su evolución.

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