23 Julio 2019.
Foto: Milenio.com
La frase anterior forma parte del “debate” que el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, sostuvo ayer –durante su acostumbrada conferencia de prensa mañanera– con el periodista Arturo Rodríguez, de la revista Proceso.
El intercambio entre el titular del Ejecutivo y el periodista se registró luego de que el representante de Proceso le preguntara si tenía información respecto de un reportaje, publicado por la revista, en el cual se señala un posible involucramiento del empresario Ricardo Salinas Pliego en operaciones relacionadas con la empresa Fertinal.
A partir de la pregunta, el mandatario “aprovechó” la oportunidad para señalar que la publicación “no se portó bien” con el gobierno que él encabeza y demandar de “los buenos periodistas” que “tomen partido” a su favor, porque “estamos buscando la transformación y todos los buenos periodistas de la historia siempre han apostado a las transformaciones”.
En la óptica del Presidente, el periodismo –el buen periodismo, según sus propias palabras– debe ser parcial, es decir, debe convertirse en “militante”, pero siempre que lo haga a favor del proyecto político que él encabeza.
En otras palabras, los periodistas y los medios de comunicación deben abandonar todos los postulados que han guiado largamente el oficio, porque en un momento de la historia del País hubo quienes, desde la trinchera del periodismo, se sumaron a un movimiento político.
El Presidente está, desde luego, equivocado. En el mundo democrático el papel del periodismo y de los periodistas es informar, verificar datos, presentar objetivamente los hechos a sus audiencias y, sobre todo, cuestionar sin ambigüedades ni concesiones a quienes detentan el poder.
En el mundo democrático el periodismo es una actividad que sirve a los mejores propósitos de la democracia y constituye una suerte de contrapeso al poder público –y también al privado–, con una ventaja sobre los contrapesos políticos e institucionales: no compite por la conquista del poder.
Recurrir a los ejemplos de Francisco Zarco y los hermanos Flores Magón equivale a confesar un nulo entendimiento respecto de la forma en la cual la democracia liberal ha evolucionado en el mundo entero en el último siglo y medio. La comparación es no solamente impertinente, sino torpe.
Los “buenos” periodistas de nuestros días son quienes realizan cotidianamente esfuerzos para reportar, desde la objetividad y la imparcialidad, los hechos que atestiguan. Pero son, sobre todo, quienes no se limitan a reproducir las declaraciones de los políticos y gobernantes, sino que buscan la evidencia que las confirma o las desmiente.
La sofisticación de la vida pública implica entonces que los periodistas trabajemos cotidianamente para desvelar la verdad. En ese sentido, lo peor que puede hacer un periodista –o quien aspire a serlo– es tomar partido, pues en ese momento dejaría de ser periodista.