Crculo de Periodistas de Bogot
Gloria Valencia Diago, socia del CPB: “Una cosa es cultura y otra, muy distinta, espectáculo”

19 junio 2020 –

Por: Guillermo Romero Salamanca,   Comunicaciones CPB –

Doña Gloria Valencia Diago es sinónimo de modestia. Sin lugar a dudas, es la periodista que más ha escrito sobre cultura en Colombia. O mejor, sobre alta cultura, por esa excelencia en el gusto por las bellas artes y las humanidades.

Aunque laboró por más de 20 años en El Tiempo y estuvo al lado de las más destacadas figuras culturales de ese periodo ―escritores de altísimo nivel, grandes exponentes de las artes plásticas, connotados directores de orquesta, solistas internacionales e impulsores del arte― no posee un álbum de fotografías suyas con los personajes.

Ella sabe que la modestia es el complemento de la sabiduría.

En su casa paterna se respiraba arte y el gusto por la literatura y la prensa. Su padre, don Julio Valencia, además de haber sido administrador del diario La Razón, escribía para varios medios, en especial para la revista Mundo al Día. Desde niña vivió la costumbre de desayunar con El Tiempo. Aún tiene suscripción y explica: “no lo cambio por las páginas de internet, una pantalla no tiene el sabor de un diario impreso”.

Decidió estudiar periodismo en la Universidad Javeriana e inicialmente colaboró con la revista Semana. Un día el decano, padre Rafael Arboleda, informó que había una propuesta para laborar en El Tiempo y ella estaba disponible para atender el llamado. El padre Arboleda le dio su bendición y una tarjeta de presentación para don Enrique Santos Castillo, quien le encargó algunas colaboraciones. Poco después ingresó a la nómina del periódico que en esos momentos tenía sus oficinas en la Avenida Jiménez con carrera Séptima y contaba con una nómina de periodistas de muy alto nivel.

DE LLENO EN LA CULTURA

Fue don Roberto García Peña, director del periódico, quien le pidió que se encargara de los temas culturales. “José Ignacio Libreros hacía el noticiero Agenda Cultural en un principio, pero luego me encargaron esa responsabilidad. La columna registraba día a día la cultura de Bogotá y del país, y muchas personas organizaban sus programas de acuerdo con ella”, recuerda.

“Eran muy importantes los conciertos de la Orquesta Sinfónica de Colombia. Tenía un director magistral, el maestro Olav Roots, quien estuvo al frente de esa institución desde 1948 hasta su muerte en los comienzos de los setenta. Los conciertos de los viernes eran un acontecimiento social y cultural de Bogotá. Presentaban solistas nacionales y extranjeros y les daban oportunidad a los compositores colombianos para estrenar sus obras”, agrega.

Gloria Valencia Diago vivió con pasión el periodismo cultural. Desde un comienzo prestó su apoyo al músico Saúl García en su intento de montar una orquesta filarmónica para Bogotá. “A punta de esfuerzo, de ir de oficina en oficina, buscar patrocinadores, convencer a funcionarios de la Alcaldía, logró sacarla adelante. Me extrañó, eso sí, que cuando la Filarmónica cumplió 50 años de labores no lo tuvieran en cuenta en las celebraciones”.

Por entonces no existía un Ministerio de Cultura como tal, sólo había una dependencia manejada por el Ministerio de Educación. Hacia 1968 se creó el Instituto Colombiano de Cultura por iniciativa del poeta Jorge Rojas, el antecedente del actual Ministerio.

DE LA ÓPERA A LAS ARTES PLÁSTICAS

Doña Gloria también registró el nacimiento de la Ópera en Colombia. “Fue todo un acontecimiento, no sólo cultural sino de alta relevancia para el país”, señala.

Mientras cubría información musical, también divulgaba el trabajo de pintores y escultores. “Me correspondió una bella época en que las artes plásticas tenían mucha importancia con figuras como Alejandro Obregón, Fernando Botero, Gonzalo Ariza, Beatriz González, Enrique Grau, Omar Rayo, David Manzur, Antonio Barrera y Juan Antonio Roda, entre otros muchos”.

Tuvo la oportunidad de ver la gestación y desarrollo del Museo de Arte Moderno, obra de la inolvidable Martha Traba y dirigido luego por Gloria Zea durante cuatro décadas. Y también el desarrollo del teatro. “Estaban Santiago García, fundador de La Candelaria, Víctor Mallarino, declamador de primera línea, Jorge Alí Triana y tantos otros”.

Eran frecuentes sus entrevistas con poetas y escritures como Jorge Rojas, Eduardo Carranza, Gabriel García Márquez y Manuel Zapata Olivella. Toda esta labor le valió, en 1979, el Premio Simón Bolívar de Periodismo Cultural.

 

Gloria Valencia Diago en compañía de su esposo Pedro Acosta Borrero.

SU VINCULACIÓN AL CPB CAMBIÓ SU VIDA

“Llevaba poco tiempo en el periódico cuando don Enrique Santos me dijo que asistiera al almuerzo que organizaba el Círculo de Periodistas de Bogotá en el Hotel Tequendama todos los 9 de febrero, Día del Periodista. Era una ceremonia muy elegante. Desde entonces comenzó mi vinculación con el gremio. Ese día también conocí a Pedro Acosta, con quien empezamos una bonita amistad que luego terminó en matrimonio”.

Don Pedro Acosta Borrero trabajó en El Espectador y El Tiempo, y fue jefe de redacción de El Liberal. Laboró en radio y en televisión, donde dirigió Diario Visión, Controversias y  Tele Noticias. Fue Jefe de Información y Prensa durante el gobierno del presidente Alfonso López Michelsen. También se desempeñó como profesor de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, editor de su revista y director de su programa de televisión “Nuestro Recursos”. Integró la Junta Directiva del Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB) en varias ocasiones. Escribió libros de investigación histórica y dos novelas, “El cadáver del Cid” y “La noche de Cristo”. Su biografía sobre Alfonso López Pumarejo fue publicada después de su fallecimiento, con el patrocinio de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.

En la inauguración de la sede del CPB de la calle 26 con carrera 13, con Jorge Cabarico

DEL PERIODISMO A LA GALERÍA

Luego de su paso por El Tiempo, con su esposo decidieron montar una Galería de Arte que se llamó Acosta Valencia. Estaba localizada en la carrera 11 con calle 99, al norte de Bogotá. “Era un lugar muy especial. Me quedaba cerca de la casa y podía estar pendiente de mi hijo Lorenzo que estaba muy niño. Allí se exhibieron pinturas y esculturas tanto de jóvenes artistas como de las grandes figuras del momento”.

–¿Su hijo heredó también el amor por el periodismo?

–Por supuesto, dice sonriente doña Gloria. Él es abogado, trabaja en la Universidad del Rosario como profesor de pregrado y maestría en Derecho, tiene un Doctorado en Historia y escribe regularmente en El Espectador. Además, es guionista de documentales.

–¿Cómo analiza el cubrimiento cultural en la actualidad?

–Lo veo con tristeza. Se confunde la cultura con el espectáculo. Son dos temas diferentes. Ponen la imagen de un reguetonero y dicen que eso es cultura. No. Hay que diferenciar lo uno de lo otro para restituirle a la cultura la dignidad que merece y que tantos hemos ayudado a construir a lo largo de los años.

–¿Qué recuerda con mayor cariño de su paso por Lecturas Dominicales?

–Fue una excelente época. El director era Eduardo Mendoza Varela y el subdirector Jaime Paredes Pardo, ambos escritores quienes cumplieron una excelente labor de divulgación y estímulo de las letras colombianas.

–¿Por qué su amor por el CPB?

–Por tantos recuerdos, por las personas que han pasado por allí. Mientras haya periodistas habrá CPB. La calidad del periodismo ahora está amenazada por el abuso de las redes sociales, pero la verdad siempre saldrá a flote y se requiere de periodistas para registrar los hechos que hacen la historia.

 

En Estados Unidos ha habido más de 400 ataques a la libertad de prensa ¿por qué?

19 junio 2020 –

Por: DW.COM – Alemania –

La Policía ha atacado a periodistas durante las protestas antiracismo. DW habló con Courtney Radsch, del Comité para la Protección de Periodistas, sobre el trasfondo de la degradación de la libertad de prensa en EE. UU.

DW: Según el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ), en Estados Unidos ha habido más de 400 casos de violaciones de la libertad de prensa desde finales de mayo, ¿Qué tipo de violaciones?

Courtney Radsch: Trabajamos en estrecha colaboración con el Rastreador de la Libertad de Prensa de EE. UU. (US Press Freedom Tracker), que realiza todas las investigaciones y documentaciones. El Comité para la Protección de los Periodistas es un socio fundador del rastreador y hemos estado investigando más de 400 incidentes desde el inicio de las protestas por la injusticia racial y la brutalidad policial desde el 26 de mayo.

Esos incidentes incluyen arrestos por parte de la Policía, asaltos de agentes y manifestantes, disparos con proyectiles a los manifestantes, robo de equipos y una serie de diferentes agresiones que estamos documentando y poniendo a disposición en el sitio web del Rastreador de la Libertad de Prensa de Estados Unidos.

Al reportero de Deutsche Welle, Stefan Simons, le dispararon con balas de goma y amenazaron con arrestarlo en Minneapolis. ¿Qué tan común es eso?

Desafortunadamente, los ataques no letales con proyectiles, como el lanzado contra Stefan Simons por parte de la policía, es más bien frecuente. Durante las últimas semanas, hemos registrado al menos 89 incidentes con balas de goma o proyectiles, 27 con espray de pimienta y 49 con gases lacrimógenos.

No todos ellos fueron necesariamente dirigidos a los periodistas porque eran periodistas. A veces es simplemente una cuestión de estar en medio de una multitud que protesta. Pero ha habido numerosos incidentes en los que la Policía le apuntó directamente a los periodistas. Estamos profundamente preocupados por esto y pedimos que dicha institución abra una investigación sobre estos incidentes.

¿Qué significa para el estado de la libertad de prensa cuando la Policía persigue a periodistas, incluso frente a las cámaras en vivo, en un país como EE. UU., que se considera a sí mismo un «faro de la democracia»?

Es realmente inquietante que, a pesar de que las fuerzas del orden supieran que hay cámaras rodando, que incluso transmiten en directo en la televisión, hayan perpetrado esos ataques. Y, esto se remonta aún más atrás. Yo vivía en Los Ángeles cuando la sucedió la paliza contra Rodney King, que fue grabada. Pero los policías no fueron condenados. Eso llevó a un gran levantamiento en Los Ángeles que se remonta a 1991, 1992 y, por supuesto, mucho más antes.

Por otra, parte, el periodismo local en EE. UU. ha sufrido un fuerte declive en los últimos 10 o 15 años. Más del 20 % de los periódicos ha cerrado. Más de la mitad de los puestos de trabajo en las salas de redacción han sido eliminados. Y recientemente, como resultado de la pandemia, al menos 36.000 periodistas han perdido sus trabajos, han sido despedidos o se les ha recortado el salario.

¿Ve usted que la tendencia a la baja en el periodismo está relacionada con el aumento de los ataques a los periodistas? ¿Son un blanco más fácil porque son «débiles»?

Yo no diría tanto que son débiles y por eso es más fácil atacarlos. Creo que se trata más bien de la falta de confianza en los medios, la falta de conocer a alguien en los medios. Hay muchas fuerzas policiales y de seguridad locales que no conocen a los periodistas que cubren el acontecer diario, debido a que cada vez hay menos medios.

Hay una combinación de factores, entre los que se cuenta que el declive de los medios locales y de las salas de redacción impide establecer una relación directa con la Policía.

Pero también, creo que hay cada vez más gente que no entiende cómo el periodismo se relaciona con su vida cotidiana. Hay una tendencia a considerar el periodismo o los medios de comunicación como el blanco constante de la ira del presidente Donald Trump. La realidad es que el periodismo local es muy importante para los individuos en estas comunidades.

¿Qué significaría para los periodistas de todo el mundo que la libertad de prensa se viera aún más erosionada en Estados Unidos?

En todo el mundo se ha visto el declive de EE. UU. en términos de su liderazgo en la libertad de prensa y los derechos humanos. Esto se ha visto, no solo con la salida del país del Consejo de Derechos Humanos y la UNESCO sino de otros foros de cooperación internacional. Hemos sido testigos constantes de las reprimendas y denigración de la prensa por parte del presidente Trump y otros políticos.

Hemos observado cómo el Gobierno usa la retórica de deslegitimización del periodismo independiente llamándolo «noticias falsas» ha tenido eco en muchas partes del mundo y ha sido adoptada por líderes tan diversos como Duterte en Filipinas, Bolsonaro en Brasil, Orban en Hungría, Putin en Rusia y China y Egipto. Estos países que no necesitan realmente una pretensión de represión, se alegran sin embargo de tenerla en forma de «noticias falsas».

Ahora, la pandemia les da otro motivo adicional para tomar medidas severas y controlar más la información. Y luego se completa con las imágenes de brutalidad policial contra los periodistas, sin mencionar a los manifestantes que también estaban cubriendo los hechos. Es realmente una combinación peligrosa de la disminución del liderazgo y el hecho de que no hay nadie más que los proteja. Así que los periodistas están en grave peligro en todo el mundo debido a esto.

Y añadiría una cosa más. El asesinato del periodista árabe Jamal Khashoggi puso en evidencia la falta de respuesta a ese crimen y de hacer responsable a Arabia Saudita, a pesar de que lo han demostrado informes de inteligencia. Esta combinación de factores ha creado una condición que nunca he visto en mi vida de periodista.

INTERNACIONAL | Las leyes de emergencia de la Covid-19 dinamitan la libertad de prensa

19 junio 2020 –

Por: Reporteros Sin Fronteras – España –

La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia mundial por Covid-19 el 11 de marzo de 2020 y, desde entonces, los gobiernos la han utilizado como pretexto para suspender las garantías constitucionales. Ahora que se vislumbra la calma relativa, es fundamental que se levanten estas medidas excepcionales.

Ante la epidemia sin precedentes, muchos gobiernos se han enfocado en quienes trabajan en la información. Incentivada por la emergencia, la propagación de la represión se ha traducido en un arsenal de leyes, reglamentos y medidas de emergencia. Los ataques a la libertad de prensa y las regulaciones especiales han proliferado en los cinco continentes. Abarcan una variedad de procedimientos restrictivos, desde impedimentos menores hasta penas de prisión firme.

«La crisis sanitaria del coronavirus ha agravado todas las demás crisis y ha tenido un impacto particular en el periodismo y el derecho a la información», explica Christophe Deloire, secretario general de Reporteros Sin Fronteras (RSF). «Para llevar su represión aún más lejos, los peores regímenes han recurrido a todos los medios a su alcance y, cuando estos resultaban insuficientes, han introducido otros nuevos con la excusa de la urgencia o de las circunstancias excepcionales. Ahora es urgente acabar con esas medidas excepcionales y desbloquear la información».

Algunos países, como Honduras, adoptaron inmediatamente medidas para limitar la libertad de expresión; otros, como Brasil, han frenado el acceso a la información o a las publicaciones y algunos han retrocedido desde entonces, como es el caso de Hungría. El presidente Viktor Orbán presentó una ley de emergencia sobre el coronavirus que le ha permitido legislar por decreto por un período indefinido y establecer una sentencia de cinco años de prisión por publicar información falsa. Está previsto que la ley sea derogada en torno al 20 de junio.

En El Salvador, Tailandia y Armenia, las restricciones a los movimientos de los periodistas, la imposición del toque de queda y los mecanismos de rastreo fueron un gran motivo de preocupación. Finalmente han sido eliminados. Algunos gobiernos, como el de Namibia, aprovecharon la oportunidad para restringir la asistencia a las conferencias de prensa.

En otros lugares, el acceso a la información estaba estrictamente controlado. La Universidad de Medicina Bangabandhu Sheikh Mujib de Bangladesh, la única facultad de medicina del país, publicó un memorando dirigido a los docentes, los médicos y los empleados en el que se prohibía hablar con los medios de comunicación sobre cualquier cuestión de salud sin autorización previa. En el memorando se exponía que debían abstenerse de empañar la imagen del gobierno y las universidades.

En Grecia, el Ministerio de Sanidad publicó el 13 de abril una resolución que prohibía al personal de los hospitales hablar con los medios de comunicación y exigía a los periodistas griegos que antes de informar dentro de los hospitales, tuvieran permiso del Gobierno.

Los medios de comunicación de servicio público a menudo se han visto sometidos a una intensa presión gubernamental. En Japón, una ley de emergencia (derogada el 25 de mayo) añadió la emisora pública NHK a una lista de instituciones a las que el gobierno puede dar «instrucciones». En Ucrania, la presión sobre los proveedores de noticias de servicio público tomó un giro inquietante cuando la emisora pública PBC fue despojada de una cuarta parte de su presupuesto.

Lo más frecuente es la adopción de medidas legislativas de emergencia que permiten la censura total de información perturbadora o alarmante. En Camboya, el Gobierno se otorgó la facultad legal de prohibir la publicación de «cualquier información que pueda causar inquietud, temor o desorden». En Vanuatu, toda información sobre la Covid-19 debe ser aprobada oficialmente antes de su publicación.

La tentación gubernamental más común ha sido, sobre todo, la de imponer la información oficial como la única fuente de información creíble y autorizada, siempre dependiendo de las tradiciones democráticas y el imperio de la ley de cada país.

En la India, Egipto, Botsuana y Somalia, por ejemplo, solo pueden publicarse las declaraciones gubernamentales sobre el tema. En Esuatini (antes conocido como Suazilandia), está prohibido utilizar medios impresos y electrónicos para obtener información sobre la Covid-19 sin la autorización previa del Ministerio de Salud.

Junto con estas medidas represivas, se ha ampliado enormemente el arsenal de sanciones. Las armas de represión contra los periodistas individuales, así como contra los medios, se han reforzado considerablemente en muchos países: secuestros de tirada y prohibiciones de publicación (Kirguistán), fuertes multas (de hasta 25.000 euros en Rusia) y sentencias de prisión disuasorias (hasta seis meses en Sudáfrica, 18 meses en Indonesia, cinco años en Botsuana y Argelia, y hasta 20 años en Zimbabue).

En Liberia, las autoridades judiciales han amenazado con cerrar o incautar cualquier medio que publique lo que consideran información falsa. En Rumania, el comité de crisis del gobierno entró en acción y cerró 12 diarios digitales. En Birmania, se cerraron 221 webs, incluidas las páginas dirigidas especialmente a las minorías étnicas del país.

Además de esta ola de obstáculos y sanciones, uno de los aspectos más preocupantes de la crisis de la Covid-19 ha sido sin duda el uso pernicioso de los gobiernos de la noción de desinformación y «noticias falsas».

En Etiopía, la definición de información falsa es tan amplia que da a las autoridades el poder discrecional de declarar falsa cualquier información. En Bolivia, 37 «agentes políticos» han sido condenados de «desinformación y desestabilización» en juicios sumarios.

En Rusia, la definición de desinformación y el daño que supuestamente causa son competencia exclusiva de los jueces. El 21 de abril, el Tribunal Supremo amplió esta definición a las redes sociales e, incluso, a simples conversaciones. En Egipto, el Consejo Supremo para la Regulación de los Medios ha pedido que los ciudadanos denuncien la publicación de «noticias falsas» sobre la Covid-19. El establecimiento de estas leyes de emergencia a menudo muestra una gran aceptación de la idea de noticias falsas. También se utilizan para disuadir críticas y silenciar la oposición.

 

El periodismo y el activismo

19 de junio 2020 –

Por: Santiago Ángel – El Tiempo – Colombia –

El doctor Fernando Quijano, director del diario ‘La República’, dijo hace poco en un debate que tuvimos en la mesa de ‘La FM’ sobre periodismo, una frase que debería, como dice Juan Gossaín, estar impresa en oro en las redacciones del país.

“Aunque los periodistas no deben actuar como jueces, sí tienen que tener sentido de justicia. Hay que ser justos”. Esto significa en palabras más fáciles que los periodistas tenemos la obligación de ser duros con los hechos, pero respetuosos con las personas. Mucho más importante, debemos siempre tener equilibrio en nuestras publicaciones para darle todas las garantías a quien podemos afectar como si se tratara de un debido proceso en la justicia. 

Con esto estoy lejos de decir que los periodistas debamos comportarnos como jueces. Esa es justamente la crítica que pretende esta columna. Y es una crítica que comienza por un mea culpa. Yo mismo me he equivocado con publicaciones que han afectado a personas con las que por algún afán de impacto noticioso, no fui suficientemente justo. 

Hace poco hice una publicación trabajando para otro medio en la que, sin decirlo explícitamente, acusaba a una persona que trabajaba para el Ministerio de Salud por algo que no le correspondía. Ella, que tenía una hoja de vida intachable, resultó siendo familiar de la pareja de una persona que en la Superintendencia del mismo sector fue capturada y acusada por un escándalo de corrupción parecido al del cartel de la toga; aprovechando la información privilegiada de la Superintendencia, aparentemente le exigían recursos o favores a algunas instituciones de salud, a cambio de retrasar sanciones, archivarlas o contarle previamente a los implicados para poder manipular los procesos o evitar el golpe mayor de la justicia. 

La publicación le generó a esta persona problemas personales, laborales y una profunda tristeza por sentirse acusada y blanco de los grandes medios, aquí va el problema, de forma injusta. Esto es algo que ocurre sistemáticamente en los medios de nuestro país. No fue la única vez en que me equivoqué, pero cada experiencia similar me ha enseñado a tratar de tener con la contraparte o con los acusados de algún hecho irregular, la mayor cantidad de garantías y de justicia posible antes de que las consecuencias sean irreversibles. La libertad de prensa no es un derecho que otorgue carta blanca para afectar el buen nombre y la honra de las personas. Hoy me sigo equivocando; los periodistas no tenemos la obligación de ser infalibles, pero sí de reconocer los errores y corregirlos con lealtad. 

El problema con el activismo es justamente que ante las pasiones personales que se convierten en el norte de su sentido de existencia, se pierde toda noción de justicia con la contraparte. La contraparte ya no es un tercero investigado, una persona un gobierno, o una entidad en la que puede haber errores y hechos que comprueben errores, sino enormes enemigos declarados. Esa es la diferencia entre el activismo y el periodismo. 

Los medios de comunicación tenemos todos enfoques editoriales que enriquecen el debate democrático. Algunos son más institucionales y otros prefieren el camino del contrapoder. En Estados Unidos sucede igual y ese no es un problema. Por el contrario, está bien que los ciudadanos reconozcan ideales y convicciones establecidas en los enfoques editoriales para que sepan con precisión desde dónde les hablamos. Pero los hechos son irrebatibles. El periodismo, aún con errores, publica, documenta, revela, narra, y analiza hechos. El activismo los alarga y los moldea como a una vajilla de barro para probar sus hipótesis que se convierten en afiladas espadas contra sus enemigos. 

Además, los medios de comunicación tienen protocolos, editores, correctores de estilo, salas de redacción y, aunque no es muy común en nuestro país, revisores de hechos que se encargan de aprobar que lo que se dice sea exacto y se ajuste a la verdad o a la historia. En el activismo no hay control, no hay contrapesos. En la mayoría de casos lo que sucede es que una persona con rencillas privadas decide enfocar el total de su trabajo en contra de alguien; una idea; un gobierno, eligiendo decididamente dejar de lado otras ideas, otros gobiernos, y otras personas. Y en esa lógica sin editores, jerarquías, y debate de redacción, el activismo ataca. 

Aún en ese contexto hay muy buenos investigadores en el activismo descubriendo hechos que cobran toda la relevancia para el interés de la ciudadanía. Pero ante la ausencia del sentido de justicia que deberían tener con quienes se convierten en sus opositores, enemigos y detractores personales, los hechos que son ciertos y deben ser publicados con toda la transparencia, se vuelven fácilmente manipulables. La decisión entonces es crear una historia que a partir de hechos ciertos, pero sin sentido de justicia, logren afectar a la contra parte de la forma más contundente para causar daño. 

El riesgo de esta nueva forma de contar la realidad es que las personas, ciudadanos todos con pasiones y convicciones sobre política, economía y sociedad, pierden a su vez el deber de sensatez y se hacen incapaces de separarse del colectivismo para tener una postura independiente y justa con quienes no piensan igual que ellos. En esa producción del debate, que ahora se monopoliza en las redes sociales, la única consecuencia posible es la manipulación de la verdad y la desinformación que termina beneficiando siempre, en cualquier extremo, derecho o izquierda, a alguien. 

Lo más grave de las consecuencias del auge del activismo es la pérdida de la confianza de los ciudadanos en los medios. Los ciudadanos creen que todos los periodistas somos arrodillados de algún poder, sin que hayan hecho una revisión juiciosa y justa de nuestro trabajo y de las publicaciones que hacemos, o de los contenidos que producimos todos los días. Allí también pecamos algunos que nos dejamos llevar por la controversia en Twitter. 

El mejor ejemplo de lo que debe ser el ideal es una columna del periodista Ben Smith en el ‘New York Times’.  Smith cuestionó a Ronan Farrow, un periodista estrella en Estados Unidos que se volvió rápidamente famoso por exponer al director acosador de Hollywood, Harvey Weinstein, en su trato con las mujeres. El periodista del NYT investigó el libro más reconocido del joven Farrow, ‘catch and kill’ y descubrió que en sus primeras acusaciones a Weinstein hubo inconsistencias basadas en testimonios de personas que luego se retractaran. No tuvo Farrow en los inicios de sus publicaciones sentido de justicia con Weinsten (había que tenerlo) que terminó siendo un acosador deleznable. Smith encontró que esas inconsistencias se repitieron sistemáticamente, y que por el ánimo de fama de Farrow y el liderazgo que le otorgó su vocería en el caso, muchos hechos terminaron en realidad siendo manipulados. Y la historia no se construyó con completa lealtad a la verdad. (Ver artículo: https://www.nytimes.com/2020/05/17/business/media/ronan-farrow.html

El periodismo no debe ser fama ni activismo. La visibilidad privilegiada que tenemos los periodistas debe ser utilizada para tratar de dirigir a la ciudadanía con información, investigaciones y análisis, por el sendero de la sensatez y la comprensión de lo que ocurre todos los días. Cuando esos objetivos se pierden en el camino, no hay marcha atrás. E insisto, eso no tiene nada que ver con el enfoque editorial de los medios, que es legítimo y debe ser cada vez más transparente. 

No es un momento fácil para la democracia, pero ahora más que nunca el periodismo tiene la misión especial de regresar al sentido de justicia con todos a quienes llevamos al banquillo de los micrófonos y de darle más relevancia al análisis riguroso de los hechos, sobre las pasiones personales que nos nubla la perspectiva. Mea culpa. 

 

La afinidad con un periodista, una de las primeras razones para pagar una suscripción

19 junio 2020 –

Por: Laboratorio de Periodismo – España –

La afinidad que un lector pueda tener con un periodista en particular es una de las  primeras razones que impulsan a contratar una suscripción, según se desprende del último informe Digital News, dado a conocer esta misma semana. Según la investigación, en este caso refiriéndose a EEUU y Reino Unido, en general, el factor más importante a la hora de suscribirse es el carácter distintivo y la calidad del contenido. En ambos países, los suscriptores creen que están obteniendo mejor información que de fuentes gratuitas.

Pero otra razón poderosa, remarcada por más de un tercio, es una estrecha afinidad con un periodista en particular. Este dato apuntala una de las estrategias que están llevando a cabo algunos medios de pedir a sus periodistas que sean activos a la hora de captar suscriptores, destacando por ejemplo en redes sociales el valor del contenido de calidad y animando a suscribirse. Sin embargo, un sector de periodistas no está de acuerdo con que está labor de captación deba corresponder a ellos, no al menos de una manera programada o activa.

En cuanto a otros factores que incluyen a la hora de contratar una suscripción, en  EEUU tiene relevancia el hecho de que esa suscripción y los servicios y contenidos que abarca les prepara mejor para salir adelante en su trabajo (13% en Estados Unidos en comparación con sólo el 3% en el Reino Unido).  Esto coincide con una mayor proporción de suscriptores en publicaciones financieras como el Wall Street Journal.

La naturaleza competitiva del mercado de EEUU, con múltiples publicaciones que persiguen suscripciones, también está haciendo que los suscriptores sean más conscientes de encontrar ofertas o paquetes ventajosos.  Un tercio cita obtener un “buen trato” como razón para suscribirse.

Con todo, las razones para suscribirse a una publicación en línea son complejas y están parcialmente afectadas por factores del lado de la oferta, como la cantidad de noticias gratuitas de alta calidad disponibles, indica la investigación.

Sólo una suscripción por persona:

la batalla medios generalistas entre ellos y generalistas vs locales Hay otro dato que conviene tener en cuenta y es que a diferencia de otros mercados de suscripciones, como el del VoD (Video on Demand), en el que se pagan varios servicios como Netflix, HBO, Disney, Prime, etc., en la industria de medios lo habitual, de entre los que pagan, es una única suscripción, por lo que habrá una batalla importante no sólo entre medios generalistas sino entre generalistas y regionales/locales.

En cuanto a perspectivas de pago futuras, alrededor del 80-90% de las personas que pagan una suscripción a un periódico digital piensan que es probable que al menos sigan pagando el acceso el año que viene.

Además, alrededor de la mitad de los que actualmente tienen acceso gratuito dicen que podrían comenzar a pagar si se agota su acceso gratuito. “Esto es alentador -indica el informe- y quizás aún más alentador es que estas cifras implican tasas de retención que son comparables a las de las suscripciones a servicios de transmisión de video y audio como Netflix y Spotify”.

¿Cómo pueden los editores atraer nuevos suscriptores?

A pesar de que un 40% de los entrevistados en los Estados Unidos y 50% en el Reino Unido dicen que nada podría persuadirlos a pagar, porque tienen poco interés en las noticias, o están suficientemente satisfechos con las muchas fuentes de noticias gratuitas disponibles en estos países (se observa que donde menos fuentes gratuitas hay, como en Noruega, más dispuesta está la gente a pagar), sí hay otros que manifiestan cierta voluntad de suscribirse.

El precio y la conveniencia son algunos de los factores clave que podrían marcar la diferencia. En Noruega, un tercio (30%) dice que podría suscribirse si fuera más barato y un 17% manifiesta que se suscribirían si con una suscripción pudieran acceder a múltiples sitios.  Otros estaban interesados ​​en explorar inicios de sesión familiares, similares a los ofrecidos por Netflix o Spotify.

 

Un golpe en la puerta y desaparecen: las detenciones secretas de Venezuela silencian a los críticos

19 junio 2020 –

Por: Julie Turkewitz y 

Una multitud de agentes del gobierno de Venezuela ingresaron al hogar con armas pero sin orden judicial y se llevaron a Ariana Granadillo. Durante la semana que siguió la confinaron, golpearon, interrogaron y casi la ahogaron. Después la dejaron irse casi tan intempestivamente como se la llevaron.

Su hermana la buscó durante días, incapaz de sacarle información a los funcionarios. A Granadillo, entonces de 21 años, sus captores le dijeron que eran agentes de contrainteligencia. “Nunca, nunca, nunca, nunca me involucré en nada de política”, dijo en una entrevista, pero pronto se enteró de que su calvario no era inusual.

Las detenciones secretas, conocidas legalmente como “desapariciones forzadas” juegan un papel central en los esfuerzos cada vez más autoritarios del gobierno venezolano para controlar a su población, desalentar a la disidencia y castigar a sus oponentes, según un nuevo informe de dos grupos de derechos humanos que consiguió en exclusiva The New York Times.

El reporte, publicado el viernes, documenta 200 casos similares en 2018 y 524 el año pasado, un alza que atribuye al incremento de protestas conforme Venezuela ha soportado sucesivas crisis económicas y políticas y la respuesta represora del gobierno. Fue producido por Foro Penal, un grupo venezolano que lleva un registro meticuloso de los casos, y Robert F. Kennedy Human Rights, una organización sin fines de lucro con sede en Washington, D.C.

Los investigadores documentaron numerosos secuestros en los que las autoridades llegaron en vehículos no identificados, no mostraron identificación ni órdenes judiciales, confiscaron celulares y computadoras y dijeron poco al esposar y cubrir la cabeza de los detenidos. Más del 20 por ciento de las víctimas reportaron haber sido torturados durante el cautiverio.

Con el derecho internacional como guía, estos grupos definieron las desapariciones forzadas como aquellas detenciones que duraron dos o más días y en las que, a diferencia de una detención ordinaria, las autoridades estatales se negaron a proveer información sobre el paradero de las personas.

El informe se añade a un gran cuerpo de evidencia de violaciones de derechos humanos cometidas por el presidente Nicolás Maduro y sus aliados, entre las que se cuentan reportes generalizados de tortura y un análisis de Naciones Unidas de que las fuerzas de seguridad venezolanas han cometido miles de ejecuciones extrajudiciales.

El gobierno no respondió a una carta en la que se le solicitó comentario.

Las desapariciones forzadas son consideradas como un crimen contra la humanidad bajo el derecho internacional si se comprueba que suceden de manera sistemática. Los autores del reporte sobre Venezuela dicen que la práctica es “una de las más graves y crueles violaciones a los derechos humanos” porque deja a las víctimas “en un estado de absoluta indefensión”.

La táctica recuerda a las de las dictaduras latinoamericanas de derecha a las que Maduro y su antecesor, Hugo Chávez se opusieron desde siempre. Argentina y Chile fueron conocidas por detener —y a menudo asesinar—a personas en los años 70 y 80.

El nuevo análisis encontró que en Venezuela, la desaparición promedio duró poco más de cinco días, lo que sugiere que el gobierno buscaba sembrar miedo y al mismo tiempo evitar el escrutinio que podrían generar las detenciones a largo plazo y gran escala.

Las motivaciones detrás de las desapariciones parecen variar, de acuerdo a las entrevistas llevadas a cabo por Foro Penal e incluyen extraer información, acallar a los disidentes o remover temporalmente a los opositores de la esfera pública. El año pasado 49 personas desaparecieron tras lo que el reporte llamó “protestas debido a las fallas en los servicios básicos”, como el agua o la electricidad.

El gobierno de Maduro también podría estar utilizando a mujeres como Granadillo como fichas de negociación, al llevarse en ocasiones a las amadas en un intento de aterrorizar a sus parejas.

Su única falta aparente, dijo Granadillo, era que el primo segundo de su papá era un coronel a quien el gobierno percibía como un oponente político.

Granadillo, estudiante de medicina, fue secuestrada la primera vez en febrero de 2018, cuando vivía en la casa del coronel en las afueras de Caracas, cerca del hospital donde iba a empezar una pasantía.

Los agentes que irrumpieron exigieron que ella y una prima los acompañaran para interrogarlas, las subieron a un auto blanco, las esposaron y “nos hicieron saber que de ahí en adelante eran dueños de nuestras vidas”, dijo ella.

La llevaron, a ciegas, a un edificio del que salía música estruendosa, la empujaron a un baño y la amenazaron con una navaja, mientras le preguntaban sobre la ubicación del coronel. Ella y su prima pasaron la noche ahí, donde las obligaron a hacer sus necesidades frente a uno de los captores.

“La música subía y bajaba de volumen”, dijo, “lo que permitía en momentos escuchar los gritos de otras personas a las que evidentemente se les estaba torturando”.

Los siguientes días, los agentes la obligaron a firmar un documento “en el que prometíamos no divulgar todos los abusos” y la dejaron irse. Dos días después inició su pasantía, empeñada en terminar la carrera de medicina.

Pero tres meses después, los agentes volvieron. Esta vez era de mañana y estaba en la cama. Subieron a Granadillo y a sus padres a un taxi sin placas y con vidrios polarizados, les ataron las manos y los encapucharon para llevarlos a otra casa.

Después de que la interrogaron y golpearon, dijo, pasó la noche en una celda bajo las escaleras. Al día siguiente los agentes le dieron agua y un poco de comida y “recalcaron que nadie sabía ni siquiera que estábamos secuestrados”, dijo. Una agente se le acercó.

“Me vio a los ojos y sin mediar palabra sacó una bolsa del puño y la colocó en mi cara, cubriéndola completamente. Uno de los hombres aguantaba mis piernas y mis manos estaban detrás de mi espalda, inmóviles, atadas”

Incapaz de respirar bajo el plástico, “me desesperé tan rápido que en segundos ya sentía la asfixia”.

En ocasiones podía escuchar que los agentes golpeaban e interrogaban a su papá.

Una semana más tarde, los oficiales dejaron a Granadillo y sus padres en un camino de Caracas, dijo. Eventualmente huyeron del país y ahora viven en un pequeño pueblo de Colombia.

Sin sus documentos académicos, no ha podido proseguir con sus estudios de medicina. Muchos de sus amigos de Venezuela se han distanciado por miedo a las represalias del gobierno. Tiene 23 años y ha cambiado para siempre, dijo, temerosa de que toquen a la puerta, ansiosa constantemente, batallando contra una profunda depresión.

Extraña “la inocencia que tenía antes de lo que pasé”, dijo. “Porque yo descubrí una maldad en el ser humano que no sabía que existía”.

Maduro ha dado un giro completo desde sus días estudiantiles como activista que denunciaba las violaciones de derechos humanos perpetradas por los gobiernos venezolanos pro-estadounidenses durante la Guerra Fría.

Cuando su mentor, Chávez, llegó al poder en 1999, el nuevo gobierno de izquierda juró acabar con los abusos del sistema previo y crear una sociedad democrática e igualitaria. En cambio, Chávez mandó a prisión a sus oponentes selectivamente para neutralizar a los rivales y consolidar su poder.

Esta persecución dirigida dio paso al uso sistemático del miedo y la represión, dicen los defensores de derechos humanos, después de la muerte de Chávez en 2013, cuando Maduro tomó el poder.

Y según el nuevo informe, las desapariciones forzadas se convirtieron en herramientas para debilitar a los rivales como Gilber Caro, un carismático legislador de oposición. Las fuerzas de seguridad lo han encarcelado tres veces desde inicios de 2017, a pesar de su inmunidad parlamentaria.

En total, Caro ha pasado casi dos años en prisión, a menudo en lugares desconocidos para sus familiares o abogados, sin que se le haya condenado por ningún crimen.

En los breves periodos de libertad entre desapariciones, Caro le contó a sus amigos de la tortura y abuso a que fue sometido en manos de las fuerzas de seguridad y continuó su trabajo social y deberes parlamentarios.

Pero las personas cercanas a él dicen que la tortura, las privaciones carcelarias y el dolor de vivir bajo la amenaza constante de un secuestro traumatizaron a Caro. El año pasado ya se había cconvertido en un hombre callado e introspectivo que batallaba para seguir una conversación en eventos públicos.

 

El ‘Juneteenth’ es un recordatorio de que la libertad se ganó con esfuerzo

19 junio 2020 –

Por: Brianna Holt – The New York Times –

Para mí, celebrar el Día de la Libertad (Juneteenth) era como planificar una fiesta de cumpleaños o una reunión familiar. En 1987, mi padre organizó el primer encuentro del Día de la Libertad en Grand Prairie, Texas, y continuó haciéndolo durante toda mi infancia, lo que terminó por inculcármelo. Semanas antes de la fecha, mi familia y nuestros amigos solían crear itinerarios y buscar proveedores de comida soul (tradicional de las comunidades negras del sur de Estados Unidos), intentábamos generar un ambiente diferente al año anterior, para mantener a la gente entusiasmada por asistir, todo con un presupuesto ajustado.

Algunos años había múltiples presentaciones musicales y actividades costosas. En otros, se realizaban concursos sin premios monetarios. Pero cada año, sin importar la cantidad de financiamiento obtenida, dos temas se mantenían fieles: la comunidad y el orgullo de ser de Texas.

El 19 de junio de 1865, dos años y medio después de la Proclamación de Emancipación por parte del presidente Abraham Lincoln, soldados de la Unión llegaron a Texas para informar que la Confederación se había rendido dos meses atrás y que las personas esclavizadas ya eran libres. Texas fue el último estado en recibir la noticia. En celebración del tan esperado fin de la esclavitud, los texanos negros nos reunimos cada año para recordar a nuestros ancestros y el trato cruel que soportaron por siglos.

En un estado conservador donde todavía se congregan grupos de supremacistas blancos y las banderas de los Estados Confederados ondean en la parte trasera de camionetas, es una manera de señalar que somos tan texanos como cualquiera y que nuestra cultura tiene influencia en un lugar que alguna vez retrasó nuestra emancipación. El Día de la Libertad es un recordatorio de que nuestra libertad se ganó peleando. No nos la regalaron. Es el modelo para los cientos de movimientos que siguieron y que siguen buscando garantizar la libertad obtenida.

En 2020, durante un clamor nacional de justicia, el reconocimiento del Juneteenth parece ser más grande que nunca: un número cada vez mayor de compañías, incluyendo Vox Media, Twitter y Square, establecerán desde ahora el 19 de junio como un día festivo permanente en sus compañías. La fecha además se siente más relevante y oportuna que nunca. Es un recordatorio de que la libertad plena sigue siendo una deuda histórica.

La mañana del Día de la Libertad siempre comenzaba con un desfile. Equipos de baile, bandas estudiantiles y grupos de iglesias mostraban sus talentos mientras que los negocios pequeños y los centros recreativos locales conducían carros alegóricos para mostrar su apoyo a la comunidad negra.

Si no marchaba con mis amigos, me iba de aventón en la parte trasera de la camioneta de mi abuelo, donde solía sentarme junto a mi padre. Poníamos música de Prince a todo volumen mientras los peatones nos seguían sin parar de bailar. Muchas personas le gritaban: “¡Gracias!” a mi padre. Podía ver cuán orgulloso estaba de su trabajo y sobretodo de la hermandad presente en su propio vecindario.

La ruta de 30 minutos nos llevaba hasta el parque. Allí, los niños eran recibidos con castillos inflables, paseos en caballo, canchas de baloncesto y una piscina. Los adultos y ancianos se congregaban alrededor del escenario o daban un paseo por los puestos de comerciantes, debatiendo el concepto de ser un verdadero cristiano y contando chismes del vecindario.

A las dos de la tarde se servía el almuerzo, el cual era antecedido por una oración de agradecimiento guiada por oradores invitados y culminaba con un montón de abrazos y besos de personas que de alguna manera tenían parentesco contigo. Al caer la tarde, los padres empezaban a irse poco a poco, mientras los niños más grandes cazaban luciérnagas o escuchaban a los ancianos contar historias de cuánto había cambiado el vecindario desde que eran niños. Por la noche, las familias se iban a sus casas o al lago a estallar fuegos artificiales.

Toda la celebración duraba apenas seis horas, pero tenía la vitalidad de hacer que te sintieras querido y protegido durante todo el verano. Funcionaba como un recordatorio de que había una comunidad de personas que querían lo mejor para ti, te apoyaban y querían verte tener éxito. Cada vez que salías de una celebración de Juneteenth, te llevabas nuevas historias, nuevas conexiones y un nuevo sentido de lo que significaba ser negro, específicamente lo que significaba ser negro en Texas.

Mientras veo cómo marcas predominantemente blancas publican sus comunicados de Black Lives Matter y escudriño correos electrónicos de editores que finalmente están interesados en mi opinión, recuerdo todo lo que escuché y me dijeron durante las celebraciones del Día de la Libertad.

“Nunca compres en un lugar donde no te contratarían” y “No dejes que nadie te diga que no puedes hacer algo” son frases que retumban bien profundo en mis oídos mientras transito el proceso de incorporarme a este movimiento. Recuerdo las lecciones de historia y las conversaciones incómodas sobre el racismo sistémico que no escuché en un salón de clases sino de los oradores en el Juneteenth.

Asistir a una celebración del Día de la Libertad era liberador: tenía la libertad de usar mi cabello como quisiera sin ser juzgada, de vestirme como quisiera sin recibir comentarios y de expresarme sin sufrir microagresiones. Todas estas libertades que me fueron otorgadas siendo niña me han moldeado hasta convertirme en la orgullosa mujer negra que soy hoy. Es el único día de cada año en el que he podido existir, sin complejos ni problemas, en un espacio rodeado de personas que realmente desean mi crecimiento.

En respuesta a los asesinatos recientes de Ahmaud Arbery, Breonna Taylor y George Floyd, las protestas y el activismo en línea y callejero se han propagado por todo el mundo. Desde una petición de justicia a nivel nacional hasta la cancelación del programa de televisión Cops, y ahora la instauración de un día feriado que celebra la emancipación, nuestras demandas finalmente están siendo escuchadas. La importancia del Día de la Libertad por fin está recibiendo amplio reconocimiento.

Es probable que este movimiento también pierda su ímpetu a medida que los negocios comiencen a reabrir y la “vida normal” regrese. Pase lo que pase, sé dónde estaré este 19 de junio: celebrando la lucha permanente que la gente valiente e incansable que me precedió espera que mi generación continúe.

 

Evolución del coronavirus: cómo el SARS-CoV-2 se comporta más como si fuera una enfermedad de transmisión sexual

19 junio 2020 –

Por: Athena Aktipis y Joe Alcock – BBC – Londres –

En el caso de los virus, hay una delgada línea entre la severidad y la transmisibilidad. Si son demasiado virulentos, matan o dejan incapacitado a su huésped, pero esto limita su habilidad de infectar a otros nuevos.

Por el contrario, si hacen poco daño, no pueden generar suficientes copias de sí mismos para volverse infecciosos.

Pero, el SARS-CoV-2, el coronavirus que causa la covid-19, esquiva esta compensación evolutiva.

Los síntomas, por lo general, no aparecen hasta que la persona infectada ha estado propagando el virus durante varios días.

Un estudio del SARS-CoV-2 estimó que la tasa más alta de transmisión viral tiene lugar uno a dos días antes de que la persona infectada comience a mostrar síntomas.

En términos más sencillos, sólo te sientes enfermo cuando el virus ha logrado cumplir con su meta evolutiva: propagarse.

Los virus que son buenos haciendo copias de sí mismos y haciendo que esas copias entren dentro de nuevos huéspedes, son más exitosos y se vuelven más prevalentes hasta la que inmunidad del huésped o medidas de salud pública lo contienen.

Como profesores que estudiamos medicina evolutiva, sabemos que la compensación entre la virulencia y la transmisibilidad ayuda a mantener a un patógeno bajo control.

La misma destructividad de un virus evita que se propague demasiado.

Esto ha sido el caso con otros patógenos pandémicos, incluyendo el virus de Marburgo, el ébola y el coronavirus original responsable del SARS.

Los brotes que causan consistentemente síntomas severos son más fáciles de acorralar con medidas de salud pública, porque los individuos infectados son fácilmente identificables.

El SARS-CoV-2, sin embargo, puede invadir comunidades sigilosamente, porque muchos individuos infectados no tienen ningún síntoma.

Como una enfermedad de transmisión sexual

Desde este punto de vista, la covid-19 se asemeja a una enfermedad de transmisión sexual.

La persona infectada continúa viéndose y sintiéndose bien, mientras propaga la enfermedad a nuevos huéspedes.

El VIH y la sífilis, por ejemplo, son relativamente asintomáticos por una gran parte del tiempo en que son contagiosas.

Con el SARS-CoV-2, investigaciones recientes indican que el entre el 40% y el 45% de las personas infectadas son asintomáticas.

Y estos portadores son capaces de transmitir el virus por un período más largo.

La covid-19 tiene otra similitud con muchas enfermedades de transmisión sexual.

Su severidad no es la misma en todos los huéspedes y por lo general estas diferencias son dramáticas.

Hay evidencia de que la habilidad para luchar contra la infección difiere entre la gente. La severidad entre las cepas del virus también puede ser diferente, aunque aún no hay evidencia sólida al respecto.

Incluso cada cepa de SARS-CoV-2 puede afectar a la gente de diferentes formas, lo cual puede facilitar su propagación.

El virus SARS-CoV-2 -o cualquier otro patógeno- no cambia deliberadamente lo que hace para explotarnos y usar nuestro cuerpo como vehículo de transmisión, pero los patógenos pueden evolucionar de modo que parezca que están jugando con nosotros.

Estudios muestran que los patógenos pueden expresar virulencia condicional -es decir, que pueden ser altamente virulentos en algunos individuos y menos virulentos en otros- dependiendo de características del huésped como la edad, la presencia de otras infecciones y la respuesta inmunitaria de cada individuo.

Esto puede explicar por qué el SARS-CoV-2 evita el mecanismo de compensación.

En algunos individuos maximiza la virulencia. En otros maximiza su transmisibilidad.

Cómo el SARS-CoV-2 se sale con la suya

La edad, hasta el momento, parece ser un factor crítico. La gente mayor tiende a sufrir infecciones altamente destructivas, mientras que los huéspedes más jóvenes, aunque pueden infectarse de la misma manera, se ven mayormente poco afectados.

Esto puede ser porque distintos huéspedes pueden tener distintas respuestas inmunitarias.

Otra explicación es que, a medida que nos volvemos mayores, somos más propensos a desarrollar otras enfermedades como obesidad e hipertensión, que pueden hacernos más susceptibles al daño provocado por el SARS-CoV-2.

Más allá del mecanismo, este patrón basado en la edad le permite al SARS-CoV-2 salirse con la suya desde el punto de vista evolutivo: devastando a las personas mayores con alta virulencia, pero manteniendo a las personas más jóvenes como vehículos de transmisión.

Algunos estudios indican que la gente joven es más probable que sea asintomática.

Ambos, los asintomáticos y los presintomáticos pueden transmitir el virus.

¿Qué sabemos entonces de la evolución del SARS-CoV-2? Desafortunadamente, aún no mucho. Hay algo de evidencia de que el virus puede estar adaptándose a nosotros, como nuevos huéspedes, pero hasta el momento no hay evidencia que muestre que estas mutaciones están cambiando al virulencia o transmisibilidad del SARS-CoV-2.

Y como el SARS-CoV-2 puede esquivar la compensación típica entre la virulencia y la transmisibilidad, puede que haya poca presión evolutiva para transformarse disminuir su severidad a medida que se propaga.

De todos los misterios que rodean a la covid-19, una cosa es cierta: no podemos dejarnos llevar por una falsa sensación de seguridad. Como advirtió Sun Tzu en «El arte de la guerra», conoce a tu enemigo.

Hay mucho más que saber sobre el SARS-CoV-2 antes de cantar victoria.

Coronavirus | Investigación BBC: ¿cuál es la cifra «real» de muertes de la pandemia?

19 junio 2020 –

Por: Becky Dale & Nassos Stylianou – BBC – Londres –

Además de las 440.000 muertes por covid-19 registradas en todo el mundo de forma oficial, durante la pandemia han fallecido al menos otras 130.000 personas a nivel global, según concluye una investigación de la BBC.

Una revisión de los datos de mortalidad preliminares de 27 países muestra que en muchos países la cifra general de defunciones durante la pandemia ha sido superior a la normal.

El llamado «exceso de muertes» o «exceso de mortalidad», el número de muertes por encima del promedio, sugiere que el impacto humano de la pandemia excede los datos oficiales publicados por los gobiernos de todo el mundo.

Algunas de estas muertes corresponden a víctimas de covid-19 no registradas, pero otras son el resultado de la presión sobre los sistemas de salud y otras serie de factores.

Explora nuestra guía animada del exceso de muertes y mueve el cursor hacia abajo para ver cómo la pandemia ha afectado a países como Brasil, Italia, Sudáfrica o Reino Unido.

Comparar la tasa de mortalidad entre los distintos países es algo complicado de hacer.

La precisión de los datos del coronavirus depende de cuántas personas se sometan a pruebas de detección del virus y de si los gobiernos incluyen en sus cuentas las muertes fuera de los hospitales.

A medida que el virus se ha extendido por todo el mundo, los países han alcanzado las distintas etapas del brote en diferentes momentos.

En algunos lugares el exceso de mortalidad aún puede aumentar en las próximas semanas y meses, especialmente a medida que se revisan las cifras, mientras que en otros comienza a regresar a niveles normales.

Pero analizar todas los fallecimientos ocurridos durante el brote, sea cual sea la causa, y compararlos con los registrados el mismo periodo de años anteriores puede proveer material para hacer una evaluación más precisa, aunque aún provisional, sobre la cifra real de muertes de la pandemia.

¿Cómo se mide el exceso de mortalidad?

Para medir el exceso de muertes, usamos datos de mortalidad que reflejan las muertes por todas las causas.

Suele ser información recogida y publicada por el registro civil central, el Ministerio de Salud o la autoridad estadística de un país.

Puede tomar un tiempo considerable procesarlos y verificarlos, por lo que los datos sobre todas las muertes registradas en los últimos meses suelen ser preliminares y están sujetos a revisión, y es probable que las cifras aumenten.

El exceso de mortalidad representa el número total de muertes por encima del promedio histórico. No está desglosado por edad, así que no tomamos en cuenta las diferencias demográficas entre las poblaciones de cada país.

Presentamos la cifra del exceso de mortalidad redondeada a la centena más próxima.

¿Cómo fueron elegidos los países?

Nos enfocamos en aquellos países con un registro sólido de la mortalidad, en los que empezaron a recoger los datos como mucho cuatro semanas después del inicio de la pandemia.

Allá donde no había un registro nacional confiable, nos centramos en una región más pequeña para completar los datos, como Estambul en el caso de Turquía.

En Yakarta, Indonesia, el registro de entierros en la ciudad nos sirvió como indicador del recuento de muertes.

¿Cómo estableció el periodo a evaluar?

Establecimos el inicio del brote en la semana o el mes durante el cual el país registró su quinta muerte oficial por covid-19.

Y extendimos el periodo hasta la última fecha en la que hay datos disponibles y que sean poco proclives a sufrir variaciones.

En la mayoría de los casos, calculamos la base de muertes previstas a partir de un promedio de fallecimientos reportados en el área en cinco años anteriores, de 2015 a 2019.

En la medida de lo posible, nos remitimos a la cifra de muertes esperada por la autoridad estadística correspondiente, para dar cuenta de los cambios de población o de factores ambientales conocidos.

¿Qué significa «ninguna en general»?

En los gráficos anteriores, el término «ninguna en general» significa que el exceso de mortalidad está recogido en las estadísticas oficiales de muertes por coronavirus o que simplemente no hubo.

El exceso mortalidad por otras causas se calcula restando el total de muertes por covid-19 al exceso de mortalidad general registrado durante el brote.

¿Qué fuentes usamos?

El recuento oficial de muertos por covid-19 a menudo proviene directamente de los informes públicos de los gobiernos.

En los casos en los que no había datos oficiales disponibles o no eran de fácil acceso, utilizamos cifras compiladas y publicadas por el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC).

Para áreas subnacionales como Yakarta, nos basamos en las muertes atribuidas al covid-19 específicas de cada zona.

En el caso de Estambul, solo contábamos con datos publicados a nivel nacional, por lo que el exceso de mortalidad atribuido al coronavirus en la ciudad está subestimado.

Tiempos de pospandemia

19  junio 2020 –

Por: Gonzalo Silva, Socio del CPB – El Espectador –

Este año las ciudades y playas europeas vivirán un verano diferente, como no les sucedía desde hacía muchas décadas. La pandemia del coronavirus ha cambiado radicalmente el paisaje y no se verán abarrotadas por asfixiantes y bulliciosas multitudes de turistas depredadores, sino más bien semivacías y silenciadas, reconquistadas por sus propios residentes y recorridas por menor número de visitantes que buscan reanudar una vida normal y disfrutar de vacaciones soleadas.

La presencia del COVID-19, con sus riesgos para la salud pública, apagó el mundo, lo obligó a cerrar fronteras e impulsó un cambio —muy seguramente temporal— en los estilos de vida, con positiva incidencia en el medio ambiente. El confinamiento evidenció en las ciudades un menor impacto paisajístico y reducidos niveles de contaminación del aire, mientras que las playas ahora lucen más limpias y atractivas, rodeadas de aguas cristalinas. Los pobladores de destinos comúnmente atestados se han podido liberar de las hordas invasoras por un momento.

Para describir el rechazo hacia los efectos depredadores que produce la actividad, en España se puso de moda el término “turismofobia”, bajo cuyo alero se han desprendido movimientos regionales de protesta, que han tomado vuelo en países vecinos, como Italia, y han llegado a excesos de violencia y vandalismo para exigir un cambio radical en la práctica del actual modelo turístico que altera de manera negativa la cotidianidad de ciertas comunidades.

A lo largo del último medio siglo el turismo ha crecido de manera permanente y progresiva, gracias a una suma de factores que han facilitado su propagación. La globalización, el estímulo que le ofrecen los Estados por ser parte coyuntural de sus economías, el aumento de la clase media, el auge de las líneas aéreas de bajo costo, los cruceros, la fácil disponibilidad de alquilar casas mediante el uso de plataformas virtuales y la innovación comercial para atraer turistas pusieron a rodar la industria y la catapultaron como sector económico fundamental y estratégico para potenciar el desarrollo.

El turismo es un surtidor de puestos de trabajo, de inversiones y de beneficios económicos y son numerosos los países que dependen de esta actividad en función de su producto interno bruto (PIB). Sin embargo, en ciertos destinos la saturación ha llegado a límites de insospechado riesgo y ese ha sido su lunar. Problemas como la presión a la que se somete la infraestructura urbana, la privatización de espacios públicos y la congestión que afecta bienes comunes y comunidades desfiguraron su fisonomía y provocaron cambios rigurosos en los estilos de vida y en el bienestar social de los residentes.

El malestar ciudadano aumenta a la misma velocidad con la que los comercios locales se convierten en tiendas de souvenirs, los barrios se vuelven prohibitivos y los apacibles suburbios ceden ante el auge de los llamados “pisos turísticos” —que encarecen la vivienda—, estimulados por plataformas como Airbnb y Homeaway. El foco de responsabilidad, sin embargo, no está dirigido contra la industria per se, sino contra el desbordamiento permitido por las autoridades, que hasta ahora se muestran poco dispuestas a poner sobre la mesa soluciones que aseguren la sostenibilidad de los entornos residenciales.

Ciudades como Venecia, Ámsterdam, Barcelona, Brujas o Santorini, la isla indonesia de Komodo o atractivos como Machu Picchu o el Taj Mahal, están rebosados, sobrecargados, víctimas de una masificación destructora y más temprano que tarde estarán obligados a recibir menos gente de la que reciben hoy en día.

El confinamiento global se presenta, entonces, como una oportunidad perfecta para que los gobiernos del mundo replanteen la planificación de la industria a fin de ponerle linderos a esta saturación, que como fenómeno social transformó sosegados destinos en vibrantes espacios comerciales que devoran patrimonios, producen aglomeraciones, encarecen el costo de vida, generan problemas de convivencia e impulsan la emigración de los residentes.

La crisis del coronavirus ha demostrado lo que pueden hacer los gobiernos para afrontar las graves emergencias y este obligado parón global podría ser la oportunidad para ponerle límites al crecimiento desbordado del sector y repensar el modelo, pues aunque el regreso masivo de turistas tomará su tiempo en reanudarse, volverá a surgir como esa misma sombra oscura y letal que se cierne sobre ciudades, playas y parques naturales.

[email protected]

@Gsilvar5

El brujo danzante y los rituales de Han

19 junio 2020 –

Por: Arturo Guerrero, Socio del CPB – El Colombiano –

“Los coreanos llaman ‘corona blues’ a la depresión consecuencia de la pandemia”. “‘Freinheit’, la palabra alemana para ‘libertad’, significa en origen ‘estar con amigos’… La libertad es la manifestación de una relación plena. Por tanto, también deberíamos redefinir la libertad a partir de la comunidad”.

Quien formula este par de tesis tiene autoridad de origen para hacerlo. Es coreano y bregó media vida en Seúl. Es también el filósofo vivo de Alemania -país donde vive- más leído en el mundo. Sabe de lo que escribe. Es Byung-Chul Han.

Acaba de publicar la traducción al español de su libro de ensayo “La desaparición de los rituales”, (Herder, 2020). Respondió por correo electrónico una entrevista para Babelia, suplemento cultural de El País, de Madrid, donde declaró lo anotado.

El virus nos ha hecho más intercomunicados digitalmente, pero la comunidad desaparece, la soledad y el aislamiento aumentan. A Han le gusta citar a Peter Handke, el reciente Nobel de Literatura, quien elogia la manera como los curas en misa tratan bien las cosas: hostias, cáliz, páginas del libro. El coreano asiente y confiesa que, aunque no es creyente, gusta de asistir a las ceremonias católicas. También adora a Bach y su arte de la repetición.

Allí experimenta que, en lugar de consumir y destruir las cosas como hace el capitalismo, en los rituales las tratamos como si fueran amigas. “Las cosas ritualizadas también pueden crear comunidad. Los rituales poseen un factor de repetición animada y vivificadora. Anclan la comunidad en el cuerpo. Sentimos físicamente la comunidad”.

Pero con la pandemia falta la comunidad palpable físicamente. “El coronavirus ha acabado totalmente con los rituales. Ni siquiera está permitido darse la mano. La distancia social destruye cualquier proximidad física”. En contraste, “en los rituales el cuerpo es un escenario en el que se inscriben los secretos, las divinidades y los sueños”.

Si Han investigara dónde residen en origen estos tres sustantivos inscritos en el cuerpo ritual, hallaría el baile Zaouli, de la etnia Guro de Costa de Marfil. El danzante brujo talla, con la ronda animada de sus piernas, una ceremonia más vivificante que la misa y que las variaciones de Bach: https://www.youtube.com/watch?v=0J7QsjhYSfg.
Las nuevas venas abiertas de América Latina: oro, petróleo y aguacates… un periodista inglés revisita la obra de Eduardo Galeano

13 junio 2020 –

Por: Irene Hernández Velasco – BBC londres –

Se cumplen el año próximo 50 años de la publicación de «Las venas abiertas de América Latina», el famoso ensayo obra del escritor uruguayo Eduardo Galeano.

Un libro que se convirtió en la biblia de la generación de izquierdas que alcanzó el poder en la zona a principios del siglo XXI (léase Lula, Evo Morales, Rafael Correa o Hugo Chávez) y en el que se narraba el salvaje saqueo de los recursos naturales de la región por parte de los imperios coloniales primero y de los estados imperialistas después.

«Los latinoamericanos somos pobres porque es rico el suelo que pisamos», sentenciaba Galeano.

Para escribir «Las venas abiertas de América Latina», Galeano recorrió buena parte del continente.

Ahora un periodista británico, Andy Robinson (Liverpool, 1970), ha realizado muchos de los mismos viajes que efectuó hace medio siglo Galeano (Potosí, Minas Gerais, Zacatecas, etc.) para analizar cuál es la situación actual de las materias primas en América Latina y ver si han cambiado las cosas.

El resultado es un libro estremecedor titulado «Oro, petróleo y aguacates. Las nuevas venas abiertas de América Latina» (Editorial Arpa).

Un ensayo en el que Robinson detalla cuáles son las nuevas riquezas de América Latina (coltán, petróleo, litio, soja, niobio, aguacates…) y en el que revela cómo una docena de materias primas explican los últimos golpes de Estado, las rebeliones ciudadanas y la crisis medioambiental en ese continente.

Y advierte que la pandemia de coronovirus puede representar otra década perdida para las economías de la región, que ya se encontraba en un estado terriblemente débil, y que está agudizando terriblemente las desigualdades sociales.

Eduardo Galeano sostenía: «Los latinoamericanos somos pobres porque es rico el suelo que pisamos». Usted que ha recorrido muchas de las rutas que él hizo, ¿considera que sigue siendo verdad esa máxima?

En alguna medida sí. No creo que sea casualidad que los países en desarrollo que más han logrado estrechar la brecha con los países ricos sean los asiáticos, que tienen pocos recursos naturales.

Eduardo se refería a lo que se suele llamar la maldición de las materias primas en el sentido de que despertaban la avaricia colonialista y un saqueo implacable a lo largo de siglos de los recursos naturales, primero por las potencias coloniales y luego las multinacionales.

Creo que los gobiernos de la izquierda en América Latina entendieron que era necesario «nacionalizar» esos recursos y utilizar los ingresos para redistribuir la renta, y su enorme mérito es haber sacado a millones de la pobreza.

Pero no lograron salir de la trampa de la dependencia de la exportación de materias primas y por tanto permitieron sobrevaloraciones de sus divisas. Y cuando terminó el súper ciclo de precios altos de las materias primas, les pasó factura.

Al margen de esa explicación económica -mi libro no pretende ser una tesis sino que es una serie de crónicas periodísticas- lo maravilloso de esa frase de Galeano es la paradoja que describe.

Y las paradojas son útiles para entender la realidad esperpéntica de América Latina. He intentado destacar unas cuantas paradojas en el libro.

El fenómeno de Alicia en el País de las Maravillas de correr para quedarte en el mismo sitio se puede aplicar a muchas actividades de la economía de materias primas.

¿Cuáles son las nuevas materias primas que hacen de América Latina un continente riquísimo?

No son nuevas, pero Brasil se ha convertido en el productor de soja, carne y pollo más grande del mundo.

La exportación de estos alimentos básicos genera muchos ingresos pero como se explica en el libro las consecuencias medioambientales y sociales son muy preocupantes.

En cuanto a minerales tenemos metales como el niobio y coltán en Brasil y Venezuela que, en el contexto de una suerte de Guerra Fría versión siglo XXI entre EE.UU. y China, se han convertido en recursos que tienen un valor geopolítico.

Y se explica también que el litio en el salar de Uyuni en Bolivia -que Evo Morales quiso industrializar para fabricar baterías y hasta coches eléctricos- acabó desempeñando un papel en el golpe de noviembre del año pasado. Aunque un papel contradictorio y paradójico.

¿Y por qué todas esas riquezas naturales siguen sin transformarse en prosperidad económica para ese continente?

Por el motivo comentado antes. Hay que crear valor en una economía moderna y a veces la presencia de recursos naturales te ofrece un «camino bajo» de desarrollo en lugar del «camino alto» elegido por China.

Pero esas son cuestiones complejas y el libro no pretende ser una tesis sobre la gestión económica ni dar recetas simplistas.

Es una serie de crónicas de viaje, cada una inspirada por un recurso o una materia prima como punto de partida pero luego se va un poco por las ramas.

En el capítulo del oro hasta se llega a Salt Lake City para hablar del fetichismo por el oro de la derecha cristiana en EEUU. Y en el capítulo de la plata de San Luis Potosí en México se acaba hablando más del peyote.

En el de la papa, viajo a Los Andes donde los indígenas crearon 4.000 clases distintas de papa, en busca de una salida de mi propia adicción a las papas fritas.

Hay un homenaje a las venas abiertas en cada capítulo pero confieso que las crónicas ofrecen pinceladas descriptivas y testimonio de los pueblos más que un análisis económico profundo.

Galeano denunció en su libro el saqueo de los recursos naturales de América Latina por parte de los imperios coloniales y postcoloniales. ¿Quién se beneficia ahora de las materias primas de América Latina?

Pues durante el periodo de la ‘pink tide’ (la marea rosada, como se conoce a la mayor influencia en el siglo XXI de la izquierda en América Latina) se logró que el estado se beneficiara más de estas actividades y por lo tanto ayudaron a trasferir rentas a los más necesitados.

Ahora tras los golpes en Brasil, Bolivia y en cierta medida en Ecuador, vuelven a ser las multinacionales extranjeras…

Muchas de esas materias primas se extraen en lugares extremos. ¿Cómo son las condiciones de trabajo en general de los trabajadores que se dedican a sacarlas de la tierra?

Yo hablo en varios capítulos de las condiciones de los mineros artesanales, de los barqueros colombianos y de los garimpeiros brasileños.

Sus condiciones de trabajo son duras, pero no tanto como las condiciones que dejan a las comunidades indígenas tras la deforestación, el envenenamiento con mercurio y cianuro y el asesinato de campesinos.

A diferencia de las economías extractoras de azúcar, café o banana del siglo XVII y XVIII que Galeano describe, la nueva agroindustria de soja y carne no emplea a mucha gente.

Pero desplaza a comunidades campesinas y destruye la selva, tal y como se describe en el libro.

Los gobiernos de izquierdas en Latinoamérica -Lula en Brasil, Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia…- apostaron por acelerar el crecimiento de sus países y tratar así de eliminar la pobreza a través de la exportación de materias primas. ¿Lo lograron? ¿Qué falló?

En Brasil el modelo no dependía exclusivamente de las exportaciones de materias primas pero el Partido de los Trabajadores (PT) acabó sufriendo las consecuencias de la apuesta por exportar soja, hierro y carne.

Yo trato de explicar el caso del hierro y de la compañía Vale, que provocó una catástrofe medioambiental en el río Doce, el más grande de Brasil después del Amazonas.

En Venezuela la dependencia del petróleo fue desastrosa para el chavismo, sobre todo si se tiene en cuenta que su primer comprador era EE.UU., país que ha apoyado una serie de golpes de estado en Venezuela…

En Bolivia, los resultados económicos fueron excelentes, pero la dependencia del gas empezó a pasar factura después de la caída del precio.

¿La causa de ese fracaso es el precio tan volátil de las materias primas? ¿Por qué sus precios están sujetos a cambios tan fuertes?

Porque están establecidos en mercados internacionales y se someten a una dinámica «boom to bust» (ciclo de prosperidad y luego caída) de sobreproducción y luego exceso.

Al mismo tiempo, hay mucha especulación ya que los inversores venden y compran las materias primas como si fueran activos financieros.

Explíqueme qué relación hay entre el Superbowl, el partido final de la Liga Nacional de Fútbol Americano en Estados Unidos durante el cual se ha puesto de moda comer guacamole, y la sobreexplotación del cultivo de aguacate en Latinoamérica…

En el libro, en el capítulo sobre el aguacate, explico que es algo que tiene que ver con las modas y los caprichos, un fenómeno muy extendido en nuestra era de capitalismo de consumo y marketing.

Y trato de explicar como es muy fácil implantar esas modas mediante campañas de publicidad, etc., en un país como EEUU, con una cultura culinaria débil.

Es relativamente fácil convertir un producto como el aguacate en un elemento imprescindible del menú, y eso es lo que ocurrió con las comidas que se consumen durante el Super Bowl con el guacamole.

Y esa explosión de la demanda genera la oferta, y es lo que ha ocurrido en Michoacán, donde se han destruido bosques de pinos autóctonos para plantar arbustos de aguacate, al mismo tiempo que si van secando los acuíferos.

Y ahora pasa lo mismo en Chile y en Colombia, en lo que empieza ser una sobreproducción típica de este tipo de fiebre extractora de las materias primas.

En 2000 cada estadounidense consumía un kilo de aguacate al año, hoy consume 2,5 kilos, un 150% más. ¿Por qué eso no se traduce eso en una mayor riqueza para México, Chile y Colombia, sus principales productores?

En algún sentido sí que contribuye a un crecimiento de esos países, pero es un crecimiento desigual y en el caso de Michoacán la producción de aguacates está dominada por grupos criminales.

¿Quién está detrás de la sobreexplotación del aguacate en el estado mexicano de Michoacán?

Grupos de la delincuencia organizada han entrado en el negocio del aguacate. Son mafias muy violentas y hay unas historias espeluznantes que cuento en ese capítulo, con cadáveres colgados de puentes y ese tipo de cosas.

¿Qué efectos tiene esa sobreexplotación para el medio ambiente, dado que ese cultivo del aguacate requiere muchísima agua? ¿Puede darnos algún ejemplo?

En el caso de Michoacán ha sido un problema muy gordo y aquí se están secando los acuíferos subterráneos, mientras que los maravillosos lagos de Michoacán como el lago Pátzcuaro, se están contaminando y pierden agua.

Es aún más triste porque la civilización indígena de la zona de los lagos de Michoacán fue una de las más sofisticadas, y eso se explica en una visita a una de las ruinas en la orilla del lago Pátzcuaro.

Venezuela es riquísima en petróleo. ¿Ha sido esa la causa precisamente de su desastre? ¿Por qué?

Creo que el fracaso de Chávez de cumplir con su proyecto de diversificación de la economía venezolana sí que ha pasado factura los últimos años, porque esa dependencia del petróleo en el 98% de sus exportaciones se tradujo en una crisis gravísima después de la caída del precio del crudo en 2013 y 2014.

Y fue rematador el embargo petrolero estadounidense adoptado por Donald Trump en los últimos dos años, parte de un intento de golpe de Estado en el cual Juan Guaidó es un títere.

Usted sostiene que una docena de materias primas están detrás de los últimos golpes de Estado, rebeliones ciudadanas y crisis medioambientales que ha sufrido América Latina. ¿Cómo se explica eso?

Es simplista pensar que todos los golpes de Estado responden a un deseo de Estados Unidos y otras potencias ex coloniales por hacerse con los recursos naturales de América Latina como el petróleo en Brasil o el litio en el caso de Bolivia.

Pero yo trato de analizar esto de alguna manera. Y creo que según las entrevistas que hice hay algún motivo para pensar que los golpes de estado que ocurrieron en Brasil y Bolivia tenían algo que ver con esas dos materias primas, concretamente con el petróleo y el litio.

Y en Venezuela los intentos de golpe también contra Maduro tenían que ver evidentemente con la batalla entre Washington, Moscú y Pekín por el control del petróleo.

Pero también se trata de explicar que a veces es precisamente el miedo latinoamericano a que alguien le robe sus materias primas lo que desestabiliza los gobiernos.

Es el caso del Potosí en Bolivia, donde se organizó una rebelión popular contra Evo Morales justificada por una percepción de que Morales estaba vendiendo el litio a empresas extranjeras. Otra paradoja.

¿Qué deberían hacer los gobiernos de América Latina para cerrar de una vez por todas las venas abiertas en ese continente?

Lo primero que hay que hacer es volver a derrotar a la derecha neoliberal que ha llegado al poder en Bolivia, Brasil y Ecuador.

Y una vez recuperado el poder hay que diseñar otro proyecto de redistribución y desarrollo, basado menos en la extracción de materias primas y más en empresas a pequeña escala y en energías alternativas.

¿Qué efecto está teniendo el coronavirus en Latinoamérica?

Creo que la pandemia ha acentuado los problemas que atraviesa América Latina desde desde el fin de la bonanza de materias primas hace seis o siete años y las posteriores recesiones.

Ya se habla de otra década perdida en la región debido al impacto de la pandemia sobre una economía que ya se encontraba en un estado terriblemente débil.

Y el impacto social, económico y sanitario será mucho peor debido a la caída del poder de los gobiernos de la izquierda debidos a sus propios errores y a las presiones golpistas desde EE.UU.

La ausencia de gobiernos comprometidos con la protección de las capas sociales más necesitadas ya se nota. Hablé hace dos semanas con Rafael Correa, ex presidente de Ecuador, y me comentó que el gobierno de Lenin Moreno ya ha pactado con el Fondo Monetario Internacional un duro ajuste.

En Ecuador, y en concreto en Guayaquil, el coronavirus ha causado estragos…

Lenin Moreno criticó el gasto de los gobiernos de Correa en nuevos hospitales, y al llegar al poder echó a miles de trabajadores de la sanidad pública con la excusa de que Correa había gastado en esos servicios por populismo, para ganar votos.

Pero obviamente la catástrofe de Guayaquil, donde no solo los hospitales no han dado abasto si no tampoco las funerarias, demuestra que ese tipo de argumento contra el programa de la izquierda es falso y además ha puesto en peligro las vidas de los ecuatorianos.

¿Qué países de Latinoamérica se están enfrentando bien al coronavirus?

Me ha llamado la atención la capacidad de Cuba y Venezuela para hacer frente a la pandemia pese a las dificultades que tienen (sobre todo Venezuela) para financiar sus sistemas de sanidad.

Cuba es uno de los países que ya se considera que ha ganado la batalla contra el virus y , pese a las constantes advertencias, no ha habido un desastre en Venezuela pese a las sanciones, el embargo y los errores de gestión del gobierno de Maduro.

Por supuesto aún es pronto para descartar una grave crisis en Venezuela dado el impacto terrible del embargo estadounidense, que me imagino que se endurecerá conforme Trump busca votos en Florida, y eso será un problema también para Cuba dada la crisis del turismo.

Por su parte, Argentina ha gestionado la pandemia mucho mejor que Brasil, Bolivia, Ecuador o Chile, de modo que se ha demostrado que la izquierda y la sanidad publica responden mejor cuando se trata de proteger a los mas vulnerables a una pandemia, que son los mas pobres.

¿Y qué efectos está teniendo la pandemia a nivel social?

La pandemia esta agudizando las desigualdades sociales de forma alarmante en América Latina, y creo que es muy probable que haya una nueva ola de protestas.

Ya se han producido dos manifestaciones en barrios pobres de Santiago de Chile donde el confinamiento, por necesario que sea, está provocando problemas de hambre para trabajadores cuya única fuente de ingresos es salir a trabajar a la calle o donde sea. No están recibiendo apoyo del Estado chileno.

Asimismo hay huelgas en la región minera de Antofagasta. Y en Bolivia, donde el gobierno interino aprovecha la pandemia para aplazar la fecha electoral, habrá más protestas también.

Existe un peligro para la democracia boliviana: puesto que el partido de Evo Morales parece que tiene más posibilidades ahora de ganar en la primera vuelta, no me extrañaría nada que no se respetara el resultado de las elecciones (si es que se celebran) y eso evidentemente está vinculado con cuestiones de Washington.

Habrá que garantizar que otras instituciones vigilen del proceso electoral.

¿Y en Brasil?

En Brasil también existe un grave peligro de que Bolsonaro aproveche el caos y el sufrimiento por la pandemia para justificar un decreto que establezca un estado de sitio con el fin de evitar protestas. Incluso hay peligro de un autogolpe de estado.