Autocrítica periodística de Juan Darío Lara, que invita a la reflexión gremial.

Juan Darío Lara, socio activo del CPB desde hace 41 años, hace el siguiente análisis acerca de los retos que deben afrontar y resolver los profesionales del oficio, para reivindicar la credibilidad periodística:

Qué sería de Colombia y de otros países avanzados, si el periodismo permaneciera ajeno a tantos acontecimientos que lo afectan, y dejara de contribuir,  con la sapiencia de sus hombres y mujeres, a encontrar el camino de la verdad, y a esclarecer la responsabilidad de personajes que desprecian todos los valores.

Aparte de esta contribución, al periodismo le ha faltado valentía para recuperar su esencia, en virtud de la cual fue catalogado,  en el siglo pasado, como el «cuarto poder». Se le respetaba, sus opiniones pesaban, era órgano de consulta de los demás poderes del momento como la política, la justicia, el congreso, y esos venerables representantes de la «pluma», aportaban ideas sin mezquindad, con grandeza, pensando únicamente en el bien de Colombia.

Qué han dejado  las retóricas denuncias gremiales, nacionales e internacionales, sobre violación a la ley de prensa, al derecho de expresión, a la explotación salarial,  las repetidas agresiones  y advertencias de que el ejercicio de informar es de alto riesgo. Cuántas de esas reiteradas denuncias han tenido eco en la justicia, donde reina la impunidad. Estamos cansados de ver todos los años los informes de la FLIP o de la Sociedad Interamericana de Prensa, con el deplorable balance que señala todo lo que pasa sin que pase nada.

Hagamos una autocrítica y tomemos la decisión de  solucionar todos los males que nos afligen  ¿Pero, cómo? ¿Haciendo paros como cualquier sindicato?.  ¿Quemando llantas? ¿Haciendo barricadas? No, porque nuestra formación es distinta y no violenta. Pero, entonces ,hacerles ver a las autoridades, a las empresas, a los directores de medios con poder, que hay que defender un legítimo derecho de quienes solo trabajan  para consolidar emporios?

En nuestra condición, admitámoslo, sin rubor, que en esa necesidad están de acuerdo nuestros poderosos directores de medios, que no se bajan de su curubito, del que disfrutan para defender el interés  de los que les pagan, que son sus patronos.

El periodista no puede alzar la voz y contar la verdad, sino la versión que le conviene al establecimiento, representado en un gobierno y una élite política y empresarial, que para eso tienen sus comunicadores sociales.

Soy realista.-..fui otro iluso por muchos años. Por más que las agremiaciones y los más prestigiosos periodistas de Colombia y del mundo rechacen con trajinados comunicados los regímenes, censuras, cierres de medios, explotación salarial de los periodistas en la ciudad y en la provincia, o asesinatos con mantos de impunidad, seguiremos en lo mismo…nadie nos escuchará. Lástima, por las nuevas generaciones, que tampoco hallarán esta solidaridad gremial para intentar una justificada protesta porque, con solo pensarlo, alguien lo está comunicando s su jefe, por miedo a perder su puestos.

Aquí vale la pena recordar esa gran verdad que le contó a María Isabel Rueda, el galardonado Mauricio Gómez,  «el Premio al Mérito Periodístico Guillermo Cano» el 9 de febrero de 2017:  hasta dónde puede llegar la conciencia periodística y por qué, si  el estado es el principal patrocinador de los medios y, también, los poderosos empresarios que manejan el país.

Se perdió el entusiasmo de investigar para conocer la verdad, de no aceptar la versión oficial sino contextualizarla, sin limitarse a transmitir los comunicados para defender sus intereses y no para responder a esas denuncias. Agregaba que «es preocupante que el estado contrate por millonarias sumas a periodistas que siguen informando o escribiendo columnas de opinión, sin contarles a los colombianos que tienen esos «contratos», y que existen «los periodistas chantajistas que reciben dinero para hundir una compañía, un producto, o a alguien, porque en Colombia existe la «payola», o la «contrapayola» que se recibe para popularizar una canción en una emisora.

Y lo más grave, como se acaba de ver en Inglaterra con el brexit ,y en los Estados Unidos con las elecciones, y en Colombia, con el plebiscito del 2 de octubre de 2016, sobre el acuerdo de paz, donde las redes sociales desinformaron y crearon confusión para generar los resultados que hoy lamentan millones de habitantes en estos tres países.

Y el canibalismo,. no solo entre los periodistas, sino el que se ha evidenciado en algunos  expresidentes  y dirigentes empresariales, que insisten en que los periodistas no pueden investigar, so pena de perder el puesto, y  las  restricciones a la prensa, o el veto de Donald Trump ( «dizque el bufón»)a importantes medios de comunicación,  y  en la misma onda de las censuras se mueven Nicolás Madurio ( el inculto ) y en Ecuador, Rafael Correa, (el censor), y para no ir lejos aquí, en la propia Colombia, caben todos esos adjetivos despectivos, cuando el periodismo se atreve a publicar verdades incómodas.

Y eso ocurre, por la permisividad, porque «nuestra voz» tan crítica entre nosotros, vale «un pepino» entre quienes tienen el poder y nos toman como , porque agachamos la cerviz para no perder una «amistad transitoria» que significa réditos. Somos «unos duros» para criticarnos, para roidiculizarnos, pero somos temerosos y asustadizos frente a quienes nos satirizan, desprestigian y denigran con ostentación de su poder.

El 9 de febrero, el Presidente del Círculo de Periodistas de Bogotá, William Giraldo, tuvo «las agallas» para decir, también claramente, que «la prensa que fue el cuarto poder, hasta mediados del siglo pasado, hoy está en manos del «poder financiero».

Y la Presidente del Jurado del Premio, la reconocida periodistas Maria Elvira Arango, Directora de Los Informantes, mencionó otra lamentable realidad: «Nos oyen, nos ven y nos leen, pero no nos creen».

¿Cuántas veces se han  convocado foros, seminarios, reuniones, en privado y en público, para emprender  una necesaria, urgente y agresiva defensa del periodismo de verdad, para hablar de la la libertad de prensa y de la cacareada libertad de expresión?.  Y, hasta ahí llegamos, porque para el poder de los mismos medios nuestra voz no se escucha… sólo cuando llega el 9 de febrero para recibir premios, pero no para privilegiar a ese «cargaladrillo» que, con su conocimiento, honra el oficio y encumbra su empresa. «Siempre el poder triunfa: patrón y director,  se ufanan porque su medio tuvo otro premio.» Para eso los tenemos.. antes deberían agradecernos por darles la oportunidad», es su argumento.

Los ejemplos de «un periodismo ,puro», recto, honesto, sin compromisos, se perdió, así algunas veces se vean escritos y se escuchen noticias de escándalos», para mantener «el rating» y, de paso, olvidar el seguimiento obligado.

Ojalá las nuevas generaciones cambien eso, aun cuando lo dudo, por aquello de la traqueada mermelada, y el temor a contradecir al director, y  para «no perder la papa».

El CPB debe aprovechar estos momentos de reconocimiento como primera institución gremial que recuperó el 9 de febrero de 2017 para reconquistar, entre todos, el lugar de privilegio y de respeto perdidos por ocasionales faltas de visión y de criterio.

Por Juan Darío Lara, socio del Círculo de Periodistas de Bogotá, desde 1976.