Circulo de Periodistas de Bogota
Ha ganado Hillary Clinton

Protestas contra Trump por el «Obamacare». CHARLES REX ARBOGAST AP

Sin ellos, sin las Hilarias, los republicanos no habrían tenido vergüenza, no se hubieran rendido

Ha perdido Donald Trump. Ha ganado Hillary Clinton.

La retirada de la ley que desmantelaba la reforma sanitaria de Barack Obama, la Obamacare, porque no encandilaba ni a los propios republicanos, es el éxito póstumo de Hillary Rodham, también llamada Clinton por razón de matrimonio.

Hillary, la joven prodigio que fue la primera dama en tener un posgrado, en cursar carrera propia y en tener despacho en la Casa Blanca, encabezó en 1993 por delegación de Bill, su consorte, el Comité para la Reforma Sanitaria Nacional.

La que ahora denostan por símbolo del establishment, hizo un plan tan rojo que tuvo que defenderlo en una gira… con chaleco antibalas. Fracasó, por demasiado progresista, incluso a ojos de las dos Cámaras, entonces de mayoría demócrata.

Ahora, su rival y digamos que presidente, Donald Trump, le acaba de rendir homenaje por tuit, el sofisticado lenguaje que le es propio: la humillación al proyecto republicano de Paul Ryan y del propio Trump se debe a las protestas “planeadas por activistas liberales”, musita. Sin ellos, sin las Hilarias, los republicanos no habrían tenido vergüenza, no se hubieran rendido.

Unos, los extremistas del Caucus por la Libertad (semi Tea Party) por no demoler directamente la Obamacare, esa reforma más suave, heredera de la de Hillary. A otros, los conservadores centristas, no les habría angustiado tanto dejar sin cobertura médica a 20 millones de personas: la contrarreforma del moderado Ryan ya machacaba a los más débiles, los enfermos mentales, las embarazadas, parturientas y recién nacidos.

Para el ciudadano común lejano a Wall Street, el primer y humillante fracaso trumpista —con mayoría por doquier— es una noticia mayúscula. Y para la entera civilización revela que el autor de El arte de negociar tendrá negocio pero no arte. Descubre que el Partido Republicano son cuatro: lo del té, los de Donald, los centristas, los de Ryan; es decir, la anarquía. Indica que el reciente y reaccionario presupuesto queda tocado de muerte. Augura que a los dos meses de imperar, la presidencia del parafascista Trump ha empezado a capotar.

La de Hillary es muy póstuma. Pero victoria al fin y al cabo.

Tomado de:El País.com, de España

Papa Francisco: «Europa está en riesgo de muerte»
EFE

Ha reclamado ante los líderes europeos una nueva visión y atención a la identidad «multicultural» de Europa.

24/03/2017 19:56 CET | Actualizado Hace 14 horas

Daniel Ventura Herranz Periodista de Hard News en ElHuffPost

«Europa se encuentra en riesgo de muerte». El papa Francisco ha rebajado el tono pero no ha abandonado el espíritu crítico hacia la Unión Europea. En la Sala Regia del Vaticano, donde ha recibido a los líderes comunitarios que celebran en Roma el 60 aniversario de los tratados fundacionales de la UE, el pontífice ha lanzado esta advertencia y ha alertado a los mandatarios sobre las tendencias que apuntan a la disgregación del club europeo.

«Cuando un cuerpo pierde su sentido de la dirección y no es capaz de mirar hacia adelante, experimenta una regresión, y a la larga, corre el riesgo de morir», ha aseverado Jorge Bergoglio, al tiempo que ha subrayado la identidad «multicultural» de la Unión Europea y ha reclamado de los líderes una nueva visión para el futuro, basada en la solidaridad que fue uno de los pilares de su creación.

El papa ha apuntado que las crisis económica y migratoria y el ascenso del populismo son retos que los 27 pueden superar, pero pueden convertirse en letales si no se afrontan. En ese sentido, ha prevenido contra «la tentación de reducir los ideales fundacionales de la Unión a las exigencias productivas, económicas y financieras».

UNA VUELTA A LOS ORÍGENES

El sumo pontífice ha repasado los principios de solidaridad de los que dotaron a la Europa recién salida de la II Guerra Mundial los padres fundadores que promovieron los tratados, cuya firma en Roma en 1957 la Unión conmemora el sábado en la capital italiana

El papa ha señalado que Europa «no es un conjunto de normas que cumplir, o un manual de protocolos y procedimientos que seguir», y apeló a las enseñanzas de aquellos «padres fundadores». «A menudo se olvida también otra gran conquista fruto de la solidaridad sancionada el 25 de marzo de 1957: el tiempo de paz más largo de los últimos siglos», ha continuado el papa.

Francisco ha considerado que los sesenta años se consideran como «el tiempo de la plena madurez». «Una edad crucial en la que estamos llamados de nuevo a revisarnos. También hoy, la Unión Europea está llamada a un replanteamiento, a curar los inevitables achaques que vienen con los años y a encontrar nuevas vías para continuar su propio camino», ha dicho.

Pero, ha subrayado, la UE «no tiene ante ella una inevitable vejez, sino la posibilidad de una nueva juventud. Su éxito dependerá de la voluntad de trabajar una vez más juntos y del deseo de apostar por el futuro». «Eso significa no tener miedo a tomar decisiones eficaces, para responder a los problemas reales de las personas y para resistir el paso del tiempo», ha agregado.

ÉNFASIS EN LA MULTICULTURALIDAD

El papa se ha referido al origen multicultural de Europa al añadir que su historia está marcada por «el encuentro con otros pueblos y culturas», y ha instado además a considerar que la solidaridad es «el antídoto más eficaz contra los modernos populismos».

No podía faltar la referencia a la «grave crisis migratoria» que afronta la Unión, y el papa advirtió de que no es solo «un problema numérico, económico o de seguridad», sino que él llama a Europa a plantearse qué cultura está en condiciones de proponer.

«Parece como si el bienestar conseguido le hubiera recortado las alas y le hubiera hecho bajar la mirada», ha agregado sobre la actitud con la que Europa afronta sus desafíos en el siglo XXI.

Y ha mencionado el riesgo de los populismos, que «florecen precisamente por el egoísmo, que nos encierra en un círculo estrecho y asfixiante y no nos permite superar la estrechez de los propios pensamientos ni «mirar más allá».

El papa ha dicho que Europa «es una familia de pueblos y, como en toda buena familia, existen susceptibilidades diferentes, pero todos podrán crecer en la medida en que estén unidos. La Unión Europea nace como unidad de las diferencias».

 Tomado de:El Huffington Post.com

Los periodistas, ante sí mismos

Foto:FNPI,Ética segura.

PRESIONES Y AUTOCENSURA

La autora asegura que «la falta de credibilidad del periodismo actual tiene que ver, sobre todo, con quienes ejercemos este oficio»

Lucía Méndez

Cuadernos de periodistas

La crisis económica y la radical reconversión tecnológica de los medios han sido una combinación letal para el ejercicio del periodismo tradicional, que ha desembocado en una crisis de ética y de valores. Los periodistas pierden autoestima profesional, al mismo tiempo que los poderes políticos y económicos ganan terreno, aprovechando la debilidad de las empresas editoras. Sin embargo, la debilidad del periodismo español no sólo ni principalmente se deriva de la amenaza externa. La falta de credibilidad tiene que ver también -y sobre todo- con nosotros mismos.

 

Hollywood concedió su Óscar de 2016 a Spotlight. Al margen de sus valores cinematográficos, no es difícil deducir que la industria del cine americano quiso con su estatuilla tributar un homenaje al periodismo de siempre. Un homenaje cargado de nostalgia, melancolía y añoranza, ya que la realidad del oficio que refleja la película –no tan lejana en el tiempo, son hechos reales de 2002– ha desaparecido de las redacciones casi por completo. Spotlight es periodismo simple, sin efectos especiales. Un grupo de informadores, respaldados por el director y el editor del ‘Boston Globe‘, van siguiendo las pistas durante meses hasta descubrir que la jerarquía de la iglesia católica de Massachusetts encubrió cientos de abusos de pederastia cometidos por sus sacerdotes. Los periodistas del ‘Globe’ no son héroes. Son profesionales de carne y hueso –con sus dudas, errores y vacilaciones– que pueden hacer su trabajo y sacar a la luz una terrible realidad escondida, gracias a que sus jefes resisten a las presiones del poderoso cardenal Law, cabeza de la institución más influyente de la ciudad en la que se edita el rotativo, y de otras instancias que amenazan a los responsables de la publicación.

Cuesta trabajo reconocer la redacción del ‘Boston Globe’, en la que los periodistas trabajan con libreta y lápiz, comparados con los lugares de trabajo de los diarios actuales, convertidos en centros de procesamiento tecnológico, en los que apenas existe el debate y la deliberación sobre las noticias que se publican.

Nunca en la historia ha habido periodismo sin presiones. Los medios de comunicación en una sociedad democrática están sujetos a todo tipo de influencias: las del poder político, las empresariales, las de los anunciantes, las de los poderes económicos y financieros, las de sus jefes e incluso las presiones internas de cada periodista individual que acaban conduciendo a la autocensura.

«La primera obligación, ofrecer información veraz y contrastada; la segunda, resistir a las presiones»

La tensión entre los medios y las instituciones y organizaciones es natural e incluso sana. Forma parte de las reglas del juego de la profesión. Los periodistas quieren saber, buscan las noticias, persiguen la transparencia. Las organizaciones –sean políticas o económicas– tienden a la opacidad. Los periodistas quieren información. Los partidos políticos, propaganda. La primera obligación profesional de los medios es ofrecer información veraz y contrastada. La segunda es resistir a las presiones.

Las crisis económicas –explica el profesor Bilbeny en su libro Ética del periodismo– son épocas peligrosas para el ejercicio del periodismo libre e independiente, en las que se incrementa «el conformismo y la autocensura». «Al aumentar el desempleo y la precariedad, al reducirse las plantillas, se favorece en los medios informativos el control político y la presión económica». En definitiva, las crisis acaban volviendo más dóciles a los medios, que pierden autonomía y capacidad soberana para ejercer su papel de vigilantes.

La crisis económica y la radical reconversión tecnológica de los medios, motivada por la revolución digital, han sido una combinación letal para el ejercicio del periodismo tradicional. Y ambas circunstancias han desembocando en una crisis de ética y de valores. Los periodistas pierden autoestima profesional, al mismo tiempo que los poderes políticos, económicos y financieros ganan terreno, aprovechando la debilidad de las empresas editoras.

Ocho años de continuos expedientes de regulación de empleo (ERE), desaparición de medios y precarización han diezmado las redacciones, instalando el miedo como el peor enemigo de cada medio y de cada periodista. Según el Informe Anual de la Profesión Periodística, realizado por la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) a partir de una encuesta entre casi 2.500 profesionales, el 76,8% de los periodistas declara haber recibido presiones. Un porcentaje sin duda elevado que, sin embargo, no produce extrañeza. Lo verdaderamente alarmante es que el porcentaje de periodistas que ceden ante las presiones alcanza el 75% de los que tienen un contrato y el 80% de los profesionales que trabajan en el régimen de autónomos. Del otro lado del muro, el 75% de los periodistas que trabajan en gabinetes de comunicación confiesa que han de ejercer presión sobre sus colegas de los medios con una cierta frecuencia. Las coacciones provienen de la política, la empresa, los bancos, los anunciantes y los propios jefes de las redacciones.

La estadística refleja hasta qué punto los periodistas españoles se encuentran contra las cuerdas. Extraordinariamente débiles para ejercer la función social que tiene encomendada el periodismo libre en las democracias avanzadas. Extraordinariamente débiles para cumplir con su deber.

Cualquier profesional de la información reconocerá estas escenas como habituales en las redacciones de todos los medios españoles. El gesto de horror en la cara del jefe cuando uno de sus periodistas le cuenta la historia que tiene entre manos y que afecta a las prácticas de cualquier banquero o empresario importante. ¿Lo tienes amarrado? Esto será lo primero que escuche. El jefe acercándose al redactor, después de hablar con el responsable de Comunicación de cualquier ministerio, para decirle que el enfoque de su noticia no es exacto. El superior que obliga al periodista a cambiar el título de una noticia que afecta al Gobierno, o a la oposición, para no molestar. El amigo influyente de cualquier personaje que sale en un sumario de corrupción amenazando con querellas porque las filtraciones destruyen su presunción de inocencia. Los redactores que un día son invitados a abandonar la información sobre un club de fútbol porque al presidente del club no le gusta lo que escribe. Comentaristas políticos que son vetados en una emisora porque han publicado en sus medios informaciones –contrastadas y veraces– que dejan en mal lugar al dueño de la cadena. Las historias elaboradas cumpliendo todas las normas de la buena práctica periodística que acaban en un cajón durante semanas o meses porque afectan a un anunciante de campanillas o a un político que mantiene estrechos vínculos con el medio. Noticias que cambian de enfoque por arte de las llamadas que se reciben en cualquier despacho de la redacción. La amenaza de los ERE interminables en los medios desde hace siete años y las represalias que pueden sufrir los periodistas si se salen del marco sitúan el oficio ante el más terrible de los dilemas morales. De hecho, muchos informadores experimentados, periodistas brillantes con una impecable hoja de servicios, han salido de los medios apuntados en la lista de un ERE. La buena noticia es que muchos han tenido la valentía de levantarse para liderar proyectos digitales.

En España se ha dado el caso de empresas importantes que han retirado las inserciones publicitarias en un determinado medio por informar de asuntos poco edificantes que afectaban a sus máximos ejecutivos. En España, el Gobierno utiliza el poder administrativo en la concesión de emisoras de radio y televisión para buscar un tratamiento editorial favorable en esos medios.

«La situación ideal es que las presiones no salgan del despacho de los directivos»

Sin embargo, la debilidad del periodismo español no sólo ni principalmente se deriva de la amenaza externa. El periodista, ante sí mismo. Este es el espejo más inquietante. La falta de credibilidad de los medios españoles, contrastada en todos los sondeos, tiene que ver también –y sobre todo– con nosotros mismos.

Hay periodistas que miran hacia otro lado cuando se topan con una noticia que puede desagradar a sus jefes o a la opción política que respalda su medio. Hay periodistas que publican informaciones no contrastadas ni elaboradas de acuerdo con una buena práctica profesional. Hay periodistas que sitúan su vanidad, o sus intereses, por delante de los fundamentos de su profesión. Hay periodistas que asumen la presión sin al menos protestar y defender su trabajo. Hay periodistas famosos que no usan sus influyentes tribunas para tratar los temas con neutralidad, sino para echar una mano a determinados partidos políticos. Cada uno al suyo. Hay periodistas que hacen preguntas para agradar a sus seguidores en Twitter. Hay periodistas que viven para el espectáculo y no para la información. Hay periodistas que no repreguntan por si acaso molestan.

La función básica del periodista es buscar, molestar, preguntar hasta bordear incluso la insolencia. Y la situación ideal es que las presiones nunca salgan del despacho de los directivos de los medios.

«La buena conciencia del periodismo es la que habla con sinceridad al poder. Los héroes de la profesión ciertamente lo hicieron, pero a menudo les costó su puesto de trabajo. Por cada corajinoso empresario periodístico, como Katherine Graham, del ‘Washington Post‘, que respaldó a sus periodistas en la trama del Watergate, hay otros muchos a quienes no importa sacrificar a sus periodistas con tal de tener contentos a sus amigos poderosos». Es un párrafo del inmenso discurso de Michael Ignatieff cuando le concedieron el Premio Francisco Cerecedo.

«La batalla más difícil: contra uno mismo, no contra el enemigo que presiona»

Todos los periodistas del mundo sabemos que nuestras empresas son un negocio y que los negocios tienen sus servidumbres. Sabemos también que la independencia es un principio filosófico que no se derrama gratis sobre las redacciones. La independencia es una colina concreta que se ha de conquistar todos los días, en cada una de las redacciones. Y la batalla más difícil no es la que se libra contra el enemigo que presiona, sino contra uno mismo.

 

Albert Camus nos dejó dicho que la prensa refleja el estado de espíritu de quienes la hacen. El estado de espíritu del periodismo español no atraviesa por un momento de euforia precisamente. Y sin embargo, es en épocas de crisis cuando más se echa de menos la confianza del periodista en su profesión y en sí mismo. Esa es la responsabilidad individual que tenemos con lectores, oyentes y espectadores. La que todos los periodistas deben ejercer cada minuto, cada hora y cada día. Sin conformismos y sin desmayo. No se trata de ser héroes. Sólo buenos periodistas como los que salen en Spotlight.

Lucía Méndez es redactora jefe de Opinión del diario El Mundo (España).

Este artículo ha sido compartido con El PortalVoz por parte de la publicación ‘Cuadernos de Periodistas’ de la Asociación de la Prensa de Madrid. Enlace:www.cuadernosdeperiodistas.com

Tomado de:El PortalVoz

Thompson: «A los diarios de papel les quedan al menos diez años»

PERIODISMO

Entrevista a Mark Thompson, presidente de ‘The New York Times’ y ex director general de la BBC

Lluís Amiguet

@LluisAmiguet / @LaVanguardia ‏

El periodista español Lluís Amiguet ha entrevistado para el diario ‘La Vanguardia’ de España a Mark Thompson, actual presidente de ‘The New York Times’, el diario más leído del mundo y que aún sobrevive en papel.

Thompson asegura que los contenidos digitales son el futuro ya que «los ciudadanos poco a poco se acostumbran a pagar».

A este periodista que empezó como Rat (practicante por sus siglas en inglés y también rata) en la BBC, de la que después fue director general, no le sorprendería que los diarios de papel vivieran dos décadas más, todo es cuestión de estrategia.

¿Cuánto tiempo de vida le queda al diario de papel?

Calculamos que unos diez años como mínimo, pero tampoco me sorprendería que llegaran a ser veinte.

¿Qué hacer?

Un plan. Necesitamos un plan para salvar el periodismo, por supuesto, y a las empresas periodísticas que lo hacen posible. Cada una de ellas debe tenerlo preparado para sobrevivir a ese final. Y si no llega, nadie lo celebrará más que yo, pero hay que tenerlo.

¿Cuál es su plan?

El que ya apoyan algunas realidades: entre los pasados octubre y noviembre conseguimos 276.000 nuevos suscriptores digitales para ‘The New York Times’. Creo que ese es el camino. Son más de los que conseguimos entre el 2013 y el 2014.

¿Por qué lograron tantos y tan de golpe?

El efecto Trump nos ha ayudado, sin duda, pero también que los ciudadanos poco a poco se acostumbran a pagar por los contenidos que obtienen en internet. Es el futuro.

¿No hay vida para las empresas informativas si no cobran por sus contenidos?

No la hay. Pero ¿sabe por qué nos está costando tanto a todos adaptarnos a la era digital?

¿Porque nadie quiere pagar por leer?

Porque llevábamos décadas viviendo de espaldas a los lectores. Los periodistas elaborábamos contenidos sin demanda que eran apenas una excusa para vender la publicidad, que era lo que interesaba porque daba dinero.

¿Hay, además, otros motivos?

Pues que nos ha pasado como a los políticos, con los que compartíamos intereses: la gente nos ha dejado de escuchar porque nosotros antes les habíamos dejado de escuchar a ellos. Nos habíamos convertido en parte de una élite sin más intereses que los suyos propios.

¿Podremos acostumbrar a la gente a pagar por contenidos que hoy tiene gratis?

Si le das algo que valga la pena, por supuesto que sí. Ya lo está pagando cuando lo vale. Pero ese no es el fondo del asunto…

¿Qué propone su plan entonces?

Volver a interesarse por los lectores: aprender de ellos y dejar de producir los contenidos que sólo nos interesan a nosotros y a los políticos para servir los que interesan a la gente.

¿Cómo?

Pues no sólo tenemos que ser los generadores de contenido, sino también capaces de acercarlo al lector. Antes usted escribía, y a la imprenta. Y se olvidaba hasta el día siguiente.

¿Y ahora qué debo hacer?

Nuestra filosofía es como la de una buena zapatería que exhibe sus zapatos en el escaparate y deja al cliente que se los pruebe y que se entusiasme con ellos y que note que los necesita. Entonces paga para llevárselos.

«El periodista no es alguien tan interesante que todo lo que dice debe interesar a todo el mundo, sino el que se interesa por lo que la gente quiere saber y se lo da»

Ya he visto sus e-mails personalizados.

Damos adelantos de los contenidos, extractos diarios, los personalizamos y los lectores vuelven a pagar para leerlos. Y así se van dando cuenta de que necesitan suscribirse.

¿Y si se los dieran gratis?

No hay futuro. Sé que es duro competir con diarios que en España, por ejemplo, están regalando sus contenidos, pero eso lleva a una espiral de degradación que no es sostenible.

¿Y concentrarse en la publicidad digital sin cobrar el contenido?

También hay algo poco leal con el lector en eso de querer sólo exprimirle los clics. No creo que ese modelo sea sostenible a largo plazo. Y no da calidad.

¿Entonces…?

Insisto en el escaparate. Enseñar un poco de tu contenido y luego cobrar por verlo todo a placer. Pero eso exige un enorme esfuerzo de sintonía con las necesidades del lector, que se va a ir acostumbrando poco a poco a pagar en la red por lo que realmente vale la pena. Es difícil de lograr.

¿Cómo hacer que valga la pena leerte?

Escuche al lector. Y en eso tenemos que aprender de Trump una cosa: es un gran camaleón que sabe intuir dónde va su gente y qué quiere oír y se adapta.

Espero que no haya que aprender nada más de él.

Eso es mucho. Ha sabido aprovechar el hueco que dejaron las élites al dejar de escuchar a la gente y ha sabido cubrirlo.

¿Puede aprender algo de Trump un periodista?

Olfato. En la BBC, los mejores periodistas sabían anticipar cuando un programa iba a funcionar y sabían que iba a perder o ganar ­audiencia ya cuando estaban grabándolo.

¿Cómo?

Estaban más cerca del público que de sus jefes y no servían sólo a los políticos con los que tenían intereses en común. Ese contacto es el que te da las pistas para saber por dónde van los gustos de la gente y así puedes anticiparte.

¿Qué más?

Recuerden que el periodista no es alguien tan interesante que todo lo que dice debe interesar a todo el mundo, sino el que se interesa por lo que la gente quiere saber y se lo da.

¿Cómo?

Lean la Retórica de Aristóteles o, al menos, el resumen de Wikipedia y, si escriben en inglés, lo que Orwell escribió sobre cómo usarlo.

¿El mejor consejo de Orwell?

Si puedes emplear una palabra corta, no emplees una larga.

Entrevista compartida a El PortalVoz por el diario ‘La Vanguardia’. Puede leerla completa en su fuente original: www.lavanguardia.com

Tomado de:El PortalVoz.com

“Sólo la educación podrá cambiar la historia de nuestro país”: Alexánder Rubio
PROFESOR COLOMBIANO ESTÁ ENTRE LOS 50 MEJORES DEL
jairo andrés Cárdenas A.

Alexánder Rubio nunca ha ganado un premio nacional, pero su trabajo es catalogado como un modelo a seguir en diferentes países. A través del yoga y la formación física ha cambiado la vida de cientos de jóvenes de Ciudad Bolívar.

De 20.000 nominados al Global Teacher Prize 2017, uno de los máximos honores internacionales para un docente, un colombiano está entre los 50 mejores. Su nombre es Alexánder Rubio, un bogotano de 44 años que se ha dedicado a transformar la vida de sus alumnos a través de la concentración, el respeto y el equilibrio entre el cuerpo, la mente y el espíritu.

El profe Álex, como lo llaman, es un convencido de que la educación es el motor que impulsará el cambio del país. Es de los pocos que eligieron el camino de la docencia por amor y no por ser la única opción, y trabaja cada día para influenciar positivamente a cientos de jóvenes que, más que un profesor, lo ven como un amigo y ejemplo a seguir.

Una de las peores experiencias de su vida ocurrió a las pocas semanas de llegar al colegio Rodrigo Lara Bonilla, de Ciudad Bolívar. Uno de sus estudiantes fue asesinado de siete balazos en el rostro, y desde entonces prometió no abandonar esta comunidad para salvar la vida de los jóvenes a través de sus clases. Lo ha logrado.

Han pasado 18 años desde aquel día y el profesor de educación física ha cumplido su promesa. Tres especializaciones, dos maestrías y un doctorado no le han quitado el amor por el colegio que le abrió las puertas. Asegura que continuará trabajando allí hasta que la vida se lo permita porque se siente uno más de la localidad.

“Vivo en el centro de Bogotá y cada día tardo más de una hora en llegar hasta el colegio. Quizá podría dejarlo, pero seguiré haciéndolo toda mi vida porque me encanta llegar y ver a mis estudiantes, ayudarlos, escucharlos y darles un consejo cuando lo necesitan. Esta es mi casa y los muchachos, los otros profesores, los directivos y los padres de familia son parte de mí. Sólo la educación podrá cambiar la historia de este país y mi meta es iniciar este cambio desde Ciudad Bolívar”, dice.

Alexánder es un enamorado de la educación pública. Se graduó del colegio José Félix Restrepo y obtuvo su título profesional en la Universidad Pedagógica Nacional. Sus clases están enfocadas en entrenar el cuerpo y la mente de sus alumnos para romper las barreras internas que les puedan nublar la mente o los hagan dudar de sus capacidades por el simple hecho de tener pocos recursos o vivir en un barrio que, a veces, parece olvidado por el mundo.

Hoy, gracias a este profesor que se atrevió a soñar y a caminar por el sendero difícil, los ojos del planeta se centran en una humilde institución de la capital colombiana. Sus estudiantes forman parte de un proyecto que busca darle un nuevo aire a una población castigada por la inseguridad, la droga, el pandillismo y la pobreza. Récords nacionales e internacionales los certifican como generadores de cambio.

La nominación al Premio Global Teacher Prize 2017, el reconocimiento de la comunidad académica y los récords no se consiguieron de la noche a la mañana. El éxito es resultado de años de trabajo y constancia, y esa es otra enseñanza que Alexánder quiere transmitir a los jóvenes de Ciudad Bolívar.

“Todo comenzó hace más de 10 años cuando organizamos un grupo focal de 40 estudiantes. Hicimos un seguimiento por tres años y descubrimos que gracias al yoga esos muchachos mejoraron académicamente, en convivencia y en la relación con su familia. Reconocimos ese gran impacto y, junto con las directivas, decidimos aplicar el modelo a toda la comunidad estudiantil. Este es un colegio público y desde aquí, sin muchos recursos, estamos demostrando que no hay excusa para darles a nuestros niños verdadera educación de calidad”, añadió el profesor.

El modelo de educación de Colombia se centra en áreas como la matemática, la química y el lenguaje, mientras que materias como educación física y arte pasan a un segundo plano. Alexánder, sin desconocer la importancia de las asignaturas base, cree que no es posible que una persona logre formarse a plenitud descuidando su cuerpo. Según su teoría, por medio de la educación física se pueden hacer procesos que impactan la corporeidad y lograr cambios sociales desde el fortalecimiento de la mente a través de la concentración y el equilibrio que fomenta el yoga.

Su idea no parece errada. Además de estar calificado como uno de los mejores educadores del mundo, sus alumnos lo reconocen como uno de los gestores de sus logros. Profesionales que salieron de Ciudad Bolívar y hoy ejercen en algunas de las compañías más importantes del país no se cansan de agradecerle por su ejemplo y ayuda en tiempos difíciles. Mientras tanto, muchos que se quedaron en el barrio, hoy son padres de familia y le han confiado la educación de una nueva generación al profesor que los alejó de los malos pasos y les marcó la vida.

“El yoga nos ha servido para hacer una pausa y meditar sobre las diferentes acciones de nuestra vida. Creo que el profe es un amigo, una persona en la que uno puede confiar. Si hubiera más profesores como él, la educación de Colombia sería totalmente diferente”, dice Diego Ricaurte, estudiante de grado 11 del colegio Rodrigo Lara Bonilla. Alexánder, de cuerpo y mente fuerte, no puede evitar que se le escapen las lágrimas al escuchar la opinión de sus estudiantes.

Historias como la de este docente son las que invitan a creer en el futuro del país. Especialmente cuando la base del cambio es la educación. Irónicamente nunca ha obtenido un reconocimiento nacional por su labor, pero lejos de desmotivarse, ve en cada aula una razón para seguir aportando su granito de arena en la construcción de una Colombia en paz.

Tomado de:El Espectador.com (Edición especial de aniversario)

Lo que Google no da
Imagen todossomosuno.com.mx

Por Arturo Guerrero, Diario El Espectador, Bogotá

¿Qué se puede enseñar y qué no? ¿Quién aprende más, el alumno o el maestro? ¿Los viejos aprenden? ¿Educa más el que divierte o el que es riguroso con los procesos imprescindibles del conocimiento?

Preguntas como estas rondan las permanentes discusiones sobre la calidad de la educación. La cobertura parece haber llegado al tope, al menos en la Colombia urbana que es mayoría abrumadora. Pero la eficacia de los métodos con que se transmite el saber no está incluida en esa cobertura.

La popularización de internet en este mundo de pantallas ha supuesto una revolución en los modos de la pedagogía. Supuesto, apenas, pues en el día a día los niños y muchachos siguen llegando a la universidad sin juntar bien las palabras ni los números ni los conceptos esenciales para abrazar la vida.

En octubre pasado el sagaz tuitero Luis H. Aristizábal conjugó estas inquietudes en el siguiente fogonazo: “Educar es enseñar a pensar. Todo lo demás está en Google”.

A este impecable tuit le hizo falta un elemento, tal vez a causa de la obligación de estrecharse entre 140 caracteres. Lo señaló Jorge Luis Borges al hablar de que lo único comunicable es un entusiasmo. No se enseña a escribir, se contagia la pasión por la lectura que es el peldaño anterior.

Pues bien, educar es enseñar a pensar y enviciar a los estudiantes con el furor de la creación en cualquier campo.

Para tener pensamiento propio conviene alzarse sobre los hombros de los gigantes. La mayor parte de estos gigantes están muertos, los vivos supieron asimilar sus enormidades y hablarlas en la lengua contemporánea.

Es que el conocimiento no nació esta mañana. Miles de años trasnocharon a la humanidad hasta descubrir cómo vuelan los aviones, cuánto demora ir a Marte, qué argucias utilizó Ricardo III para convencer a la viuda de su víctima de que en realidad lo había asesinado por amor a ella.

Para sacar provecho del panorama que se abre desde los hombros de los titanes, es preciso comprender lo que estos dijeron o escribieron o filmaron. Comprender tiene sus reglas. No equivale a imaginar lo que me conviene que dijeran.

La comprensión de lectura es una ruta complicada y desesperante. No es una fiesta. La fiesta viene después, y nadie nos la puede quitar. “Yo es otro”, dijo Rimbaud, y con tres palabras inauguró la literatura de hoy. ¿Qué quiso decir? Para pescarlo hay que saber pensar.

Y saber pensar no está en Google. Cuando las máquinas y los algoritmos sean tan abigarrados como las circunvoluciones del cráneo, seremos cyborgs, seres biónicos. Mientras tanto este sueño pertenece a la ciencia ficción. Además, si llegáramos a ser mitad humanos, mitad máquinas, quién sabe si la sangre nos bulla ante una pasión.

Por lo pronto, antes de saltar con una opinión subjetiva, es forzoso capturar el sentido literal y figurado de cada párrafo. Esto es comenzar a pensar, y no está en Google. Esto es respetar a los gigantes, asumirlos en su estatura íntegra.

De ahí en adelante queda la creación, nuestra exclusiva huella en la evolución de las especies.

[email protected]

Tomado de:Revista Corrientes.com

Blanco y Negro. El voto monetario

Ya no hay día sin que se conozca un nuevo escándalo, que enlode a las diferentes campañas políticas. Lo que todos sabíamos aparece ahora en los titulares de prensa: el voto monetario. Ese que corrompe, desde hace muchos años nuestra política. Creíamos que era una práctica exclusiva de la Costa, pero vemos con sorpresa, o tal vez con complacencia, como todas las campañas electorales, de todos los movimientos políticos, de todo el país, vienen utilizando dineros sucios, o limpios para pagar los votos. Muchas comunidades, lamentan no clasificar para usufructuar la lotería del voto monetario. Ya los tamales, el aguardiente y la lechona, solo se utilizan para convocar a los electores que buscan dinero por voto.

Es lógico: se calcula que algunos aspirantes al Senado, deben contar con 10 mil y 20 mil millones de pesos para su campaña. Con menos no salen. Los representantes de 10 mil millones peligran, y de ahí para abajo, cada uno debe disponer de buenos fondos, porque el voto monetario, cada vez está más costoso.

Cada quien quiere tener un senador, representante, diputado, concejal, gobernador o alcalde de bolsillo y eso tiene un costo, que con agrado se asume, porque los jugosos beneficios llegan.

Los presupuestos que manejarán los beneficiados con los aportes, determinan el valor de cada elección. Son tan grandes los gastos de las campañas, que difícilmente pueden ser recompensados con la plata que el Estado devuelve por cada voto conquistado. Así que muchos aspirantes tienen que entrar en la feria del voto monetario.

Liberales, Conservadores, polos, uribistas, izquierdistas, derechistas, centristas y demás “istas”, acuden en gran proporción a estas prácticas. Sobran dedos de una mano para contar quienes no pasan el sombrero buscando financiación, y quienes están liberados de pagar por los favores recibidos. Por ello, las leyes, los acuerdos, las ordenanzas, los contratos y demás recompensas, salen marcadamente desviadas a favor de los aportantes.

Entonces, lo de Odebrecht, es apenas una muestra gratis de lo que ocurre en nuestro medio. Grandes, medianas, pequeñas empresas, conglomerados, personas y organizaciones –muchas dudosas- tienen que acudir al voto monetario, si no quieren desaparecer del panorama.

Urge entonces, una verdadera reforma política, que de una vez por todas, elimine los vicios que mancillan las costumbres electorales en Colombia, y que eduque a las gentes para actuar con honestidad y limpieza si queremos salvar la democracia y eliminar la corrupción, a la que conduce el voto monetario.

BLANCO: Las últimas calificaciones económicas que recibe Colombia.

NEGRO: La asfixia en que se encuentra Medellín.

[email protected]

Prescribió en total impunidad el caso por el asesinato de Gerardo Bedoya Borrero

Hasta el 20 de marzo de 1997, Gerardo Bedoya Borrero fue el editor de las páginas de opinión del diario El País de Cali. Ese día, acompañó a su amiga María Eugenia Arango, a ver un apartamento. En las horas de la noche, en el barrio Multicentro de Cali, un hombre interceptó a la pareja y le disparó a Bedoya.

Desde las dos columnas semanales que publicaba en el diario, Bedoya denunciaba la corrupción y el daño que le estaba haciendo el narcotráfico a la sociedad. Según un reportaje de la Sociedad Interamericana de Prensa, los compañeros de Bedoya creen que este sentenció su destino con una publicación de finales de febrero del 97. El título ya era provocativo: “Aunque me llamen proyanqui”. Entre otras afirmaciones, el editor confesaba que prefería la injerencia del gobierno estadounidense en los asuntos colombianos a la influencia del narcotráfico en la política nacional.

En 20 años, el caso de Bedoya no tuvo avances significativos en la justicia colombiana. La investigación preliminar no arrojó mayores detalles sobre el crimen. Según datos aportados por la Fiscalía General de la Nación a la FLIP, el caso se encuentra en etapa preliminar en el despacho 68 de la Unidad de Derechos Humanos. Es decir, después de dos décadas, el caso prescribe sin que una sola persona haya sido vinculada a la investigación como posible responsable de este crimen.

En esta fecha es oportuno conmemorar el legado de Gerardo Bedoya Borrero para el periodismo del Valle del Cauca y Colombia. Pero al tiempo, la FLIP lamenta que la justicia colombiana le haya fallado una vez más a la familia de este periodista, a sus colegas y a la sociedad en general. Cada caso que prescribe en la impunidad es un mensaje permisivo de que este tipo de agresiones son válidas y no serán castigadas, al tiempo que debilita al periodismo en el país y pone en duda las capacidades del Estado para ofrecer las garantías para una prensa libre en Colombia.

Tomado de.:Fundación para la Libertad de Prensa, FLIP.com

¿Por qué creer en el periodismo?

Por Fidel Cano Correa

Este mea culpa es necesario para comenzar. Pero no para echarse a llorar por la suerte del periodismo ni para celebrar su muerte prematura, sino antes bien para dar cuenta de su importancia, de su necesidad.

DIRECTOR DE EL ESPECTADOR
 Fidel Cano (Colprensa).

Vive días difíciles el periodismo. En estos tiempos cuando la verdad camina al mismo paso de la mentira —así se la llame con el elegante eufemismo de “posverdad”— y cuando parece tarea inútil poder poner a cada una en su lugar, se podría llegar a dos conclusiones divergentes: Una, aceptar que el periodismo ha muerto definitivamente y que la información en adelante caminará de la mano de las emociones y su indignación pasajera, del activismo con sus intereses particulares, de la manipulación disfrazada de denuncia o de la simple reafirmación de nuestras ideas y nuestros gustos. La otra, hacer una zancadilla a la tendencia para afirmar que quizás nunca como ahora se ha requerido de un periodismo comprometido con un manejo profesional de la información, sin temores, sin complacencias, sin juegos dobles, sin ánimo de protagonismo.

En esta fecha especial en la que El Espectador celebra, precisamente, 130 años de poner por encima de cualquier otro interés la práctica de un buen periodismo, vale la pena hacer el caso por la segunda opción. Así no sea muy popular en estos días.

Para hacerlo, claro, hay que comenzar con un reconocimiento. En el acelerado cambio en el uso de la información, el periodismo ha cometido pecados. Por ejemplo, olvidarse muchas veces de sus principios básicos para irse en busca de mayor atención. Ha querido ser popular, ganarse “megustas”, volverse viral, entrar en competencia por la fama pasajera, y en ese camino se ha olvidado de su responsabilidad en la sociedad. Es explicable, por la tensión que traen las crecientes dificultades de financiación del buen periodismo, pero la consecuencia de ese facilismo está a la vista: su credibilidad ha sido erosionada y por esos huecos que ha dejado se han colado la manipulación y la mentira. Y así, los contradictores naturales del periodismo, esto es, los poderosos, han identificado la oportunidad y la vienen aprovechando estratégicamente para doblegar y desprestigiar a su control más poderoso. Nos han igualado, como dice el tango.

Este mea culpa es necesario para comenzar. Pero no para echarse a llorar por la suerte del periodismo ni para celebrar su muerte prematura, sino antes bien para dar cuenta de su importancia, de su necesidad. Porque una sociedad que no cree en los hechos y que no sabe distinguir entre la verdad y la mentira es campo fértil para la absoluta relatividad, para que los principios esenciales de la vida en comunidad se desvanezcan, para que el odio guíe las relaciones humanas, para que el juicio tome rumbos desesperados, para que surjan un Maduro por aquí, un Trump por allá, un Duterte acullá. Y mejor no hablemos de por acá.

Por eso es que para celebrar estos 130 años tan tortuosos como felices de periodismo de El Espectador, cuando el mundo ha perdido la confianza y no parecería creer en nada ni en nadie, proponemos esta conversación colectiva sobre aquello en lo que creemos. En momentos límite como los que vivimos, ni la anarquía colectiva ni los devaneos dictatoriales son buenos compañeros de viaje. Por el contrario, buscar los puntos de encuentro que nos pueden mejorar como sociedad son la base robusta sobre la que juntos podremos construir un país mejor. Y, para volver a nuestro tema, un periodismo bien ejecutado es un aliado indispensable en esa construcción.

¿Por qué? Porque una información confiable es esencial para tomar decisiones correctas. Porque un periodismo independiente es el mejor control a los abusos del poder. Porque un intercambio de ideas libre e inclusivo permite enriquecer los debates necesarios. Porque un manejo profesional de los hechos, sin dobles intenciones ni sesgos interesados, permite discernir la verdad de la mentira que, aunque hoy no lo parezcan, son asuntos muy diferentes.

Hay, en Colombia y en el mundo, gentes, ideas y asuntos en los que se puede creer, en los que se debe creer. A lo largo de estas páginas, de los desarrollos en nuestras plataformas digitales y de las redes sociales hay ejemplos de algunos de ellos. Ojalá todos pensemos por este día en qué creemos y por qué, lo compartamos y nos arremanguemos a luchar por ello. Aquí, en El Espectador seguiremos creyendo en el buen periodismo y seguiremos, como en los últimos 130 años, trabajando por dignificarlo.

Tags
La verdad es lo de menos

En este país, las mentiras no indignan a ningún político y casi a ningún ciudadano.

Por: Vladdo
22 de marzo 2017 , 12:00 a.m.

No nos llamemos a engaños: en este país las mentiras no indignan a ningún político y a casi a ningún ciudadano. Eso que ahora con tanta pompa llaman posverdad no es nada distinto de la hipocresía de siempre, la farsa de toda la vida con la cual se han ganado tantas elecciones en Colombia y en el mundo. El engaño sistemático, las verdades a medias o las mentiras descaradas no son un invento de Donald Trump ni de Álvaro Uribe –así sean unos magos de la manipulación mediática–; son viejas prácticas que han permeado no solo a la política, sino a la sociedad en general. Hoy, quizás lo único distinto es que el nuevo presidente de Estados Unidos o el jefe del Centro Democrático las usan sin empacho, sin mover una ceja y, desde luego, sin sonrojarse.

Consciente de que miente de palmo a palmo, el ordinario Trump no tiene ningún pudor al decir y jurar a pie juntillas que su sede en Nueva York fue interceptada el año pasado por órdenes de Barack Obama. Sin importar que el FBI niegue tales acusaciones, él persiste en su temeraria posición, y a sus seguidores les interesa cero verificar si tales eventos sucedieron o no: si Trump lo dice, para ellos es suficiente; así a todas luces esa sea una historia traída de los cabellos.

Lo mismo ocurre por estos lares. Sin citar ningún estudio ni mostrar base sólida alguna, el sinuoso Uribe dice de buenas a primeras que en el país se ha deteriorado la confianza inversionista; lo cual les da gasolina a todos los ‘furibistas’ para salir a repetir en coro que nadie cree en Colombia, que esto se lo llevó el patas. A sus huestes no les inquietan los informes del Banco Mundial o las calificadoras de riesgo que indican lo contrario, pues en boca de su mesías la mentira pronunciada se convierte en axioma y es muy útil como caballito de batalla para sembrar desconcierto y pesimismo en una sociedad ya de por sí cansada de oír malas noticias.

«Eso que ahora llaman posverdad no es nada distinto de las mentiras de siempre, la farsa de toda la vida con la cual se han ganado tantas elecciones».

Y como Uribe sabe muy bien que en su cruzada opositora todo vale –máxime en época preelectoral–, ahora convoca una marcha para la próxima semana contra la corrupción. Sí; leyó bien: “contra la corrupción”. ¡Háganme el bendito favor!

El mismo que tiene condenados, arrestados o investigados por la justicia a buena parte de sus excolaboradores del Gobierno; el mismo que les sugiere a sus amigos huir del país para evadir los tribunales; el mismo que invitaba a los ‘parapolíticos’ a votar sus proyecticos antes de que los metieran a la cárcel; ese mismo quiere ahora enarbolar la bandera anticorrupción. ¡No nos crean tan pendejos…!

Y lo peor, lo más triste, es que muchos, quizás miles, saldrán ese día a la calle; pero no a buscar la verdad, sino a defender esa mentira que quieren creer porque les conviene, porque les gusta, porque les da réditos. La verdad es lo de menos. Que lo diga Uribe.

* * * *

Colofón. Se cumplen hoy 130 años de existencia de El Espectador, fundado por don Fidel Cano Gutiérrez a finales del siglo XIX en la célebre calle del Codo, de Medellín. Decano de la prensa libre de Colombia y tintero de muchas de las mejores plumas del país, este periódico ha puesto una alta cuota de sacrificio en defensa de los principios democráticos y en búsqueda de una sociedad mejor. El cumplimiento de su deber le ha representado a ese diario el asesinato de no pocos de sus periodistas –incluido su legendario director, don Guillermo Cano– y la destrucción de sus instalaciones en más de una oportunidad. Sea esta la ocasión para extenderle a todo su equipo un respetuoso saludo de felicitación por la integridad y valentía con las cuales enfrentaron a los carteles del narcotráfico; por conservar la entereza ante las presiones de los grupos económicos, y por sobreponerse a las vicisitudes y desafíos de los nuevos tiempos.

VLADDO

Tomado de:El Espectador.com 

Corruptos hablando de corrupción

Por: Cecilia Orozco Tascón

Sin engaños: los ultraderechistas indignados con el perdón entre los enemigos que se enfrentaron en armas y con la igualdad de penas para los dos bandos que tuvieron criminales de guerra en sus filas (a los que pretenden diferenciar ante la ley, no por la gravedad de los delitos en que incurrieron sino por el tipo de uniforme que llevaban cuando los cometieron), están aprovechando hasta la última gota del mar embravecido por el asunto Odebrecht para destruir el acuerdo de paz y sabotear la palabra empeñada por el Estado representado —gústeles o no— por Juan Manuel Santos cuyos mandatos, decisiones y firmas de convenios gozan, hasta el momento, de presunción de legalidad. Con un desprecio asombroso hacia nuestra capacidad de relacionar la historia reciente con la actual, salen a hacer declaraciones escandalizadas sobre el pago de US$400.000 de la multinacional brasilera, en 2010, a una firma privada que trabajaba para la campaña de Santos o sobre el supuesto soborno de un millón, en 2014, al gerente de la misma, aún sin demostrar. Desde luego, criticar actos de corrupción es deber y derecho de todos aunque, en la mayoría de las ocasiones, en el mundo de los poderes particulares y públicos de Colombia, sea puro bla bla bla pues lo que en verdad se rechaza es la corrupción ajena. La propia, ni se percibe como tal.

Lo que no es admisible es que unos notables del gran empresariado rural y urbano y de la política se arroguen la vocería de la sociedad sin tener autoridad ética y vaya usted a ver si judicial, para pedir renuncias o exigir castigos ejemplares para los otros cuando en sus filas predilectas no recibieron bicocas de medio millón o de uno, sino de seis veces esa cifra (US$6,5 millones, exactamente) en 2009. Con el agravante de que su ingreso ya fue admitido por Gabriel García Morales, viceministro que adjudicó la Ruta del Sol Fase II y quien llegó a ese cargo escogido por el ministro Andrés Uriel Gallego (q.e.p.d.), tan cercano al presidente Álvaro Uribe, que fue su secretario de Obras en la Gobernación de Antioquia, en los 90, y su jefe de la misma cartera durante los ocho años de sus periodos presidenciales. En este caso, además, está probado que otro consentido de la época uribista, Daniel García Arizabaleta, fue contratado por Odebrecht en cuanto salió de la Casa de Nariño en donde se la pasaba, para servir de enlace entre la sobornadora y el candidato del expresidente en 2014. ¡Si hasta llevó a Óscar Iván Zuluaga, al hijo de este y a un precandidato del Centro Democrático a Brasil para que Odebrecht le pagara US$2,5 millones más, al publicista que fue de su campaña!

Uno los oye, olímpicos, y no lo cree: ¿Con qué cara salen a gritar en los micrófonos, hacen fiestas, almuerzos y comidas; van a reuniones en las fincas antioqueñas o cordobesas para solazarse con los dramáticos alcances de la inmoralidad del país y se sientan a manteles en los mejores restaurantes bogotanos para practicar el juego de moda: apostar sobre el tiempo en que demorará en publicarse el próximo capítulo del escándalo que una fuente altísima de la Fiscalía les ha filtrado a conveniencia? No se necesita ser muy perspicaz para adivinar la respuesta: les importa cinco la corrupción. ¡Si la practican hace años, solo que en sus manos se convierte en “alto interés de Estado”! Recuerden, no más, el máximo beneficio corrupto que obtuvieron cuando lograron cambiar la Constitución y consiguieron tener presidente de la República propio cuatro años adicionales mediante la compra de los votos de los congresistas Yidis y Teodolindo. Limpiar la podredumbre pública no es su objetivo. A otros con ese cuento. El suyo es recuperar el control del Ejecutivo y de las cortes para quedar ellos con la exclusividad de la corrupción económica y con la capacidad política de expulsar a Santos por su máximo pecado, no precisamente el de su presunta violación del Código Electoral o Penal, sino el de haber adelantado un acuerdo de paz con las Farc.

Tomado de:El Espectador.com

Espectador y protagonista

Por: Óscar Alarcón

MACROLINGOTES

Nació El Espectador en circunstancias muy difíciles, hace mañana 130 años. Hombre muy importante Rafael Núñez en el siglo XIX, sin embargo no era amigo de la libertad de prensa. La fórmula de “prensa libre pero responsable”, que se adoptó en la Constitución de 1886, no le gustaba. “La responsabilidad es y será una palabra hueca y sin sentido práctico”, le declaró a su confidente Máximo Nieto. Y eso lo dijo a pesar de que ese mismo Estatuto, en sus disposiciones transitorias (artículo K), señalaba: “Mientras no se expida la ley de imprenta, el gobierno queda facultado para prevenir y reprimir los abusos de la prensa”. Y como la tal ley solo se expidió en 1898 (Ley 51), la libertad de prensa no existió en Colombia sino a partir de ese año.

Como si lo anterior fuera poco, el Consejo Nacional Legislativo aprobó la Ley 61 de 1888, que don Fidel Cano, fundador de El Espectador, llamó la Ley de los Caballos, la cual, de una sola plumada, borró todo el título III de la Constitución sobre derechos civiles y garantías sociales. Daba ella facultades al presidente de la República para prevenir y reprimir administrativamente los delitos y culpas contra el Estado que afectaren el orden público.

En esas circunstancias tan difíciles nació El Espectador en una destartalada, oscura y húmeda casucha de la calle de El Codo de Medellín. Según cuenta don Gabriel Cano, hijo de don Fidel, en la Autobiografía de un periódico, ese primer número era una pequeña publicación de cuatro páginas, cada una de ellas del tamaño de un cuarto de pliego. Con muchas dificultades y con cierres decretados por el gobierno, el periódico logró sobrevivir y con el impulso de los hijos del fundador (Luis y Gabriel) El Espectador comenzó a circular en Bogotá, en donde también fue víctima de la dictadura, de las presiones económicas y del narcotráfico, que asesinó a uno de sus directores, Guillermo Cano.

A pesar de todo ha sido espectador y protagonista y es el de…Cano de la prensa nacional.

Tomado de:El Espectador.com