Crculo de Periodistas de Bogot
Sí a la consulta anticorrupción

19 ENE 2017 – 10:43 PM

Ahora que las Farc no existen como grupo armado y no monopolizan la atención de los medios, nos enfrentamos a nuestra realidad, esa que siempre ha estado ahí pero que antes no queríamos ver porque teníamos a un malo al cual echarle la culpa de toda nuestra escoria: las Farc.

Por: Patricia Lara Salive

Ya sin las Farc en la pantalla, salta a la vista lo feo de nuestra sociedad: el microtráfico, la inseguridad ciudadana, ese monstruo de estrato seis llamado Rafael Uribe Noguera, el enorme chanchullo de Reficar, el serrucho pagado por Odebrecht para hacerse a un tramo de la Ruta del Sol, la corrupción…

Y al parecer, después de la eficaz labor efectuada por el fiscal Néstor Humberto Martínez tanto en el caso de la captura de Uribe Noguera como del viceministro de Transporte de Uribe, Gabriel García, quien recibió el soborno de Odebrecht, la lucha contra la corrupción se puso de moda y parece que va a ocupar en los medios el lugar que tenían las Farc. Que así fuera sería muy importante porque, como le decía el procurador Fernando Carrillo a Yamid Amat, “lo que no hemos atacado con efectividad ha sido la cultura de la corrupción”.

De manera que si se logra que la gente denuncie a los corruptos, tanto del sector público como del privado; que no les pague coimas; que la Fiscalía los capture; que los sancionen de manera ejemplar; y que la sociedad les de la espalda, para que sientan, como decía Carrillo, que “ser pillo no paga”, la corrupción, que según el contralor Edgardo Maya vale 40 o 50 billones anuales, es decir, siete u ocho reformas tributarias, tiene que disminuir.

¡Pero esa es una tarea de todos! Por eso invito a apoyar masivamente la Consulta Nacional Anticorrupción que promueven la senadora Claudia López y su Partido Verde, la cual requiere de un soporte descomunal: cinco millones de firmas recogidas en seis meses para que sea sometida a votación, y un mínimo de 11 millones de votantes. De ser aprobada por la mayoría, el Presidente de la República tendría que expedirla por decreto si en el Congreso no pasa.

Esa Consulta Anticorrupción busca limitar a máximo tres períodos el tiempo que los elegidos pueden permanecer en corporaciones de elección popular (yo agregaría que la prohibición incluyera a los hijos y hermanos de los elegidos, de manera que se eliminen las dinastías políticas); establecer como requisito para ejercer el cargo, la publicación anual de las declaraciones de bienes, patrimonio, renta, impuestos y conflictos de interés de todos los elegidos por voto popular (yo extendería el requisito a los hijos y cónyuges); obligar a los congresistas a rendir cuentas de manera periódica y detallada; establecer que todos los presupuestos de inversión se desglosen y prioricen en Audiencias Públicas con la ciudadanía, la cual vigilaría su ejecución y su contratación; ordenar que se terminen sin indemnización los contratos entre el Estado y las personas condenadas por delitos contra la administración pública; establecer que las penas de los corruptos se paguen en la cárcel sin reclusión especial; y fijar un tope de 25 salarios mínimos para remunerar a los congresistas y altos funcionarios del Estado.

Puede que esa iniciativa sea mejorable. Pero es importante apoyarla para ayudar a crear la cultura anticorrupción. Aquí no puede generalizarse la creencia guajira de que el que no se enriquece en un cargo público es un pendejo. No. Los corruptos tienen que sentir que no tienen cabida en su entorno. Así empezaríamos a derrotar la corrupción.

www.patricialarasalive.com@patricialarasa

Tomado de:El Espectador.com

Concesiones políticas
PASCUAL GAVIRIA 17 ENE 2017 – 9:00 PM

Rabo de paja

Un decreto presidencial de junio de 2003 creó el Instituto Nacional de Concesiones (Inco).

Por: Pascual Gaviria

El presidente Álvaro Uribe buscaba un organismo con la capacidad técnica para “planear, estructurar, contratar, ejecutar y administrar los negocios de infraestructura de transporte que se desarrollen con participación del capital privado”. Uribe llevaba un año en la Casa de Nariño a donde había llegado agitando una bandera contra la “corrupción y la politiquería”. Se hablaba de un instituto técnico y la palabra meritocracia rondaba los discursos y los documentos oficiales.

Pero la ronda de los congresistas comenzaba a hacer sus sugerencias y a presentar sus recomendados. Uribe conocía de sobra ese mundo que había negado durante su campaña presidencial. Mientras Andrés Uriel Gallego ponía los elementos químicos de bondad y la nota folclórica, el Inco comenzaba a llenar el sudoku del clientelismo y a poner las primeras notas de corrupción. Godos-costeños, decía en la casilla al frente del Instituto Nacional de Concesiones. Y comenzaron los líos.

El primer director en problemas fue Luis Carlos Ordosgoitia quien dirigió el instituto entre septiembre de 2004 y noviembre de 2006. Comenzó su vida política coko diputado en Córdoba en 1995 y fue representante a la Cámara en 1998. Su firma en el famoso Pacto de Ralito en 2001 lo sacó del Inco por la puerta de atrás. Durante el gobierno Pastrana también había tenido sus palomitas. Los vallenatos también merecían su cuota y por eso llegó Fabio Alberto Méndez Dangond. Una falsedad en sus papeles para posesionarse hizo que apenas durara dos meses al frente de la entidad. Apenas estaba conociendo a los contratistas. En 2013 llegaría la condena a ocho años por falsificar un título de maestría en finanzas del Externado de Colombia para cumplir los requisitos frente a la prueba química de Andrés Uriel. Quedaba pendiente la deuda con la gente del Cesar y para eso llegó Álvaro José Soto, un ingeniero de la Universidad Católica que había trabajado como secretario privado del destituido gobernador del Cesar, Rafael Bolaño Guerrero. Algunas conversaciones en manos de la Fiscalía muestran que el hombre sí alcanzó familiaridad con los contratistas: “El Mono ya habló con Álvaro José (Soto) de eso, pero dijo que a mí no me entregaran ni mierda”; al parecer era la voz de Álvaro Arias, un asesor del Ministerio de Transporte. Y la conversa seguía en la voz de un representante de los consorcios en busca de una licitación: “Me han llamado mucho estos muchachos para que les dé más platica (…) El siguiente paso es consolidarnos no solamente en el consorcio, sino ante todo en el grupo de trabajo, y pues si hay que dar $100 millones (…) Que los españoles vean que no estamos solos”. Álvaro José Soto y sus cuatro asesores renunciaron y se suspendió la entrega del corredor férreo entre Chiriguaná y Villa Vieja, un contrato de $1,3 billones.

En vista de que parecía físicamente imposible llevar al Inco a alguien que no armara un negocio propio o un problema ajeno, encargaron a Gabriel García con el empujoncito de los García Zucardi de Cartagena. Y mostró que sabía aprovechar la oportunidad. Para terminar y dejar descansar a los costeños llegó Julio César Arango desde Risaralda; entre otras credenciales mostraba la de ser presidente de la Fundación del Bambuco Colombiano. Salió peleado con Andrés Uriel al final del gobierno Uribe II y con su respectiva investigación en la Procuraduría por la licitación en la Ruta del Sol. El Inco sumaba más de diez directores en sus primeros siete años. Queda claro que Gabriel García no fue el único traicionero.

Tomado de:El Espectador.com

Corrupción Odebrecht: sigan las pistas

17 ENE 2017 – 9:00 PM

Una estela de grabaciones revelada por periodistas entre los años 2009 y 2010 es el hilo conductor que llevaría a descubrir la identidad de todos los altos funcionarios del gobierno Uribe y de otros personajes sin cargo oficial, pero tan cercanos al presidente, que pudieron meterle mano, exitosamente, a la selección del grupo Odebrecht para la construcción de la famosa Ruta del Sol, la megaobra más importante del país, en años.

Por: Cecilia Orozco Tascón

Desde luego, el análisis judicial de estas pistas regadas desde entonces sobre los sobornos multimillonarios que se concretaron en aquella época requiere, más que perspicacia, voluntad política, autoridad moral e independencia de los entes de investigación. Amanecerá y veremos quién pasa la prueba entre el fiscal Martínez, el procurador Carrillo y el contralor Maya, o si sus anuncios de “lucha contra la corrupción”, se reducen a la captura de un viceministro sin lustre nacional, de unos mandos medios y de uno que otro excongresista desprestigiado.  Por lo pronto, resulta útil recordar esas piezas que por haber sido registradas por la prensa, no pueden desaparecer ni ignorarse en los expedientes del caso:

Grabación 1.– 17 septiembre de 2009 (tres meses antes de la adjudicación). Video de la reunión de la cabeza del grupo aspirante a ser favorecido por el gobierno (Marcelo Odebrecht, hoy condenado en Estados Unidos), con el presidente Uribe, su viceministro Gabriel García (hoy capturado), su director del Instituto Nacional de Concesiones, Inco, Álvaro José Soto y su consejero para las Regiones, Miguel Peñalosa (ver web).

Grabación 2. 21 de Septiembre de 2009. El ministro de Transporte Andrés Uriel Gallego, hombre de entera confianza del mandatario, publicó su escandalosa decisión de pedirle la “renuncia” al director del Inco Álvaro José Soto quien se aprestaba a anunciar la apertura de la licitación. A Gallego (q.e.p.d.) no le interesó —como se aduce ahora cada vez que alguien quiere justificar el nombramiento de un cuestionado— que no hubiera investigaciones ni condenas contra Soto. Cual alias Job, el protegido viceministro García llevó a la Casa de Nariño en horas nocturnas, tres grabaciones de conversaciones de supuestos contratistas con empleados del Inco. Hablaban de presuntas coimas a Soto por la adjudicación de otras obras (ver pág. web). El ministro Gallego encargó de inmediato a García de la dirección del Inco y, tres meses después, este entregó la Ruta del Sol a Odebrecht. El “denunciante” García que logró sacar al director del Inco recibía, entre tanto, US$6,5 millones de la firma ganadora.

Grabación 3.– Diciembre de 2009, diez días antes de la adjudicación.Gabriel García, viceministro y director del Inco encargado, se reunía también con el gerente del otro grupo que competía con los brasileros (ver pág web). Se trataba de Miguel Nule. En la grabación se escucha cómo García avienta, esta vez, al consejero para las regiones del presidente Uribe y, por un tiempo, también del presidente Santos, Miguel Peñaloza: “Como sea… me cagó en el proceso (de licitación) porque salgo diciendo que me están haciendo presiones… el hijueputa de Miguel Peñaloza… no sabe que yo le conozco un cuento a él…”.

Grabación 4.– Diciembre de 2010. Entrevista del periodista Gerardo Reyes a Miguel Nule sobre reunión en Panamá, en noviembre de 2008 (cuando apenas se estructuraban las condiciones de la licitación) con Tomás Uribe, hijo del presidente.- Afirma Miguel Nule: “Guido, mi primo, me llama y me dice, tenemos una reunión con la gente de Odebrecht que nos invitaron (sic) el señor Tomás Uribe. Se habla de posibilidades de negocios en Colombia”. Pregunta el periodista Reyes: “O sea, ¿se los presentó (Tomás) a ustedes, a Odebrecht?” Responde Nule: “Sí”. P/: “Y ¿él ya conocía a los de Odebrecht?” R/: “Sí, pues, o sea, yo eso noté”. P/: “¿Cómo intervino el hijo de Uribe?”. R/: “Que le parecía que esta sería una buena asociación, que sería bueno para el país”. P/: “¿Odebrecht quería que ustedes se asociaran para presentarse?”. R/: “Exacto” P/: “¿Para una cosa específica, la Ruta del Sol”?”. R/ “Entre otras”.

Sigan las pistas, señores fiscal, procurador y contralor. Y encontrarán a todos los responsables… si quieren.

Tomado de:El Espectador.com

Andrés Pastrana pide a la Corte anular fallo que avaló el ‘Fast Track’
Foto:Archivo Semana.com

| Autor: Elpais.com.co | Colprensa

El expresidente de la República Andrés Pastrana radicó ante la Corte Constitucional una acción de nulidad en contra de la sentencia que avaló el Acto Legislativo para la Paz. Lea también: Las ocho primeras leyes que se aprobarían con el ‘fast track’ para implementar acuerdo de paz“Presentamos nulidad contra la sentencia C-699 de 2016 que desconoció el plebiscito del 2 de octubre. Lo hago como ciudadano común”, dijo a su ingreso a la Corporación.

Pastrana cuestiona que la sentencia haya permitido la refrendación por vía Congreso del nuevo acuerdo de paz, teniendo en cuenta que ganó el ‘No’ en el plebiscito y que dicho Acto Legislativo condicionaba su entrada en vigencia a una refrendación popular.

La decisión de la Corte Constitucional que ataca Pastrana, avaló el mecanismo expedito en el Congreso de la República para poder tramitar las reformas necesarias para implementar el acuerdo de paz, denominado fast track o ‘vía rápida’ por considerar que no sustituía a la Constitución.

En la determinación, la Corte dispuso que el Congreso verificara si ya se había presentado refrendación, entendiendo esta como «un proceso amplio, de trato sucesivo», cosa que en efecto sucedió días después.

Tomado de:El País.com.co

Humanidad agobiada y doliente

Porque así lo quiso el destino –o la ley del accidente–, he estado cerca del Sistema de Salud Público, el de los pobres, incluido lo que comúnmente se conoce como EPS, y no he podido liberarme de las imágenes que me ha obligado a ver el funcionamiento del que alguien dijo esta semana que era uno de los más avanzados de América Latina con el cuento de que la esperanza de vida de los que no matan en una calle o se mueren en las puertas de los hospitales es cercana a 80 años. Lo creo posible para desgracia de los que alcanzan ese límite y deben someterse desde los 50 años a ser parte de la humanidad doliente que mendiga atención médica.

Por: Alfredo Molano Bravo

Los hospitales, y no las clínicas –que es como hablar de escuelas y colegios–, están divididos en cinco espacios: las salas de cirugía, los servicios de diagnóstico, las salas de espera, los corredores y la calle. Es un embudo donde lo ancho está al aire libre. El que llega con un persistente dolor comienza por hacer cola en un lugar que tiene una puerta, la de urgencias, donde parquean las ambulancias. La cola tiene filas tangenciales y gentíos, que es lo que está más allá. Para ser atendido por el portero –corpulento ex suboficial de la fuerza pública–se debe luchar a codazo limpio para que en algún instante el guardia se fije en los ojos del doliente y le haga el diagnóstico. El criterio es simple: grado de hemorragia o de palidez del sujeto. De resto: “regáleme un momento, espere allá”. Allá es el purgatorio. Pocas bancas, un solo baño y otra puerta con otro portero que reparte las fichas de turno. Hay pacientes –palabra clave para entender el sistema–acostados o sentados en el piso, otros en camillas, otros deambulando y otros haciendo cola para usar el sanitario de un salón donde puede haber 300 personas. Tres o cuatro horas para franquear de nuevo la puerta y llegar al consultorio del doctor, usualmente un muchacho o muchacha acabado de salir de la universidad. En los corredores por donde se llega a los consultorios hay camillas y sillas de ruedas con pacientes graduados de tales, es decir, gente al borde de la muerte. Se puede oír de tanto en tanto un grito: “¡Urgencia Vital!” y el personaje es llevado a tropezones hasta el quirófano. Los pacientes ordinarios reciben del facultativo una orden para adquirir acetaminofén o una orden de exámenes básicos, que pueden ser realizados tres semanas después. Esos exámenes terminan en nuevas dosis de acetaminofén o en turno para cirugía. No es excepcional que a ese turno nunca se llegue porque la enfermedad es más rápida. Pero llegado el día de la intervención, se debe volver a transitar casi todos los controles. Las cirugías suelen ser exitosas, aunque casos de confusión o descuido no son excepcionales. Las Unidades de cuidados intensivos, llamadas familiarmente UCI, son salones donde puede haber 40 enfermos, unos entre la vida y la muerte, otros prendidos a la vida con desesperación y los más quejándose de dolor o de ansiedad. Las enfermeras y los médicos son verdaderos samaritanos en estos sitios donde se respira toda la angustia de la humanidad doliente entre sonidos intermitentes —testigos de la vida—, tubos de oxígeno, sondas y rodajes de camillas mal aceitadas. Y todo a plena luz blanca que hace ver a los más sanos como verdaderos cadáveres.

No puedo decir lo mismo de las clínicas donde me han curado de males menores o mayores —cada vez más frecuentes—, hacia las que no tengo sino agradecimientos. Pero lo que explica la miseria de los hospitales, la desesperación de los facultativos y el lamento y la agonía de los pacientes es el hecho de haber entregado el sistema de salud público al sistema financiero por medio de las aseguradoras que lo someten a las leyes de la rentabilidad óptima y por tanto convierten la salud en una mercancía más. Los bancos no pueden darse el lujo de que exista lucro cesante y por eso, para que el negocio florezca, el cupo de los hospitales debe ser muy inferior a la demanda de servicio. Así visto el asunto, el Estado pasa a ser un alcahueta del negocio. Mientras las platas de las aseguradoras andan por ahí cazando oportunidades especulativas, la humanidad doliente gime en los hospitales. La Ley 100 convirtió la salud en un sistema de urgencias. La reforma radical del sistema de salud debe ser considerada una Urgencia Vital Nacional de la Nación.

Tomado de:El Espectador.com

Los tres mosqueteros

Los tres mosqueteros Foto: Juan Carlos Sierra / Daniel Reina Romero

Con la posesión de Fernando Carrillo como procurador se cierra un ciclo. El del relevo en las cabezas de los principales organismos de control. Carrillo en el Ministerio Público, Néstor Humberto Martínez en la Fiscalía y Edgardo Maya en la Contraloría reemplazan a Alejandro Ordóñez, Eduardo Montealegre y Sandra Morelli.

En principio, los cambios no son más que un episodio normal que se produce porque se cumplieron los periodos de quienes habían sido elegidos para ocupar los cargos. Pero por las características de quienes se fueron y de los que llegaron, se perciben nuevos vientos. El contralor, el fiscal y el procurador no forman un equipo ni son parte del gobierno, pero hay una gran diferencia entre lo que irradiaban sus antecesores y lo que prometen, hacia adelante, Maya, Martínez y Carrillo.

El trío saliente fue muy controvertido. Cada uno a su medida le dio a su cargo una orientación basada en asumir que las funciones de sus entidades tenían un espectro más amplio del que se les había reconocido hasta la fecha. Y esa nueva interpretación flexible dio pie a muchas controversias.

Las agendas tradicionales de los organismos de control eran bien conocidas: la de la Contraloría, la revisión de las finanzas del Estado; la de la Fiscalía, el liderazgo de la acusación en el campo penal; y la de la Procuraduría, el control disciplinario de los funcionarios. Sobre todo en relación con estas dos últimas entidades, Ordóñez y Montealegre consideraron que tenían atribuciones y responsabilidades en cuanto al proceso de paz. Ordóñez se oponía y Montealegre lo apoyaba, los dos con vehemencia, pero ambos asumieron demasiado protagonismo, algo ajeno a la responsabilidad de sus cargos. Coparon espacio en los medios de comunicación y dieron de qué hablar sobre la posibilidad de que le estaban jugando a un futuro en la política.

Es muy temprano para calificar a Edgardo Maya, Néstor Humberto Martínez y Fernando Carrillo, que apenas se está posesionando. Pero en el poco tiempo en que se han desempeñado los dos primeros en sus cargos, y por la trayectoria de los tres, se puede concluir que hay un giro notable, al menos de estilo. Los tres tienen un talante moderado y los dos primeros han enfocado su trabajo en concentrarse en el núcleo de la misión funcional de los tres organismos de control.

Estos tres mosqueteros tienen además algunas características en común. Aunque han sido elegidos en un ambiente caracterizado por la polarización entre santismo y uribismo, los tres tienen lazos con ambos lados del espectro. Edgardo Maya no despierta resistencias en el uribismo. Néstor Humberto Martínez intentó acercar a Santos y a Uribe, a quien denominó “patriota” cuando ejercía el cargo de ministro de la Presidencia. Y Carrillo fue el arquitecto de la original reunión de Santos y Uribe con el papa Francisco. En sus actitudes y pronunciamientos, la nueva tripleta parece estar dispuesta a jugarle a un país pospolarización. E incluso a contribuir a acabar con ella. Los tres llegaron a sus cargos con credenciales que los alejan del sectarismo político.

Desde luego, una cosa es que en el clima político se perciba un alivio y otra, muy distinta, precipitar calificaciones anticipadas por unas tareas que apenas comienzan. A Maya, Martínez y Carrillo los beneficia la crítica generalizada que se llevaron sus antecesores cuando terminaron sus periodos. Las encuestas son elocuentes: según Invamer-Gallup, la imagen desfavorable de la Fiscalía es del 52 por ciento, y la de la Contraloría, 41 por ciento. La percepción negativa de la Justicia es del 79 por ciento.

Hasta ahora, lo que más ha favorecido a los nuevos mosqueteros es el contraste con sus antecesores. De Ordóñez se había convertido en frase de cajón decir que su referente era la Biblia y no la Constitución, y sancionó con drasticidad a quienes militaban en la otra orilla del espectro político, como Gustavo Petro o Piedad Córdoba. Trató también de frenar la principal bandera del presidente Santos –el proceso de paz con las Farc– con intromisiones excesivas como cuestionar los viajes de Timochenko a La Habana. Santos le contestó, públicamente, que las gestiones de paz son un asunto del fuero presidencial que no compete al procurador. Esto, sin hablar de su polémico papel en frenar los derechos a la comunidad LGTBI o el aborto y la eutanasia.

Algo similar ocurrió con el exfiscal general Eduardo Montealegre. Antecedido por una respetable hoja de vida como académico y magistrado de la Corte Constitucional, generó controversias por opinar sobre lo divino y lo humano, en principio a favor del gobierno y en la etapa final, en contra. De ahí que acabara por convertirse en un obstáculo para reformar la Justicia y en un crítico del plebiscito como mecanismo de refrendación del acuerdo de paz. Aparte de esto tuvo metidas de pata y salidas controvertidas como las acusaciones ligeras a Sigifredo López o a la actriz Carolina Sabino.

En esta guerra de poderes y de egos, la excontralora Sandra Morelli también tuvo un papel protagónico. Muchos le reconocen la forma como fortaleció la entidad y se le midió de frente contra la corrupción y a temas complejos, como desenmascarar al grupo Nule o ponerle fin al oscuro imperio de Saludcoop. También tuvo un rol protagónico y hasta se metió con las excesivas pensiones de los exmagistrados, un tema tabú para quienes aspiran a un futuro en la rama judicial. Sin embargo, actitudes excéntricas y no pocos enfrentamientos, en especial con el fiscal Montealegre, afectaron su gestión tanto como su imagen. Tampoco ayudó su salida del país a Roma, alegando falta de garantías, en un acelerado proceso que la Fiscalía le adelantaba en su contra.

 

El giro

En la actual coyuntura, la tarea de los tres mosqueteros es crucial. Los colombianos han perdido confianza en la Justicia y la corrupción se ha convertido en una de sus preocupaciones principales. Todo esto en un ambiente político de tensión y radicalismo. Maya, Martínez y Carrillo pueden contribuir a reconstruir la legitimidad de las instituciones a su cargo. Lo primero, por supuesto, será cumplir la misión que tienen en sus manos: vigilar las finanzas del Estado, castigar los malos comportamientos de los funcionarios e investigar a los delincuentes. Pero también, con mesura y sensatez, hacer un aporte a la paz política. En otras palabras, que no haya ningún tipo de agenda política en sus investigaciones.

¿Lo harán? La historia apenas comienza, pero los tres tienen condiciones propicias. Edgardo Maya Villazón, elegido contralor general en 2014, les ha puesto el pecho a toros bravos como Reficar, en donde detectó sobrecostos y pérdidas cercanas a los 8,5 billones de pesos. Esa misma investigación sirve hoy de base para uno de los casos que tienen alta prioridad en la Fiscalía General y en la que muy pronto se verán capturados y hasta extraditados.

Aparte de esto, la Contraloría se ha centrado en investigar y denunciar el uso indebido de las regalías, los impuestos, los recursos de la salud, la alimentación o la terrible situación por la que está pasando la población carcelaria, entre otros.

En cuanto al fiscal general, Néstor Humberto Martínez, en sus primeros cinco meses en el cargo ha manejado hábilmente los medios de comunicación al hacer denuncias precisas y de buen recibo ante la opinión pública. En casos simbólicos y cruciales, como el asesinato de Yuliana Samboní y de las coimas de Odebrecht, ha producido resultados rápidos. El año pasado fueron desarticuladas 1.300 bandas criminales, y se incautaron bienes por 5 billones de pesos, de los cuales, 500.000 eran de las Farc. Además, hay un trabajo intenso en combatir la inseguridad, que ha permitido importantes logros en muchas ciudades. En 2016 fueron capturados también 37 funcionarios corruptos de la Fiscalía. Mientras que en Bogotá se trabaja en más de 25 casos ejemplares, que darán grandes sorpresas –entre ellos Reficar–, en las regiones se trabaja en otros casos importantes.

Por su parte, el procurador Carrillo, quien se posesiona este lunes, ha dado muestras de discreción y eficiencia. Habla cuando toca sin incurrir en excesos. Carrillo es un respetado constitucionalista y un conocedor del Estado colombiano, y eso le permitirá lograr una buena alineación con las otras entidades de control. Sus contactos internacionales, gracias a los 17 años que estuvo en el BID, también le permitirán conseguir recursos de cooperación para fortalecer la Procuraduría. Esta es quizá la entidad a la que más le temen los políticos. Su posibilidad para destituir o inhabilitar de la vida pública a alcaldes, gobernadores y funcionarios públicos en general lo convierte en un gran protagonista en la lucha contra la corrupción del Estado, y por lo tanto su responsabilidad y ponderación serán esenciales, sobre todo después de las arbitrariedades con agenda política cometidas por el procurador anterior.

Aunque cada uno, Maya, Martínez y Carrillo, tiene una misión específica y distinta, también deben alcanzar en conjunto una cruzada firme contra la corrupción. Los tres han asumido ese compromiso. Desviarse del rumbo institucional, buscar protagonismos que no corresponden o jugarle a la política serían extravíos que rechazaría la opinión pública.

El segundo punto en común es la necesidad de profesionalizar las entidades a su cargo. Contraloría, Fiscalía y Procuraduría necesitan modernizarse, depurarse y hasta repensarse. En la difícil labor de hacer más eficaces los mecanismos de control, tendrán que romper con prácticas clientelistas que, por la vía de la politización, han llevado a personas no idóneas a cargos de alta responsabilidad.

Un tercer factor en el que convergen los momentos de las tres entidades

–Contraloría, Fiscalía y Procuraduría– es el de la internacionalización. Como lo acaba de demostrar el caso de corrupción por sobornos de Odebrecht, la acción transnacional contra la corrupción es fundamental. Unas instituciones parroquiales y tradicionales no van a ser capaces de enfrentar a ese monstruo en los tiempos de hackers, coimas transnacionales y descomunales avances de la tecnología.

Los tres mosqueteros tienen antecedentes esperanzadores, pero deberán actuar con contundencia. Aunque sus periodos van más allá de 2018, cuando termine el segundo cuatrienio de Juan Manuel Santos –y, en consecuencia, se desempeñarán en otra Administración– deben demostrar que tendrán mano firme sin miramientos políticos. Maya Villazón tiene que manifestar independencia frente al liberalismo, donde algunos lo ven como una carta costeña a la Vicepresidencia; Martínez Neira no puede ser complaciente con figuras de la cuerda de Germán Vargas, de quien es reconocido allegado; y Carrillo tiene que saber vigilar a un gobierno, el de Santos, del cual formó parte. La responsabilidad que tienen en sus manos definitivamente no es de poca monta.

Tomado de:Semana.com

Lo que le espera a Colombia con EE. UU. en la era Trump
Foto: Carlo Allegri / Reuters

Las relaciones bilaterales entre Colombia y EE. UU. en la era de Donald Trump son una incógnita.

Analistas creen que con el presidente electo el apoyo al posconflicto llegará muy condicionado.

Por:  SERGIO GÓMEZ MASERI |

Como pasa con la mayoría de países del mundo, el futuro de las relaciones bilaterales entre Colombia y EE. UU. en la era de Donald Trump es todavía una incógnita.

Pero de lo que sí no hay duda es de que se vienen cambios, y quizá sustanciales. Especialmente ahora que los republicanos controlarán tanto el Congreso como la Casa Blanca.

Todos los expertos consultados por EL TIEMPO coinciden en que Colombia lleva ya años contando con el apoyo bipartidista de Washington y que este no se desvanecerá de la noche a la mañana.

Y el gobierno del presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, viene subrayando que el país ha podido acomodarse a las diferentes composiciones políticas que han surgido en EE. UU. en estas dos últimas décadas.

Bien sea cuando un solo partido ha estado a la cabeza –como ocurrió en el 2008, cuando los demócratas mandaban la parada– o cuando el poder se lo han dividido –como sucedió en el 2000, año en que un presidente demócrata y un Congreso republicano trabajaron juntos para aprobar el Plan Colombia–.

Esa relación ‘especial’ quedó en evidencia esta semana cuando el general John Kelly, nominado por Trump para ser secretario de Seguridad Interna, se refirió al país como el mejor aliado de EE. UU. en la región y un ejemplo por seguir a la hora de enfrentar la crisis de seguridad que sacude a Centroamérica.

Dicho eso, el tono a lo largo de los años no ha sido el mismo. Como tampoco lo es el contexto que existe tanto en Colombia como en EE. UU.

Durante los años de la administración de Barack Obama hubo gran sintonía entre esta y el proceso de paz con las Farc, una iniciativa que apoyó desde el comienzo, al punto de nombrar un enviado especial y proponer un paquete de ayuda dirigido a la implementación de los acuerdos y que se conoce como Paz Colombia.

Para Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano, parece que Colombia no será una prioridad –como lo fue para Obama–, y es muy probable que el énfasis esté, nuevamente, en la lucha contra el narcotráfico.

“Mucho dependerá de quién en el gobierno Trump se convierta en la voz más influyente para los temas de América Latina. Creo que la paz será respaldada, pero habrá más presión en el combate a las drogas, y es posible que la ayuda prometida se redirija a temas de narcotráfico y seguridad”, sostiene este analista.

Versión completa en:El Tiempo.com.

Retrato hablado
 13 ENE 2017 – 9:00 PM

Escribe Juan Diego Restrepo en su columna de Semana, titulada “¿Gobernador Luis Pérez, en la mira de Estados Unidos?”: “Justamente un financiador de su campaña a la Gobernación levantó sospechas por sus antecedentes de narcotraficante, se trata de Luis Javier Castaño Ochoa”. La esposa del benefactor, Llanedt Martínez, fue secretaria de Productividad de la actual Gobernación de Antioquia durante un par de meses. Hoy es la gerente Indígena.

Por: Ana Cristina Restrepo Jiménez

Señala Tatiana Acevedo, en El Espectador: “Luis Pérez, en arrebato varonil, amenazó con ‘demandas penales, disciplinarias y fiscales’ a funcionarios chocoanos que permanezcan en el municipio de Belén de Bajirá”. Ninguna intimidación proveniente de Pérez es menor: era alcalde de Medellín durante la Operación Orión.

Refiere Cecilia Orozco, en su texto “Senador Uribe: ¿nació su pequeño Frankenstein?”: “Pérez copia el estilo del expresidente [Álvaro Uribe] y tuerce la realidad […] tal vez con la ilusión de darle viabilidad a sus desorbitadas ambiciones de lograr el apoyo del patrón para ser candidato presidencial en 2022”.

Del “Frankenstein” (con algunos tornillos zafados de Vargas Lleras), falta mucho por hablar…

En noviembre de 2016, Pérez anunció la construcción de la doble calzada Las Palmas-El Tablazo, en jurisdicción de Envigado, El Retiro y Rionegro. El proyecto incluye la construcción de 13,3 kilómetros de vía con una inversión cercana a $480 mil millones.

El Tablazo es una vereda aledaña al aeropuerto José María Córdova. Cuando el avión rompe las nubes y desciende sobre el Valle de San Nicolás, se despliega ante la mirada este sector rural, idílico, de campesinos y citadinos nostálgicos que van a “temperar” y cabalgar. Pablo Escobar estudió en su escuela rural. A pocas cuadras, se ubica una propiedad del expresidente Uribe.

Del proyecto vial, dice el alcalde de Rionegro, Andrés Julián Rendón: “Es una obra que el gobernador tiene todo el interés en sacar adelante. Sin embargo, nosotros y los pobladores de Rionegro no hemos tenido mucha ocasión de conocer mucho de ella […] necesitamos que se hagan las obras que se nos ocurran como novedosas [como la doble calzada], pero sobre todo las obras que llevan 20 o 25 años esperando”.

Rendón confirmó otro detalle sobre el área de influencia de la vía: “Tenemos conocimiento de que la familia de él [Luis Pérez] tiene un terreno en El Tablazo y que tuvo una licencia de construcción”.

El proyecto vial generará más de mil cien empleos directos y 650 indirectos. ¿Qué tan indirectos?

La familia del director del Departamento Administrativo de Planeación de Antioquia, Carlos Mario Montoya, ha sido propietaria de una cadena de restaurantes. Son negociantes visionarios: sus comedores cuentan con una ubicación estratégica en los retornos de algunas carreteras antioqueñas. Difícil adivinar cuál es el nuevo restaurante anunciado a la vera del camino en los parajes de El Tablazo.

Ni Antioquia es una finca ni necesita más capataces.

Un gran obstáculo para trazar el retrato hablado de Luis Pérez es la perspectiva: su punto de vista desvanece (hasta borrarlos) los límites entre el interés público y el privado.

Tomado de:El Espectador.com

De espionaje y matoneo

Se acaban de publicar dos informes de inteligencia que enredan a Donald Trump con los rusos: la hackeada rusa contra Hillary Clinton y el espionaje contra Trump desde el Kremlin. Los dos informes son de distinto origen y diferente credibilidad, pero, una vez más, reflejan los nubarrones negros que amenazan el barrio.

Por: Vivian Newman

El primer informe concluye que Putin ordenó influir la campaña presidencial norteamericana, pues quería afectar la credibilidad de los procesos democráticos, dañar a Hillary Clinton y apoyar la elección de Donald Trump. El análisis se basa en inteligencia humana, interceptaciones electrónicas e investigación forense de los ciberataques rusos, y es compartido por la NSA en un nivel moderado de confiabilidad y en un nivel alto por la CIA y el FBI.

El segundo informe es harina de otro costal. Nace, al mejor estilo de House of Cards, con la contratación de detectives a sueldo para compilar escándalos y debilidades de Trump que pudieran resultar útiles en contra de su campaña presidencial. Incluye la participación de antiguos espías británicos del MI6 con experiencia y contactos en Rusia desde la época de la Guerra Fría y termina, por supuesto, con escenas de cama en Moscú. Además, en apartes agrega que Trump apoya la hackeada del Partido Demócrata, a cambio de la cual se haría el de la vista gorda con la intervención de Rusia en Ucrania.

Sobre el primer informe, el futuro presidente ha querido bajarle el tono diciendo que el Partido Demócrata fue demasiado ingenuo al dejarse hackear, que igual recibimos frutos de dicho acto (el fin justifica los medios) y que no sólo Rusia espía a EE. UU. Sobre el segundo, lo ha ridiculizado y dicho que se trata de un informe falso, a pesar de que la fuente principal, un exespía británico y ahora consultor que anda desaparecido para protegerse y a su familia, ha sido catalogado por el Wall Street Journal como una fuente con buena reputación.

Si le creemos a la CIA, al FBI y a la NSA sobre el primer informe y lo que dice el segundo informe se confirma como cierto, nos encontraríamos ante una seria injerencia en los valores de la democracia norteamericana por parte de una potencia extranjera, consentida por el presidente electo. El problema es que para Trump no importa la fiabilidad de la fuente, ni el contenido razonable de la noticia. Si no le gusta la información, la desestima sin necesidad de razones. No parecen preocuparle ni los rusos ni los hackers ni los espías, sino que impone sus propias reglas de juego. Las explicaciones acomodadas y parciales, el lenguaje frentero y amenazante, la descalificación y el insulto se van convirtiendo en un distorsionado Estado de derecho del nuevo matón del vecindario.

En contraste, Obama, en su discurso de despedida, y sin mencionar a Trump, anota que ceder ante los valores y libertades del Estado de derecho y la democracia convertiría a Estados Unidos en otra Rusia. ¡Cómo nos hará de falta Obama en el barrio!

Por Vivian Newman

* Subdirectora Dejusticia.com.

Tomado de:El Espectador.com

La confesión de Rafael Uribe Noguera
Foto: Efe/Juan Carlos Gomi
Grafiti del artista urbano Emerson Cáceres, “Cacerolo”, con el retrato de Rafael Uribe Noguera, el asesino confeso de la niña Yuliana Samboní. La violación a menores es un problema estructural que requiere intervenciones culturales que toquen muchos ámbitos de la sociedad.
No se puede olvidar, ni por un instante, que lo ocurrido con Yuliana Samboní no es un caso aislado. Según la ONU, cada día 21 niñas entre 10 y 14 años son violadas en nuestro país.

Con la confesión oficial de Rafael Uribe Noguera avanza el caso por el secuestro, la violación y el homicidio de la menor de siete años Yuliana Samboní. El actuar contundente de la Fiscalía ha demostrado que la justicia tiene todas las herramientas para ser eficiente cuando hay voluntad y recursos, y aunque todavía quedan preguntas complejas por contestar en este caso particular, la solución judicial deja todavía viva la tarea de que el país se tome el abuso sexual en serio, más allá de los populistas cantos de sirena de quienes ven en la cadena perpetua la única solución a una falla estructural de la sociedad.

Ante la jueza 35 de conocimiento, la fiscal especializada María Lorenza del Castillo pidió la sanción máxima contra Rafael Uribe Noguera por lo ocurrido con Samboní, y éste aceptó los cargos. Falta una audiencia donde se definirá exactamente cuántos años de prisión pagará por lo que hizo. Medicina Legal, mediante su dictamen, confirmó que la muerte de la menor “se produjo por asfixia combinada por sofocación y estrangulamiento asociada con signos de actividad sexual y tortura”. Uribe Noguera la había secuestrado de un parque con anterioridad y llevado a su apartamento. Después, según los hallazgos del ente investigador, se comprobó la solicitud de un domicilio por parte del acusado en el que pidió aceite de cocina, un encendedor y un paquete de cigarrillos, hecho que se relaciona con la alteración de la escena del crimen que ocurrió ese mismo día.

El actuar de la Fiscalía dejó en evidencia que el ente investigador tiene las capacidades de llevar a buen puerto casos tan complejos como este. No cabe duda de que la presión adecuada que ejerció, junto con la recolección de pruebas, llevó a la confesión de Uribe Noguera. Y eso es precisamente lo que necesitaba el país ante unos hechos que causaron justo horror entre los colombianos. En especial porque fueron varios los puntos de tensión que tocó este crimen: el abuso sexual a menores que ha estado históricamente condenado a la impunidad, las diferencias entre clases sociales que generaban desconfianza sobre la aplicación de justicia y una Colombia que no sabe aún qué hacer con la violencia de su día a día, aquella que no tiene que ver con el conflicto armado y que cobra más víctimas cada año.

 

Falta todavía que la Fiscalía responda un interrogante gigante en el caso: ¿qué papel jugaron los hermanos de Uribe Noguera? Si se prueba que hubo participación en la alteración de la escena del crimen con el objetivo de saltarse a la justicia, es necesario que se presente una sanción ejemplar. Un comportamiento así es inaceptable.

Dicho lo anterior, no se puede olvidar, ni por un instante, que lo ocurrido con Samboní no es un caso aislado. Según la ONU, cada día 21 niñas entre 10 y 14 años son violadas en nuestro país. Sí, 21 cada día. Y lo más frustrante es que el Estado sigue mostrando su incapacidad de evitar ese flagelo, pues aún hay resistencia a entender que es un problema estructural que requiere intervenciones culturales que toquen muchos ámbitos de la sociedad. La impunidad de estos casos (y, en general, de la violencia de género) no es sólo culpa de un sistema judicial colapsado; también está empujada por los prejuicios de un país que sigue creyendo que los trapos sucios se lavan en casa, que hay abusos que deben soportarse y que, además, no les cree a las mujeres cuando denuncian los atropellos en su contra. Así como nos preocupan los menores, también debemos preguntarnos qué estamos haciendo para que, al crecer, quienes sean víctimas no se encuentren con ambientes hostiles.

Finalmente, sigue andando, con entusiasta apoyo de varios políticos, la idea de la cadena perpetua para violadores. Sobre el tema, ya tratado en este espacio, basta reiterar una pregunta: ante la magnitud del problema, ¿es una medida ineficiente e inhumana la mejor manera de homenajear a las víctimas del abuso sexual?

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a [email protected].

Tomado de: elespectador.com 
Otra condena contra el Estado
El principal problema es que en medio del fuego cruzado y de la ausencia de poder, los civiles que vivían en la Comuna y que querían apostar por la construcción de institucionalidad fueron perseguidos y maltratados.
EDITORIAL 11 ENE 2017 – 9:00 PM

Para pasar la página de la violencia en el país, es fundamental que seamos capaces de reconocer también las fallas cometidas por los representantes de las instituciones.

Por: El Espectador

Otro recordatorio de que aún nos falta mucho como país para dar cuenta de los errores y abusos cometidos por la Fuerza Pública y el Estado en el marco del conflicto armado, llegó cortesía de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que condenó este martes a Colombia por los abusos que se cometieron durante las operaciones militares con las que se buscó recuperar el control de la Comuna 13 en Medellín en el año 2002. Para pasar la página de la violencia en el país, es fundamental que seamos capaces de reconocer también las fallas cometidas por los representantes de las instituciones nacionales.

El caso, que permitió el fallo número 17 del Sistema Interamericano sobre Colombia, continúa con el patrón de las disputas que llegan a instancias internacionales: un grupo de víctimas reclaman que el Estado no hizo lo suficiente para protegerlas y que, de hecho, vulneró sus derechos, y éste se defiende argumentando que esos hechos han sido investigados dentro de la jurisdicción colombiana. Si bien hay, en efecto, algunos avances en las investigaciones, ¿podemos de verdad decir que la justicia nacional les ha cumplido a las víctimas involucradas en hechos con agentes estatales?

La CIDH considera que no y, por lo menos en lo ocurrido con la Comuna 13, su posición está más que justificada. La Corte falló cinco casos de mujeres defensoras de derechos humanos que fueron detenidas ilegalmente, desplazadas y una de ellas asesinada, dentro de un contexto en el que el Estado intentaba retomar el control de zonas en Medellín.

Puntualmente se trata de cuatro operaciones militares: Mariscal, Potestad, Antorcha y Orión; las dos primeras planeadas durante el mandato de Andrés Pastrana, las dos últimas durante el de Álvaro Uribe, y todas durante la alcaldía de Luis Pérez, actual gobernador de Antioquia. El objetivo era intervenir en un conflicto concentrado en 19 barrios donde las milicias urbanas del Eln y de las Farc se disputaban el control territorial con el bloque Cacique Nutibara de las Auc.

Aunque en aquel entonces las operaciones fueron presentadas como un gran éxito militar, los expertos han argumentado que el debilitamiento de los ilícitos no fue suficiente y que las Fuerzas Armadas, aprovechando el estado de conmoción interior decretado por el gobierno Uribe, cometieron abusos que ahora son el motivo de la sentencia de la CIDH.

El principal problema es que en medio del fuego cruzado y de la ausencia de poder, los civiles que vivían en la Comuna y que querían apostar por la construcción de institucionalidad fueron perseguidos y maltratados. En 2002, según la Unidad de Víctimas, el desplazamiento forzado desde la Comuna 13 vivió su pico más alto desde 1982: 4.196 desterrados.

Mery del Socorro Naranjo Jiménez, María del Socorro Mosquera Londoño y Ana Teresa Yarce, líderes comunitarias de los casos estudiados por la CIDH, fueron “privadas arbitrariamente de su libertad, obligadas a desplazarse y, tras una serie de denuncias del actuar de grupos paramilitares en connivencia con la Fuerza Pública en la zona, fue asesinada la señora Ana Teresa Yarce el 6 de octubre de 2004”, argumenta el tribunal. Myriam Eugenia Rúa Figueroa y Luz Dary Ospina Bastidas, los otros dos casos, “fueron amenazadas, hostigadas, sufrieron allanamientos y ocupación de sus viviendas y, consecuentemente, fueron obligadas a desplazarse”.

Falla el Estado cuando en su intento por recuperar el control no es capaz de darles seguridad a los ciudadanos, ni de crear las condiciones necesarias para que florezcan la democracia y la construcción de comunidades. Ahora que se habla de posconflicto, ojalá los procesos de construcción de verdad arrojen luces, no solamente sobre los atropellos de la guerrilla, sino de los momentos en que el país les falló a sus ciudadanos.

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Tomado de:El Espectador.com

Senador Uribe: ¿nació su pequeño Frankenstein?
Por: Cecilia Orozco Tascón

En noviembre de 2015, menos de un mes después de las elecciones regionales y cuando presuntamente el uribismo las perdió en el departamento de su líder, Las2Orillas tituló una de sus notas de manera muy particular: “La movida de Álvaro Uribe y José Obdulio Gaviria para no quedarse por fuera del gobierno de Antioquia”.


En esa información que no fue desmentida por los mencionados, se decía que “los resultados positivos en la Asamblea (antioqueña)  y el Concejo de Medellín así como en otras Alcaldías de pequeños municipios, le abrieron la puerta al uribismo para ‘moverse’ con el gobernador (liberal y ganador de la contienda) Luis Pérez”. Según el medio digital “las conversaciones (de entendimiento entre los primeros y el segundo) están en cabeza del senador José Obdulio Gaviria, cercano a Pérez…”. Conocidos los problemas que el gobernante le encuentra a cada solución relacionada con el desarrollo del nuevo acuerdo de paz en lugar de buscarle –como lo haría cualquier ejecutivo -, una solución a cada problema, da la impresión de que sus charlas con Uribe y J.O Gaviria tuvieron éxito: Pérez copia el estilo del expresidente y tuerce la realidad hasta dar, en cada una de sus declaraciones, una interpretación de las etapas del posconflicto que solo le conviene a él, tal vez con la ilusión de darle viabilidad a sus desorbitadas ambiciones de lograr el apoyo del patrón para  ser candidato presidencial en 2022. ¿Les parece ridículo? A mí también, pero ¡podría terminar siendo cierto en el país de la ilegitimidad social que nos tocó en suerte!

En octubre de 2011, días antes de las elecciones locales que antecedieron a las de 2015, La Silla Vacía publicó uno de sus sesudos informes. “El pasado no perdona en la campaña por la Alcaldía de Medellín”, se llamaba. Y se refería a las acusaciones mutuas de los partidarios de los candidatos fuertes a asumir la dirección de la capital antioqueña (Aníbal Gaviria y Luis Pérez) sobre las supuestas deudas de ellos dos con los narcoparamilitares que aún ejercían poder en las comunas de la ciudad pese a que ya habían negociado su desactivación con el gobierno Uribe: “A Pérez se le acusa de haber hecho campaña sobre los hombros de los paramilitares desmovilizados”, anotó La Silla. Este ubicuo personaje, cuya capacidad de superar política y judicialmente los cuestionamientos que se le hacen sorprende incluso a los antioqueños, convirtió las acusaciones en su contra en un factor favorable a él cuando logró cambiar su rol de denunciado al de denunciante. Sin embargo, sus nexos de aquella época con personajes de dudosa reputación están ahí, en la historia: “(en 2007) Pérez hizo alianza con la excongresista antioqueña Rocío Arias de quien ya se sabía que era la portavoz de los paramilitares en el Congreso y quien luego fue condenada por parapolítica. También tuvo el apoyo de Óscar Suárez Mira que está en la cárcel…”, añadió La Silla.

Suárez Mira es el dueño electoral del municipio de Bello: su hermano, también capturado en diciembre pasado, era alcalde de la población y su hermana, exalcaldesa, es actual senadora por el partido Conservador. Óscar Suárez, antiguo aliado del gobernador Pérez, tiene un pasado precioso: fue condenado en 2013 por concierto para delinquir agravado y aunque recuperó la libertad, es fugitivo de la justicia desde cuando la Corte Suprema ordenó capturarlo de nuevo por otra investigación, esta vez por enriquecimiento ilícito. Luis Pérez también recibió el empuje electoral de la autodenomiada Corporación Democracia, mampara de las actividades de alias “don Berna”, señaló La Silla en otro lugar de su artículo.

En mayo del año pasado, es decir, hace apenas ocho meses, el director de VerdadAbierta.com, Juan Diego Restrepo, escribió un artículo que era una ‘bomba’. Lo tituló “¿Gobernador Luis Pérez, en la mira de Estados Unidos?” Por sus posibles vínculos con la criminal “Oficina de Envigado”. En el resumen inicial, Restrepo puso la siguiente frase: “autoridades norteamericanas estarían acopiando información que podría vincular al mandatario antioqueño con la llamada ‘Oficina de Envigado’”, un grupo delictivo que antes fue dirigido – vaya casualidad – por” don Berna” y que ha sobrevivido a sus jefes. Este gobernador es el que hoy oficia, en Antioquia, como magistrado del comportamiento de quienes fueron tan ilegales como los paramilitares, pero en la orilla opuesta. Huele a táctica uribista… huele a lo que debía heder ese ser armado a punta de pedazos, Frankenstein.

Tomado de: http://www.elespectador.com/