Crculo de Periodistas de Bogot
EL DEDO ÍNDICE DE UN NIÑO

Por: Patricia Suárez, socia del CPB.

¡Moñona! el nudo publicitario que permite una cadena de palabras, en el  caso específico,  desde la periodista Monica Gontovnik y, es que nada se escapa al impacto, a la novedad, a esa repetida «chiva» que en su contradicción crítica cae en lo mismo que señala, pero es parte del sistema y entraríamos a decir que la única posibilidad creíble de crítica para no «untarse de lo mismo» sería EL SILENCIO…

Pero, ya que nos ponen cara a cara al acontecimiento mediático, visto en todos los noticieros del mundo «rentable, explotable» permítanme una lectura:

La niña con un globo corazón-cometa  tomado de los muros street, llevada  a las alturas de la fama  no sólo por el corazón que es parte consustancial del día a día en la simbólica sistémica de signos, (hasta para dar un me gusta que calma la mendicante espera like) sino la gestualidad del crítico, sonrisa sugerente (…) al estilo callejero, coloquial ¿lunfardismo global noticioso?  la rápida y desenfadada forma cuyo lenguaje intenta la conciencia de ”no es arte»  al masivo anonimato sujeto a la opinión de los medios, pero,  ¿ qué dice su sonrisa? ¿qué logra en el lector? ¿qué diría Bergson?

Podría  pensarse que la destrucción del cuadro, no fuera una estrategia para incrementar el precio de la imagen ceniza, (solo una parte otra se salvó) de la famosa plantilla del cotizado artista, sino que el creador buscaba a través del mecanismo guillotino simbolizar la destrucción y muerte que azota e invade al mundo e invita a otros artistas,  por ejemplo:  a que pinten a Zeus elevando  en cometa el hígado, el pulmón, el riñón, los ojos de su hijo, o de alguno de los miles de niños perdidos en las calles de la miseria o  el Número Nueve con el nombre de la ciudad de MONTERREY donde no hace mucho en zona rural encontraron en una casita abandonada nueve cuerpos de niños sin sus órganos…

Invito al crítico a  criticar e imaginar un cuadro con el dedo índice de un niño de Monterrey…

Editorial
EL INSTANTE
2018

Esta opinión es responsabilidad única del autora, y no compromete al Círculo de Periodistas de Bogotá

Vitamina N

Buena parte del patrimonio de fauna, flora y paisajes, que hacen de Colombia un país privilegiado en materia de recursos naturales, está concentrado en los 20,7 millones de ha que suman el total de áreas protegidas administradas por Parques Nacionales Naturales (PNN), entidad que trabaja con las uñas en la promoción y ejecución de estrategias para impulsar su conservación.

El empeño del Gobierno, comprometido en avanzar en las metas de la Agenda 2020 de desarrollo sostenible, está en asegurar la implementación de políticas de conservación de la biodiversidad, sin restarles posibilidades a proyectos con potencial competitivo, como es el caso del ecoturismo, cuyos intereses se integran a los atractivos que ofrecen dichos territorios. La naturaleza forma parte del imaginario popular como escenario de contemplación y remanso de paz y tranquilidad.

En Colombia existen 59 áreas protegidas, de las cuales 30 tienen vocación ecoturística, pero solo 23 están abiertas para prestar este servicio, a través de actividades de esparcimiento que van desde el avistamiento de aves y ballenas, hasta buceo, espeleología, senderismo, escalada y alta montaña. Su enfoque está dirigido a crear conciencia sobre su valor ambiental, bajo un concepto de modalidad turística especializada y sostenible.

En varios países el ecoturismo resulta ser un aliado estratégico para salvaguardar la estructura ecológica y, de paso, para transformarla en opción de ingresos con retornos económicos para su mantenimiento y para elevar las condiciones de vida de las comunidades aledañas. Ejemplos exitosos de la región, gracias a la aplicación de planes de manejo y zonificación, se acaban de exponer en el Foro Internacional sobre Gestión de Ecoturismo en Áreas Ambientales Estratégicas, organizado por Parques Nacionales Naturales en el Jardín Botánico de Bogotá.

Mientras en ciertos destinos el ecoturismo perfila un nivel de crecimiento por encima del turismo convencional, en Colombia despunta y se proyecta como inmejorable posibilidad para armonizar la riqueza ambiental y cultural con el desarrollo económico y social. El país ya empaqueta propuestas de interés, canalizadas bajo el sistema de concesiones, que empieza a mostrar positivos resultados en distintos frentes.

El ecoturismo planificado irriga beneficios a los operadores y a las comunidades locales y regionales; plantea eficiencia en los servicios y estimula la competitividad, pero también minimiza el deterioro ambiental, garantiza la conservación de otros servicios ecosistémicos y construye conciencia entre los visitantes sobre la necesidad de valorar las áreas protegidas con criterio educativo y recreativo.

Desde el inicio de la década, el incremento de visitantes a las áreas protegidas del país dio un salto considerable. De 682.000 turistas registrados en 2010, la vara se elevó a 1’654.000 en 2017. El salto a la barrera del millón de ingresos se produjo en 2016, y durante el primer semestre de este año la tendencia mantuvo el alza, con un registro de 940.000 turistas, 16% más que los recibidos durante el mismo período de 2017.

Si el Acuerdo de Paz con las Farc supera las inquietantes incertidumbres actuales y las negociaciones con el Eln toman vuelo, el posconflicto daría una oportunidad histórica para llevar presencia estatal e inversión privada a los parques degradados por el conflicto interno. Su recuperación, liberándolos de las amenazas de la ilegalidad y visibilizándolos con ofertas ecoturísticas para aliviar, de paso, las condiciones de vida de millares de campesinos y reinsertados, requiere de firme voluntad política.

Un paso prioritario será optimizar la labor de PNN apostándole a su fortalecimiento institucional. La precariedad de su presupuesto le reduce posibilidades de financiación en acciones de vigilancia y saneamiento de predios, restauración, construcción y mantenimiento, y afecta el trabajo que debe adelantarse para acercar a las comunidades.

Las áreas naturales son un patrimonio invaluable de la nación que merece visitarse y conocerse, no solo con el pretexto del disfrute personal, sino para generar ingresos en las economías locales y producir desarrollo sostenible. Recetar Naturaleza –como lo plantea la campaña institucional– es recetar vida para estos antiguos territorios de violencia. La cura está, entonces, en prescribir, a través del turismo, dosis suficientes de la llamada Vitamina N, de Naturaleza.

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Coger alas

La acrobacia aérea o vuelo acrobático es un deporte internacional que contempla varias categorías de exigencia de acuerdo con la experiencia de los pilotos y el grado de dificultad de las rutinas. La escala empieza desde la elemental, para graduados, y termina en la ilimitada, exclusiva para verdaderos pájaros voladores con alto nivel de pericia y destreza. Sus orígenes se remontan hacia la primavera de los años 90, cuando se formalizó con el primer campeonato del mundo en la ya desaparecida Checoslovaquia.

Los campeonatos mundiales se alternan con los europeos y estadounidenses y causan furor por la rigurosidad y precisión de los ejercicios acrobáticos. Pero, sin duda, el evento más competitivo, en donde se combina acrobacia con velocidad, se realiza desde 2003, cuando prendió motores el Red Bull Air Race World Series, espectacular circuito aéreo de tres kilómetros de área, que transformó la actividad en un showvistoso y de alto impacto.

La Red Bull recoge a 15 de los mejores pilotos de avión de carreras del mundo en un original desafío, en el que las pequeñas aeronaves se desplazan a ras de tierra o de mar —según la clase de circuito—, con velocidades cercanas a los 370 kilómetros por hora, mientras sortean pilonas infladas de 25 metros de altura. Sobrevuelan con maniobrabilidad extrema, zigzagueando entre los obstáculos para franquearlos limpiamente, en una deslumbrante demostración de habilidades de los avezados pilotos, que replican en esta prueba la versión aérea de la exclusiva Fórmula Uno del automovilismo.

Se aparta del tradicional espectáculo de enfilar aviones para enlazar figuras exactas en sugestivas coreografías. Es una competición de alto riesgo en la que no hay lugar al error o a la confusión y que usualmente resuelve sus clasificaciones en décimas e incluso centésimas de segundo. Este circuito de gladiadores desafía la gravedad y roza la superficie del suelo con velocidad de flecha en vuelos artísticamente agresivos.

El fin de semana concluyó en Austria la antepenúltima ronda del particular evento, en el que Martin Sonka, un expiloto de caza de la Fuerza Aérea de la República Checa, salió victorioso ante una expectante asistencia. La prueba estelar se cumplirá en Indianápolis y el portentoso final se celebrará en Texas a mediados de noviembre, para elegir al sucesor del actual monarca, triunfador en 2017, el japonés Yoshihide Muroya, un veterano piloto de acrobacias.

Actividades como estas hacen que la aviación adquiera una atractiva faceta lúdica y festiva que le abre paso a un desbordado frenesí de emociones y adrenalina. El vuelo acrobático es una práctica que exige condiciones especiales de valor, capacidad física, disciplina, habilidad, destreza y competitividad; y enseña cómo traspasar límites y tomar decisiones milimétricas ante situaciones complejas. Para los pilotos, a quienes se les premia su perfecta sincronía con los aviones, es un sentimiento y una necesidad convertida en una adictiva pero indulgente droga.

La modalidad deportiva se impone entre las naciones más industrializadas, especialmente aquellas que aprovecharon las guerras mundiales para fortalecer su cuerpo militar e innovar su industria aeronáutica. Pega fuerte en Estados Unidos, Canadá, Japón y varios países europeos, en particular Francia e Inglaterra, donde existe una arraigada cultura aeronáutica y se inculca su importancia tanto en el segmento civil como militar. Allí la aviación dejó de ser un simple servicio de transporte y se integra a la cotidianidad como industria, pero también como disciplina deportiva gracias a una avanzada tecnología que les permite medir la capacidad de bólidos y pilotos en pruebas donde se juega el orgullo nacional.

En Latinoamérica, con excepción de Brasil, la escasa cultura aeronáutica aleja a los países del mapa global del sector. En el caso colombiano, la baja conciencia sobre su valor estratégico y su débil peso social y mediático alejan sus posibilidades de crecimiento. Algún día habrá que impulsarlo, crear afición e incluirlo dentro del promisorio palmarés deportivo. Por ahora tenemos madera. Una miríada de pilotos expertos y corajudos que han aprendido de las lecciones del conflicto armado en medio de una desafiante topografía, a la que solo le faltarían pequeñas dosis de Red Bull para coger alas, como reza la propaganda.

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Hacer el fracking

El ministro del Mincit, José Manuel Restrepo, estuvo el fin de semana con la caravana presidencial en Antioquia, y durante su paso por Jericó, ese bello pueblo patrimonio que combina naturaleza, cultura y religión, destacó la importancia del turismo como motor de desarrollo económico. Este es un tema recurrente en su discurso, y por la frecuencia con la que lo transmite y el valor que le da el Gobierno, es consecuente imaginar que será considerado un pilar estratégico en las políticas económicas del presente cuatrienio.

El turismo ha sido tradicionalmente un renglón marginal dentro de los programas presidenciales, en buena parte debido a factores objetivos y subjetivos que han marcado la historia del país. Pero la súbita trascendencia adquirida en los últimos años lo convierten en una alternativa de primera mano para promover progreso, gracias a la positiva influencia que ejerce sobre el PIB, la balanza de pagos, la generación de empleo, la redistribución de rentas y la recuperación de las economías regionales.

Desde la campaña presidencial, el jefe de Estado lo incluyó entre su baraja de intereses, y dijo confiar en ser el presidente que le ponga el acelerador para transformarlo en “el nuevo petróleo de Colombia”, una frase que acuñó y que como objetivo a cumplir se repite en todos los talleres semanales que -como en Jericó- realiza con la comunidad. Ahora, con la posesión del viceministro del ramo, el sector entra a la era Duque, reacomoda el decorado y su compromiso alimenta las expectativas de los gremios y el país, en particular de aquellos territorios que esperan integrarse a una actividad que las redima de los golpes de la pobreza y la violencia.

A lo largo de la última década el mercado colombiano mejoró sus señales en el exterior, lo que le permitió redimir imagen e incentivar la llegada de visitantes extranjeros, entrando a figurar en los catálogos internacionales de viaje como una oferta interesante. El sombrío escenario de otros lustros atrás se ha venido diluyendo y dentro del paisaje cotidiano de nuestras grandes ciudades, resulta habitual descubrir turistas recorriendo sus calles.

El turismo receptivo en este lapso dio un salto largo y alcanza una cifra histórica. De 2.5 millones de visitantes del exterior hacia finales de la última década, se llegó a más de 6 millones al cierre de 2017. Para este primer semestre los ingresos por servicios concentraron en las categorías de viajes y transporte el 78% de sus exportaciones, con total de USD 3.530 millones. Al término del año el sector podría aproximarse al 15% de las exportaciones y superar los US$7 mil millones en divisas, lo que significa que si no le respira en la nuca, sí le sigue fuertemente el paso al petróleo y sus derivados, que a julio pasado registraron ingresos por US$9 mil millones.

El Gobierno tiene el encargo de potenciarle los motores al turismo y de paso darle el empuje de industria estratégica. El desafío estará en mejorarle las condiciones y reforzarle el empujón para mantenerle su línea de tendencia. Lo logrado hasta la fecha es significativo y el boomturístico que se vive, consecuencia de una suma de esfuerzos público y privado, se debe impulsar y priorizar.

Tanto presidente como ministro parecen tener claro que el turismo es una oportunidad y que para mejorarle el desempeño habrá que construir sobre lo construido, implementar ajustes e innovar.  El viceministro, Juan Pablo Franky, viene del sector, donde ha ejercido varios cargos gerenciales, y puede orientar la brújula hacia un nuevo norte.

El país dispone de suficiente materia prima en recursos naturales y culturales para extender su gama de ofertas más allá de los tradicionales destinos turísticos, donde regiones como Caquetá, Meta, Guainía, Guaviare, Vaupés y Vichada apalanquen beneficios para sus comunidades. Sus atractivos dan para multiplicar los doce corredores turísticos ya reglamentados, los que habrá que seguir fortaleciendo y promoviendo.

Deberán superarse los puntos débiles en frentes como infraestructura, inversión pública y privada, promoción, diversificación de productos, emprendimiento y seguridad, este último determinante en la transformación del mercado turístico. Las perspectivas sobre el fin del conflicto han sido clave en su crecimiento y para sostenerlo será necesario dejar mezquindades y mantener viva la ilusión de paz. Nuestro turismo avanza a buen ritmo, pero para convertirlo en el “nuevo petróleo” habrá que hacerles el respectivo fracking a los enemigos de la reconciliación.

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Por partida doble

A cuatro horas de Bogotá y dos de Tunja se localiza Santa Sofía, un pequeño y apacible pueblo de rasgos particulares, de esos que abundan entre las montañas y valles boyacenses. Su estrecha cabecera municipal está encunada en un frío brazo de la cordillera Oriental, pero sus diez veredas se desgranan sobre un mosaico de pisos térmicos que pincelan variedades de climas y paisajes.

Santa Sofía tiene ese sabor entrañable que da la vida en el campo, donde gente de trato cercano y cordial estrecha la convivencia. Es un municipio agrícola y pecuario que orienta la producción de sus cultivos al vaivén de las crisis económicas. Produce curuba de Castilla, fruto tradicional, casi silvestre, que durante décadas reinó como principal medio de sustento, pero quedó relegado ante la inestabilidad de los precios. Sus tierras se abrieron para las siembras extensivas de tomates bajo invernadero, producto que pisa fuerte en el mercado nacional y traspasa fronteras con rumbo a México, Costa Rica y Panamá

Cuenta con 3.000 habitantes, la mitad de la población que pocos años atrás desbordaba sus calles y que se diezma por falta de oportunidades. Su migración hacia Bogotá y Tunja crece, y mientras miles de sofileños cumplen sus sueños por fuera, el pueblo se achica y amplias casonas se cierran hasta las concurridas fiestas parroquiales que lo transforman en bullicioso hervidero de visitantes.

El pintoresco municipio está enclavado en un variopinto y fértil territorio y conforma una ruta turística de increíbles lugares ancestrales con Moniquirá, Gachantivá, Villa de Leyva, Sutamarchán y Saboyá, poblaciones con las que comparte límites. Sobre la compleja topografía de montañas, páramos y valles boyacenses se enlazan estos pueblitos campesinos y artesanales, cargados de historia y de hermosas postales, que proponen descanso y contemplación.

Las especiales características prodigan a Santa Sofía de varios recursos naturales convertidos en atractivos turísticos. A lo largo de su encumbrada superficie de 78 km2, se descubren múltiples  opciones para el turismo ecológico, en actividades de senderismo, montañismo, torrentismo, barranquismo, espeología y escalada.

Por sus alrededores se encuentra el Paso del Ángel, un sosegado camino rural que —en un trecho de dos metros­— reduce su senda a 20 centímetros sobre el filo de una montaña rodeada de dos profundos abismos, uno de ellos sobre el río Moniquirá, a 160 metros de altura. Muy cerca está el Hoyo de la Romera, con una caída de 40 metros, donde, según la leyenda, los indígenas arrojaban a las mujeres infieles, y en cuyos terrenos funciona una espléndida finca turística que se dedica a la práctica de rapel y camping.

Desde otros puntos de salida, y tras cortos recorridos, aparecen el Salto y Cueva del Hayal, una magnífica formación rocosa que descarga portentosas aguas desde 25 metros; la cascada cristalina de la Juetera; la Cueva de la Fábrica, antiguo templo indígena que aún conserva estalactitas; la Cueva del Indio, apreciada por su relieve kárstico, y una singular roca movible de tres metros de diámetro, conocida como la Piedra Movida.

Su patrimonio culinario y cultural marca una indisoluble relación con la vida rural. El recurso gastronómico está basado en la tipicidad de sus platos de fritanga dominguera, mute de mazorca y gallina campesina, y las tradiciones culturales se expresan en el Reinado Nacional del Tomate, las Fiestas Religiosas de Santa Rosa de Lima, el Festival del Burro y la Feria Equina y Bovina, eventos locales que adquieren madurez en el calendario folclórico nacional.

Como su vecino Toca, Santa Sofía tiene la dispensa de contar con dos iglesias, condición que le agrega fortaleza a su propuesta cultural. Una antigua construcción tallada en piedra, con un siglo de existencia, y un moderno y espacioso templo de arcos aerodinámicos, edificado 50 años después gracias a los generosos dineros de la comunidad, acercando los rasgos de su diseño a la imponente Basílica de Constantinopla. Pero contrario a Toca, sus dos parroquias celebran oficios religiosos y no reposan juntas en la misma acera del parque principal.

Disponer de dos iglesias es un privilegio poco común en las pequeñas poblaciones, pero Santa Sofía, una afectuosa comunidad conservadora, tradicional y religiosa, se da el lujo de tenerlo, pese a que —por estragos de la emigración— no es que le sobren muchos fieles para llenarlas. Dos bellas parroquias en las que Dios atiende ruegos y que, por partida doble, apetece repetir antes de un suculento plato de fritanga dominguera.

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La crema al pastel

La presencia de cruceros en Colombia se hace cada día más fuerte. El país se perfila como un destino con amplias posibilidades de fortalecerse en los catálogos de viaje, convirtiendo el segmento en una apuesta que contribuya al desarrollo de las zonas costeras. Aunque las cifras de viajeros que desfilan por los puertos nacionales resultan bajas, su expansión es interesante y abre todo un mar de oportunidades dentro de la economía globalizada.

Del medio centenar de empresas internacionales que promueven este segmento turístico, 33 operan por nuestras costas y jalonan el tráfico de pasajeros en curva ascendente. Hace un par de décadas la demanda anual apenas sobrepasaba los 25.000 turistas, pero se incrementa año por año, subiendo la tendencia por encima de niveles del 10%. En 2017, desembarcaron 343.000 pasajeros, y las perspectivas para lo que viene son interesantes.

Como estrategia turística esta industria comenzó a vislumbrarse en el país hacia finales del siglo pasado. A comienzos del actual, hacia 2005, se lanzó al agua de la mano de Procolombia, y hoy en día presenta resultados visibles y le soplan buenos vientos. En 2017 los ingresos generados por los consumos de tripulantes y pasajeros, en tránsito o en embarque, alcanzaron los US$59 millones.

Cartagena es el más importante punto de referencia, por contar con infraestructura para buques de alta capacidad, hasta para 5.700 personas. De ahí que el 95% de los cruceros que nos visitan lleguen a la capital de Bolívar, ciudad que en 2014 recibió de la OEA el reconocimiento marítimo como Puerto de Destino Turístico Sostenible. En Santa Marta recalan algunas embarcaciones, mientras que en las islas de San Andrés y Providencia se paga el costo de sus restricciones para el servicio de cruceros de gran tamaño. En el Pacífico, en las costas de Utría y Bahía Solano, se avistan ocasionalmente pequeños barcos.

La industria comenzó a navegar en el mundo desde los veranos de los años 60, reportando un crecimiento inusitado tras el paso de las últimas temporadas. Se ha convertido en un renglón dinámico con significación como factor económico, que se expande en permanente conquista de mercados, gracias a la ampliación de las flotas de las navieras y a la capacidad de respuesta para innovar en el diseño de las embarcaciones, con mejores servicios y una variada gama de actividades a bordo.

El creciente tráfico de pasajeros le pone cierta dosis de picante a las expectativas de la industria, para la que se perfila un horizonte despejado como potencial de negocios. Según uno de los más recientes informes de la Cruise Line International Association (CLIA), en 2017 se movilizaron 26,6 millones de pasajeros en el mundo, y este año bien podrá cumplirse la meta de 28 millones. Su impacto económico empieza a ser significativo, pese a las recientes crisis económicas que han azotado el planeta y que no han sido obstáculo para su excelente despegue.

El país reúne ingredientes necesarios para mostrarse y, de paso, afianzarse en el mapa global de este segmento, gracias a los atributos históricos y culturales y la irresistible tentación tropical y caribeña de sus puertos. Pero para acariciar el objetivo deberán enfrentarse retos, y el primero será ponerle el ojo al desarrollo de una infraestructura portuaria viable, que permita garantizar el acceso y permanencia de las navieras y capitalizar mayor cantidad de recaladas.

En Colombia y en el mundo, el negocio de estos hoteles flotantes, clasificados entre tres y seis estrellas, representa solo una pequeña parte del gran pastel de la industria turística. Pero las fuertes inversiones de las navieras y el aumento de la demanda, particularmente en sectores medios de países emergentes, le van untando la crema, haciéndola tan provocativa y tentadora como un inolvidable crucero del amor.

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Por naturaleza

NOTAS AL VUELO
La falta de cultura ambiental es un factor determinante que incide en la destrucción de nuestros recursos naturales, comprometidos por el manejo irresponsable que originan ciertas prácticas productivas y criminales. Actividades que buscan beneficios particulares, como la ganadería extensiva, la tala de bosques, el tráfico de especies silvestres, la minería ilegal, el narcotráfico y los asentamientos irregulares en áreas de conservación, generan consecuencias imprevisibles.

En las altas cumbres se tiene la mira puesta en el problema, pero falta mayor contundencia para enfrentar las amenazas depredadoras que atentan contra la estabilidad de un patrimonio que resulta de gran valor estratégico para garantizar el desarrollo nacional y el futuro de las próximas generaciones. Contener la dilapidación de estos recursos vitales exige tanto de educación ambiental y de conciencia cívica, como de un ejercicio de autoridad, con control y vigilancia permanentes.

La conservación de la biodiversidad biológica es una tarea en la que se avanzó durante el anterior gobierno, mediante la delimitación de páramos y la ampliación de áreas protegidas, medida que deberá complementarse con presencia efectiva del Estado para conseguir resultados tangibles. En los últimos cuatro años se integraron 5,5 millones de ha de áreas protegidas, y el país consolidó un total de 29 millones de ha, algo así como el 14% del territorio nacional. Colombia adquirió un compromiso internacional para 2020 de proteger por lo menos el 17% de las zonas terrestres y de aguas continentales, y el 10% de las zonas marinas y costeras.

Dentro de las estrategias para la conservación de aquellas áreas que tienen vocación turística las actividades ecoturísticas juegan un papel importante, como lo han demostrado otros países. El ecoturismo resulta ser un inmejorable aliado económico que irriga beneficios tanto para el sostenimiento de las reservas naturales, como para el de las comunidades locales, incluyendo aquellas localizadas en sus zonas de amortiguación.

Parques Nacionales viene implementando algunos programas de ecoturismo comunitario que arrojan positivos resultados en la consecución de tales propósitos, al igual que en la apropiación de los territorios por parte de viajeros que encuentran motivos para sensibilizarse, respetar y proteger los recursos naturales y culturales. Varias alianzas suscritas con organizaciones locales para la prestación de servicios y actividades ecoturísticas generan oportunidades laborales, de ingresos económicos, valoración de territorios y divulgación del patrimonio.

El número de visitantes que participan en actividades de ecoturismo en las áreas protegidas del país es relativamente bajo, pero se incrementa de manera constante, particularmente en razón a las nuevas condiciones de acceso que en algunas de ellas permite el proceso de paz con las Farc. Entre junio de 2017 y mayo de este año se registró algo más de 1’700.000 visitantes, y concesiones como las de los PNN Corales del Rosario y Tayrona, además de irrigar empleo y beneficios a ciertas comunidades, caso Cañaveral, Santa Marta y La Revuelta, le han reportado $10.600 millones a Parques Nacionales.

Las negociaciones de paz trajeron frescos vientos y permitieron formalizar 189 convenios sobre cierre de frontera agrícola con familias que viven o colindan con nueve áreas protegidas, ubicadas dentro de los 65 municipios priorizados en el Acuerdo. También facilitaron un proceso de restauración ecológica de áreas afectadas por cultivos ilícitos. Es el caso de la regeneración natural de 30 ha en el Santuario de Flora y Plantas Medicinales Orito Ingi Ande, al sur del país, en el piedemonte amazónico, pactada con trece familias campesinas.

La batalla por garantizar la protección de las áreas de reserva natural es compleja, y para ganarla se deberá priorizar una política de Estado que conduzca a su sostenibilidad y que sirva, como el ejemplo que nos da Costa Rica, para hacer del turismo de naturaleza una industria exitosa. En este país vecino y sosegado el 2% de territorio declarado parque nacional está abierto al turismo, y de esta franja aprovechable económicamente sale el 40% del presupuesto para mantener la totalidad del sistema.

Aumentar las áreas protegidas, liberándolas de los depredadores, es un primer paso para asegurar la conservación de la biodiversidad, y abre un abanico de posibilidades para mirar hacia las orillas del turismo sustentable, a través de políticas públicas que reporten frutos a los ecosistemas, las comunidades, los turistas y el país. Seguir buenos ejemplos internacionales permitirá disfrutar de nuestros recursos a través de un desarrollo turístico sostenible, que, como se ha demostrado, suele producir buenos dividendos… por naturaleza.

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Voluntad política

Dentro de los claro-oscuros de la administración Santos, vale la pena rescatar los avances que registró el turismo, un sector que fue relevante en el desarrollo de la economía nacional. En los últimos años la actividad cruzó umbrales insospechados, que eran poco previsibles después del prolongado período de aislamiento internacional que en razón del conflicto armado vivió el país, y que tuvo hacia finales del siglo pasado una inusitada complejidad.

El balance fue satisfactorio en líneas generales. Se marcó récord en llegada de turistas y de ingresos, se volteó la balanza y se mejoró la imagen del país. Los nuevos vientos tocaron a los viajeros colombianos que lograron obtener la exención de visado en todo el territorio Schengen, en los países que integran la Alianza del Pacífico, e inclusive en República Dominicana y Curazao.

A lo largo de la década el crecimiento de visitantes precipitó la llegada de aerolíneas y multiplicó las rutas y frecuencias aéreas, comprometiendo al Gobierno en la ejecución de obras de infraestructura aeroportuaria. De 2.6 millones de viajeros internacionales que se trasladaban hasta estas tierras en 2010, la cifra se trepó el año pasado a 6.5 millones, marcando un aumento aproximado del 150% durante el período. Las condiciones del mercado permitieron extender las conexiones aéreas en un 40%, a 81 destinos internacionales, y conformaron una variopinta propuesta de servicios integrada por 34 aerolíneas.

En infraestructura se dio un sacudón, con inversiones cercanas a los cien billones de pesos que, además de aeropuertos e instalaciones turísticas, cubrieron frentes viales, puertos marítimos y líneas férreas, con los que se ha beneficiado el desenvolvimiento de la actividad. Siete billones de pesos fueron directamente destinados para intervenir 90 terminales aéreas, y $565.000 millones se ejecutaron en 166 proyectos turísticos, entre ellos algunos embarcaderos, centros de convenciones, senderos y señalización.

La hotelería vivió su propio boom, luego de la moderada inversión en infraestructura que por US$1.700 millones se registró en 2010. En los últimos años las cifras se triplicaron, facilitando la apertura de 218 hoteles de reconocidas marcas internacionales, que consolidaron una oferta de 25 mil nuevas habitaciones. El despegue hotelero comenzó a labrarse desde 2003, a raíz de una suma de factores claves, como reglas claras en la inversión, los incentivos tributarios aprobados durante el Gobierno Uribe, los cambios en la percepción en seguridad, el tamaño del mercado colombiano –el tercero en Latinoamérica- y el TLC firmado con los Estados Unidos.

Los ingresos por divisas turísticas también se destacaron en lo corrido de la década. Entre 2010 y 2017 crecieron un 68%, al pasar de US$3.440 millones a US$5.787 millones. Una tendencia parecida a la que se registró en el caso del empleo, en el que se alcanzó una meta cercana a los dos millones de trabajadores, en su gran mayoría con ocupaciones formales.

El turismo atraviesa por su mejor momento histórico y es tal su impulso que se convierte en la segunda fuente de divisas del país, después del petróleo y los hidrocarburos, saltando por encima de las tradicionales exportaciones de café, banano y flores. Su media de crecimiento del 12% triplica el promedio mundial, y construye un atractivo escenario que le permite a Colombia incursionar en los catálogos internacionales y en los principales medios de comunicación del exterior como un destino turístico recomendado. Resultado de ello es también el regreso e incremento de cruceros a nuestros más emblemáticos puertos caribeños.

El despegue se viene haciendo a buen ritmo, pero falta un largo trayecto para llegar al destino. Diversos problemas deberán solucionarse en materia de planeación, gestión e infraestructura, si se le quiere sacar frutos a la privilegiada posición geográfica de Colombia y a la competitiva diversidad cultural y de naturaleza que tienen las multifacéticas regiones del país.

Colombia es hoy en día una interesante apuesta turística, con un enorme potencial latente que soportaría gran peso de la economía de persistirse en la necesidad de consolidar la paz para rescatar y proveer de bienes públicos antiguas y actuales zonas de conflicto armado y hacer un aprovechamiento sostenible de sus valores agregados. Gran parte del éxito alcanzado por el turismo se debe a los diálogos con la guerrilla, que mejoraron las condiciones de seguridad y la confianza hacia el país. Sembrar bonanza, sin embargo, exigirá además de buenos vientos mucha dosis de voluntad política.

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El nuevo petróleo

En medio del entusiasmo y el escepticismo que genera la crisis político-partidista y el alto grado de polarización que divide a los colombianos, el presidente Iván Duque asumió las riendas del país. El posesionado mandatario cabalgará sobre sus propuestas de campaña y serán varios los frentes de gobierno en los que marcará distancia con su antecesor. Sin embargo, por los lados del  turismo se alimentan las expectativas de que no habrá mayores cambios de libreto y que –al contrario- en el próximo cuatrienio podría dársele un estratégico empujón.

En las últimas etapas de su campaña el presidente Duque se comprometió con fortalecer el rol de este sector de la economía, y aunque descartó de plano la posibilidad de crear un Ministerio para centrar allí el eje de la actividad, se mostró dispuesto a brindarle apoyo oficial y planteó un acercamiento con los gremios. Les anunció una interlocución fluida a través del MCIT, y les ofreció participar en la toma de decisiones de las juntas directivas de Procolombia, Bancoldex y Fontur, con la intención de trazar planes conjuntos que mitiguen riesgos e impulsen el desarrollo de este renglón económico.

Su plataforma para el turismo mantiene una visión tradicional y continuista, se enmarca en la transparencia pública y enfatiza en el fortalecimiento institucional. Serán temas claves a tratar, la exención de impuestos a inversionistas, la vinculación de esfuerzos públicos y privados, el fortalecimiento de la oferta turística y la promoción de nuevos mercados. Pilares sobre los que el Gobierno pretende definirle condiciones al sector, a fin de posicionarlo como instrumento que contribuya a apalancar el desarrollo regional.

Durante la última asamblea de Anato, Duque expuso un catálogo de siete medidas para articular políticas públicas que faciliten el desenvolvimiento de la actividad, denominado las ‘Siete íes’. Se basa en los conceptos de industria, infraestructura, información, integración, instrucción e inspiración, encaminados a formalizar el turismo como industria. En Colombia el turismo es un proveedor de servicios que se autodenomina industria y que se ha materializado como tal. De asumir ese modelo y adquirir dicha categoría recibiría mayores estímulos, crecería más rápido y tendría mejores opciones de desarrollar su potencial. Los empresarios hoteleros, por ejemplo, por no ser usuarios industriales cargan a cuestas una gravosa sobretasa a la energía.

Duque considera coherente que el sector sea reconocido como industria dada su importancia económica, y en aras de reforzar el papel protagónico que desempeña hoy en día, propone recoger y disponer de suficiente información para acertar en la toma de decisiones, trazar Planes de Ordenamiento Territorial Turístico, crear un banco de proyectos de infraestructura prioritaria y buscar mecanismos para que las pequeñas empresas tengan acceso a la tecnología.

Para potenciar el turismo el Gobierno requerirá abordar varios caminos e integrar la actividad a los planes nacionales de desarrollo y a estrategias gubernamentales, dentro de un marco de gobernanza que esté enfocado en políticas novedosas y eficaces. Habrá que apropiar recursos en infraestructura física y vial, crear exenciones tributarias para el desarrollo de megaproyectos, estimular la inversión, ofrecer incentivos tributarios hoteleros en las zonas del posconflicto, reducir la informalidad e impulsar el emprendimiento para que el turismo, como lo sugiere el mismo presidente, se consolide con visión global y equitativa. El 85% de las empresas dedicadas a esta actividad en Colombia son de nivel micro, y solo cuatro de cada diez logran sobrevivir en los primeros cinco años.

Mantener y consolidar la paz será una decisión crucial para el nuevo gobierno. El acuerdo con las Farc mostró evidentes resultados para el sector: consiguió mejorar la imagen del país a nivel internacional, atrajo mayores flujos de inversión extranjera, multiplicó turistas, aportó divisas, y convirtió el turismo en una formidable oportunidad para acelerar el desarrollo. Superada la encrucijada de hacer trizas el acuerdo y para evitar su fracaso, el presidente tendrá que hacer las modificaciones que anuncia con precisión quirúrgica, y mantener de paso las puertas abiertas con el ELN y con otras organizaciones criminales que podrían someterse a la justicia.

Las expectativas gremiales sobre el futuro del turismo las refuerza la designación del economista José Manuel Restrepo como titular del Ministerio del ramo, con quien, por su perfil académico, podría tenerse una interlocución amable, cercana y serena. Fijar una agenda conjunta y construir sobre lo construido, le permitiría al turismo contar con las condiciones apropiadas para soñar –como lo confesara el presidente Duque- con que esta industria sea “el nuevo petróleo de Colombia”. Así, podría soñar el gobernante con barriles de dólares entrando a “borbotones”.

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Tomar el vuelo

Una de las mayores debilidades que tiene el servicio de transporte aéreo en el país es la escasa conectividad regional. La dificultad de conectar personas y mercados por falta de vuelos directos retrasa el desarrollo socioeconómico de muchas ciudades, especialmente aquellas intermedias que buscan tener presencia nacional. Frente a las circunstancias, el próximo gobierno debería centrar en este aspecto un frente de acción prioritario, a través de la promoción de políticas de acceso que les aflojen las riendas a las limitantes.

Una solución parcial se acaba de dar con la decisión de la Aerocivil de autorizarles a 54 empresas de taxis aéreos la prestación de servicios de aviación comercial en rutas que no son operadas por las aerolíneas regulares, como es el caso de Cali-Mocoa, Bucaramanga-Puerto Carreño o Pereira-Riohacha. Medida que faculta a las compañías a realizar reservas y vender tiquetes y que se pondrá en período de prueba durante siete meses, hasta el 31 de enero próximo.

En un país como el nuestro, de compleja topografía, son numerosos los lugares apartados que están sometidos al aislamiento y para los que el servicio de transporte aéreo comercial resultaría más ágil y ventajoso que la construcción de carreteras 4G. En reciente encuentro con la prensa el presidente de Easy Fly, Alfonso Ávila, propuso al Gobierno que se siente a dialogar con las aerolíneas para revisar el escenario, definir necesidades e incentivos, e incluir en el Plan Nacional de Desarrollo soluciones integrales en infraestructura y accesibilidad aérea.

Easy Fly, un ejemplo de emprendimiento empresarial, es pionera en el proceso de colonización de dinámicas ciudades arrinconadas por la falta de conectividad, y hasta sus aeropuertos lleva aviones para prestar transporte directo, evitándoles a las comunidades extensas y costosas conexiones con las grandes capitales. Destinos como Medellín-Quibdó o Cúcuta-Arauca han logrado unirse por los aires en escasos 30 minutos, logrando una considerable ventaja en tiempo, al compararse con el viaje por tierra que demoraría más de 12 horas.

La demanda en muchas ciudades intermedias presenta indicadores positivos y la opción del servicio aéreo se convierte en una gran oportunidad para repartirles beneficios a poblaciones y a empresas comerciales. Easy Fly conecta centros urbanos como Apartadó, Arauca, Armenia, Corozal, Ibagué, Quibdó, Valledupar y Yopal, y este año registra un crecimiento en ventas del 48% frente al mismo período de 2017, gracias a un significativo aumento del tráfico de pasajeros transportados durante este primer semestre.

La compañía proyecta hacer presencia en diez nuevos destinos para atender una demanda de servicios que está desestimada. Entre las rutas que contempla atender figuran Barrancabermeja, Caucasia, Florencia, Puerto Asís y Tumaco, junto a los atractivos turísticos de Bahía Solano, Guapi y Mompox. La ampliación del portafolio le comprometerá incorporar siete aeronaves: cuatro ATR42, con capacidad para 50 pasajeros, y tres ATR72 para 70 ocupantes, como parte de una operación comercial que viene en camino.

Atender un potencial mercado ignorado por las grandes aerolíneas exigirá de voluntad política y de un trabajo articulado para fijar prioridades. Los niveles de ocupación elevan los indicadores y ponen sobre la mesa un atractivo pastel del que quisieran participar algunas compañías de aviación. Para darle vía libre a un proceso exitoso deberá seguirse trabajando en el mejoramiento de la infraestructura aeroportuaria, con énfasis en la implementación de pistas de aterrizaje que se ciñan a los requerimientos futuros. Como punto de partida para el crecimiento de las ciudades y la generación de puestos de trabajo, los aeropuertos son piezas importantes en la cadena de valor.

Para el sector turístico tener acceso a ciudades pujantes y dinámicas que sufren problemas de conectividad pero reúnen condiciones suficientes para acceder al portafolio de la industria es una coyuntura prometedora. Entrar a descubrir la magnitud de tanta belleza natural escondida y promover el desarrollo de comunidades que deberían estar escribiendo historia será posible, si el Estado, que suele andar elevado, les permitiera tomar el vuelo.

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“Colombia es uno de los países más peligrosos para hacer periodismo”

Su más reciente trabajo,“ Coraje: el periodismo no es un crimen”, es una radiografía de la situación que viven los líderes y periodistas que defienden el derecho a la libertad de prensa en el mundo.

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Con la más fea

Cubana de Aviación, principal referente aéreo de la hermosa Perla del Caribe y una de las aerolíneas pioneras en América Latina, enfrenta turbulencias extremas. Las sombras de una profunda crisis la tienen bailando en la cuerda floja y amenazan con pararla en tierra, como ha sucedido con la mayoría de las compañías bandera que con éxito inundaron los cielos del mundo durante el siglo pasado.

Se halla en trance, al igual que Alitalia y Air France, con las que sobrevive a las tempestades que dejaron los huracanes de la liberación del transporte aéreo, que hicieron aterrizar de barriga a más de una decena de estas empresas. Pero su estabilidad se ha venido a pique por una suma de factores adicionales, entre ellos los problemas económicos de la isla, el embargo estadounidense, las limitaciones administrativas, organizacionales y financieras de la empresa, la escasez de equipo aéreo y el crecimiento del turismo, favorecido por las políticas de distensión del presidente Obama, que estimuló mayores flujos de viajeros norteamericanos y europeos.

Luego de algún tiempo de dificultades en sus operaciones, Cubana recibió un golpe de gracia en mayo pasado cuando un avión alquilado para su servicio de pasajeros a una compañía mexicana cayó a tierra, pocos minutos después de despegar del aeropuerto José Martí, de La Habana, con saldo de 112 pasajeros muertos. Resultó ser su segundo peor desastre aéreo en menos de tres décadas. El primero había ocurrido en 1989, en inmediaciones del mismo terminal, cuando una aeronave de fabricación rusa que tenía como destino a Milán se precipitó sobre una zona urbana adyacente, dejando sin vida a 45 vecinos y 126 ocupantes.

El siniestro de mayo sobrevino con un Boeing 737-200 de 39 años de antigüedad –que pudo ser el avión comercial más viejo que volaba por el mundo- arrendado a Global Air, hasta ahora una desconocida empresa mexicana que apenas cuenta con tres aeronaves que alquila a la aerolínea isleña. Desde 2009 llueven sobre ella advertencias por sus bajos estándares de mantenimiento y seguridad, pero pese al cuestionable soporte técnico y operativo, las urgencias de Cubana para movilizar pasajeros dentro y fuera del país pasaron por alto procedimientos implementados para la contratación de servicios de arrendamiento de aeronaves.

Este suceso desató el caos y a comienzos de julio la aerolínea suspendió la mayoría de sus vuelos. Las directivas hicieron pública confesión de que la decisión obedecía a la carencia de aviones disponibles, y la visualización del problema prendió las alarmas de la crisis. Buena parte de su escasa flota, que apenas sobrepasa una docena de unidades, está parqueada en los hangares, bien sea por fallas técnicas y falta de repuestos o por impago en el contrato de arrendamientos.

La debacle se perfilaba tras la reciente compra de seis aviones Antonov de fabricación ucraniana, que presentaron problemas técnicos y para los que se ha dificultado la compra de piezas de reposición, debido al conflicto por la anexión de Crimea a Rusia -la gran baza electoral del presidente Putin-, en 2014.

La sólida y reconocida aerolínea caribeña ha dejado atrás sus épocas de esplendor. Fundada en 1929, marcó episodios que escribieron páginas en los anales de la aviación. Fue la primera que atravesó el Atlántico en turbohélice y la que inició las rutas que marcaron el punto de partida de la expansión latina por Miami. Por sus cabinas, se trasladaron contingentes revolucionarios que combatieron en las espesuras del África y algunos países de la Europa socialista.

Una aerolínea que posee el monopolio total de los vuelos de cabotaje en la isla no tiene en la competencia su principal dolor de cabeza. Son los apuros económicos, agravados por los serios aprietos de gestión y el mantenimiento de las sanciones estadounidenses, los que le han trazado pinceladas negras a su futuro. Las limitaciones de flujo de efectivo y la asfixia del embargo le afectan a la isla su capacidad de acceso a vendedores y a canales de financiación occidental que le permitan adquirir aviones renovados y con elevados niveles de seguridad.

Cubana, un valioso símbolo de la aquejada industria de la aviación en Cuba, vuela entre vientos cruzados y amaga con un aterrizaje forzoso, en medio de una creciente demanda de turistas y un plan de inversiones en infraestructura en el sector que avanza a paso lento. La incertidumbre le ronda, como a otras empresas estatales que de un momento a otro pueden ser absorbidas por una crisis silenciosa, que –en la tierra del son y el bolero– las puso a bailar con la más fea.

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