“¡Chino: usted tiene que ser periodista!”, le decían a Germán Díaz Sossa

10 marzo 2020 –

Por: Prensa CPB –

Estudiaba su secundaria en el colegio San Benito, pero los sábados y domingos se convertía en caddie en el Country Club de Bogotá. Le fascinaba el golf y aún lo sigue practicando. Tiene sus guantes, pantalones de tela, gorro inglés, palos importados, arregla piques, marcadores, cajas con tees y bolsas con pelotas, unas nuevas y otras que han recibido decenas de fuertes golpes para alcanzar los 100 metros o más.

En esos maravillosos años estudiantiles conoció a un jugador al que le cargaba la bolsa con los palos, pero debía darle las precisas indicaciones para usar un determinado palo, pararse, ubicación e intensidad del golpe. “¡Mire la pelota, mire la pelota!”, le gritaba. “¡Párese derecho, párese derecho!”, le repetía. “¡Don Enrique, concéntrese, por Dios bendito!”, le agregaba.

“Yo lo regañaba siempre. El señor que no era bueno para el golf, pero era un gran conversador”, recuerda mientras repasa su incipiente calvicie.

Un día, ya entrado en confianza y cuando le llevaba los palos al carro le dije: “Oiga don Enrique, ¿usted por qué no me ayuda con un trabajo?”.

–Claro, chino, lo espero el lunes en El Tiempo, en la avenida Jiménez con Séptima, a las 9 de la mañana.

–¿Usted trabaja allá?, le preguntó atónito el imberbe caddie.

–Soy el dueño, pendejo, le contestó.

El lunes, el joven bachiller llegó al sitio de la reunión y se presentó a la recepción:

–Tengo una cita con don Enrique Santos Castillo.

–¿Usted?

–Si señora, me dio esta tarjeta para que me presentara hoy a las 9 y aquí estoy.

–Él vive muy ocupado, pero le diré a la secretaria que lo busca…

–Dígale que soy Germán Díaz Sossa.

Lo recibió don Enrique, no lo volvió a regañar y se convirtió desde ese día en mensajero de redacción de El Tiempo e inició lo que sería en unos años, una de las pasiones de su vida: el Periodismo.

Pasó por todas las secciones posibles. Desde teletipos, internacionales, departamentales, armada, diagramación, y cuando apenas cumplía los 16 años le publicaron con su nombre su primera noticia: “Explotó una polvorería en los cerros del norte”. No cabía de la dicha.

En esos años hizo cordial amistad con periodistas como Germán Castro Caycedo, Daniel Samper Pizano, Pillo Mantilla, Alegre Levy, Silvia Jaramillo, Humberto Jaimes Cañete, Germán Santamaría, entre otros.

“Después de los turnos íbamos a beber algo a El Miramar, con Germán Castro y él siempre me decía: “chino, usted tiene que ser periodista”.

Unos años después obtuvo la tarjeta profesional 4858 del Ministerio de Educación que lo acreditaba como Periodista, en la época que era necesaria para laborar en los medios de comunicación.

SU PASO A LA RADIO

Un día le dije: “Me voy del periódico, quiero hacer radio”.

–¿Y qué quiere?, me preguntó don Hernando.

–Una recomendación suya.

“Y con la carta de él me presenté a Caracol, donde no me recibieron, en RCN ni me prestaron atención, en Todelar ni me abrieron la puerta, sólo me quedaba Radio Melodía, donde me atendió don Efraín Páez Espitia quien fue muy formal y me dijo: “Yo quiero mucho a Hernando, bienvenido” y luego agregó: “Aquí tiene lo que necesita un periodista”. Le mostró una máquina de escribir, cuartillas y un teléfono. Así llegó a esa emisora donde trabajaba desde las 6 mañana hasta las 8 de la noche.

Su estilo gustó y meses después fue llamado a laborar al Noticiero El Dorado de JES. “Como llevaba un humorista por dentro comencé a escribir libretos para un programa de Caracol que se llamaba “La Simpática escuelita que dirige doña Rita”. Me pagaban por cada capítulo, 500 pesos. ¡Quinientos pesos!”

Un día se comunicó con él César Vallejo Restrepo, redactor de judiciales de El Espacio y le planteó que lo reemplaza en sus vacaciones.

–“Yo no sé nada de ese tema”, le respondió.

–“Venga y aprende”, le acotó.

“Me fui para El Espacio a cubrirle la espalda al compañero Vallejo y el primero de enero de 1979, muy temprano me llamó. “¿Qué ha pasado?”, me dijo. “Por ahí que se robaron unos fusiles anoche en el Cantón del Norte”, le contesté. “Pues fueron más de 5 mil armas, póngase al frente de la máquina de escribir y ya le dicto la noticia”, me comentó.

“Nada menos ni nada más que con esa noticia me inauguraba como redactor de judiciales, menos mal que César estaba bien informado y salimos adelante con una edición de la cual se vendieron más de 90 mil ejemplares”, comenta ahora Germán Díaz Sossa, soltando una de sus características carcajadas.

Meses después lo envió El Espacio a cubrir la guerra civil en Nicaragua. “Me mandaron sin ningunas instrucciones, casi me matan, quedé en la mitad de un enfrentamiento entre la gente de Somoza y el Ejército Sandinista de Liberación Nacional. Plomo por todo lado. Yo pensaba que hasta allí llegaría mi vida. Fue horrible. Total, hicimos un respetable trabajo”.

“Yo me le medía a todos los retos. Un día quise ser corresponsal de Selecciones, la revista con 100 millones de lectores. Después de muchas pruebas, de competir con más de 400 periodistas, me reuní en el hotel Tequendama con Antonio Rodríguez Villar, quien me dijo: “Mire joven, llevamos 50 años sin tener una sola rectificación, le ruego que haga lo posible para que no tengamos en Colombia ese inconveniente. Le vamos a pagar 300 dólares por artículo”.

Cada mes, Germán Díaz Sossa compraba un ejemplar de Selecciones y nada, no veía sus artículos. Pasó un año y un día entró a una droguería y encontró una revista de ese nuevo mes con un titular: “El huevo, un alimento casi milagroso por Germán Díaz Sossa”. Fue emocionante. No les daba crédito a sus ojos y miraba la portada una y otra vez.

Compró los diez ejemplares que estaban en el estante.

DE MENSAJERO A CRONISTA

Regresó a laborar a El Tiempo, pero esta vez como cronista. “Me tocó una maravillosa época. Compartí redacción y crónicas con excelentes redactores como Germán Santamaría, Fernán Martínez Mahecha y Germán Manga. Fue una temporada de grandes escritos”, dice ahora mientras degusta un café con poca azúcar.

Lo llamaron de Caracol donde ejerció como jefe de redacción los fines de semana. Su máximo recuerdo fue cuando reemplazó a Yamit Amad, porque estaba en Santa Marta, y debió cubrir la nefasta noticia del asesinato de Luis Carlos Galán Sarmiento. “Coordiné toda la transmisión y cuando regresó Yamid me dijo: “Es la primera vez que vi, que no soy necesario para dirigir una emisión. Salió perfecto ese trabajo”.

Juan Gossaín se lo llevó a RCN, después estuvo en la BBC de Londres, comenzó a recibir premios como Rey de España, Ortega y Gasset, Simón Bolívar, recorrió 50 países, recibió 80 diplomas de diferentes cursos y es hasta polígrafista profesional graduado en el Instituto Latinoamericano de Poligrafía.

Una tarde escuchó una conferencia de Fernando Villa Uribe sobre cómo hablar en público.

Al terminar se dijo: “Yo lo puedo hacer mejor”. Y por ello ha escrito 12 libros, seis en papel y seis digitales, y en sus 30 años como conferencista ha capacitado a 37 mil personas. Se dedicó a las charlas, como una universidad ambulante. Sabe de todo, conoce casi todos los temas, pero prefiere los que les dejen enseñanza a las personas.

Por eso un día se encontró con Ley Martin, el de Una Voz en el Camino de Caracol y le propuso hacer una columna con comentarios y anécdotas. Ley, simplemente le contestó: “Empiece hoy”. Y así lleva más de un año dando su informe a las 12 y 35 de la noche.

Hace cinco años se encontró con Gloria Vallejo, presidente del Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB) quien lo invitó a ingresar al gremio. Él aceptó de buena manera. “El CPB es una institución de prestigio, que entrega unos reconocidos premios al Periodismo y que cuenta con un selecto grupo de profesionales”, comenta.

–¿Tienen futuro las conferencias?

–YouTube acabó con ese trabajo. Ahora todos se concentran por ese medio.

–¿Cómo ve al Periodismo hoy?

–Yo viví todas las posibilidades. Conocí a los grandes periodistas. Me preocupa el desaprovechamiento que hay en la actualidad de decenas de grandes comunicadores que pensionados o no, pierden el tiempo y las empresas, los grandes medios y el gobierno no se han dado cuenta del potencial profesional que existe allí.

–¿Y qué viene en sus actividades profesionales?

–Tengo un par de carros que alquilo, unas máquinas que lavan muebles y alfombras, vendo conferencistas, tengo un periódico que se llama EL TINTALEÑO y tiro tres mil ejemplares al mes,  vendo mis cursos presenciales y por internet, hago mi informe diario para Caracol en Una Voz en el Camino del gran Maestro Ley Martin, publico mi columna semanal en el Portal KienyKe y acabo de crear algo que se puede usar en los informativos de las grandes cadenas radiales y que no se ha hecho antes. Es una idea original, excelente, novedosa, creativa, que va a prender más radios, fidelizará los que ya están prendidos y no apagará un solo radio. Esta idea se la voy a proponer a las grandes cadenas a ver cuál se anticipa y se queda con ella. Yo mismo la voy a conducir. Incluso sirve también para noticieros y programas de televisión.  Será un éxito absoluto y total.

–¿Es feliz?

–Si, mucho, no tengo esposa, ni hijos, jajajajajajajajajaja.