Coronavirus y periodismo: ¿es el «home office» como ver los toros desde la barrera?

27 marzo 2020 –

Foto: @derega.

Tomado de: marketingdirecto.com –

Puede que el periodismo esté sobreviviendo al teletrabajo impuesto por el COVID-19, pero cuando todo pase, regresará a las redacciones y desde allí volverá a dar el salto a la calle, que es, fin y al cabo, su hábitat natural.

La pandemia del coronavirus ha forzado a muchísimos medios a trasladar sus redacciones a los casas de sus empleados (y a hacer de alguna manera periodismo desde el sofá).

A no pocos les sorprende que tantísimos programas de televisión puedan seguir emitiéndose y también que tantísimos diarios y revistas puedan seguir recalando en los quioscos cuando buena parte de su plantilla se ha acogido al «home office» (ese que tanto venía reclamando, por cierto, la galaxia periodística desde hace tiempo).

Se supone que el teletrabajo no ha hecho sino acelerar aún más la digitalización de un sector, el periodístico, en el que muchos contemplaban hasta hace poco con más recelo que otra cosa herramientas como las utilísimas videoconferencias, explica Ulrike Simon en un artículo para Horizont.

Aunque confinados en casa, los periodistas pueden seguir viéndose las caras los unos a los otros, pueden continuar debatiendo y pueden organizar sus flujos de trabajo desde la distancia. Este fue al menos el balance (entreverado de optimismo) que muchos hicieron de los primeros días de cuarentena.

Entretanto los medios se llenaron de consejos para lidiar mejor con el «home office«. Se recomienda encarecidamente cuidar el aseo (más allá de las manos), no estar todo el día en pijama y vestir adecuadamente (sin necesidad de ponerse, eso sí, de tiros largos), hacer pausas y procurar hacer algo de ejercicio (por aquello del «mens sana in corpore sano»).

¿Están el teletrabajo y el periodismo hechos realmente el uno para el otro?

Así y todo, y pese a que el teletrabajo ha sido colmado de lisonjas en los últimos días (al «home office» se le adjudican auténticos milagros desde el punto de vista de la productividad, por ejemplo), no todo es de color de rosa en esta práctica laboral. Hay, de hecho, profesionales que simple y llanamente no están hechos para el trabajo.

¿Por qué? Porque están huérfanos de la disciplina necesaria y porque para ellos la cercanía es mucho más que contemplar el vello que asoma de la nariz de sus colegas y husmear la decoración de sus hogares mediante videoconferencia.

Hay además una enorme diferencia entre trabajar desde casa de manera forzosa y hacerlo por voluntad propia y después de una cuidadosa preparación en la que estén involucradas sillas ergonómicas y habitaciones consagradas en exclusiva al teletrabajo).

Puede que el periodismo esté sobreviviendo (como puede) a la reclusión en casa impuesta por el COVID-19, pero una vez saboreadas las mieles (no necesariamente almibaradas) del «home office» regresará a las redacciones y desde allí volverá a dar el salto a la calle, que es donde está, al fin y al cabo, su hábitat natural.

Que el confinamiento haya hecho descubrir (por fin) a los periodistas y muchísimos otros profesionales las maravillas solapadas a las nuevas tecnologías es una buenísima noticia. Pero lo cierto es que las personas se comunican de manera diferente cuando no media un dispositivo entre ellas. Y por eso ninguna genialidad tecnológica podrá reemplazar lo que tanto echan en falta ahora los periodistas: la comunicación cara a cara.

El periodismo necesita para germinar cercanía y esa cercanía es inevitablemente de naturaleza física. Implica mirarse a los ojos y interpretar el lenguaje corporal de las personas. Todo ello es inherente a la comunicación en su vertiente más humana. Y el periodismo está adscrito, al fin y al cabo, a la industria de la comunicación, ¿o no?, se pregunta Simon.