30 Mayo 2019.
La salida del columnista Daniel Coronell de la revista Semana simplemente es el aterrizaje a una realidad que los comunicadores se niegan a entender. Los medios de comunicación no son de los periodistas, tampoco son intocables y nadie es imprescindible así tenga el nombre y la historia que posea.
Tomado de: El País Cali.Una situación de estas características era insostenible y aunque considero que pierde más la revista Semana por todo el ruido que tal decisión genera, lo cierto es que Coronell ya sabía lo que podía derivar de su confrontación. Aunque Semana había mostrado una sorprendente apertura en el momento de permitir la publicación de una columna que cuestionaba su proceder, era inevitable que eso produjera un efecto. Es posible imaginar los dilemas para la publicación de ese escrito que ponía en entredicho la credibilidad del medio, que provenía justamente de su columnista estrella. Pero Coronell debía ser consciente que así como lo invitaron a esa casa periodística y escribió de lo que le dio la gana, hasta contra el propio medio, también Semana estaba en todo su derecho de darle las gracias y decirle hasta pronto.
Muchos lo han interpretado como una decisión que coarta la libertad de prensa, con lo cual no estoy de acuerdo. Si no le hubieran publicado la última columna es posible que sí se configurara tal acto, pero es que el escrito salió y luego el medio decidió que prescindía de sus servicios. Todavía algunos viven de utopías y se olvidan de los principios que rigen el pragmatismo. Los medios de comunicación son empresas que buscan utilidades y si uno de sus empleados es incómodo, por las razones que se determinen, es retirado de la misma. Y les tengo una noticia, colegas, ese modelo funciona en Colombia (como se ha venido demostrando a lo largo de los últimos años con el adelgazamiento dramático de las redacciones y los cierres de algunos medios), pero también en el resto del mundo.
Otra cosa son las reacciones al abrupto retiro que demuestran que si hace algunos años los medios podían sacar a sombrerazos a algunos de sus columnistas de una manera fácil y silenciosa, hoy eso es imposible. Con las redes sociales en furor, medios y periodistas están sometidos al duro escrutinio de un público cada vez más exigente, mordaz y que no traga entero.
Si a Coronell no le fueron satisfactorias las explicaciones del medio está en su derecho. A mí tampoco me satisfacen, pero es que él trabaja allí, por lo tanto se generó un cortocircuito, alguien iba a tener que marcharse y correr el edificio de Semana, en el norte de Bogotá, es muy difícil.
Que la revista parece haberse dado un tiro en el pie con su decisión, que actuaron con torpeza o que no calcularon el daño que le hará a su credibilidad o independencia, es otra cosa. El juicio en las redes no reconoce matices. Al igual que cuando un periódico se cierra se desmorona un pedacito de democracia, la salida de un columnista de los ribetes de Coronell deja una huella. Pero como todo en las redes es volátil, dentro de un par de días esta discusión solo será un periódico de ayer.