30 enero 2020 –
Tomado de: El País –
Un estudio detecta células que se esconden en un nicho en las glándulas submucosas y se expanden después de que el tabaco haya provocado lesiones.
El cáncer de pulmón se cobra aproximadamente dos millones de vidas al año en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud. El consumo del tabaco tiene la responsabilidad de entre el 80% y el 90% de los casos de esta enfermedad. Fumar esta sustancia nociva provoca entre 1.000 y 10.000 mutaciones y alteraciones anormales por cada célula y deja, así, vía libre a la formación de tumores. Un estudio, publicado este miércoles en Nature, demuestra que dejar este hábito, como lo ha hecho casi el 20% de la población española, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, despierta unas células sanas que ayudan a los pulmones a regenerarse.
Peter Campbell, autor principal del estudio e investigador del Instituto Wellcome Sanger asegura que la gente que lleva fumando 30, 40 años o incluso más y que cree que ya es demasiado tarde para dejar de fumar, se equivoca. «Lo más increíble de nuestro estudio es que demuestra justamente que incluso fumando 15.000 paquetes de cigarrillos a lo largo de una vida, como uno de nuestros participantes, algunas de les células no muestran daños por culpa del tabaco», explica.
El equipo de investigadores de Campbell, del Instituto Wellcome Sanger y de la Universidad College de Londres (UCL), ha secuenciado el genoma de 632 colonias del epitelio bronquial de 16 personas: tres niños, cuatro que nunca fumaron, seis que lo dejaron y tres actuales fumadores. Todas las células analizadas, incluso las de los no fumadores, presentaron un aumento de las mutaciones por el envejecimiento. Cada año, se estima que las células viven 22 mutaciones adicionales. Esta cifra se debería incrementar, según datos del estudio, a 2.330 en antiguos fumadores y 5.300 en actuales consumidores. Sin embargo, unas células desconocidas hasta ahora no correspondieron a las expectativas. Presentes únicamente en los exfumadores, estos elementos diminutos mostraron niveles de mutación similares a los encontrados en los no fumadores de la misma edad.
Estas células, según cuentan los autores, son “claramente protectoras contra el cáncer”, ausentes, o todavía imperceptibles, en los órganos de los fumadores actuales y cuatro veces más frecuentes en los participantes que habían dejado el consumo de cigarrillos. Las células no presentan casi huellas cancerígenas y sus telómeros (extremidades de los cromosomas) son más largos, lo que significa que no han sufrido muchas divisiones en comparación con las células afectadas.
El estudio precisa que no queda claro cómo nacen estás células, cómo resisten a las mutaciones que sufren sus vecinas y porqué, sobre todo, aparecen en las personas que han dejado de fumar y no también en los fumadores actuales. Una de las posibilidades, aunque merezca aclaraciones, es que estas células madres que actúan como héroes, ocupan un área protegida en las glándulas submucosas y se expanden tras una lesión pulmonar. Este nicho físicamente apartado podría explicar su impermeabilidad frente al daño.
Los beneficios, tras parar de fumar, comienzan de inmediato, según escriben los autores, y se incrementan con el paso del tiempo. La aparición de estas células misteriosas que sacan la cabeza tras la batalla, muestra la capacidad de recuperación y regeneración del pulmón a cualquier edad. Dejar de fumar a cualquier edad no solo ralentiza la acumulación de más daños, sino que también despierta células ilesas, según confirma el profesor Sam Janes de la UCL y coautor del estudio. «Con investigaciones adicionales podríamos entender cómo estas células protegen contra el cáncer, lo que podría conducir a nuevas terapias contra esta enfermedad», concluye.
Para Álvaro Rodríguez-Lescure, presidente de la Sociedad Española de Oncología Médica, este estudio ilustra un hecho que ya se conocía desde hace mucho: dejar de fumar aporta beneficios. Y ahora sabemos por qué. «Siempre es importante prevenir y evitar que se empiece a fumar, pero ahora tenemos una confirmación que, de cierta forma, es reversible», explica el experto. Pero, pese a que el tejido del aparato respiratorio puede restablecerse, nunca, tras haber consumido tabaco, se puede recuperar como antes, en definitiva, como el de alguien que jamás ha fumado. Eso sí, los riesgos acumulados se reducen con el paso del tiempo. La población de células nuevas actúa y termina dominando, y aunque el riesgo no desaparecerá nunca, la probabilidad que suceda tenderá a disminuir. Rodríguez-Lescure insiste también en que el 40% de los cánceres son prevenibles y que «la pelota está en el tejado personal de cada uno de nosotros», ya que ese porcentaje de tumores está relacionado con el estilo de vida que se elige.
Xosé Bustelo, profesor de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), presidente de ASEICA (Asociación Española de Investigación sobre el Cáncer) resalta otro aspecto interesante del trabajo británico. “Demuestra que el daño genético del tabaco afecta a la gran mayoría de las células del epitelio de nuestros pulmones. También que hay un porcentaje de células, cerca del 25%, que tienen alteraciones genéticas que causan el cáncer”, precisa. Antes de acabar, el experto insiste en mencionar también que el estudio da una dimensión de las diferencias en la financiación entre el Reino Unido y España. Este proyecto se financió con casi 25 millones de euros, más del doble de lo que dedica la Agencia Estatal de Investigación para financiar todos los proyectos de cáncer de los investigadores españoles. “Eso da una idea de la dimensión en que nos movemos” concluye.