• Greenpeace destaca las siete amenazas medioambientales a las que se enfrenta el planeta
• Cambio climático, destrucción de mares y bosques y gobernantes que no apuestan por defender el medio ambiente son algunos de los principales peligros
El Día de la Tierra (22 de abril) debe ser una fecha para rendir homenaje al planeta. Sin embargo, en este 2017 no parece haber muchos motivos para la celebración. Empezábamos el año con la investidura del ‘antiambientalista’ Donald Trump como presidente del segundo país más contaminante del mundo y, tan sólo cuatro meses después, en nuestro país se anunciaba el recorte del 45% a los presupuestos destinados al cambio climático. Así las cosas, desde Greenpeace no podemos sino aprovechar este Día de la Tierra para poner el foco en siete de las principales amenazas medioambientales del momento que, inevitablemente, empeorarán si no se toman medidas oportunas y urgentes.
Avanza el cambio climático
El año 2016 ha sido el más caluroso desde que se tiene constancia (1880), con récords de temperaturas constantes. El uso de energía procedente de combustibles fósiles ha hecho que la temperatura en España se haya incrementado en 1,5 grados en las últimas tres décadas y se prevé que aumente entre 1 y 6 grados para final de nuestro siglo.
A este riesgo sin precedentes, hay que sumar el que supone la energía nuclear. Muchas de nuestras centrales están obsoletas y son peligrosas (este mismo mes de abril, Almaraz acumulaba sendos fallos en sus dos reactores en tan solo 48 horas). Y, por si fuera poco, no sólo pagamos los costes de operación a las compañías que suministran electricidad, combustibles o carburantes, sino que además estamos obligados por ley a pagar los costes de los daños que producen y finalmente ser quienes vivimos enfermos por la contaminación, a la vez que perdemos nuestros ecosistemas.
Pero en Greenpeace sabemos que, gracias al uso de las renovables, otra energía es posible. Y estamos a tiempo. Por eso estamos trabajando en la futura Ley de Cambio Climático. Pedimos el cierre de las térmicas de carbón y nucleares y, entre otras cosas, estamos llevando a cabo una recogida de firmas exigiendo al Gobierno el fin de todas las subvenciones a los combustibles fósiles y que trabaje con urgencia por un sistema energético 100% renovable, eficiente, inteligente y democrático. (Ver Informes de Revolución Energética)
Desaparecen las abejas y con ellas nuestra comida
El próximo mes de mayo la Comisión Europea podría decidir si se prohíben o no algunos insecticidas neonicotinoides que son una de las principales causas de que, en los últimos 30 años, ya se haya reducido en más de un 25% la población de abejas en Europa. Se trata de un problema muy serio, teniendo en cuenta que las abejas, y otros insectos polinizadores, son responsables de más del 70% de la polinización de los cultivos que consumimos.
Mares de plástico
Por si fuera poco, la sobrepesca que padecen nuestros mares (más del 85% de poblaciones de peces en el Mediterráneo y el 40% en el Atlántico están sobreexplotadas), se enfrentan también a una avalancha de plásticos de 8 millones de toneladas anuales, lo que equivale, por ejemplo, a 800 veces el peso de la Torre Eiffel. El crecimiento del plástico es tan incesante que para 2020 su ritmo de producción habrá aumentado un 900% con respecto a 1980. Los plásticos que llegan al mar, además de matar a miles de animales por asfixia u otras causas, están siendo ingeridos por pescados y mariscos que, posteriormente, comemos los humanos. El actual sistema de gestión de residuos ya no es capaz de dar respuesta al creciente abandono de plásticos y no se están tomando las medidas necesarias para controlarlo.
Queremos unos océanos vivos y limpios. Por eso Greenpeace tiene en marcha la campaña ‘Mejor sin plásticos’ cuyo objetivo es visibilizar la problemática de los plásticos en mares y océanos y demandar soluciones como la prohibición de microesferas de plástico o fomentar medidas basadas en la economía circular de reutilización. La organización ha hecho público su informe Plásticos en el pescado y el marisco, que reúne las últimas investigaciones científicas e identifica los principales riesgos actuales.
Menos verde
Este año parece haber vuelto con fuerza a la opinión pública el debate sobre el consumo humano de aceite de palma pero, tras este cultivo tropical, hay un grave problema medioambiental. El Parlamento Europeo señalaba, a principios de este mes, la demanda internacional de aceite de palma como uno de los principales causantes de la deforestación en países como Indonesia. Este aceite se ha convertido en el más utilizado del mundo (cada ciudadano europeo consume unos 60 kg al año), por lo que su demanda ha disparado el cultivo. Países como Indonesia, el principal productor mundial, ha perdido ya más de un millón y medio de hectáreas por su plantación (unas dos veces la extensión de Alemania), disparando la emisión de gases de efecto invernadero. Se da la paradoja que el 50% de las importaciones de aceite de palma de la UE se destinan al sector del transporte, a los mal llamados biocarburantes. Además de este sector, son cómplices del problema los gigantes de la alimentación mundial y algunas entidades financieras que apoyan este sector.
Consumiéndonos
Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, si continuamos con la actual pauta de consumo, y con el probable aumento de la población mundial a más de 9.000 millones de personas, harían falta tres planetas para mantener los actuales patrones de vida y consumo de los países enriquecidos. Nuestras tendencias actuales de consumo están contribuyendo a la destrucción de los recursos naturales del planeta. Sólo a modo de ejemplo, el consumo de langostinos ha provocado la desaparición de los bosques costeros de manglares de Ecuador. Su extracción provoca la muerte de 150.000 tortugas al año. (Un kilo de langostinos provoca que 20 kg de otras especies mueran y se arrojen al mar).
Trump and friends
Empezábamos el año con la investidura de Donald Trump como presidente de EEUU. Pero no es el único; en nuestro propio país, el Gobierno de Mariano Rajoy anunciaba este mes el recorte del 45% en los presupuestos destinados al cambio climático. Por otro lado, los acuerdos de comercio e inversión que están negociando algunos estados (como el CETA) suponen una injerencia sobre la soberanía de los parlamentos nacionales, autonómicos y municipales. Si estos acuerdos se llegan a firmar, no solo perderá la democracia y el derecho a regular, sino que también se resentirán nuestros derechos como consumidores.
Greenpeace cree que, si seguimos unidos como una comunidad global, los políticos y las corporaciones no pueden interponerse en el camino de nuestro trabajo para construir un mundo pacífico, justo y verde. Greenpeace, que publica periódicamente estudios sobre las políticas nacionales y transnacionales en materia medioambiental, ha estado usando la no-violencia para resistir ante este tipo de políticas desde 1971 y va a continuar trabajando por un futuro verde y en paz.
Nota tomada de Greenpeace.org