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Ya no hay vuelta atrás: a las 18 (hora peninsular) de este viernes 20 de enero, Estados Unidos tendrá nuevo presidente. Y, a diferencia de lo que ha pasado con sus antecesores, su llegada al cargo se produce en mitad de una gran incertidumbre, esa paradoja que genera el miedo a que de verdad cumpla con lo que prometió en campaña. Porque sí, algunas de las ideas que Donald Trump tiene para volver a «Hacer América Grande” preocupan, y mucho, al resto de líderes del mundo. Casi tanto como que sea un xenófobo, racista. misógino y mentiroso compulsivo.
Preocupa especialmente su política exterior, con un proclamado a los cuatro vientos acercamiento a Rusia y a su presidente, Vladimir Putin, y su intención de centrarse más en lo que pasa de puertas adentro de EEUU y no tanto en lo que sucede fuera, con lo que esto supone para sus aliados, incluidos los europeos. Él mismo ha dicho que «cada uno debe hacerse cargo de sus propias amenazas y de sus propios intereses», por lo que es bastante inquietante pensar cómo va a ser su política de seguridad y de lucha antiterrorista. Como su predecesor en el cargo, Barack Obama, no ha cumplido y no ha cerrado Guantánamo, es más que probable que Trump la vuelva a “llenar” -ya ha manifestado que echarle el candado a la prisión era un error- y es toda una incógnita qué papel piensa asumir en conflictos clave como es Siria, guerra en la que su “mejor amigo” -Putin- es aliado de Bashar Al Assad.
Por si todo esto fuera poco, son varios los organismos internacionales que ya han puesto nombres y apellidos a lo que más les atemoriza: el hecho de que Trump no tiene ningún aprecio por la importancia de promover los Derechos Humanos. Así lo han denunciado tanto Amnistía Internacional como Human Rights Watch, que han dejado claro cómo les inquietan algunas de las personas designadas por Trump para estar en su Administración por su historial. ¿Un ejemplo? El candidato a fiscal general, Jeff Sessions, quien se ha mostrado contrario a los derechos civiles, de la comunidad LGTBI o el derecho a la libertad reproductiva.
Nada comparado con la gran polémica del muro con México, ese que desde el día en el que Trump entró en campaña se convirtió en su promesa estrella. Y ese que proclama una y otra vez que se construirá y que pagarán las autoridades mexicanas. Qué decir también de la reforma sanitaria de Obama -Obamacare- “desastrosa”, en palabras del presidente, y que tiene los días contados. Ha prometido que tan pronto asuma el cargo derogará la ley que hace que sea legal y no ha dado detalles de qué planes tiene para sustituirla.
LOS ACTOS PREVISTOS
Pero más allá de todos los interrogantes que se abren con el mandato del magnate, este viernes Estados Unidos se pondrá de gala para recibir al que ya será, oficialmente, su nuevo presidente. Será un día repleto de actos “elegantes”, aunque deslucidos ya que tendrá notables ausencias, y que cumplen con el protocolo estipulado en la Constitución. Desde que se aprobó en 1937, la fecha de la velada no ha cambiado: se celebra el 20 de enero a las 12 horas para que »nunca haya un período de presidente en funciones».
Aunque la ceremonia comienza de manera oficial a las 11:30 de la mañana (hora local), el evento empieza varias horas antes para las 800.000 personas (según estimaciones del Departamento de Seguridad Nacional) —menos de los que asistieron a la primera inauguración de Obama— que se han desplazado a la capital por este motivo. Los puntos de acceso a la explanada se abrirán a las seis de la mañana para evitar aglomeraciones.
Habitualmente, después del café, las dos parejas suelen posar juntas antes de partir hacia el Capitolio. A veces -como en 2009- el vicepresidente entrante y su esposa se unen a esta reunión. A continuación comienza el desfile hacia el Capitolio, que normalmente el presidente electo y el presidente saliente suelen hacer juntos. Allí les esperan los miembros del Congreso y del Senado para comenzar el evento. Por lo general, se reúnen 1.000 personas y se invita a distintos músicos. Sin embargo, esto último a Trump le ha costado bastante.
Una vez hayan llegado al Capitolio, tendrá lugar el acto central: bajo la atenta mirada de ex presidentes -entre ellos Barack Obama o Bill Clinton- y sus mujeres, Trump jurará el cargo. Lo hará sobre una Biblia de su propiedad y sobre otra que usó Abraham Lincoln en su primera toma de posesión, según ha anticipado ya el Comité de la Investidura Presidencial. El juramento del cargo será administrado por el juez John Roberts, presidente de la Corte Suprema de EEUU. Poco antes que él habrá jurado su cargo el vicepresidente Mike Pence.
Tras el discurso, el recién estrenado presidente recorrerá en coche los menos de tres kilómetros que separan el congreso de la Casa Blanca por la avenida de Pensilvania. En otras ocasiones, los presidentes han recorrido parte de este trazado a pie para saludar a los ciudadanos que dan la bienvenida al presidente desde las calles. Trump ya ha anticipado que lo hará en su limusina y espera encontrarse en dicho recorrido a miles de seguidores. Tanto, que ha vaticinado en Twitter que «la gente llegará a Washington de forma masiva» para participar en las celebraciones de su investidura. Una vez en la Casa Blanca, Trump ocupará unas gradas localizadas enfrente de la residencia para presidir el desfile inaugural, en el que participarán grupos civiles, miembros de los cuerpos de seguridad y orquestas locales.
En la noche, se acostumbra realizar un baile inaugural. En su segundo mandato Obama visitó ocho bailes pero Trump solo confirmó su asistencia a tres: dos en el Centro de Convenciones Walter E. Washington y una de las Fuerzas Armadas en el National Building Museum.
Para entonces un helicóptero ya habrá trasladado a la familia Obama a su nueva residencia en Washington. Y así comenzará un nuevo capítulo de la historia de EEUU, el que irá ligado al presidente número 45 del país. Nada más y nada menos que Donald Trump. Quién nos lo iba a decir.