El diario de un periodista paisa inmigrante en España

14 Agosto 2019.

Foto: Guillermo Ossa.

Por: Miguel Osorio Montoya / El Tiempo.

Desarraigo, dolor, melancolía y nostalgia aparecen a lo largo de las casi 300 páginas de Es de noche en Madrid, libro recién lanzado del periodista Pedro Nel Valencia. El texto, lleno de detalles verosímiles y anécdotas curiosas, que rayan con lo pintoresco, narra la historia de su autor en su periplo por la capital del España.

Es de noche en Madrid comienza con la historia de un hombre, el mismo Valencia, que ha llegado a la ‘Capital del mundo’, como la llamaría Hemingway en uno de sus cuentos. Pero, lejos de la cultura y los grandes espectáculos, alejado de los restaurantes suntuosos o los espectáculos de flamenco, vive en un pequeño cuarto oscuro, dentro de una casa ubicada en un callejón. La escena, de melancolía onettiana, muestra la realidad del que ha venido de muy lejos, solitario en un país extraño y presionado constantemente por una xenofobia creciente.

Empecé a conocer gente y a hacer amigos. Eso hace que la vida del migrante sea menos triste. En esos meses comencé a tomar nota de todo lo que me pasaba en esa nueva ciudad

Esa es la vida del inmigrante, al menos así lo cree Valencia. En las primeras páginas del libro, el autor explica cómo él y su exmujer, por un tema político-burocrático, perdieron los empleos que desde hace poco desempeñaban en el sector público. Sin trabajo, dispuesto a no laborar más en medios masivos de comunicación, en los cuales se había desempeñado como periodista por muchos años, decidió tomar un nuevo rumbo y viajar a España. El dolor más grande tras la partida fue dejar a Jacobo, su hijo, que para entonces tenía 7 años.

El texto narra las primeras semanas del autor en Madrid y el encuentro con otros colombianos e inmigrantes venidos de otros países latinoamericanos. “Empecé a conocer gente y a hacer amigos. Eso hace que la vida del migrante sea menos triste. En esos meses comencé a tomar nota de todo lo que me pasaba en esa nueva ciudad”, cuenta Valencia.

Esa disciplina de anotar fue, precisamente, lo que ayudó a llenar el texto de detalles. El periodista narra, por ejemplo, el momento en que conoció a Juan Carlos, un boliviano de actuar sinuoso y misterioso. La descripción del hombre es precisa: “Era un hombre de unos 55 años, blanco, de barba entrecana, rechoncho, con una constante capa de sudor que le hacía brillar la frente”, se lee en la página 34.

Tuve la fortuna de trabajar en lo mío, que es ser periodista. Sin embargo, yo estaba dispuesto a hacer lo que fuera. Incluso, antes de viajar hice un curso de carpintería

Juan Carlos se vuelve casi el protagonista de la historia a lo largo de varias páginas. Con él pasean Pedro Nel y unos colombianos más; van de bares a restaurantes, disfrutan en karaokes, viven casi en rumba permanente. El boliviano, conociendo la situación de inmigrantes de sus acompañantes, les promete trabajo en un proyecto que, según les dijo, estaba construyendo en algún lugar de España. Pero, sin decir más, desaparece una mañana y con él las ilusiones de todos. Es la vida del inmigrante, llena de desilusiones y desesperanza. 

El periplo de Valencia continúa a través de las páginas. A los tres meses de llegar a España pierde su calidad de turista y pasa a ser un ‘sin papeles’. A pesar de conseguir un trabajo extenuante y con un pago exiguo en una revista para latinoamericanos, continúa indocumentado durante cuatro años, casi la mitad del tiempo que pasaría en el país ibérico. “Tuve la fortuna de trabajar en lo mío, que es ser periodista. Sin embargo, yo estaba dispuesto a hacer lo que fuera. Incluso, antes de viajar hice un curso de carpintería que sabía me podía servir para ganarme la vida”, relata el autor.

Fue solo al final de su autoexilio en España que el periodista decidió relatar sus peripecias. Según cuenta, se dio como un proceso espontáneo, casi involuntario, pero hecho con tenacidad: diariamente se podía sentar hasta 16 horas frente al computador para redactar sus historias de inmigrante. Para la época ya había hecho una maestría sobre migraciones internacionales en la Universidad Pontificia Comillas. “La idea del libro era desmitificar la imagen del inmigrante que vuelve lleno de dólares o euros. No, esta vida está llena de cosas difícil, tristes, humillantes”, comenta.

Estando todavía en el Península Ibérica, luego de un año de escritura casi febril, logró terminar una primera versión del libro. La imprimió y, a pesar de quedar satisfecho con ella, no estaba del todo decidido a publicarla: “Era un tema muy personal, muy íntimo. Sentía cierto pudor de que la gente lo leyera”.

La idea del libro era desmitificar la imagen del inmigrante que vuelve lleno de dólares o euros. No, esta vida está llena de cosas difícil, tristes, humillantes

Al final, luego de extraviar el computador en que estaba el texto grabado, unos amigos leyeron el original impreso y lo convencieron de que era digno de ser publicado. Todavía algo indeciso se dirigió a la Editorial Universidad de Antioquia, en donde aprobaron el proyecto. El pasado miércoles se hizo el lanzamiento oficial en la Biblioteca Pública Piloto. En el libro, sin embargo, quedó un pedazo del desarraigo y la desazón del periodista inmigrante.