5 Agosto 2019.
Por: Jairo Ruiz Clavijo
Miles de trabajadores de los medios de comunicación en Colombia han perdido su empleo en los últimos años, como consecuencia de la irrupción de Internet como un medio de comunicación individual, que permite a las personas seleccionar sobre qué informarse, en dónde y a qué horas.
El fenómeno de internet afectó principalmente a la prensa escrita, por sus mayores costos de producción, en tanto que la radio y la televisión sufrieron al ver disminuir sus ingresos publicitarios como consecuencia de una menor audiencia.
Al principio, en Colombia, a la prensa escrita no les preocupó la llegada de Internet: La consideraban un medio más que estimularía su circulación, porque la experiencia había demostrado que las personas escuchaban la noticia en la radio o la veían por televisión, pero, si les interesaba, al día siguiente comprarían el periódico para convencerse de que era verdad.
Hace poco se afirmaba que Donald Trump y la proliferación de falsas noticias vaticinaban un gran porvenir para los medios impresos, únicos en los que la audiencia podía confiar.
Pero no ha sido así; La Internet no solo disminuyó la circulación de diarios y revistas, sino que incidió en el aspecto más importante: Los ingresos publicitarios.Es claro que el precio de venta de un medio escrito es apenas una fracción de su costo de producción y año tras año los medios virtuales y la televisión por cable se llevan una porción mayor de la torta publicitaria.
En los Estados Unidos la disminución de los ingresos publicitarios en los medios escritos supera al 30 por ciento y el 10 por ciento en la televisión, al tiempo que en los últimos diez años la prensa escrita ha perdido veinte millones de lectores.
Hace apenas tres años comenzaron a venderse más computadores que televisores en Colombia y hace un lustro que lo que reciben las empresas de teléfonos celulares, es varias veces el total de la inversión publicitaria en Colombia.
¿Cómo enfrentan los medios impresos esta crisis?
La mayor parte de los empresarios acudieron a la socorrida fórmula de rebajar costos despidiendo el personal no indispensable y sustituyendo a este personal por otro que cobra menos y se resigna a contratos leoninos y a trabajar simultáneamente para varios medios a la vez.
Ya desde antes Internet había incidido en el comercio y la industria globalizándola. Su sistema de comunicación instantáneo permitió que las empresas multinacionales se afianzaran y que surgieran otras muchas de la mano del gran capital internacional.
La multinacionales ni tienen patria ni respetan fronteras: se establecen en los territorios donde se les garanticen menos impuestos, menores salarios y mayores márgenes de utilidad, con la garantía de no tener que asumir la carga prestacional de sus empleados y mucho menos sus pensiones de jubilación.
Eso determinó que todas las personas económicamente activas tengan que destinar un porcentaje de sus ingresos, entre mayor mejor, para recibir asistencia médica y hospitalaria y tener al cabo de centenares de semanas de cotización, una pensión directamente proporcional a sus ahorros.
En el nuevo mundo de las comunicaciones instantáneas, el de la aldea global, no hay campo para empresas familiares. Todo el universo empresarial está dominado por el gran capital.
Según el diccionario de economía política (http://www.eumed.net/cursecon/dic/bzm/index.htm) la tercera parte de la producción industrial global está en manos de los doscientos grupos empresariales más importantes y Según Willis Towers Watson’s Global las 500 corporaciones financieras más importantes manejan unas sumas iguales al producto bruto global. Por su parte, los grandes capitales europeos manejan una suma que iguala el producto interno bruto de la China.
Esos gigantescos grupos financieros, muy pronto descubrieron que les resultaba mas económico, a mediano plazo, comprar un medio de comunicación que contratar espacios publicitarios en el mismo, y que el verdadero negocio de la prensa, tomado en su sentido más amplio, no eran las utilidades netas que podría dar sino las ventajas que pueden obtenerse a través de ella en términos de mejoramiento de imagen e influencia en el gobierno de cualquier país.
Fue entonces cuando los medios de comunicación dejaron de ser de periodistas o hijos de periodistas, cuando el director del medio dejó de ser más importante que el gerente y cuando, a pesar de todo, no se resignaron a obtener pérdidas, así lograran pingües beneficios con sus otras empresas.
Es esta hecatombe de despidos de buenos profesionales y de medios de comunicación en quiebra, Jeff Bezos, el dueño de Amazon, vio una gran oportunidad – por algo es el hombre más rico del universo- compró el Washington Post, considerado el diario más importante del mundo desde el escándalo Wáter Gate, y contrató las mejores plumas entre los periodistas despedidos poniéndolos a trabajar no directamente para el diario impreso, sino para las ediciones virtuales y otros portales de su gran conglomerado financiero.
En 2014 Jeff Bezos fue elegido como el peor jefe del mundo por los bajos salarios que paga
y la inhumanidad como trata a sus empleados.
Sin embargo el Washintong Post está dando utilidades y es el único diario que ha aumentado su circulación, gracias a la calidad de sus contenidos y a que este empresario monto dentro del periódico un departamento dedicado exclusivamente al servicio de la red, iniciativa que han copiado muchos otros diarios.
De otro lado, el tercer hombre mas rico, Carlos Slim, compró el periódico más influyente, The New York Time y El Universal de México. (https://redacciones.wordpress.com/2012/03/12/los-10-propietarios-de-medios-de-comunicacion-mas-ricos-del-mundo/
Habíamos olvidado el papel de la Universidad en estos dramáticos cambios: al principio dejaron de tener facultades de periodismo y las sustituyeron por Ciencias de la Comunicación significando con ello que no solo preparaban periodistas “escritos sino también radiales y televisivos”.
Últimamente, ante la irremediable absorción de los medios por los grandes conjuntos empresariales, pretenden preparar profesionales “con énfasis en la comunicación empresarial” pero tanto a las universidades como a los periodistas se les ha olvidado que así como han desaparecido puestos de trabajo, la Internet ha multiplicado las oportunidades de empleo para aquellos capaces de escribir “gacetillas” que convenzan a los consumidores de comprar un producto o contratar un servicio.
Volviendo al caso colombiano, no es un secreto que el diario El Tiempo, un conglomerado de dos canales de televisión, media docena de revistas y una importante editorial, es propiedad del Grupo Aval que encabeza Luis Carlos Sarmiento Angulo: uno de cada diez colombianos paga cuotas de una casa o apartamento financiado por ese grupo y tres de cada diez cuenta-habientes son clientes de alguno de sus bancos o corporaciones financieras.
El Espectador es propiedad del grupo Santodomingo y esta convertido en un medio que ocupa un piso de Hewlett-Packard sobre la Avenida El Dorado; La República fue adquirida por el grupo Ardila Lulle, dueño de uno de los dos canales comerciales de televisión que compite con el de Caracol, de propiedad del grupo Santodomingo.
Los medios de comunicación, impresos o electrónicos, han acudido al socorrido método de despedir trabajadores, aumentar las cargas laborales y pagar sueldos de hambre mediante contratos que ni siquiera permiten el cobro de horas extras y dominicales y mucho menos unas vacaciones pagas.
En el caso de El Tiempo, donde se supone que están las mentes empresariales más brillantes, no solo han despedido a los mejores redactores y obligado a los restantes a trabajar para sus noticieros de televisión y páginas virtuales, sino que están literalmente regalando su producto: ante la dramática disminución de su circulación y para traer más anunciantes, han lanzado una campaña de suscripciones según las cual el nuevo suscriptor pagará noventa pesos ($ 90) mensuales durante los dos primeros meses y luego $ 41.000 mensuales por la suscripción.
Le están apostando con ello a la calidad de su producto pero estamos seguros que la mayoría de esos suscriptores de noventa mil pesos se retiraran porque el producto no satisface sus deseos.
Y no podrá satisfacerlos porque los directivos de los medios piensan más en sus accionistas que en sus lectores.
El panorama en los medios electrónicos no es menos grato: el Canal Eltiempo lo cerraron por falta de publicidad (despidieron a sus 130 empleados pero no regresaron el Canal como corresponde, al Estado); en la radio apenas sobreviven las radiodifusoras pertenecientes a los grandes conglomerados financieros y la propaganda que se hacia por vallas esta camino de la extinción ante las medidas adopatadas por las respectivas alcaldías.
¿Qué hacer, entonces en esta situación?
El camino de regalar el producto no es el adecuado pues tanto en Bogotá como en muchas otras ciudades, han desaparecido periódicos de circulación gratuita por falta de contenido. Y nos consta de noticieros de radio y televisión que han sufrido grandes pérdidas al quedarse sin audiencia porque divulgaban solo las informaciones que sus propietarios querían dar a conocer.
Y es muy difícil pensar que un medio de comunicación de propiedad de personas cuyas empresas cotizan en la Bolsa de Valores, divulgue informaciones que hagan bajar el precio de sus acciones.
El público quiere buenas informaciones, objetivas, independientes y que refleje sus intereses. Este tipo de información es costoso y solo esta al alcance de buenos profesionales.
Con la globalización, todo nos lleva al mismo punto, la industria de las comunicaciones fue invadida, y casi arrollada, por la del entretenimiento. Un empresario de medios como Rupert Murdoch -dueño de decenas de periódicos, canales de televisión y productoras de cine, es también dueño de parques de diversiones y de servicios de televisión, como DirecTV que en Colombia tiene en sociedad con el ex-presidente Alvaro Uribe Vélez.
Carlos Slim además de ser dueño de periódicos y canales de televisión, lo es también de empresas de telefonía. Y es en los teléfonos -en su celular- donde se ha dado la revolución de los medios y el punto de partida hacia el futuro.
En 2017 las empresas de telefonía móvil facturaron casi ochos billones de pesos por llamadas telefónicas y los medios de comunicación se repartieron en 2018, 1.8 billones de pesos que corresponden a la inversión publicitaria total, según cifras suministradas por Juan Carlos Garzón Barreto.
Si tan solo se gravara con unos centavos cada minuto de conferencias telefónicas, se crearía un gran fondo capaz de financiar grandes estudios e investigaciones, como opera por ejemplo Colciencias, solo que en este caso serían grupos de especialistas, coordinados por periodistas, para llevar a cabo investigaciones que nos permitieran saber a los consumidores qué tan buenos o convenientes son para su vida los diferentes productos y servicios que impulsa la publicidad y a los gobiernos establecer la eficacia de las inversiones que realiza en favor de la ciudadanía.
Un periodismo con útiles contenidos tanto para los usuarios como para los gobiernos, financiados por segundos de llamadas telefónicas, liberaría a los periodistas de su dependencia de los medios y los medios volverían a depender de los buenos periodistas para ser verdaderamente influyentes en beneficio de la comunidad.