Estudio revela el severo maltrato que callan los médicos residentes

30 Agosto 2019.

Foto: iStock.

Tomado de: El Tiempo.

“La jerarquía médica en universidades y hospitales es más severa que la de los militares”. Con esta frase un médico especialista que pidió no revelar su nombre detalla lo que es un secreto a voces en los círculos de medicina: los residentes en ocasiones “son tratados como esclavos y deben soportar maltratos de diferente índole, lo que a veces se confunde como parte de su formación”.

Es casi normal aceptar que los residentes de años más avanzados sometan a los que recién ingresan a tareas excesivas, jornadas prolongadas, limitación en los periodos de descanso, negación de contacto con los familiares e imposibilidad de cambiar turnos bajo la premisa de que esto es inherente a la vocación y al sacrificio que demanda el ejercicio médico, añadió la fuente.

“Tener la oportunidad de realizar un procedimiento poco frecuente, lograr el favorecimiento de una supervisión más rigurosa o incluso tener un trato más humanizado por parte de algunos profesores se perciben a veces como una especie de favor que termina convirtiéndose en una deuda difícil de saldar”, asegura el veterano médico.

Un estudio revelador

Y no se trata de un caso aislado en Colombia. Los atropellos que reciben los médicos residentes en los hospitales es tan generalizado que una investigación que acaba de ser publicada en Journal of the American Medical Association (Jama) confirmó que estas intimidaciones son constantes y producen efectos indeseados en la salud de los estudiantes con efectos en la atención a los pacientes. 

Scott Wright, profesor de medicina y director general del departamento de medicina interna en el Centro Médico Bayview de Johns Hopkins, manifestó que la intimidación verbal, física e incluso sexual en estos espacios afecta entre el 10 y el 48 por ciento de los especialistas en formación, dependiendo del nivel de formación en que se encuentren e incluso del país y la raza.
Lo preocupante es que de acuerdo con los autores, solo la tercera parte de los directores de formación médica reconocen esto como un problema, al punto que muchos piensan que ni siquiera existe.

A esa conclusión llegaron después de analizar 24.000 encuestas a residentes inscritos la mayoría en Estados Unidos. El 13,6 por ciento de ellos manifestó de manera técnica haber recibido algún tipo de acoso, siendo un poco más alto en las mujeres (14,4 %) que en los hombres (12,9 %).

Llama la atención en el estudio que 4 de cada 10 de los que dijeron haber sufrido matoneo no eran hablantes nativos de inglés, una condición que se hizo extensiva a todos los extranjeros que independientemente de su lengua refirieron estos ataques en 6 de cada 10 casos.

También se encontró que los que tenían peores calificaciones se quejaron más del bullying y que el 57 por ciento de los encuestados referenció que esta situación les producía desmotivación y en un 40 por ciento ganas de no hacer bien su trabajo. 

Frente a síntomas específicos, casi una tercera parte de los afectados manifestó señales de depresión y algunos llegaron a quejarse de problemas de pérdida de peso, tendencia al alcoholismo y al consumo de drogas ilícitas.

Entre toda la muestra, 62 dijeron haber abandonado los programas por acoso.

En Colombia

Juliana Moreno, presidenta de la Asociación Nacional de Internos y Residentes, manifiesta que el maltrato y el acoso laboral dentro de la formación médica en el país tiene una interpretación arcaica, al punto que estas prácticas son consideradas como tradición en los hospitales. 

“Pareciera la regla y no la excepción sufrir acoso laboral durante la residencia, tanto que en este espacio se desconocen leyes como la 1010 del 2006, que la prohíbe”, apunta.

Y señala formas de abuso comunes como la exigencia de laborar en horarios excesivos con respecto a las jornadas legales y acosos de tipo sexual que también se presentan, pero que no cuentan con estadísticas claras.

De ahí que desde ese gremio, Moreno solicita la reglamentación urgente de los contratos laborales para los residentes con base en la ley 1917 del año pasado, que determina un marco jurídico para la oficialización del médico en formación en los espacios de trabajo, además de proveer una nueva interpretación y autopercepción de los residentes.

“El objetivo es aumentar la conciencia de la tolerancia cero que debe existir frente a estas prácticas mal sanas y promover condiciones dignas que repercuten no solamente en los médicos, sino en los pacientes y en el fin último de la medicina”, concluye.