Gobierno emitió estampilla del natalicio de Enrique Santos Castillo, cofundador y primer presidente del CPB

En una sentida ceremonia efectuada este sábado 14 de julio en Sogamoso (Boyacá), el Presidente de la República Juan Manuel Santos,  oficializó la emisión postal Enrique Santos Castillo, estampilla que conmemora el centenario de su natalicio 1917-2017 y que responde a la solicitud formal hecha ante el Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones por el Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB), como homenaje a quien fuera uno de sus fundadores y primer presidente del gremio.

La estampilla fue autorizada mediante la resolución 482, de marzo 6 de 2017 y en sus considerandos sustenta que en comunicación de 31 de enero de 2017, el presidente del CPB William Giraldo Ceballos, solicitó la emisión de la estampilla y destacó los valores democráticos y periodísticos de Enrique Santos Castillo, los que enarboló durante su ejemplar trayectoria como periodista. De igual forma, junto con su padre Enrique Santos Montejo y su hermano Hernando Santos, lideró los movimientos gremiales en defensa de las libertades de prensa y expresión.

Al acto de presentación oficial de la estampilla fue invitada de honor, por parte de la Presidencia de la República, la actual presidente del CPB, Gloria Vallejo, en representación del gremio. El Mandatario de la Nación destacó la presencia del CPB en la ceremonia y agradeció también la participación de María Izquierdo y otras personas que promovieron en el Congreso la promulgación de esta ley.

El Presidente Santos aprovechó su visita a Boyacá además para lanzar otra ley, la del Bicentenario, y formalizar la entrega de 1.500 predios rurales.

Estampilla Centenario del Natalicio de Enrique Santos Castillo 1917 – 2017

 

Casa donde nació Enrique Santos Castillo, Tunja (Boyacá).

 

 

 

EL MEJOR PERIODISTA NUNCA

ESCRIBIO UNA NOTICIA

Para propios y extraños al mundo del periodismo en general y de El Tiempo en particular, Enrique Santos Castillo (don Enrique para todo el mundo) ha sido el mejor periodista colombiano de todos los tiempos, así nunca haya escrito una noticia.

Don Enrique tenía uno olfato periodístico del que todos quienes tuvimos el honor de trabajar con él le envidiábamos y aprendíamos día a día. No había noticia que apareciera publicada en El Tempo que no pasara por las manos de don Enrique.

Los periodistas escribíamos en las viejas máquinas Hermes u Olivetti en cuartillas pre impresas del diario, en donde en la medida en que se producía, se iba calculando el espacio que ocuparía en centímetros y el título, según el número de columnas en que se iba a publicar, iba marcando el tamaño de la fuente.

Don Enrique leía primero la noticia, la editaba con el esfero de quien primero encontrara a su paso, le quitaba lo que sobraba y confirmaba o cambiaba también el título.

Eran fracciones de segundo. Era increíble esa capacidad. Era increíble cómo no solamente esperaba las noticias en su oficina, primero del cuarto piso en la Avenida Jiménez y luego en el segundo del edificio de la Avenida El Dorado, sino que se paseaba por la redacción leyendo las cuartillas que cada uno de nosotros estaba produciendo.

Era muy difícil controvertirlo aunque si uno le argumentaba, admitía, pero era la excepción, no la regla.

El peligro de tomar el esfero de quien pasara primero por su lado, era que se le devolviera a Otra persona distinta de su dueño. Alguna vez tuve un esfero fino, se lo presté para una corrección a Dario Restrepo y se Io entregó a Javier Ayala y por fortuna, no se perdió.

Desde entonces, todos teníamos kilométricos pues sabíamos que un esfero fino podría terminar en otras manos. Lo mismo le ocurre hoy al presidente Juan Manuel Santos.

Cuando uno veía a don Enrique a través de la ventana, con los pies sobre el escritorio, hablando por teléfono, era seguro que tenía «chiva» (primicia). Y cuando salía corriendo a llamar a quien que cubría esa fuente, que nunca, nunca reveló, su preámbulo era: «Mijito, mijito, averígüese que ….. tal cosa».

Y esa tal cosa era, por supuesto, una gran noticia. Como no había en esa época ni internet ni celulares, todo era por teléfono desde los sitios de las noticias. pero cuando uno cubría Congreso, sesiones económicas corno me tocaba a mí, había que llamarlo, hacerle un resumen, él daba el título y por supuesto el lead, y al dictarle a Helena! (Helena era su secretaria que, de paso, debe tener muchos, muchísimos secretos de don Enrique).

YO cubrí el sector económico. Y algún día llamé al entonces Ministro de Desarrollo Económico, Diego Moreno Jaramillo, para preguntarle en que iba la modificación del sistema Opac (Unidades de poder Adquisitivo Constante). Este sistema subía las cuotas hipotecarias al ritmo que Io hacia el costo de vida, en ese año 1977 la inflación estaba «‘disparada» (el solo mes de abril fue de 7.18 por ciento) y los deudores, afiliados a Asonoupac (Asociación de Usuarios) organizaban marchas, protestas, paros, etc. Y copaban las primeras páginas de los diarios.

El ministro me invitó a almorzar junto con el Viceministro Abelardo Duarte Sotelo, le conté a don Enrique y me dijo: «Si no viene con «chiva», mejor no vaya». Acepté.

Durante el almuerzo, el Ministro Moreno me dio la noticia: Upac va a tener límite, se viene una gran reforma y las Corporaciones de Ahorro y Vivienda tendrán que adaptarse. «Es mi noticia» le dije a Moreno, «no la publicar aún, está en estudio». Me frustré pero prometí no divulgarla pero él me advirtió que si salía, sólo yo la conocía.

Cuando llegué a la redacción, le conté a don Enrique. «Es la noticia de abrir» me dijo. «‘NO puedo don Enrique, le prometí al Ministro que no la contaría aún». Y entonces me dijo: «Escríbala, yo respondo». «Don Enrique, pierdo la fuente», le riposté. «‘NO la va a perder como tampoco la chiva» insistió.

La solución: Escribí la noticia guardando la fuente, pues si salía aun así, el Ministro Io sabría. Entonces don Enrique encontró la fórmula: La noticia fue firmada por Dario Restrepo y todos contentos.

Otro pasaje de la vena periodística de don Enrique me correspondió después de mi luna de miel. La pasé en San Andrés y me sorprendí con tantos avisos de corte separatista: «Sanandresano, cuando adquiriréis conciencia», decían unos. «Colombia no nos mira» anunciaban otros. «Estamos solos» decían los de S.O.S., una organización poco amiga de la Colombia continental.

A mi regreso le conté a don Enrique. «Mijito, mijito, ahí está la pata» (La pata era siempre una crónica titulada en la parte inferior de primera página, a tres columnas, un antetítulo y un taulo). «Don Enrique -le dije- que vaya alguien y tenga más detalles». Y me respondió: «Ya mandaré a alguien, pero no tenía la pata de hoy». Y la tituló: «Surge movimiento separatista en San Andrés».

Ese artículo prendió un escándalo político con el Presidente Lopez Michelsen, yo me sentí culpable, pero don Enrique siempre me dio su respaldo. «Son cosas de la política» me indicó para recordarme que las relaciones entre el periódico y el gobierno no eran buenas en ese momento y no había forma de arreglarlas.

La renuncia del Ministro de Hacienda de entonces, Abdón Espinosa Valderrama, quien dijo que se iba para evitar que fuera el presidente quien abandonaba el cargo, mejoró el estado de ánimo de ambas partes, pero mi visita a la Isla fue catalogada entonces por López como la de «un cronista de pacotilla en luna de miel» Una anécdota final: Sus malos genios, que no eran pocos, especialmente cuando El Espectador salía adelante con una noticia, pasaban muy rápido. Lo mismo que le ocurre al Presidente Santos.

Pero la mayor molestia que le vi fue el 12 de abril de 1976, cuando uno de los periodistas le acercó una noticia titulada: «Muerto anciano de 59 años». Don Enrique tomó la noticia, la miró, la arrugó y la tiró a la cesta de la basura. Ese día él estaba cumpliendo 59 años.

Y una vez ya establecido en la nueva y moderna sede de la Avenida El Dorado, don Enrique seguía editando ya no sobre el papel. A comienzo lo hacía sobre los computadores de los periodistas, rayaba las pantallas como si fueran las antiguas cuartillas.

Don Carlos Villa Borda fue también mi editor y dos días después de la muerte de nuestro gran periodista, el 27 de noviembre de 2001, escribió un gran artículo sobre don Enrique, algunas de cuyas líneas quiero hacer mías:

Si existen dos términos amalgamados en una sola idea son el nombre de Enrique Santos Castillo y la profesión de periodista. La mención de uno de e//os trae automáticamente el recuerdo de/ otro. Creo que no existe en Colombia, ni en el continente entero, un galardón que estuviera a la altura de lo que él representó para el desarrollo y progreso de EL TIEMPO y, por extensión, de todo el periodismo nacional. Lo curioso es que siempre fue un hombre férreamente político, en una profesión cuyas calificaciones deben excluir la politica. Fue inquebrantable en sus ideas derechistas y, sin embargo, fue el principal orientador informativo de un diario liberal. Es posible que esto, que parece un contrasentido, haya sido lo que impidió que EL TIEMPO se convirtiera en un periódico extremista.

La fusión de la persona y la profesión era absoluta en Enrique. Él no era ni un dueño de periódico, ni un empleado, sino que era parte integral de todo el complejo que constituye la planta de un diario, como lo puede ser la rotativa. Vivia y dormía en función periodística y su cerebro era un río inagotable de noticias y siempre más noticias.

Enrique parecía tener una vida organizada en torno a sus funciones de jefe de redacción, primero, y editor general, más tarde, del diario. Llegaba a su oficina alrededor de las nueve de la mañana, con los bolsillos repletos de papelitos con anotaciones hechas durante la lectura de todos los diarios de Bogotá, mientras tomaba el desayuno. Y tan pronto entraba a la sala de redacción, comenzaba a hacer observaciones o reclamos, sección por sección: ¿por qué no tuvimos esta noticia? ¿A quién se le ocurrió meter esta noticia en primera página? ¿Quién es el responsable de este error? Cuando llegaba a su oficina, sacaba los papelitos e iba eliminando aquellos sobres los cuales ya había reclamado en su tránsito de ingreso.

El salir del periódico, entre las siete y las nueve de la noche, no representaba su desaparición hasta el día siguiente. Vivia comunicado por cualquier medio: el radioteléfono desde el vehiculo o los teléfonos desde la casa, e/ club, el teatro o el sitio a donde había sido invitado. Esta inmersión en la noticia es algo que no he visto en ninguna otra parte del mundo, ni en ningún otro periodista. Y a pesar de que prácticamente se acostaba después de leer todo el material, lo pnmero que hacia en la mañana era leer el ejemplar de EL TIEMPO, que le deslizaban por debajo de la puerta, en la camioneta que salia con los primeros ejemplares.

Ese volcán de ideas, que no eran ideas sino noticias, esa intuición para encontrar la noticia en donde nadie la había visto y esa permanente dinámica en torno a la información fueron los que hicieron de Enrique el personaje de mayor relieve en toda la historia del periodismo colombiano.

Fernando Barrero Chaves
Periodista
Ex editor económico del Periódico EL TIEMPO
Ex secretario general Presidencia de la República

 

ENRIQUE SANTOS CASTILLO = PERIODISMO

Si no existiese el periodismo –y los periódicos, desde luego– tampoco hubiese existido Enrique Santos Castillo. Para quienes lo conocieron de lejos, de cerca o de oídas, es imposible que lo imaginen haciendo algo distinto a lo que no tuviera que ver con la noticia. Podía estar entregado a su entusiasmo golfístico, pero allí estaba más pendiente de los hechos noticiosos que de meter la bolita en el hoyo. Lo mismo ocurría cuando lanzaba un oleeeé a un afamado torero. O cuando, con un vaso de whiskey que nunca se lo tomaba completo, se pavoneaba en el Country Club o en el Jockey mientras un corrillo lo escuchaba embelesado y le asentía todo lo que dijera. Tenía la facultad de escuchar a quien fuera y donde fuera, en la calle, o en los pasillos de las instalaciones de El Tiempo, o a la entrada del mismo. Es más, tenía que ser alguien absolutamente desconocido para que no le pasara al teléfono. Y a la hora que fuera.  Así, se sabía al dedillo todo lo que ocurría en Colombia y en el mundo en general. Y de remate, su pasión o su goce periodístico era la primicia, o “chiva”. Y ¡ay! si alguien de sus reporteros se dejaba “chiviar”. A grito entero, pero sin maltrato ni groserías, lo increpaba en plena redacción y sin aceptar disculpas. Sin embargo a los pocos minutos se recuperaba de la calentura y por alguna magia obligaba a que el despistado se desquitara al otro día con una primicia. Porque si algo lo desvelaba era que El Tiempo no fuera el mejor medio informativo del país. Y lo logró. Es posible que a esta nota le hubiera puesto el “chulito” para que se publicara… porque los cien años del nacimiento de alguien que se entregó al periodismo en cuerpo y alma como muy pocos lo han hecho, para Don Enrique ¡era noticia!

Rene Pérez
Secretario de comunicaciones CPB

 

Carta al Ministro de las Tic en el centenario natalicio Enrique Santos Castillo.  

 

Carta Minsitro de las Tic centenario natalico Enrique Santos Castillo