El ministro del Mincit, José Manuel Restrepo, estuvo el fin de semana con la caravana presidencial en Antioquia, y durante su paso por Jericó, ese bello pueblo patrimonio que combina naturaleza, cultura y religión, destacó la importancia del turismo como motor de desarrollo económico. Este es un tema recurrente en su discurso, y por la frecuencia con la que lo transmite y el valor que le da el Gobierno, es consecuente imaginar que será considerado un pilar estratégico en las políticas económicas del presente cuatrienio.
El turismo ha sido tradicionalmente un renglón marginal dentro de los programas presidenciales, en buena parte debido a factores objetivos y subjetivos que han marcado la historia del país. Pero la súbita trascendencia adquirida en los últimos años lo convierten en una alternativa de primera mano para promover progreso, gracias a la positiva influencia que ejerce sobre el PIB, la balanza de pagos, la generación de empleo, la redistribución de rentas y la recuperación de las economías regionales.
Desde la campaña presidencial, el jefe de Estado lo incluyó entre su baraja de intereses, y dijo confiar en ser el presidente que le ponga el acelerador para transformarlo en “el nuevo petróleo de Colombia”, una frase que acuñó y que como objetivo a cumplir se repite en todos los talleres semanales que -como en Jericó- realiza con la comunidad. Ahora, con la posesión del viceministro del ramo, el sector entra a la era Duque, reacomoda el decorado y su compromiso alimenta las expectativas de los gremios y el país, en particular de aquellos territorios que esperan integrarse a una actividad que las redima de los golpes de la pobreza y la violencia.
A lo largo de la última década el mercado colombiano mejoró sus señales en el exterior, lo que le permitió redimir imagen e incentivar la llegada de visitantes extranjeros, entrando a figurar en los catálogos internacionales de viaje como una oferta interesante. El sombrío escenario de otros lustros atrás se ha venido diluyendo y dentro del paisaje cotidiano de nuestras grandes ciudades, resulta habitual descubrir turistas recorriendo sus calles.
El turismo receptivo en este lapso dio un salto largo y alcanza una cifra histórica. De 2.5 millones de visitantes del exterior hacia finales de la última década, se llegó a más de 6 millones al cierre de 2017. Para este primer semestre los ingresos por servicios concentraron en las categorías de viajes y transporte el 78% de sus exportaciones, con total de USD 3.530 millones. Al término del año el sector podría aproximarse al 15% de las exportaciones y superar los US$7 mil millones en divisas, lo que significa que si no le respira en la nuca, sí le sigue fuertemente el paso al petróleo y sus derivados, que a julio pasado registraron ingresos por US$9 mil millones.
El Gobierno tiene el encargo de potenciarle los motores al turismo y de paso darle el empuje de industria estratégica. El desafío estará en mejorarle las condiciones y reforzarle el empujón para mantenerle su línea de tendencia. Lo logrado hasta la fecha es significativo y el boomturístico que se vive, consecuencia de una suma de esfuerzos público y privado, se debe impulsar y priorizar.
Tanto presidente como ministro parecen tener claro que el turismo es una oportunidad y que para mejorarle el desempeño habrá que construir sobre lo construido, implementar ajustes e innovar. El viceministro, Juan Pablo Franky, viene del sector, donde ha ejercido varios cargos gerenciales, y puede orientar la brújula hacia un nuevo norte.
El país dispone de suficiente materia prima en recursos naturales y culturales para extender su gama de ofertas más allá de los tradicionales destinos turísticos, donde regiones como Caquetá, Meta, Guainía, Guaviare, Vaupés y Vichada apalanquen beneficios para sus comunidades. Sus atractivos dan para multiplicar los doce corredores turísticos ya reglamentados, los que habrá que seguir fortaleciendo y promoviendo.
Deberán superarse los puntos débiles en frentes como infraestructura, inversión pública y privada, promoción, diversificación de productos, emprendimiento y seguridad, este último determinante en la transformación del mercado turístico. Las perspectivas sobre el fin del conflicto han sido clave en su crecimiento y para sostenerlo será necesario dejar mezquindades y mantener viva la ilusión de paz. Nuestro turismo avanza a buen ritmo, pero para convertirlo en el “nuevo petróleo” habrá que hacerles el respectivo fracking a los enemigos de la reconciliación.
@Gsilvar5
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