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Callar o arriesgar la vida. Esas son las opciones que tienen los periodistas que investigan sobre la mafia. En los últimos dos años (2017 y 2018) más de 30 periodistas han sido asesinados por grupos mafiosos en el mundo. Así lo revela Reporteros Sin Fronteras (RSF) en su informe “Los periodistas, la pesadilla de la mafia”, publicado este 29 de noviembre de 2018.
Tomado de: Reporteros Sin Fronteras.
Durante meses RSF ha investigado y ha recabado testimonios de periodistas amenazados y de personas cercanas a ellos. Tras haber sufrido ataques de la mafia debido a sus investigaciones, algunos de estos reporteros viven bajo protección policial las 24 horas del día. Los periodistas cuentan de qué manera los miembros de la mafia intentaron quemar sus casas, agredieron a sus familias, hablan de sus colegas y familiares desaparecidos, asesinados como represalia por sus escritos. Todos coinciden en que la mafia, que aborrece la publicidad, no se detiene ante nada para hacer callar a los periodistas que considera demasiado curiosos.
«A menudo, los periodistas que investigan temas tan peligrosos como la mafia se encuentran solos y desprotegidos frente a las represalias», ha señalado Christophe Deloire, secretario general de Reporteros Sin Fronteras. «Los Estados deben hacer todo lo posible para proporcionarles el apoyo y la protección que requieren. No deben hacer oídos sordos a sus solicitudes de protección, ni mucho menos caer en chantajes como lo hizo recientemente el Ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, con Roberto Saviano, añadió (el ministro amenazó con quitarle la protección policial, pues le disgustaron algunas críticas del periodista).”
Los poderosos grupos de la mafia no conocen fronteras. En México, Brasil y Colombia, países asolados por los cárteles de la droga, al menos 10 periodistas han sido asesinados este año por la mafia. Una cifra que puede ser mucho más alta, pues en estos países reina la impunidad cuando los miembros de la mafia y los políticos se unen para agredir a los periodistas.
En India, Camboya y algunos países de África, los grupos mafiosos se enriquecen saqueando los recursos naturales y violando todas las normas de protección del medio ambiente. Los periodistas que dan cuenta del tráfico de minerales, madera y petróleo se arriesgan a sufrir fuertes represalias. En marzo pasado, Sandeep Sharma, un periodista indio conocido por sus investigaciones sobre la ‘mafia de la arena’, murió atropellado por un camión de basura. Un homicidio voluntario.
Europa no es una excepción en cuanto al asesinato de periodistas de investigación: Daphne Caruana Galizia murió en Malta en 2017 por la explosión de su coche; Jan Kuciak fue asesinado, junto con su pareja, en febrero de 2018, en Eslovaquia. Los dos periodistas investigaban oscuras operaciones financieras de la mafia italiana en las que estaban implicados empresarios y políticos. En Italia, una decena de periodistas, como Roberto Saviano y Paolo Borrometti, viven bajo protección policial permanente. Este año, Borrometti escapó a un intento de asesinato en Sicilia. El año pasado, más de 200 periodistas recibieron protección en Italia.
¿Qué puede hacerse ante el alcance de los poderes de la mafia, que a menudo cuenta con la complicidad o, al menos, la pasividad de las autoridades? ¿Cómo pueden los periodistas seguir trabajando sin arriesgar su vida y la de su familia, sabiendo que la mafia no retrocede ante nada? En 2006, en Japón, los yakuzas secuestraron y asesinaron al hijo del conocido periodista Mizoguchi Atsushi en represalia por sus investigaciones. Desde entonces, la autocensura es la regla.
Ante tal violencia, algunos periodistas han decidido renunciar. En México, el director de Norte de Ciudad Juárez tomó la dolorosa decisión de cerrar el diario tras el asesinato de la periodista Miroslava Breach. Otros reporteros, como Pavla Holcova –colega de Jan Kuciak–, siguen empleando su pluma como un arma, convencidos de que continuar realizando sus investigaciones y revelar al mundo entero las actividades ilegales de los grupos criminales, es la mejor manera de protegerse. Sin embargo, esto supone reducir los riesgos y organizarse. Cada vez más periodistas optan por esto, ponen en común su trabajo y emprenden investigaciones realizadas de forma colaborativa en grandes consorcios internacionales. Una respuesta colectiva frente a los tentáculos de la mafia.