18 Noviembre 2019 –
Por Guillermo Romero Salamanca – prensa CPB.
Cuando estudiaba su bachillerato, al joven Juan Álvaro Castellanos se le ocurrió la idea de aprovechar su voz y presentarse a Caracol para que lo admitieran como locutor.
Lo escucharon y lo aceptaron para leer noticias en una pequeña cabina que tenía “Radio Reloj”. Esos años le quedaron marcados para su vida. “En las noches, en su turno, hacía las tareas escolares en la cabina, los directivos me ayudaron con los horarios. ¡Qué maravilla!
Aún recuerda la introducción que le hacía a las informaciones: “Alka Seltzer, la tableta de efervescencia que alivia rápidamente presenta las noticias del momento”.
Un día, el mismísimo Fernando Londoño Henao, presidente de la cadena radial lo llamó y le comentó: “Vamos a conformar el Sistema Radio Reloj. Ya tenemos emisoras en Bogotá, Cali, Medellín, Barranquilla, Bucaramanga y Cúcuta”.
“Ese sistema –recuerda ahora con su acento cachaco—era una machera. Tenía noticias, música, pero una gran cantidad de servicios sociales. Se daban mensajes de niños y ancianos perdidos y se les ayudaba a miles de personas para conseguir trabajo o para buscar hasta un perro extraviado”.
Todo iba en forma rutinaria hasta el mediodía del 22 de noviembre de 1963. “Estaba en mi turno, cuando me llamaron: “Juan Álvaro, baje a la matriz de la Cadena, lo necesita urgentemente don Julio Nieto Bernal”.
“Yo bajé todo presuroso y no sabía qué ocurría. Hacía unos minutos se había terminado el noticiero y el lector, don Julio Eduardo Pinzón, había salido de su turno y estaría almorzando. Yo sabía que después del informativo iría Montecristo con su espectáculo de risas, pero cuando llegué a la cabina, todo era alboroto, corrían de un lado a otro y entonces don Julio Nieto me pasó la gran noticia del día: “Habían asesinado en Dallas, Texas, a Fitzgerald Kennedy el trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos”.
Esa fue la primera gran transmisión que le tocó a Juan Álvaro Castellanos, quien escasamente tenía unos 16 años y que no tenía confianza con los periodistas y menos con don Julio Nieto Bernal.
“A él lo encontraba en las escaleras de ese edificio insigne de Caracol en la calle 19 # 8-48 y lo saludaba: “don Julio, buenos días” y él me decía solamente: “joven, cómo está” y seguía en su camino y yo en el mío, después fuimos amigazos. Pero esa tarde fue de gran información y me sirvió que tenía nociones de inglés y estuve hasta cerca de las tres cuando ya aparecieron los periodistas de la cadena”.
“Lo primero que aprendí fue radio, pero a mí me gustaba el periodismo. Ingresé a la Universidad América. Por esos días don Julio Posada se agarró con un directivo de la institución y se acabó esa facultad”.
CON LAS FUENTES DE ALTA FIDELIDAD
“Un día fui a una reunión en la Academia Colombiana de Historia y uno de los conferencistas era Arturo Abella. Después de su exposición nos pusimos a charlar y le comenté que, si bien trabajaba en Radio Reloj, a mí me gustaba el Periodismo”.
–Pase mañana por la oficina y hablamos, le dijo Abella.
“Así comenzó en 1972 mi trabajo en televisión: Telediario informa en media hora lo que pasa en 24, decía yo. Jajajajajajaja, ¡Qué tiempos aquellos! Esos eslóganes me los recitaba como el Padre Nuestro”.
Además de su trabajo como lector de noticias también ejercía como periodista. Fueron miles de notas las que presentó en esos ocho años, pero recuerda con especial atención los hechos del 28 de junio de 1974.
“Ese viernes nos llegó la información de un derrumbe en la vía Bogotá Villavicencio. Al día siguiente, nos íbamos para Cartagena a una convención bancaria. Tomé la determinación que mejor me iba a cubrir la tragedia. Nos encontramos con la catástrofe de Quebrada Blanca, donde la montaña aplastó a unas 500 personas. Algo espeluznante. Fue la primera vez que Inravisión autorizó emitir un avance del noticiero a las cuatro de la tarde. En esa época los informativos no tenían derecho a pasar extras”, relata ahora rememorando aquellos hechos.
“Otro día –rememora- estábamos en la oficina y nos dijeron que las personas estaban saliendo de sus casas, que había alarma general por los lados de la Universidad Nacional. Pensamos que era otro mitin de los estudiantes y claro, cuando pasamos frente al Instituto Agustín Codazzi, escuchamos la balacera y Gabriel Mantilla, el camarógrafo comenzó a grabar cuando la gente corría de un lado a otro. Ese 27 de febrero de 1980, un comando del grupo guerrillero M-19 se tomó la embajada de República Dominicana. No vi cuando el representante de El Salvador saltó por una ventana de la residencia, pero si escuché el golpe. Fuimos los primeros en llegar al sitio y, años después, Ciro Roldán hizo una película y tomó mi voz para ambientar lo sucedido aquel día”.
“A finales de 1979, don Arturo Abella, el hombre conocido en el país por sus noticias como “fuentes de altísima fidelidad”, nos comentó, casi llorando, que el gobierno de Julio César Turbay lo iba a sacar del aire. Según nos contó, el presidente tenía unos compromisos políticos que debía cumplir y no había nada qué hacer”.
“Hubo pánico en el informativo. Las Teresitas se fueron, el personal se asustó y, efectivamente, en 1980, dejó de funcionar el noticiero”.
TIEMPOS DE EL ESPECTADOR
Juan Álvaro Castellanos –el hombre de muchos años de la Voz de América—se conmueve al recordar aquellos tiempos en Telediario. “Fueron la mejor experiencia de mi vida”, comenta y guarda unos segundos de silencio.
Pero un día lo invitaron a un almuerzo en el Club de Banqueros en el edificio Tequendama, de la calle 26 con séptima en Bogotá.
“Me tocó al lado de José Salgar. Me preguntó qué había sucedido con Arturo Abella y le conté que Julio César Turbay lo había dejado por fuera de la licitación. De un momento a otro, me preguntó: “¿Ala, no te gustaría trabajar en El Espectador?”.
–Uno tiene sus días en los cuales se encuentra con el Espíritu Santo, le contesté emocionado.
–Lo espero mañana a las once, quiero primero hablar con Guillermo Cano, le dijo.
“Trabajar en El Espectador fue emocionante. Fue mi tercera gran casa. Hice amigos por doquier. Trabajar con José Suárez fue increíble, hablar con don Guillermo Cano, las reuniones de trabajo…Todo. Allí se me despertó mi sentido de reportería”.
En esos días se acababa El Vespertino, y recuerda que formó parte del equipo de redactores que cubrió toda la crisis bancaria en Colombia. El primero fue el del Banco Nacional del Estado.
“En junio de 1982, en una reunión con un amigo publicista, su esposa Norita me comentó que era la secretaria de Uldarico Robles, vicepresidente del banco, pero que, además, había unos movimientos todos extraños en la entidad. Quedamos en que yo iría al otro día al banco para ver qué pasaba”, cuenta ahora.
“Al día siguiente le hablé del tema a don Guillermo Cano y me dijo: “Váyase en una chiva –como les decían a los Renault 4, en los que movilizaban a los reporteros del periódico—y mira qué ocurre en el banco. Cuando llegué ese 24 de junio de 1982, don Félix Correa había cerrado las puertas a cientos de aterrados cuentahabientes. Norita me había dicho que no dijera que yo era periodista, sino que era un amigo de ella que iba por unos documentos. Al subir a su oficina, el vicepresidente estaba sentado en el escritorio y contestaba los teléfonos diciendo: “Aló Medellín, paguen hasta donde más puedan y cierren…Hola Bucaramanga, cierren…Nada de conciliaciones… Aló Barranquilla, nada de consignaciones, cierren, cierren”. El tipo estaba desesperado me decía: “no, no vaya a publicar nada…esto lo podemos salvar”, como tratándome de manipular la información”.
“Cuando bajé al primer piso, todo era alboroto, un esmeraldero le gritaba a un cajero, mientras le esgrimía un revólver, exigiéndole devolución de 5 millones de pesos. La gente estaba asustada, unos días antes habían cerrado Furatena, otra de las entidades de Félix Correa. No había policía y cuando el hombre armado iba saliendo del banco, disparó al techo. ¡Terrible!”, cuenta Juan Álvaro Castellanos rememorando aquellos años de labores reporteriles.
“Le conté todo lo sucedido a don Guillermo Cano, quien tituló la información: “Estallido en el Banco Nacional” y más abajo puso: “Revolver en mano esmeraldero exige devolución de 5 millones de pesos”.
Las investigaciones continuaron hasta encontrar los autopréstamos de los Mosquera que dieron al traste con el Banco del Estado. Luego todo el escándalo de Jaime Michelsen y el Grupo Grancolombiano.
“Era un tipo muy soberbio. A nosotros nos decía: “voy a hablar con José Salgar para que les cambie esas cámaras que ya están muy viejas”. Otras veces comentaba que él haría el metro de Bogotá o que organizaría el Mundial de fútbol. Su oficina, era toda ostentosa, el techo era de plata”, recuerda.
“Otro día me tocó cubrir los hechos sobre la escapada de Jorge Mejía Palacio, un cachaco, dueño del Banco de Bogotá. En ese momento, Luis Carlos Sarmiento Angulo trajo para Bogotá su banco de Occidente y ahí comenzó su carrera financiera”.
TIEMPOS DE ROYA
“Un día de 1983, Guillermo González, de la Federación de Cafeteros, le dio una noticia que conmocionaría al país: se había descubierto la roya en un campo del Quindío. Era gravísimo, porque ese producto era el primero de exportación del país y traería graves consecuencias, pero había que informar para dar educación a todos”.
En esos días había racionamiento eléctrico en Bogotá. Cuando llegué al periódico ya estaba armada la primera página, pero don Guillermo la organizó con un titular: “Llegó la roya a Colombia y Bogotá sigue apagada”.
Días después Andrés Pastrana Arango lo llamó para formar parte del equipo de TV-Hoy.
“Me llamó la atención porque Pastrana me dijo que su programadora haría parte del primer canal de televisión del país. Se adelantaban conversaciones con don Fernando Gómez Agudelo de RTI, Caracol, Punch y El Tiempo, sin embargo, días después Julio Mario Santodomingo informó que ellos irían solos en su afán de conseguir su propio canal. Después pasó lo mismo con RCN y entonces se desbarató el asunto”.
Cuando llegó a la presidencia Andrés Pastrana lo invitó a formar parte de la oficina de comunicaciones donde hicieron un noticiero con Eliodoro Otero y Luis Gabriel González. A su salida, aceptó el reto propuesto por Édgar Artunduaga para laborar en Todelar.
En 1985 ingresó al Círculo de Periodistas de Bogotá. “Aquí no hay sino amigos y buenos recuerdos de tantas y tantas noticias que se han dado al país”, señala.
“El Periodismo es la mejor carrera de la vida. Cada instante se vive con intensidad y cada recuerdo forma parte de la historia nacional”, comenta el periodista considerado como “el caballero de las noticias”.