Las tensiones entre periodismo y ‘blockchain’

28 enero 2020 –

Foto: Shutterstock.

Tomado de: La Vanguardia.

La cadena de bloques (blockchain) es la tecnología de la cuarta revolución industrial que suscita más recelos entre expertos y profesionales de múltiples sectores. Probablemente porque es uno de los sistemas más difíciles de entender. El periodismo ha sido una de las actividades más cuestionadas en las últimas décadas. En poco tiempo ha tenido que afrontar una profunda crisis económica y otra, igualmente grave, de credibilidad. Por estas dos razones, la alianza de ambos elementos ha generado un debate más animado que productivo entre los profesionales de los medios de comunicación.

El término blockchain se emplea para referirse a un registro descentralizado de criptomonedas como el bitcoin o ether. Y a una red de computadoras que operan de igual a igual. O a una base de datos inmutable. Por separado, estas ideas pueden comprenderse con relativa facilidad. Pero la superposición de funciones complica la definición, como han explicado los analistas Arvind Narayanan y Jeremy Clark y también los investigadores Gili Vidan y Vili Lehdonvirta en un artículo de la revista científica New Media Society.

 

A partir de esta ambigüedad, las empresas periodísticas supuestamente pueden valerse del blockchain para encontrar un nuevo método de verificación de contenidos y de publicidad. O tal vez para dar con modelos de negocio que descansen sobre pagos virtuales, o para garantizar el acceso a información pública archivada según este modelo, como subraya otro experto, John Keefe, en el prestigioso portal especializado Nieman Lab, de la fundación homónima, dentro de la Universidad de Harvard (Estados Unidos). No obstante, numerosos observadores, como Narayanan y Clark, aclaran que, en este campo, la teoría está muy por encima de la práctica.

Esta tecnología, pensada para almacenar datos de manera segura, agrupa el material en paquetes que se ordenan estrictamente. De este modo, los usuarios pueden ver cómo ha sido estructurada la información y si alguien ha intentado reorganizarla o eliminarla. Para los profesores Michael Noferl, Peter Gomber, Oliver Hinz y Dirk Schiereck, el blockchain aporta estabilidad a la vida digital, protegiendo el contenido, a pesar de que se acumulen versiones e interacciones de los miembros de una comunidad. Ellos expusieron esta visión en 2017 en la publicación Business Information Systems Engineering tras la interpretación entusiasta de sus colegas Wessel Reijers, Fiachra O’Brolchain y Paul Haynes, que un año antes equipararon el blockchain a un “contrato social”.

 

 

Pocos meses después, las dudas pesaban más que las expectativas. En cualquier caso, el planteamiento parecía idóneo para el periodismo, e iniciativas como Po.et, AdChain o SocialFlow se habían lanzado a explorar esa vía. Sin embargo, su ejemplo no cundía como se esperaba. Además, ninguna organización de referencia internacional apostaba con convicción por esta innovación, como sí habían hecho con la inteligencia artificial, el aprendizaje automático, la ciencia de los datos, la robótica, la internet de las cosas, los wearables, la computación en la nube o los drones.

En el presente, quienes defienden el blockchain para el periodismo dicen que, con esta fórmula, es posible implementar soluciones para los micropagos, validar como es debido los derechos de autor de reporteros y colaboradores y hacer un seguimiento correcto de la publicidad digital. Las grandes incógnitas que permanecen abiertas afectan a las jerarquías y responsabilidades establecidas en los medios y a la transparencia en el contacto con fuentes y actores de la actualidad.