El muro que hoy separa parte de la frontera de Estados Unidos con México (AP)
Si bien Donald Trump prometió la «inmediata construcción» del muro fronterizo y anunció que la planificación comenzará en el corto plazo, el mandatario estadounidense enfrentará serios desafíos que podrían obstaculizar la obra.
Más allá del tema del presupuesto -el presidente ha anunciado que el eventual «pago» de México podría acordarse después de la obra-, la logística no será sencilla para el gobierno. «Nadie construye muros mejor que yo«, destacó en la campaña el empresario inmobiliario. Esta construcción será, sin embargo, una obra con retos sin precedentes.
1. El terreno es de muy difícil acceso en algunas áreas
La frontera de cerca de 3.200 kilómetros tiene una variedad de climas, vegetaciones y terreno. La mayoría de la actual cerca está instalada en zonas en las que la línea cambia entre un trazado recto y el serpenteante cauce del río Grande.
Sin embargo, en su rumbo al Golfo de México, el río atraviesa las montañas del Parque Nacional Big Bend, reservas naturales e incluso la Represa de la Amistad, todos retos para los futuros constructores.
Por lo tanto, al elevado costo, habría que sumar la construcción de carreteras (que acabarían teniendo poco uso a largo plazo) y lo necesario para la logística de la obra.
2. Buena parte de la frontera es propiedad privada
Si bien una significativa parte de la zona fronteriza en Arizona y Nuevo México es propiedad del gobierno federal, la situación cambia en Texas. Gracias a las condiciones firmadas hace 200 años, cuando el estado ingresó a la Unión, el terreno tiene dueños particulares.
La distinción ocasionó demandas entre terratenientes tejanos y el gobierno durante la construcción de la cerca actual. Por ello, las nuevas obras proyectadas en la zona ocasionarían una nueva serie de procesos judiciales.
3. El muro crearía un espacio entre sí mismo y la verdadera frontera
Técnicamente, el límite entre EEUU y México, a la altura de Texas, está en algún lado en el medio del río Grande. Sin embargo, a través de los años, esta corriente ha cambiado su recorrido, lo que ha ocasionado disputas bilaterales.
En muchas áreas a lo largo del Río Grande, la valla se construye en terreno estadounidense, hasta un kilómetro hacia el interior, para asegurar que la estructura no interfiera con el cauce del río o se construya sobre terreno sólido. El centro del canal marca la frontera y un tratado de 1970 con México requiere que las estructuras construidas en la zona no pueden interferir con el río.
Además, la cerca que ya fue construida deja un espacio en el que incluso viven algunos estadounidenses.
El campo de golf River Bend Resort, en Brownsville (Texas) está más allá de la reja (y de donde quedaría el nuevo muro), pero sigue perteneciendo a Estados Unidos. Si el muro se construye, podría dividir a la propiedad y unos 200 residentes (y 15 de los 18 hoyos del campo) quedarían al sur de la obra. «¿Cuál es el plan del gobierno? ¿Van a obligar a 200 personas a vender sus casas? Esto es mucho más que simplemente decir ‘construiremos un muro'», destacó Jeremy Barnard, un propietario del lugar.
4. La vigilancia es lo que hace efectiva a la barrera
Expertos en seguridad han destacado que las barreras en la frontera son meros obstáculos para los inmigrantes que intentan ingresar, a menos que sean apropiadamente vigiladas. Como remarcó la ex secretaria de Seguridad Janet Napolitano, «dame un muro de 15 metros y te mostraré una escalera de 16 metros».
Así, la construcción constituye solo una parte de los esfuerzos para asegurar las fronteras. El número de oficiales de patrulla se ha duplicado en los últimos años y se ha instalado nuevos puntos de control, con cámaras y sensores, en zonas donde no alcanzó la reja.
Sin embargo, los esfuerzos por una «cerca virtual» para esos lugares tampoco se demostró altamente efectiva.
«Construir un muro es la forma más cara y menos efectiva de asegurar la frontera», opinó el representante republicano Will Hurd, cuyo distrito de West Texas abarca más de 800 millas de frontera.
La creciente violencia en algunos países de Centroamérica ha impulsado a los ciudadanos que buscan asilo en Estados Unidos y formaron un cuello de botella. Las detenciones de menores de edad no acompañados por sus padres se ha duplicado en los últimos años, en su mayoría provenientes de El Salvador, Guatemala y Honduras, según cifras de las autoridades de frontera. Por su parte, la ACNUR (agencia de la ONU para refugiados) reporta que la cifra de inmigrantes de estos países ha crecido cinco veces desde 2012.
«Mira, mi opinión sobre las rejas, sobre esos obstáculos que quieren poner, es que no importa las barreras que instalen, no nos van a detener», advierte Ramón Reyes, un inmigrante guatemalteco en México, luego de repasar trágicas historias de corrupción y asesinatos en su país.