11 Septiembre 2019.
Los pequeños estados insulares del Caribe son, en su generalidad, auténticos paraísos tropicales, cuya economía tiene fuerte dependencia del turismo, una actividad que en algunos de ellos se interrumpe abruptamente, año tras año, por la acción devastadora de los huracanes. Estos se han vuelto más frecuentes, intensos y erráticos, y los riesgos podrían ir más allá de estremecer sus frágiles sistemas económicos. La amenaza, incluso, acecha la existencia de las propias islas.
Los huracanes -llamados ciclones o tifones en otras regiones del mundo- se forman por la acción del aire cálido y húmedo que se eleva desde los océanos, un fenómeno que en el Atlántico Norte registra una temporada convencional, entre junio y noviembre, en la que se presenta una media de diez tormentas de diferentes magnitudes. Sin embargo, en los últimos cinco años, algunos tornados tropicales se han salido del calendario, entre ellos, Alberto, el año pasado, y Andrea, en este, descargando copiosas lluvias sobre Cuba, La Florida y Las Bermudas.
La presencia de estos gigantescos e implacables embudos de aire y agua es consecuencia del cambio climático que provoca el calentamiento global, originado, a su vez, por la concentración de gases efecto invernadero. De ahí la preocupación que ronda entre científicos y gobernantes. En la medida en que las temperaturas del planeta aumenten, se incrementará no solo la cantidad de huracanes, sino su nivel de destrucción.
Dorian, que acaba de pasar por las islas noroccidentales del Caribe dejando una estela de muerte y ruina, desarrolló una velocidad máxima de 295 km/h., sumándose a los más violentos de los últimos tiempos. Adquirió categoría cinco -la de mayor catástrofe por sus vientos por encima de los 250 km/h-, similar a otras trece fuertes tormentas presentadas desde 2003, incluyendo a Katrina, que en 2005 arrasó a Nueva Orleans. En 2017, cuatro huracanes semejantes dejaron un elevado saldo de pérdidas humanas y daños multimillonarios en el sector turístico de la región.
El principal damnificado de este septiembre negro fue la antigua colonia británica de Barbados, un archipiélago formado por cerca de 700 islas e islotes, una de las cuales quedó grabada en la historia por ser la primera donde Cristóbal Colón tocó tierra cuando llegó a América, el 12 de octubre de 1492. La tormenta devastó las islas Abacos y Gran Bahama, que representan el quince por ciento del inventario turístico nacional, con pérdidas estimadas en US$20 mil millones. El país, que tiene en Nassau -la capital comercial, cultural y turística- la joya de la Corona, soporta el 60 por ciento de su economía en los ingresos por turismo.
El impacto de Dorian se sintió también en La Florida, Estados Unidos, donde pese a que la tormenta no llegó con fuerza, se acortaron e, incluso, se suspendieron los horarios de servicio de los legendarios parques temáticos de Walt Disney World, y se alteró la inauguración para esos días de su nueva atracción, Star Wars, réplica a escala de la galaxia descrita en la exitosa zaga de películas del mismo nombre, concebida por el cineasta George Lucas.
La recuperación de los daños causados en Bahamas muy seguramente será lenta y costosa, y las actividades destinadas al turismo en las zonas afectadas estarán restringidas por largo tiempo, como sucedió hace un par de años en Puerto Rico, donde el huracán María dejó sin luz durante meses varias zonas turísticas del país y destruyó el 70 por ciento de los edificios de República Dominicana. Parálisis semejante produjo el huracán Irma en Saint John, capital de Antigua y Barbuda, que destrozó kilómetros de su frondosa vegetación, y se ha dado en islas como Jamaica, St. Martin, Dominica, Haití o las Antillas Menores, arrasadas por otras tormentas, llámense como se llamen, Allen, Wilma, Feliz, Irene o Isaac.
La región caribe, de la que Colombia forma parte, es un maravilloso espacio de insuperable calidad ambiental, sinónimo de sol y playa, de descanso y diversión, de naturaleza y aventura, que merece la atención y la solidaridad mundial ante el poder destructor de las crecientes tormentas tropicales. Los viajeros internacionales tienen la opción de ayudarle a recuperar su asolada economía, visitándola e inyectándole parte de los recursos que tanto necesita su reconstrucción.
Pero la humanidad deberá tomar conciencia. El cambio climático es mucho más grave que esta lamentable e interminable sucesión de devastadores desastres tropicales que se desatan en la hermosa y turística región Caribe. En la vida real, un impredecible y solitario huracán causa en un minuto más estragos y desolación que la asoladora Guerra de las Galaxias de Walt Disney extendida a todos sus satélites y planetas.
Posdata: El huracán Dorian marcó varios récords: es el fenómeno más devastador en la historia del archipiélago de Bahamas, el segundo más poderoso del que se tenga registro en el Atlántico, después del Allen, y el más fuerte de este año en el planeta.