20 Junio 2019.
Foto: Vimeo.
Las últimas semanas hemos recibido varias solicitudes para eliminar historias pasadas. No porque quienes lo piden digan que contienen imprecisiones o errores, sino porque incluyen información que algunas personas sienten que los perjudica, y alegan que tienen el llamado derecho al olvido, a que la información verificada que revelamos deje de estar disponible para la gente.
Por: JUAN ESTEBAN LEWIN, La Silla Vacia.
En La Silla Vacía hemos discutido, desde que recibimos la primera solicitud hace unos cinco años, cómo abordar los argumentos del derecho al olvido.
Entendemos que en la era digital, muchos episodios que normalmente quedarían enterrados, tienden a permanecer en Google más tiempo del que los protagonistas quisieran. Y que información sobre escándalos pasados pesa a la hora de sacar un crédito, aplicar para entrar a un club o volver a la política imponiéndoles un castigo que a veces ya pagaron con la cárcel o con multas.
Aunque entendemos el dilema, creemos que cuando la información es de interés público, ha sido verificada y no hay duda de su veracidad, debe ser un juez y no nosotros el que decida si debe ser eliminada o no de internet o hacerla invisible para los buscadores, porque ese derecho a la privacidad riñe con el interés de una sociedad informada, plural, y democrática. Éso no significa que no pueda ser necesario actualizarla o complementarla.
Las solicitudes usualmente piden varias cosas.
Una es directamente borrar la noticia, una solicitud que cercenaría de tajo la posibilidad de las personas de conocer información relevante y cierta al momento de ser publicada. Eso equivaldría a censurar historias periodísticas que son ciertas, no constituyen ni injuria ni calumnia, y son relevantes para la sociedad. O a esconder de esa sociedad su memoria histórica, los hechos reales que moldean su devenir.
La segunda es eliminar el nombre de la persona que alega que ha sido afectada, cambiándola por otro nombre, iniciales o “XXX”. Esa solución impacta el corazón de las historias a menos de que la persona tenga un papel marginal – tan marginal, que normalmente no mencionaríamos en la nota, por ser irrelevante.
La tercera es “desindexar” la historia de buscadores como Google, Bing y Yahoo. Más allá de las dificultades técnicas en lograrlo, el efecto termina siendo prácticamente el mismo de borrar la noticia, pues se hace invisible en la principal fuente para revisar noticias viejas sobre algún tema o persona determinada. Así como algunos alegan a favor del llamado derecho al olvido, en La Silla creemos que también hay un valor en conservar la memoria colectiva y que para ello un medio como La Silla juega un rol importante.
En las últimas semanas se han repetido, probablemente por la cercanía de las elecciones locales de octubre, por lo que seguramente llegarán nuevas en los días por venir.
Cómo hay algunos abogados reconocidos y muy costosos especializándose en este servicio, queremos aclarar a sus posibles clientes que a menos de que encontremos argumentos nuevos que nos convenzan de estar en un error, de que hay alternativas que salvaguardan el acceso a la información o de que haya una orden judicial que nos obligue a actuar de otra manera, nuestra posición será seguir negando las peticiones.