Periodismo tecnológico o ¿tecnología para el periodismo?…. en tiempos de pandemia

6 mayo 2020 –

Por: Panorama Audiovisual – David Corral – Esapaña –

El confinamiento provocado por la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2 y la enfermedad que provoca, la Covid-19, ha disparado las audiencias de medios convencionales y digitales, con consumos en niveles históricos. A las funciones esenciales de los medios de comunicación: informar, educar y entretener, la pandemia ha añadido una tarea más: la lucha contra las fake news.

Los estragos que ha causado globalmente la irrupción del coronavirus son de sobra conocidos -miles de víctimas, más de la mitad de la humanidad confinada, daños económicos difíciles de estimar- pero su paso también ha dejado huellas positivas, como la heroica labor de múltiples profesionales, la solidaridad de las sociedades, el respiro medioambiental o el impulso que ha dado al teletrabajo y a la Cuarta Revolución Industrial y sus tecnologías, a las que no es ajena la prensa en cualquiera de sus formatos.

Los medios de comunicación vivimos doblemente inmersos en una transformación inédita. Buscamos un nuevo modelo de negocio ante el agotamiento del actual mientras superamos la paradoja que nos ha provocado el coronavirus. El confinamiento ha aumentado el consumo de información y de entretenimiento en televisiones, radio y Web, con Netflix reinando en los servicios OTT, YouTube en el streaming y las redes sociales o WhatsApp poniendo a prueba la resistencia de las redes con el móvil como otro de los beneficiarios de esta crisis. Pero cuanto más se está exigiendo, en cantidad y calidad de contenidos, peor está el sector con el cierre de muchas cabeceras, la pérdida de empleos y de la publicidad que los sustentaba.

También ha obligado, para mantener la actividad y cumplir con la distancia social y el confinamiento, a una urgente adecuación tecnológica para teletrabajar y comunicar desde fuera de las distintas instalaciones. La “transformación digital”, que antes era un proyecto de futuro en la mayoría de las empresas, es ya una necesidad estratégica de supervivencia. Y tras el paso de lo analógico a lo digital ahora toca el salto a la nube (cloud), en la que trabajamos a distancia en nuestras empresas y mantenemos videoconferencias o entran en directo, sin que nos extrañe la imagen, periodistas, entrevistados o invitados desde cualquier lugar y con todo tipo de cascos, fondos, ruidos y niños y mascotas alrededor. Llegará también el 5G, que conectará millones de dispositivos posibilitando el IoT (Internet de las Cosas), la analítica avanzada (Big Data), el Deep Learning, la impresión 3D o la Inteligencia Artificial (IA), entre muchas otras tecnologías y, con ellas, nuevos y variados perfiles profesionales.

Y ante la amenaza, el riesgo o la incertidumbre del cambio y de lo que vendrá después de que pase, en algún momento, el azote del coronavirus, tenemos la empatía, el talento y la capacidad de superación; la tecnología usada con ética e igualdad; la necesidad de dar respuesta a retos como el medioambiente; la lucha contra el control de las narrativas geopolíticas, la desinformación y las ciberamenazas o el deber, como medios, de seguir informando, entreteniendo y educando a nuestras audiencias, estén donde estén.

Dónde estamos

Acabamos de arrancar la década de los años 20 de este siglo XXI. Año 2020, el del coronavirus, el del paréntesis en nuestras vidas, un año que se llame como se llame supondrá un antes y un después en el mundo tal como lo conocíamos. Qué vendrá, es impredecible. Seguramente algo parecido pero, en esencia, muy diferente al mundo que conocíamos y en el que cambiarán muchos “cómo”: cómo será la normalidad, cómo viviremos, cómo nos relacionaremos, cómo protegeremos la salud del planeta, cómo aprenderemos, cómo trabajaremos, cómo nos moveremos, cómo consumiremos, cómo será la sociedad, cómo seremos de globales, cómo de capitalistas…

Los daños causados por este nuevo coronavirus SARS-CoV-2, son de sobra conocidos. Millones de afectados, media humanidad confinada, miedo e incertidumbre, daños económicos casi incuantificables, desempleo creciendo a un ritmo trepidante, deuda en niveles desconocidos, empresas quebradas…

La geopolítica transformada con unos Estados Unidos que no ejercen ya de faro del mundo («libre») por abandono, pasividad o ceguera. China convertida en superpotencia económica siguiendo sus propias reglas de juego, con un control magistral de la tecnología y de las redes sociales y, aunque seguirá siendo alumna avanzada en el arte de la ingeniería inversa y copiar todo lo que se le ha dado para fabricar, ya es maestra en el arte de crear. El año pasado China se convirtió en el líder mundial en patentes internacionales con un récord de 265.800 solicitudes, desbancando a Estados Unidos, que había ocupado el primer lugar durante más de cuatro décadas.

La Unión Europea parece ausente de sí misma y con un liderazgo discutible en un momento clave para su futuro. La ONU no está en mejor situación y múltiples instituciones y organismos internacionales y nacionales también en entredicho por su coste y escasa operatividad y capacidad de respuesta…

Pero la desgracia y los tiempos difíciles son también en los que la faceta más impredecible del ser humano brilla en su mejor versión. A lo largo del mundo, frente a la adversidad, se han sucedido los ejemplos de entrega, profesionalidad y empatía de médicos y personal sanitario, científicos, limpiadores, militares y fuerzas de seguridad, transportistas, taxistas, vendedores, agricultores, ganaderos y pescadores, docentes, periodistas, pilotos y tantos otros empleados y autónomos “esenciales” y “no esenciales”.

Desde el comienzo de la pandemia hemos visto diariamente aplausos y mensajes como muestra de agradecimiento a esos héroes anónimos tras sus mascarillas; múltiples actos de solidaridad, apoyo y respeto; de implicación y ayuda a los más necesitados; de conocimientos abiertos y compartidos; de empresas transformándose para dar respuesta a necesidades médicas como respiradores o mascarillas; de trabajadores, innovadores o emprendedores adaptándose para seguir generando recursos; de teletrabajo sin fronteras o de un gran triunfador, junto al ser humano y su humanidad, la tecnología empleada para sus mejores fines.

Pasando el confinamiento y los estragos del coronavirus, 7.800 millones de personas poblamos nuestro planeta Tierra inmersos en plena Cuarta Revolución Industrial y en la Segunda Revolución de la Información, pero apenas hemos dejado atrás -si es que lo hemos hecho- la Tercera Revolución Industrial con Internet cumpliendo 50 años como uno de sus claros protagonistas.

En este 2020, y espoleados por la irrupción de la COVID-19, la Inteligencia Artificial (IA), Cloud, 5G, IoT (Internet de las Cosas), Blockchain, redes neuronales, Deep Learning, impresión 3D, virtualización de sistemas, la analítica avanzada (Big Data), nanotecnología, informática cuántica o la robotización de tareas (RPA), entre otros, son ya elementos transformadores de sectores tan dispares como sanidad, agricultura, transportes, movilidad, energía, construcción, banca, educación, seguros, prensa…

¿Y qué fronteras nos permitirán cruzar? Derrotar a las enfermedades conocidas, como el cáncer; a las desconocidas que aún no sabemos que llegarán, como nos ha pasado con la Covid-19; acabar con el hambre; llegar a Marte…

El horizonte no parece sombrío, todo lo contrario. Si se cumplen algunos de los pronósticos más favorables nos encontraremos con energía renovable abundante y barata junto a un mayor enfoque en la sostenibilidad y el medio ambiente; las terapias genéticas minimizarán las enfermedades; la esperanza de vida podría aumentar en más de 10 años; habrá más riqueza y mejor distribuida; la movilidad se redefinirá con los vehículos autónomos y todo, literalmente “todo”, podría estar conectado a un coste muy bajo con una particularidad, que ese “todo” será “Inteligente”.

Según el informe Cisco Annual Internet Report en 2023 habrá 29.300 millones de dispositivos interconectados globalmente, la mitad M2M (Machine to Machine), y unos tres por persona y casi diez por hogar. En España, con 350 millones de dispositivos conectados, nos encontraremos con el 20% de los hogares “conectados” y con siete dispositivos por persona. Detalle importante, casi la mitad de todos ellos podrá captar imágenes.

Y hoy, ¿cómo andamos de conectados? España es el tercer país de Europa por número de conexiones de fibra óptica y, junto a las 60.000 antenas de redes móviles diseminadas por todo el territorio nacional, el 99% de la población tiene acceso a Internet y telefonía. En todo el mundo, en este 2020, algo más de 4.500 millones de personas cuentan con conexión a Internet, un 59% de la población mundial, con China, India y Estados Unidos a la cabeza.

Según los datos de inteligencia en tiempo real de la GSMA, una organización mundial que agrupa a unos 800 operadores móviles y 200 compañías relacionadas, a mediados de abril de este año (y no deja de aumentar) había más de 9.800 millones de líneas móviles y 5.200 millones de clientes. Es decir, la mayor parte de la población mundial tiene al menos un dispositivo en sus manos. De todos ellos, 3.500 millones cuentan con un smartphone (un teléfono inteligente). Inicialmente servían para lo que se habían inventado, “hablar por teléfono”. Hoy también, pero son además nuestros asistentes, nuestros confidentes, nuestros entrenadores, nuestras salas de cine o televisiones, nuestros banqueros, nuestros mapas, nuestro principal entretenimiento en el confinamiento… Lo que se nos ocurra.

Hay cerca de cinco millones de APPs (aplicaciones móviles) listas para descargarse en Google Play (para dispositivos Android) y en Apple App Store (para dispositivos IoS de la misma marca). De ellas vamos a centrarnos en unas que interesan especialmente a los medios por su impacto, contenidos o capacidad de difusión, las “sociales”.

Las más populares están disponibles en los principales idiomas, por no decir directamente en casi todos. Permiten a los usuarios conectarse, interactuar o saber qué sucede, con amigos, otras personas, instituciones o eventos sin encontrar limitaciones geográficas, políticas o económicas (exceptuando las que imponen directamente algunos gobiernos).

Los dispositivos móviles, cualquiera de ellos y ya sea conectado a línea telefónica o WiFi, ponen continuamente en contacto a 3.500 millones de usuarios en las redes sociales. La más popular, con casi 2.450 millones de usuarios, es Facebook, además de la primera en superar los 1.000 millones de cuentas registradas. Otros ejemplos son YouTube (2.000 millones de usuarios), Whatsapp (1.600 millones), Instagram (1.000 millones), TikTok (500 millones) o Twitter (330 millones). Políticos, futbolistas, artistas, las propias redes o los fabricantes de tecnología son los más populares, congregando en sus perfiles a millones de seguidores.

Entonces, si el coronavirus ha aumentado el consumo de noticias y contenidos notablemente; si es a través de múltiples canales y dispositivos; si los medios han demostrado sobradamente su capacidad de informar, educar y entretener; si casi todos los sectores productivos, industriales, de servicios, etc. se están o van a transformarse; si los gobiernos incentivan la digitalización y modernización; si la sociedad no es ni será ajena a estos cambios (todo lo contrario); si cada vez estamos más conectados a todo tipo de dispositivos como teléfonos, pulseras, relojes, vehículos, televisores, asistentes domésticos, aspiradoras… ¿no estamos afectados los medios como receptores, generadores y emisores de contenidos? ¿Cómo o dónde consume nuestro público o cómo perciben la veracidad de nuestras noticias, el entretenimiento de nuestros contenidos o la utilidad de nuestro trabajo tampoco nos afecta? El que esté libre de duda…

¿Dónde están los medios?

En estos momentos los medios de comunicación vivimos doblemente inmersos en una transformación inédita. Estábamos, estamos y estaremos reconstruyendo o buscando un nuevo modelo de negocio ante el agotamiento del actual. Y, buscando salida a esa crisis, llegó desde China el empujón inesperado.

El coronavirus ha provocado el cierre de muchas cabeceras, la pérdida de empleos y de la publicidad que los sustentaba. También ha obligado, para mantener la actividad, a una obligada adecuación tecnológica y a la urgente reflexión de que el futuro que queramos ser es ya, es hoy.

Se acabó el “menú del día” para todos, elaborado con contenidos generalistas. Hoy la demanda (y la supervivencia de muchos medios) pasa por lograr la casi individualización de noticias y contenidos: los espectadores, lectores, oyentes o consumidores quieren acceso personalizado, continuo, inmediato a lo que quieran, donde lo quieran y como lo quieran, que sea incluso una experiencia.

La velocidad y dinámica con que se crean y desechan los contenidos en la actualidad hacen que se requieran elementos innovadores, ya sea desde la narrativa, la técnica o el medio, es decir, desde lo que contamos, la forma en que lo hacemos y por dónde o cómo lo distribuimos. Enfocarse en el usuario consiste, no solamente en encontrar qué quiere que contemos, sino cómo quiere que lo hagamos y también cómo prefiere sentirse escuchado.

Las audiencias están tan fragmentadas y el mercado tan saturado de plataformas, de dispositivos o de medios, que no es fácil discernir dónde vamos sin olvidarnos qué y quiénes somos como medios.

La prensa escrita abandona el papel, aumenta sus contenidos audiovisuales y compite en Internet buscando modelos de supervivencia basados en muros de pago o cuentas freemium, una transformación digital a la que no son en absoluto ajenos los medios nativos. Las radios se hacen digitales, se recuerda con cariño las emisiones en Onda Media o AM, mientras los programas actuales se retransmiten por televisión o Redes Sociales. El DAB (Digital Audio Broadcasting) parece ser la elección del futuro y los podcasts son la referencia. Twitter, FaceBook, YouTube, Twitch o TikTok cuentan con miles de millones de seguidores que generan contenidos, compartidos gratuitamente, que se transforman en miles de millones de ingresos en publicidad, cifras que desaparecen de las plataformas convencionales.

Según WARC, en 2020 se estimaba que la publicidad en el entorno digital podría crecer un 7,1% hasta los 660.000 millones de dólares, más de la mitad de la inversión publicitaria mundial, cifras que se conocían antes de la pandemia. Por poner algunos ejemplos, se calculaba que 107.900 llegarían a Google, 82.900 a Facebook, YouTube obtendría 18.500 y Twitter 3.300.

En España la televisión ha dejado de ser el medio hegemónico y cede el testigo al mundo digital, que logró un 38,6% de la inversión publicitaria por delante del 33,7% televisivo, según los datos de la consultora InfoAdex. Atresmedia y Mediaset, las empresas de comunicación españolas que más beneficios obtienen, han perdido más del 50% de su valor bursátil desde que Netflix llegó a España en 2015.

La televisión, tal como la conocíamos (como negocio y como aparato), está cambiando de manera inevitable. El futuro de muchas empresas y tecnologías audiovisuales es, como poco, incierto. Las nuevas tecnologías y el comportamiento de los consumidores están obligando al sector a adaptarse a un nuevo mercado complejo y en constante evolución. En él es imprescindible innovar y definir una estrategia que permita competir y hacer frente, incluso sobrevivir, a muchos y grandes retos.

Estos van desde la resintonización por el Segundo Dividendo Digital, que podría dejar fuera a muchos espectadores por perder (literalmente) los canales de TDT; la consolidación de la creciente lista de plataformas AVOD, SVOD, TVOD y OTT (OverTheTop), como Netflix, HBO, Movistar+, Apple TV, Amazon Prime Video, Disney+, Sky, Starzplay, FlixOlé, Rakuten TV, Hulu, Filmin… que moverán 86.800 millones de dólares en 2026, hasta las retransmisiones en streaming por YouTube, Facebook o similares, que suman cada día nuevos espectadores que van abandonando a la vieja televisión.

Según un reciente estudio de Statista, hecho entre personas afines a los servicios de streaming, el 62% de ellos afirmaba que la TV tradicional es irrelevante y el 84% de ellos ya la ha reemplazado. Esta tendencia seguirá en aumento y para 2023 los usuarios de streaming habrán crecido 20% más aproximadamente.

Además, la televisión tradicional, lineal, está perdiendo a sus espectadores más veteranos y, en masa, a los jóvenes y adolescentes, que dedican la mayor parte de su tiempo a opciones como Netflix o YouTube. En este 2020 se preveía que el uso del video en el móvil aumentase un 50% y en las Redes Sociales un 39%, cifras que el coronavirus ha disparado por el confinamiento y la limitación de movimientos, en muchos casos más de un 200%, según datos de Justwatch.

Los dispositivos móviles están transformando el consumo global de los medios en estos últimos años, jugando un papel muy relevante en contar la actualidad, el posicionamiento, en la comunicación “one to one”, en ser sobre todo una televisión personal y personalizable que va siempre contigo.

La BBC, referente mundial de independencia, rigor y calidad, fue la televisión pionera en 1927. También, y para mal, en el verano de 2017, cuando sucedió por primera vez lo impensable: uno de sus programas de televisión no tuvo espectadores. Desde entonces no ha sido la única vez ni el único medio televisivo que ha emitido para nadie en algún momento.

¿Hay motivos para pensar que la televisión no será centenaria? Podría parecer que sí, pero esta época de transformación también lo es de oportunidades. En este nuevo ecosistema, la competencia con las plataformas puede convertirse en convivencia y, mejor aún, en colaboración.

Las nuevas pantallas crecerán hasta dejarán de ser objetos físicos y aumentará la calidad de imagen de 4K a 8K, de momento. Los cambios tecnológicos para adaptarnos a los nuevos consumos no deberían sorprendernos, ¿no han sido los medios disruptores a lo largo de su historia? ¿No somos los primeros en dar las noticias y referentes ante el engaño de las “fake news”? ¿No tenemos grandes profesionales, una enorme experiencia, un legado conservado en nuestros archivos, todos los canales que nos podamos imaginar para comunicar, medios para escuchar y aprender o para saber cuáles son los gustos e intereses de cada usuario?

¿No estamos acostumbrados a trabajar con instituciones, empresas, universidades o emprendedores en las necesidades de hoy y en lo que podría ser el mañana? ¿No deberíamos aprovechar las oportunidades que nos dará el que todo estará conectado y dotado, en su mayoría, de dispositivos que permiten captar imágenes o audio (con consentimiento y respeto a la privacidad y al Reglamento General de Protección de Datos)? ¿No somos conscientes del potencial que tenemos de ubicuidad, de inmediatez…? ¿De que nunca en la historia de la humanidad hubo tanto contenido audiovisual disponible a través de tantas plataformas?

¿No hay ya televisores inteligentes e interactivos (presentes en más de un 25% de los hogares españoles), asistentes de voz o canales mucho más convencionales para que podamos interactuar y comunicar con nuestros espectadores, con la sociedad a la que nos debemos en el caso de RTVE como servicio público? Al fin y al cabo, ¿no vivimos como seres humanos un eterno proceso de transformación? Aprovechemos entonces las tecnologías y la innovación para estar donde debemos estar y no perder el enfoque “de saber quiénes somos”.

Inteligencia Artificial. El nexo perspicaz

Rondando sus setenta años de edad, la Inteligencia Artificial (término acuñado por el científico estadounidense John McCarthy en 1956, dos años después de la muerte de Alan Turing, matemático británico, criptógrafo y pionero de la computación y la IA), está demostrando que está en plenas facultades para ser el vínculo y el cerebro de las tecnologías e innovaciones que están dando forma a la Cuarta Revolución Industrial.

Después de pasar un largo invierno de letargo y olvido es, ya en nuestros días, un sector estratégico para la industria y economía, con una estimación de impacto económico mundial de 390.900 millones de dólares en 2025 según Artificial IntelligenceMarketSize, Share & Trends Analysis Report By Solution, By Technology (Deep Learning, Machine Learning), By End Use (Advertising & Media, Law, Healthcare), And Segment Forecasts, 2019 – 2025, y es que, según Gartner, para 2021, el 70% de las empresas incorporará algún sistema de Inteligencia Artificial para apoyar la productividad de sus trabajadores. En España, la adopción de la IA podría conllevar un aumento de nuestro PIB en 0.8 puntos en los próximos años, según datos de PwC.

Con el objetivo de lograr ese crecimiento, alineando las políticas y acciones de los distintos actores gubernamentales, instituciones, industria, universidades, emprendedores y otros actores de los sectores públicos y privados el pasado 2019 el entonces Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades presentó la Estrategia Nacional en Inteligencia Artificial, texto que será actualizado este 2020 y que, según ha comunicado la nueva secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, Carme Artigas, será una «herramienta de trabajo» que tiene como objetivo colocar al país en una posición «de liderazgo» en este ámbito dentro de la Unión Europea.

La estrategia española, que se sumará a las que ya han publicado comunidades autónomas como Cataluña y Valencia, tiene cuatro ejes fundamentales: la digitalización de España; la digitalización de las administraciones públicas; el desarrollo de la IA como motor de innovación, emprendimiento y transformación empresarial y la creación de entornos «seguros y fiables» para compartir datos en los que se garanticen los derechos digitales civiles para que el desarrollo tecnológico «sea compatible con el avance social».

La estrategia nacional incorporará las recomendaciones de la Estrategia Digital Europea y el Libro Blanco de Inteligencia Artificial de la UE publicados el pasado mes de febrero. Durante los próximos cinco años, por no quedarse fuera de la carrera que lideran con mucha ventaja Estados Unidos y China, la Comisión invertirá decenas de miles de millones de euros «públicos y privados» en «Proyectos de Alto Impacto» a través de programas como “Horizon Europe”, Europa Digital o Conectar Europa II.

El objetivo comunitario es ser competitivos y punteros al tiempo que recuperemos lo que muchos conocen como la “soberanía digital” (el control de nuestros datos), y que, más allá de las cuestiones tecnológicas, definamos cómo queremos que sea la IA “europea”. La UE defiende que debe estar centrada en el ser humano y estar supervisada por él; respetar los derechos fundamentales; tiene que ser ética y deontológica; combatir el contenido ilegal/fakes; robusta para resistir los ataques cibernéticos; transparente tecnológicamente; asegurar la trazabilidad de sus acciones y decisiones; proteger la privacidad y gobernanza de datos; respetar la diversidad y garantizar el bienestar social, democrático, económico y medioambiental.

Además, por supuesto, la IA ha sido y es una herramienta clave en la lucha contra el coronavirus. Un algoritmo desarrollado por la empresa canadiense BlueDot para analizar noticias, informes y bases de datos en distintos idiomas, permitió lanzar la alarma de que en Wuhan, China, se estaban produciendo casos de una neumonía desconocida. Esta StartUp, creada por el médico Kamran Khan y con un buen número de epidemiólogos entre sus empleados, además fue capaz de predecir cómo esta nueva epidemia comenzaría a expandirse y a saltar fronteras por Asia, era el comienzo del Covid-19.

Desde entonces, la Inteligencia Artificial ha estado apoyando la detección, alerta, diagnóstico, lucha, control o estudio del coronavirus por parte de la comunidad científica, la industria o distintos gobiernos. A lo largo del todo el mundo decenas de personas, emprendedores, empresas, universidades, instituciones, etcétera, han tenido en ella un apoyo vital para la detección de casos, la gestión de enormes bases de datos, la proyección de escenarios, la creación de posibles vacunas, la alerta preventiva, el conocimiento de la situación y estado de personas, recursos o infraestructuras.

Iniciativas como el C3.ai Digital Transformation Institute financiarán con cientos de millones de dólares los trabajos de los mejores científicos, investigadores y programadores de instituciones como Princeton, Carnegie Mellon, el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), C3.ai o Microsoft, entre otros, para que utilicen la IA para mitigar la pandemia y en la detección de futuras epidemias.

Inteligencia Artificial en los medios de comunicación

El uso de diferentes herramientas basadas en IA de generación y asistencia a periodistas dentro de los medios de comunicación es común desde hace años, aunque fue la pasada década cuando comenzaron las experiencias más prometedoras.

En 2010 se iniciaron los primeros trabajos en distintos medios de EE.UU. y en 2013, la agencia de noticias estadounidense Associated Press comenzó a emplear la herramienta Automated Insights para crear historias a partir de datos. Primero fueron noticias deportivas y después abordaron los informes económicos. Dos años después, en 2015, ya generaban automáticamente más de 3.000 historias trimestrales sobre resultados financieros de las principales empresas estadounidenses, lo que significó aumentar diez veces la productividad.

El diario estadounidense The Washington Post, a la vanguardia de la tecnología, utiliza desde 2016 Heliograf para escribir noticias sobre política y deportes. En su primer año produjo unos 850 artículos y logró un premio por “su excelencia en el uso de bots”, particularmente por la cobertura de las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016. Bloomberg cuenta con “Cyborg” para convertir informes financieros en noticias, Forbes con “Bertie” para ayudar a los periodistas recopilando datos y generando borradores y el New York Times, por citar algunos, con “Editor” para la revisión automática de textos.

Y si hablamos de coberturas concretas, como las citas electorales, destacan en el ámbito europeo las del periódico francés Le Monde, que produjo durante las últimas elecciones legislativas francesas 150.000 páginas web en cuatro horas utilizando “Syllabs” o las de la BBC británica y a la YLE finlandesa, ambas públicas y socias de la EBU como RTVE. Las dos cuentan con departamentos dedicados específicamente a investigación de IA, en el caso de la BBC con Datalab y News Labs y en el de YLE con su News Lab, en el que destaca su robot Voitto, con el que han cubierto múltiples temas.

En las últimas elecciones generales celebradas en el Reino Unido la BBC, por primera vez, empleó la IA de “Arria NLG” para publicar noticias localizadas sobre los resultados de cada uno de los 690 distritos electorales del Reino Unido momentos después de conocerse los resultados oficiales.

En nuestro país la agencia EFE está desarrollando un proyecto con Narrativa, empresa española que trabaja con decenas de medios mundiales y que genera semanalmente más de 250.000 noticias con Gabriele, una herramienta basada en IA y en aprendizaje profundo. Los contenidos con los que trabajan son economía, tiempo, lotería o deportes, temas de cobertura frecuente en otros medios, como el diario deportivo SPORT, que usa la IA para informar sobre ligas inferiores de fútbol.

Las características y posibilidades del uso de estas nuevas tecnologías en el ámbito periodístico son múltiples y van más allá de la generación automática de textos, un campo en el que se estima que en 2025 cerca del 70% de noticias escritas ya podrían estar generadas por Inteligencia Artificial. Las capacidades actuales permiten adaptar y modificar casi hasta el infinito los contenidos para personalizar según nuestro estilo y las preferencias del receptor.

Tal es el avance que China ha protegido con copyright un artículo económico escrito por la herramienta de IA “Dreamwriter” del gigante tecnológico Tencent. Internacionalmente es intenso el debate sobre si los textos generados por IA deben o no ser protegidos con derechos de autor, con precedentes como un escrito de la Organización Internacional de Propiedad Intelectual de 2017 que apunta a que solo deben protegerse por la ley las creaciones humanas.

Otros casos de uso pueden ser el subtitulado; transcripción; traducción a distintos idiomas; asistencia y revisión automática de textos; recomendar contenido audiovisual para completar una noticia; recomendación, segmentación y personalización de contenidos; detección de fake news; alertas de noticias; analizar con rapidez grandes bases de datos; aplicación en asistentes o en robots virtuales; mejorar el uso y acceso a los archivos o, incluso, casos como el de la agencia china de noticias Xinhua, que desde noviembre de 2018 ya tiene en plantilla al primer presentador de televisión generado por Inteligencia Artificial.

En la recomendación de contenidos estamos acostumbrados a la personalización de algoritmos como los de Netflix o Spotify, pero hay otros casos muy interesantes. En el ámbito de los derechos el abogado, músico y programador Damien Riehl, ha creado con IA, junto a Noah Rubin, 68 millones de melodías que han registrado y puesto a disposición pública (allthemusic.info) para evitar demandas por derechos de autor.

Y en el cine, en su meca, Hollywood está recibiendo a sus nuevos “directivos”. Cinelytic ha firmado un acuerdo con Warner para que su IA ayude en la toma de decisiones sobre los guiones o los actores que participarán en una película. En Europa recientemente se ha presentado, en la última edición de la Berlinale, una IA desarrollada en Suiza de nombre LargoAI y con aptitudes suficientes como predecir o modificar una película para que sea un éxito, estimar sus ingresos, decidir los mejores actores y bandas sonoras o cancelar escenas, entre otras habilidades de este premio Oscar.

Inteligencia Artificial en RTVE

RTVE, como referente de servicio público y de innovación, está investigando y profundizando en las posibilidades que nos brinda la IA. No se trata de una inversión en infraestructura ni en equipos, es una inversión en formación y conocimiento y en estar preparados para ese futuro que ya es presente.

Con la UC3M y empresas especializadas trabajamos en el subtitulado automático de los informativos de nuestros centros territoriales, tanto en castellano como en otros idiomas oficiales. Otro ejemplo es Dataminr, un sistema de alertas presente desde 2017 en nuestras redacciones que utiliza la Inteligencia Artificial para detectar “cuestiones de interés informativo” en las redes sociales es decir, hechos que acabarán siendo noticia, como atentados, accidentes, declaraciones de personalidades públicas, etc.

Con EFE se ha firmado un proyecto piloto de pruebas para la generación de noticias basadas en fuentes de datos estructurados (tablas, bases de datos, estadísticas, ficheros binarios, datos numéricos, etc.), como las actas deportivas, resultados bursátiles o financieros, loterías o meteorología. La experiencia, en el caso de RTVE, será con temas que actualmente no tratamos con redactores, en este caso la Liga 2ªB de fútbol. El contenido generado, adaptado a nuestro libro de estilo, pasa por la supervisión de un periodista antes de su difusión, aunque, una vez entrenado, el algoritmo puede publicarlo directamente y en tiempo real con texto e infografía si así se considera oportuno.

En un paso más allá la cátedra firmada con la UC3M se va a orientar en los próximos dos años al enriquecimiento de estos textos automáticos utilizando el contenido de redes sociales de fuentes conocidas, como cuentas de clubs de fútbol o de jugadores, para personalizar aún más estas noticias.

Consideramos que la IA puede ser una herramienta útil en nuestro mandato de servicio público al permitirnos cubrir informaciones que, a día de hoy, nos es imposible cubrir directamente, como las ligas inferiores de fútbol (que tienen gran importancia por ser información local) o deportes que no sean mayoritarios y que tienen su público y seguidores y, por tanto, el mismo derecho a ser cubiertos e informar sobre ellos como la Primera División de Fútbol.

En la cobertura del coronavirus, además de herramientas ya disponibles como Dataminr, RTVE ha participado junto a EFE y Narrativa en dos proyectos de IA, ambos sin ánimo de lucro, que pretenden ayudar a luchar contra esta pandemia:

1)- Covid-19 Tracking Project, que ha puesto a disposición de instituciones, medios, ONGs y otras entidades un repositorio de datos, narrativas automáticas generadas con IA (un artículo escrito automáticamente cada hora) y gráficas de la evolución del coronavirus en España y el mundo. La información, en español y en inglés, se basa en los datos de múltiples fuentes oficiales, como el Ministerio de Sanidad, el Dipartimento della Protezione Civile de Italia, el Robert Koch Institute de Alemania o la John Hopkins University, entre otros muchos. Cada día acceden a la API unas 100.000 «llamadas» para ver o recoger datos, gráficas, etc., lo que supone una descarga de más de 4.5 Gigas de datos diarios. Cuenta con más de 3.600 usuarios únicos y por países la mayoría de los accesos son desde España, Rusia, Francia, EE.UU., Alemania, Portugal, Polonia, Estonia, Holanda, Colombia, Italia, Irlanda, México, Luxemburgo, Brasil, Canadá, Argentina, Suiza y Panamá.

2)- Data For Hope, que contó con el apoyo de la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, fue un evento y es un desafío que reunió del 15 al 17 de abril a 120 expertos, entre médicos, emprendedores, científicos de datos, investigadores y representantes de organismos e instituciones, con el fin de dar respuesta y generar soluciones basadas en datos y tecnología ante la crisis provocada por el Covid-19. Los tres retos en los que se ha trabajado han sido “Modelos de predicción y evolución de la pandemia”, “Modelos para prevención en África y Sudamérica. Modelado de la pandemia para adelantar el impacto en el hemisferio sur” y “Modelos basados en datos de Movilidad. Definición de políticas de movilidad. Modelos para levantamiento progresivo de limitaciones”.

La Inteligencia Artificial, como cualquier otra tecnología, es neutral. No es ni buena ni mala. Es el uso que hagamos de ella lo que definirá su naturaleza e impacto. Es innegable su capacidad de análisis (más recordando que en 2019 Google logró la supremacía cuántica al realizar en tres minutos y veinte segundos, un cálculo que las mayores supercomputadoras harían en unos 10.000 años), la eficiencia de costes y el desarrollo y personalización de algoritmos cada vez más complejos y precisos.

En el ámbito periodístico permiten, por un lado, llegar donde no llegamos (más noticias o deportes locales o minoritarios), ofrecer más contenidos, más específicos, llegar a más público en más lugares y dispositivos, un mejor posicionamiento SEO o liberar a los redactores de las tareas tediosas y repetitivas para que puedan dedicarse a la investigación, el análisis, a las informaciones relevantes, de mayor calidad y más personales que la IA no es capaz de procesar y que son las que nos permiten diferenciarnos del resto de medios por su originalidad y profundidad.

Por otro lado, y como sucede con los libros sin texto, también puede ser nada al no contar con datos suficientes o puede ser mal empleada por el uso poco ético o ilícito de los datos, por resultar sesgada, por amenazar muchas libertades individuales, por generar fake news… Es en este “reverso tenebroso” donde la IA necesita especialmente la implicación humana para educar, para que en todo el potencial de desarrollo que tiene convirtamos en positivas las cosas que aún no es capaz de hacer.

Mezclador en la prueba con la tecnología edge-computing (Foto: RTVE)

Cloud, el nuevo mundo

¿Alguien podría haber pensado hace años que una empresa dedicada a vender libros por Internet, otra que fascinó al mundo creando un sistema operativo o un buscador web acabarían siendo ejemplos de transformación, adaptación y visión… sin perder su esencia?

Según un estudio de Gartner y Goldman Sachs, el 76% del mercado Cloud mundial, un negocio que supone unos 150.000 millones de dólares de ingresos, está en manos de Amazon con AWS, Microsoft con Azure y Google con su Google Cloud. En cuarto lugar, muy alejada, se encuentra la china Alibaba.

Además, ¿alguien podría haber pensado, empezando este 2020, que pocas semanas después millones de personas en todo el planeta trabajarían fuera de sus empresas, disparando el consumo de tecnologías de teletrabajo y el uso de herramientas de videoconferencia? Para tener una referencia, antes de la pandemia y las medidas de emergencia tomadas en diferentes países, tan solo teletrabajaba un 4% de los trabajadores estadounidenses, todavía la primera potencia económica mundial. Durante el confinamiento, según un sondeo de Randstad, el 42,8% de las empresas españolas ha implantando medidas de teletrabajo. El coronavirus ha movido al mundo a la “nube”.

Los primeros sistemas de almacenamiento, basados en discos duros, son tan modernos como la Inteligencia Artificial. Hablamos de ellos como paradigma de modernidad y andan más cerca de ser tecnologías octogenarias que adolescentes. Hemos pasado de aquellos modelos de apenas 5 MB (megabytes) de capacidad y una tonelada de peso a las decenas de miles de servidores que llenan edificios para proporcionar un almacenamiento que podríamos considerar como ilimitado y que, sin cesar, va en continuo crecimiento.

En este tiempo la capacidad y el tráfico evolucionaron desde los megabytes (MB) y gigabytes (GB), a los terabytes (TB) y petabytes (PB) comunes en nuestros días y ya comenzamos a calcular en exabytes (EB), zetabytes (ZB) y yotabytes (YB). Para hacernos una idea en 2018 los datos mundiales en la Red alcanzaron los 33zetabytes, en la actualidad han superado los 50 y según estima International Data Corporation (IDC) podrían llegar a los 175 en 2025, es decir, 175.000 millones de terabytes.

Propia, ajena, mixta, híbrida, compartida… sea como sea y se llame como se llame la «nube» es la posibilidad de deslocalizarnos al poder acceder a los archivos, servicios, procesos, software o aplicaciones que queramos desde cualquier punto, siempre y cuando tenga una conexión a Internet. Lo más habitual es que gratis (como Google Cloud, iCloud, Dropbox, OpenDrive, operadores de telefonía, etc.), por un precio fijo o “levantando” servidores a demanda, podamos olvidarnos de invertir en equipos, infraestructuras, licencias o gran cantidad de servidores propios que estén dedicados al procesado de datos, a su almacenamiento, etc. Toda esa enorme cantidad de información, toda esta virtualización de trabajos o equipos, se aloja en servidores constantemente activos, las 24 horas del día y los siete días de la semana, localizados dentro de la Red formando, literalmente, una nube.

En España, el 22% de las empresas trabajan en la actualidad con algún servicio cloud, como el correo electrónico, procesamiento de datos o el habitual “archivo/trastero”, entre otros. Son cifras alejadas de los países nórdicos, como Finlandia, con cerca de un 65% de sus empresas, Suecia, Noruega o Dinamarca, que superan el 50%.

Para los medios es una herramienta fundamental de archivo, intercambio de documentos o para virtualizar tareas como la realización de programas o informativos, entre otras muchas posibilidades. En RTVE, para nuestras emisiones, hemos experimentado con distintos sistemas y hemos logramos una experiencia pionera empleando la cloud para probar otra tecnología revolucionaria, el “edgecomputing”, o computación en el borde o en el filo. Es el procesamiento inmediato de la información de los dispositivos conectados muy cerca del lugar donde se generan, en lugar de moverla por la nube entre los usuarios y destinatarios generando retrasos o pérdidas de datos.

Esta innovación permitirá aplicaciones de IoT y 5G como el coche autónomo, la realidad virtual/aumentada/inmersiva o, en el caso de RTVE, haber hecho realidad, junto a Telefónica y la UPM, la primera realización a distancia del mundo sin unidad móvil en edgecomputing. Fue en diciembre de 2019, desde la Cineteca de Matadero Madrid, y se retransmitió el radioteatro La Radio es Sueño de Radio 3.

La experiencia adquirida en los últimos años por RTVE en estos sistemas de realización “virtualizados”, con distintas herramientas y en distintas unidades, permitió que durante el confinamiento y trabajando en remoto se pudieran seguir emitiendo, entre otros, programas históricos como “Estudio estadio” y algunos otros formatos, tanto para televisión como para otras plataformas.

A día de hoy ya nadie se extraña cuando ve en su pantalla, en cualquier formato de televisión o digital, a alguien hablando desde su casa, con cascos, videos en vertical y en horizontal… La realidad ha superado cualquier ficción. Probablemente ningún plan de contingencia de cualquier medio del mundo contemplaba que en una situación de crisis de esta envergadura, en la que lo lógico es concentrar esfuerzos, personal y equipos en las sedes centrales, sucedería todo lo contrario y la maquinaria laboral seguiría en funcionamiento de una manera “doméstica”.

Desde la BBC británica, las poderosas cadenas estadounidenses, el resto de grandes cadenas europeas o mundiales hasta los medios locales más pequeños, todos hemos tenido solventar las emisiones con mucho ingenio y los recursos disponibles. Imágenes que parecen sacadas de Youtube o WhatsApp, directos de famosos periodistas desde trasteros o garajes reconvertidos en estudios improvisados o el vídeo viral del niño entrando en la habitación durante una entrevista en la BBC son, en la actualidad, la rutina del día a día.

Otra aplicación, muy utilizada por empresas y medios para continuar con su actividad, ha sido utilizar servicios como Skype, Zoom o similares, que han permitido tanto reuniones y teleformación, como conexiones en directo con periodistas, especialistas o políticos. También que algunas pruebas deportivas se adaptaran al entorno doméstico y se disputasen virtualmente, como el Tour de Flandes ganado desde su casa por Van Avermaet, un previo de lo que pueden suponer los eSports en breve.

Experiencia de realización en la'nube' con RNE (Foto: RTVE)

5G, una sólida conexión

La quinta generación de tecnologías de telefonía móvil, el 5G, no es solo la continuación de las precedentes y nuevos avances (1G fueron los primeros móviles; el SMS llegó con el 2G; smartphones y la conectividad Web son el gran salto del 3G y la banda ancha, con la que nos conectamos a ver series o teletrabajar, cosa del 4G), es la conexión que unirá, sólidamente, miles de millones de dispositivos haciendo posible la Industria 4.0.

Con ella llega el aumento de la velocidad de conexión hasta a 10-20 GBps (gigabytes por segundo), o que la latencia (retardo) sea apenas cero y podamos hablar de conectividad en tiempo real. Pero el gran salto es que los dispositivos conectados se multiplicarán hasta lo inimaginable en un “Internet de las cosas” en el que conviviremos compartiendo información con objetos cotidianos como nuestros teléfonos, neveras, televisores, aspiradores, automóviles o robots industriales, por poner algunos ejemplos de una lista interminable.

En la actualidad aplicaciones de esta revolución tecnológica no nos suenan extrañas ni parecen lejanas ¿No escuchamos hablar de intervenciones quirúrgicas a distancia? ¿De los coches autónomos que circulan en pruebas por algunas carreteras? ¿De los drones que podrían repartir paquetes o comida? ¿De trabajos en el campo para controlar cosechas? ¿De ciudades inteligentes?

En medio de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, librada a través de sus compañías tecnológicas y las trabas comerciales, la implantación del 5G avanzaba imparable hasta la llegada del coronavirus, que la ralentizará pero no la detendrá. Según el informe Cisco Annual Internet Report, las conexiones 5G supondrán en 2023 el 10,6% del total de conexiones móviles a escala global, frente al 0% en 2018.

En España, las conexiones 5G supondrán el 15,5% del total de conexiones (0% en 2018), las conexiones 4G, el 48,3% (51,7% en 2018), y las conexiones 3G/2G, el 7,4% (38,6% en 2018). En nuestro país, de momento y comercialmente, está disponible solo en algunas ciudades con la red de Vodafone. Otros operadores tenían previsto anunciar lanzamientos en el MWC 2020, pero tras su cancelación han quedado a la espera de mejores fechas.

Hocelot, compañía deeptech española, ha realizado una radiografía del nuevo paradigma de conectividad móvil en España, uno de los países de la Unión Europea con mayor tasa de móviles por ciudadano con una penetración del 117% en la población. Según el estudio, las categorías que más consumo diario tienen en todas las franjas de edad son Redes Sociales y Servicios de Internet, seguidas por Ventas y Noticias.

5G en los medios de comunicación

El 5G abre para los medios una nueva fase de oportunidades. Técnicamente garantizará la movilidad casi sin límites de los periodistas o los equipos que cubran noticias o cualquier tipo de acontecimiento, permitirá la deslocalización de estos equipos, asegurará que siempre tengan una conexión solvente y continua gracias al Network Slicing (segmentar la red), y les mantendrá permanentemente conectados con la Cloud y lo que se tenga en ella (archivos, software, etc.). Todo ello con una alta calidad de servicio y una mayor calidad de experiencia para los usuarios, como aplicaciones de realidad virtual/aumentada/mixta, video inmersivo o en ultra alta definición (UHD).

Una latencia nunca antes conseguida (el tiempo de retraso en el viaje de los datos de un punto a otro de la red, estimado entre 1 y 10 milisegundos), junto a una capacidad y velocidad de transmisión de datos inmensos (ancho de banda), revolucionarán el consumo de contenidos audiovisuales de altísima calidad en los dispositivos móviles y será el inicio de una nueva era de conectividad e integración de dispositivos inteligentes.

En la actualidad, más de 120 millones de chinos son usuarios de las redes 5G, cifra que se disparará a partir de este 2020 en todo el mundo cuando comiencen a llegar al mercado los móviles de gama baja y media con chips 5G y precios asequibles. En Europa está presente en la mayoría de los países, con posibilidad de contratar servicios en los principales operadores. En España, desde el pasado 2019, hay cobertura en las principales ciudades y nuestro país, por medio de los programas europeos y las acciones de entidades como RED.es, se ha convertido en uno de los mayores ecosistemas de innovación 5G que existe.

Por cierto, para los que tengan dudas de su impacto en la salud, no es transmisor del coronavirus (es un bulo), y la OMS ha calificado al 5G como cancerígeno del nivel 2B (al mismo nivel que el café) y en nuestro país el Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (Ccars) ha ratificado que es inocuo. Así que parece, de momento y con los estudios médicos y las perspectivas económicas en la mano, que el 5G traerá más beneficios que riesgos.

Experiencia de realización en la'nube' con RNE (Foto: RTVE)

5G en RTVE

El 5G definirá el negocio de los medios en los próximos años. En RTVE hemos pasado de la teoría a la realidad y hemos visto qué se puede hacer y cómo podremos emplearlo para mejorar nuestra actividad. Como corporación pública estamos orgullosos de haber logrado estos pasos pioneros y de haberlos dado junto a grandes empresas de telecomunicaciones como Vodafone o Telefónica y de entidades públicas como las Universidades Politécnicas de Madrid y Valencia.

Los primeros en realizar un directo de televisión a nivel mundial, con una tecnología basada en la primera versión del estándar 5G conocida como NSA (non-stand alone, necesita una red 4G para la información de control y señalización), fueron los surcoreanos de SK a comienzos de 2019. En Europa, la pionera con 5G NSA, fue la BBC el pasado 30 de mayo de 2019 aprovechando el lanzamiento de EE, una operadora de telefonía 5G. Horas más tarde realizó una segunda retransmisión desde el mismo punto, pero en este caso la señal falló y no se pudo emitir por haber consumido todos los datos del teléfono. Apenas dos semanas después RTVE se convirtió en la primera televisión del mundo en hacer un directo con tecnología 5G “nativa/pura” (en inglés, stand-alone SA). Fue en el marco del Global 5G Event, una conferencia centrada en esta conectividad que reunió en Valencia a 800 expertos mundiales durante cinco días.

El siguiente paso fue demostrar algunas de las virtudes que puede tener para nosotros la llegada del 5G. Salimos a la calle en busca del directo, de la oportunidad, de la inmediatez, de la autonomía e independencia que nos da tener acceso en cualquier momento y lugar a nuestras emisiones o plataformas con variedad de dispositivos, posibilidades y herramientas. Es la conectividad garantizada a lomos de la movilidad.

En julio del año pasado, desde el centro de Madrid, personal de los Centros Territoriales, Innovación y de los Servicios Informativos de RTVE estuvo probando en distintos puntos la red 5G pública de Vodafone para entrar en directo en televisión en informativos o programas, bien enviando señales en bruto o con entradas de periodistas, o cómo podría beneficiar a las emisiones de contenidos en entornos digitales y Redes Sociales.

Dos casos de éxito posteriores fueron la retransmisión en directo en 5G, multicámara y con realización cloud de la jornada Ventajas y riesgo del 5G en el sector audiovisual, encuentro organizado por el Parlamento Europeo y la Academia de Televisión, o la cobertura en 5G con distintos dispositivos de la pasada edición de FITUR, la feria de turismo más importante del mundo.

Este operativo, basado en 4G y 5G, ha sido de los primeros realizados en nuestro país y en él se probó con éxito el posible uso, en caso de necesidad, de móviles y aplicaciones de móvil específicas y vinculadas a los decodificadores instalados en los Centros Territoriales, para lograr señales en directo o dúplex de periodistas. Esta prueba es otro ejemplo del compromiso de RTVE por la innovación y por la colaboración con las principales instituciones y empresas tecnológicas, como fue en este caso IFEMA, Vodafone y Aviwest, que han facilitado medios y asistencia para hacer posible una prueba que se hizo realidad.

La experiencia de esas pruebas conseguidas tanto en 4G como en 5G en IFEMA y en nuestras instalaciones de Madrid y Centros Territoriales, junto al trabajo de nuestros compañeros de Sant Cugat, que cubrieron para Teledeporte las últimas ediciones del Rally de Marruecos con un sistema similar de la empresa TVU, han permitido que RTVE sume esta tecnología a otros medios ya disponibles para seguir informando en una situación tan complicada como el confinamiento de nuestro personal.

Además de los medios ya activos en algunos centros territoriales, se ha aprovechado el apoyo técnico prestado por TVU para que programas como España Directo pudieran contar con la participación de sus redactores entrando en directo desde sus domicilios utilizando una aplicación para móvil. También para que el chef Sergio Fernández desde su propia cocina pueda seguir aclarando a nuestros espectadores dudas, enseñando trucos, o dando consejos para mejorar las recetas del día a día o para cocinar en la cuarentena.

Equipo de profesionales de RTVE en la cobertura 5G de la feria Fitur en Madrid (Foto: RTVE)

Dispositivos móviles, la puerta de acceso

Si sumamos 5G, cloud, conectividad, deslocalización, un número inmenso de móviles inteligentes, cada vez más dispositivos con cámaras y micrófonos conectados, ¿no podremos estar dónde queramos y cuándo queramos contando lo que sucede? No es una cuestión de sustituir a profesionales, pero es evidente que, con los medios disponibles, no podemos llegar a todos los rincones del mundo para cubrir lo que esté ocurriendo y dar contenidos a cada vez más plataformas y formatos de televisión, radio, web y redes Sociales.

El poder contar con testigos, observadores o con cámaras públicas (como las de tráfico), es un recurso inestimable que permite estar en los sitios de los hechos hasta que lleguen nuestros profesionales y medios, sin olvidar que siempre habrá alguien dispuesto a hacer lo que no quieran hacer los demás.

Estos mismos móviles pertenecen a los usuarios que están abandonando los medios de comunicación y los canales tradicionales para consumir contenidos en ellos. Cuanto más baratos, más potentes y mejores pantallas tienen no es de extrañar que su tráfico de datos haya aumentado un 30,6% desde 2017, según un reciente estudio de SimilarWeb, y hay un claro ganador: el vídeo, en directo o grabado.

Los medios convencionales están siendo desplazados por plataformas nacidas y orientadas para ser consumidas en dispositivos móviles, como YouTube (con más de 6.000 millones de visitas mensuales), TikTok (3.700 millones), Facebook (2.500 millones) o Instagram (1.000 millones), por citar algunos ejemplos. La disminución del tráfico mediático parece estar relacionada con la democratización del consumo de los medios de comunicación, ya que el público acude para informarse o entretenerse a los portales de noticias generalistas, a los medios sociales o a las distintas plataformas de vídeo.

Destaca en este último caso la irrupción de las OTTs. Según Fortune Business Insights, el mercado mundial continuará creciendo hasta alcanzar un volumen de 86.800 millones de dólares en 2026 (muy lejos de los 30.230 de 2018). El estudio destaca que el crecimiento está liderado, de manera relevante, por un número creciente de usuarios de smartphones en todo el mundo (a finales de 2018 el consumo de vídeo OTT en teléfonos móviles era un 47,5% del total, porcentaje incrementado notablemente con el confinamiento).

Adelantado y pionero en este ámbito tenemos al estadounidense Steven Soderbergh, uno de los directores de cine más reconocidos, autor de películas como Sex, Lies, and Videotape, Erin Brockovich, Ocean’s Eleven o Traffic, por la que ganó el Óscar al mejor director en 2000. Sus dos últimas películas las ha rodado con un smartphone, en 2018 Unsane con un iPhone 7 Plus y en 2019 High Flying Bird, en colaboración con Apple y distribuida por Netflix.

Equipo de smartphone, soporte y microfonía para el periodismo móvil (MoJo, en sus siglas en inglés) (Foto: RTVE)

Dispositivos móviles en RTVE

A mediados de la pasada década redactores, cámaras y realizadores de RTVE del centros territoriales de Extremadura y de Sant Cugat (el Centro de Producción de RTVE en Cataluña), comenzaron a experimentar con las posibilidades que podían tener para nosotros el uso de dispositivos móviles por su inmediatez, versatilidad, capacidad para dotar de contenidos audiovisuales o de texto a televisión, radio, web y redes sociales.

Para dar forma a estas experiencias en 2016 RTVE y la Universidad Autónoma de Barcelona crearon la cátedra para la innovación de los informativos en la sociedad digital, que tiene su origen en el Observatorio para la Innovación de los Informativos en la Sociedad Digital, Oi2, creado por RTVE, la UAB y la Universidad CEU San Pablo en septiembre de 2015 para observar las narrativas informativas y reflexionar sobre los soportes, los formatos y la evolución de las tecnologías. Ese mismo 2016 se organizaron en Barcelona las Jornadas “Training of trainers: Media Literacy and Humans Rights, Mobile Journalism”, sobre Periodismo Móvil (MoJo, Mobile Journalism) y Derechos Humanos.

En esta nueva década las experiencias de equipos, flujos, etc. se mantienen dentro del ámbito de Innovación y se tiene a los centros territoriales de Castilla la Mancha, Extremadura y Valencia como referencia para las distintas pruebas. Hay actualmente unos 110 dispositivos considerados MoJo (teléfonos IPhone, teléfonos Android, Ipads y cámaras Mevo) asignados en distintos centros territoriales, de Informativos, Programas, Digital, RNE, Innovación, Comunicación o Cámaras de Informativos de Torrespaña (Madrid).

Están destinados en su mayoría a proporcionar más contenidos audiovisuales en Redes y Web y para apoyar a las coberturas convencionales audiovisuales, a las que no pretenden sustituir. Valgan como ejemplos los casos de Castilla la Mancha, que solo en el último trimestre de 2019 elaboraron más de 800 contenidos para Redes o Radio3, con su “Zona Extra” o “Es Otro Programa Millennial”, entre otros formatos.

Grabación de una pieza de periodismo móvil (MoJo) (Foto: RTVE)Su utilidad, y la experiencia adquirida, han servido también para aportar imágenes y testimonios de la pandemia en distintos espacios de RTVE. Para compartir el conocimiento un grupo de redactores, cámaras, realizadores y técnicos que trabajan y dan formación de estos medios han elaborado un manual básico para coberturas con dispositivos móviles en tiempos de pandemia, un texto recogido en una publicación del Instituto RTVE. También se están realizando cursos online básicos, y voluntarios, para los trabajadores que están en sus domicilios. La formación habitual está abierta a todos los profesionales de la Corporación, ya sean redactores, cámaras, productores, realizadores, etcétera. También se ofertan cursos abiertos para instituciones y público general.

Estos años de pruebas y el uso real nos ha demostrado que las tecnologías móviles no restan ni eliminan puestos de trabajo. Son complementarias, multiplicadoras, transversales, integradoras y de oportunidad informativa.

Permiten complementar a los equipos disponibles, a los que no sustituirán. Permiten dar más contenido a las acciones en Redes, Web y mejorar y “vender” los contenidos que se emiten en canales de Radio y TV tradicionales. Permiten contar con imágenes y audio si no hay cámaras, dando una oportunidad informativa hasta que lleguen los medios convencionales (atentados, accidentes, desastres naturales, etc.). Permiten desde un solo dispositivo mandar material a Redes, Web, Radio y TV eliminando barreras, como las tecnológicas, dentro de RTVE.

Remarcamos que es una herramienta complementaria, que tiene múltiples ventajas: bajo coste, ligero, rápido, da contenido a múltiples destinos o plataformas, discreto, permite trabajar video hasta 4K, ofrece señal en directo, es una herramienta fundamental para Redes Sociales, permite mayor cobertura de noticias locales, etc. Si alguien es testigo de un hecho noticioso imprevisible, y tiene conocimientos y un móvil decente, se puede disponer de esas imágenes para contarlo y, puestos a usarlo, mejor que se haga en buenas condiciones. Como ya han demostrado Soderbergh y muchos profesionales de RTVE, la historia y la capacidad profesional están por encima de la tecnología.

La voz, llave de acceso

Teléfonos, relojes, altavoces, vehículos… vivimos rodeados de micrófonos y asistentes virtuales tan conocidos como Alexa, Siri o Cortana, que nos ponen en contacto a través de nuestra voz con todas las posibilidades que nos ofrece el mundo digital: hacer la compra, pedir información de tráfico o una dirección, resolver una duda, obtener un dato, que nos ofrezca las últimas noticias, activar la domótica de nuestros hogares o gestionar la agenda.

Estudios realizados por consultoras especializadas en tecnología y estrategia como Gartner o Search Engine Watch estiman que en este 2020 cerca del 50% de todas las búsquedas en Internet se basarán en la voz y que el 30% de todas ellas se harán mediante un dispositivo sin pantalla, cifras similares a los estudios realizados por Comscore, compañía de investigación de marketing digital. Si hablamos de nuestro país la agencia de medios OMD, en su último informe The Retail Revolution, sostiene que el uso de asistentes de voz ha superado a la música en streaming, que un 69% de la población utiliza esta tecnología y que los altavoces o asistentes inteligentes están presentes en un 35% de los hogares.

Gracias a ellos no solo podemos hacer compras, saber qué tiempo hará, reproducir música o series y películas simplemente usando la voz. Tienen además aplicaciones muy interesantes para personas mayores, con movilidad reducida o discapacidad al ponerles en contacto con sus familias, con servicios médicos y asistenciales o para que estén “conectadas” con el mundo que les rodea y al que les es difícil llegar. En muchas empresas los asistentes virtuales y otros agentes conversacionales, los chatbots, resolverán tareas como la atención al cliente o apoyarán a los empleados para que mejore el desempeño de su trabajo, como ya puede verse en algunos entornos sanitarios en los que apoyan al cuidado de personas.

Comunicar y personalizar son las dos principales ventajas que pueden obtener los medios. En el primer caso optimiza el tiempo, al ser más rápida la entrega de la información o contenido deseado que tecleando la búsqueda y, además, permite hacer otras tareas mientras se pide o se escucha o ve lo que se quiera en una smart TV, smartphones, tablets…

A medida que los diferentes asistentes evolucionen en prestaciones y se vuelvan más comunes, la manera en la que consumimos las noticias cambiará y se segmentará aún más entre los diferentes grupos de edad. La velocidad y la comodidad de uso serán esenciales ya que hay muchas otras ofertas y posibilidades que competirán por el tiempo/atención que dedica el usuario a su smartphone. La navegación, tal como la conocemos, se reducirá y comenzará a ser algo anticuado. En su lugar un asistente de IA nos proporcionará experiencias personalizadas en contenido y formato, sobre todo audio en nuestros auriculares, en lugar de texto al que tengamos que dedicar atención en una pantalla.

En 2017 la BBC lanzó su primera herramienta de voz completa para Alexa para ofrecer un resumen de noticias. En la actualidad está desarrollando su propio asistente, “Beeb”, en homenaje al apodo que se usa en Reino Unido para referirse a la BBC. RTVE lanzó en 2018 sus primeras aplicaciones para Alexa. El Telediario en 4 minutos es la aplicación de noticias instalada por defecto en todos los dispositivos que se vendan en España, aunque los usuarios también pueden tener acceso a La 2 Noticias, Operación Triunfo, Los cuentos de Clan, Los Lunnis de Leyenda, RNE en directo, a sus boletines informativos, Radio Clásica, Radio 3 y Radio 5.

Con la presencia en estos nuevos dispositivos RTVE se adapta a la nueva realidad de consumo y cumple con su misión de servicio público al poder llegar a través de otros canales al mayor número posible de hogares.

El español y la ética

Para los clásicos la palabra era materia y espíritu. Hoy las palabras son incontables unos y ceros viajando a velocidades vertiginosas por el mundo digital o grandes bases de datos que alimentan el insaciable conocimiento de los algoritmos. Nos corresponde velar y defender, como país, como ciudadanos y como medios públicos y privados, un bien único para nosotros: el idioma español.

Es estratégico por su extensión, por su legado cultural y por su repercusión económica. Con cerca de 450 millones de hablantes en el mundo, principalmente en Hispanoamérica, España y Estados Unidos, es (tras el chino mandarín) la segunda lengua más hablada del mundo por el número de personas que la tienen como lengua materna. La cantidad de hablantes supera los 500 millones si se cuenta a aquellos que la aprendieron como lengua extranjera. Es oficial en 21 países y uno de los seis idiomas oficiales de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), al igual que en otras organizaciones internacionales como la Unión Europea (UE), Unión Africana (UA), Organización de Estados Americanos (OEA), Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) o las deportivas FIFA (Federación Internacional de Fútbol) o FIBA (Federación Internacional de Baloncesto), entre otras.

Además, según los datos del Instituto Cervantes, en su informe El español, una lengua viva, es el segundo idioma en comunicación internacional con cerca de un 8% de la población, el segundo más estudiado del planeta y el que más crece en el mundo, al igual que su peso político en países como Estados Unidos, Alemania o Reino Unido, tal como se recoge en el análisis El español como lengua universal del Real Instituto Elcano.

En Internet, después del inglés y el chino mandarín, es la lengua más utilizada teniendo en cuenta los registros de Internet WorldStats y es el segundo idioma en Wikipedia por número de consultas, como también lo es en Facebook, Linkedin y Twitter, según datos propios de las tres plataformas. Por la buena salud de nuestro idioma, su valor, importancia social y cultural velan las distintas Academias de la Lengua Española, el Instituto Cervantes o diferentes instituciones públicas y privadas. Mantener frente a las grandes empresas tecnológicas estadounidenses y chinas su buen uso y su importancia económica en el mundo, un 7%del PIB mundial, como dice la frase: “es cosa de todos (nosotros)”.

La ética como referente

Durante mucho tiempo hemos confiado, inadvertidamente, en la inocencia de nuestros teléfonos; en la discreción de los micrófonos y cámaras que nos rodean en nuestra vida cotidiana (ordenadores o asistentes, por ejemplo); en la bondad de las aplicaciones que instalamos en nuestros dispositivos…

Con la llegada de los teléfonos móviles inteligentes, y dispositivos similares conectados, comenzamos voluntariamente a regalar todos nuestros datos personales (ubicación, contactos, dónde nos movemos, dónde estamos, qué nos gusta, qué compramos, etc.), en muchos casos incluso llegando a pagar por tener determinadas aplicaciones o acceso a determinadas webs.

Cuando nos movemos por las calles cada vez son más las cámaras que no siguen y “reconocen”. Aunque no queramos somos escuchados porque las máquinas están pensadas para ayudarnos de manera que “aprendan” nuestros idiomas, cómo nos expresarnos, nuestros hábitos y preferencias.

Las grandes tecnológicas y la mayor parte de las empresas han encontrado en nuestros datos un activo de un valor incalculable, el petróleo del siglo XXI, y se dedican a cosecharlos, analizarlos y explotarlos comercialmente generando tanta riqueza que, de las diez empresas más grandes del mundo, siete son tecnológicas (Apple, Microsoft, Amazon, Alphabet de Google, Facebook, Alibaba y Tencent). Tal es el mercado que, según varios estudios analizados por la Universidad Oberta de Cataluña (UOC), por 870 euros es posible comprar en la Dark Web los datos financieros y los de los perfiles en redes sociales de una persona.

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha propuesto que los Derechos Humanos se adapten a la era digital porque muchas de las nuevas tecnologías pueden utilizarse para la extorsión y violar la privacidad de los individuos. En octubre de 2019, Michelle Bachelet, Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, planteó la posible regulación del ciberespacio y la inteligencia artificial para evitar que se conviertan en “un agujero negro en materia de derechos humanos”. Éstos son el único contrato que une a todas las personas, independientemente de su género, raza, credo, etc. y los Principios Rectores de la ONU sobre las Empresas y los Derechos Humanos se plantean como la base mínima de regulación, aunque instituciones y empresas como Amnistía Internacional, Human Rights Watch, la Fundación Wikipedia o Access Now han firmado la Declaración de Toronto, un conjunto de principios que pretende que los Derechos Humanos sean el referente en el desarrollo y la aplicación de tecnologías de aprendizaje automático.

La identidad, la autonomía y los datos tanto de individuos como de instituciones, incluso naciones, están amenazadas por el fácil acceso a sus datos y por las regulaciones “difusas”. Después del desastre de Cambridge Analytica y del creciente uso indiscriminado de big data para explotar comercialmente datos privados. La ONU, el pasado año, ya elaboró su Estudio preliminar sobre los aspectos técnicos y jurídicos relativos a la conveniencia de disponer de un instrumento normativo sobre la ética de la inteligencia artificial, mientras que en Europa el derecho a la privacidad del usuario se ha convertido en una prioridad y más si se habla del uso que hacen de ella las grandes empresas tecnológicas estadounidenses (buscan maximizar el beneficio económico) y chinas (centradas en el control y la vigilancia).

Estas últimas, además, tienen un enorme respaldo del Gobierno de Pekín, enormes cantidades de recursos humanos y económicos, apenas cuentan con restricciones en el uso de datos, han logrado enormes avances tecnológicos y para competir globalmente funciona el “vale todo”. La Comisión Europea trabaja desde hace años con expertos para crear reglas para el desarrollo ético de tecnologías como la Inteligencia Artificial y preservar los derechos de los ciudadanos a través de mecanismos como el GDPR (Reglamento General de Protección de Datos de la UE). Por su parte el Comité Europeo de Protección de Datos (CEPD) considera que los datos personales son un derecho fundamental y se ha mostrado contrario a su comercialización.

Además del respeto y cumplimiento normativo, cada vez más extenso y preciso, se demanda desde las instituciones y la sociedad un enfoque ético que ponga a la persona, al individuo y a la sociedad en primer lugar y que el uso de los datos privados quede claramente protegido por líneas rojas. En su informe sobre El verdadero valor de la privacidad digital la empresa de seguridad informática Kaspersky afirma que el 41% de los españoles estaría dispuesto a darse de baja de las redes sociales para garantizar la privacidad y la seguridad de sus datos. Esta gestión de la privacidad y el aumento exponencial en el uso de la IA plantea, a los medios, cuestiones que afectarán a nuestra actividad y relación con nuestros espectadores, oyentes o lectores y de ellas, la ética, será determinante.

Y en esta búsqueda de la diferencia entre el bien el mal la ética, junto a la deontología, supone para los medios recorrer el largo camino para que un contenido sea considerado correcto desde que se produce y hay que decidir qué es noticia, cómo se cubre, cómo se distribuye, etc. Debe ser un marco, común y conocido por todos, que debe aplicarse a todas las áreas y contenidos de un medio. La IA, y los algoritmos, son creaciones humanas pensadas para resolver necesidades humanas y, como tal, tienen los mismos defectos y virtudes que sus creadores, excepto una gran excepción y la diferencia: la “humanidad” y sus peculiaridades, como la conciencia, sensibilidad, emociones, empatía, ironía, imprevisibilidad o el mal humor de los lunes por la mañana, entre muchas otras que nos hacen únicos.

Las máquinas son muy inteligentes y pueden hacer muchas cosas, pero (de momento) solo resuelven problemas específicos para lo que han sido inventadas, como la gestión de grandes bancos de datos, en los que la máquina supera al ser humano. Necesitan datos (de calidad), entrenamiento, experiencia, ser corregidas y orientadas.

Por ello, ¿cómo debemos actuar o qué debemos pedir a nuestras Inteligencias Artificiales? Que trabajen con datos y resultados que no tengan brechas ni sesgos (sexo, raza, etc.), que aseguren la igualdad o la no discriminación, imparciales, que carezcan de prejuicios, que sean transparentes, confiables, abiertas, accesibles, plurales, honestas, robustas tecnológicamente, que respeten la privacidad y que estén centradas en el bienestar de los seres humanos y que sean éstos el filtro, a los que rindan cuentas y los responsables del aprendizaje de las máquinas. No hay que olvidar que la IA es una herramienta y los humanos dueños de este gran avance tecnológico.

En la actualidad la IA en los medios de comunicación permite complementar a los periodistas, no les sustituye pese a que ya tengamos disponibles textos generados por algoritmos de los que, y va pregunta ética, ¿quién es el autor? La Organización Internacional de Propiedad Intelectual considera que solo deben protegerse por ley y con derechos de autor las creaciones humanas, pero China ya ha protegido con copyright, mediante sentencia judicial, un artículo económico escrito por la herramienta de IA Dreamwriter del gigante tecnológico Tencent.

Otro enfoque es el recogido en la legislación del Reino Unido, de las pocas que trata esta cuestión en su ordenamiento, y que considera que las creaciones hechas con IA son susceptibles de protección y que la titularidad de los derechos pertenece a quiénes crearon a la máquina/IA o logaritmo, bien sea una persona o grupo de ellas o bien sea un ente físico o jurídico.

Sostenibilidad, marca cotizada

Las cuestiones tecnológicas y de contenido que se han planteado hasta el momento requieren, por demanda social y pura lógica empresarial, que sean “sostenibles” y que lo sean en términos medioambientales, económicos, sociales… Muchas organizaciones tienen ya como prioridad estratégica y de imagen de marca la reducción de su huella de carbono para rebajar el impacto en lo que conocemos como “Emergencia Climática”. Los modelos empresariales, apoyados por las tecnologías disponibles, están transformando las estructuras, los modos de trabajar o la manera en la que empresas y usuarios se comunican dando paso a la deslocalización, a los horarios flexibles, al teletrabajo o al trabajo colaborativo frente a las jornadas cerradas y fijas de presentismo en la oficina con sus conocidos atascos de entrada y salida cargados de contaminación y pérdida de tiempo.

La necesidad de dar respuestas a crisis como el coronavirus, las exigencias empresariales, la adaptación a las conciliaciones o sumarse a los objetivos de desarrollo sostenible propuestos por la ONU en 2015, permitirán que en el futuro próximo las oficinas convencionales den paso a espacios de trabajo digitales, en la nube o virtuales en los que, con prácticas, herramientas y tecnologías ya disponibles, será posible mantener la actual productividad y los puestos de trabajo.

Pero todo tiene un pero. Podremos dejar de contaminar con nuestros vehículos, de generar grandes cantidades de residuos o de gastar enormes cantidades de energía climatizando edificios. Pero Internet, la cloud, las comunicaciones en general, no paran de crecer, de procesar, de almacenar y no son gratis ni económicamente, ni medioambientalmente, ni reputacionalmente.

Internet consume ya tres veces más que toda la energía producida globalmente por plantas solares y eólicas. Los centros de datos, unos nueve millones de en todo el mundo y en aumento, son responsables importantes de este gasto. Tan solo los radicados en Estados Unidos suponen el 10% de la factura energética norteamericana. Si hablamos globalmente, suponen un 1% del consumo, el equivalente a 17 millones de hogares (España tiene 18.625.700 según el INE).

Y el consumo energético crece, ya que cada día crece el volumen de datos, se pasa más tiempo conectados, se incrementa la computación en la nube y los archivos que en ella guardamos, aumentan los dispositivos interconectados, proliferan los eSports, los juegos online y las plataformas con contenidos de entretenimiento (especialmente audiovisual), y todo lo queremos ya y las 24 horas de todos los días del año sin errores ni retardos.

No deja de ser entonces paradójico que en el debate de la sostenibilidad se use la Web, redes sociales o servicios de mensajería para convencernos de no usar plástico o de no volar si no es necesario, pero navegar por Internet, ver contenidos de cualquier plataforma, escuchar música, chatear, etc. suponen, tal como se recoge en el estudio realizado por TheShift Project, un 4% de las emisiones de carbono, más que ¡sorpresa! las emisiones de la aviación a nivel mundial (cuando se volaba sin que la pandemia dejase a la mayoría de las flotas en tierra). Tan solo lo que consumimos de video es un 1% de las emisiones mundiales, una cantidad que parece pequeña pero que es equivalente a las emisiones anuales de España de gas de efecto invernadero.

Las soluciones son obligadas, por responsabilidad y coste. La primera es básica, un uso particular y laboral con sentido común, como de cualquier otro recurso. El segundo es una mejor gestión de servidores, redes, hardware, tráfico, etc. Es este ámbito el uso de la Inteligencia Artificial ha permitido ahorros cercanos a un 30%. El tercero, más habitual, es buscar localizaciones en las que la refrigeración de los centros de datos se haga de manera natural y con energía completamente renovable. Las principales compañías, como Microsoft, Google, Amazon, etc. están construyendo en lugares con bajas temperaturas mantenidas como cerca de los polos, minas, criptas, refugios militares bajo tierra o en plantas submarinas.
Ciberseguridad. El riesgo

Estar lejos de la seguridad que proporcionan los muros, físicos y virtuales, de nuestras empresas, ha sido uno de los grandes desafíos del confinamiento y más con el incremento de teletrabajo, videoconferencias y servicios similares. No todo el mundo tiene acceso a conexiones VPN (Red Privada Virtual) o conocimientos informáticos avanzados para evitar ser víctima de una de las dos plagas que han acompañado al coronavirus, los ciberataques (junto a las fake news).

Es recomendable seguir los consejos que nos proporcionen las unidades encargadas de la ciberseguridad o los que facilitan organismos como el Centro Criptológico Nacional, el INCIBE, la Oficina de Seguridad del Internauta o la Agencia Española de Protección de Datos. En la actualidad la vulnerabilidad de la confidencialidad y la integridad de las comunicaciones es, para casi el 90% de las personas, uno de los mayores riesgos a los que deben hacer frente ciudadanos, gobiernos y empresas.

Adware, Spyware, Phishing, Pharming, Spam, Hijacking, Stalkerware, Exploit, Worms… Son distintos instrumentos informáticos diseñados para ciberatacar robando información privada o empresarial, acceder a redes, eliminar bases de datos, extorsionar, ser suplantados, cometer fraudes, causar daños en los sistemas o equipos informáticos atacados, que tomen el control de ellos o impedirnos el acceso a nuestros servicios o herramientas como la cloud, entre otros fines maliciosos e ilegales. Tampoco son ajenos a estas amenazas los dispositivos móviles.

El Centro Criptológico Nacional (CCN-CERT) de España, adscrito al Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y que detectó 36 ciberataques críticos a sistemas informáticos en 2019, ha advertido que las comunicaciones inalámbricas serán uno de los principales objetivos de las ciberamenazas durante este 2020, principalmente con malware y spyware, «cada vez más complejos y sofisticados».

En su último informe de ciberamenazas la compañía española de ciberseguridad Botech ha constatado que los ataques a móviles de “stalkerware” (un software que, oculto en el teléfono, extrae los datos que hay en él), se triplicaron en España durante 2019 y que, en este mismo año, se registraron cerca de 13.000 aplicaciones maliciosas en Google Play y Apple Store, ambas plataformas oficiales de sus respectivos sistema operativos (Android e iOS).

La falta de protección de móviles, tabletas y ordenadores portátiles, algo que ya era notable antes de la crisis, es ahora un riesgo mucho más significativo, tal como se recoge en el reciente análisis Brand Phishing Report 2020 de Check Point, y en el que además señala a la tecnología, banca y medios de comunicación como los principales objetivos.
Conclusiones

En este momento de crisis en la crisis, la global causada por la pandemia y la propia de los medios, miremos hacia nuestro pasado para tomar perspectiva. Los seres humanos, hemos superado desde hace miles de años pestes, gripes, guerras mundiales, tsunamis, hambrunas, desastres nucleares… Los medios de comunicación existimos desde una transformación tan disruptiva como fue la imprenta, que permitió “democratizar” el conocimiento, dando origen a los periódicos, que no desaparecieron con la irrupción de la radio, ni ésta con la disrupción de la televisión, ni ésta con la disrupción del mundo digital…

En resumen, siglos de experiencia nos han acostumbrado a adaptarnos y sobrevivir, es algo que llevamos en nuestro ADN y es lo que nos permite, como especie, seguir poblando el planeta Tierra y pensar en ir siempre un paso más allá, aunque sea fuera de nuestra atmósfera, vengan los coronavirus que vengan y vengan las disrupciones tecnológicas que vengan.

Y cambios habrá. Si tomamos en consideración las declaraciones oficiales del jefe del Estado Mayor de la Defensa, general del Aire Miguel Ángel Villarroya, quien ha dejado claro desde un inicio que la operación militar “Balmis” contra el coronavirus es para él una guerra, no deja de tener razón. Vivimos un conflicto clásico, mundial, en el que afortunadamente no sufrimos la devastación de bienes materiales pero sí un enemigo común que causa víctimas, que altera las sociedades, que obliga a estados de emergencia y confinamiento, que castiga los recursos sanitarios hasta el colapso, que devasta economías y capacidades, que traspasa fronteras, que obliga a las fuerzas armadas a salir a la calle para defendernos.

Y para empeorarlo, su escolta es la modernidad de las guerras híbridas, con las fake news, rumores y mentiras al frente causando estragos, crispación, miedo e incertidumbre; con luchas tectónicas geopolíticas de grandes potencias redefiniendo su espacio de poder; con intereses económicos buscando beneficios en los daños de la pandemia. Y el causante, al menos el que conocemos como Covid-19, no dará tregua hasta que lo derrotemos, entre todos, tanto encontrando una vacuna accesible y universal como impidiendo que las personas, empresas o estados que más han sufrido se queden olvidados cuando vuelva la próxima normalidad.

Vienen tiempos de dudas, pero es el momento de tener presentes las lecciones aprendidas y de pensar en qué vendrá. ¿Ruptura, transformación, redefinición…? Cambio, y acelerado por los efectos del coronavirus. Cambios que pueden transformar la distribución geográfica de la población; el trabajo para ser más flexible y remoto; el progreso tecnológico y científico con esencia ética, racional y humana; el ocio sostenible frente al consumismo como motor económico y salvaguarda medioambiental; la solidaridad internacional para que prevalezcan el bien común… El mañana ya está aquí, imparable e inevitable, y sus efectos están sucediendo, aunque solo empecemos a ser conscientes de toda su extensión y profundidad.

Saadia Zahidi, directora general del Foro Económico Mundial, explica que los trabajos del futuro requerirán habilidades blandas y tecnológicas. Entre las blandas destacan: creatividad, colaboración, habilidades sociales, trabajo en equipo, las relacionadas con áreas como ventas, RRHH, salud o educación. Entre las habilidades tecnológicas destacan la inteligencia artificial, internet de las cosas, computación en la nube, etc.

Los trabajadores del futuro deberán incorporar habilidades digitales y humanas. Randstad considera que la innovación, como consecuencia del imparable avance de la inteligencia artificial o la robótica, entre otras tecnologías, será determinante ya que, el 85% de los trabajos de 2030, aún no se han inventado. Un estudio del Adecco Group Institute concluye que la tecnología traerá consigo beneficios, como que una jornada laboral de 1970 se complete hoy en una hora y media. Conclusiones similares a las mantenidas por el citado Foro Económico Mundial, que predice una transformación profunda del mercado laboral como resultado de la Cuarta Revolución Industrial y el desarrollo de la IA, con una generación neta de 58 millones de puestos de trabajo en 2022.

Desde Accenture, en palabras de su director, Juan Pedro Moreno, se afirma que «el 100% de las empresas que son líderes del mercado utilizan soluciones en Inteligencia Artificial y un 89% el Cloud Computing como un catalizador en la innovación en productos y servicios que antes no podían hacer». En este escenario, nuestro país, según el informe “Tendencias en el entorno laboral 2020: las habilidades del futuro”, elaborado por Udemy for Business, no está mal situado ya que nos encontramos a la cabeza en el aprendizaje de las habilidades tecnológicas demandadas, como cuarto país europeo y noveno a nivel mundial.

Los medios de comunicación no son ajenos y ya viven lo que podría ser o cómo podría ser su futuro. ¿Desaparecerán trabajos? Seguramente. ¿Se crearán nuevos? Definitivamente, entre muchos otros expertos en experiencia del usuario, nuevas narrativas (gráficos, vídeo y periodismo de datos), Cloud Computing, impresión 3D y 4D, nanotecnología, robótica, Deep Learning, CMS, movilidad, IoT, Big Data, minería de datos, segmentación de audiencias, Machine Learning, Blockchain, lingüista especializado, diseñador gráfico de realidad virtual/aumentada/mixta… Accenture, en su “Tech Vision 2020: ¿Está tu empresa preparada para resistir el choque tecnológico?”, considera que el reto clave en la próxima década será superar el choque tecnológico, más aún cuando el 52% de los consumidores cree que la tecnología tiene un papel fundamental o está arraigada en casi todos los aspectos de su vida cotidiana.

La Covid-19 ha disparado la demanda de información veraz y contrastada frente al rumor, la mentira y la desinformación automatizada. Las medidas de confinamiento han disparado a su vez el consumo de medios convencionales, digitales y plataformas bajo demanda aunque, sin embargo, la inversión en publicidad ha caído, lo que podría suponer un nuevo golpe, devastador, para los medios de comunicación. En esta pandemia la dificultad y el reto, pero también la oportunidad, ha sido la necesidad de trabajar de forma remota, algo hasta ahora poco habitual y que se ha logrado gracias a la tecnología y los medios ya disponibles para hacer noticias o entretenimiento para televisión, radio, redes o Web.

Al igual que ha pasado en casi todos los medios públicos y privados españoles, en RTVE, en otros miembros de la Unión Europea de Radiodifusión (EBU) y en la casi totalidad del mundo, se han tenido que utilizar nuevas tecnologías y desarrollar y perfeccionar nuevos flujos de trabajo, muchos basados en estructuras distribuidas y descentralizadas (los hogares de los trabajadores), para poder seguir ofreciendo contenidos a sus audiencias.

En este contexto, tan importante será definir qué queremos hacer como aquello que debemos dejar de hacer. David Caswell, gerente ejecutivo de productos de BBC News Labs, apuesta por la “innovación existencial” frente a la “ordinaria” y a corto plazo (mejorar los medios disponibles como respuesta a la competencia, las expectativas cambiantes de los clientes, la regulación y los desarrollos tecnológicos), en una transición que debe llevarnos a un futuro sostenible en el que los valores periodísticos y el juicio editorial humano serán, todavía, la pauta a seguir.

La llegada de nuevas tecnologías como el 5G, Cloud, las «realidades» (aumentadas, virtuales…) o la Inteligencia Artificial, entre otros, serán las herramientas que van a transformar y definir cómo serán los medios de comunicación en un futuro no muy lejano, casi presente. Conocer sus posibilidades de uso, aplicarlas en nuestros flujos de trabajo de la manera más conveniente o decidir qué se quiere hacer con ellas nos permitirá ser competidores en el mercado y no estar, irremediablemente, fuera de él y de la realidad de la sociedad que llegará con estas disrupciones tecnológicas. Tenemos la gran oportunidad y capacidad de decidir qué y cómo queremos ser. Seguro que mejores, está en nuestras manos.