31 Julio 2019.
Foto: FreePik.
Por: John M. Ackerman /RT.
¡Otra vez lo hizo ese López Obrador! ¡Se atrevió a expresar su opinión sobre un medio de comunicación! ¡Qué autoritario! ¡Se va a acabar el mundo!
La semana pasada, el presidente Andrés Manuel López Obrador hizo un llamado a favor del periodismo con compromiso social, un periodismo que no solamente analiza la realidad, sino que también toma partido y le apuesta a la transformación del país, siguiendo los ejemplos de Francisco Zarco, de los hermanos Flores Magón y de muchos más.
Ojo, López Obrador no tomó absolutamente ninguna acción en contra de periodista o medio alguno: simplemente, expresó su opinión.
«¡Censura!», gritaron algunos. «¡Dictador!», exclamaron otros.
Los medios deben tener rienda suelta para criticar al presidente, pero el presidente no puede opinar sobre los medios es, al parecer, la extraña lógica de algunos periodistas.
Para mis amigos, la libertad de expresión; para mis enemigos, el silencio y la mordaza.
Y dicen defender la democracia, ¿eh?
El diferendo es ideológico en el fondo. Con enorme soberbia, algunos periodistas insisten en imponer a los demás su particular visión neoliberal de que es y no es el periodismo.
Dicen que la única prensa que vale la pena es la que se mantiene «neutral» y es «crítica del poder» y que los demás serían «propagandistas».
¡Nada más falso!
Los medios de comunicación no bajaron del cielo junto con los ángeles, sino que son empresas que se dedican a vender información.
Los medios tienen dueños. Pueden ser privados, públicos o de la sociedad civil, pero ninguno es plenamente independiente o puro.
Todos, absolutamente todos, tienen algún sesgo. Hay medios conservadores, liberales, de izquierda y de derecha. La pluralidad y el debate entre diferentes posturas y la transparencia de las orientaciones de cada quien fortalecen la democracia y nuestro derecho a saber.
También es importante recordar que ‘el poder’ está en todas partes: en la bolsa de valores, en la sociedad civil, en las grandes empresas, en las comunidades indígenas, en Washington y en Palacio Nacional.
Lo importante, entonces, no es ‘criticar al poder’ a secas, sino escoger bien a qué poder dirigir las necesarias críticas.
La neutralidad no existe y es imposible ser independiente del poder como tal.
Hay que tomar postura, ser honestos y comprometernos con las causas sociales.
¿Qué causa es la tuya?