19 mayo 2020 –
Tomado de: Michael Levenson, Tara Parker-Pope y
Una nación inquieta se pregunta: ¿Es seguro pasear por la playa durante una pandemia mortal? ¿Qué tal un picnic en el parque? ¿O un café con un amigo en una mesa al aire libre? El peligro está en los detalles.
El clima más cálido en todo Estados Unidos evoca imágenes de un verano desenfadado: días de campo en los parques, nadar en el mar, fuegos artificiales el día de la Independencia. Pero en estos momentos no existe la sensación de desenfado.
Conforme algunos estados de Estados Unidos empiezan a relajar las restricciones destinadas a combatir la pandemia del coronavirus, hasta las actividades más sencillas en el exterior parecen cargadas de miles de preguntas y valoraciones.
¿Es seguro reunirse con amigos en el parque, siempre y cuando permanezcan a dos metros de distancia al otro lado de la manta de picnic? ¿Y qué tal una hamburguesa y una cerveza en un restaurante al aire libre? ¿Qué tanto riesgo hay en una ida a la playa o a una piscina con los niños?
La buena noticia es que en entrevistas existe un consenso cada vez mayor entre los expertos acerca de que, si los estadounidenses van a salir de casa, es más seguro estar al aire libre que en la oficina o en un centro comercial. Si hay aire puro y más espacio entre la gente, el riesgo disminuye.
No obstante, los expertos también manifestaron que se debe tener un cuidado especial con respecto a las comidas al aire libre, el uso de los vestidores en las piscinas y las multitudes en algunos sitios como las playas. Aunque pasar tiempo en el exterior puede ayudar a que la gente soporte la tensión de la cuarentena, existe el riesgo de que baje la guardia o se reúna con personas que puedan representar algún riesgo.
“Creo que estar en el exterior es importante para la salud”, señaló Julia L. Marcus, epidemióloga y profesora adjunta en la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard. “Sabemos que estar al aire libre representa un riesgo menor que permanecer en interiores en cuanto a la transmisión del coronavirus. Creo que es casi necesario estar al aire libre un fin de semana soleado, pero también pienso que se deben tomar ciertas medidas para reducir el riesgo”.
Aunque muchas de las atracciones predilectas de la temporada al aire libre, como los parques de diversiones de Disney, el festival de Coachella Valley en California y el Free Shakespeare in the Park en Nueva York, están cerradas o suspendidas, los gobernadores del país han estado abriendo los campos de golf, las rutas de senderismo y las playas, con la esperanza de devolverles a los estadounidenses inquietos cierta sensación de un verano común y corriente.
Algunos parques permanecen cerrados, incluyendo los parquecitos urbanos, como el de Ellis Island, y los parques gigantescos, como el Parque Nacional de Árboles de Josué. Pero el Parque Nacional de Yellowstone volverá a abrir con algunas restricciones, y el Parque Nacional del Gran Cañón abrió la entrada del borde sur recientemente. Las playas del condado de Los Ángeles ya reabrieron, pero no para asolearse. Solo se permite realizar actividades físicas como trotar, nadar y surfear.
Incluso en la región de Nueva York, que fue tan afectada, se relajarán algunas restricciones. En Connecticut, se pretende dar autorización para que las personas se sienten en los restaurantes al aire libre y se abran las exhibiciones en exteriores de los zoológicos. Nueva Jersey, Nueva York, Delaware y Connecticut abrirán las playas estatales el fin de semana del Día de los Caídos solo al 50 por ciento de su capacidad. Pero las playas y las piscinas de la ciudad de Nueva York permanecerán cerradas.
“Creo que en casi todos los casos es mucho mejor estar al aire libre que en interiores”, dijo Linsey Marr, experta en aerosoles y profesora de Ingeniería en el Instituto Politécnico y Universidad Estatal de Virginia. “En el exterior las cosas se diluyen. Creo que el riesgo es muy bajo, siempre y cuando se mantenga una distancia de dos metros”.
La vida en una pandemia es más segura al aire libre, en parte debido a que hasta un viento leve disminuirá con rapidez la concentración del virus. Si hay una persona enferma, el viento esparcirá el virus y tal vez exponga a las personas que estén cerca, pero en cantidades más pequeñas, lo cual tiene menos probabilidades de ser perjudicial.
“La carga viral es importante”, señaló Eugene Chudnovsky, físico del Centro de Graduados del Colegio Lehman de la Universidad de la Ciudad de Nueva York. “Un solo virus no enfermará a nadie; el sistema inmunitario de inmediato lo destruirá. Creemos que se necesitan de cientos a miles de virus SARS-CoV-2 para aniquilar la respuesta inmune”.
Aunque es bajo el riesgo de transmisión al aire libre, esta sí puede ocurrir. En un estudio de más de 7300 personas enfermas en China, solo una se contagió en el exterior. En ese caso, un hombre de 27 años estuvo conversando al aire libre con un viajero que acababa de regresar de Wuhan. Siete días después, empezó a tener los primeros síntomas de COVID-19.
“El riesgo es menor en exteriores, pero también existe”, afirmó Shan Soe-lin, catedrática del Instituto Jackson para Asuntos Globales. “Y creo que si dos personas permanecen juntas en un mismo sitio durante mucho tiempo, como por ejemplo sobre un tapete de playa, el riesgo es mayor que si estuvieran caminando o pasando una al lado de la otra”.
En un estudio reciente se descubrió que, tan solo al estar hablando, expulsamos miles de gotículas que pueden permanecer suspendidas en el aire durante catorce minutos. Pero el riesgo de inhalarlas es menor al aire libre.
Para muchos estadounidenses que han estado tensos en casa durante meses, parece que las opciones más seguras en estos días son los parques y los senderos en espacios muy abiertos.
Kate Wathall, reportera y productora de televisión de Los Ángeles, realizó su primera caminata en semanas en domingo, un día después de que los senderos locales reabrieran. Condujo una hora hasta el sendero de Canyon Falls en Tujunga, evitando los senderos más populares en la ciudad.
“Fue como volver a la vida normal”, dijo. “Obviamente, no lo es. Pero es fue un día en que olvidé lo que está pasando”.
El jueves 14 de mayo, en el Memorial Park de Maplewood, Nueva Jersey, Gabriella Gabriel, de 22 años, estaba haciendo ejercicio con su amiga Candace Brodie, también de 22 años, en unos tapetes que pusieron sobre el césped a unos cuantos metros de distancia.
“La gente está dispersa y no hay manera de que alguien esté muy cerca de mí”, dijo Gabriel. “Pero en una piscina o en la playa todos están amontonados… demasiado cerca para sentirse a gusto”.
Los expertos coincidieron en que el riesgo de nadar en piscinas, lagos o el mar no se encuentra en el agua, sino en la exposición a las personas que están dentro del agua o cerca de ella.
“En mi opinión, la exposición al agua de una piscina, al agua dulce de un lago o de un río, o al agua del mar representaría un riesgo muy bajo de transmisión incluso sin dilución (lo que reduciría todavía más el riesgo)”, señaló Rasmussen en un correo electrónico. “Tal vez el riesgo mayor de las actividades acuáticas en el verano sean las multitudes: un vestidor, un muelle o una playa abarrotados, en especial si se añade un distanciamiento físico escaso o una proximidad prolongada con los demás. Así, la procedencia más concentrada del virus en un entorno será de las personas que se quedan a la orilla de la piscina, no de las que están dentro de ella”.
Los expertos afirman que una persona que pasa caminando, trotando o en bicicleta durante unos cuantos segundos no es motivo de mayor preocupación. Pero recomiendan a quienes trotan que, si van a pasar cerca de otras personas, usen una mascarilla o un paliacate. Es más preocupante que, en un día de campo, alguien coloque una manta sin respetar el perímetro de los dos metros de distancia y que pretenda quedarse mucho tiempo. Hay que tratar de evitar los enfrentamientos. Eso solo incrementa el riesgo a la exposición. Es posible que esos conflictos aumentarán cuando más personas salgan.
“Si alguien está demasiado cerca y no usa una mascarilla y no te sientes seguro, en lugar de gritarles, simplemente di: ‘Necesito espacio, por favor’”, dijo Marcus.
Para las familias con niños pequeños, explorar al aire libre puede producir una ansiedad especial.
Gabriel dijo que su hermano, que tiene seis años, quería ir al parque, pero su madre no lo permitió. A ella le preocupa que el virus permanezca en las resbaladeras y en los columpios y también el misterioso síndrome inflamatorio relacionado con el virus que ha enfermado y matando a algunos niños.
“Es difícil de entender para un niño”, dijo Gabriel. “Por lo menos nosotros nos podemos quedar a dos metros. No le puedes decir eso a niño pequeño”.
Uno de los retos de las ciudades con una gran densidad de población es que haya dos metros que puedan reclamarse como propios en un sendero para correr o en una ciclovía. Podría parecer que una cafetería al aire libre es segura, hasta que la gente comienza a caminar por la acera sin cubrebocas.
Algunas ciudades, incluyendo Nueva York, Boston, Minneapolis y Oakland, California, han cerrado las calles al tránsito vehicular, lo que le brinda espacio a la gente para que se separe. Otras han ampliado las aceras con el fin de que exista un área más grande para los peatones y las mesas al aire libre.
Incluso en el exterior, hay un riesgo de contraer el virus al tocar una superficie contaminada —el menú de un restaurante, el banco de un parque o una silla de jardín— y después tocarse la cara. Los estudios han demostrado que el virus puede durar tres días en superficies duras como el acero y el plástico, y aproximadamente 24 horas en cartón, en condiciones de laboratorio. El virus también es más estable en el calor y la humedad que muchos otros virus.
Según el doctor Chudnovsky, un día soleado es mejor que un día nublado, porque hay más luz solar para matar el virus y más viento para diluirlo. Si quieres tomar precauciones extremas, colócate contra el viento de otras personas. “Esto puede ser especialmente importante en la playa, donde la gente tiende a pasar mucho tiempo en un solo lugar”, dijo.
Los expertos dijeron que aunque los clientes de los restaurantes al aire libre no pueden usar mascarillas mientras comen, los meseros deberían. El principal riesgo de exposición es si los comensales a unos pocos metros en la mesa no son del mismo hogar. Sentarse y hablar durante largos periodos de tiempo, así como compartir comida y utensilios comunes para servir, también son fuentes potenciales de exposición si uno de los comensales está infectado y no lo sabe.
Los expertos afirman que otra inquietud es que, debido a que los síntomas pueden tardar en aparecer dos semanas después de que una persona se contagia, no hay manera de saber si estamos en la playa o el parque cuando ahí hay un brote local invisible. Esa es otra razón para tomar precauciones.
“Si regresamos a la antigua normalidad y dejamos de aplicar la estrategia de distanciamiento social, será como una bomba de tiempo”, señaló Peter Jüni, epidemiólogo en el Hospital de St. Michael de la Universidad de Toronto. “No se sabe dónde ni cuándo va a explotar”.