24 abril 2020 –
Por: Arturo Guerrero, Socio CPB – El Colombiano.
¿Cómo escribirán sobre el coronavirus los historiadores del futuro? ¿Cómo lo recrearán los poetas y lo cantarán los compositores? Sin duda observarán la rareza del año en que sucedió: el 20-20. Los cabalistas removerán las capas ocultas tras la repetición de estas cifras duales. Y pronunciarán su arcano.
Unos y otros anotarán que el virus paralizó en un instante la parafernalia productiva construida por la humanidad en milenios. Semejante totazo no había pasado ni con las guerras mundiales ni con el alunizaje del Apolo 11 ni con el descubrimiento de América ni con el desplome del imperio romano.
Claro que estos sucesos no son comparables porque son de naturaleza diferente. Pero el “corona” los batió por parejo, pues englobó a 4 mil, de los 7 mil millones que flotaban a bordo de la Tierra en aquel año agorero. ¿Qué pasó con los restantes 3 mil? ¿Acaso no fueron por igual mascados en cuerpo y alma por la pestilencia? Los estadísticos del porvenir proporcionarán al respecto los números de rigor.
Los poetas, en cambio, no necesitan explicar lo que formulan. Así que su lenguaje tomará algo de la oscura selva del Dante, alguna cólera funesta de Homero, alguna sombra oblicua de Aurelio Arturo, la perturbación cuerda de Antonin Artaud. Esquivarán el arqueo de muertos y el lamento de los infectados, porque estas obviedades los harían chapalear en el lugar común.
Más bien apuntarán hacia las viviendas que se volvieron escafandras, las calles convertidas en bandas transportadoras de la nada, las mentes amarradas a pavores progresivos. Entregarán palabras sin reproche, meras estampas del hombre humillado bajo las tormentas de las divinidades, si es que aún existieran las divinidades.
Los analistas de aquí a cien años juzgarán sin piedad el resultado del confinamiento general de los únicos animales que atormentan a sus víctimas, según enseña Brigitte Baptiste. Emitirán un veredicto entre condenatorio y lastimero sobre una raza que debió ser frenada en seco por escuadras biológicas letales.
Y trazarán una marca divisoria en su historia de cuatro millones de años. Del 2020 hacia atrás los hombres se creyeron reyes y usufructuarios de la creación. Del coronavirus en adelante percibieron que no la podían herir ni con el pétalo de una rosa. No por ser creación, sino por ser mujer.