Retomar la bitácora

24 abril 2020.

Por: Gonzalo Silva Rivas, Socio CPB – El Espectador.

Son varios los interrogantes que surgen acerca del comportamiento que tendrá la industria de los viajes después del coronavirus, una vez se empiece a recomponer el escenario mundial. El tiempo de alargue de la pandemia sigue siendo incierto y el punto de partida dependerá de las decisiones que individualmente tomen los gobiernos en materia de apertura de fronteras y de libertad de movilización.

La aviación comercial será la primera protagonista en este proceso de despegue y aunque dentro de algunas semanas posiblemente se reanudarán ciertos vuelos internacionales, la recuperación plena de los viajes tardaría entre año y año y medio, cuando la vacuna curadora haya aparecido y los brotes de la propagación se encuentren controlados. El reinicio de la actividad sería gradual, casi a cuenta gotas, e iría creciendo en la medida en que se minimicen los riesgos sanitarios y se renueve la confianza de los viajeros.

Dentro de una lenta normalización, las aerolíneas que hayan superado la prueba de liquidez pondrían a volar aviones en trayectos estratégicos para atender la demanda que, en principio, estaría alimentada por segmentos de pasajeros claramente definidos: los VFR (Visiting friends and relatives) y los de negocios. Es decir, que esta primera ola de servicio sería dinamizada por viajeros que regresen a sitios de residencia por asuntos de estudio o de trabajo o de reencuentro con familiares o amigos, y los corporativos que requieran participar en actividades presenciales.

Los viajes de ocio y vacaciones, en cambio, tomarían más tiempo en aparecer y su participación estaría centrada preferencialmente en conexiones domésticas, antes que en internacionales.

En varios países se perfila el final de mayo e inicio de junio como un probable período para el reinicio de operaciones. En Europa, por ejemplo, operadores y aerolíneas hacen cuentas de que el 78 por ciento de los viajeros planean reanudar los viajes a partir de entonces, mientras en Colombia el presidente Duque advierte que los vuelos internacionales mantendrán la restricción en tanto dure la emergencia sanitaria. Un análisis de Aviatur plantea que la gente priorizará sus visitas a fincas o pueblos cercanos, a los que pueda desplazarse a través de transporte terrestre, preferencialmente en vehículos privados.

Pero el futuro de la industria de los viajes no estaría exento de obligados cambios y de probables tendencias para el corto y mediano plazo, resultado de la pandemia. Una novedad que afectaría los ingresos de la aviación comercial sería la progresiva reducción de los viajes de negocios a raíz de la irrupción de las videoconferencias, modalidad que se empieza a integrar en las empresas dentro de sus nuevas dinámicas de trabajo. La implementación de la tecnología les permite reducir gastos y ahorrar dinero y, por ahora, sortear los quebrantos financieros que está dejando la parálisis.

Un informe interno de JetBlue estima que entre el cinco y el quince por ciento del tráfico de negocios que se movía antes de la llegada del virus estaría en posibilidad de no ser justificado por las compañías, dispuestas a restringir los viajes aéreos que los medios virtuales hagan innecesarios.

La estrechez del mercado aéreo poscoronavirus conllevaría a las aerolíneas a resolver el dilema del costo de los pasajes para el corto plazo. Ante la imposibilidad de retomar los volúmenes de pasajeros previos a la pandemia, algunas aplicarían una política de contracción en el valor de los tiquetes, empujadas por su necesidad de capitalizarse y subsistir. El precio se recuperaría e, incluso, se incrementaría para cerrar la brecha de pérdidas acumuladas, apenas sea sorteada la tormenta.

La baja en las tarifas no puede ser sostenible por largo tiempo, por cuanto las aerolíneas reanudarán operaciones sometidas a una coyuntura de menores ingresos y mayores costos. El retorno de operaciones, seguramente, exigirá el cumplimiento de nuevos protocolos, entre ellos el distanciamiento en los aviones, obligándoseles a volar más vacíos, al dejar espacios aislados entre pasajeros, lo que disminuirá la venta de sillas e implicará reducir la capacidad de ocupación en por lo menos un 33 por ciento. Los límites de la interacción a bordo serían reforzados en algunos casos con la eliminación de servicios de alimentos y bebidas.

Un análisis de Aviatur plantea que cada aeronave deberá permanecer más tiempo en tierra, entre un vuelo y otro, para desarrollar actividades de higiene, limpieza y prevención, protocolos que se traducirán en menor eficiencia de la operación y en mayores costos.

Radiografía semejante se reflejaría en el transporte de cruceros, una industria que también venía en alza y hoy fondea sus barcos alrededor del mundo, estigmatizados por las imágenes de contagios presentadas en algunos de ellos. El pujante sector se alistaba para un aumento sin precedentes en la capacidad de oferta, con la proyección de un 25 por ciento más de cruceros operativos para los próximos siete años, respaldada por una inversión de US$68 mil millones.

Su despegue exigirá resideño de barcos e implementación de medidas sobre buenas prácticas y seguridad sanitaria y dependerá de autorizaciones de embarque y desembarque portuario y de un desafiante trabajo para conquistar viajeros. La estrategia inicial para contrarrestar los altos costos que representa tener parados los barcos y limitar el volumen de pasajeros como medida de distanciamiento social estaría igualmente supeditado a una baja de tarifas.

El sector de los viajes, en consecuencia, enfrenta un escenario adverso, el más negativo en toda la historia de la industria, y deberá potenciar motores, con ayuda de los gobiernos, para esquivar los brotes de una quiebra. Considerando los impactos que se visualizan a escala global, tendrá que replantearse y acomodarse a condiciones diferentes del mercado para volver a oxigenar, retomar la bitácora y aprender a volar así sea con las alas quebradas, o a navegar en mar abierto, con la popa haciendo agua.

Posdata: En un escenario de restricción de viajes por tres meses, la IATA revela que 25 millones de empleos en la aviación y sectores relacionados en el mundo están en riesgo: 11,2 millones en Asia-Pacífico, 5.6 millones en Europa, 2.9 millones en América Latina, 2 millones en América del Norte, 2 millones en África y 900.000 en el Medio Oriente.

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