El Círculo de Periodistas de Bogotá siente profundamente la muerte de quien fuera uno de los más activos de nuestros socios, el periodista y poeta Rogelio Echavarría Múnera, ocurrida este 29 de noviembre, en Bogotá.
Rogelio Echavarría fue uno de los 75 fundadores del Círculo de Periodistas de Bogotá, el 11 de febrero de 1945.
Como un homenaje a este activo y presente transeúnte por la poesía, las letras y el periodismo publicamos ésta semblanza del escritor Alonso Aristizábal, hecha hace tres años, en los 88 años del maestro, nacido en Santa Rosa de Osos, Antioquia en 192. También, la ccarátula del libro El transeúnte paso a paso, con dibujo de Fernando Botero, y una foto con el cronista Felipe González Toledo, su socio en el Magazín Sucesos.
Desde hace varios años, el poeta Rogelio Echavarría ha ido aprendiendo el camino del olvido, mientras repite uno de sus versos, “y si olvidar es nunca haber sabido”.
Por eso va por la calle con una manilla en la que lleva su nombre y el teléfono de la casa. Sin embargo, lejos de parecer una representación trágica, asume su vida con el humor de siempre y dice que no se acordó de tomar la pastilla para la memoria, aunque tiene presente que vamos a ese sitio de nuestros encuentros (el café Oma) y por el que afirma que somos ‘omasexuales’.
El pasado 27 de marzo, el autor de El Transeúnte, uno de los libros de poesía con más ediciones dentro de la literatura colombiana, cumplió 88 años de vida y 75 de haber iniciado la publicación de su única y pausada obra.
Cuando le celebramos los 70 en la Universidad de Antioquia, aclaró que a los poetas no les festejan los años sino los centenarios y que él no aspira a llegar siquiera allá. Entonces, él recordaba que el primer impulsador de su creación poética fue Jorge Gaitán Durán, quien, en La antología de la nueva poesía colombiana (1949), dijo que su poesía está llena a la vez de ingenua frescura y de profundidad humana.
Mueve su lírica por zonas de claridad, pero implicadas de hondos sentimientos de desolación y soledad. Esta extraña mezcla de sombra y de luz, de fantasía y de realidad, de amargura y de simple gozo, integra una poética realmente original.
Mario Rivero, en una dedicatoria de sus Poemas Urbanos (1966), le escribió: “A Rogelio quien con su poesía cotidiana y auténtica, es el precursor de estos poemas”.
Algo similar afirmó Darío Jaramillo cuando dijo, en 1983, que este poeta fue el primero que abrió los ojos a la poesía de lo cotidiano y de la ciudad. Y Fernando Charry Lara sentenció: “En El Transeúnte se reconoce una de las manifestaciones mejor logradas en la poesía contemporánea de Colombia por dibujar, con rara intensidad, una imagen de nuestra vida y de nuestro tiempo”.
No obstante, este cumpleaños es un gran motivo para descubrirles a muchos colombianos una de las personalidades más significativas y sencillas, lejos de cualquier vana pretensión, detrás de la cual se esconde una historia admirable y ejemplar, que resume más de medio siglo de poesía. Él ha querido ser ante todo poeta y periodista, oficios que son sus grandes pasiones.
Amor y poesía
Empecemos con una referencia autobiográfica en una de las ediciones de El Transeúnte, en la Universidad de Antioquia. En esta se define el destino de su poesía: “Vio la luz el 27 de marzo de 1926 y esa misma noche vio la sombra. A muy temprana edad sufrió la orfandad a causa de la dispersión de su hogar. Sus padres se separaron y con ello tuvo la certeza de que en adelante debía abrirse paso en la vida a partir de cero. A los diez años dibujaba retratos y catedrales. Imprimía en la escuela un periodiquito a mano y con papel carbón. Y después, cuando ganó un premonitorio premio escolar, lo hizo con caracteres de caucho, y asumió otra de sus grandes pasiones, la armada y la corrección de pruebas.
Fue cuando profundizó en su lectura de Porfirio Barba Jacob, su primera gran influencia. A partir de entonces, los periódicos constituyeron su hogar, su escuela, su universidad, su trabajo y su descanso. El amor fue una de sus primeras fuentes de inspiración. En este momento se acercó al entrañable Neruda de Los veinte poemas de amor.
En el periodismo
A los dieciséis años lo llevó a trabajar en el diario El Pueblo, de Medellín, el que había sido director de su Liceo de la Universidad de Antioquia, el gran educador Julio César García.
Conoció a los autores antioqueños que más le interesaban: Mejía Vallejo, Castro Saavedra, Óscar Hernández y otros que menciona como grandes amigos. Tras otros horizontes y con el consejo de Fernando Gómez Martínez, el director de El Colombiano, decidió luego venirse a Bogotá, y su primer trabajo fue El Siglo.
Trabó amistad con los poetas nuevos del grupo Cántico: Andrés Holguín, Daniel Arango, José Constante Bolaño, Fernando Charry y Guillermo Payán, algunos de los cuales fueron los grandes amigos de sus mejores años.
También conoció a Rafael Maya, quien lo indujo con su estímulo y comentarios por los senderos de la lírica. Un año después sintió que su pensamiento era otro, sobre todo porque sus artículos eran considerados muy revolucionarios. A menudo recordaba que Laureano Gómez le criticó en este sentido sus notas sobre Neruda, y este momento ya sabía que su pensamiento era liberal