6 agosto 2020 –
Por: Arturo Guerrero, Socio del CPB – El Colombiano –
Aquí vamos, extraños como nunca en la vida, repugnando el presente. El pasado se nombra en tono de prehistoria. Del futuro nadie tiene idea. El abolengo del tiempo se resquebrajó. Los cinco sentidos se comprimieron a dos reminiscencias arcaicas, el gusto por la comida y la vista sobre las pantallas que son la versión coronaviral de la caverna de Platón.
El oído está anulado, no porque la red de huesitos no vibre, sino debido a que solo se oyen los destemplados mariachis que aúllan en la acera a ver si les cae un mendrugo. El olfato es el más flagelado. Se aniquiló debajo de la tela sobre tela de las mascarillas. Se le acusa de fumigar muerte en aerosol.
Hasta aquí los órganos situados en la cara, pieza maestra del cuerpo donde ocurre el enlace con el universo circundante. El tacto, quinto sentido y único que se extiende por el organismo íntegro, es el réprobo. La peste lo fulminó como malhechor. Quien violente su prohibición queda condenado a pena capital. Los abrazos son proscritos, solo se salva el codo, lugar rugoso y apto desde siempre para agredir.
Así las cosas, los terrícolas pospandemia volverán a acechar presas, saltarán, deglutirán, arrastrarán los restos para proyectarlos en la pared interna pespunteada por la hoguera. Deberán construir alguna forma de civilización para no matarse entre sí. Si quieren conciliar el sueño han de recurrir a los cantos, las retahílas de los decimeros que invocan a seres incorpóreos.
Eso se llamará cultura. Un relato que ocurre con los ojos cerrados, en un campo que los individuos irán apreciando como aliado. Cada amanecer reaparecerá un remedo de los sentidos olvidados. El más difícil de ellos, el de los arrumacos. Una mamá que lame el susto del niño y como en magia se van los ogros. Un hombre que rasca los crespos de aquella mujer arisca y de súbito obtiene alguna forma de beneplácito.
Así la Tierra regresará a la reminiscencia de antes del bestial contagio. Pocos recordarán detalles de cuando se vivía a todo dar y a mucho desperdiciar. Los muchachos, en especial, no querrán reiniciar aquella ruina. Serán implacables contra las semillas del desconsuelo.
El tiempo, con su pasado, presente y futuro, recobrará una línea sostenida. Los órganos de la percepción quizá se diversificarán. Habrá quien palpe aromas con el pelo, habrá quien capte emociones con las yemas de los índices.