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El equipo de máximo nivel del presidente electo Donald Trump ha pasado un total colectivo de 83 años en el ámbito de los negocios.
Se debe a sus propuestas de políticas, que incluyen medidas en pro de las empresas, como reformas fiscales, desregulación e incentivos a la inversión.
El sector corporativo de los Estados Unidos se muestra optimista conforme ejecutivos de primer nivel comienzan a ocupar las principales posiciones de la Casa Blanca.
La elección de Donald Trump ha generado un sinnúmero de sorprendentes estadísticas. Ray Dalio, jefe del fondo de cobertura de Bridgewater, analizó las biografías de la nueva administración y descubrió que los ocho funcionarios más altos tienen un total de 55 años de experiencia gubernamental, la mayor parte de la cual fue en el ejército.
(Lea: ‘Farmacéuticas se salen con la suya’ y otros reclamos de Trump)
Eso es insignificante en comparación con los últimos ocho presidentes. El equipo de máximo nivel de Barack Obama (constituido por las posiciones de presidente, vicepresidente, jefe de gabinete, procurador general y secretarios de Estado, Comercio, Defensa y Tesoro) tenía 117 años de experiencia colectiva.
Para las presidencias de George W. Bush, Bill Clinton y George H. W. Bush, los totales eran de 80, 101 y 79 años, respectivamente.
Sin embargo, el equipo de máximo nivel de Trump ha pasado un total colectivo de 83 años en el ámbito de los negocios. La administración del presidente Obama tenía un total de solo cinco — sí, solo cinco — años.
Así es que la característica definitoria del ‘equipo Trump’ no es simplemente que muchos son ultrarricos; es que han sido curtidos por sus experiencias en las altas esferas corporativas.
Los nombramientos de menor envergadura que actualmente se están haciendo refuerzan ese patrón. Esta semana, por ejemplo, Trump puso la Comisión de Bolsa y Valores (SEC, por sus siglas en inglés) en manos de Jay Clayton, un abogado del sector privado que nunca ha trabajado en el gobierno.
¿Es esto bueno para los negocios estadounidenses? Se pudiera sugerir que algunos de los nombramientos de Trump dicen más acerca de su estilo que del contenido de sus políticas, ya que prefiere escoger a personas de una inclinación similar a la suya, específicamente a individuos ajenos al gobierno que odian los procesos burocráticos y que enfatizan los resultados tangibles.
Esto pudiera ser energizante. Pero no está claro si un equipo de “hacedores” tendrá una ideología coordinadora y, mucho menos, las habilidades diplomáticas necesarias para ser capaz de lograr algún resultado con el Congreso.
También es alarmante que el nombramiento de este equipo de alto nivel no haya detenido las críticas populistas antinegocios de Trump.
Esta semana, General Motors estaba en la mira de los tuits de Trump (por producir automóviles en México). Anteriormente era Ford (que acaba de cancelar una inversión en México debido a la presión).
Boeing, Apple y Carrier también han sido blancos, y otros les seguirán. Este no es el comportamiento normal de un presidente a favor de los negocios.
Pero la psicología empresarial, como la política de Washington, puede ser irracional. Y lo que llama la atención es que todos los ejecutivos con los que he hablado recientemente se sienten decididamente optimistas. “Lo que me ha impresionado durante las últimas semanas es el cambio en los ‘espíritus animales’ en los negocios, tanto pequeños como grandes”, me comentó esta semana David Cote, el presidente y director ejecutivo de Honeywell.
“No cabe ninguna duda al respecto; existe un sentimiento de optimismo”. Esto se debe parcialmente a las propuestas de políticas de Trump, las cuales incluyen medidas en pro de las empresas, como las reformas fiscales, la desregulación y los incentivos a la inversión.
Pero el otro factor es el punto acerca de los datos de Dalio: esos 83 años de experiencia en las altas esferas corporativas.
Aunque nadie sabe si Trump realmente logrará hacer algo (ni si la Reserva Federal responderá a los recortes de impuestos subiendo las tasas), los líderes empresariales pueden ver el cambio simbólico que representan esos nombramientos al gabinete.
Y aunque nadie puede crear crecimiento económico con mero simbolismo, los símbolos pueden tener un poderoso impacto psicológico.
“Estamos a punto de experimentar un profundo cambio ideológico liderado por el Presidente”, argumenta Dalio. “Esto pudiera tener un impacto mucho mayor sobre la economía estadounidense de lo que se pudiera calcular basándose únicamente en cambios en las políticas tributarias y de gastos públicos, porque pudiera animar a los ‘espíritus animales’”.
Tal y como señaló Jeff Immelt, el director ejecutivo de General Electric (GE), recientemente: “Simplemente se escucha mucho más optimismo: las personas están pensando en proyectos de inversión que no estaban considerando antes. La noción de que pudiéramos modernizar nuestro código tributario, todo esto hace que la gente piense de otra manera”.
Tal optimismo puede que sea inapropiado. Pero no puede ignorarse. El punto clave para los inversores es observar lo que el equipo de ejecutivos de alto nivel de Trump realmente realiza en el campo de las políticas durante los próximos meses y también lo que compañías como GE hacen con sus planes de inversión.
Eso no es solo por los tuits populistas de Trump. En términos económicos, intimidar a Ford para que mantuviera una planta de automóviles en EE. UU. es casi irrelevante. Pero si las compañías estadounidenses se están preparando para desatar más inversiones, como dice Immelt, esto pudiera ser verdaderamente significativo, sobre todo teniendo en cuenta que los gastos de capital (capex) han sido tan decepcionantemente débiles durante los últimos años.
Entonces hay que prestarle verdadera atención al siguiente conjunto de estadísticas de gastos de capital; y a los planes corporativos que los verdaderos ejecutivos de alto rango lanzarán cuando publiquen sus ganancias a finales de este mes, casi al mismo tiempo que el gabinete de ejecutivos de primer nivel de Trump estará siendo juramentado.
Financial Times