3 abril 2020 –
Por: Gonzalo Silva, Socio CPB – El Espectador.
Las medidas adoptadas por el Gobierno de suspender los vuelos internaciones y domésticos, al igual que los servicios de cruceros y transporte intermunicipal de pasajeros, para controlar la letal propagación del coronavirus que se extiende a ritmo vertiginoso por el mundo entero, eran necesarias e inevitables, pero empañan de manera considerable el horizonte de la industria turística nacional, que por culpa de la pandemia recibe el más certero golpe de su historia.
El cierre de las fronteras terrestres y marítimas hasta el 30 de mayo, como está inicialmente previsto -con posibilidades de extenderse en el tiempo-, tiene enormes repercusiones en el futuro inmediato de la industria, por sus considerables afectaciones negativas.
Aerolíneas, cruceros, hoteles, restaurantes, bares, rentadoras de vehículos, agencias de viajes, operadores y guías turísticos, así como profesionales de congresos, ferias y entretenimiento, entre otros sectores, cuyos ingresos provienen en su mayoría de las ventas a turistas, comenzaron su viacrucis desde la primera quincena de marzo, al término de la cual y desde enero, ya se calculaba que el número de turistas extranjeros podía haber caído en por lo menos un 14 por ciento, con respecto al mismo periodo del año anterior. La situación, obviamente, empeorará con la parálisis total decretada hace dos semanas y se hará crítica frente a la expectativa de que se prolongue más allá de mayo, si el problema sanitario no da un giro sustancial en Colombia y en el mundo.
El año pasado el turismo receptivo mantuvo las cifras récord del último quinquenio, con la llegada de 4.5 millones de visitantes no residentes y un registro de crecimiento de 2.7 por ciento, con respecto a 2018. Para 2020, la meta estaba fijada en algo más de 4.6 millones, teniendo en cuenta la recomendación hecha por Estados Unidos, al catalogar a Colombia como uno de los destinos favoritos para ser visitado durante esta temporada. Sin embargo, como van las cosas, el derrumbe en el turismo receptivo podría alcanzar niveles desoladores del 80 por ciento. Fotografía semejante se presenta con el turismo doméstico, en un principio restringido por disposiciones locales y luego por la cuarentena decretada por el presidente Duque, que, como era natural, afectó las movilizaciones masivas del puente festivo de San José, hará lo mismo con las de Semana Santa y, muy seguramente, con las de los próximos festivos venideros. Las pérdidas sumadas por la coyuntura podrían cuantificarse en varios billones de pesos.
Los favorables registros de 2019 también habían marcado pauta en la ocupación hotelera, con un crecimiento de 57.8 por ciento, y en los ingresos nominales de las agencias de viajes, que alcanzaron el 3.7 por ciento. El incierto panorama actual, en el caso de la hotelería, se refleja en recientes cifras reveladas por Cotelco, que determinan la más baja ocupación hotelera en toda la historia del país. En el período del 8 al 19 de marzo, por ejemplo, el indicador de ocupación se ubicó en 21 por ciento y las pérdidas sumaron $430 mil millones, mientras que el panorama que se plantea para el resto del año es incierto por la masiva cancelación de reservas y eventos. Oficialmente se habla de 407 hoteles cerrados en todo el país y de cerca de cien mil empleos en cuarentena.
Aerolíneas, hoteles, agencias de viajes y demás jugadores del sector turístico afrontan una crisis sin precedentes y son numerosas las empresas que se ha visto obligadas a suspender actividades y servicios, situación que ha puesto en condición de riesgo la estabilidad financiera de considerable cantidad de ellas, así como la suerte de millares de empleos directos e indirectos, de ese gran total -ocho por ciento de las plazas laborales- con los que el sector contribuye en el país. El turismo les aportó a las arcas del Estado, el año pasado, US$6.800 millones, equivalente al 2 por ciento del PIB, cifra que se reduciría de manera significativa, de extenderse las medidas restrictivas hasta el mes de mayo y, peor aún, de ir más allá. Incluso, una vez levantado el confinamiento social, el turismo y todos sus sectores, por prestar servicios con alta concentración pública, demorarán un tiempo mayor para acreditar púbicamente que no generan riesgos sanitarios, reactivarse y atraer a los usuarios.
Adicional a las medidas económicas de choque sobre asuntos tributarios anunciadas por el presidente Duque para contrarrestar los efectos de la pandemia en la industria turística e, incluso, de las propuestas recién presentadas por todos los gremios del sector para que las prórrogas previstas, encaminadas a mejorar el flujo de caja empresarial, vayan hasta final de año, el Gobierno deberá adoptar muchas más estrategias que permitan superar la tempestad y, junto con los líderes gremiales, sumar esfuerzos para recobrar la confianza de los viajeros. Toda crisis abre las puertas a nuevas oportunidades y reversar la recesión implicará abrir líneas de crédito a bajo interés para los empresarios, fortalecer productos y mercados, bajar tarifas aéreas y hoteleras ante una oferta deprimida, reducir el valor de peajes y gasolina para estimular el desplazamiento al interior del país y disminuir el IVA relacionado con servicios turísticos, entre otras disyuntivas.
La devaluación del peso frente al dólar sería una alternativa a la mano para estimular el turismo interno; y de consolidarse una responsable política de paz, abriéndole las fronteras territoriales al desarrollo de esta actividad, a mediano y largo plazo podrían revertirse los desastrosos estragos causados por un letal virus que le ha dinamitado las tuberías al nuevo “petróleo” colombiano, en estas épocas difíciles, cuando el país apenas empezaba a construirle sus respectivos “oleoductos”.
Posdata. La Asociación Colombiana de Transporte Terrestre Automotor Especial (Acoltés) ha expresado su inconformidad ante el Gobierno Nacional porque sus asociados fueron excluidos en el Decreto 482 para contribuir, durante la actual emergencia sanitaria, a la movilización de aquellos grupos específicos de trabajadores y pacientes no crónicos que requieren el uso de medios de transporte rápidos y seguros. Solicitan la expedición de un decreto complementario que los incluya como gremio activo en apoyo de la actual coyuntura.