Julio Borges, presidente del Parlamento venezolano, rompe la orden de arrebatarle los poderes a la Asamblea Nacional.
La ruptura del orden constitucional venezolano, por orden del Ejecutivo, para que el un tribunal asuma las tareas del Parlamento, es considerada, entre otras cosas, como una “despedida de la democracia”.
Süddeutsche Zeitung, de Múnich: Maduro convierte a Venezuela en una dictadura
«El Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) le arrebató el poder al Parlamento y ahora legislará él mismo. Con esto, Venezuela se despide, definitivamente, de la democracia. El Gobierno de Maduro ya había anunciado que el Parlamento caería, cuando 300 funcionarios del gobernante Partido Socialista asaltaron una sesión del Parlamento.
El Parlamento cayó ahora que sus poderes le fueron arrebatados por el Tribunal Supremo, que pretende no solo interpretar las leyes sino dictarlas. La política del presidente Maduro tiene cada vez menos de democrática: encarcelar a sus contrincantes políticos y bloquear con dudosos métodos su destitución. Aunque, según la Constitución, Venezuela es aún una democracia presidencial, el país ha pasado, definitivamente, a engrosar la camarilla de dictaduras”.
El País, de Madrid: «Un auténtico golpe de Estado»
«Es un auténtico golpe de Estado para el que no cabe la más mínima matización. En un continente donde la democracia ha avanzado espectacularmente desde que dejara finalmente atrás regímenes de los años setenta y ochenta, el retroceso de Venezuela hacia una dictadura constituye una tristísima noticia y arroja preocupantes sombras sobre el futuro del país, que de ninguna manera merece quedarse al margen del sistema de libertades felizmente mayoritario en la región.
Maduro ha intentado, desde el primer momento, saltarse la legalidad con todo tipo de argucias. Estas han incluido el recurso a un fantasmagórico parlamento alternativo o la aprobación de los presupuestos despreciando por completo el parecer de la Cámara. Finalmente, ha ordenado a la justicia, intervenida completamente por el chavismo, un proceso indefendible desde el punto de vista legal que ha terminado con la inhabilitación total del Parlamento. Algo inconcebible en cualquier país que aspire a ser reconocido internacionalmente como una democracia.
Hoy, Venezuela es un país aislado del resto de sus vecinos, con presos políticos, la oposición perseguida, el Parlamento suspendido y la economía destruida. Este es el verdadero legado de Nicolás Maduro y el chavismo. Algo que no merecen los venezolanos, a quienes no se les puede negar el derecho, como exige la OEA, a elegir a sus gobernantes en unas elecciones libres”.
Die Welt, de Berlín: «El socialismo está muerto. ¡Viva la dictadura!”
Diosdado Cabello es el hombre más influyente tras las bambalinas del gobernante Partido Socialista, y el más temido de todos. Hace pocos días, Cabello ironizó que sin oposición no se podrían hacer elecciones. Sus palabras habrían de convertirse en oscura profecía: este 29 de marzo, la oposición perdió su último instrumento político. El TSJ le quitó los poderes al Parlamento, la Asamblea Nacional, libremente elegida. Ahora, los jueces del régimen pueden decidir si hay elecciones y cuándo.
A la preocupación expresada por el cardinal Jorge Urosa de que al Gobierno no parecen interesarle las elecciones, la respuesta fue el asalto de una iglesia cuyos fieles fueron obligados, a mano armada, a escucharse una arenga sobre los logros de la revolución socialista.
El uso de los «colectivos” son una clara amenaza de Cabello. Armados por el extinto Hugo Chávez para «defender la revolución de una invasión por parte del Imperio”, y como los gringos nunca llegaron, las milicias paramilitares protegen con violencia armada a los socialistas de un pueblo profundamente frustrado”.
José Ospina-Valencia (CP)