NOTAS AL VUELO
Por: Gonzalo Silva Rivas, Socio CPB
La creciente importancia estratégica del turismo en la economía puso al sector en la mira de algunos de los candidatos presidenciales. La industria de los viajes viene en alza, le suma divisas significativas al país y son amplias sus posibilidades de perfilarse como el principal renglón de la economía -por encima del petróleo- para jalonar desarrollo y socializar bienestar entre tantas comunidades que buscan mejorar sus condiciones de vida.
Dentro de las propuestas esbozadas en campaña, una de las más estructuradas, integrales y coherentes con las aspiraciones de los gremios turísticos es la que expone por los medios de comunicación el aspirante liberal, Humberto de la Calle, quien dicho sea de paso, como jefe negociador del Acuerdo de Paz con las Farc, le puso en bandeja de plata al Gobierno extensas e inexplotadas zonas con vocación turística y científica, que hasta entonces y durante medio siglo permanecieron secuestradas por dicha guerrilla.
El punto central de la plataforma del exministro sobre esta materia se encuentra en la creación del Ministerio de Turismo, vieja aspiración del sector privado, que hace justicia y reconocimiento con la industria por el buen momento por el que atraviesa y por las condiciones que reúne para dinamizar la economía, eso sí, claro está, en caso de que no se le atraviesen palos a la rueda de la paz, de esos que suelen saltar de cualquiera de las dos orillas.
Con un ministerio, como lo plantea De la Calle, se fortalecerá la institucionalidad en el sector, se facilitará la coordinación institucional y se podrá asegurar un liderazgo dinámico y coherente con las necesidades regionales. El turismo demuestra ser no solamente viable sino rentable, con suficiente capacidad para empujar otros sectores, y el camino más rápido y seguro para hacerlo competitivo es cimentando su institucionalidad.
Dentro de su visión sobre la industria, De la Calle propone diseñar un Plan Nacional de Turismo que establezca lineamientos y metas a corto, mediano y largo plazo para asegurar y garantizar su desenvolvimiento planificado, y la creación de las Oficinas Territoriales para el Desarrollo Turístico en las regiones, provistas de herramientas apropiadas para soportar el crecimiento del sector, y con funciones específicas para coordinar las políticas trazadas por el Ministerio.
Competitividad y sostenibilidad constituyen dos objetivos básicos en la propuesta de De la Calle, a los que habrá que apuntarle para obtener retornos financieros y proteger el medio ambiente, ya que una exitosa estrategia de competitividad deberá estar estrechamente relacionada con el respeto al entorno natural y a la integración de las comunidades locales. La competitividad será estimulada por el candidato liberal con el mejoramiento de la gestión, a través de la innovación y el uso de la tecnología, en tanto que la sostenibilidad enmarcará el eje transversal de toda la actividad turística.
Las zonas afectadas por el conflicto recibirían atención especial por parte de su gobierno y serían incentivadas con la financiación de proyectos específicos en su nueva condición de áreas de turismo emergente, apoyando de paso a esas y otras poblaciones empobrecidas y caracterizadas por su patrimonio natural y cultural, para promover en sus territorios el ecoturismo y el turismo comunitario. De recuperarse y proyectarse hacia el desarrollo esos territorios, tan lejanos del Estado, podrá atraerse inversión extranjera y nacional que le prenda motores a esta industria.
El turismo se ubica en la balanza de las alternativas nacionales como un actor determinante para la construcción de la paz, y De la Calle tiene credenciales para darle el impulso que requiere, dado su interés por el sector y el contenido de sus propuestas programáticas.
El Acuerdo de Paz ha disminuido la sensación de inseguridad y salvado muchas vidas. En este tránsito entre la guerra y la democracia la mejor alternativa electoral para el domingo es la del candidato que procuró el desmonte militar de las Farc, el más preparado, el que reúne calidades de estadista, el que no acude al discurso demagógico ni polarizante y el que podría impulsar el rescate de la Colombia profunda, cuyo disfrute resignamos durante 53 años por culpa de la desidia y la ceguera oficial y la acción criminal de los violentos. Y demostraría, acaso por primera vez, que para el turismo sería más importante apostarle a los votos que a las balas.
Esta opinión es responsabilidad única del autor, y no compromete al Círculo de Periodistas de Bogotá.