¿Quién iba a pensar que un experimento que surgió como un entretenimiento para aguantar el apagón del gobierno Gaviria, se volviera una costumbre tan entrañable para los colombianos?
Lo que surgió como una necesidad de la gente terminó volviéndose una costumbre. Porque cuando nos quedamos sin energía eléctrica, los colombianos perdimos un amigo de esa generación que era la televisión. Quedaba el radio, que funcionaba con pilas en esa época –no sé si todavía se acuerda alguien de lo que es una pila– y se volvió una necesidad de compañía. De manera que cuando se superó la dificultad del fluido eléctrico ‘La Luciérnaga’ no se apagó sino que siguió brillando.
El personal de ‘La Luciérnaga’ de hace 25 años no tiene nada que ver con el de hoy. ¿Eso indica de alguna manera la solidez del programa?
Hernán Peláez tuvo el mejor olfato del mundo para saber que además de su innegable talento y de su capacidad de conducción tenía que ampararse con el mejor de los equipos. Se necesitan malabaristas, humoristas, cuentachistes, imitadores, trovadores, periodistas, opinadores, libretistas y una cantidad de gente que hace que se ensamble cada día una especie de reloj perfecto en el que todos manejan una parte del mecanismo. Y eso fue lo que Hernán Peláez creó. Fue lo que dejó y en lo que nos hemos amparado todos.¿Cuál es el mejor imitador que ha tenido ‘La Luciérnaga’ en toda su historia?
Difícil decirlo. ‘La Luciérnaga’ tiene un funcionamiento hoy en día que es como la vieja ‘Misión Imposible’ que veíamos en la televisión de los setenta: es decir, el director de ‘La Luciérnaga’ escoge para cada día a unos personajes. Todo el mundo tiene turnos. Hay unos que somos fijos, pero por lo general hay días en que no está Don Jediondo pero está Polilla. O no está Alerta pero está Risa Loca. O no está El Muelón pero está Alexandra. Entonces dependiendo de quiénes estén en el día, surgen los personajes. Cada imitador tiene entre 20 y 40 personajes, y todos son fundamentales para el programa.
¿Cómo llega un imitador a decir, bueno, ya tengo listo el personaje? ¿Cuánto tiempo le toma eso? ¿Cómo se entrena para que su personaje sea lo más parecido al de la realidad?
Ellos son artistas. Yo no puedo decirle a Pedro González o a Don Jediondo, bueno, hágase al Ministro de Defensa. Cada cual siente el personaje y calladamente lo va puliendo. Cuando lo tiene listo o me llama por teléfono y me hace la imitación mientras cierro los ojos para sentir si se parece o no, o me lo manda, ahora que tenemos la tecnología, en un mensaje de WhatsApp. Y hay que ensayarlos así, porque ‘La Luciérnaga’ es un espejo humorístico de los programas de entrevistas de la mañana, donde los personajes atienden por teléfono.
Pero digamos, no es solamente parecerse al personaje en la voz, sino en algo que este diría. ¿Quién hace esos libretos?
En ‘La Luciérnaga’ no hay marionetas ni reproductores de voz. Allá lo que hay son unos creadores magníficos, que se amparan en un libreto inicial, que es muy bueno. Lo hacen Jairo Chaparro, nuestro libretista en Bogotá, una de las columnas vertebrales del programa; y Machado en Medellín, el libretista alterno. Pero al aire, cada personaje recibe vida de parte de quien lo hace, se sale del libreto y vuelve y entra, le podemos preguntar cosas que no están planeadas. Y como cada uno tiene el talento de conocer a su personaje, pues responde como él respondería. La verdadera gracia de ‘La Luciérnaga’ es lo que sucede ahí adentro, no los libretos; estos son la cuota inicial del entretenimiento y la información. Lo que la gente desarrolla en vivo, sobre la marcha, en caliente, es lo que hace de ‘La Luciérnaga’ una opción tan grata para informarse.
¿Y cómo manejan la sensibilidad de la gente? Porque hay imitaciones tan sumamente buenas, pues que pueden llegar a ofender…
Hay muchos cuentos sobre eso. Por ejemplo la molestia de Natalia París con la imitación de Alexandra, que para los cercanos a Natalia la hace parecer un poco menos astuta de lo que ella es. O que la canciller María Ángela Holguín una vez mandó a sus escoltas a apagar el radio en un trancón porque salió su imitación y se delicó un poquito. Todo eso puede pasar.
Pero también debe haber a quienes les fascine su imitación…
El día que hicimos el experimento de juntar ‘Hora 20’ con ‘Lora 20’, (imitación de ‘Hora 20’) a Diana Calderón le gustó tanto, que nos invitó hace unas semanas a que estuvieran algunos panelistas reales con los de mentiras. Ese día conversamos por ejemplo con Roy Barreras, y le dijo a Don Jediondo, que es el que lo imita, lo siguiente: “Mire, este país necesita reír en medio de tanta tragedia. Así que si yo, que tengo un doctorado y estoy terminando otro, que escribo poesía, que leo, que me cultivo, tengo que pagar con el precio de que todas las tardes parezca un ignorante en su programa, yo acepto ese castigo”. Y lo miramos todos como, pero doctor Roy, venga… no, no, tranquilo.
(Risas) O sea, ¿estaba molesto porque lo pintan como un ignorante?
Sí, sí. Molesto, pero lo permite. Petro se puede poner bravo porque dijeron esto de él, pero no oye que después viene Vargas Lleras y que le damos una levantada terrible, y que después viene el presidente Santos y trapeamos con él, porque son muy pocos los personajes que tienen blindaje en ‘La Luciérnaga’.
¿Hay algún presidente que se haya puesto bravo con ‘La Luciérnaga’?
Sí, recuerdo un episodio, cuando Hernán Peláez decidió renunciar una vez al programa. Resulta que el entonces presidente Pastrana vivía muy molesto con Édgar Artunduaga, que era periodista de ‘La Luciérnaga’ en esa época. Artunduaga misteriosamente comenzó a tener problemas con la Dian; y una serie de presiones lo obligaron a que se fuera del programa. Pues Hernán también se fue y solo regresó a ‘La Luciérnaga’ un año después, cuando acabó el gobierno de Pastrana, como muestra de apoyo a Artunduaga y a la defensa de la libertad de expresión. Ese año ‘La Luciérnaga’ la dirigió uno de los más brillantes imitadores y humoristas que han pasado por el programa: Guillermo Díaz Salamanca.
Un tipo genial… ¡Pero otra persona excepcionalmente talentosa es Alexandra Montoya!
Se lo respondo así: la mujer más importante del mundo, después de mi esposa, es Alexandra: hace la mayoría de los personajes femeninos del programa. Gran garganta, conectada a un corazón que late por Juan José, su hijo, que es su mundo. Él, con seis años, ya hace imitaciones: estamos a punta de contratarlo.
¿Cómo hacen para que Don Jediondo, el humorista más necio del país, se porte juicioso?
Muy fácil: decirle que no haga algo….¡y él lo hace!
Polilla tiene fama de callado reservado, gentil…..
Pues fíjese que es el más osado del programa. Mantiene a raya a su mujer, la célebre Gorda Fabiola. Y dice que en la casa él no tiene a la Mujer Maravilla, sino a la Mujer Marranilla.
Y se acaba de unir al equipo la periodista Mabel Lara…
Que trae todo ese hermoso mundo tan desoído en el interior, como es el Pacífico. No le hicimos polígrafo, pero pasó las dos pruebas claves para las mujeres del programa: una, sobrevivir a Don Jediondo, y dos, tener química con el galante personaje de Leonel Álvarez, que interpreta El Muelón Sánchez.
¿Alguna vez alguien les ha mandado a decir, miren, miren, no me hagan quedar así de ridículo, bájenle a esa imitación?
Sí, sí, los personajes a veces tratan de buscar que intercedan por ellos. Pero siempre se van a encontrar con la misma respuesta que han tenido durante 25 años, y es que ‘La Luciérnaga’ solo existe y funciona porque es independiente. De hecho, voy a contarle un episodio sin dar muchos nombres: Hace algunos meses yo recibí un mensaje muy amable y muy cordial, de una persona que tiene que ver con nuestro Grupo Prisa, en el que de la manera más atenta me decía que alguna de las imitaciones podía hacer deslucir un poco al Grupo Prisa y a Caracol Radio. Yo le dije, claro que sí, muchísimas gracias por la apreciación, recibo con toda la educación del mundo el comentario, y el personaje se sigue haciendo porque es que esa es precisamente la tarea de ‘La Luciérnaga’: burlarse de todos, pero incluidos nosotros mismos.
¿Cómo se establece el límite entre la burla tolerable y la falta de respeto? ¿Cuál es esa línea que ustedes no pasan ni siquiera con el humor?
Nosotros hacemos un humor que es duro, es fuerte, es punzante, pero es respetuoso. Somos muy malos para entrar en los campos de la vulgaridad (aunque sí nos gusta el doble sentido), o de la intromisión en los problemas de la vida privada de la gente, a menos que esos problemas tengan que ver con la vida pública y le competan al país.
¿Hay censura dentro del programa?
De la misma forma en que no nos gusta que nos censuren, tratamos de no ejercer la censura dentro del programa. En mi caso, yo solamente una vez le llamé a un humorista la atención por un comentario que hizo sobre una mujer al aire y que me pareció un poco pesado. Y a veces cuando en el calor de la improvisación nos pasamos un poquito de raya con algo grotesco o de mal gusto, pues también tratamos de ponernos un freno, pero nosotros mismos, de manera amigable para no desdibujar el programa. A veces, por ejemplo, sucede que muchas de las cosas que uno hace con la mejor intención pueden molestar a alguien. Sobre todo lo que tiene que ver con minorías, grupos étnicos, grupos raciales, religiosos…
Con lo políticamente correcto…
Exacto. Pero es que también, María Isabel, el día en que el humor no se pueda hacer con pastusos ni con políticos ni con cojos ni con niños ni con enfermeras ni con sacerdotes, ni con… entonces no se puede hacer el humor. Yo creo que ningún campo de la vida pública puede estar excluido de ‘La Luciérnaga’, pero a todos tratamos de entrar con un mínimo de respeto.
¿Cuál ha sido el momento más difícil para usted como director de ‘La Luciérnaga’?
El periodismo tiene que ejercerse a sabiendas de que la reversa existe, y que el derecho a la libertad de expresión no es un monopolio del ejercicio periodístico sino de la gente. Entonces, en la medida en que nos equivoquemos, faltemos a la verdad, sin dolo, porque en el periodismo uno se puede equivocar pero no con dolo, siempre como daño colateral, con buena intención, que causa algunos tropiezos, trastornos, en esa medida siempre corregimos, siempre aclaramos. Pero el momento más difícil que yo he vivido en ‘La Luciérnaga’ no tiene que ver con eso. Fue el primer día que estuve al aire.
¿Estaba asustado de reemplazar a Peláez?
Sí. Estaba muy nervioso. Era un martes 13 de enero del 2015. En nombre del equipo hice un saludo muy largo, estilo Marta Lucía, y me sacan la grabación de vez en cuando para tomarme del pelo. Más allá de lo anecdótico quiero decirle que yo, que había sido oyente de ‘La Luciérnaga’ por muchos años, pensé que era muy fácil hacerla. Después de la primera hora al aire me fui al baño y me acordé de Mafalda en esa caricatura cuando va al primer día de colegio y hay como un chorro de agua que viene en las calles y cree que se rompió un tubo, y cuando llega a la entrada son los niños que están llorando en el primer día de clases. Así me sentí yo.
Entramos otra vez en etapa electoral en Colombia. ¿‘La Luciérnaga’ tiene candidato? Es tan fácil crear simpatías por un personaje a través del humor, o hundirlo…
En ‘La Luciérnaga’ partimos de la base de que todos tenemos una forma de mirar al país desde la parte política. Lo que no quiere decir que participemos en la parte electoral, ni que tratemos de impulsar ningún tipo de candidato. La fórmula que aplicaremos durante la campaña es la de que entre todos nos cuidamos. Pero más importante que eso, es el público el que nos cuida. Es una lástima, que hoy, a través de las enormes posibilidades que tiene el oyente de comunicarse con nosotros, a veces tristemente se desaprovechen en pelear. Acuérdese, María Isabel, que hace 30 años si alguien quería hablar con Yamid Amat, tenía que ser, o que le estuviera lustrando los zapatos, o que le mandara una carta a Gloria Vecino, su secretaria, que nadie sabía si él iba a ver. Hoy en día, cualquier colombiano tiene la posibilidad de hablar directamente con el 90 por ciento de la gente que define la situación del país, como funcionario, como periodista, como político, como empresario. Ojalá la gente, a través de esa posibilidad tecnológica, sepa aprovechar el privilegio que la tecnología nos brinda hoy de estar cercanos unos a otros, en lugar de andar metiéndonos tiros en los ojos.
¿Cómo celebrarán los 25 años de ‘La Luciérnaga’?
Estamos trabajando en un nuevo libro, con respaldo de un producto audiovisual, que lanzaremos con motivo de este aniversario. Y el sábado comenzamos la temporada del 2017, con el show de humor de la Luciérnaga en Cúcuta, y recorreremos el país.
¿Qué tiene pensado para que ‘La Luciérnaga’ sobreviva otros 25 años?
La actualidad diaria es la que dicta los cambios de ‘La Luciérnaga’. No hacemos cambios bruscos de formato; pero no aspiro a quedarme 25 años. Yo sí quiero que haya un cuarto director, y ojalá sea mujer. Y que el quinto sea afrocolombiano. Y el sexto totalmente de izquierda y no de centroderecha como yo. Para que cada uno le sepa dar su impronta y que el programa se refresque. Yo soy un señor de 50 años que nunca se ha metido a una cancha de fútbol, y me gusta el rock. Hernán Peláez es un señor de setenta y tantos, biblia y maestro del deporte y le gustan los boleros y la música antigua. Cada uno da lo suyo y el que vendrá traerá lo que lleve en el corazón.
Tomado: EL TIEMPO