Borrón y cuenta nueva

BLANCO Y NEGRO

Por: Gabriel Ortiz, Socio CPB 

“Se ha echado tierra -no es una crítica- a los gritos de paz sin impunidad”

Con sabiduría y equilibrio envidiables, la Corte le imprimió el aval que el país esperaba para la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).

Silenciaron las críticas, frenaron esguinces, críticas y vociferaciones. Callaron  todos, tirios y troyanos. El camino está despejado para que amigos y enemigos de la paz, especialmente estos últimos, lograran para sí beneficios de una legislación que refrenda los acuerdos de paz de La Habana y la terminación de la guerra en Colombia.

La “cucharada” sirvió de medicamento de sanación para todos los sectores de un país que desde que llegó el primer español está buscando la reconciliación, siempre y cuando conserven privilegios y beneficios, estén dentro o fuera de la ley.

El fallo de la Corte dejó sin banderas -¿o se las dio?- a unos y otros, para aceptar una paz con impunidad. Dejó felices a quienes actuaron bien o mal, creyendo que su fórmula era la expedita para alcanzar las esperanzas de un pueblo gastado, sufrido y abnegado. Ese que siempre salía a votar, -¿hasta emberracado?- sin saber lo que sus líderes perseguían, más en provecho propio que en beneficio de los electores. 

Se ha echado tierra -no es una crítica- a los gritos de “paz sin impunidad” con  los que valiéndose de la posverdad trataron de penetrar la opinión pública nacional e internacional.

Así las cosas, vamos hacia una paz que deja tranquilos a quienes desbarataban el quorum de un Congreso que buscaba perfeccionar la implementación de la JEP; que  inventaban preguntas inverosímiles e írritas para torpedear normas, no muy claras, con que sus líderes buscaban para salir airosos y eludir una justicia que podría reclamarlos.  

Los acuerdos de La Habana fueron logrados con un equilibrio y un trabajo de filigrana, tan profundos, que el fallo de la Corte Constitucional que los avaló, ha dejado satisfechos a todos. A la guerrilla, hoy sin armas y convertida en partido político; a los paramilitares, a quienes se abre las puertas de la política; a los políticos – corruptos y no corruptos-; a aforados que temían los pasos de la justicia; a los implicados en falsos positivos; a los empresarios que fomentaron la guerra y, en general, a los de rabo de paja.

Hemos ingresado por la puerta de una paz con impunidad admitida por todos, si es que los culpables y los rabos de paja se someten a la JEP, respetando los principios de verdad, no repetición y reparación a las víctimas.

Pero, a diferencia de la filosofía de Mockus, aquí todo se valdrá. Bienvenido ese cambio en la tesis, porque era la única manera de que se lograra el inalcanzable paso para ganar la paz y la supervivencia de un país que tiene un futuro asegurado, si respetamos los acuerdos y olvidamos nuestros crímenes. Nos demoramos en llegar al “borrón y cuenta nueva”. Mucho desgaste y mucho tiempo perdido.

BLANCO: De la Calle, favorito en contienda liberal

NEGRO: Rufián, facineroso, bandido, términos de moda para eludir justicia.

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