16 Septiembre 2019.
Tomado de: La Nación (Argentina).
Los periodistas de México viven expuestos a actos de violencia que con indeseada frecuencia se cobran sus vidas. En 2018, México se convirtió en el país sin guerra más violento para la prensa y en 2019 los asesinatos de profesionales de la información ya suman 12 víctimas, según la Comisión Nacional de los Derechos Humanos del país azteca.
Estos aberrantes asesinatos expresan un patrón preocupante de violencia contra los trabajadores de prensa. No basta con limitarse a los casos que acaban en muertes para graficar el nivel de riesgo en el que estos conviven. Hay también atentados contra la sedes de medios y robos en las viviendas de periodistas, a quienes sustraen computadoras con información sobre sus investigaciones.
Tras su victoria en las elecciones presidenciales de 2018, Andrés López Obrador prometió que su gobierno no iba a permitir el asesinato de periodistas, algo que no ha podido cumplir hasta ahora. Si bien el mandatario mexicano se ha diferenciado de sus predecesores por el hecho de recibir a los periodistas para responder sus preguntas, no es menos cierto que ha cuestionado mucho el trabajo de la prensa y que le ha hecho algunas advertencias cercanas a amenazas.
Los periodistas en México han sido atacados durante mucho tiempo por narcotraficantes, por actores vinculados a distintas formas del crimen organizado y por otros vinculados con la política. No se trata solo de homicidios; de hecho, la gran mayoría fueron previamente torturados. Hablamos de escarmientos públicos a quienes se atreven a ejercer la libertad de expresión y proteger el sagrado derecho a la información de la sociedad. Por cada periodista muerto en México, decenas de ellos son indirectamente silenciados.
Las cifras de periodistas muertos en lo que va del siglo en México de manera violenta es escalofriante. En el gobierno de Vicente Fox (2000-2006) fueron asesinados 36 periodistas. Durante la gestión de Felipe Calderón (2006-2012), 47. Con Enrique Peña Nieto (2012-2018), 66, y en los meses de gobierno de López Obrador, 12. De seguir esta tendencia, este sería el período con más periodistas muertos.
No es solo el ensañamiento contra la prensa lo alarmante. También lo son las altas tasas de impunidad que se registran. López Obrador debe dar ejemplo sobre lo que significa el respeto a la libertad de expresión; no solo al dejar él mismo de hostigar a la prensa, sino también implementar acciones que lleven a determinar los responsables materiales e intelectuales de los atentados y a acabar con tanta impunidad para que estos delitos no se repitan.
Constantemente se ha utilizado a los carteles de la droga para intentar explicar la violencia contra la prensa. Diferentes organizaciones han demostrado que más del 48% de los casos de agresiones provienen de políticos y funcionarios, lo que se convierte en un callejón oscuro en donde resulta imposible llegar a dar con los responsables. La ONG Artículo 19 considera que el 99% de las agresiones contra periodistas en México quedan impunes. Solo en 10 casos se obtuvieron sentencias condenatorias, según el informe especial «Protocolo de la impunidad en delitos contra periodistas», elaborado por la organización.
La cultura de la impunidad en México se traduce en una doble tragedia: apatía y escepticismo ante los asesinatos de periodistas. Por un lado, la sociedad se instala en la indiferencia; por el otro, los reclamos de justicia se diluyen en la triste certeza de que nadie será castigado por ello.