NOTAS AL VUELO
Por: Gonzalo Silva Rivas, Socio CPB
Arranca en Bogotá la Vitrina de Anato, un exitoso escenario para mostrar lo que tenemos en el mercado del turismo y que contribuye -como motor de ventas- a coronar las crecientes cifras que reflejan el buen momento por el que pasa este sector de la economía. El certamen, liderado por las agencias de viajes, se posiciona entre las ferias de la región y se afianza en el portafolio mundial, donde alrededor de ciento cincuenta eventos de esta naturaleza se programan al año.
Los datos de 2017 suministrados por Paula Cortés, presidente de Anato, perfilan el impulso que ha tomado como mesa de negocios. Durante sus tres días de actividad se formalizaron 120 mil citas empresariales entre vendedores y compradores nacionales y extranjeros, con expectativas de transacciones por cien millones de dólares. Este año, en su trigésima séptima versión, con la participación de treinta países y una mayor representación de la variada propuesta regional colombiana, los contactos comerciales sumarán a la oferta tradicional algunas alternativas del posconflicto, con negociaciones que buscarán superar el récord histórico.
Entre las novedades, además de las ofertas que lanzarán los tres destinos invitados, Curazao, la encantadora isla holandesa del Caribe, junto a Antioquia y Medellín, un binomio regional que mezcla potencial turístico e innovación urbana, habrá un stand dedicado a impulsar la estrategia gubernamental de Turismo, Paz y Convivencia. Propuesta que centra su promoción en cuatro territorios piloto afectados por el conflicto armado, donde se conserva una reserva turística de primer nivel: Ciudad Pérdida, Sierra de la Macarena, Golfo Urabá-Darién y Valle de Sibundoy-Mocoa.
Dichos territorios son un espejo para tantos otros que abundan y esperan voltear la oscura página de la barbarie, haciendo del turismo un camino hacia su transformación y el empoderamiento de las comunidades, priorizando la cultura de la paz, la sostenibilidad y la búsqueda de oportunidades económicas y laborales para mejorar sus condiciones de vida.
Desde hace algunos años el turismo en el país pasó de largo en la carrera por la generación de divisas y se convirtió -después de petróleo e hidrocarburos- en el segundo renglón que alimenta las arcas oficiales, por encima del café, el carbón, las flores y los bananos, nuestros reconocidos productos de exportación. A medida que fue madurando el proceso de negociaciones de paz en La Habana, adelantado por Humberto de La Calle, el flujo turístico inició un despegue acelerado, con incremento superior al promedio mundial. Mientras éste último rozaba la vara del 4 por ciento, las primeras puntadas de un inesperado boompor estas tierras permitían un salto alto del 12 por ciento.
Desbordando las proyecciones estimadas para la fecha, el año pasado –precisamente cuando empezó a regir el acuerdo con las Farc- llegaron al país 6 millones 500 mil turistas, conforme a cifras divulgadas por el Ministerio de Industria y Comercio. Logro que revela un crecimiento del 28 por ciento, es decir cuatro veces el global mundial registrado para el período. Cabe recordar que para los albores de la década ingresaban a Colombia unos dos millones y medio de turistas.
Los vientos de paz, tras la firma del acuerdo, le han dado impulso al sector y evidencian que el silencio de las armas es mejor negocio que la guerra. Hoy los parques naturales superan el millón y medio de visitas, ciertos municipios del país con mercados definidos hacen el intento de vigorizar su actividad mediante el emprendimiento de nuevos proyectos, y otros olvidados y ensombrecidos por los sinsabores de la violencia buscan irrumpir en el mapa de las alternativas turísticas.
La vitrina de Anato es un provechoso escenario de ventas, pero el Gobierno deberá promover la diversificación de la oferta y la consolidación de productos turísticos atractivos. Y mucho espacio tiene abierto si ejerce autoridad, control militar y seguridad, y lleva infraestructura y servicios a la Colombia profunda, simbolizada en una decena de departamentos asolados por la violencia que buscan -en eventos como este- tener presencia, mostrarse al mundo y abrirle los brazos al turismo.
Esta opinión es responsabilidad única del autor, y no compromete al Círculo de Periodistas de Bogotá.