Con Trump, se levanta el gigante blanco estadounidense
Su victoria en EE. UU. podría echar por tierra la continuidad de la política de Obama.
El gigante blanco estadounidense decidió y se quedó con la victoria en las votaciones acabando así con la amenaza hispana. Donald Trump, republicano, ganó la presidencia de Estados Unidos y echó por tierra el argumento al que muchos analistas se aferraron, que los latinos decidirían la continuidad de la política de Barack Obama.
Foto:Jeff Kowalsky/AFP
Donald Trump,nuevo presidente de USA.
Ganó el neoyorquino nacido el 14 de junio de 1946, el cuarto de los cinco hijos de Fred Trump, inmigrante alemán y de la escocesa Mary MacLeod, ama de casa. Ganó el hombre que dijo que construiría un muro de 1,000 millas a lo largo de la frontera con México, que prometió imponer un impuesto del 35 por ciento a las importaciones de automóviles fabricados en México y que amenaza con deportar a 11 millones de inmigrantes indocumentados.
¿Preso de sus promesas?
Andrés Oppenheimer en su columna publicada en El Nuevo Herald en marzo pasado, anunció que de llegar Trump a la Presidencia, terminaría preso de sus promesas. “La mayoría de los economistas coinciden en que haría subir el precio de varios productos para el estadounidense promedio –desde los automóviles hasta la lechuga que compran en el supermercado– y acabaría con más puestos de trabajo estadounidenses de los que ayudaría a crear”.
Y a eso es a lo que le temen académicos y analistas hoy. El profesor Gamarra, de la Florida International University, justamente asegura que Trump cumplirá con esa revisión de los acuerdos de libre comercio, que tanto han balanceado las economías de varios países latinoamericanos, entre ellos Colombia.
Eduardo Gamarra va más allá y se atreve a listar lo que podría ocurrir con la presidencia de Donald Trump: “El tema con México sería tenaz y el presidente Enrique Peña Nieto va a lamentar haberlo invitado a su país. Lo que se vislumbraba con el levantamiento de la sanción a Cuba seguro se congelará y Venezuela será un escenario más agresivo. Y eso alegra a mucha gente en la derecha latina, sobre todo acá en la Florida”, dice el experto”.
Si de estos resultados hay que hacer una lectura inmediata, esa es la de que Hillary Clinton no gusta a los estadounidenses. Se ha repetido hasta la saciedad desde antes de su campaña: no es capaz de conectar, de empatizar con la gente. Ni con las mujeres, ni con los latinos. Los ciudadanos de EEUU no han visto en ella a la líder que necesitaban para hacer frente a Donald Trump. Les ha podido que, en definitiva, cómo su persona se vincula con toda una vida en política y cómo está ligada al establishment de Washington. También que su marido es quien es: un expresidente. La suma de todos estos factores ha hecho que la ex secretaria de Estado se haya quedado si su sueño, el de alcanzar la presidencia, y que este sea, previsiblemente, el final de su carrera.
«Hillary Clinton ha hecho un trabajo increíble y todavía no está terminado, hablaremos mañana, ahora id todos a dormir», ha dicho John Podesta, jefe de la campaña electoral democrática, desde el cuartel general de Hillary en Nueva York. Trataba de dejar claro que, dado que el resultado era muy ajustado, Clinton no iba a comparecer para admitir públicamente que ha perdido. Pero lo que sí ha hecho la demócrata ha sido llamar a su rival para reconocer su derrota. «Nos felicitó por nuestra victoria, y yo la felicité a ella y su familia por esta campaña muy muy dura», ha explicado Trump durante su discurso de la victoria.
Después de una polémica campaña y un ajustado conteo de votos, el millonario venció a Hillary Clinton en una tensa noche electoral.
Durante horas Donald Trump lideró el conteo de los votos electorales para llegar a la Casa Blanca, por momentos parecía que la demócrata Hillary Clinton ganaba terreno en esta dura pelea por gobernar Estados Unidos, pero finalmente los estadounidenses escogieron al magnate republicano para que los gobierne durante los próximos cuatro años.
Mike Pence, que va a ser su vicepresidente, lo presentó antes de salir al escenario: «Los electores americanos han hablado y han elegido al vencedor». «Voy a ser el presidente de todos los americanos», dijo Trump. Él agradeció su victoria a los «millones de trabajadores y trabajadoras que aman a su país» y que le van a ayudar a, como repitió durante su campaña, a volver a hacerlo grande de nuevo. Anunció infraestructuras y habló de reconstrucción, algo que no llama la atención en un magnate de la construcción.
Llamamiento a la tranquilidad internacional
«Vamos a doblar nuestro crecimiento económico» y «vamos a mantener buenas relaciones con los países que quieran acompañarnos». «No hay un sueño demasiado grande ni un reto demasiado grande», añadió. Hizo un llamamiento a la tranquilidad internacional pidendo calma a los otros países: no va a haber hostilidad, dijo. Con todo el mundo en contra y con una serie de polémicas en el camino, Donald Trump, logró convencer a los electores con sus cuestionables dichos y propuestas. Ganó en Florida, Colorado, Georgia, Iowa, Estados clave que le aseguraron el triunfo final.
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Para terminar, agradeció a toda su familia, presente en el escenario, su apoyo durante todo el proceso. Se refirió a quienes decían que no tenía suficiente equipo para formar un gobierno y señaló a su familia y a quienes les acompañaban, entre ellos Rudolph Giuliani, exalcalde de Nueva York, y otros políticos. Cerró el capítulo de agradecimientos con «la gente de los servicios secretos». «Es un honor», dijo para terminar mientras sus seguidores coreaban «USA, USA».
Mientras Trump y sus adherentes celebran, las bolsas se desmoronan en todo el mundo por temor a la volatilidad que representa para el mercado el nuevo mandatario. Mientras Europa se despierta sorprendida con la noticia, en el sudeste asiático, se suceden los países que convocan sus consejos de seguridad o a sus altas instancias financieras para analizar el nuevo escenario. Marine Le Pen, la dirigente del Frente Nacional francés, fue la primera política internacional en apresurarse a felicitar a Trump. Antes lo había hecho únicamente Paul Ryan, el jefe de los republicanos en el Congreso, que había mantenido unas tensas relaciones con Trump durante la campaña, en la que ni siquiera había participado ni mostrado su apoyo.
Una derrota llena de angustia, tristeza y desconcierto
Conforme aumentaba el número de votos electores a favor de Donald Trump, los seguidores de Hillary Clinton comenzaron a mostrar su desconcierto y al pasar las horas las caras de angustia y algunos sin poder contener el llanto adelantaban la derrota de la exsecretaria de Estado que se vivió con mucho pesar en el cuartel general de Clinton. Del centro de convenciones Javits Center, engalanado para celebrar su victoria, sus seguidores salían cabizbajos incluso antes de que saliera Clinton a dar su discurso de reconocimiento de la derrota. Tanto es así, que decidió no salir a hablar. Sin embargo, sí que llamó por teléfono a Trump para admitir su derrota. Él lo contó en el escenario y la felicitó, a ella y a su familia, por una dura campaña.
Donald Trump celebra su victoria, en Nueva York. JOHN LOCHERAP
El magnate llega a la Casa Blanca con el apoyo masivo de los electores blancos descontentos con las élites.
Washington
El republicano Donald Trump ha conmocionado a medio Estados Unidos y al mundo entero al derrotar a la demócrata Hillary Clinton en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Trump, un populista con un discurso xenófobo y antisistema, será el próximo presidente de Estados Unidos. Con el apoyo masivo de los estadounidenses blancos descontentos con las élites políticas y económicas, e inquietos por cambios demográficos acelerados, Trump rompió los pronósticos de los sondeos y logró una victoria que aboca a su país a lo desconocido. Nadie como Trump supo entender el hartazgo con el establishment, con el que se identificaba a Clinton. La ola populista global ha llegado a la Casa Blanca.
«Los hombres y mujeres olvidados de nuestro país ya no serán olvidados», dijo Trump en su discurso de la victoria, en Nueva York. El presidente electo, que debe jurar el cargo el 20 de enero, elogió a Clinton y dijo que es el momento de curar las divisiones del país
Clinton no pronunció el tradicional discurso de aceptación de la derrota, y felicitó a Trump por teléfono.
El mundo esperaba ver a la primera mujer en la presidencia de EE UU, después de tener a un presidente afroamericano. Ocurrió lo inesperado. Los votantes eligieron a un demagogo, un hombre que ha reavivado algunas de las tradiciones más oscuras del país, que ha colocado en el centro del discurso político el insulto y la descalificación, un admirador de Vladímir Putin que amaga con reformular las alianzas internacionales de EE UU y lanzar un desafío al vecino del sur, México
En un perfil que hizo el presidente López Michelsen de su amigo Gabriel García
Márquez sostuvo: “En la proyección cultural del continente, ningún otro colombiano,
con excepción de José María Vargas Vila, había alcanzado un renombre semejante, no solo en la comunidad hispanoparlante sino en el mundo entero, como García Márquez”.
Cuando apareció la nota (“El Tiempo”, Lecturas Dominicales, 24-10-99), le comenté al
presidente López que eso lo había dicho el mismo García Márquez. Se sorprendió y le
llevé el recorte de la revista “Mujer”, que dirigía Flor Romero, en donde, en un
reportaje, declaraba “Yo soy el Vargas Vila de mi generación”. Era 1968. Hacía menos
de un año había aparecido Cien Años de Soledad y vivía en Barcelona con su familia.
Gabo entonces mostraba la coincidencia de que su libro se estuviera vendiendo mucho y
que Vargas Vila hubiera vivido también en la hermosa ciudad de las Ramblas y de
Gaudí.
Hoy casi nadie se acuerda ni sabe quién fue Vargas Vila. Ensayista, historiador,
novelista y sobre todo panfletario. Se enfrentó a los curas y a la regeneración y la mayor
parte de su vida estuvo fuera del país, en el exilio, viviendo únicamente de sus libros,
porque ellos se vendían como arroz. Malcon Deas ha descubierto que varios líderes
latinoamericanos han tenido su influencia, y no lo han confesado.
Una vez en un banco de Rio de Janeiro fue a cobrar un cheque y el cajero, con sorpresa,
le comentó: “¡Es usted Vargas Vila! Pues sepa que hace unos quince días se suicidó una
sobrina mía en cuya mesa de noche se hallaba Ibis, con una anotación marginal en la
que aseguraba ser su libro el responsable de tamaña desgracia”.
Esa novela y otras como Aura y las violetas y un sin número de otras más hicieron parte
de su producción. Hoy, repito, casi nadie lo recuerda. ¿Se parece a García Márquez?
Quizá porque en su época vendió mucho y también porque escribió unos cien libros y
Foto: POOL/GETTY IMAGES// El presidente de Estados Unidos es considerado, comúnmente, como la persona más poderosa del mundo.
Gerardo Lissardy BBC Mundo, Nueva York
Estados Unidos elige este martes si su presidente durante los próximos cuatro años será Hillary Clinton o Donald Trump, dándole a uno de ellos un poder inmenso para gobernar la superpotencia planetaria.
De hecho, muchos creen que los estadounidenses están escogiendo en las urnas a la persona más poderosa del mundo.
El razonamiento detrás de esa idea es claro: el triunfador será a la vez el jefe de Estado y de gobierno del país con la principal economía, un alcance global único y las mayores Fuerzas Armadas.
Expertos como Daniel Drezner, profesor de política internacional en la Universidad Tufts y miembro no residente de Brookings Institution, un centro de análisis de Washington D.C., comparten la noción de que el inquilino de la Casa Blanca posee más poder que cualquier otro individuo.
«Diría que sí, dado que el presidente de EE.UU. tiene el comando de uno de los mayores arsenales nucleares del mundo, y puede decidir lanzar esas armas sin el control y equilibrio de otra rama del gobierno», dice Drezner a BBC Mundo.
Sin embargo, ¿cuánto poder ejerce realmente en la práctica un presidente estadounidense?
O, planteado de otra forma, ¿pasarán a ser la demócrata Clinton o el republicano Trump la persona capaz de afectar más vidas en la Tierra, directa o indirectamente?
«Débil»
La cuestión del poder real que tiene un mandatario estadounidense ha sobrevolado de un modo peculiar la campaña electoral en este país.
Clinton alertó varias veces sobre la posibilidad de que los códigos nucleares de EE.UU. puedan quedar en manos de Trump, a quien acusa de falta de temperamento y experiencia para ser comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.
El magnate inmobiliario ha dicho que la proliferación nuclear es el «mayor problema» que enfrenta el mundo y no descartó el uso de ese tipo de armas como última opción siendo presidente, aunque aclaró que no sería de «gatillo fácil».
Arturo Valenzuela, que manejó temas interamericanos en el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca en el gobierno de Bill Clinton y encabezó la diplomacia hemisférica de EE.UU. con Hillary Clinton como secretaria de Estado, dice que lainquietud radica en la capacidad de actuar que tendría Trump ante un «tema dramático», como por ejemplo un desafío de Corea del Norte.
«Sin embargo, en relación los temas de América Latina y la política exterior que podría implementar, el presidente de Estados Unidos es relativamente débil», aclara Valenzuela, que ha sido uno de los portavoces de la campaña de Clinton.
«Sus facultades para actuar de forma independiente son muy relativas«, explica a BBC Mundo. «Va a precisar del apoyo del Congreso y de otras entidades. El presidente de Estados Unidos no puede llegar, hacer un decreto y cambiar toda la política hacia la región. Y pasa lo mismo en temas de política interna».
Poder con límites
Los límites que tiene un mandatario de EE.UU. para actuar están marcados por la Constitución y la ley, y responden a una obsesión que tenían los fundadores de este país: evitar la tiranía.
Asuntos importantes como la firma de nuevos acuerdos comerciales o una declaración de guerra por parte de Washington requieren autorización del Congreso.
Es cierto que un presidente estadounidense tiene margen, por ejemplo, para alterar pactos y políticas comerciales, o enviar tropas a una guerra sin esperar por el aval del Capitolio, como ha ocurrido, aunque en este último caso precisa de la autorización poco después.
El presidente Barack Obama ha intentado que el Congreso autorice la guerra contra Estados Islámico, pero no lo logró y su campaña militar contra ese grupo se apoya en un aval votado tras los ataques de septiembre de 2001 para luchar contra sus autores.
Varios expertos señalan que en los últimos tiempos, sobre todo después de aquellos ataques de al-Qaeda en Nueva York y Washington, los poderes del presidente de EE.UU. se han expandido.
Pero hay quienes creen que fuera del Despacho Oval existen líderes con más poder.
¿Putin?
La revista Forbes ha colocado al presidente ruso, Vladimir Putin, al tope de su lista de personas más poderosas del mundo en los últimos tres años, señalando su capacidad «para hacer lo que quiera y salirse con la suya».
El segundo lugar de esa lista en 2015 tampoco fue para Obama sino para la canciller alemana, Angela Merkel, por considerarla «la columna vertebral de la Unión Europea de 28 miembros».
El presidente estadounidense quedó tercero, porque para Forbes su influencia disminuía al entrar en su último año de mandato, mientras el papa Francisco figuró cuarto, como líder espiritual de «un sexto de la población mundial».
Y hay otras personas que podrían aspirar al podio.
¿Qué tal por ejemplo de Xi Jinping, el presidente chino que ha concentrado poder?
¿Y Janet Yellen, la presidenta de la Reserva Federal, definida en la revista The Atlantic cuando fue propuesta para el cargo, como alguien que sería «la mujer más poderosa en la historia del mundo»?
Yellen, y no Obama o quien lo suceda, tiene una voz clave al decidir el cambio de las tasas de interés, que afectan los costos de tomar prestado de un banco o el valor del dólar globalmente.
Discrecionalidad
El propio Trump sorprendió en esta campaña al hablar de Putin como un líder más fuerte que Obama, o al decir que el presidente ruso ha sido más astuto que el estadounidense y que Clinton.
Y ahora muchos se preguntan cómo una presidencia de Trump, que ha hablado de levantar un muro en la frontera con México o revisar pactos comerciales o de cooperación internacional, podría afectar a EE.UU. y al mundo.
«Si eligen a Donald Trump, me preocuparía mucho. Porque por un lado el presidente de EE.UU. está muy restringido por límites institucionales. Pero por otro lado, tiene mucha discrecionalidad», señala Peter Gourevitch, profesor de relaciones internacionales en la Universidad de California en San Diego.
«En cuestiones de seguridad, hay varias formas en que el presidente puede causar muchos problemas», agrega en diálogo con BBC Mundo. «En la crisis de misiles de Cuba, el presidente (John F.) Kennedy tuvo mucha discrecionalidad. Y (Lyndon) Johnson en Vietnam».
El propio Obama ha usado ampliamente su autoridad ejecutiva para dejar su huella en política doméstica y exterior eludiendo al Capitolio, por ejemplo al normalizar las relaciones con Cuba, aunque no logró que el Congreso levantara el embargo a la isla.
Quizá otra prueba de la influencia limitada de un mandatario en este país sea el hecho de que alguien como Trump, tan distinto a Obama en tantos aspectos, esté a un paso de llegar a la Casa Blanca.
«Los presidentes de Estados Unidos», dice Randall Kennedy, un profesor de derecho en la Universidad de Harvard, «son poderosos pero no son todopoderosos: no son capaces de cambiar la cultura política de Estados Unidos«.
Un centro de votación en el Bronx, en Nueva York, el martes en la mañanaCreditHiroko Masuike/The New York Times
Las elecciones presidenciales en Estados Unidos no se ganan mediante el voto popular, sino a través del Colegio Electoral. En vez de una gran elección nacional, las elecciones presidenciales en realidad son 51 elecciones que se llevan a cabo simultáneamente en cada estado (y el Distrito de Columbia).
A cada uno de los 50 estados se les otorgan electores con base en sus miembros del congreso, básicamente por población. Washington, D.C., por ejemplo, obtiene tres votos; Florida obtiene 29. En casi todos los estados, el candidato ganador de la votación popular se lleva todos los votos del Colegio Electoral: hay 538 votos nacionales en total, y se necesitan 270 para ganar.
En cerca de dos tercios de los estados, incluyendo los más grandes, California (muy demócrata) y Texas (muy republicano), el resultado es predecible. Por lo tanto, la contienda se definirá por los resultados de 15 estados con menos de 200 votos electorales.
¿Cuáles son los estados clave?
Florida, Ohio y Pensilvania se perfilan como los estados más críticos. Estos estados seguramente sumarán el voto electoral que otorgue ventaja al ganador de la elección.
Hillary Clinton tiene una ventaja clara y consistente en estados que suman por lo menos 270 votos electorales, aunque la elección sin duda se ha cerrado en las últimas semanas.
Incluso si Donald Trump gana Arizona, Iowa, Ohio, Utah, Carolina del Norte, Florida y New Hampshire, aún estará lejos de la victoria. Todavía necesitaría ganar uno de los siguientes estados: Pensilvania, Nevada, Michigan, Wisconsin, Colorado, Virginia, o quizá Nuevo México o Minnesota.
De todos estos estados, el único donde Trump ha estado cerca en las encuestas es Nevada.
¿Cuándo conoceremos los resultados?
Las votaciones comienzan a cerrarse en todo el país a las 6 p. m. El voto en persona terminará a la 1 a. m., hora del este, el miércoles en las islas occidentales de Alaska.
A las 8 p.m., suficientes estados habrán votado para conformar por lo menos la mitad del total de los 538 votos electorales.
La mitad de los 106 votos electorales en distritos y estados competitivos está en lugares que terminan de votar a las 7:30 p. m. Cerca del 90 por ciento de estos 106 votos electorales están en lugares que terminan de votar a las 9 p. m.
Si es la noche de Trump y gana cada uno de los nueve estados y distritos críticos que hoy compiten, podría asegurar exactamente los suficientes votos electorales para ganar —270— a las 10 p. m., suponiendo que también gane en Alaska, que termina de votar a la 1 a.m.
Combo de fotografías que muestra a la candidata Demócrata a la presidencia, Hillary Clinton , y a su candidato a la vicepresidencia, Tim Kaine, en Filadelfia,y al candidato Republicano , Donald Trump, junto a su candidato a la vicepresidencia, Mike Pence, en Cleveland (Shawn Thew / Michael Reynolds / EFE)
La noche será larga… o corta. Todo depende de quién sea el próximo presidente de Estados Unidos. Si es la candidata demórata, Hillary Clinton, que las encuestas sitúan como favorita por un estrecho margen, podemos saberlo a partir de las 3 de la madrugada hora española. Si por el contrario, el sucesor de Barack Obama es el republicano Donald Trump, no será hasta al menos las 5 de la madrugada que conoceremos al vencedor de las elecciones .
Debido al sistema electoral estadounidense, en el que los estados llevan a sus delegados al colegio electoral (el organismo que acaba eligiendo al presidente), hay que esperar a que uno de los dos candidatos logre 270 votos electorales, la mitad más uno de los delegados. Como el país tiene distintos husos horarios desde la Costa Este hasta Alaska, los horarios de cierre de los colegios en los 55 estados determinarán en qué momento conoceremos al presidente.
Las urnas empezarán a cerrar a las 6 de la tarde (hora de la Costa Este), que equivale a las 12 de la madrugada en España, en la mayor parte de Indiana y en la parte oriental de Kentucky pero no será hasta la 1 de la madrugada (a partir de ahora siempre hora española) que se conozca el sentido de los primeros 64 votos electorales en liza , pues cerrarán las urnas en la mayor parte de Florida, Georgia, el resto de Indiana y de Kentucky, Nuevo Hampshire, Carolinadel Sur, Vermont y Virginia. A la 1.30 cerrarán Carolina del Norte, Ohio y Virgina Occidental con lo que se conocerán 102 votos electorales.
Si un candidato fuera capaz de adjudicarse todos los estados que cierren hasta las 2 de la madrugada (totalmente improbable) ya conoceríamos al ganador puesto que ya habría 292 votos adjudicados
Si un candidato fuera capaz de adjudicarse todos los estados que cierren hasta las 2 de la madrugada (totalmente improbable) ya conoceríamos al ganador puesto que ya habría 292 votos adjudicados. A esa hora cierran los estados de Alabama, Connecticut, Delaware, Distrito de Columbia, parte de Florida, Illinois, Kansas, Maine, Maryland, Massachusetts, la mayor parte de Michigan, Mississippi, Missouri, New Jersey, la mayor parte de Dakota del Norte, Oklahoma, Pennsylvania, Rhode Island, la parte oriental de Dakota del Sur, Tennessee y la mayor parte de Texas. Media hora después cierra Arkansas (298 votos).
A las 3 de la madrugada cerrarán Nueva York, Minnesota, la parte occidental de Dakota del Sur, Nebraska, la esquina meridional de Dakota del Norte, el noroeste de Michigan, Colorado, Louisiana, New Mexico, Texas, Arizona, Wisconsin y Wyoming (432 votos electorales). A esa hora, si Hillary Clinton es capaz de adjudicarse los estados que se dan por supuestos y los seis estados bisagra (conocidos como battleground states o swing states) que ya hayan votado entonces (Arizona, Florida, Georgia, New Hampshire, North Carolina y Ohio) y el segundo distrito de Maine, la candidata demócrata será ya la virtual vencedora de los comicios. A las 4 de la madrugada cerrarán Iowa, la mayor parte de Idaho, Utah, Nevada y Montana (457 votos electorales).
Si en lugar de Clinton el ganador es finalmente Donald Trump, lo sabremos a partir de las 5 de la madrugada cuando cierran California, el norte de Idaho, Oregon, Washington y Hawaii (535 votos electorales). A esa hora ya habrán votado los nueve estados donde la disputa está viva. Si el candidato republicano se adjudicas todos sus feudos y es capaz de imponerse en losnueve swing states se asegurará los 270 votos electorales que le llevarían a la Casa Blanca, asumiendo que también se impondría en Alaska, estado que acaba de votar a las 7 de la mañana. De hecho , la mayor parte de Alaska cierra a las 6 pero las islas orientales cierran a las 7, cuando de completan los 538 votos electorales en liza.
Hillary es una mezcla de su esposo –Bill- y de su exjefe –Obama-. No tendría una política hacia Colombia tan dura como la que intentaría Trump, pero tampoco sería tan progresista como la que implementó Obama.
El triunfo de Hillary Clinton, para Colombia, significaría continuidad. No podría haber un cambio de rumbo abrupto, como el que eventualmente sí cabría con el otro candidato. En una reciente encuesta del Centro de Consultoría, los colombianos votarían por Clinton sobre Donald Trump –en la hipótesis de que pudieran hacerlo- en una mayoría superior a la de otros países. La victoria de la candidata demócrata sería bien recibida en este país.
La política de Estados Unidos hacia Colombia, si este martes Hillary Clinton es elegida presidenta, seguiría dos antecedentes: lo que hicieron los presidentes Bill Clinton –esposo de la nueva mandataria- y Barack Obama, en cuyo primer cuatrienio la mujer presidenta –primera en la historia- trabajó como secretaria de Estado. Esas dos experiencias ya marcaron la visión de Hillary. Y aunque Bill y Barack no necesariamente tienen aproximaciones idénticas hacia América Latina y hacia Colombia, hay denominadores comunes.
Bill Clinton es el padre, junto con Andrés Pastrana, del Plan Colombia. Un programa de cooperación sin precedentes en cuanto al monto financiero y a su alcance político y militar. Barack Obama mantuvo la cooperación –que fue disminuyendo en cantidad y se reorientó para que el componente militar se redujera como porcentaje del total-. Para Clinton, la ayuda se justificó en salvar a un país en crisis y asegurarlo como aliado de Estados Unidos. Para Obama, la idea fue consolidar la transformación de Colombia y apoyar el esfuerzo de Juan Manuel Santos para superar una de las últimas confrontaciones de la guerra fría.
Hay, entonces, diferencias de matices entre el esposo de Hillary –Bill- y su jefe –Obama-. El primero confió en la fuerza para fortalecer al Ejército. El segundo, que también propició la normalización de las relaciones con Cuba, le apostó al proceso de paz con las Farc.
Pero también hay hilos en común. Desde Washington, los gobiernos de Pastrana, Uribe y Santos, se ven como una continuidad que mezcla el uso de la fuerza y la negociación política para fortalecer la institucionalidad democrática. La famosa polarización política de Colombia no es visible, ni comprensible, ni relevante, en el Congreso ni en el Gobierno. El Plan Colombia es una “historia de éxito” de la diplomacia de Estados Unidos, apoyada en el Congreso por los dos principales partidos: demócrata y republicano. Todo esto conforma el pensamiento de Hillary Clinton sobre Colombia: la nueva mandataria, si es elegida, no tendrá que aprender nada. Ya tiene un concepto formado, y seguramente intentará seguir la “historia de éxito”.
Esa aproximación se reforzará por dos hechos nuevos. El primero, que su probable círculo de asesores y funcionarios –en lo que tiene que ver con Colombia y América Latina- seguramente saldrá de los equipos que trabajaron en los gobiernos de Bill Clinton y Barack Obama. Y la segunda, que en el contexto regional, ante la situación crítica de Venezuela, Colombia luce como un país que avanza porque está superando sus peores problemas y que Washington quiere tener como aliado en los temas complejos de América Latina.
La continuidad de la política hacia Colombia en el gobierno de Hillary Clinton, sin embargo, tendría matices. Una Presidenta no solo se forma por su trayectoria sino también por la forma como es elegida. La dura batalla entre Hillary y Donald Trump va a dejar heridas abiertas, y un clima político polarizado y derechizado. No es que la relación entre la Casa Blanca y el Capitolio haya sido fácil en los últimos ocho años. Pero en los próximos cuatro podría ser peor. La campaña de Trump no fue común. No fue simplemente “dura” en términos convencionales, sino buscó patear el tablero de la política. Los platos rotos están ahí. El entendimiento bipartidista va a ser aún más difícil que en la era Obama.
Y eso, para Colombia, implica que el consenso entre republicanos y demócratas que, mal que bien, se ha mantenido en el Congreso desde que se inició el Plan Colombia, no puede darse como seguro. Y en un panorama tormentoso habría, al menos, tres temas que podrían ser difíciles.
El primero es el apoyo de Estados Unidos al proceso de paz. Hillary es más halcón que Obama, para empezar. Pero, además, se va a encontrar con un limbo del acuerdo firmado entre el gobierno y las Farc que le puede resultar incómodo a la Presidente en los inicios –que no van a ser nada fáciles- de su mandato. Seguramente no acabará la cooperación de Paz Colombia (que es la más reciente denominación del Plan Colombia) pero falta ver si la continuará con el mismo entusiasmo y prioridad. Y, sobre todo, si mantendrá el compromiso y audacia con que el gobierno Obama acompañó los diálogos con las Farc. Para Obama, el fin de la guerra en Colombia y el fin del aislamiento de Cuba fueron dos piezas de una misma estrategia para terminar la guerra fría en el continente y marcar su legado para la historia. Con Hillary, al menos, habría que considerar la hipótesis de que un gobierno nuevo no quiere hereedar riesgos.
El segundo es el crecimiento de los cultivos de coca en Colombia. Están desbordados. Y aunque todos los gobiernos de Estados Unidos desde el de Richard Nixon han tenido a la guerra contra las drogas como una prioridad, ha habido diferencias de énfasis. Bill Clinton –el esposo de la nueva presidenta- fue mucho más duro que Barack Obama. ¿Reasumirá Hillary, desde el despacho oval, una actitud de mano dura contra el narcotráfico? La respuesta positiva no es descartable.
Y el tercer tema es Venezuela. El nuevo gobierno, en sus primeros meses, le va a dedicar más tiempo a estructurar la política hacia Venezuela, que a pensar en Colombia. La situación de Maduro es crítica. Es poco probable que una administración con cuatro años por delante –y eventualmente ocho- mantenga una política cauta hacia Caracas. Al menos, si lo hace será después de un debate interno que no podrá estar desligado de lo que demanden los voceros de la línea dura en Washington. Y Colombia podría estar afectada. Si la Presidenta Clinton, eventualmente, optara por endurecerse frente a Maduro, buscaría –o desearía- que Colombia la acompañara.
No sobra recordar que Obama y Santos coinciden en la poco frecuente combinación de presidentes en ejercicio y premios Nóbeles de paz Nobeles de Paz. Controvertidos, ambos, premiados en momentos distintos y por razones diferentes. Pero algo tienen en común y las relaciones entre los dos países bajo sus mandatos se centraron en buscar la paz a diferencia, por ejemplo, de la lucha contra el terrorismo liderada por la llave Uribe-Bush. Hillary Clinton no es Donald Trump -claramente no lo es- pero tampoco es Barack Obama.
Los dos proyectos son actos legislativos por lo cual requieren de ocho debates, cuatro de los cuales deben surtirse antes del próximo 16 de diciembre.
La Comisión Primera del Senado tiene el reto de sacar adelante esta semana dos proyectos de reforma constitucional que han generado polémica en el país y que buscar regular el sueldo que reciben los congresistas.
El primero está siendo impulsado por la senadora por Alianza Verde Claudia López, quien ha manifestado que su iniciativa busca bajar la mesada que reciben los legisladores «de 40 salarios mínimos a 25».
Esto provocaría que los legisladores pasen de ganar mensualmente alrededor de 23 millones de pesos a 14 millones.
El segundo proyecto, impulsado por varios senadores del Centro Democrático, busca que en el futuro el sueldo parlamentario se incremente igual al salario mínimo, el cual este año subió en 7 por ciento.
Los dos proyectos son actos legislativos por lo cual requieren de ocho debates, cuatro de los cuales deben surtirse antes del próximo 16 de diciembre.
En caso de que la Comisión Primera de Senado les dé su bendición este martes, los proyectos llegarían a la plenaria de esa corporación dentro de ocho días, es decir el próximo 15 de noviembre.
Allí tienen que pasar algunos días mientras se designan ponentes, se elabora la ponencia y se anuncia en el pleno del Senado, lo cual podría darse una semana después, es decir el martes 22 de noviembre.
Si se aprueban esa misma semana, las iniciativas pasarían a la Comisión Primera de Cámara, para lo cual, según el reglamento del Congreso, deben pasar 15 días.
Esto significa que estarían llegando a esa célula legislativa hacia el miércoles 7 de diciembre y tendrían que surtir el mismo procedimiento que en la plenaria de Senado: designación de ponentes, elaboración de ponencias y anunció en Comisión.
En caso de que estos trámites se surtan con rapidez, el debate podría darse hacia el martes 13 de diciembre, es decir 3 días antes de que se clausuren legalmente las sesiones ordinarias y aún a los dos proyectos les faltaría un debate en la plenaria de la Cámara.
Varios observadores han manifestado que parte de la razón para que los dos proyectos estén a punto de hundirse radicaría en el retraso para su trámite.
Esta demora podría deberse, entre otras razones, al trámite de los impedimentos que presentaron 7 de los 19 senadores que conforman la Comisión Primera de Senado.
Entre las razones que han presentado estos legisladores han estado el conflicto de interés por tratarse una decisión que los afectaría directamente ya que se trata de su propio sueldo.
Así las cosas, los congresistas tienen la misión de agilizar los debates sobre estos proyectos, los cuales son uno de los reclamos más retirados de un gran sector de los colombianos.
Odín Sánchez está próximo a cumplir siete meses secuestrado por la guerrilla del Eln, que
tiene influencia armada en el departamento del Chocó. FOTO COLPRENSA
POR SANTIAGO VALENZUELA A.
o bastó la presión del Gobierno Nacional para que la guerrilla del Eln liberara al político Odín Sánchez de Oca, secuestrado en abril de este año. El grupo subversivo, que no ha logrado formalizar los diálogos de paz con el Gobierno, puso como condición el indulto a dos guerrilleros detenidos para liberar a Sánchez.
El jefe negociador del Ejército de Liberación Nacional, alias Pablo Beltrán, dijo que en el transcurso de la semana Sánchez será liberado. El político chocoano le adeuda 5.885 millones de pesos al Estado. En 2013, el Consejo Superior de la Judicatura expidió un cobro jurídico porque Sánchez no cumplió con la sanción que le impuso la Corte Suprema de Justicia en 2011.
En ese entonces, Sánchez fue condenado a nueve años de prisión y a pagar una multa por sus vínculos con el Bloque Élmer Cárdenas de las Autodefensas, el cual fue dirigido por Freddy Rendón Herrera, alias “El alemán”.
La información otorgada por el Eln señala que se conformó una comisión humanitaria para que se dé la liberación de Sánchez y, de esta manera, comenzar los diálogos de paz con el Gobierno en Quito (Ecuador).
Los dos combatientes que deberían ser indultados, según el Eln, son Juan Carlos Cuéllar y alias Eduardo Martínez, quienes se encuentran recluidos en la cárcel de Bellavista. Ellos, según lo acordado con el Gobierno, actuarían como “gestores de paz”.
De otro lado, el comandante del Eln, Nicolás Rodríguez Bautista, alias “Gabino”, dijo que la responsabilidad de que la mesa no se instalara el pasado 27 de octubre es del Gobierno Nacional. Según él, la guerrilla cumplió con lo pactado al liberar al exalcalde de Charalá, Fabio León Ardila, y al señor Alejandro Alarcón.
Por otro lado, en un documento difundo por el grupo subversivo aparecía que una tercera persona “sería liberada” en el “transcurso de la primera ronda de diálogos”. Esta persona, dice el Eln, es Odín Sánchez.
Como el Gobierno Nacional ha condicionado el inicio de los diálogos de paz con la liberación de Sánchez, al grupo guerrillero no le queda otra salida que liberarlo cuanto antes: “El Comando Central, en coordinación con los mandos del ‘frente de guerra’, donde está retenido el señor Odín Sánchez procederá a liberarlo dentro de protocolos de seguridad en coordinación con el Gobierno y los organismos humanitarios ”, dijo el Eln. La fecha sigue siendo incierta.
Gobierno celebró decisión
El jefe negociador del Gobierno, Juan Camilo Restrepo, celebró el anuncio del Eln. Pidió que Sánchez “reciba la libertad sano y salvo”. En un comunicado, el equipo de paz del Gobierno señaló que espera que la “comisión cumpla su tarea a la mayor brevedad a fin de que se den las condiciones para instalar la fase pública del proceso de paz”.
Los acuerdos con la guerrilla del Eln tendrían seis fases: participación en la sociedad, democracia para la paz, transformaciones para la paz, víctimas, fin del conflicto e implementación de lo acordado. Por ahora, está por verse si esta semana comienza a escribirse un nuevo capítulo sobre la paz en Colombia.