El Cauca ha sido un permanente escenario de violencia y, junto con el Chocó, uno de los dos departamentos con mayor pobreza y desigualdad en ingresos y calidad de vida. Desde tiempos históricos la suerte de este territorio ha estado signada por problemas estructurales a los que el Estado no ha sabido responder. Esa ausencia de políticas ha alimentado tensiones, generadas por conflictos sociales interétnicos, posesión y uso de la tierra, influencia de grupos armados ilegales y el recurrente incumplimiento de acuerdos oficiales para atender demandas básicas de las comunidades vulnerables —conformadas por indígenas, campesinos y afrodescendientes— que suman la mayoría de la población.
Las acciones de hecho asumidas por los indígenas y reflejadas en manifestaciones y bloqueo de la vía Panamericana son repetitivas y costosas. Los 27 días de la reciente minga —la más larga de todas las realizadas hasta el momento— produjeron perjuicio económico y social tanto para este departamento como para sus vecinos, Nariño y Putumayo, por el devastador impacto en pérdidas billonarias que provocó en variados frentes del aparato productivo. Una reacción controvertida pero, sin duda, comprensible ante la larga y acumulada herencia de inequidades e incumplimientos, persecuciones, violación a los derechos humanos y fallidos reclamos de tierra.
Dentro de los sectores más afectados en la región estuvo el turístico. En el caso particular del Cauca, Popayán, la Ciudad Blanca, declarada por la Unesco Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2009, sintió el golpe de la crisis por la baja afluencia de turistas —menos del 10% de los habituales— y prendió alarmas ante la incertidumbre que pueda reflejarse en las próximas festividades de Semana Santa, la época más visitada para la ciudad.
Tras los acuerdos de paz en La Habana, el Cauca logró sacudirse del estigma de la violencia guerrillera y dio un salto capital en materia de flujo turístico. De un 25% de visitantes que reportaba a inicios de la década, sobrepasó el 82% el año pasado, gracias al empuje de la administración departamental que intenta sacarles provecho a los nuevos vientos y proyecta la implementación de dos subregiones potencialmente turísticas, enfocadas en Popayán y en el sector centro nororiental.
Lugares victimizados por la violencia de las Farc, como Toribío, Condoto, Jambaló, Argelia y Bolívar, se organizan de la mano de la Gobernación en la implementación de emprendimientos turísticos y económicamente productivos, que permiten abrir expectativas favorables a sus pobladores. En Tierradentro se trabaja en aras de la competitividad turística, y varios municipios, especialmente al norte, organizan una red de actores culturales y de asociaciones turísticas, que ya suman 400 empresas certificadas para el ejercicio de la actividad. En Miranda y Corinto le apuestan al mismo reto, en tanto sustituyen cultivos ilícitos por flores y plantas ornamentales e incentivan la incipiente industria del cannabis medicinal.
El Cauca es un departamento promisorio y de portentoso futuro si se le sacara del abandono estatal, articulando una política pública que sustente la ejecución de proyectos comunitarios productivos y el desarrollo de la infraestructura en servicios públicos, salud y educación. Dada su particular ubicación sobre una región geográfica considerablemente seductora por la belleza y diversidad de sus paisajes y la exuberante propuesta ambiental centrada en los cuatro parques naturales localizados en su territorio, el turismo podría convertirse en un vertiginoso motor de progreso.
Atractivos adicionales a la histórica Popayán tiene de sobra. La represa de La Salvajina, pese a su conflicto ecológico; la mítica y selvática isla de Gorgona; el Puracé de balnearios y aguas termales; Toribío y sus calles empedradas, o Santo Domingo, con sus nacimientos de aguas, quebradas y ríos, son fuente de trabajo y sustento para sus pobladores. El departamento cuenta con un impactante patrimonio ambiental, histórico y cultural, como lo atestiguan tanto su condición de Macizo Colombiano Reserva de la Biósfera, como el Parque Arqueológico de Tierradentro, las procesiones de Semana Santa, el Festival de Sonidos de la Marimba y el Congreso Gastronómico.
Sorteadas las vías de hecho que sintetizaron la rebeldía popular ante un Estado ausente, el Gobierno deberá emprender un proceso de materialización de derechos y reconocimientos ancestrales para beneficiar a las comunidades vulnerables —utilizadas como conejillo de indios por una selecta clase terrateniente— y comenzar a abonarle a la vieja deuda social. Un punto de reflexión será priorizar la paloma de la paz frente a cualquier Paloma guerrerista para que no salgan volando las esperanzas hacia un mejor futuro. En su lucha por la tierra, los indígenas no quieren masacres… sino más acres.
@Gsilvar5