El gobierno de Trump quiso suspender los permisos a migrantes que reciben atención médica de vida o muerte. Al final, reconsideró esta decisión por historias como la de Jonathan Sánchez, quien podría morir sin su tratamiento.
Si deportan a Jonathan Sánchez a Honduras se va a morir. Este joven de 16 años sufre de fibrosis quística. Su hermana mayor murió de la misma enfermedad que, entre otras cosas, atasca los pulmones con flemas imposibles de sacar. Pero esa tos letal no pareció importarle al funcionario que les envió una carta al padre y la madre de Jonathan diciéndoles que la familia tenía 33 días para irse de Estados Unidos.
Para Jonathan, esa carta era una sentencia de muerte.
¿Qué pasa si te regresan a Honduras?, le pregunté en una entrevista vía satélite, poco después que recibieran la carta. “Pues, básicamente, la muerte”, me contestó, cerca del Children’s Hospital en Boston, donde recibe el tratamiento que lo ha mantenido con vida. “Me ha pasado en ocasiones que si no hago el tratamiento por un día, empiezo a toser bastante. Me canso. Me cuesta respirar bastante. Sufro de dolores de estómago y no suelo digerir bien la comida. Eso es lo que me pasa si no los hago en un día”.
La guerra contra los inmigrantes en Estados Unidos se está extendiendo hacia los más débiles. Ya no se trata, solo, de separar a niños de sus padres en la frontera, de poner a menores de edad en jaulas o de considerar quitarles la ciudadanía automática a los hijos de indocumentados nacidos en Estados Unidos. Ahora el gobierno del presidente Donald Trump se lanzó en contra de niños enfermos. Como Jonathan.
Hay un esfuerzo concertado del gobierno de Trump para limitar el número total de extranjeros en Estados Unidos, particularmente cuando vienen de América Latina. (No podemos olvidar su mantra de junio de 2015 sobre los inmigrantes mexicanos: “Traen drogas. Traen crimen. Son violadores”.) Y la campaña presidencial de 2020 tiene que definir qué tipo de país queremos ser.
Jonathan y sus papás, Gary y Mariela, entraron como turistas a Estados Unidos hace tres años. Luego solicitaron quedarse a través de un programa médico de acción diferida para que Jonathan pudiera recibir su tratamiento. No es una categoría migratoria muy grande. Pero salva muchas vidas. Cada año, cerca de mil personas son beneficiadas.
Pero el mes pasado, sin ningún aviso previo, la agencia encargada de otorgar esos permisos migratorios —el Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos (USCIS)— decidió cancelarlos casi todos. El mensaje para Jonathan fue fulminante: “Debo abandonar el país en 33 días o voy a ser deportado”.
Mariela, la mamá de Jonathan, no lo podía creer y llamó para pedir una explicación. “Solo nos dijeron que nuestra solicitud había sido negada”, me contó. “Que no podían darnos nuestra extensión”.
Los Sánchez la han pasado mal y ya saben a qué se enfrentan. La hermana mayor de Jonathan murió en Honduras de la misma enfermedad. “Cuando nuestra hija nació, en nuestro país ni siquiera los médicos sabían qué diagnosticar”, me dijo Gary. “Nadie sabía lo que ella padecía”. En un esfuerzo desesperado, le tomaron una prueba de sangre a su hija y la enviaron, congelada, a Estados Unidos. Poco después llegó el resultado a Honduras: efectivamente, padecía de fibrosis quística. Pero la información llegó demasiado tarde. La niña ya había muerto.
Y para no repetir la historia con Jonathan, los Sánchez emprendieron el camino hacia Estados Unidos. Pero cuando hablé con Gary, estaba desesperado. “En este momento no tenemos muchas alternativas. No sabemos qué hacer”, me dijo. “Hemos estado esperando por meses una respuesta y de repente nos dicen que esta es negada”.
“A algunas personas antiinmigrantes les gusta decir: ‘No estamos en contra de la inmigración, solo estamos en contra de la inmigración ilegal’”, publicó hace poco en Twitter la congresista demócrata, Alexandria Ocasio-Cortez. “Si eso fuera cierto, entonces haríamos que la inmigración legal fuera fácil y segura. Pero cada día este gobierno está deteniendo casi por completo la inmigración legal”.
Es cierto. Jonathan y sus papás hicieron todo legalmente. Entraron a Estados Unidos legalmente, solicitaron su permiso de estadía médica legalmente y tramitaron sus extensiones legalmente. Pero el gobierno de Trump les dijo que no…. hasta el lunes 2 de septiembre.
El presidente de Estados Unidos no suele disculparse ni da marcha atrás en sus decisiones. Al contrario, le gusta ratificar sus aciertos y sus errores por igual. Pero no pudo contra la presión que Jonathan y otros pacientes le pusieron al gobierno al contar sus desgarradoras historias en los medios de comunicación y en las redes sociales.
Sin mucha publicidad, y sin reconocer ninguna equivocación, el USCIS informó que volverá a considerar solicitudes médicas como la de Jonathan. Gary, me confirmó que, efectivamente, sus abogados recibieron instrucciones para volver a presentar una extensión para los Sánchez. Eso salvaría a Jonathan.
Quisiera escribir que la moraleja de esta historia es que el bien siempre triunfa. O que, como dicen algunos, las cosas siempre pasan por algo. Yo no creo nada de eso. Mi explicación es un poco más realista. Aquí en Estados Unidos nos estamos enfrentando a uno de los gobiernos más antiinmigrantes desde que en 1954 se deportó a un millón de mexicanos en la llamada Operación Wetback. Y con tal de reducir el número de inmigrantes y tratar de revertir la diversificación de la población, el gobierno de Trump ha iniciado una campaña que va, incluso, contra niños enfermos.
En los momentos de mayor indefensión siempre tenemos un recurso disponible: contar tu propia historia. Jonathan lo hizo y, en el proceso, podría salvarse.
Le pregunté a Jonathan qué le pediría a las personas que lo querían deportar. “Que no me maten”, fue su respuesta, brutal y directa. No hay nada más poderoso y conmovedor que la lucha de un niño por su propia vida. En eso sí creo.
Los sueños, rodeados de un aura mística y misteriosa, han intrigado al ser humano desde tiempos remotos. Hace más de 4.000 años, los habitantes de la antigua Babilonia prestaban una importancia sagrada a las ensoñaciones. No solo tenían a su propia diosa, Mamu, que velaba por los buenos sueños de la gente, sino que también desarrollaron documentos sobre la interpretación de los sueños. En este aspecto, es célebre el relato del sueño del rey babilonio Nabucodonosor II, narrado en la Biblia, que removió cielo y tierra para intentar conocer el significado de su sueño, llamando a multitud de astrólogos, adivinos y magos. El mismo Sigmund Freud otorgó un gran papel a los sueños, que consideraba manifestaciones simbólicas de deseos reprimidos y una vía de acceso al inconsciente. Para él, la interpretación de estas fantasías oníricas era una de las claves para entender la psicología de sus pacientes y aplicar un tratamiento.
A pesar de que los adultos empleamos entre el 20% y el 25 % de nuestro tiempo durmiendo, la ciencia no empezó a disipar la magia que los rodeaba hasta hace relativamente muy poco. Fue a partir de mediados del siglo XX, cuando se popularizaron herramientas como el electroencefalograma, que pudimos asomarnos, por primera vez de forma rigurosa, al etéreo y esquivo mundo de los sueños.
Hoy en día sabemos detalles muy peculiares sobre el sueño. Por ejemplo, este proceso tiene lugar principalmente durante la fase REM cuando estamos dormidos. Esta fase se caracteriza por movimientos oculares rápidos (de las siglas REM = Rapid Eye Movement) y por una elevada actividad cerebral, similar a cuando estamos despiertos. En contraste con esta elevada actividad, existe una baja producción de diferentes neurotransmisores y nuestros músculos se encuentran paralizados. Por esa razón, no solemos movernos cuando estamos soñando, aunque algunas enfermedades neurodegenerativas como el párkinson provocan actividad muscular durante el sueño en las personas afectadas, lo que puede llevar a movimientos violentos, accidentes y agresiones involuntarias hacia compañeros de cama.
Solemos tener de 4 a 6 sueños cada noche, pero olvidamos el 95 % de ellos a los pocos minutos de despertarnos. En otras palabras, todos soñamos al dormir, aunque la absoluta mayoría de los recuerdos conscientes de estos sueños se pierdan en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Por otro lado, cierto porcentaje de la población es capaz de ser consciente en sus sueños y controlarlos a voluntad. Se denominan onironautas y experimentan los denominados sueños lúcidos.
Casi todos nosotros vemos imágenes en color durante los sueños. No obstante, algunas personas solo recuerdan contemplar estas imágenes como si tratara de una antigua televisión: en blanco y negro. Los ciegos también sueñan con imágenes, siempre que persistan en su memoria los recuerdos visuales. Si se quedaron ciegos de nacimiento o antes de los 5-7 años de edad son incapaces de tener sueños con experiencias visuales.s
Hemos aprendido mucho sobre el sueño en las últimas décadas gracias a las novedosas herramientas que estudian la actividad cerebral. Sabemos, por ejemplo, que el cerebro racional, la corteza prefrontal, suele encontrarse desactivado, dando lugar al típico caos creativo y a falta de límites racionales y lógica de los sueños. También sabemos que los sueños se originan en nuestros recuerdos y experiencias acumuladas y registradas a través de los sentidos. Aun así, seguimos sin tener ni idea de la cuestión principal: ¿por qué soñamos?
Existen multitud hipótesis al respecto que tratan de explicar este hábito nocturno. Una posible explicación plantea que el sueño es un mecanismo para reforzar los recuerdos del día y así favorecer su permanencia en los recuerdos a largo plazo. Diferentes experimentos tanto en animales de laboratorio como en humanos señalan esta posibilidad. Por ejemplo, el hipocampo, una zona del cerebro implicada en la memoria, se encuentra especialmente activa cuando estamos en los brazos de Morfeo.
Cuando a los ratones no se les permite tener sueños REM (pero sí dormir) tienen problemas considerables para recordar detalles en diferentes pruebas en comparación con sus compañeros que tenían ciclos completos de sueño. También se ha observado que las personas que recuerdan en sueños habilidades tales como conducir, tocar un instrumento o salir de un laberinto potencian su aprendizaje en dichas tareas. Por eso, cuando alguna actividad no nos sale porque no tenemos todavía la suficiente práctica, ir a la cama y soñar con ello puede hacer que sea un poco más fácil al día siguiente.
Al mismo tiempo que el sueño nos ayuda a asentar recuerdos, también nos ayudaría a olvidar refrescando nuestra memoria al eliminar recuerdos superfluos o sin importancia ocurridos anteriormente. El sueño serviría, así, como un organizador de la memoria que nos resalta lo importante y suelta lastre con lo irrelevante.
Otras hipótesis señalan que el sueño nos serviría para aprender a afrontar con antelación situaciones que nos provocan estrés, malestar o suponen un desafío en un entorno seguro y con mayor creatividad. Eso explicaría hechos tan llamativos como por qué los ciegos tienen cuatro veces más pesadillas que la población general y que, además, estas pesadillas consisten, con alta frecuencia, en accidentes a la hora de desplazarse a ciegas por la calle. Por otra parte, también se ha señalado el papel del sueño para procesar traumas pasados o como un elemento para cumplir nuestros deseos.
A pesar de la variedad y cantidad de hipótesis planteadas, no todos los científicos son partidarios de que el sueño tenga una función esencial. Otros investigadores plantean la posibilidad de que el sueño es algo accidental, un ruido caótico y sin sentido que aparece en nuestro cerebro por procesos de reconexión neuronal durante el tiempo que estamos dormidos.
En definitiva, todo apunta que el misterio detrás de la existencia de los sueños seguirá con nosotros por mucho más tiempo. Disfrutemos de ellos a pesar de nuestra ignorancia. Porque, como decía el célebre Antonio Machado: «Si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo, despertar».
El hombre de 35 años sentado en el consultorio psiquiátrico de David Avery era un ingeniero. «Le gustaba resolver problemas», cuenta.
El problema que lo desconcertaba ese día de 2005 en que fue ingresado a la guardia psiquiátrica de Seattle, Estados Unidos, donde Avery trabajaba, eran sus cambios de humor.
Cambiaban violentamente de un extremo a otro, a veces con fantasías suicidas o viendo y escuchando cosas que no estaban allí.
Su patrón de sueño también era errático, pasando de un insomnio casi total a dormir 12 horas por noche.
Por ser un solucionador de problemas, el hombre mantenía registros meticulosos de estos patrones para tratar de darles sentido.
Avery estudió atentamente estos registros y descubrió que los cambios de estados de ánimo y los patrones de sueño del paciente seguían el ascenso y la caída de los océanos en la Tierra, que se producen por la atracción gravitacional de la Luna.
«Parecía que cuando había marea alta durante la noche, la duración del sueño era corta», dice Avery.
Pero descartó su presentimiento. Era una locura, pensó.
Incluso si los ciclos de humor del hombre parecían sincronizados con la Luna, no tenía ningún mecanismo para explicarlo ni ideas sobre qué hacer al respecto.
Al paciente se le recetaron medicamentos y terapia de luz para estabilizar su estado de ánimo y sueño, y finalmente le dieron de alta.
Avery guardó el archivo del paciente y lo cerró.
Doce años después, un reconocido psiquiatra llamado Thomas Wehr publicó un artículo que describía a 17 pacientes con trastorno bipolar de ciclo rápido, una forma de la enfermedad en la que las personas cambian entre depresión y manía más rápido de lo habitual.
Tal como el paciente de Avery, estos mostraron una extraña regularidad en sus episodios.
«Lo que me sorprendió de estos ciclos fue que parecían tan asombrosamente precisos que uno no los esperaría de un proceso biológico», dice Wehr, profesor emérito de psiquiatría en el Instituto Nacional de Salud Mental en Bethesda, EE.UU.
«Me llevó a preguntarme si había algún tipo de influencia externa que estaba operando en estos ciclos, y [debido a la creencia histórica de que la Luna afecta el comportamiento humano] lo más obvio a considerar era si había alguna influencia lunar».
Tema lunático
Durante siglos la gente creía que la Luna afectaba el comportamiento humano.
De hecho, la palabra «lunático» (persona que padece locura por intervalos) proviene del latín «lunaticus», que significa «lunar».
Tanto el filósofo griego Aristóteles como el naturalista romano Plinio el Viejo creían que la locura y la epilepsia eran causadas por el satélite natural de la Tierra.
Y hasta el día de hoy se repite que las embarazadas tienen más probabilidades de parir en una Luna llena, aunque las evidencias científicas sobre nacimientos en las diferentes fases lunares sean inconsistentes.
Lo mismo ocurre con la evidencia de que el ciclo lunar aumenta la violencia entre los pacientes psiquiátricos o los reclusos, aunque un estudio reciente sugirió que la actividad delictiva al aire libre (incidentes que ocurren en las calles o en entornos naturales como las playas) puede ser mayor cuando hay más luz de la Luna.
Sobre el sueño sí existe evidencia de que varía a lo largo del ciclo lunar.
Por ejemplo, un estudio de 2013 realizado bajo las condiciones altamente controladas de un laboratorio de sueño descubrió que en promedio las personas tardaron cinco minutos más en quedarse dormidas y durmieron durante 20 minutos menos en Luna llena, en comparación con el resto del tiempo del mes, a pesar de que no estuvieron expuestos a la luz de la Luna.
A su vez, la medición de su actividad cerebral sugirió que la cantidad de sueño profundo que experimentaron se redujo en un 30%.
No obstante, un estudio de seguimiento no pudo replicar estos hallazgos.
Patrones individuales
El problema clave, dice Vladyslav Vyazovskiy, investigador del sueño de la Universidad de Oxford, es que ninguno de los estudios monitoreó el sueño de pacientes individuales durante un mes lunar completo o muchos meses.
«La única forma de abordar este tema es registrar sistemáticamente al mismo individuo a lo largo del tiempo y de forma continua en diferentes fases», agrega.
Esto es precisamente lo que hizo Wehr en su estudio de pacientes bipolares. En algunos casos, incluso consiguió registros de cambios de ánimo que databan de años.
«Debido a que las personas difieren en la forma en que responden a estos ciclos lunares, incluso si tuvieras que promediar todos los datos que he recopilado, no estoy seguro de que encuentres nada», dice Wehr.
«La única forma de encontrar algo es mirar a cada persona individualmente a lo largo del tiempo. Es ahí que aparecen los patrones».
Al hacerlo, Wehr descubrió que sus pacientes caían en una de dos categorías: los cambios de humor de algunos parecían seguir un ciclo de 14,8 días, mientras que otros respondían a uno 13,7 días, aunque algunos de ellos ocasionalmente cambiaban entre estos ciclos.
Los ciclos de la Luna
La Luna afecta a la Tierra de varias maneras. La primera y más evidente es a través de la provisión de luz.
La fase de Luna llena sucede cada 29,5 días, mientras que la Luna nueva que le sigue dura 14,8 días.
Luego está la atracción gravitacional de la Luna, que crea las mareas oceánicas que suben y bajan cada 12,4 horas.
La altura de esas mareas también sigue ciclos de aproximadamente dos semanas: uno que dura 14,8 días y es impulsado por la atracción combinada de la Luna y el Sol, y otro de 13,7 días, que es impulsado por la posición de la Luna en relación con el ecuador de la Tierra.
Eran estos ciclos de aproximadamente dos semanas con los que los pacientes de Wehr parecían sincronizarse.
No es que necesariamente cambiaban a depresión o manía cada 13,7 o 14,8 días.
En palabras de Avery, «es solo que, si ese cambio de depresión a manía ocurría, no pasaba en cualquier momento, sino que tendía a suceder durante una cierta fase del ciclo de las mareas lunares».
Después de leer sobre la investigación de Wehr, Avery lo contactó y analizaron juntos los datos del ingeniero. Su patrón de cambios de humor era de 14,8 días.
Otra prueba de la influencia de la Luna en el estado de ánimo de estos pacientes llegó con el descubrimiento de que, cada 206 días, estos ritmos regulares parecen ser interrumpidos por otro ciclo lunar.
Se trata del responsable de crear «superlunas», cuando la órbita elíptica (u ovalada) de la Luna, la acerca a la Tierra.
La luz
Anne Wirz-Justice, cronobióloga del Hospital Psiquiátrico de la Universidad de Basilea, Suiza, describe los datos de Wehr sobre la relación entre los ciclos lunares y maníaco depresivos como «creíbles», pero «complejos».
«Uno no tiene idea de cuáles son los mecanismos», dice.
En teoría, la luz de la Luna llena puede interrumpir el sueño de las personas, lo que, a su vez, puede influir en su estado de ánimo.
Esto es particularmente cierto en el caso de los pacientes bipolares, cuyos cambios de estado de ánimo a menudo se desencadenan por la interrupción del sueño o los ritmos circadianos.
Incluso existe evidencia de que la privación de sueño puede servir para sacar a los pacientes bipolares de la depresión.
En este sentido, Wehr descubrió que, a medida que avanzaban los días, los sujetos del estudio se despertaban más y más tarde, pero se acostaban a la misma hora, por lo que cada vez dormían por más tiempo, hasta que el sueño se cortaba de forma abrupta.
La llamada «fase del salto» suele estar relacionada con el inicio de la manía.
Aun así, Wehr considera que la luz de la luna es un candidato poco probable.
«En el mundo moderno hay tanta contaminación lumínica y pasamos tanto tiempo en interiores expuestos a luz artificial, que la posible influencia de la luz de la Luna se ha oscurecido», explica.
Atracción gravitacional
Wehr sospecha que algún otro aspecto de la influencia lunar es el responsable de las perturbaciones del sueño de sus pacientes, siendo la atracción gravitacional de la Luna el candidato más probable.
Una idea es que esto desencadena fluctuaciones sutiles en el campo magnético de la Tierra, al que algunas personas pueden ser sensibles.
«Los océanos son conductores de electricidad porque están hechos de agua salada y fluyen con las mareas que tienen un campo magnético asociado», dice Robert Wickes, un experto en meteorología espacial del University College of London, Reino Unido.
No obstante, el efecto es pequeño y no está claro si la influencia de la Luna en el campo magnético de la Tierra es lo suficientemente fuerte como para inducir cambios biológicos.
Ciertamente, algunos estudios han relacionado la actividad solar con el aumento de ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares, ataques epilépticos, esquizofrenia y suicidios.
Cuando las erupciones solares o las eyecciones de masa coronal golpean el campo magnético de la Tierra, esto induce corrientes eléctricas invisibles lo suficientemente fuertes como para eliminar las redes eléctricas y algunos han sugerido que también pueden afectar las células eléctricamente sensibles en el corazón y el cerebro.
«El problema no es que no sea posible que sucedan estas cosas, es que la investigación al respecto es muy limitada, por lo que es muy difícil decir algo definitivo», explica Wickes.
Sentido magnético
A diferencia de ciertas aves, peces e insectos, no se considera que los humanos posean un sentido magnético.
Sin embargo, un estudio internacional publicado a principios de este año desafió esta suposición.
Los investigadores, en su mayoría procedentes del Instituto de Tecnología de California, EE.UU., descubrieron que cuando las personas estaban expuestas a cambios en el campo magnético, equivalentes a las que experimentamos a medida que nos movemos por nuestro entorno local, experimentaban fuertes disminuciones en la actividad de las ondas alfa del cerebro.
Las ondas alfa se producen cuando estamos despiertos sin realizar ninguna tarea específica.
Aún así, la importancia de estos cambios sigue sin estar clara: puede ser un subproducto irrelevante de la evolución o quizás los cambios magnéticos en nuestro entorno están modificando sutilmente la química del cerebro humano de formas desconocidas.
La teoría magnética es atractiva para Wehr porque durante la última década, varios estudios han insinuado que, en ciertos organismos como las moscas de la fruta, una proteína llamada criptocromo también puede funcionar como un sensor magnético.
El criptocromo es un componente clave de los relojes moleculares que impulsan ritmos circadianos de 24 horas en nuestras células y tejidos, incluido el cerebro.
Cuando el criptocromo se une a una molécula absorbente de luz llamada flavina, esto no solo le dice al reloj circadiano que es de día, sino que desencadena una reacción que hace que el complejo molecular se vuelva magnéticamente sensible.
Bambos Kyriacou, genetista comportamental de la Universidad de Leicester, Reino Unido, y sus colegas han demostrado que la exposición a campos electromagnéticos de baja frecuencia puede restablecer el tiempo de los relojes circadianos de las moscas de la fruta, lo que lleva a alteraciones en su tiempo de sueño.
Si esto fuera cierto para los humanos, podría proporcionar una explicación para los abruptos cambios de humor observados en los pacientes bipolares de Wehr y Avery.
«Estos pacientes tienen cambios bastante dramáticos en los tiempos de sus ritmos circadianos a medida que pasan por sus ciclos de humor», dice Wehr.
Y agrega que «también tienen cambios bastante dramáticos en el tiempo y la duración de su sueño».
Sin embargo, aunque el criptocromo también es un componente esencial del reloj circadiano humano, funciona de manera ligeramente diferente a la versión que funciona en las moscas de la fruta.
«Parece ser que el criptocromo humano y de otros mamíferos ya no se une al flavina, y sin flavina, no sabemos cómo se desencadenaría la química magnéticamente sensible», explica Alex Jones, físico del Laboratorio Nacional de Física en Teddington, Reino Unido.
«Desde ese punto de vista, creo que es poco probable que los criptocromos [humanos] sean sensibles a los campos magnéticos, a menos que haya otras moléculas dentro de los humanos que puedan detectar campos magnéticos», agrega.
El caso de la ‘Arabidopsis thaliana‘
Otra posibilidad es que los pacientes de Wehr y Avery estén respondiendo a la atracción gravitacional de la Luna de la misma manera que lo hacen los océanos: a través de las fuerzas de marea.
Un argumento común en contra de esto es que, aunque los humanos tienen hasta un 75% de agua, la proporción es incomparable con un océano.
«Los humanos están hechos de agua, pero la atracción es tan débil que sería difícil ver cómo eso funcionaría desde un punto de vista físico», dice Kyriacou.
Para ello existe un ejemplo: la planta Arabidopsis thaliana.
Unos 200 estudios han demostrado ya que el crecimiento de sus raíces siguen un ciclo de 24,8 horas, es decir, la cantidad de tiempo que le toma a la Luna completar una órbita completa de la Tierra.
Joachim Fisahn, biofísico del Instituto Max Planck de Fisiología Vegetal en Potsdam, Alemania, es uno de los investigadores que estudia esta planta.
Si las células vegetales son realmente sensibles a las fuerzas de marea, entonces Fisahn no ve ninguna razón por la cual las células humanas no podrían serlo también.
Dado que se cree que la vida comenzó en los océanos, es posible que algunos organismos terrestres aún conserven la maquinaria para predecir las mareas, incluso si ya no sirve para un uso práctico.
E incluso si ya no tenemos este mecanismo, ninguno de los científicos contactados para este artículo cuestiona el hallazgo básico de Wehr: que los cambios de humor de sus pacientes bipolares son rítmicos y que estos ritmos parecen correlacionarse con ciertos ciclos gravitacionales de la Luna.
Por un lado, Wehr está manteniendo una mente abierta sobre el mecanismo y espera que otros los vean como una invitación a investigar más a fondo.
«No he respondido cómo está mediado este efecto, pero creo que las cosas que encontré despiertan esas preguntas«, dice.
El día que Juan Carlos Martínez abandone el periodismo político, su máxima pasión, se podría dedicar, entre muchas otras actividades, a ser guía turístico del centro de Bogotá. Aunque nació en Neiva, desde hace 37 años recorre museos, edificios, el Palacio de Nariño y el Capitolio Nacional contando anécdotas.
Ha presenciado decenas de concentraciones políticas, pedreas y mítines. Ha entrevistado allí a infinidad de personajes de la vida nacional, ha escuchado los clamores de víctimas del conflicto armado y observado sucesos inexplicables. “Una vez iba caminando por la Plaza de Bolívar cuando a un suicida le explotó una bomba que llevaba para accionarla en el Capitolio. Quedó herido y cuando me le acerqué, sólo me pedía agua, no me contestó quién lo había mandado a cometer esa acción terrorista”, recuerda ahora.
Mientras camina por la empedrada plaza saluda a un congresista, le pregunta por el clima a un policía, hace un video con un futuro parlamentario, le toma una foto a una joven que quiere enviarla por su WhatsApp como muestra de que sí estuvo en el capitolio, comenta de la sesión del día en el cual se hablará, nuevamente, del caso Odebrecht, envía dos Twitter con notas políticas para TNN@, analiza cómo va la limpieza que le hacen a las columnas de piedra del edificio de las leyes, contesta una llamada de un colega y le pregunta algo a la jefe de prensa del Senado.
Unos buenos y otros no tanto
Juan Carlos Martínez socio del Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB) desde hace más de 30 años, es un redactor político por excelencia y defensor del Parlamento. “Aquí se refleja todo el comportamiento de Colombia. Hay congresistas muy buenos, buenos, regulares y unos poquitos de 268 que son los que desacreditan la tarea emprendida por los otros. Hay gente entregada a su oficio. Pasa como en todas las profesiones”, sostiene.
Juan Carlos ha laborado en Radio Súper, El Espacio, Grupo Radial Colombiano, Todelar, Telediario de Arturo Abella, Radio Sutatenza, Sistema Informativo de los Estados Unidos, La FM de RCN en tiempos de Julio Sánchez Cristo, Radio Santa Fe, blog El Tiempo.com, Caracol, NotiUno de Puerto Rico y el 14 de junio del 2006 fundó TNN@, Transmisión Nacional de Noticias, desde donde envía información política nacional y de varias partes del mundo.
“A mí me leen, desde el propio presidente de la República, congresistas, magistrados, ministros, embajadores en China Europa, América hasta periodistas de diferentes regiones del país. Les envío los sucesos que se desarrollan en el Congreso y si hay algo importante en la Duma de Moscú, lo registramos porque estamos donde haya una noticia”, dice.
Juan Carlos Martínez Jr. es el corresponsal en Europa.
De tocadiscos a Palacio
En febrero de 1973, cuando tenía tan solo 16 años, tuvo la oportunidad de trabajar en Armonías del Sur, en su natal Neiva. “Me fascinó el mundo de la radio. Yo empecé como operador de sonido y allí ponía la música del momento, y con mi compañero y amigo Édgar Artunduaga, quien en ese momento era profesor de una escuela de Rivera, prendíamos la emisora a las 5 de la mañana, él leía sus noticias, yo me encargaba de las canciones y así buscábamos sintonía. Fueron años inolvidables”, recuerda.
Determinó entonces viajar a Bogotá para adelantar sus estudios en Derecho. Comenzó en la Universidad Autónoma, mientras laboraba en Radio Súper. “Un día, mi director, Antonio José Jáuregui me encargó de cubrir las informaciones del Congreso, de la Casa de Nariño –en pleno gobierno de Belisario Betancur—y de la Corte Suprema de Justicia. Comprendí que tenía una gran oportunidad para entrevistar a la gente que manda en el país y eso me llamó poderosamente la atención”, añade.
Adelanta estudios en la ESAP después del seminario Bonos Verdes Universidad del Rosario.
Fue tal su atracción por el periodismo político que adquirió un apartamento cerca del Capitolio. “Tengo mi oficina en La Candelaria también. La explicación es sencilla. Acá las sesiones pueden terminar a las doce de la noche y, por cuestiones de transporte, no se alcanza a llegar temprano al día siguiente, entonces era mejor buscar una ubicación cercana para descansar también”, explica.
El 6 de noviembre de 1985 estaba conversando en Radio Sutatenza con Jaime Zamora Marín cuando les comentaron que algo pasaba en el Palacio de Justicia. “Logré comunicarme con una señora de la cafetería que sólo alcanzó a decirme: “se oyen disparos, se oyen disparos”. Era el comienzo de la toma a sangre y fuego que realizaba el M-19.
La corbata de Pablo Escobar
Uno de los personajes más curiosos que ha conocido en el Congreso fue a Pablo Escobar Gaviria. “Un día el portero no lo dejó entrar porque estaba sin la corbata y un señor que en la puerta de ingreso al Salón Elíptico, le prestó la que tenía. Escobar, en agradecimiento, le dio dos mil pesos”.
“Uno de los debates más fuertes que he presenciado fue precisamente cuando el capo del cartel de Medellín le hizo uno al ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, mostrando un cheque por un millón de pesos, girado por Evaristo Porras, un narcotraficante que desde el Amazonas le había dado a su campaña”, rememora.
Después vino el enfrentamiento entre Luis Carlos Galán y Alberto Santofimio. “Ese debate lo ganó como orador Alberto Santofimio, lástima que esa memoria no le haya favorecido en su vida política para cosas nobles. Galán era bueno, pero su oratoria pausada. El acalorado encuentro en el Capitolio fue grabado y en las calles vendían el casete como a mil pesos. Para mí, esa discusión parlamentaria ha sido la más escuchada en la historia de los últimos cuarenta años”, asegura Martínez.
“Yo creo que la Ley que más les ha servido a los colombianos es la elección popular de alcaldes y gobernadores. Antes eran nombrados a punta de bolígrafos y si el jefe político regional no le gustaba porque no le había dado las cuotas, lo sacaban. Ahora el propio pueblo elige a sus mandatarios y les dan más importancia a sus regiones”.
Han pasado por la reportería política de Martínez en 37 años los expresidentes Alberto y Carlos Lleras, Pastrana padre e hijo, López Michelsen, Turbay, Betancur, Barco, Gaviria, Samper, Uribe, Santos, Duque, Ronald Reagan (EE.UU.), François Miterrand (Francia), Felipe González, José María Aznar, los reyes Juan Carlos y Felipe (España), Carlos Andrés Pérez (Venezuela).
«Juan Carlos Martinez me endulzó el oído para elegir a Iván Duque», dice de vez en cuando a periodistas y congresistas el senador Uribe Vélez.
–¿Cómo ve la situación actual para los periodistas?
–Muy dura, ahí vemos que hay un medio de comunicación que desaparecerá, la situación está muy complicada para los colegas, despidos acá y allá. Hay que reconocerlo esta es una profesión muy precaria, pero se debe recurrir a la creatividad, al movimiento continuo.
–¿Cómo ha sido su experiencia en el CPB?
–Muy buena. Ingresé al CPB cuando laboraba en Sutatenza y María Teresa Herrán hizo una convocatoria para democratizar más el Círculo. Así pudimos afiliarnos más periodistas. Llegamos a ser unos 600. Ahora hay conmigo unos 180 socios, pero son personas comprometidas con la profesión, con la libertad de expresión y con la ética. A finales del siglo pasado tuvimos una etapa muy difícil, pero llegó César Mauricio Velásquez quien lo recuperó. Eso hay que decirlo. Ahora vemos un CPB fortalecido y con gran futuro para el bien de los periodistas.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) saluda la firma del acuerdo de solución amistosa en el Caso 12.909 Gerardo Bedoya Borrero y familiares, firmado por la Sociedad Interamericana de Prensa y el Estado colombiano, el 16 de agosto de 2019.
El 23 de septiembre de 1999, la CIDH recibió una petición presentada por la Sociedad Interamericana de Prensa relacionada con el presunto homicidio del periodista Gerardo Bedoya Borrero, ocurrido en la ciudad de Cali (Valle del Cauca) el 21 de marzo de 1997, como represalia por sus declaraciones críticas sobre el fenómeno del narcotráfico, así como por su labor periodística para evidenciar la infiltración de dichas organizaciones criminales en las élites políticas regionales y nacionales. Los peticionarios alegaron la responsabilidad internacional del Estado Colombiano, por los hechos que rodearon el homicidio del periodista, así como la falta de investigación y esclarecimiento de los hechos ocurridos.
El 11 de julio de 2013, la CIDH declaró admisible la petición mediante el Informe No. 39/13. En su informe, la CIDH concluyó que era competente para examinar la presunta violación de los artículos en relación con los artículos 4 (derecho a la vida), 8 (garantías judiciales), 13 (libertad de pensamiento y de expresión), y 25(protección judicial) de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
El 22 de febrero de 2018, las partes suscribieron un acta de entendimiento para iniciar la búsqueda de un acuerdo de solución amistosa—ASA, posteriormente la Comisión facilitó reuniones de trabajo y videoconferencias con las partes y brindó asesoría técnica a las mismas durante el proceso de diseño del ASA, el cual se materializó con la firma del documento final el 16 de agosto de 2019, en la ciudad de Bogotá.
El acuerdo de solución amistosa suscrito, contiene importantes medidas de satisfacción como lo son: i) la realización de un acto de reconocimiento de responsabilidad del Estado, con la participación activa de los familiares de la víctima y sus representantes; ii) la designación de la carretera Jamundí – Robles – Timba bajo el nombre de Gerardo Bedoya Borrero, en reconocimiento a sus valores profesionales y éticos; exaltando de esta forma, sus virtudes personales, patriotismo y sacrificio, iii) el otorgamiento de becas de estudio para alumnos de pregrado del programa de Comunicación Social en la Universidad del Valle, iv) la creación del Premio Honorífico en conmemoración de Gerardo Bedoya Borrero, toda vez que con el fin de honrar la memoria del periodista, el Ministerio de Educación Nacional otorgará anualmente el premio honorifico Gerardo Bedoya, en la ceremonia de «La Noche de los Mejores» al mejor resultado de las pruebas del Saber del programa de periodismo y comunicación social; y v) el compromiso del Estado en el marco de la implementación de las medidas de satisfacción de publicar el acuerdo de solución amistosa una vez homologado por la CIDH.
Por otra parte, la Comisión destaca la inclusión en el acuerdo de solución amistosa de medidas de justicia tendientes al cumplimiento de la obligación de investigar, juzgar y sancionar a los responsables de los hechos, con el fin de establecer los reales móviles que rodearon el homicidio del periodista Gerardo Bedoya Borrero, así como también, la inclusión de medidas de compensación económica en el marco de la aplicación de la Ley 288 de 1996, con el propósito de reparar los perjuicios materiales e inmateriales a que haya lugar a favor de los familiares de la víctima. Adicionalmente, en materia de medidas de rehabilitación médica y psicológica el ASA comprende la atención a los familiares de la víctima a través del Sistema General de Seguridad Social en Salud, de manera adecuada, oportuna y prioritaria, previa manifestación de voluntad por parte de los beneficiarios.
Finalmente, la Comisión valora la apertura de las autoridades del Estado colombiano al diálogo colaborativo y constante con la Sección de Soluciones Amistosas de la CIDH y con la parte peticionaria, para la negociación del acuerdo, e insta a las autoridades correspondientes a cumplir con las obligaciones internacionales derivadas del mismo, hasta lograr el cumplimiento total del acuerdo. Asimismo, la Comisión valora la buena voluntad de la parte peticionaria, representada por la Sociedad Interamericana de Prensa y su trabajo constante en la consecución de un acuerdo que le permita a los familiares de la víctima acceder a una reparación integral.
La CIDH es un órgano principal y autónomo de la Organización de los Estados Americanos (OEA), cuyo mandato surge de la Carta de la OEA y de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. La Comisión Interamericana tiene el mandato de promover la observancia y la defensa de los derechos humanos en la región y actúa como órgano consultivo de la OEA en la materia. La CIDH está integrada por siete miembros independientes que son elegidos por la Asamblea General de la OEA a título personal, y no representan sus países de origen o residencia.
Algunos medios de comunicación impresos internacionales han empezado a eliminar de su cita con los lectores a diario algún día de la semana, o incluso varios de ellos, como estrategia para reducir costes y centrarse de manera preferente en la edición digital. En España, aún no se ha extendido esta práctica, aunque algunos medios valoran, por ejemplo, dejar de publicarse los lunes, como se hacía antiguamente. Para los lectores más jóvenes, cabe recordar que en España, hasta 1982, aunque por obligación, los periódicos debían respetar el descanso dominical, y no podían publicarse los lunes.
(Las asociaciones provinciales de la Prensa de España publicaban ese día la Hoja del Lunes, el único autorizado a publicarse ese día. A partir de 1982 se autoriza la publicación de la prensa en lunes y la Hoja desapareció en 1986. Desde entonces, ha sido normal que los periódicos escritos se hayan venido publicando 362 días al año, faltando sólo a la cita el Sábado Santo, Navidad y Año Nuevo).
Ahora, aunque por otras razones, como es la necesidad de reconvertir recursos o por necesidades de supervivencia financiera, algunos medios internacionales ya no se publican todos los días. Entre 2004 y 2018, al menos 104 periódicos de EEUU redujeron la frecuencia de publicación lo suficiente como para cambiar del estado “diario” (publicación tres o más veces por semana) al estado “semanal” (impresión dos o menos veces por semana), según los datos obtenidos de Centro de Innovación y Sostenibilidad en Medios Locales.
Precisamente sobre esta estrategia, un estudio del American Press Institute, ofrece algunas claves sobre las que debe reflexionarse antes de que los medios den este paso. El estudio se basa en entrevistas con editores de periódicos, editores y ejecutivos, además de expertos de la industria. Casi todos ellos tienen experiencia directa con la reducción de la frecuencia de impresión.
El informe explora cómo los periódicos pueden trazar un camino sostenible reduciendo los gastos relacionados con la publicación y entrega impresas y creando una presencia digital más adecuada para los hábitos de los lectores modernos. “Este camino está lleno de desafíos y dificultades, desde elegir qué días se eligen para no publicarse y migrar a los anunciantes hasta hacer las matemáticas de la logística de entrega y administrar el retroceso interno”, apunta.
Estas son algunas de las principales claves del informe:
Reducir los días de publicación impresa debería ser un paso en una transición gradual y cuidadosamente planificada a digital.
Decidir qué días de impresión se suprimen requiere una planificación logística y financiera significativa. Esto implica calcular el ahorro de costes, trabajando con anunciantes para cambiar anuncios a otros días de la semana; mirando los hábitos del lector; y decidir sobre el precio de suscripción.
La comunicación con lectores y anunciantes es fundamental cuando se eliminan días de impresión. Los editores pueden usar varias tácticas, desde la publicación de artículos, columnas y anuncios, hasta la celebración de reuniones con líderes de la comunidad y los negocios y chats individuales con suscriptores.
Los periódicos que reducen los días de impresión ya deben haber construido un negocio digital que se base en un profundo conocimiento de su audiencia. El tiempo y los recursos ahorrados al imprimir se deberían dedicar a descubrir cómo aumentar la propuesta de valor para los suscriptores digitales.
Eliminar días como única estrategia no es suficiente para sobrevivir
Según el informe, “eliminar días de publicación de un periódico puede ahorrar dinero al reducir costes del negocio (camiones, papel e impresoras) porque hay una disminución de la demanda de los consumidores. Pero sólo eliminar días de publicación no es suficiente para garantizar que un periódico seguirá existiendo y sirviendo a su comunidad. Los editores necesitan una estrategia bien planificada y bien ejecutada, que reconozca que los hábitos del lector han ido más allá del periódico diario de siete días. El enfoque también debe incluir cómo entregar el contenido de calidad, con las tecnologías y en las plataformas que el público reclama actualmente”.
“Reducir los días de publicación no es un fin en sí mismo. Es parte de su camino para poder mantenerse en un futuro digital “, dijo Ken Herts, director de operaciones del Instituto Lenfest de Periodismo.
(Herts, que asesora a periódicos sobre transiciones digitales, ha desempeñado funciones como editor de The Wall Street Journal Europe y vicepresidente y gerente general de Dow Jones Newswires. Cuando fue vicepresidente de finanzas para Consumer Media Group en Dow Jones, que incluye las ediciones impresas, online e internacionales de The Wall Street Journal, ayudó al grupo a reestructurar sus operaciones de impresión y distribución).
Herts dijo que la preparación del trabajo que conduzca a una reducción editorial debería abarcar años. Los pasos incluyen el uso de ofertas de suscripción para aclimatar a los suscriptores de la impresión a menos días en el formato impreso, trabajar con los anunciantes para cambiar los anuncios y preservar los ingresos, y mejorar e impulsar el acceso digital.
“Los suscriptores necesitan ver el valor del componente digital de su suscripción si van a seguir pagando después de perder días de impresión”, dijo Herts.
“Los díarios de siete días no serán económicos”
La pérdida de días de impresión se acerca tanto si los editores lo quieren como si no, comenta Ken Doctor, analista de la industria de medios y autor de “Newsonomics”.
“Todos tienen claro que en algún momento en el futuro, los diarios de siete días simplemente no serán económicos. Claramente nos estamos moviendo hacia un mundo en su mayoría semanal más digital”, dijo Doctor. “Es inevitable, y la pregunta para la industria de los periódicos es si se enfrenta a esto de una manera estratégica organizada o si lo hace por desesperación”.
La presión sobre el modelo de siete días no es nueva, dijo Penélope Abernathy, presidenta del centro Knight. “La mayoría de los editores de diarios reconocen que incluso en los mejores tiempos, solo hubo tres días que fueron rentables”, comenta Abernathy, y agrega que esos días generalmente eran el domingo, a menudo popular, un miércoles o jueves lleno de inserciones o anuncios de comestibles, y el viernes, que conduce al fin de semana con contenido de entretenimiento y publicidad.
Esos tres días a menudo han sido lo suficientemente rentables como para subsidiar el resto, indica.
Abernathy, autora de investigaciones sobre la pérdida de noticias locales en Estados Unidos y el crecimiento de los “desiertos de noticias”, dijo que los periódicos podrían aprender mucho de otras industrias. Una lección clave, agrega, es que “realmente es necesario tener un plan de negocios que apunte a transformar un tercio de su modelo de negocios cada cinco años”.
“Esto es algo muy difícil de entender para las personas hasta que su espalda está contra la pared”, dijo Abernathy. Comenta que muchos editores no han mirado hacia el futuro y en su lugar “han estado en el proceso de apagar incendios y tratar de mantenerse a flote”.
Según lo planeado, los editores que desean reducir la impresión deberían identificar su propuesta de valor única, dijo Abernathy, y también cortar cualquier cosa que ya no funcione.
“Debe averiguar cuáles son sus activos clave que se traducirán en el ámbito digital”, dijo. “Debe hacerlo de una manera que satisfaga las necesidades de su comunidad”.
El caso de The Greeley Tribune
The Greeley Tribune, un periódico de Swift Communications que sirve a un mercado al norte de Denver, redujo los días de publicación impresa a principios de 2019. Pasó de ser un diario de siete días a la semana a distribuir periódicos impresos los miércoles, viernes, sábados y domingos.
El editor, Bryce Jacobson, dijo que los datos de la audiencia, particularmente las encuestas de mercado y de lectores en 2017, mostraron que los hábitos de los lectores habían cambiado fundamentalmente.
“Ese es el motor de la decisión”, dijo. “No hay un hábito de siete días, por lo que debemos tratar de encontrarnos con nuestros lectores donde están”.
Jacobson dijo que esa información condujo a un “proceso de tres enfoques” de casi dos años que incluyó el cambio de publicación, una reorganización comercial y la participación en el programa local de innovación de noticias del Instituto Poynter, una extensión de la Iniciativa Knight-Lenfest Newsroom.
“Realmente estamos empezando a ver los beneficios de eso ahora”, dijo. “Tenemos historias cada semana que publicamos online, y luego vemos la interacción social o los comentarios de los lectores, o simplemente el rendimiento en general, y como resultado lo mejoramos para imprimir”.
A diferencia de la mayoría de los editores entrevistados para el estudio, Jacobson dijo que su objetivo de reducir los días no era el ahorro. Incluso, aumentó la redacción y el equipo de marketing.
“Acabo de trasladar los dólares del gasto en productos impresos al departamento de marketing. No se lo di a los dueños, y están de acuerdo con eso”, dijo. “La reorganización fue más importante para mí que poner ese dinero en la cuenta de resultados porque tenemos que descubrir cómo hacer negocios de manera diferente si queremos tener éxito en esta industria”.
A medida que los periódicos se embarcan en estas transformaciones, deben ser conscientes de que un lector impreso no necesariamente se convierte en un lector digital, dijo Terry Egger, editor de The Philadelphia Inquirer y ex editor de Cleveland’s Plain Dealer.
“Puedes tener todas las matemáticas proyectadas”, dijo Egger, “pero asegurarte de que entiendes lo que crea esa conexión y traducir esa transferencia del hábito a tu contenido en otra forma es un gran problema”.
Que no haya pauta comercial, que no haya presupuesto para financiar, que los lectores sean esquivos es importante, pero no es lo único. Hay una problemática más aguda y sobre la cual no se ha querido girar el foco: el contenido. El periodismo cultural, vamos a decirlo sin ambages, ha lacerado la salud del libro.
Hay atenuantes que permiten pensar que es comprensible. Por un lado, porque en Colombia, más que lectores hay público; y porque los periodistas de las redacciones están muy ocupados, muy apremiados, trasnochan mucho; en suma: no tienen tiempo para leer los libros indispensables, necesarios.
Hay algo que pareciera que no se ha entendido: que la publicación de un libro no se celebra; se discute. Pues bien: para desarrollar dicha discusión son necesarias otras lecturas (profusas y heteróclitas), otros conocimientos; un acervo más amplio que aquel que ofrecen las crónicas y los artículos
Usemos las palabras de un cuento de Borges: “La imprenta (…) ha sido uno de los peores males del hombre, ya que tendió a multiplicar hasta el vértigo textos innecesarios”. ¿Cuáles son esos textos innecesarios? He ahí una de las funciones de la crítica: diferenciar, clarificar, apartar el ruido del sonido.
Es por eso que el crítico debe leer más -y escribir mejor-, que un escritor. Es obvio que para ello es necesario el tiempo que permita sumergirse en la lectura; y, así, alterar lo que impone el canon; descubrir autores marginados; hallar defectos históricamente desapercibidos. Una crítica no puede ser ofrecida por un periodista cuyas bases son los textos escritos por sus colegas, los libros sugeridos por un entrevistado (el bestseller de turno), el catálogo diseñado por las editoriales, ni siquiera el artista recién laureado.
Para hacer una crítica lacónica y rigurosa -desde los medios-, es necesario estar abastecido por panorámicas más amplias que aquellas que el sentido común, los mitos, las librerías de cadena y el todo poderoso mercado nos han infundado.
A mí se me hace que buena parte del problema es la forma como nos han vendido la lectura. Y no hablo aquí del trauma infantil y juvenil fomentado en los colegios; me refiero a la idea que tenemos por la lectura, por el lector, por los libros. La lectura es placer y divertimento, desde luego; pero también es rigor y disciplina. Ser lector es un oficio que demanda tiempo, soledad, sacrificio. Es un ejercicio que tiene sus horarios, sus momentos (todos los momentos), sus caprichos. Tan es así que Alfonso Reyes tiene una teoría sobre la clase de lectores (véase Categorías de lectura): los aficionados, los profesionales. De su fecunda analítica, una perla: “A veces se me ocurre que, sin cierto olvido de la utilidad, los libros no podrían ser preciados”.
Con todo, hay una especie que puede desarrollar los debates con el respeto y la altura que el libro merece; me refiero a los colaboradores o freelance. Lamentablemente, para escribir sobre literatura en Colombia -para hacerlo con el compromiso que exigía Hernando Téllez-, es condición una suerte de terquedad y masoquismo: pues salvo que sean los tres o cuatro de siempre, ellos: los eruditos, hay que estar dispuesto a hacerlo a expensas de uno mismo.
A expensas del pago, si lo hay; a expensas de la reacción energúmena de los adeptos, que les molesta una consideración distinta y menos entusiasta sobre las obras de sus maestros; a expensas de los mismos colegas. Porque en Colombia no hay crítica, o no conocida. Pero sí hay algo más llamativo: crítica sobre la crítica. Que eso que sale en la prensa no hace honor al género, que se trata de resentimientos, que se replica lo sabido. Es no más que alguien ose en revelar lo callado para que los estados de Facebook y Twitter revienten: “¿Y este quién es? ¿Ese apellido es un seudónimo?”.
Podría agregar a los profes de las facultades de literatura. Pero ellos están obstinados con sus revistas indexadas, sus puntos, sus ponencias, su CvLAC; y todo lo que genere prestigio académico y contribuya en la buena imagen de su facultad. En mi opinión, son estos docentes los que deberían incentivar este tipo de polémicas. Pero, claro, en la academia la percepción de la literatura es distinta (ojo: distinta, no ideal).
Y entonces toda la labor recae en periodistas que para evitar estas controversias -y desligarse de problemas que pueden salir caros-, prefieren ser condescendientes. Qué cuentos de crítica, qué cuentos de interrogación, qué cuentos de plumas de sellos desconocidos. Toda la razón le asiste a Gabriel Zaid: “El periodismo cultural se ha vuelto una extensión del periodismo de espectáculos”.
Hace unas semanas, fui testigo de una situación iluminadora: buscaba Los demasiados libros, ensayos sobre la situación del libro en distintos escenarios, en la sección de crítica de la biblioteca. No lo encontré. Quiero decir, no ahí. Sí en cambio en el área destinada al periodismo. Lo cual me llevó a interrogarme por el significado de la crítica. O mejor: por lo que entienden los bibliotecarios, los académicos y la gente por la crítica.
Algo raro pasa cuando uno de los libros de ensayos más reconocido en México, y quizá en el mundo -pues ha sido traducido a variadísimos idiomas-, no hace parte de la sección teórica de la literatura. Algo raro acontece cuando se le considera periodismo.
¿Cómo explicar el divorcio entre la crítica literaria académica y la que se desarrolla en la prensa, entendiendo por ello suplementos culturales y revistas? ¿Cómo concibe la academia la analítica estética que no hace parte del cientifismo indexado de sus publicaciones?
A veces sospecho que la pasión de los profes por la literatura padece un deterioro debido al sometimiento que implican todos los requerimientos para desarrollar un artículo o ese género tan magnífico que ha sufrido tantos infortunios: el ensayo.
El cúmulo de citas, la prosa fatigada, los tecnicismos, juegan en desmedro de sus sesudos análisis. Y por eso esas revistas se vuelven en un círculo vicioso, que gira y gravita en torno a sí mismos, a sus pares, a sus colegas. (Un axioma: ¡me citas, te cito!).
¿Quién lee esas revistas? ¿Para qué se hacen? A mí me genera suspicacias que el conocimiento que buscan generar esas publicaciones A1 estén tan alejadas de los lectores que las necesitan. Aún más: que sus genuinas exégesis no susciten respuestas, ni controversias. Nada. Más bien se trata de un comité condescendiente y ávido por relevar el puntaje.
De cuando en cuando me cruzo con una de esas investigaciones agudas y finas sobre x o y materia, y me digo: qué mal que esto no llegue a los oídos de todos. El más reciente fue un ensayo de Miguel León Portilla, que hablaba de la tradición poética, la filosofía, y la interrogación por el dador de la vida del pueblo nahua en México. Literatura de 1510, lo que deja claro que antes de la conquista española había una inclinación por la creación literaria. ¿Por qué este tipo de información no está al alcance de los lectores más comunes? ¿Por qué los profesores de lengua castellana no nos hablaban de ello?
Se cae en dos casos opuestos: por un lado, el de artículos cargados de densidad, que uno evita leer por fidelidad estética: para no desafinar el oído; y por el otro, de análisis muy buenos, pero que se quedan en la revisión de unos pocos que pueden acceder a ellos.
¿Cómo modificar esta situación? No sé, pero se me hace que, en una realidad idealista, los profesores de literatura y humanidades deberían ser aquellos que incentivaran las discusiones que se necesita para consolidar una cultura del libro. A fin de cuentas, se supone que son ellos los que trabajan día a día con la literatura.
No es que no haya crítica -cada que hay un encuentro entre escritores y colegas surge el comentario: “¿Ya leíste el último de fulanito? Muy mediocre ¿verdad?”-; es que hace falta esa pasión que impulsa a transformar el juicio de valor en argumento.
Explique por qué le parece malo, por qué le parece bueno, o por qué está sobrevalorado, o por qué es tan poco conocido. Entiendo que los salarios para los educadores no son los mejores, pero entonces hay que revivir ese placer por hablar del libro, por conversarlo, por interpelarlo. No todo es dinero. Si fuera así, nos habríamos tenido que privar de las obras de Poe, de Dostoievski, de Joyce. No había adelantos, ni derechos, ni puntos. Pero estaba la lealtad al arte, a la literatura. ¿No es la crítica una forma de hacer arte? ¿No lo consideraba así Georg Lukács (ese autor que tanto citan en las academias)?
Tomemos prestadas las palabras de un pionero de la crítica en Colombia, Baldomero Sanín Cano: “la crítica es, sin duda, una función necesaria para el progreso y desarrollo de las letras, puede ella misma ser un arte”.
El periodismo cultural y la academia deberían trabajar de la mano. No es que los académicos se vayan a volver periodistas, ni que los periodistas se vayan a volver académicos. Es que si se le mira desde este lado, ambos roles persiguen un mismo fin.
Ocurre que el redactor no tiene el tiempo para leer la literatura de la que el profesor ideal se nutre (aunque una pregunta a resolver sería si con todos esos afanes tienen tiempo para leer); ocurre que el académico no tiene esa tribuna libre y abierta, desligada del academicismo, que tiene el periodista para escribir.
Hay tantas cosas por hacer: tanto autor que no ha tenido la oportunidad de figurar en las páginas de prensa por simple y llano desconocimiento de un redactor; por el prejuicio que genera el hecho de que la obra sea publicada por un sello editorial alternativo; y tanto plumífero agrandado por el eco, por el marketing, por las argucias del poder.
Más que informadores, necesitamos formadores; formadores de criterio, de perspectiva, de opinión. La información es vital, cómo negarlo; pero sin quien la gobierne y la maneje -sin el formador-, es ornamento, decorativa, estéril.
Se necesita que la gente tenga los medios para acceder a esos espacios donde se polemiza el libro. Se necesita un discurso que acerque al lector, que lo invite a estar atento, que le genere el placer que fulgura en toda buena prosa.
La crítica literaria en Colombia debe reflexionarse en sus más puros aspectos: en su función, en su forma, en sus representantes, en los medios que la reproducen, en sus alcances.
La crítica literaria debe renovarse para, así, eliminar la prevención y los prejuicios que le merece a cierta gente. La crítica debe salir de ese aislamiento, hermetismo y comodidad en la que se guarece.
La crítica literaria debe ser activa, debe despertar emociones, suscitar intercambios conceptuales, divergencia de doxas. Debe ser influenciable, agradable y nada complaciente.
La crítica literaria debe volver a su esencia más vital y enérgica: la de atender a la literatura con más literatura.
Nessa Corkery siempre fue consciente de su dislexia. Se la diagnosticaron en los primeros años de escuela.
Después estudió enfermería y quiso trabajar en un hospital.
«Siempre he sido una persona muy segura y odio que la gente piense que, solo porque mi cerebro procesa las cosas de manera diferente, no puedo hacer lo que otros sí pueden».
Durante la universidad tuvo apoyo. Entre las herramientas con las que contaba había un bolígrafo que grababa las clases o conferencias, una computadora portátil para dictar notas y tiempo adicional para los exámenes.
Sin embargo, este apoyo se quedó corto cuando comenzó sus prácticas. Por primera vez se sintió deprimida.
«Sabía que estaba haciendo un mal trabajo y no importaba cuanto lo intentara, no podía seguir el ritmo de los otros estudiantes», dice ella.
«Me resultó difícil retener todo el conocimiento al ritmo que los demás. Las enfermeras suelen estar demasiado estresadas para dedicar tiempo a enseñar a los estudiantes. Me resultó muy difícil pedir ayuda adicional porque me consideraban un obstáculo».
La escala global de la dislexia
En Irlanda, donde vive Corkery, la dislexia está reconocida como una discapacidad según la ley.
Por lo tanto, los trabajadores tienen derecho a ajustes razonables.
Las personas con dislexia no solo tienen dificultades en la lectura, la escritura y la ortografía, sino que también pueden tener problemas para hablar.
Pero Irlanda es definitivamente una excepción, dice un informe de la ONG Dislexia and Literacy International.
Aunque es difícil calcular exactamente cuántos disléxicos hay en el mundo, la organización sugiere que al menos el 10% de la población la padece, lo que equivale a alrededor de 700 millones de personas.
Según Dyslexia and Literacy International, la falta de destrezas básicas de alfabetización significa que muchos adultos jóvenes todavía carecen de las habilidades funcionales que necesitan para abrirse camino en el mundo moderno.
Incluso en los países más ricos donde la educación pública está disponible para niños de todos los orígenes, los recursos desiguales pueden crear grandes brechas en los servicios disponibles para los estudiantes con necesidades especiales.
Sin identificación del problema y una intervención efectiva, el impacto de la dislexia puede ser significativo y duradero, no solo para el individuo, sino para la sociedad en general.
«La mayoría de los disléxicos adultos tienen una vida de experiencia lectora en la que aprenden a realizar la tarea por cualquier medio que sea necesario», explica Joel B. Talcott, profesor de Neurociencia Cognitiva del Desarrollo en la Universidad de Aston, en Reino Unido.
«En algunos entornos donde se necesita desarrollar una capacidad de lectura altamente competente, estas demandas pueden exceder la capacidad de lectura del individuo y es entonces cuando llegan las dificultades».
Talcott dice que, en algunos casos, este puede ser el punto de quiebre que hace que una persona reconozca por primera vez que tiene dificultades para leer o lee de forma diferente a sus compañeros.
Una investigación notable, realizada por la Fundación KPMG en 2006, analizó los costos sociales de ignorar el analfabetismo relacionado con la dislexia.
Van desde el desempleo a problemas de salud mental pasando por programas de recuperación, además de costos debido al comportamiento antisocial que pueden llevar al abuso de drogas, el embarazo a edades tempranas y a penas de cárcel.
En Reino Unido, según el informe de KPMG, estos costos oscilan entre los US$6.250 y los US$80.000 a lo largo de la vida de un individuo.
Esto supone un total de entre US$247 millones y US$3.125 millones anuales, lo que supera con creces los costos de la intervención temprana.
Diversos obstáculos
En 2018, una comisión parlamentaria encontró evidencias de que existen barreras sistémicas al empleo de millones de posibles empleados en el Reino Unido que son neurodivergentes.
Esto significa que sus cerebros funcionan, aprenden y procesan la información de manera diferente.
El informe destacó una falta generalizada de concienciación social, errores en el respaldo del gobierno y discriminación en los lugares de trabajo, pero también muchos ejemplos de buenas prácticas.
La mayoría de las personas neurodivergentes son capaces y están capacitadas.Son los procesos de reclutamiento los que los incapacitan.
Al verse obstaculizados en los procesos de solicitud de empleo, el 43% de las personas entrevistadas se sintió desanimado a postularse.
Otro 52% afirmó haber experimentado discriminación durante la entrevista o los procesos de selección.
«En demasiados casos, el ambiente en el lugar de trabajo todavía no acepta completamente la dislexia», dice Margaret Malpas, expresidenta de la Asociación de Dislexia Británica.
En 2016, una mujer con dislexia ganó en Reino Unido un caso de discriminación por discapacidad contra Starbucks después de que fuera acusada de falsificar documentos.
Un tribunal halló que Meseret Kumulchew había sido discriminada después de cometer errores debido a sus dificultades para leer, escribir y decir la hora.
«Creo que el caso de Starbucks era importante en ese momento, porque no había muchos casos de alto perfil con respecto a la dislexia, especialmente relacionados con una situación del tipo «David contra Goliat», cuenta Jenna Ide, la abogada de Kumulchew.
La portavoz de Starbucks, Georgia Misson, respondió que la firma ha trabajado arduamente para brindar apoyo y adaptarlo a los empleados individuales.
«Hemos aumentado la capacitación para aumentar la sensibilización entre nuestros empleados en relación con la discapacidad, hemos proporcionado nuevos equipos, como tabletas, para ayudar a los empleados con sus tareas diarias y tenemos la figura de una persona dispuesta a dar apoyo», dice.
Sin embargo, en Europa continental, la mayoría de los países no tienen la misma conciencia o protección nacional para los trabajadores como en Irlanda o Reino Unido.
Benedicte Beaugeois, por ejemplo, es disléxico y trabaja en un departamento de marketing digital en Francia. También ha trabajado para la ONG.
«En Francia, ser disléxico en el lugar de trabajo todavía se considera algo malo», dice Beaugeois. «No he recibido ningún apoyo en mi oficina. Durante mucho tiempo mentí sobre mi condición, hasta que me mudé a Londres».
Según la Asociación Europea de Dislexia, la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y una directiva de la UE sobre la igualdad de trato en el empleo tienen el propósito de poner en marcha leyes que prohíban la discriminación y exijan a los empleadores que hagan ajustes razonables.
Sin embargo, actualmente no hay en Europa leyes específicas para los trabajadores con dislexia.
GETTY IMAGES Image captionLa dislexia afecta a la velocidad lectora, que es más lenta de lo normal.
En Reino Unido, sin embargo, la dislexia se clasifica como una discapacidad.
Para evitar la discriminación y cumplir con la Ley, los empleadores deben realizar ajustes adecuados en los lugares de trabajo si las personas con dislexia lo requieren.
Nasser Siabi es una de esas personas que anima a las empresas a adoptar tecnología de asistencia que ayude a los empleados con dislexia.
Siabi y su familia se mudaron a Reino Unido desde Irán en 1977.
Su experiencia en ciencias de la computación y tecnología, junto con una discapacidad visual crónica, lo llevó a crear Microlink en 1992.
Microlink cuenta con una gama de tecnologías y herramientas para ayudar a las personas con dificultades de aprendizaje.
Siabi dice que el propósito principal de las tecnologías de asistencia para personas con discapacidades es restaurar su habilidad para comunicarse de manera efectiva con el mundo eliminando las barreras que plantea su condición.
Dispositivos de ayuda
«Por ejemplo, para las personas con dislexia que tienen dificultades para comunicarse a través de un texto escrito, ahora es posible hacer que la computadora escriba usando la voz en lugar de escribir», dice.
GETTY IMAGES Image captionDistintas herramientas pueden ayudar desde temprano a los más jóvenes.
«Los lectores de pantalla del dispositivo pueden leer el texto en lugar de que lo haga la persona afectada con dislexia».
Thomas Smith, quien trabaja en la sala de control de la Policía de Hampshire, no tenía idea de que era disléxico hasta que comenzó a trabajar para la policía hace tres años.
«He pasado toda mi vida asumiendo que era lento o estúpido«, dice.
«Mi trabajo para la policía requiere que me concentre la mayor parte del día. Necesito recordar números, secuencias, códigos y acrónimos. Intentar hacer malabares con todas estas palabras y números a menudo significa que los vas a confundir».
«Ahora que tengo un diagnostico final, me ha ayudado a entenderme. Mi dislexia todavía me controla, pero no es lo que soy», afirma Smith.
Especialistas colombianos han evidenciado que mediante un tratamiento personalizado a los adolescentes que padecen de hemofilia tipo A, y en promedio menores de 17 años, se logran mejores resultados.
El trabajo de investigación que realizaron se centró en las variables relacionadas con los eventos de sangrado, para plantear el mejor modelo de su integración y así predecir estos episodios, con la debida antelación.
Este avance acaba de ser presentado en el Congreso de la Sociedad Internacional de Trombosis y Hemostasia (ISTH) llevado a cabo en Melbourne, Australia, en donde más de 5.000 especialistas de 90 países acudieron a la cita que ha tenido el lema “Investigación, Descubrimiento y Resultados en Hemofilia”.
El epidemiólogo Samuel Sarmiento y la salubrista Gina Díaz, con la monitoria del hematólogo Mauricio Cortés, de la IPS Integral Solutions, llevaron a cabo esta investigación basada en que por primera vez, se han tenido en cuenta de manera integral variables que influyen sobre el sangrado, incluyendo la actividad física, las cuales se venían considerando de manera individual.
La enfermedad
La hemofilia A es la forma más común de esta enfermedad, porque su condición es hereditaria y tiene que ver con menor cantidad o actividad del factor VIII de coagulación en la sangre de la persona.La hemofilia puede ser leve, moderada o severa, dependiendo del nivel de factor de coagulación.
En el país se sabe que existen 2.237 pacientes de hemofilia, 33 por ciento de los cuales tienen hasta 19 años de edad. Su mayor prevalencia está en Bogotá, seguida de Antioquia, Valle del Cauca y la Costa Atlántica. El tratamiento se hace con reemplazo del factor ausente (en hemofilia “A“ el factor VIII).
En América, Colombia reporta la tercera mayor utilización per cápita del Factor VIII (factor anti-hemofílico), luego de Estados Unidos y Canadá, siendo un indicador en la atención de la hemofilia.
La ausencia del Factor VIII lleva al riesgo de sangrados entre las personas que la padecen. El factor VIII se produce por técnicas recombinantes o a partir del fraccionamiento de plasma de donantes sanos humanos.
Los resultados
El hematólogo de este estudio, Mauricio Cortés, señaló que al analizar el comportamiento de los sangrados de acuerdo a la edad, se encontró que la frecuencia de sangrado en menores de 17 años era 5,43 veces mayor que la frecuencia de sangrados en mayores de 17 años. Igualmente, los pacientes que realizan alguna actividad de riesgo (ejercicios pesados) tienen 11,36 veces mayor posibilidad de sangrar que los que no tienen actividad de riesgo.
El estudio mostró que el esquema de profilaxis cuya dosis de Factor VIII se calcula a partir del peso, podría optimizarse al tener en cuenta variables antropométricas (peso; Índice de Masa Corporal-IMC), comportamentales, la edad y farmacocinética (lo que sucede con el Factor VIII al aplicarse a la persona, hasta su eliminación), aspectos que hasta el momento no habían sido considerados en conjunto.
El paciente se puede desangrar
Un hemofílico se puede desangrar y corre el riesgo de tener una hemorragia cerebral. Sin embargo, el Hematólogo Mauricio Cortés, advierte que no todos los hemofílicos se mueren desangrados, si se hace un diagnóstico a tiempo y eficaz”.
Cuando el paciente hemofílico se golpea una articulación, se hincha mucho, se llena de sangre y eso hace que se inmovilice, dice el hematólogo. Con ese golpe existen dolores y con los constantes sangrados las articulaciones corren el riesgo de irse dañando y se puede producir una artritis juvenil.
Son pacientes absolutamente normales, que requieren de un tratamiento y seguimiento óptimo.”Hay que tener presente que para que una persona tenga calidad de vida, debe ser debidamente diagnosticada y tratada”, dice Cortés.
Dentro de las recomendaciones que da el especialista, está la de hacer actividad física como natación y mantener un peso saludable.
Enfermedad hereditaria
Esta enfermedad se hereda por línea materna. Un hombre con hemofilia (una enfermedad que dura toda la vida) transmite el gen a todas sus hijas, pero no a sus hijos. Sus hijas son llamadas portadoras porque llevan el gen de la hemofilia (este gen lo tiene el cromosoma X).
Genéticamente es altamente transmisible. El médico Cortés, advierte que “no respeta condición socioeconómica, país, cultura o raza”. Sin embargo “los países del Mediterráneo tienden a tener un poco más esta enfermedad”.
En la mayoría de los casos, se trata de personas de mediana o avanzada edad, o de mujeres jóvenes que acaban de dar a luz o se encuentran en la última etapa del embarazo.
La adolescencia y la hemofilia
La adolescencia es una etapa complicada, mucho más si se padece una enfermedad como la hemofilia, señaló la salubrista Gina Díaz Los jóvenes en general se encuentran en una edad en donde las adherencias a las pautas establecidas para su tratamiento se ven disminuidas. Tener claridad en el riesgo específico en esta población, permitirá tratarlo desde la conducta médica y psicosocial.
Según la investigadora Díaz, la cobertura en salud que tiene Colombia, el acceso a la atención y medicamentos dentro de los programas de manejo integral y la mejora continua en la prestación del servicio que es medida por la cuenta de alto costo, hace que nuestros niños con hemofilia en la actualidad, tengan la posibilidad de llegar a una adultez, sin secuelas de la enfermedad, permitiéndoles un desarrollo personal y profesional igual o similar que personas que no padecen esta afección.
Consejos prácticos:
Hay que detener el sangrado rápidamente.
Mantener los músculos en buen estado.
Evitar las inyecciones intramusculares.
Cuidar la dentadura.
Llevar consigo siempre la identificación médica.
Aprender a controlar los sangrados, con una atención rápida.
La gran periodista polaca Anna Kipper, directora entre 1950 y 1980, de la Agencia Francesa de Prensa (AFP) bautizó a Javier Baena como “Mister Lead”, porque podía resumir en 70 palabras toda una gran noticia. Él asegura que el verdadero maestro del “lead” se llama Antonio Pardo García, “pero ambos somos de la escuela americana del periodismo cuyo máximo exponente es Associated Press (AP)”.
Y aclara: “Muchos periodistas en Colombia y me incluyo entre ellos, aprendieron a redactar noticias leyendo los cables de AP o UPI”.
Es un apasionado por la noticia. Así como los músicos leen en un pentagrama las mejores melodías, Javier tiene oído musical cuando oye a un lector de una emisora dar una información. Cuando está bien escrita, asienta con su cabeza, cuando oye un error, se frota su cara.
Millares de noticias redactó con el juicio preciso de las reglas elementales del lead, del meollo de la información. Durante años estuvo al lado de los télex, escuchando su traqueteo, ruido que le dañó su oído izquierdo.
Laborioso como pocos. Javier es un periodista total las 24 horas del día. Conoce buena parte de la historia del Siglo XX y vivió de primera instancia los grandes acontecimientos del país.
Trabajó 40 años –entre 1967 y 2007– como corresponsal de AP para Colombia y América Latina.
Opina que el cubrimiento noticioso de mayor impacto para su vida fue la destrucción de Armero, municipio que fue barrido del mapa por la erupción del volcán Nevado del Ruiz en 1985.
Él le imprime pasión al relatar cómo fueron esos momentos.
“La noticia comenzó a conocerse en la noche del miércoles 13 de noviembre de 1985, pero solo al día siguiente con las primeras luces del amanecer un piloto que sobrevoló la zona comunicó por radio que Armero ya no existía y probablemente habían muerto casi todos sus 25.000 habitantes. Esa fue la noticia que transmití el jueves 14 hacia las 8 de la mañana. En pocas horas había en Bogotá centenares de periodistas, camarógrafos y fotógrafos de diversos países. Esa noticia fue publicada en todos los medios del mundo y leída o escuchada por cientos de millones de personas. Un solo ejemplo: El jefe de la oficina de la AP en Tokio me envió la primera página del periódico Asahi Shimbun totalmente dedicada a la tragedia de Armero. Obviamente en el idioma japonés. Lo único que yo pude entender fue mi nombre que encabezaba la historia. El Asahi Shimbun tenía en esa época una circulación de 11 millones de ejemplares. Sin sonrojarme puedo decir que fui el periodista colombiano más leído en el mundo gracias a que tenía como base a Colombia en donde se produjeron estremecedores acontecimientos y estaba al servicio de la AP, la mayor agencia noticiosa del mundo, en una época en que era el medio de comunicación por excelencia con unos 12.000 suscriptores”.
La Embajada Dominicana, Palacio de Justicia y Armero
–¿Cómo vivió la toma de la Embajada Dominicana?
–La serie de grandes noticias mundiales originadas en Colombia comenzó el 27 de febrero de 1980 cuando guerrilleros del M-19 se tomaron a sangre y fuego la embajada de la República Dominicana en Bogotá para secuestras a 16 embajadores, entre ellos Diego Ascencio de los Estados Unidos y el Nuncio Papal Ángelo Acerbi.
Fue un trabajo de 61 días que duró el secuestro y la ocupación de la sede diplomática. Igualmente recibí recortes de diarios de muchos países que publicaron esta noticia que tuvo un desarrollo tan prolongado.
Otro hecho de impacto mundial fue el asalto al Palacio de Justicia, el 6 de noviembre de 1985, una semana antes de la tragedia de Armero. Esta nueva acción de los guerrilleros del M-19 durante 27 horas infernales significó la muerte de alrededor de 100 personas, incluyendo 11 magistrados de la Corte Suprema de Justicia. Noticia que prácticamente apagó el suceso de la explosión del volcán Nevado del Ruiz y la destrucción de Armero.
Al hacer una recopilación de estas dos tragedias, escribí una nota titulada: Noviembre negro en Colombia. Nunca un país había sufrido tanto en tan pocos días”, recuerda.
Con el presidente de Venezuela Rafael Caldera, en Bogotá.
–En los 80 se vivió también la guerra del narcotráfico….
–Desde luego. Entre 1980 y 1991 cubrí la guerra terrorista de Pablo Escobar contra el Estado colombiano. La mafia del narcotráfico estaba empeñada en impedir la extradición de sus cabecillas a los Estados Unidos y finalmente lo logró influyendo sobre varios miembros de la Asamblea Nacional Constituyente y amedrantado a otros que no se dejaron seducir del dinero manchado de sangre.
La constitución del 91 prohibió la extradición de colombianos. En este torbellino de violencia cayeron asesinados ministros, candidatos presidenciales, otros altos funcionarios del Estado y naturalmente periodistas valerosos como Guillermo Cano y Jorge Enrique Pulido. Penosamente otros colegas prefirieron el dinero a las balas y se volvieron mensajeros de los capos de la droga.
Esos años trágicos atrajeron a decenas de corresponsales de diversos países. Fundamos la Asociación de Prensa Extranjera, de la cual fui su presidente durante algunos años. El propósito era organizarnos para protegernos mutuamente y explorar las vías menos riesgosas de llegar a las fuentes del crimen organizado y los grupos alzados en armas.
En momentos en que Pablo Escobar buscaba un acuerdo con el gobierno, recibimos una invitación del cartel de Medellín para una conferencia de prensa en una finca en el Magdalena Medio. Mi decisión fue no aceptarla pues la invitación era con todos los gastos pagos y una suntuosa fiesta para ganar puntos con los periodistas.
También me tocó el mayor escándalo político del siglo XX: el financiamiento de la campaña presidencial de Ernesto Samper por parte del cartel de Cali que afloró en abril de 1995. Fue un periodo de tensión con un final inesperado: la absolución del mandatario en la Cámara de Representantes, mientras sus principales alfiles fueron a la cárcel.
Su comienzo, en El Espectador
–¿Recuerda cómo fue su ingreso a El Espectador?
–Transcurría el año 1959 y comenzaba mi carrera de periodista como redactor de Ultima Hora Caracol. Allí también trabajaba Mike Forero Nogués, el gran maestro del periodismo deportivo, quien simultáneamente era el director de las páginas deportivas de El Espectador que en esa época tenía ediciones matinales y vespertinas. Necesitaban periodistas jóvenes y Mike me invitó a trabajar allí. Fue un periodo breve pero muy interesante y de intenso aprendizaje de la mano de otro grande del periodismo: José Salgar.
–¿Se retiró de Prensa Latina cuando asumió el poder Fidel Castro?
–No. Yo llegué a Prensa Latina en 1960, un año después que de Fidel Castro se tomó el poder en Cuba. Lo que más me interesó del trabajo fue la figura de Gabriel García Márquez, mi jefe en el turno nocturno, quien para entonces figuraba como un promisorio escritor, pero ya era un famoso periodista, autor en El Espectador de las célebres crónicas del naufragio de un barco de la Armada Nacional, que luego se publicó como libro con título de “Relato de un náufrago”. Sin embargo, no conseguí nutrirme de las enseñanzas de Gabo. Su tiempo en la oficina de Prensa Latina en Bogotá lo consumió leyendo y fumando. También fue breve mi paso por la agencia cubana de noticias pues recibí una oferta de Caracol para ser el jefe de redacción de Última hora, el noticiero de la cadena radial.
Antonio Pardo, su gran maestro
–¿Quién lo llevó a Caracol Radio?
–Antonio Pardo García, que fue primer maestro.
–Vivió toda la guerra de Vietnam, recibiendo información de allá. ¿Pensó en escribir un libro sobre esa guerra?
–Es imposible escribir un libro sin haber estado en el teatro de los acontecimientos. Pero esa guerra y otras como la del Golfo Pérsico las seguí con mucho interés, especialmente por los escándalos que desataparon los corresponsales de guerra. En Vietnam y en Irak hubo falsos positivos (asesinatos extrajudiciales), fuego amigo (enfrentamiento entre tropas de un mismo ejército) y daños colaterales, que son las masacres de poblaciones bombardeadas por error o proximidad a los sitios de combate. Eso me sirvió para organizar en la Facultad de Comunicación de La Sabana un curso de corresponsales de guerra que dicté durante cuatro años, con la ayuda de corresponsales de guerra como Marko Álvarez y Ricardo Mazalán, que han cubierto para la AP todos los conflictos bélicos durante 30 años.
Su trabajo desde el télex y el teléfono público
–¿Extraña el télex?
–El ruido de los teletipos y del télex es música para mis oídos. Me acompañó durante unos 30 años durante los cuales leía las noticias que llegaban de todas partes del mundo. Al principio queda uno fascinando viendo maquinas que escriben solas y que hacen sonar campanitas d alerta cuando suceden noticias urgentes. Después vino Internet y desaparecieron estos aparatos que fueron una maravilla de su tiempo. Lo negativo es que me dejaron lesionado el oído izquierdo.
–¿Qué fue lo maravilloso de los años sesenta?
–En la década de los años 60 y hasta los 70 nos acostumbramos a hacer periodismo con las uñas. No había teléfonos celulares ni buscadores de Internet. Los teléfonos públicos eran de gran ayuda. Las monedas estaban siempre en los bolsillos para transmitir la noticia.
Aprendí que sin comunicaciones no hay noticia. Y eso me sirvió en 1972 cuando estuve cubriendo el terremoto que destruyó a Managua. Llegué el día de la Navidad en un avión con ayuda humanitaria. Obtuve valiosos registros de la tragedia, relatos conmovedores, pero las líneas de comunicación estaban cortadas por el impacto del violento sismo. De casualidad vi que una chica de la Cruz Roja tenía un radioteléfono y le dije: por favor déjeme usarlo para dictar la noticia de la tragedia que ha ocurrido aquí. Yo trabajo para la mayor agencia noticiosa del mundo, la información se conocerá de inmediato y la ayuda fluirá con rapidez. Me prestó el teléfono 5 minutos y lo mantuve casi media hora. Así pude transmitir la noticia de la enorme tragedia que había azotado a Nicaragua con más de mil muertos y centenares de heridos. Había más de un centenar de periodistas y ese día no pudieron transmitir la noticia. La mía difundida en todo el mundo logró que la ayuda llegara a manos llenas. Los aviones tenían que esperar turno para aterrizar en el pequeño aeropuerto de Managua.
En rueda de prensa con el presidente Carlos Lleras Restrepo.
–¿El Periodismo le cambió su vida?
–El periodismo es una pasión. Recordando tantos hechos trascendentales de los que fui testigo, aunque casi todos trágicos, doy gracias Dios por haberme permitido escribir una buena parte de la historia de Colombia y de algunos países latinoamericanos. Un colega argentino Jorge Covarrubias, gran editor de AP, en una conferencia que dictó a mis alumnos en Universidad de La Sabana, les dijo que se estaban preparando para ejercer un oficio único e interesante con el cual no hay esperanza de hacerse rico porque el periodismo es la forma más divertida de ser pobre. En mi caso personal fui bien remunerado por las empresas a las que serví, pero cuándo el trabajo más que una obligación, es un placer, el dinero se vuelve secundario.
El “lead”, su especialidad
–¿A quiénes admira redactando un buen lead?
–A don Antonio Pardo García.
–¿Cómo se enseña a escribir un buen lead?
–Hay que distinguir en el hecho noticioso lo fundamental y algunos elementos accesorios que sean de impacto y con eso desarrollar la noticia dando respuesta a la mayoría de las preguntas básicas: Que pasó, cuándo pasó, dónde pasó, quien o quienes fueron los protagonistas, cómo sucedieron los hechos y por qué sucedieron. Al final debe ir la fuente o citarse al comienzo del segundo párrafo.
–¿El lead es un el mismo Twitter?
–El Twitter es la manera abreviada de transmitir una noticia en 140 caracteres, pero sin la elegancia del lenguaje que caracteriza un buen lead que no solo debe informar lo sustancial de una gran noticia en tres renglones de tal forma que el lector quede informado de lo que pasó y se interese en continuar leyendo los detalles, sino de escribirlo con la mejor calidad literaria. La gran virtud es que el periodista tiene solo pocos minutos para confirmar la exactitud de la noticia y sus fuentes y revisar la gramática y la ortografía. Algo distinto de los escritores que se pueden gastar días o semanas para redactar un párrafo.
–¿Qué “lead” le hubiera gustado redactar y cuál no?
–Hace unos años visitaba con mi esposa el Palacio de Cecilienhoff, en las afueras de Berlín, en donde se reunieron el 17 de julio de 1945 José Stalin, secretario del Partido Comunista Soviético, Winston Churchill, primer ministro inglés y Harry Truman, presidente de los Estados Unidos para firmar el reparto de Alemania y las condiciones de la rendición de Japón. Recorriendo ese museo con los documentos y mobiliario utilizados por los 3 grandes, me dije: cómo me hubiera gustado estar aquí cubriendo este histórico acontecimiento.
Retrocediendo en el tiempo haber escrito la noticia del fin de la guerra con este lead: “La II guerra mundial, que dejó 50 millones de muertos y a Europa y Japón en ruinas, finalizó hoy con la rendición de Alemania”.
El lead que escribí con pesadumbre fue en la noche del 18 de agosto der 1989 que decía: El líder liberal Luis Carlos Galán, favorito en todas las encuestas para ganar las próximas elecciones presidenciales, fue asesinado esta noche durante un mitin electoral, informó la policía.
–¿Cómo ve la situación actual del Periodismo en Colombia?
–Con preocupación y tristeza. Muchos medios tradicionales han desaparecido, cunde el desempleo y la única ventana de oportunidad está en los medios digitales que sufren la feroz competencia de seudoperiodistas dedicados a difundir noticias falsas.
El contexto y la revisión en la noticia
–¿De qué adolece el periodismo actual?
–Aunque el periodismo está en permanente evolución empujado por la revolución tecnológica, hay unas leyes que siempre habrá que respetar. Sin importar el tipo de periodismo –noticia, crónica, reportaje o entrevista–, el periodista siempre tendrá que poner en escena a los personajes, describirlos, relatar los hechos que los hacen merecedores de una nota periodística y colocarlos en un tiempo y un espacio con una buena dosis de suspenso. Además, presentar el contexto que rodea los hechos de la narrativa que generalmente son la respuesta a una de las preguntas básicas: ¿Por qué? Editar dos o tres veces el texto para corregir errores y mejorar la redacción.
Especialmente en televisión veo reporteros que a veces olvidan explicarle al público porqué sucedieron los hechos o los sitúan al sur de Bogotá, en donde puede haber más de cien barrios con millones de habitantes. La precisión informativa es básica.
Hay también que superar el síndrome de la chiva y profundizar las investigaciones. Una sola fuente no es suficiente. Muchas veces se necesitan tres o más. Se requiere más periodismo de investigación. Los grandes escándalos de corrupción han sido descubiertos por los periodistas. Sin su fiscalización del poder los políticos, funcionarios de poderes públicos y los poderosos quedan con las manos libres para ejecutar toda clase de fechorías.
–¿Cuántos años en el CPB?
–En el CPB soy más bien nuevo, con apenas diez años, cuatro en su junta directiva y otros dos en la Comisión de Ética.
En compañía de la presidenta del CPB Gloria Vallejo y Carlos Osorio, durante el cóctel del Premio CPB 2019
–¿Cuántas veces como Jurado? ¿Qué trabajo ganó cuando fue jurado?
–He estado dos veces como jurado y otras cinco como prejurado. En el premio que se entregó en febrero fui prejurado y una de las diez publicaciones de prensa que recomendé al jurado fue la ganadora.
–¿Qué consejo le da ahora las nuevas generaciones periodísticas?
–Para ser un buen periodista hay que ser una buena persona, decía el maestro polaco Rayzard Capuchisky. Hay que despojarse de odios, rencores o prevenciones. No ser un activista político. Eso nos aproxima a ver con objetividad los hechos y transmitirlos con veracidad. Hay que leer, investigar y estar bien informados.
–¿Cuál ha sido el día más espectacular en su carrera como periodista?
–El 15 de noviembre de 1985 recibí un mensaje de José Domingo Abreu, jefe de la mesa latinoamericana del servicio mundial de AP. En él me felicitaba por el cubrimiento de la tragedia de Armero. La noticia estaba en primera página en muchos diarios y copó amplios espacios en la radio y la televisión del mundo. Dijo que nunca había visto un cubrimiento periodístico de tanto éxito.
Un alumno que luego fue su jefe
–¿A cuántos periodistas ha formado?
–Durante los 10 años que estuve dictando las clases en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Sabana ayudé a formar a unos 900 estudiantes.
–¿Qué alumnos recuerda con especial cariño por su interés en la carrera?
–Hay uno que me sorprendió. Se llama Juan Camilo Hernández. Fue el único se mereció un 5 en el examen final durante la década que estuve de profesor. Lo recomendé para hacer prácticas en la oficina de AP en Bogotá y fue contratado de planta cuando terminó su entrenamiento. Simultáneamente fue nombrado profesor de periodismo en La Sabana. En los dos últimos años en que estuve allí fue mi jefe pues fue nombrado Decano de Periodismo y Comunicación. Es el sueño de todo profesor: que sus alumnos lo superen profesionalmente.
El monto asciende a los 170 millones de dólares y aún no cuenta con el visto bueno de Departamento de Justicia.
Google pagará 170 millones de dólares de multa luego de ser acusado por la exposición de menores de edad en videos inapropiados, recopilando información personal sin autorización de sus padres en su portal YouTube.
El acuerdo amigable involucra a Google, el fiscal general de New York y la agencia federal para la protección al consumidor de Estados Unidos (FTC, por sus siglas en inglés), pero aún debe tener la aprobación del Departamento de Justicia
Es el caso más importante hasta el momento que involucra la protección de datos en la vida privada de niños y según el director de la FTC, Joe Simons: “No hay excusas para la violación de la ley por parte de YouTube”.
El antecedente de una situación similar se remonta al mes de abril de 2018, cuando se unieron 23 organizaciones de defensa de los derechos digitales y protección de los niños para presentar una demanda ante la FTC.
En ella, se acusó a YouTube de recolectar datos personales de menores, tales como la ubicación, datos del dispositivo usado y el número de teléfono, sin contar con el consentimiento de sus padres y usando la información para permitir publicidad dirigida.
Aunque nunca como ahora hay tantas oportunidades y un mejor futuro para ejercerlo, la crisis del periodismo y los medios de comunicación es innegable.
Hoy le escuché decir a la docente de una Universidad que estaba odiando a unos colegas muy reconocidos porque dijeron públicamente que no había que estudiar periodismo; que a ella le parecía inaudito porque “reforzaba el fenómeno de disminución en el ingreso de alumnos a las facultades de Comunicación Social y Periodismo”. Acto seguido, le dije que me sumara a su lista, que me iba que tener que odiar a mí también, porque estoy totalmente de acuerdo con ellos… se quedó muda.
No es la primera vez que lo menciono en este espacio, pero hoy tengo más razones. La crisis del periodismo y de los medios de comunicación es innegable frente a tres componentes:
El económico.
La migración de las audiencias de los medios tradicionales a los de convergencia o 360 grados (internet) por su preferencia en consumir los contenidos que quiere, cuando quiere y donde quiere.
La calidad de los contenidos, inherente a la calidad profesional de los periodistas.
Ya me imagino a muchos colegas diciendo que me enloquecí, que cómo después de semejante montón de despidos en algunos medios muy importantes se me ocurre tal barbaridad: que estamos en el mejor momento para el periodismo. Pues claro que sí, ¿y saben por qué? Porque les llegó la hora a las universidades de esta importantísima profesión, de depurar lo que hace unas tres décadas vienen haciendo: llenar sus arcas graduando ríos de “profesionales” que pasaron de ser estudiantes frívolos, que no leen, irresponsables (tanto como sus facultades), a ser periodistas mediocres, sin criterio, sin objetividad, sin rigurosidad, sin conocer ni investigar su fuente, militantes soterrados, amarillistas, que son capaces de salir sin la contraparte en su información y -además de todo- gallitos finos que creen que después de ellos sigue la pared, y se regodean en su ignorancia y el mal trato a quienes se acercan a precisar información. ¿Que en esta cochada no están todos?, claro que no, pero sí muchos, muchísimos.
No entiendo por qué siendo el periodismo una carrera creada para buscar nada más y nada menos que la verdad, defender a los ciudadanos, informarlos objetivamente y nutrir a la opinión pública no tiene en las universidades unos requisitos fuertes para recibir a sus estudiantes como sucede con la medicina y muchas otras profesiones que exigen altas calificaciones, calidad, conocimiento, nivel… No, porque es el negocio con la educación que por fortuna les está haciendo crisis.
Que ya no mucha gente quiera estudiar periodismo me parece un alivio porque es parte de la depuración. Así como los medios tradicionales están buscando también ser digitales o desaparecen, el periodismo debería transformarse en una especialización y/o maestría para profesionales de diferentes disciplinas, como los que han incursionado en nuestro campo durante los últimos años. “Es que las facultades de Comunicación ya tienen en su pénsum todo el tema digital”, me dijo la docente que me llevó a escribir esta columna. “Es que el asunto es mucho más profundo, va más allá de manejar algoritmos, tuitear o mover las redes. Si no se escoge lo mejor en el ingreso, no se exige durante la carrera y egresan profesionales que sigan diciendo Consejo de la “Adjudicatura”, por ejemplo, o no escriban con ortografía y no sepan hablar vamos a seguir en las mismas, pero con redes”, le contesté. ¡No, qué maravilla!
Y no es que no haya lunares en el periodismo del pasado, claro que los hay, pero no es la decadencia que vemos hoy y que viene desde los periodistas “conspiretas” y los “cacaos” del proceso ocho mil que, en lugar de desaparecer, algunos se cambiaron de bando, se mezclaron y se quedaron para confundir a la opinión, tal como lo comenta en un análisis muy interesante Ricardo Galán en su Libreta de Apuntes.
“Se abandonó la reportería porque es más fácil sentarse frente a un computador y mirar redes, que ir a cubrir los acontecimientos”
Estoy de acuerdo con Ricardo cuando dice que hay que volver a las bases del oficio, hacerlo bien. “Se abandonó la reportería porque es más fácil sentarse frente a un computador y mirar redes, que ir a cubrir los acontecimientos. O en lugar de entrevistar a una persona teniendo la opción de contrapreguntar, le dicen: ‘mándeme una reacción por WhatsApp’” dice. Y claro que eso no es periodismo porque hay que ir a ver si es cierto o no. Hay que regresar a la ética, la objetividad, la imparcialidad y la pasión.
“El New York Times encontró que el problema eran los contenidos originales y en lugar de despedir, contrató periodistas y se diversificó. Rescató el periodismo básico que averigua las noticias, que tiene las noticias, que escribe bien las noticias, que cuenta bien las noticias y tiene la fotografía correcta, el video correcto en el momento correcto y asunto resuelto. Eso es lo que hay que salir a decir, no que el gobierno me persigue, o que los anunciantes hicieron una trinca para joderme, o lo que sea… no, esa no es la solución. Es hacer el trabajo. Hagamos bien el trabajo y verán que llega la gente y con ella los anunciantes o los suscriptores” agrega Galán en su podcast.
He estado en todas las orillas de la comunicación (reportera, presentadora de noticias, directora de programas, directora de Comunicaciones y asesora en los sectores público y privado) y creo firmemente que nunca había tenido un mejor futuro el periodismo con tantas oportunidades gratuitas de ejercerlo como trabajo intelectual, como ahora. Con un celular se hacen audios, videos, fotos, textos, gráficas y se tiene presencia en las redes. Ánimo colegas, el que es bueno sobresaldrá y sobrevivirá en este momento crucial. A crear comunidades, a aliarse. ¡Hay mucho por hacer!