27 marzo 2020 –
Foto: Pixabay –
Por:Universidad.edu.co –
La incertidumbre reina. Nadie sabe qué pasará. Lo único claro es que por la pandemia serán más los efectos negativos que positivos en el sector. Oportunidad para cambiar. Análisis.
Este análisis de los escenarios y consecuencias que se verán en la educación superior tras la expansión del Covid-19, constituye una mirada realista, apoyada en la forma como esta calamidad pública está evolucionando día a día, fundada en la lógica del sector universitario y ratificada en la aparición de escenarios hasta hace poco insospechados como los de cuarentena total y obligatoria del país.
Lo que inició como un imprevisto de relativo “fácil” control por parte del sistema (aplazar unos días o virtualizar), ha pasado a convertirse en una seria preocupación de rectores y directivos por la dificultad de responder adecuadamente al compromiso académico, y -sobre todo- porque con el pasar de los días y la prolongación de esta calamidad de salud pública, las finanzas de las IES se verán seria y preocupantemente afectadas al cierre de 2020.
La obligatoria cuarentena decretada por el Gobierno Nacional hasta después de Semana Santa, al parecer, no podría ser la única, en palabras del ministro de Salud, Fernando Ruiz, y eso configuraría uno de los peores escenarios que afectaría la continuidad y culminación del primer semestre académico. Es más, la imposibilidad pronta de controlar la epidemia podría, incluso, llegar a suspender y cancelar el semestre y, de extenderse la situación más allá de lo manejable, difícilmente el año 2.020 podría tener dos semestres académicos como es usual en el sector.
Esto último no es fácil que se dé, pero tampoco se puede descartar. Que el año tenga 52 semanas ayuda a ajustar de forma relativamente fácil los calendarios académicos, pues los semestres de 16 a 18 semanas por periodo (o 32 a 36 por año) se pueden reprogramar.
Las IES públicas se han venido (mal) acostumbrando a extender sus semanas de clase para poder tratar de cumplir los dos semestres académicos del año, como resultado de los paros y protestas de profesores y estudiantes. Las privadas no. No obstante, algunas de estas públicas aún no han podido terminar el segundo semestre del año pasado, primero por las protestas contra el Esmad y las decisiones de los gobiernos locales frente al control de los campus, y ahora por el coronavirus.
A la fecha ninguna IES ha cancelado formalmente el semestre académico. La que más ha avanzado ha sido el Politécnico Jaime Isaza Cadavid, que lo suspendió indefinidamente ante la imposibilidad de responder a las condiciones de virtualidad con las que esperaba suplantar la formación presencial. Pero llegarán las cancelaciones o más suspensiones indefinidas de semestre, pues muchas IES se están comenzando a ver en aprietos para atender debidamente lo que significa desarrollar la virtualidad de sus estudiantes, porque no cuentan con sólidas plataformas, infraestructura tecnológica, formación de profesores, habilidades digitales en estos, y no todos los estudiantes -en cuarentena- tienen equipos de cómputo, dominio de la virtualidad o conectividad para cumplir con sus actividades.
Vale recordar que, como hemos dicho en El Observatorio, virtualizar clases presenciales no es una cuestión de “soplar y hacer botellas”. No en vano el sistema de aseguramiento de calidad ha sido uno de los que más ha matizado la diferencia entre la metodología presencial con la de distancia-virtual. Por ahora, nadie ha dicho nada, por la emergencia y la solidaridad, pero de extenderse la situación, el Ministerio de Educación tendría que entrar a dar claridad sobre los niveles mínimos de calidad, de tecnología, de pedagogía y de resultados de los programas presenciales virtualizados de la noche a la mañana. ¿Si se logra terminar el primer semestre de forma virtual y la alerta continúa, se va a continuar en formato virtual con estudiantes presenciales?, y ¿a qué costo?
Claramente, una de las consecuencias positivas de esta situación, es que la adopción de plataformas y metodologías virtuales debería dejar de ser opcional para las IES, y entrar a hacer parte de condiciones básicas tanto para registro calificado como para acreditación de alta calidad.
El momento ha sido aprovechado para que algunas IES expertas en virtualidad ofrezcan su experiencia para actuar solidariamente y apoyar a las que así lo deseen (como Areandina, Católica del Norte, Ceipa, UNAD y Poli, entre otras), y también a que algunas de las tradicionales estén corriendo a adecuar plataformas y formar profesores para responder con la debida calidad a lo que su tradición les exige (p.e. Andes, Javeriana, Sabana, Rosario, Nacional…). Algunas otras, con poca o ninguna experiencia en virtualidad, se están mostrando, de la noche a la mañana, como expertas en el tema, con un interés que parece más de mercadeo que otra cosa).
Lo cierto es que publicitar que se está trabajando la virtualización con la mayoría de los estudiantes presenciales y de forma exitosa, tiene un preocupante trasfondo de muy seguros fallos en calidad, de oportunidad, y de satisfacción de las expectativas formativas del programa y de los propios alumnos. ¿Cuántos de ellos aceptarán sin reparo alguno la situación, a los mismos valores de matrícula que pagaron por lo presencial, sin la debida propedéutica para actuar en línea, y en déficit en contenidos y asignaturas que, a la fecha, por asuntos prácticos o de paradigmas disciplinares no han sido virtualizadas, como por ejemplo estudios relacionados con deportes, artes escénicas, gastronomía, o programas de salud y de derecho, de los que ni siquiera existen en la oferta nacional en modalidad virtual, aprobada por el Ministerio.
¡Paradójica situación! De un momento a otro, después de años de rechazo de las IES mal llamadas “grandes” y de los propios miembros de las salas de CONACES (con argumentos más caprichosos que racionales) se pasó a formar virtualmente, por ejemplo, “gracias al Covid 19” a abogados, que de otra forma se pensaba como imposible.
¿Y si la conectividad nacional comienza a fallar consistentemente por el inusitado aumento en la demanda? Otra variable para considerar
Menos ingresos económicos
Económicamente a las IES públicas el Estado no les reduce los aportes anuales si estas no cumplen su calendario académico en un año, pero la situación en las privadas (que no reciben un peso del Gobierno) es totalmente diferente. No poder desarrollar un segundo semestre académico en un año sería perder casi el 50 % de sus ingresos por matrículas, lo cual las pondría en una situación calamitosa.
Si en pocos meses se olvida este problema de salud pública, muy seguramente el gobierno seguirá tratando de aliviar la difícil situación económica del país, y los billones de pesos hoy reservados para cubrir la emergencia se traducirán en reducción de subsidios sociales y, posiblemente, de algunos de los compromisos adicionales financieros prometidos por el Estado para la educación superior pública caerán. Esto alimentará los políticos de oposición y los movimientos estudiantiles que han demandado por estos recursos en años anteriores, y volverán los problemas de estabilidad y gobernabilidad en la educación superior pública…. Con pedidos adicionales: Por ejemplo, el acceso a internet -conectividad- podría demandarse como un derecho fundamental universal y, acompañado de este, el derecho a tener un PC por estudiante para su trabajo académico.
Un calendario académico “enloquecido”
Julio y agosto, meses que generalmente constituyen el inicio del segundo semestre académico de la universidad, constituirán una presencia, simultánea, de muy variadas opciones:
Algunas universidades, como por ejemplo la Libre, que adelantó vacaciones de estudiantes, posiblemente estará empatando el primero con el segundo semestre; la mayoría, que decidió aventurar en lo virtual para no cancelar calendario académico, aspira a estar comenzando segundo semestre a tiempo, si es que la cuarentena no le lleva a aplazar el primero o, inclusive, llega ese momento sin haberlo terminado; algunas que han desarrollado varios periodos de admisiones al año podrían sacar provecho de esta situación; el aplazamiento (no se sabe hasta cuándo) en la realización de los exámenes Saber 11 puede afectar la programación de las IES y les llevaría a reprogramar calendarios de admisiones; la finalización de año de los colegios calendario B podría correrse y, sumado a lo anterior, la demanda de nueva matrícula; y si llega el nuevo periodo sin haber terminado el anterior, IES presenciales tendrían problema de infraestructura para recibir los grupos de “primíparos”, entre otros aspectos.
Las IES que sepan administrar estas circunstancias, hacer una oferta oportuna, con beneficios de matrícula y costos serán las que se lleven la mejor tajada.
Así mismo, la gestión de últimos semestres podrá verse complicada por las prácticas de estudiantes aplazadas en las empresas, por la acumulación de nuevos grupos, por la tradicional y compleja gestión de cupos, por ejemplo, en programas de salud, y el posible aplazamiento y duplicación en la demanda de laboratorios presenciales especializados, que no pudieran haber sido usados total o parcialmente durante el primer semestre de 2.020.
Y si, por inadaptación de docentes o estudiantes, incumplimiento o fallos tecnológicos, de la improvisada virtualidad, hay necesidad de repetir cursos ya programados y supuestamente vistos en línea, pero ahora de forma presencial, esto afectará la programación académica, la configuración de grupos y los tiempos de avance y grado de estudiantes.
Entre tanto, la universidad pública aún estará tratando de terminar, o comenzar, el primer semestre de 2.020.
Supervivencia o acreditación
Si 2.020 cierra con los dos semestres ofertados y cumplidos, claramente actividades como periodos intersemestrales (que representa un aporte adicional de ingresos a las IES), así como ceremonias de grado, eventos de educación continuada, consultorías y venta de servicios, que complementan las finanzas de las IES, sufrirán una significativa merma en su realización y, por ende, en los ingresos esperados.
Debe sumarse a esta situación (en el hipotético caso de que el segundo semestre pueda iniciar en aparente normalidad) que la demanda de nuevos estudiantes estará fuertemente golpeada, tanto por los hechos ya claramente identificados en el sector (el segundo semestre siempre trae menos estudiantes que el primero, competencia de IES extranjeras, cursos virtuales, más programas e IES en la oferta y disminución en la credibilidad de los jóvenes en torno a que un programa tradicional – largo de educación superior le dé respuesta a sus expectativas), como por la difícil situación económica que se avecina en el mundo.
Seguramente en el balance contable de fin de año, las IES aumentarán el rubro de cartera de difícil cobro por los muchos estudiantes que “se colgarán” en los créditos con éstas, otro tanto lo hará con el Icetex, por la situación de difícil pago, poco empleo y aumento en el desempleo que se prevé viene en el corto y mediano plazo por el coronavirus.
Miles de estudiantes de la educación superior y sus familias trabajan por conseguir el sustento del día a día, son domiciliarios, taxistas, meseros, vendedores en almacenes, en hoteles, trabajan en el comercio informal… y estos son parte de los más afectados por los aislamientos y cuarentenas actuales. Muchos difícilmente podrán terminar el semestre académico y, menos aún, podrán matricularse en el siguiente.
Con unos ingresos fuertemente golpeados, con la obligada inversión en plataformas tecnológicas y con la responsabilidad social, moral y humana de sostener la nómina de profesores y personal administrativo y de recurrir a los ahorros para salvar el 2.020, las IES recortarán eventos académicos, formación de docentes, capacitación del personal, viajes nacionales e internacionales de sus académicos, membresías y publicidad, y si el tema se complica, tendrán que posponer construcciones de nuevos edificios, y visibilidad internacional, entre otros aspectos. Dicho, en otros términos, la prioridad será la supervivencia antes que la acreditación.
No hay mal que por bien no venga
Por el bien del sector, ojalá que este ejercicio de prospectiva de El Observatorio esté equivocado, que la pandemia se supere pronto y que la normalidad regrese al sistema de educación superior con el menor trauma posible y, por el contrario, se descubra una enorme oportunidad para crecer en medio de la crisis.
Algunos de estos hallazgos positivos pueden ser:
– Que la “necesidad” y emergencia pública acabó con la soberbia y sobradez de algunos rectores y académicos que, por años, han subestimado, considerado de baja calidad y para pobres, la educación virtual, y que en adelante las plataformas virtuales y el trabajo en línea tendrán que entrar a hacer parte del día a día de la relación docente – estudiante. Esto traerá una situación polémica: Este escenario llevará a que profesores “tradicionales” no puedan seguir el nuevo ritmo de la virtualidad y se queden en el camino, o algunas IES consideren (erróneamente) que virtualizar les resulta más económico y una oportunidad para reducir el número de profesores.
– En las IES terminarán los “miedos” a abordar nuevas iniciativas, a virtualizar programas, y a entrar a competir con ofertas no formales, en línea y de IES y entidades extranjeras o relacionadas con las empresas.
– Y el “encierro” nos ayudará a repensarnos como responsables de la educación superior, a ir más allá de los debates sobre las formas e intereses de las políticas públicas, de las minucias de los registros y la acreditación, de las permanentes demandas por más recursos, de históricas exigencias y peleas contra el establecimiento de parte de agrupaciones de docentes y estudiantes, y posiblemente aparecerán nuevos discursos sobre la responsabilidad de la educación superior en la formación de profesionales más humanos, más comprometidos con una sociedad que demanda de la solidaridad y la unión la forma de crecer como comunidad.
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Antes de la pandemia, la universidad, como sistema social, estaba debilitada por las críticas de quienes consideran que no daba respuestas oportunas a las expectativas de la sociedad y de las nuevas generaciones, con programas no siempre pertinentes, desarticulada del sector productivo y ausente de la integración de un proyecto de país.
Esto ha justificado, en gran medida, su baja en la demanda, la aparición de más competencia con formatos diferentes y su pérdida en el protagonismo como actor social.
La emergencia del coronavirus puede ser un mensaje adicional, muy preocupante, sobre la urgencia de que ésta se replantee en sus estilos, se acerque más a la sociedad, a la formación humana y a lo que preocupa a las pequeñas comunidades. Si la universidad se constituye en un mensaje de optimismo y de esperanza para que el conocimiento aporte al verdadero desarrollo social, serán los jóvenes quienes la busquen, y no al revés.